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El asesino de las rosas de Alicia por Unno Takashiro

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Notas del capitulo:

 Resubiendo por tercera vez esta historia xD

Bien dice un dicho de que a la tercera es la vencida, siento haber dejado esta historia olvidada, no conseguía inspiración y por ello no la terminé, pero son excusas lo sé, pero esta vez sí, lo prometo, la terminaré, cueste lo que cueste.

- ¡Maldito seas! - Gritó un desconocido.

- ¡Púdrete en el infierno infeliz! - Vociferó una mujer.

- ¡Hijo de puta! - Bramó un anciano.

- En estos momentos estamos observando como el acusado entra al estrado, la gente está en un estado de euforia, le gritan mil y unas barbaridades pero el detenido no muestra señales de que le afecten o perjudiquen dichas palabras. -informaba una periodista a través de un micrófono a la cámara a su lado; su micrófono llevaba la insignia de algún noticiero famoso del mundo.

- ¡Silencio! ¡Orden, orden en la sala! - gritaba el juez mientras aporreaba repetidas veces el mazo contra la madera de su escritorio.

Se observaba a varios guardias de seguridad tratar de controlar a la turba de gente que se encontraba en ese lugar.

La muchedumbre no paraba de arremeter verbalmente contra el acusado. Gritaban a viva voz múltiples personas "¡Infeliz! ¿Cómo pudiste?", "¡Maldito maricón! ¡Mi hijo devuélvemelo!", "¡Maldita perra!", "¡Bastardo!"

- ¡Silencio! ¡Silencio! -el juez pensaba que con golpear su mazo varias veces podía calmar a la gente de ese lugar. Gran error.

Los residentes no se tranquilizaban y en un arrebato de frustración el acusado tomó el micrófono con fiereza y grito:

- ¿Quieren cerrar la puta boca? Quiero empezar mi juicio.

La población alborotada ante las palabras de aquel hombre, que en vez de actuar como un tranquilizante; tuvieron el efecto contrario y fue como si incitara a aquellos individuos a descontrolarse más de lo que ya estaban. Los guardias al ver que no podían calmar la situación lanzaron varios disparos al aire y ante el estrepitoso sonido el bullicio se silenció. Rápidamente empezaron a hacerse cargo del lugar y a tranquilizar a las personas para poder dar inicio al juicio de "Las rosas de Alicia".

Varios minutos después, solo se escuchaban los flashes de las múltiples cámaras que hondaban en el lugar, el cuchicheo de las personas, los pasos de los guardias que iban de un lugar a otro, el lloriqueo de varios individuos y el refunfuñar del juez.

- Damos comienzo al caso N° 2.778 "El asesino de las rosas de Alicia".

Como era costumbre en todos los casos, el juez daba su nombre y luego le otorgaban la palabra al demandante quien sin rechistar llamó a que el acusado declarara, este a su vez se levantaba para hacer el juramento de lealtad.

- Juras decir la verdad y nada más que la verdad.

Aquel hombre, de apariencia tranquila y relajada, levantó su mano derecha que se encontraba esposada a la izquierda para hacer el juramento.

- Lo juro. - dijo.

Era un hombre esbelto, físicamente hermoso, de cabello castaño con reflejos dorados, lo llevaba corto con un estilo desaliñado que le quedaba malditamente bien y le acentuaba un aire despreocupado, piel bronceada y suave al tacto, parecía piel de bebé; mirada de color avellanado y con aquel toque misterioso y profundo que cautiva a cualquier ser; cejas medianamente pobladas, poseía una nariz perfilada y respingona, rostro un poco redondeado y perfilado; mentón fuerte pero a la vez delicado, un sexy lunar por debajo de su ojo izquierdo y otro por debajo del labio inferior en la parte derecha de su rostro, unos labios de color cereza carnosos y bastante apetecibles que parecía nunca perder su brillo; un cuello que provocaba chupetear y dejar varios moretones en él. Era un sujeto de apariencia seductora, con un cuerpo que te lleva a la perdición y al mismo abismo del infierno con tan solo una mirada, medía 1.76 m de altura, sus manos eran medianas y con dedos largos impregnados en sutileza; tenía un trasero de muerte y unas piernas de ciclista profesional que provocaba mordisquear una y otra vez. Y tan solo contaba con 28 años.

