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Génesis por Crosseyra

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Notas del fanfic:

Disclaimer: El mundo de Aldnoah Zero y sus personajes pertenecen en su totalidad a Olympus Knight y A-1 pictures. Hago esto sin fines de lucro o derivados.   Pareja: Inaho x Slaine (OrangeBat).    Advertencias: AU. Contenido homosexual explícito. Spoilers del final de la serie. Two!Shot.   *Importante*   Aclaraciones: Esta historia es una Remake de la escena final de A/Z y una secuela de "La Divina comedia de un Murciélago". Importante haber leído este Drabble de antemano.   Dedicado al fandom yaoi de Aldnoah Zero.

I


 
"Los periodistas están expectantes, los noticiarios transmiten en una cadena mundial el comienzo de la esperada ceremonia de activación de Aldnoah I en la tierra, una plataforma construida en conjunto con el financiamiento del imperio de Vers que permitirá universalizar Aldnoah, un poder descubierto hace décadas en Marte que, hasta ese momento, solo el linaje de la familia imperial de la nación de Vers poseía...".


Inaho escuchaba las noticias de la radio desde el coche militar de la Confederación Mundial de Rusia en la Tierra, obsequiada por los altos mandos luego del fin de la guerra y las condecoraciones pertinentes a todo aquel que se le consideró como un héroe en batalla. Yuki, ascendida en los estamentos militares a Teniente hace medio año, conducía cuidadosamente por las calles de Rusia hacia el Sector Delta.


"...La emperatriz de Marte; Asseylum Vers Allusia; sucesora de Rayregalia Vers Rayvers, asistirá en persona a la inauguración junto con la segunda dama imperial de Vers; Lemrina Vers Envers; y su prometido; el Conde Klancain; para la activación de la primera plataforma que daría acceso a la población mundial al poder de Aldnoah...".


El paisaje corría en dirección contraria; la primavera en Rusia seguía siendo un poco gélida, pero los colores vivos propios de la estación eclosionaban en cada esquina que Inaho, con un parche negro cubriéndole el ojo izquierdo, era capaz de apreciar. En un lugar cercano a la costa, en un pueblito tranquilo al Oeste del país, la brisa salada del mar que se inmiscuía por la ventana del auto le golpeaba el rostro con intensidad.


"...Y gracias a los estudios y descubrimientos del profesor Troyard, científico destacado y muerto poco después de la catástrofe de Heavens Fall, se han podido hacer grandes avances en torno al funcionamiento de Aldnoah. Se espera que pronto se realicen nuevos tratados para que la Tierra y Vers vuelvan a colaborar en un novedoso proyecto en torno a estos descubrimientos..."


Inaho parpadeó ligeramente ante la mención del apellido Troyard, pese a que su expresión se mantuvo tan inmutable como de costumbre. Serio y sereno, el castaño permaneció con la vista fija en el exterior mientras el ronroneo suave del motor en marcha del coche le relajaba los sentidos.


"...Con la muerte de Slaine Troyard, el responsable de la guerra interplanetaria y el ente detrás del intento de asesinato de la emperatriz Asseylum en su visita a la tierra hace dos años atrás, la paz entre la Tierra y Vers ha quedado firma-..."


Inaho observó a Yuki con cierta sorpresa en sus facciones al ver a la muchacha retirando el dedo del panel de la radio, apagando el aparato y sumiéndolos a ambos en un silencio únicamente roto por el sonido mecánico del coche. Bajo un sol resplandeciente y primaveral, el castaño se preguntó cuál era el motivo de tan precipitado movimiento.


Antes de formularlo siquiera, Yuki ya había contestado a sus dudas.


—No finjas conmigo, Naho-kun.


Inaho observó los ojos ámbares de su hermana fijos en la carretera.


—No estoy fingiendo. —respondió el menor de los Kaizuka.


—Entonces me dirás que no te han afectado en nada las noticias.


—Sé que es mentira; no tiene caso reparar en la historia oficial.


Yuki suspiró, dirigiéndole una mirada cargada de preocupación al castaño. La herida de su ojo izquierdo hace un buen tiempo que había cicatrizado por completo, sin embargo, con la ausencia del motor analítico le era todavía un poco extraño atisbar a su hermanito con un parche cubriéndole el hueco vacío.


—Dices que es un buen chico... —pronunció la mujer con cuidado. Inaho dirigió su ojo bueno hacia ella. —No puedo imaginarme a un buen chico disparándole a mi hermano menor en la cabeza.


