Donghae era un chico normal, estudioso en la escuela, buena persona, generoso con sus compañeros, de los más guapos de su clase pero que, sin embargo, nunca se lo llegó a creer ya que su autoestima era baja… Simpático, agradable, no muy abierto a darse a conocer al resto del mundo pero inocente y confiado. Un chico que amaba a sus padres y por ello se esforzaba sacar las mejores notas del colegio, para recibir becas y ahorrar dinero. Le encantaba el deporte, y también en aquello era bueno y estaba en forma. Creció practicando diversos deportes ya que le gustaba probar diferentes formas de controlar su propio cuerpo y sacarle el máximo potencial.
Era un chico que lo tenía todo… Era sensible, cariñoso con sus más allegados, tierno en contadas ocasiones y con ciertas personas, el niño más bueno que sus padres podían haber soñado.
Su familia era una familia normalita, el padre trabajaba en una empresa de ventas de calzado deportivo, aunque luego se amplió y vendían incluso ropa y algunas máquinas para hacer ejercicio. Su papá era el dependiente, estuvo muchos años trabajando para ellos y sin embargo nunca obtuvo el ascenso hasta aquel día.
Su mamá trabajaba de forma intermitente en trabajos a medio tiempo en diferentes lugares, restaurantes, saunas, como recepcionista… Era una mujer trabajadora pero sin estudios, por lo que no duraba demasiado en los lugares donde la contrataban al ver que no sabía defenderse en japonés o inglés, o que simplemente no manejaba bien el ordenador.
A pesar de no ser ricos, más bien algunos meses llegaban con dificultad a final de mes, ellos eran una familia feliz y unida que se amaban y respetaban unos a otros, ayudándose con las tareas y con cualquier cosa que necesitasen. Siempre que había algún problema, todos podrían resolverlos juntos, hasta aquel día.
El 10 de octubre de 2005 ocurrió una desgracia en la tranquila y apacible vida de aquella familia.
Los padres de Donghae tuvieron que irse de viaje. Había llegado aquel día, aquel día, que se presentaba como maravilloso y en el que al final, después de tanto esfuerzo, ascendieron al padre de Donghae. Todos estaban contentos y muy felices de que, al final, tanto trabajo fuera recompensado, aunque el ascenso se lo darían en Busan, que era donde estaban las oficinas generales de la empresa, que eran una franquicia con distintas tiendas en todo Corea.
Aquel día, que pintaba maravilloso, dejó de serlo de un momento a otro para convertirse en el día más triste, doloroso y oscuro en la vida de Donghae, aquella llamada que cambiaría su vida desde aquel mismo momento.
Por la tarde, un número muy largo que parecía de una oficina, llamó al móvil de Donghae. Era de una comisaría, le informaban de que sus padres habían sufrido un catastrófico accidente de coche en circunstancias desconocidas, ya que aún no habían podido analizar el lugar del accidente y ellos habían fallecido antes de que ni tan si quiera pudieran llamar a las ambulancias o al equipo de rescate. El coche estaba calcinado, había estado ardiendo y los cuerpos, lo que quedaba de ellos, estaban descompuestos e irreconocibles para cualquier ojo humano pero que pudieron averiguar debido a una prueba de ADN.
Aquel fue el día que Donghae más había llorado en su vida, no comprendía por qué a ellos, no entendía quién sería capaz de castigar a una familia tan tranquila, a sus padres que eran tan buenas personas… ¿Dios? Desde aquel momento Dios dejó de existir para Donghae, si Dios realmente hubiera existido sus padres se habrían salvado y así lo pensaba él.
¿Qué iba a hacer sin sus padres? Sin sus ejemplos a seguir, sin las personas más importantes de toda su vida, quienes lo habían criado, cuidado, ayudado, y hubieran hecho y dado cualquier cosa por él.
¿Qué haría él solo sin las personas que más amaba? Ahora estaba solo.
Donghae pasó el cumpleaños más triste de su vida aquel año, sus padres habían muerto tan solo cinco días antes de que el cumpliera los 19 años. Él tan solo se lamentaba. Muchos compañeros y profesores que tendría aquel curso fueron a darle el pésame a su casa ya que se enteraron de tal accidente debido a las noticias de la televisión y a los periódicos. Pero él ni si quiera podía enterrar a sus padres debidamente.
Los cadáveres estaban en un depósito forense esperando a ser analizados al igual que el coche en el que viajaban, coche que no era de ellos sino uno que pertenecía a la empresa donde el cabeza de familia trabajaba, ya que el accidente no estaba claro que fuera un accidente.
Donghae al principio no entendía por qué no le devolvían a sus padres para poder enterrarlos como se debía hacer, para que pudieran descansar tranquilos junto a sus abuelos y donde, en aquel momento, deseaba estar Donghae también porque no quería vivir sin ellos, quería morirse y reunirse con sus amados padres ya que eran tan jóvenes y les quedaba tanto por vivir. Su papá tenía 45 años y su mamá a penas 40, no habían llegado ni al medio siglo.