En resumen, era la clase de persona que despertaba los bajos instintos de cualquier individuo. Era un asesino.

Su nombre, Marshall Novacek.

- Se le acusa de la muerte y violación de Johan Benner o mejor conocido como Rosemarie Prase, ¿cómo se declara? -inquirió el demandante que se hacía cargo del dichoso caso, parecía que iría con todo, y nada más empezar con tan directa pregunta demostraba lo seguro que estaba de que no fallaría.

Lo lógico sería empezar con preguntas que pudiesen acorralar al homicida en caso de que este negara todo, pero algo le decía que estaba vez tenía que ser directo en el caso.

- ¡Ah! El transexual promiscuo.

Ante las palabras tan despectivas e insultantes de Marshall una nueva algarabía se formó en la pequeña sala, en donde los familiares, amigos y conocidos del fallecido mencionado espetaban vulgaridades contra el sujeto que se hallaba sentado a sus anchas en el pequeño espacio del estrado, tan relajado y tan sereno, tan malditamente tranquilo.

...

- Me gustas- murmuró un regordito de 12 años. - ¿Quieres ser mi novio?

Esa mañana había decidido inocentemente confesarse al chico que le robaba el sueño y que le hacía imaginar un futuro de ensueño. Él era bajito, gordo, con pecas y granos en la cara, de piel grasosa, se comía las uñas cuando le entraban los nervios por ende sus yemas eran más piel que uña. Jugueteaba con sus dedos pues no podía observar debidamente al chico que tenía en frente, estaba todo sonrojado y se mordía suavemente los labios en un acto de ansiedad. Su corazón virginal palpitaba como loco, ya no sabía si estaba respirando, el pulso le temblaba, comenzaba a sudar.

- ¡Qué asco! Un marica se me acaba de confesar, no te me pegues que me puedes contagiar lo gay.

En ese momento todo a su alrededor se detuvo. No era que él se hubiese confesado a la quinta maravilla del mundo, de hecho su amado era un chico común; de esos que los ves una vez y preguntas "¿de dónde ha salido ese?", no era el guaperas del instituto, ni el fiestero, ni el mala conducta, ni el cerebrito, ni el deportista; solo era un don nadie como la mayoría de los demás. Pero no para él, le amaba desde el primer momento en que le vio comiendo una empanada de carne en el comedor con su jugo de naranja pasteurizado al lado de su plato. Era un chico un poco más alto que él, de piel pálida, aspecto normal, cabello rizado color negro opaco sin brillo ni chiste, ojos pequeños, nariz grande y un completo escuálido, sin piel ni pellejo; pero la luz de sus ojos.

- Yo...

No sabía que decir, boqueaba tratando de que su garganta produjera algún sonido pero nada salía más que aire insonorizado. Por fin había alzado su mirada y sus orbes ambarinas solo encontraron el desagrado y rechazo de los ajenos.

- No me vuelvas a hablar en tu vida ¿quieres?- su amor se iba alejando del jardín con una mueca de disgusto- ¡Argg! Y yo pensando que me podía ligar a una tía buena y me encuentro con este pelmazo.

Le habían rechazado.

Esa noche al llegar a la comodidad de su cuarto pudo llorar y sacarse todo el malestar de su cuerpo, lloró como magdalena; segundos que luego pasaron a ser minutos y respectivamente horas, gimoteaba de dolor y frustración ¿Por qué nadie se molestó en decirle que su amor era imposible? ¿Por qué tenía que sufrir cuando tantas veces se había imaginado un final feliz? ¿Por qué no sucedía como en las películas de Disney?

Al siguiente día esperó poder pasarlo tan desapercibido como siempre, pero una vez más todo fue un juego de su imaginación.