—No lo hizo por voluntad propia. —replicó rápidamente el castaño. —Era la mejor opción que tenía para salvar a Seylum-san. Si Seylum-san hubiera muerto ese día, la guerra no habría terminado y no tendríamos una paz jurada.


Yuki arrugó el entrecejo, apenada, y apretó sus dedos alrededor del volante negro del automóvil.


—Naho-kun, lo que hizo...


—No merece el perdón de nadie; lo sé. —Yuki ahogó una exclamación de sorpresa en la entrada de la garganta, mientras Inaho le atisbaba con su rojiza y penetrante mirada, ensañado hondamente en sus palabras. —Pero él sigue siendo un humano, y todo lo que hizo lo llevó a cabo por sentimientos humanos. Fueron errores que nadie ha querido darle la oportunidad de redimir.


Los ojos ámbares de la mayor de los Kaizuka adoptaron un brillo distinto en el iris, como si las palabras del castaño hubieran tenido un significado más profundo detrás de la superficialidad que representaba ser amable con el prisionero. Yuki lo sabía; lo había sabido desde el momento en que Slaine Troyard había sido puesto a bordo del Deucalion luego de la batalla con la Condesa Femieanne en Tanegashima; y el cómo se habían desarrollado las cosas hasta ahora no le habían dejado cabida a dudas.


Cerró por un milisegundo los ojos y, suspirando quedamente, declaró:—Lo amas, ¿verdad?


Inaho desvió la mirada hacia la carretera a su frente.


—Desde el momento en que lo conocí me he sentido de esta manera. Es extraño; me siento enfermo, pero cuando lo veo todo logra disiparse un poco.


—Kaizuka Inaho enamorado de semejante muchacho. —rezongó la morena, encarando una ceja y suspirando con resignación. —Podrías haber elegido a la princesa Asseylum, ¿sabes? Ella estaba muy interesada en ti.


Inaho sonrió ladeando la cabeza, un poco descolocado por las conjeturas de su hermana.


—Seylum-san es una buena amiga, y parece muy feliz con el Conde Klancain dirigiendo Vers. —espetó, y volvió la cabeza hacia la ventana polarizada; el paisaje exterior seguía corriendo en dirección contraria sin reparo alguno. —Estoy interesado en hacer feliz a otra persona.


Yuki esbozó una media sonrisa; nunca había sido buena para combatir contra los deseos de Inaho. Le chico no era imprudente ni mucho menos estúpido, sin embargo, le ponía de los nervios sus movimientos osados por lograr sus propios propósitos o un bien en común. Esa no era la excepción; interesarse de una manera amorosa en un convicto interplanetario era, quizás, lo más descabellado que había hecho hasta hoy.


Optó por dejar el tema y distender el ambiente.


—Ah. ¿Y en hacer feliz a tu propia hermana? Tengo prioridad por tener parentesco sanguíneo.


Inaho sonrió, bufando levemente.


—Pero Yuki-nee ya es feliz con el capitán Marito.
Yuki sonrió.


—Sí, eso es verdad.


II


Un camino rocoso con paredes de ladrillos. Una puerta de acero al final del pasillo. Todo guardia y persona existente al interior saludándole militarmente con la mano rígida sobre la frente a la par que avanzaba hacia la entrada de la celda en la que cierto muchacho de rubios cabellos se había mantenido confinado los últimos meses luego de finalizada la guerra.


En una casa grande y antigua construida en el siglo diecinueve, en medio de un pueblito pequeño y costero del oeste de Rusia denominado por la Confederación Mundial de la Alianza Terrestre como el "Sector Delta", se mantenía en arresto domiciliario al supuesto responsable directo de la invasión de los Caballeros Orbitales contra la Tierra en el año dos mil catorce, desencadenando a su vez la segunda guerra interplanetaria entre el imperio Vers y el planeta azul.


También acusado de ser la cabeza detrás del delito de casi homicidio contra Asseylum Vers Allusia, actual emperatriz de Marte, hace dos años atrás.
Una persona públicamente muerta para el resto del mundo.


Todo eran solo mentiras baratas de los altos mandos para reafirmar la paz entre ambas naciones.


Inaho alargó la mano, empujó la puerta de acero inoxidable hacia un lado e ingresó a la habitación. Las paredes de vidrio impenetrable y a prueba de balas reflejaron su figura esbelta en todas direcciones; su rostro saltó por todas partes y se veía a sí mismo continuamente con el parche negro sobre el ojo izquierdo. Al centro, sentado frente a una mesa de metal pulido y con las muñecas desnudas, el chico que había desaparecido del mapa observaba un punto vacío e inerte en alguna parte del piso.


