Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi extraño fetiche (Antología Mi San Valentín Sangriento) por Shizu Chan

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola a tod@s ñ.ñ

Este cuento lo hice para participar del Concurso: Mi San Valentin Sangriento, el cual ganó junto a otros relatos y el 10-04 se publicó la antología en el Blog El Lado Oscuro para su lectura en PDF o varios formatos. Si les gusta la temática de este cuento pueden pasarse a leer el resto ¡Un trabajo genial y unas historias escalofriantes!

Mi San Valentín Sangriento

Mi extraño fetiche

Shizu Chan

Bajé la ventanilla del auto y viré en una esquina. Apenas presté atención a un grupo de bandidos que intentaba hacerme detener. Cada vez que salía tan tarde de mi trabajo como oficinista esas cosas pasaban con eventualidad. Detuve mi Porsche de un viejo modelo, el cual compré cuando logré reunir un poco de dinero, y esperé que se acercaran. Eran jóvenes, tendrían alrededor de veinte años. El que comandaba la manada de ladrones se acercó con una navaja en la mano, la cual observé con cuidado. Era delgado pero su carne morena era fibrosa y se le notaban las venas bajo la piel.

Como de costumbre, dijo un par de cosas contra mí, me amenazó de muerte y al ver que no cooperaba le dio un tajo a mi mano, que se posaba sobre el volante. La sangre comenzó a emanar. La sensación que me recorría desde el estómago hasta el vientre y bajaba a mi entrepierna se volvía latente, como una bestia agazapada. Me mordí la zona afectada y arranqué un pedazo de carne, lo suficientemente grande como para quedarme un trozo entre los dientes y mascarlo. El muchacho retrocedió, sorprendido por lo que había hecho, y cuando noté que había bajado la guardia le quité la navaja y corté un trozo de su mano. Por suerte alcanzó a ser su dedo pulgar, era el que tenía más carne y podía dejármelo en la boca por varios minutos, sintiendo ese sabor salado, esa sensación gomosa.
No entendía porque seguían queriendo robarme. La mayoría de los bandidos sabían mi condición, y aun así se arriesgaban. Lo que era una suerte para mí que estaba harto de mutilarme a mí mismo aquellas noches que el cuerpo me pedía a gritos comida.

Tengo cuarenta años, vivo en un apartamento pequeño en el tercer piso de Connecticut, desde los treinta se comenzó a caer mi cabello y desde entonces tuve que raparme, así que ahora llevo una reluciente pelada, nunca me he casado ni tengo interés en hacerlo, me distancié de mis padres desde los veinte, tengo una inclinación sexual hacia las personas de mí mismo sexo, y sobre todo, tengo una innegable condición: soy un caníbal.

El hecho de que sea homosexual es simplemente un gusto. A algunos hombres les gustan los pechos, a otros los miembros. No es algo por lo que me haya puesto a reflexionar demasiado. No obstante, ser un caníbal es algo que me ha acompañado desde muy pequeño y que vive conmigo todos los días de mi vida.

La sociedad no nos comprende. Por eso vivimos entre las sombras. Sí, somos un grupo. Llevamos en la mano izquierda una cinta negra atada con tres nudos para reconocernos. Al menos los que realmente aceptamos nuestra condición y buscamos compañeros iguales.

El único medio que tengo para contactar con otras personas como yo es mediante una página de internet. Cada tanto la dirección de la url figura NOT FOUND, porque el FBI anda detrás de nuestra comunidad como un sabueso hambriento. En vez de hacer algo a favor de su amada sociedad, viene detrás de personas como nosotros que sólo somos diferentes y buscamos compañeros iguales. Debo reconocer que hay caníbales que atacan a otras personas sin motivo alguno, pero esos tienen otro nombre; pasan a ser homicidas. Nosotros somos distintos. Buscamos a quien le agrade ser devorado y sienta placer por ello.

Llegué a mi departamento, hice algo ligero de cenar y fui directamente a mi computador. Los fugaces encuentros que tenía con los bandidos apenas podían satisfacer el hambre de un hombre tan robusto como yo. Cuando los ataques de inanición me atacaban tenía que recurrir a la mutilación. Me corté el dedo índice y el consiguiente, sólo los últimos falanges, porque necesito mis manos. Además, llamaría mucho la atención. Me agrada masticar dedos. Son como gomas de mascar.