"Marica" "Gay de pacotilla" "Muérete"

Y otras palabras más insultantes se encontraban a lo típico escrito en su asiento; incluso en su pupitre habían revistas gays y este estaba cubierto de condones usados y bañados en semen. Mira todo lo que había desencadenado una inocente confesión.

No sabía ni cómo reaccionar, ¿en serio le iban a empezar hacer bullying tan solo por haberse confesado al chico que amaba?, debía ser un error, a lo mucho una cosa de días, eso no pasaría a mayores así que con toda la dignidad del mundo y con la cabeza en alto soportaría lo que (según él) en unos días pasaría.

Para algo estaba el dicho "después de la tormenta viene la calma"

Como una vez soñó, su adorado Johan, el amor de sus primaveras volvió a él con una disculpa, diciéndole lo mucho que se arrepentía de haberle rechazado, que no podía creer lo estúpido que había sido cuando le dio la espalda; le suplicaba porque le diera una oportunidad de enmendar todo; y tan solo hubo falta de que pasaran 2 semanas más cuando él ya vivía en el mejor cuento de hadas de su vida.

Como él siempre lo pensó, el bullying había cesado y ahora podía jactarse de que tenía un chico maravilloso a su lado, el mejor de los novios, y además, buenos amigos en quienes confiar.

...

Los meses transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos.

Él era más cercano e íntimo con su novio, si bien no habían llegado a tener relaciones, se habían dado unos cuantos besos.

Se acercaba San Valentín, y el colegio organizaría un baile en su celebración. Él por su puesto iría con su adorado novio quien el mismo día del baile le pidió que se travistiera de mujer porque quería bailar con el de esa manera, según el azabache él se vería lindo con un vestido y así podría cumplir con una de sus fantasías. Obviamente el castaño se negó rotundamente, por más que fuese como fuese vestirse de mujer era algo impensable, pero unos tiernos ojos de cachorro lograron convencerle; así que en un bolso metió un vestido de su madre junto con algunos zapatos con tacón y algunos potes de maquillaje. Había accedido a la petición del azabache siempre y cuando solo bailaran una pieza y lejos de la vista de todos, se moriría de vergüenza si alguien más le veía con sus 87 kilos en un vestido.

Una vez llegaron al instituto, el castaño se introdujo en unos baños para cambiarse de ropa, mientras más rápido terminaran mejor, con un poco de esfuerzo logró meterse el vestido, sus pies quedaron completamente engarrotados en los diminutos zapatos, se pintó un poco y listo, creía que estaba bien... todo por su novio.

Cuando salió la sonrisa bobalicona se le borró del rostro al sentir miles de flashes en su cara, estaba aturdido escuchando las risas de sus compañeros, observando cámaras digitales, teléfonos con cámara, grabadoras y los múltiples insultos de aquellos individuos pero, ¿dónde estaba su novio? Pensaba que todo era una broma de mal gusto pero cayó en cuenta de que todo era una trampa perfectamente planeada, Johan se burlaba a sus anchas de todo lo que sucedía. Mentira, todo era una mentira, el ser su novio, el que tuviese compañeros, el que le dijese que se veía lindo, las caricias, los abrazos, los besos...No existía el cuento de hadas para él.

Facebook, Twitter, Tumblr, Instagram, Messenger, Youtube, Skype, no había red social en donde no estuviese su rostro y no se hablara del mariconazo travesti del instituto Julliard. Su vida estaba destrozada, todo se había arruinado en un pestañeo.

...

- Eso bella, baila, menea ese cuerpo- montones de silbidos y aplausos entusiastas se dejaban escuchar por todo el local.

- "Que se lo quite", "Que rica mami". - todos dirigidos hacia una sola persona.

La música de esa noche era sensual, atrevida y provocativa; el meneo de aquellas curvas hacía babear a más de uno. Era la prostituta más famosa de aquel bar en acción, Rosemarie Prase.