El muchacho rubio de opacos ojos verdes era una sombra de lo que Slaine Troyard había sido.


Inaho sintió un revoltijo de cosas en la boca del estómago al verlo en ese estado, sin embargo, no lo demostró. Se sentó frente al muchacho en la silla restante y esperó pacientemente a que el rubio, al menos, notara su presencia. Pasaron los minutos, lentos y tortuosos, y nada sucedió.


Kaizuka decidió por levantarse y solicitar que amablemente le facilitaran el tradicional tablero de ajedrez con sus respectivas piezas que, en una de sus visitas anteriores, había dejado en el lugar para entretención del muchacho.
Dudaba mucho que Slaine le hubiera echado un ojo siquiera.


Instantes más tarde el tablero estaba sobre la mesa metálica, los alfiles y las torres en su lugar; el blanco del lado de Inaho, el negro de Slaine.


—¿Cómo te encuentras? No pareces estar muy mal. —afirmó el castaño, alargando los dedos y moviendo un peón un espacio al frente, iniciando la partida. Miró al muchacho y agregó:—Pero será mejor que comas; el guardia se estaba quejando.


Observó de reojo a Slaine; el chico tenía los pómulos afilados, la piel más pálida y las mejillas algo ahuecadas. Su cabello, más opaco de lo normal, estaba más largo de lo que recordaba. Había prácticamente mentido para no hacer sentir incómodo al chico respecto a su lamentable aspecto, pero supuso que el rubio cenizo no escucharía ni una palabra que saliera de sus labios, ni las de nadie en realidad.


—Te toca.


Dentro de Inaho todavía llameaba la esperanza de que Slaine volviera a ser el chico alegre, inteligente y optimista devoto a Asseylum que había conocido en el Deucalion, luego del combate en Tanegashima. Había caído por él de una manera casi absoluta y—porqué no—caótica.


Troyard había resultado ser alguien fuerte, preocupado por los suyos, determinado y de buen corazón. Una persona sana y buena en todo el extenso sentido de la palabra, un chico que su destino no era convertirse en un soldado, en un dictador o en un asesino, sino en un muchacho que, quizás, debió pensar por sí mismo primero. Enamorado de Asseylum Vers Allusia, Slaine había acabado por destruirse a sí mismo intentando protegerla a ella.


Admirable, pero estúpido.


Tan estúpido como Inaho, quien había luchado ferozmente para evitar la ejecución de Slaine días más tarde de haber sido capturado por las Fuerzas de la Alianza Terrestre , llegando a un acuerdo simple. El mundo y la Confederación necesitaban a alguien a quien culpar por el estallido de la guerra, y también a alguien a quien aniquilar para pagar al precio. Slaine Troyard como la figura pública que era y su entera identidad morirían como el autor detrás del ataque terrorista contra la princesa de Vers dos años atrás, sin embargo, el chico en carne y hueso viviría aislado en el Sector Delta.


Lo haría hasta que Inaho Kaizuka lograra la aprobación de la Confederación para sacarlo de allí con una nueva identidad.


Slaine permaneció desplomado sobre la silla, mirando el mismo punto muerto sin nada en especial en el suelo de baldosas blancas; los ojos verdes sin luz y unas marcadas bolsas bajo la comisura. Inaho permaneció impasible, y extendió el brazo hacia adelante para mover una pieza negra por el chico.
La voz rasposa del rubio le detuvo a medio camino.


—Tu ojo... ¿Es de cuando te disparé?


Kaizuka levantó la mirada. Por primera vez desde que ingresó a la sala, Slaine había puesto sus ojos aguamarina sobre él.


Sabía a lo que se refería; la misión de Rusia en donde detuvieron exitosamente la fuente de energía de Aldnoah de la nave de los Caballeros Orbitales. La sala de Aldnoah Drive, el lugar donde había confesado sus sentimientos a un inestable Slaine luego de que el Conde Saazbaum disparara a la princesa.


Le sorprendía que lo recordara.


—Un motor analítico conectado a los nervios del cerebro ocupaba este espacio. —Inaho se llevó una mano al rostro y acarició con la yema de los dedos el parche negro que recubría su ojo izquierdo. —Pero me lo quité porque ya no lo necesito.