Pasó una semana, ya era 17 de Octubre y fue cuando Donghae se cansó de esperar sin respuesta a la razón por la que sus padres no tenían un entierro digno y fue a reclamar a la policía. Allí el comisario Lee Sun Jae, un hombre mayor con pelo canoso pero de buen ver, le explicó que no podrían devolverle a sus padres hasta que no aclararan los verdaderos hechos del accidente, que era un poco extraño.
“Un coche se desvía en una recta sin manchas de neumático en la calzada, cae a la cuneta y empieza a arder. Se encontraron botes de un líquido inflamable que parece de limpieza del hogar, pero no un bote, varios botes del mismo producto repartidos por todo el coche. Eso es algo muy extraño… ¿No crees?”
Aquellas explicaciones del comisario hicieron que Donghae se sintiera furioso, rabioso, nadie podía decirle qué es lo que ocurrió exactamente porque nadie lo pudo averiguar.
Al cabo de un mes le dieron a sus padres el entierro digno que se merecían y, al no encontrar ninguna prueba que dejara claro que aquello no fue un accidente, dejaron el caso olvidado y apartado.
Donghae siguió insistiendo, no volvió a ir a clases y se pasaba el día lamentándose y llamando a la comisaría buscando respuestas, pero una vez respondió una señorita diciendo que no llamase más por ese caso, que se cerró la investigación por falta de pruebas y que no encontrarían nada nunca, que solo fue un accidente de tráfico y nada podían hacer por él. Incluso le dieron a entender que pudo ser un suicidio.
¿Culpable? ¿Su padre? No, no lo podía admitir, no podía creer que fuera su propio padre quien planeara suicidarse y de paso matar a su mujer, su padre no era así, lo conocía muy bien y no tenía motivo ninguno como para poder hacer eso.
Donghae comenzó a tener una mala vida. Sus padres tenían una pequeña herencia que le hubiera valido para poder vivir sus años de universidad en aquella casa que estaba casi pagada, pero no, él comenzó a robar, no volvió a estudiar y no se dedicaba a nada, con robar, comer, dormir y beber le era suficiente hasta que incluso comenzó a fumar.
Estuvo viviendo de aquella forma dos años más, hasta que el comisario de la otra vez lo agarró robando en una tienda. El hombre no estaba de servicio, suerte para Donghae, ya que si no hubiera ido a la cárcel. Sun Jae habló con él y aquella conversación hizo que Donghae se replanteara algunas cosas de su vida.
“En la policía secreta del gobierno necesitan gente como tú, valiente… ¿No has pensado en investigar tú mismo la muerte de tus padres en vez de dedicarte a ser un sin vergüenza de barrio que se dedica a robar y emborracharse? Deberías hacer algo por tu vida, llámame o ven a verme cuando hayas pensado bien… ¿Está bien?”
Aquel hombre le abrió una puerta que desconocía… ¿Investigar él la muerte de sus padres? Le parecía perfecto, así podría vengarse de aquellos que le hubieran hecho aquello a esas personas tan maravillosas, personas que se merecían el cielo, pero no tan temprano.
Donghae se fue a su casa para poder pensar con tranquilidad esa posibilidad, aunque casi lo había convencido allí mismo en el supermercado.
Esa noche llegaron unos tipos que iban vestidos de negro y con gafas de sol por la noche, cosa que no tenía sentido ninguno pero al parecer aquellos hombres se sentían superiores de aquella forma. Al abrir la puerta, el chico se asustó porque se sentía dentro de una película americana y pensó que le había llegado la hora de reunirse con sus padres, vamos, que lo iban a matar en aquel mismo momento.
Lejos de la realidad, aquellos hombres que sabían casi toda la vida del chico, informes académicos, nombre, familia, lo del accidente, informes médicos, aficiones… Lo sabían todo, y aquello asustó a Donghae, pero cuando le propusieron aquel trabajo, comprendió un poco mejor la situación.
Aquellos hombres de negro eran de la policía secreta del gobierno sur-coreano y pretendían que se uniera a ellos, al parecer les había llegado un aviso de que fueran a buscarlo, el comisario SunJae no había tardado mucho en reportar a sus superiores que aquel chico era una promesa para el equipo de investigación más importante del país.
Donghae aceptó, impresionado por la rapidez que tenían para enterarse de todas las cosas.
¿Tenían cámaras o micrófonos instaladas en los supermercados? ¿Tal vez en su propia casa?
La imaginación de Donghae volaba como si realmente estuviera dentro de una película, con lo fácil que era pensar que el comisario simplemente levantó el teléfono para dar referencias sobre él.
Cuando aceptó el trabajo, tuvo que firmar unos papeles que le explicaron bien y con los que estuvo totalmente de acuerdo, en resumen: trabajar para el gobierno a cambio de acceso a la información que necesitara para descubrir lo que realmente sucedió con sus padres, hilos de los que tirar.