Ingresé a la web “The Cannibal Cafe Forum” esperando encontrar algo interesante. Las pasadas semanas andaban un par de muchachos bromistas que querían experimentar cosas nuevas. Como aquellos críos que tienen un momento gay durante su estadía en la universidad. Un par de aficionados. Lastimosamente yo había caído en su trampa, y asimismo les di una buena lección. Me pidió hablar por privado un usuario llamado “Blood19” y como acostumbro a hacer, lo añadí por MSN y hablamos en el chat. Comenzó a alardear de que había matado a una chica y tenía su cuerpo en el refrigerador, que le costó cortarle los senos y muchas más cosas. Le pedí fotografías y nunca me las dio. Entonces le pasé las mías. Cuando me corté los dedos fui grabando la escena y sacando fotos, para tenerlas de recuerdo y para hacer un tema nuevo en la web, por el cual recibí muchos halagos y visitas. En ese momento supe que ese chiquillo sólo estaba jugando. Me insultó y abandonó la sala de chat. No volví a ver su nombre de usuario nunca más. Era una pena. Su imagen de perfil, fuera o no él, mostraba a un muchacho de piel clara y lechosa. De sólo pensar que podía comerlo me había excitado.

En la comunidad caníbal hay dos tipos de personas: los que desean ser devorados, y a quienes les gusta comer carne humana. Podríamos compararlo con los hombres homosexuales, aquellos que son pasivos y otros activos. Claramente como todo en la vida, las personas no somos tan extremistas, y nuestras decisiones toman matices grises. Por lo tanto, aquel que desea ser devorado en cierta parte también le agrada comer carne humana, y viceversa.
A mí siempre me ha gustado la idea de comer al otro, aunque si la persona es buena con las incisiones y sabe mutilar, me causa excitación pensar que podría comerme. Puede ser porque nunca encontré a alguien que quisiera hacerme eso. No sé si mi carne no será sabrosa. Puede ser porque realmente nunca encontré a otro caníbal que aceptó su condición, igual a mí. Es triste. A veces me siento solo.

Luego de revisar los nuevos temas, donde el usuario “Heaven46” había publicado varias fotografías de él y su pareja, una asiática de cabello largo, decidí ir al chat global. Los temas de ese hombre siempre me gustaron, él y su novia subían mutilaciones en grupo que se ganaban millones de comentarios. Pero eran cortes superficiales. Además, me causaba cierta envidia que él hubiera encontrado a alguien con quien compartir su vida y yo no.
Observé la pantalla por un largo rato, mientras tomaba una cerveza. Varios usuarios que conocía de antemano hablaban entre ellos sobre cómo condimentar la carne antes de comerla, o si era mejor masticarla cruda. Algunos incluso decían que las cocinaban a fuego lento. Ni siquiera intervine en la conversación. Cada quien podía comer a su gusto, es como si yo le dijera a una pareja cómo es que debían tener sexo.
Sólo algo inusual me llamó la atención, justo antes de cerrar la pestaña e ir a dormir.

Heaven46: Amigo, no puedes cocinar la carne, eso es aberrante.
Steel: Pero sabe mejor, en serio.
Harry: ¿Alguien conoce a Cut40?
Princess1978: Dejen de pelear, parecen una pareja de casados.

Mi nombre de usuario en los últimos meses era “Cut40”, me lo puse desde que había hecho las mutilaciones de mis dedos. Decidí cambiarlo por mero aburrimiento. Le respondí.

Princess1978: A mi esposo le gusta la carne cruda.
Cut40: Soy yo.

Nadie en ese foro usaba su nombre real. Bueno, tal vez ese era un apodo suyo, pero me sonaba extraño. No había publicado temas, no había visto nunca ese nombre. Además, no era uno de mis seguidores en el tema que había publicado meses atrás. Las letras blancas y negras de la página mostraron nuevamente su mensaje.

Princess1978: Hola, Cut, ¿no eres el que se cortó los dedos? Lindas manos, amigo.
Harry: Mi correo es harry32@homtail.com, vamos a hablar en privado.

Luego de eso no figuró más online en la página. Ignoré los comentarios de los otros usuarios y fui directo a MSN. Podía ser otro bromista. Es más, quizás era algún agente encubierto que buscaba hackear las cuentas de los caníbales. Ya me habían hecho eso con mi anterior correo. No podían encarcelarme por nada, yo no asesiné a nadie. Pero era un fastidio.

Su foto de perfil mostraba a un hombre joven, cercano a los treinta. Llevaba el cabello castaño meticulosamente peinado hacia el lado izquierdo, y su sonrisa mostraba unos dientes blancos perfectos. Me gustaba. Bueno, si es que era él en realidad.

La ventana de chat se abrió rápidamente.

Harry: ¿Te gustaría vernos?