—Ya va siendo hora. —susurró Slaine, e Inaho comprendió que no se refería para nada al motor analítico faltante. Troyard se mantuvo con la mirada baja y los hombros caídos, sin fuerzas para nada más que hablar. —Engañé, robé, maté... y sacrifiqué a muchos compañeros. Por favor...


—No. —le cortó rápidamente. —Vas a vivir.


Slaine encogió los hombros y apretó los labios con una presión lo suficientemente fuerte para que su boca se tornara blanca con tiznes amoratados. Los dedos rígidos encerraron sus propias manos e, incapaz de reprimir tanta ira y desesperación en su interior, incrustó las uñas carcomidas en su propia piel.


—¿Por qué...? —susurró, y rápidamente su voz se transformó en un rugido desbordante de rabia. Estampó el puño derecho sobre la mesa de metal, y las piezas sobre el tablero se tambalearon hasta caer. —¡¿Por qué me salvaste?!
Inaho acomodó las piezas en su lugar otra vez.


—Seylum-san me pidió que te salvara. —declaró, y se levantó cuando Slaine abrió los ojos de golpe y el rostro se le deformó en una mueca de completo asombro. Se acercó a paso lento hasta quedar a un lado del muchacho. —Pero mayoritariamente ha sido cosa mía.


Los ojos viajaron velozmente hacia el rostro de Inaho; no recordaba la última vez que habían estado tan cerca el uno del otro. Habían hecho buenas migas al instante cuando el rubio había subido a bordo de la nave Deucalion hace poco más de dos años como un aliado de la familia imperial, y con el paso de los días habían adoptado un código de confidencialidad casi inquebrantable. Se llevaban bien, congeniaban de maravilla; Slaine entendía que las cosas entre ellos habían cambiado drásticamente por su entera culpa.


O pensaba que lo habían hecho.


—Lo que te dije en la nave de los Caballeros Orbitales, hace dos años, no fueron solo palabras. —la voz de Inaho le llegó a los oídos como un murmullo apenas audible. Kaizuka bajó la voz al decirlo, y tiznes de sonrojo moteadas aparecieron en sus mejillas.


Sin embargo, la determinación que flameaba en su único ojo visible terminó por desconcertar completamente a Slaine.


Hablaba en serio.


Troyard recordaba a la perfección ese momento. Él con el arma en la mano señalando a su sien, los brazos de Inaho sujetándole firmemente en lo que sus piernas temblaban, el cuerpo de la princesa Asseylum tumbado sobre el piso metálico de la gigantesca sala de Aldnoah Drive con un charco de sangre tiñendo su cabellera rubia. Una batalla se libraba fuera, mientras Inaho le había robado el segundo beso que Slaine había dado en su vida.


Él había jalado el gatillo porque no se tenía permitido dividir su corazón en dos personas a quienes no sería capaz de proteger.


El castaño posó una mano sobre el hombro de Slaine, y el rubio inmediatamente rehuyó el contacto mordiéndose los labios hasta herirse. No podía dejar que Inaho se infectara con su asquerosa persona.


—Te disparé.


—Sí, lo hiciste. No te gustaba como yo lo hago, y entre Seylum-san y yo, la respuesta era obvia. La amabas a ella, y yo en tu lugar hubiera hecho cualquier cosa por protegerla.


—Hice cosas terribles. —volvió a decir, abrazándose a sí mismo, buscando y encontrando mil y un razones para no creer en nada.


Simplemente dejar de vivir.


Inaho sonrió apenas.


—Lo hiciste por amor.


—¡¿Desde cuándo has justificado esas atrocidades con algo como el amor?! —vociferó Slaine, incapaz de soportar tantas justificaciones, tantas palabras bonitas, tanta amabilidad proveniente de una persona a quien había hecho un daño irreversible. —Era una guerra, y siempre fuiste un maldito racionalista. Cometí crímenes irrevocables. Comprometí y engañé a tantas personas que no merecían sufrir por esto... Utilicé a Lemrina para mantener a salvo a la princesa...


Se cubrió el rostro con una mano; se sentía tan avergonzado de los errores que había cometido todo ese tiempo...


—No fuiste tú quien le disparó a Seylum-san. —la voz de Inaho volvió a tomarle desprevenido. Tragó grueso, sintiendo que ya no lo soportaría de nuevo. —No fuiste tú quien planeó su asesinato en su visita pacifista a la tierra. Confiaste en mí incluso cuando era tu enemigo por protegerla, y sacrificaste todos tus ideales para volver a Marte del brazo del Conde Saazbaum porque entendías que aquí, en la tierra, no había tecnología suficiente para salvarla.