Una mujer de largos cabellos azabaches, tersa piel, con unas tetas gigantes y un trasero nalgueable. Ojos pequeños que disfrazaba con un exótico maquillaje, unos labios delgados pintarrajeados de un rojo penetrante, de unos 1.69 m de altura y que se comía el escenario con su danza de stripper.

Fue una casualidad que justamente esa noche él llegara a ese bar y que ella estuviese dando su espectáculo, al principio fue difícil pero cuando ambos pares de ojos hicieron contacto se reconocieron inmediatamente. Ella había terminado su rutina y se dirigía nerviosa a los camerinos con todas las propinas que había ganado solo por bajarse un poco las pantis y mostrar sus senos, estaba ansiosa y un poco confundida ¿sería él? ¿le habría reconocido? Quizás no, estaba tan diferente a la última vez que lo vio que de solo recordarlo se sonrojó como toda damisela avergonzada haría.

La noche apenas empezaba, habían uno que otros borrachos dando tumbos de acá para allá, las meseras servían los tragos, las bailarinas hacían su rutina en el escenario y unos que otros tenían sexo en algún rincón del lugar. Él se acercó a la barra donde ella servía los tragos, galantemente le pidió un whisky y ella abrumada por su presencia casi se lo voltea en la ropa. Pasaron varios minutos y él no despegaba sus orbes ambarinas de aquella mujer que recorria de arriba abajo el establecimiento cumpliendo con su horario laboral; por su parte Rosemarie más que nerviosa no podía estar, temblaba cual maraca y no podía mirarlo fijamente, se sonrojaba cada vez que él le pedía un trago o lo cachaba mirándole sin disimulo.

- ¿A qué hora sales? - preguntó por fin, haciendo resonar su voz seductora una vez más.

- A las 3 -respondió ella un poco indecisa.

Observó como él miraba su reloj de muñeca, eran las 2:45 am, así que no había que esperar mucho tiempo.

- Me gustaría pasar la noche contigo.

Y ese fue el detonante para su corazón, ella se encontraba impactada ante las palabras de su apuesto galán, puede que no la reconociera ya que nunca le mencionó nada, aunque ella estaba segura que era él; aun así no iba a desperdiciar el pasar una noche con aquel hombre, después de todo había cambiado mucho, ya no era gordo y no tenía pecas y no era feo, ahora era hermoso y tan solo pensar en qué dirían sus compañeras cuando le vieran salir con tan apetecible chico era como para no negarse a tan sexosa propuesta.

3:00 am

Y Rosemarie Prase abandonaba su lugar de trabajo de las manos de él.

No hizo falta ahondar mucho para saber que esa noche ella tuvo sexo con él en algún cuarto sucio de algún motel de mala muerte.

- No entiendo algo -comentó ella luego de haber tenido el mejor orgasmo de su vida- ¿Por qué no te sorprende que sea así? Ya sabes, tengo un pene...

Estaba sonrojada, nunca se paró a pensar el por qué aquel hombre no estaba ni remotamente sorprendido por aquel detalle.

- Porque ya sabía quién eras, Johan Benner.

Si le recordaba, si le había reconocido, ¡oh dios!

- Tú... me odias, ¿verdad?

- ¡Shhh!, el pasado es pasado hermosa, aún ahora y después de lo que me hiciste yo te sigo amando ¿sabes?, nunca te pude olvidar.

Sus ojos se llenaron de lágrima, sentía que con aquella frase que susurraba el castaño la estaba perdonando por todas las estupideces que había cometido a sus 12 años, cuando rechazó por primera vez a aquel hombre que ahora la tomaba en brazos.

Varios meses pasaron y ahora eran novios nuevamente pero esta vez de verdad, ella quería presentarlo a sus padres, amigos y conocidos, pero él se negaba rotundamente, solo se veían cuando ella estaba sola en su casa; no citas, no paseos románticos, no nada. Él tenía otros planes y ella nunca se dio cuenta del grave error que cometió al no dar a conocer su relación. Una noche como cualquier otra al volver de un viaje que habían planeado en secreto él tomó un desvío que no estaba en el mapa. Ella intrigada le preguntó a donde iban pero él no contestó, el camino cada vez se hacía más desconocido para ella, las casas empezaban a escasear y el bosque comenzaba a poblar las rutas, ella se desesperó y él la atacó, dejándola inconsciente algunos minutos en lo que hubo estacionado el auto cercano a lo que parecía ser un edificio de apartamentos abandonado.