En el ambiente que nos movemos los caníbales debemos ser cuidadosos. Hay muchos locos que no buscan comerte, sino que quieren matarte. Son distintos, como he dicho.

Meiwes: Están siendo muy apresurado. Vamos a conocernos.

Tras unos segundos respondió.

Harry: Está bien, lo lamento. ¿Meiwes es tu nombre?
Meiwes: Es mi apellido, prefiero ser discreto. A ti eso no te importa como he visto.
Harry: ¿Para qué debería serlo?
Meiwes: No lo sé, para protegerte de cualquier farsante.
Harry: Qué lindo de tu parte preocuparte por mí.

Me envió varios emoticones que podían usarse y los cuales yo nunca había inspeccionado. Eran corazones y rosas, o algo por el estilo. Empecé a molestarme. Me había ilusionado para estafarme de esa forma tan estúpida.

Meiwes: No me caen bien los aficionados.
Harry: Eres un hombre muy serio.
Meiwes: También impaciente. Estaba por irme a dormir y te hablé pensando que iba a ser diferente.

Dejó de escribir. Continuaba conectado, ya que el logo verde junto a su foto seguía parpadeando. Era medianoche y debía despertarme temprano. Tenía que ir a descansar. Iba a irme cuando una foto comenzó a cargarse en la pequeña ventana. No podía notar bien qué era hasta que la maximicé. Debo reconocer que esperaba algún corte o una mutilación. Sin embargo, logró el mismo efecto; mi estómago soltó un gruñido y esa sensación cosquilleante fue descendiendo hasta mis genitales. Sentía la garganta seca. Tenía hambre.

Harry: ¿Te gustaría devorarlo?

El miembro era largo, de un tono bronceado. La carne estaba rígida y se notaban las venas marcadas que lo circundaban. Los pocos encuentros sexuales que había tenido a lo largo de mi vida no habían alcanzado para satisfacer mi hambre. Las veces que intenté morder a mi pareja se habían negado, incluso me golpearon por haber sido tan brusco. Desde entonces mis deseos de masticar el miembro viril habían muerto… hasta ese momento. Intenté calmarme. Eso no significaba que iba a despertarme de aquel sueño como si de repente me cayera un baldazo de agua gélida.

Meiwes: Si estás buscando sexo, soy el hombre equivocado.
Harry: Los dos sabemos que no me refiero a eso. Voy a decirte una cosa, Meow. Soy la clase de persona que le gusta pensar en ser masticado por un par de dientes blancos y filosos. Desde muy pequeño he acariciado la idea de que alguien comiera cada parte de mi carne. Sólo pensarlo me hace temblar. No vas a decirme que no, Meow.

Me quedé inmutable frente a la pantalla, intentando asimilar lo que había dicho.

Meiwes: ¿Qué es eso de Meow?
Harry: Un apodo, ¿no te gusta? No voy a llamarte por tu apellido, es demasiado formal. Pero estás ignorando lo que dije, ¿qué acaso también eres de los que les gusta ser pasivos en eso?
Meiwes: No.
Harry: Entonces vamos a vernos.

Conocía su nombre, y su rostro. Era directo. Era demasiado bueno para ser real. ¿Acaso mi larga espera había finalizado?

Harry: Sé que te estás conteniendo. Te vi morder a ese chico la vez pasada. Estás hambriento, y yo con ganas de ser devorado, ¿qué hay de malo, Meow?

Sentí que un sudor frío me recorría por la espalda.

Meiwes: ¿Cómo es que lo sabes?
Harry: Vivo en Connecticut. Te veo ir todas las mañanas en tu Porsche al trabajo. Cuando vi que subiste ese tema en el foro investigué tu IP y encontré tu localización. Algo en tu cara me decía que eras como yo. Soy bueno para rastrear a alguien, ¿no te parece?

Tenía que cerrar esa ventana y eliminar todo el contenido de mi computador. Tenía que sacar hasta la última fotografía y desechar todo. No podían hacerme nada. Yo me estaba defendiendo de un ataque. Comencé a tiritar. No era posible que hubiera caído tan fácil.

Harry: No tengas miedo. Te perseguí porque realmente estoy interesado. Mira, te lo haré más sencillo. Te invito a salir mañana. Si hay conexión vamos a tu departamento y vemos si funciona, ¿estás de acuerdo, Meow?
Meiwes: ¿Una cita?
Harry: Sí, por San Valentín. Desde que no estoy en pareja no me importa esa fecha, pero es una buena forma de celebrar esta unión.

La verdad es que no debería haber accedido tan fácilmente, pero estaba cansado de mi situación. ¿Qué podía perder con intentarlo?

