Vale.
Todo es más que maravilloso y perfecto. No es como si en verdad quisiera que el sueño de la otra vez se hiciera realidad, pero... ¡Si así lo quiere el destino, mejor para mí -y para mi vida sexual-!
Después de haber sufrido aquella vergonzosa erección en mitad de una clase, irónicamente, en la de Biología -¡ja! Qué gracioso-, no pude dejar de fantasear con lo que pasaría al final del día, cuando Kai y yo regresaramos a mi casa...
Está en mi cama. Desnudo. Tocándose. Su rostro está rojo hasta las orejas y no para de gritar mi nombre mientras me observa fijamente a los ojos.
Repito: maravilloso.
La escena que me ofrece ahora mismo no puede ser más erótica y sensual, dejando de lado que eso, para alguien con el suficiente ego en la nubes, es humillante. Pero Kai no es así, ¿o sí? Bueno... Cuando supé su pasado, lo mal que le había ido en la vida, los maltratos que sufrió y el asesinato que cometió -del cual salió sin cargos- me hace pensar en muchas cosas. Y entre ellas están que; lo amo, lo quiero proteger, no importa lo que pasé en un futuro, como le dije aquella noche: siempre lo amaré, hasta que muera yo o él mismamente. Nunca lo abandonaré por nada. Estaré a su lado cuando lo necesite y también cuando no.
Pero, volviendo al presente... Un gemido, bastante excitante cabe añadir, me saco de mis confabulaciones para dirigir nuevamente mi total atención hacia él. Y me percaté de algo.
Se ha corrido.
Hay un líquido blanco en su pecho, que sube y baja rápidamente, sus brazos han cedido y su respiración es agitada. Vaya. Eso me ha puesto cachondo. Más de lo que alguien podría creer.
Se mueve, aunque con dificultad, y se pone en cuatro patas, dandome la espalda. Me mira por encima de su hombro, con un brillo de suplica en sus ojos. Sé perfectamente lo que quiere y, sonará masoquista -o simplemente a berrinche-, pero quiero que lo diga. Quiero que me lo pida. Quiero que me pida que entre en él y lo haga mío, aunque suene mal, tanto para Kai como para mí.
—Lloyd...— dice, o me llama—. Por favor... Hazme tuyo...
Vaya, ¿dios está de mi lado el día de hoy? ¿O es que es mi cumpleaños y está teniendo compasión? ¿O es que Kai lee la mente y sabe exactamente lo que quiero?
Le voy a la segunda.
Sonrió de lado y me acerco a la cama, mientras me deshago de toda la ropa que llevo encima. El clima estará frío haya afuera, pero aquí hace un calor del mismísimo infierno... O sólo soy yo y mi maldita calentura.
Una vez sin ropa y de rodillas detrás de Kai, sin siquiera dilatarlo -él se encargó de eso, qué considerado-, metí mi dolorosa -sí, joder, duele- en su entrada.
No me canso de sentir esta cálida sensaciòn, me enloquecé, así dr simple. Dentro de Kai se siente jodidamente bien, y no sé de donde fregados saco tantos tacos* que decir. A lo mejor y son las mendigas hormonas o algo por el estilo.
Comienzo a moverme dentro de Kai, mientras tomó sus caderas con ambas manos, para causar mayor fricción y que mi miembro llegué más dentro en él.
Kai gimé cada vez más fuerte al pasar a otro nivel el ritmo de mis estocadas y embestidas, y yo me dedico a gruñir de la excitación.
Estoy harto de no poder ver su rostro y besarlo, así qué, sin sacar mi pene de su entrada, le doy la vuelta, dejandolo de cara a cara contra mí, sentándolo, haciendo que gimiera.
Vuelvo a las embestidas y lo beso. Nuestras lenguas se unen furiosas en busca de contacto, mientras que la saliva se combina, hace del beso humedo y salavaje, para luego salir de nuestras bocas por la comisura de los labios. Ambos nos estamos quedando sin aire en los pulmones, pero no nos importa. Queremos seguir. Yo quiero seguir. Y también él.
Nos separamos y tomamos el aire perdido, pero de inmediato nos unimos nuevamente.
Estoy en mi límite, y al parecer él igual, pues sus gemidos se reprimen en mi boca.
Al final, encaja sus uñas en mi nuca y rompe el beso bruscamente, para soltar un alarido que sonó a mi nombre y correrse, otra vez, en medio de nosotros, al mismo tiempo en que yo llenó sus paredes de mi semen.
Caigo de espaldas a la cama y Kai sobre mí.
Nos volvemos a besar, pero ahora de una forma dulce y calmada.
Se acurruca en mi pecho, como generalmente lo hace, y me dice:
—Feliz cumpleaños Lloyd... Te amo.
—Igual yo— respondó, acariciando sus cabellos. Me dedica una sonrisa y le devuelvo el gesto.
Desea que esto no acabé nunca.