Y todo al interior de Slaine se quebró. Se rompió en mil pedazos; su alma cayó al suelo con un ruido tan estrepitoso que el eco de los pedacitos de su corazón chocando contra el vacío y haciéndose trizas se expandió por la amplitud de la sala. Se llevó ambas manos al rostro, y cubrió su expresión lamentable y sus lágrimas desbordantes del ojo rojizo del otro. No supo que todavía seguía teniendo un corazón hasta que sintió que se le resquebrajaba en el pecho y dolía.


Dolía tanto.


Tanto como para querer morir ahí mismo.


Inaho le observó respetando su espacio, sintiendo que su corazón se apretujaba con cada sollozo, con cada grito, con cada lamento que Troyard profesaba en medio del llanto incontenible que estaba dejando salir. Viéndole tan destruido, solo y vulnerable, Kaizuka no tuvo otra opción que rodear sus hombros entre sus brazos y acurrucar su cabeza en su pecho, acariciando sus cabellos rubios opacos para intentar tranquilizarlo.


Nunca había sido bueno tratando con la gente.


"Por favor, sálvalo de su infelicidad".


Iba a hacerlo aunque no se lo pidieran.


—¿Lo entiendes ahora? —susurró Inaho apoyando sus labios sobre la coronilla de Slaine, en lo que este aceptaba el gesto y estrujaba las ropas pulcras del muchacho entre sus dedos pálidos y tensos, llorando. —No asumas responsabilidades que no son tuyas, Bat.


Segundos, minutos, horas... Inaho no estaba seguro cuánto tiempo pasó antes de que Troyard finalmente calmara su corazón y las lágrimas se secaran. Cuando ya no quedó nada en su interior que dejar salir, su cuerpo se transformó en un peso muerto, débil y cansado, apoyado contra la figura esbelta del castaño.


—No merezco la misericordia de nadie. —musitó con voz rasposa, derrotado.
Inaho sonrió con tristeza.


—Acabaste destruyéndote a ti mismo por Seylum-san. Si no la hubieras salvado ese día, todo hubiera terminado de una forma muy diferente. Simplemente elegiste el camino equivocado para ti.


Orange...


—Mis sentimientos no han cambiado. —espetó Inaho, enredando los dedos en los cabellos rubios de Slaine y posando su mentón sobre la mata de pelo cenizo que había en su cabeza. Sintió los dedos del muchacho contraerse con fuerza sobre su ropa y una respiración irregular trotando en el pecho contrario. —Dudo que lo hagan ahora, y he luchado todo este tiempo para volver a verte y decírtelo de nuevo. No espero una respuesta, porque probablemente no la hay, y con eso es suficiente.


—Inaho...


Kaizuka se apartó levemente, deslizando sus manos por las mejillas pálidas y ahuecadas de Slaine, sujetando el rostro blanco y demacrado entre sus manos desnudas. Obligó a Troyard a atisbarle a los ojos con determinación, con devoción, con el cariño que juraba tenerle.


—Te amo.


Y se inclinó lo suficiente para tocarle la boca con los labios. Las manos de Slaine temblaron sobre el uniforme azul de Inaho, indecisas, incapaces de saber qué era lo correcto y qué no. Las sensaciones fluyeron en su interior como una corriente furiosa e imparable, y los lágrimas volvieron a rodar como perlas sobre el rostro blancucho y las mejillas sonrosadas de su cara.

Se rindió, incapaz de soportarlo, y dejó que sus manos cayeran a los costados, cerrando los ojos y hundiéndose de lleno.


Todo comenzó a sentirse de una manera diferente.


Cuando se separaron, todavía quedaba un hilillo de saliva que los mantenía en contacto.


Inaho sonrió, quitando los restos de lágrimas que quedaron anidadas en su cara, y besó su frente con suavidad.


—Déjame sacarte de aquí.


Y Slaine Troyard aceptó.

Notas finales:

¡AH! Este fic lo escribí el día en que terminó Aldonah.Zero, media hora después de haberme zampado de lleno el último capítulo. Lloré a mares, y ahora me declaro abiertamente una Asseylum-Hime hater. Abandonó a ambos, a Inaho como a Slaine por igual, mientras ella se regodea en la gran vida como emperatriz; agh.

En fin, muchísimas gracias por leer. La continuación estará lista pronto.

¡Todos comentario es bien recibido! Muchas gracias por el apoyo.

¡Saludos!


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