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Seis estilos de Baloncesto por Fullbuster

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Kagami Taiga POV


 


El despertador sonó como todas las mañanas y le di un manotazo para apagarlo sin mucho ánimo por levantarme. Me dolía la cabeza y con un fuerte estornudo, me destapé un poco intentando buscar con urgencia un pañuelo en mi mesilla para sonarme la nariz. ¿Cómo había podido resfriarme? Yo jamás me resfriaba, en realidad pocas veces me ponía enfermo.


Estornudé de nuevo y me dio el tiempo justo de llegar al pañuelo. Hacía un tiempo que vivía solo así que nadie vendría por aquí a decirme si quería una medicación o a prepararme algo que me sentase mejor. Intenté levantarme para ir a clase.


Me levanté para ir a tomarme algo, me vestí con un pantalón corto holgado y con mi camiseta de tirantes negra pero cuando fui a abrir la puerta de mi habitación caí en algo, tenía un poco de miedo y es que quizá anoche no debí quedarme hasta tarde viendo aquella película de miedo. Siempre decía que no me asustaba de nada y esas cosas… al menos frente a la gente, porque luego realmente, me asustaba mucho. Yo no era partidario de ver la película, pero todos los del equipo querían verla así que al final, allí me quedé a verla con ellos y cuando finalizó, todos se fueron a sus casas y yo me fui a dormir.


Ahora estaba aquí frente a la puerta y no sabía muy bien si abrirla o no ¿Y si me aparecía un monstruo tras esa puerta? si era un fantasma ya podía salir corriendo, odiaba los fantasmas y aunque a poca gente se lo dije… me asustaba con facilidad, creo que sólo Kuroko lo sabía y es que él me daba unos sustos de infarto con esa poca presencia que tenía, siempre me sentaba sin verle y luego me lo encontraba frente a mí con su cara de poca expresión bebiendo su refresco ¡Así era Kuroko! Sonreí al pensar en él, porque nos habíamos vuelto muy buenos amigos y realmente… creo que sentía por él algo más que una simple amistad, aunque no se lo había dicho.


Decidido como estaba abrí la puerta y sonreí al sentirme tan estúpido por lo asustado que estaba por una película. ¡Era una película! ¿Qué iba a pasarme? ¿Iba a salir el fantasma de la televisión y perseguirme por toda la casa? Era estúpido pensar así. Estornudé de nuevo y entonces escuché un ruido en la planta baja y bajé aún un poco asustado para comprobar qué ocurría.


La televisión estaba encendida y cuando pude verla, apareció el rostro ese que había estado toda la noche en mi cabeza, ese maldito fantasma de la película de anoche y salí gritando de nuevo escaleras arriba a coger de mi habitación el bate de béisbol cerrando tras de mí la puerta ¿Cómo narices se había encendido la televisión? Me senté en el suelo apoyando mi espalda contra la puerta tratando de recuperar mi respiración. Miré el bate en mis manos ¿Esto afectaba a los fantasmas? Creo que no pero ya con algo en las manos como que me sentía más seguro. Con esa idea en mi cabeza me decidí a ir de nuevo al salón para apagar la televisión.


Bajé lo más rápido que pude buscando el mando con rapidez y le di al botón de apagar dejando la pantalla a oscuras cuando entonces escuché el chirrido de una de las puertas, creo que la del baño ¡Ni loco iba a ir al baño a ver qué era! ¿Los fantasmas meaban? Cogí el bate con mayor fuerza y salí hacia allí.


Miré desde una de las esquinas del pasillo… estaba desierto, ni rastro de fantasmas, ni de monstruos, ni cosas malditas volando por ahí intentando matarme. Caminé hacia la puerta que estaba solamente entornada y grité como si eso fuera a asustar al ser sobrenatural que anduviera por mi casa y de la patada que le di a la puerta la rompí cayéndome al suelo con la pierna atascada en la puerta sin poder sacarla.


¡Creo que estaba mal de la cabeza! Me toqué la frente y estaba ardiendo, creo que tenía fiebre. Quizá era la fiebre la que me estaba haciendo ver y escuchar cosas extrañas, no era normal que estuviera caminando por mi casa con un bate de béisbol, ni que la televisión se encendiera sola, ni que la puerta del baño chirriase por sí misma, ni que notase como alguien agarraba mi brazo… ¡Mi brazo! Grité al sentir aquello y salí corriendo rompiendo más la puerta en dirección a las escaleras de nuevo.


Me encerré en la habitación ¿Qué narices estaba pasando hoy? Creo que estaba fatal de la cabeza, la fiebre me estaba causando visiones, esas cosas me las estaba imaginando, seguro, no podía ser real.