Meiwes: Está bien, mañana nos vemos.
Harry: De acuerdo, paso por ti a las ocho.

Ya ni recordaba la última vez que tuve una cita romántica con alguien. Además, en esas ocasiones eran para matar el rato; esta vez, era alguien igual a mí, ¿sería mi esperado compañero? Prácticamente no pude dormir de imaginarme ese precioso y lascivo momento en que pudiera probar su carne.

A la hora acordada, ni un segundo más ni uno menos, sonó el timbre. Yo estaba con los nervios a flor de piel. Cuando abrí la puerta y me topé con el mismo hombre de la fotografía creí que moriría. No era una farsa, no por el momento. Su piel era de un tono bronceado, de una textura fibrosa. Él me sonrió con esos dientes nacarados.
Era como el preciso instante donde dos imanes se juntan por inercia. Me aferré a su cuello y mordí la carne tierna que le cubría los hombros, primero despacio y luego más fuerte. Temía que me rechazara, pero en su lugar comenzó a soltar gemidos bajos. Lo jalé de la cintura para que entrara y cerré la puerta tras él.

— ¿Ni siquiera me vas a saludar?

Tenía que presionarlo para poner a prueba su capacidad. Podía ser un tipo que le agradaban los juegos masoquistas nada más.

—Quiero comerte ahora.

— ¿Qué hay de la cita?—preguntó un poco sorprendido, pero finalmente esbozó una sonrisa—. Está bien, puedo olvidarla. ¿Te parece bien en el baño para no manchar la cama?

En silencio, como si fuera un ritual sabido de memoria, fue preparando la tina. Puso las velas a cada lado del mármol, una pequeña navaja sobre el jabón y apagó las luces. Lo vi despojarse de cada una de sus prendas de a poco, sintiendo como el deseo me nacía desde el fondo del pecho. Se recostó en la bañera vacía, invitándome a entrar con una mirada insinuante.

Era ese momento, era mi oportunidad. Me puse en cuclillas sobre él. Me temblaban las manos, ¿qué iba a hacer? La idea me rondaba en la cabeza, pero nunca pensé en concretarla. Su piel estaba llena de cicatrices. Ya lo había hecho anteriores veces, por eso estaba tan seguro. Esa misma expresión suya de determinación me animó a continuar.

Comencé con la carne tierna de sus muslos, tratando de arrancar los pedazos con los dientes, y luego hice cortes superficiales con la navaja. La carne roja y sanguinolenta se veía bajo la piel. Comencé a salivar. Con un gesto de su mano, me dediqué a mascarle los dedos de los pies. Ya tenía cortado el meñique y el consiguiente, así que le rebané el pulgar. Fui desmenuzando la carne que le cubría el hueso. Era deliciosa.

Él no me dejaba de mirar. Estaba extasiado, con sus ojos oscuros acuosos. Extendió su brazo, pidiendo más de mis mordidas, y yo fiel a su pedido comencé a arrancarle la piel de su antebrazo. Olvidé los cortes superficiales y hundí la navaja para quitarle un gran pedazo de músculo, incluso corté uno de los tendones. Él gemía cada vez más fuerte.
Antes de que pudiera terminar de comerme el trozo de fibras, me señaló con un gesto su entrepierna. El miembro estaba erguido y supuraba semen. Si hasta entonces sentía hambre, en ese instante una excitación ciega se apoderó de mí. Era difícil de masticar, la carne era elástica pero el miembro estaba muy grueso. Intenté arrancarlo con los dientes infructuosamente. Tuve que recurrir a la navaja, y aun así me costó cortarlo de cuajo. Lo mastiqué entre los dientes como un trozo de nervio difícil de roer.

La sangre salpicaba a borbotones. Él me seguía observando con placer. Ya no emitía sonido alguno. En un momento de conciencia supe que lo había matado. Antes de que alcanzara a desfallecer y empezara a hacer efecto el rigor mortis, fui rebanando la carne tierna de su cuerpo, y guardé los trozos en mi heladera. Su cabeza, cuyas facciones me agradaban mucho, decidí meterla en el refrigerador. Así podía apreciar su belleza un poco más.
Era la única oportunidad que tuve de tener un compañero, y lo había matado. No, no. En realidad no fue así. Él se entregó a mí en cuerpo y alma, sabía que llegaría ese final. Le di una sepultura digna; ser devorado por alguien más.

Notas finales:

Muy bien, si les gustó el relato nuevamente los invito a leer más:

Mi San Valentín Sangriento

Muchas gracias por su tiempo :)

¡Saludos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).