Cuando hubo recobrado el conocimiento ella estaba atada de manos y pies.

- ¿Qué mierda estás haciendo Marshall? ¿Dónde estamos?

- En algún lugar del mapa querida.

- ¿Por qué estoy atada? ¡Suéltame!

- No.

Lentamente él se acercó a un bolso bastante grande y abultado que cargaba y extrajo varias pinzas que se dispuso a colgar por varias poleas que pendían del techo.

Parecía que el lugar hubiese sido previamente preparado.

El miedo le inundó y ella rápidamente intentó huir, algo le decía que debía salir de allí y llamar a alguien a toda prisa, su corazón empezó a dispararse, su pulso cardíaco se aceleró, se estaba arrastrando como lombriz hacia la puerta en un intento por escaparse, pero unas manos enguantadas detuvieron su avance.

Él la tironeó del cabello y la arrastró por el rugoso suelo haciendo que ella se raspara levemente la piel, empezó a gritar como si con eso pudiese llamar la atención de alguien cercano a donde estaban; se removía en un rabioso intento por soltarse del agarre del castaño pero solo lograba hacerse más daño. Su tortura comenzó cuando sintió que él empezaba a colocar pinzar en toda su cara, eran las mismas pinzas que pendían de las poleas.

Un grito desgarrador se escuchó cuando él terminó de colocar las pinzar por su cara, cuello y por sus pezones y luego la soltó para que ella quedase suspendida y colgando de las pinzas.

No alcanzaba el suelo por más que estirara los músculos de los dedos de sus pies, era doloroso, la piel se le estiraba de manera insana, ella sentía como se le estaba rompiendo desde la hipodermis, comenzaba a sangrar y por más que gritara que la soltara, aquel desgraciado solo sonreía a gusto con la escena; no conforme con dejarla pendiendo del suelo sacó un pequeño bisturí y empezó a hacerle cortes superficiales a nivel del abdomen. Ella gritaba adolorida, pensaba que lo que estaba viviendo solo podía tratarse de una mala pesadilla, pero el dolor combinado con la sangre que empezaba a emanar lo hacía todo tan realista que no quedaba espacio para la imaginación.

- Eres un hijo de puta Marshall - lloriqueo.

- No tan hijo de puta como tú lo fuiste.

- ¡Me engañaste! -trataba de hablar pero cada movimiento era doloroso para ella-

- Te recuerdo que quién empezó con esto fuiste tú, ¡Te amaba! Y tú me humillaste, y no conforme con saber que mi vida era una mierda en el colegio, planeaste esa basura del baile para que todos me fotografiaran y fuese reconocido mundialmente como "el mariconazo travesti del instituto Julliard" - él lanzó un suspiro un poco dolido- Ni siquiera sabes por lo que tuve que pasar después de eso, yo...

- ¡Una mierda! No me interesa ¡Arrgh!... Des-Desgraciado.

- Eso es lo que pasa cuando no me dejas terminar de hablar-él había incrustado fuertemente el bisturí en el hipocondrio derecho de ella, rasgando internamente su hígado. - como te seguía diciendo, mis padres -calló un segundo- No mejor no te diré nada, no necesito que lo sepas -sonrió malicioso.

Se volteó un segundo para volver al bolso del que había sacado las pinzas y esta vez sacó una grabadora.

- Te haré lo mismo que tú me hiciste a mí. La venganza es un plato que se sirve frío y se come despacio. -su sonrisa asustaba como el demonio.

Cuando comenzó a grabar y enfocar la cara estirada y rasgada en algunos puntos de la chica esta soltó unos improperios y revelaba el nombre de su captor como si el video no se pudiese modificar eliminando esa parte, idiota. Él dejó la cámara en algún punto desde donde se pudiese grabar todo y luego se acercó a la chica y empezó a lamer de la sangre que resbalaba por todo su cuerpo mientras la iba desnudando poco a poco, ella se removía cual gelatina en una búsqueda insaciable para que la tensas cuerdas se rompiesen y terminaran con su tortura pero no lo lograba. Él empezó a recorrer con su áspera y húmeda lengua cada porción de piel expuesta de la chica mientras acariciaba con sus manos enguantadas sus muslos, tan firmes y seductores, tan suaves.

No esperó dos segundos para volver a clavar el bisturí en aquella piel, rajando desde la ingle hasta un poco por arriba de su rodilla, cortó la piel y dejó a la vista el músculo que se encontraba por detrás de ella, Rosemarie se ahogaba en dolor, lágrimas recorrían todo su rostro y su garganta empezaba a desgarrarse. Ella maldecía a este hombre con cada una de sus células. Aburrido del bisturí, pues según él, no cortaba lo suficiente se separó y rebuscó debajo de la única mesa de madera que se encontraba en ese salón y sacó una motosierra de uso doméstico.

El sonido escandalizante de aquel pedazo de metal horrorizó a la mujer quien aun a pesar de todo el dolor se movía fieramente intentando escapar de lo que no podía huir. Estaba desesperada, tenía miedo. Lenta y golosamente él le fue cortando uno de los pechos hechos de silicona barata, moliendo y triturando la piel en el camino.

Sus nuevos gritos eran música para los oídos de él, realmente se divertía como niño pequeño con un nuevo juguete en manos, tenía una sonrisa de oreja a oreja y una mirada tan viva que se podría decir que antes estaba muerto. Ella agonizaba ante una dolorosa castración, en su boca se incrementaba el volumen de sangre que parecía no querer parar de emerger desde su interior, y por si fuera poco cuando observó a aquel hombre este tenía una erección.

Se masturbaba con cada gota de sangre que le salpicaba la cara, se relamía los labios lleno de lujuria, quería follárse a ese cuerpo ensangrentado ahí mismo ¿y por qué no hacerlo?

Sujetando el culo de la chica que aún colgaba lo abrió y se insertó en su interior lo más que pudo, ¡Ahh! Que gozo, él movía sus caderas frenéticamente y golpeaba sus testículos contra aquella entrada haciendo movimientos rudos y lastimando más aún el cuerpo de la mujer. Embestía fuertemente contra el culo de aquella dama que no sabía cuál era la parte que más le dolía de su demacrado cuerpo. Empezaba a quedar inconsciente por la pérdida de sangre, pero antes de que su miserable vida acabase él se corrió dentro de ella para después de salir tan brusco como entró, hurgar nuevamente en su bolso y encontrar un pequeño botecito con ácido corrosivo y vaciarlo en el ano de aquel transexual.

Ella ya no podía gritar, no le quedaban fuerzas y su alma ya abandonaba su cuerpo y el último recuerdo que se llevaba eran aquellos malditos ojos avellanados.

Varias horas después un video corría como virus por youtube. Un video editado en donde se mostraba sin censura el asesinato de alguien, la policía por más que investigó no logró dar con la persona que había subido el video ni con el asesino, la IP de la computadora por la cual habían subido la grabación era inexistente, veloces se movieron buscando el lugar del crimen y la única pista que quedó en el sitio del asesinato, además del cuerpo irreconocible e inservible para obtener muestras y pistas de la víctima, fue una rosa blanca que poco a poco se fue manchando de un rojo carmín neutro debido a la sangre del fallecido.

...

- Marshall Novacek, ¿Cómo se declara? -volvió a preguntar el demandante quien miraba fijamente al sujeto al cual se le acusaba del homicidio y violación de Johan Benner.

- Culpable.

Fue su única respuesta antes de que el auditorio se volviese a llenar de insultos contra aquel hombre del estrado.

Notas finales:

Bien, ahora pueden matarme en los comentarios por haberla abandonado, es una promesa, no la volveré a abandonar.


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