Abrí la puerta despacio, todo parecía estar perfectamente… un pasillo limpio y solitario, un pasillo en completo silencio. Salí esta vez teniendo más precaución, caminando de puntillas con el bate bien cogido con mis dos manos y bajé de nuevo. Mi estómago sonó y hasta me asusté de eso ¿Qué narices me estaba pasando? Sólo era ruido por el hambre que tenía.


Bajé a la cocina y al pasar por el salón miré la televisión apagada. No le perdí de vista por si se encendía de golpe hasta que llegué a la cocina. Dejé el bate en una de las esquinas y saqué de la nevera el cartón de leche. Ni siquiera quise calentármelo o ponerlo en un vaso, bebí directamente de él y cuando volví a dejarlo, me di cuenta de que en la nevera aún había esa espeluznante comida que nos había hecho nuestra entrenadora ¡no pensaba comerme eso! Quería buscar algo para comer.


Miré el reloj y era tarde. Pensé en mis compañeros, ya debían estar todos en clase y yo aquí… con un bate de béisbol, con fiebre, estornudando y asustado por un fantasma inexistente. Sonreí y a mi mente vino Kuroko, le echaba un poco de menos, creo que hoy teníamos entrenamiento al salir de clase, así que seguramente se pasaría después del entrenamiento a verme preocupado porque no hubiera ido a clase.


¿Me atrevería hoy a decirle a Kuroko todo lo que me pasaba últimamente con él? No estaba seguro, él siempre había estado muy unido a sus amigos, a la generación de los milagros y dudaba de que pudiera sentir algo por mi, además luego estaba Momoi que siempre que podía venía a verle y nos decía que era su novia ¿Era su novia? No estaba seguro, no aparentaban como tal, jamás les había visto juntos, pero no quería importunar a Kuroko, así que no le pregunté nunca por ese detalle.


Estaba sumergido en aquella idea cuando sentí el ruido de la cafetera y la miré asustado viendo como preparaba el café ¿Cómo se había puesto en marcha si yo estaba aquí frente a la nevera? Me acerqué a ella haciendo acopio de mi valentía y la apagué volviendo hacia la nevera, pero aún no había hecho nada más que meter la cabeza para ver qué había para picar algo cuando volví a sentir la cafetera encendida ¡Maldita máquina del diablo! Cerré la puerta de la nevera y con decisión la desenchufé del cable en vez del botón como la última vez.


- Toma ya – le dije eufórico a una máquina riéndome por mi victoria.


Salí de allí para ir al baño a coger la medicación, siempre la guardaba en un estante. Vi la puerta medio rota por mi culpa y pensé lo idiota que estaba siendo. Desde luego no podía caer enfermo, para un día que tenía algo de fiebre y menudo lío estaba montando en la casa.


Volví a la cocina para coger un vaso de agua y tomarme la pastilla. Cuando volví, la cafetera estaba conectada de nuevo pero no había café en ella. Decidí dar mi batalla contra la máquina por finalizada, yo… Kagami perdiendo contra una máquina de café, ya no me quedaba nada por ver o eso creía hasta que subí al segundo piso y me encontré con la ventana del pasillo abierta y como algo se movía con fuerza tras la cortina.


Con algo de miedo me acerqué y con el bate que había cogido de nuevo de la cocina moví la cortina viendo como una paloma se tiraba a atacarme. Grité y entré por una de las habitaciones cogiendo un cojín y tratando de golpearla salí por toda la casa. Llené el pasillo de plumas por el agitado aleteo de la aterrorizada paloma, tiré algunos cuadros que estaban colgados y bajé hacia el salón persiguiendo al pajarraco encontrándome con la televisión de nuevo encendida en esa estúpida película con el fantasma saliendo una y otra vez en esas escenas.


Del susto que me llevé cuando un personaje gritó en la película le di tal golpe a la paloma que la lancé por la ventana del salón saliendo volando finalmente libre. En mi batalla contra el pájaro había salido victorioso, pero al ver la casa me asusté, menudo desastre. Decidí irme a dormir un rato tras tomarme la medicación y en cuanto llegué a mi cama, me acosté en ella dispuesto a dormir. Cerré los ojos dejándome llevar cuando tuve que abrirlos de nuevo al escuchar ese inmenso ruido de una aspiradora ¿Qué narices pasaba hoy? ¿Mi casa estaba poseída o qué pasaba?


Salí cabreado, si había un fantasma me lo iba a cargar con tal de que me dejase descansar. Se supone que estaba enfermo, debería moverme lo menos posible pero era el día que más cosas estaba haciendo y más jaleos tenía. Apagué la aspiradora con el pie del botón y volví a meterme a la habitación. Aún no había cerrado cuando volvió el ruido.


Tiré la cabeza hacia atrás apoyándola contra la puerta y pensé en relajarme, en contar hasta diez. No funcionó pero volví a salir desenchufándolo de la luz y volviendo a mi habitación, pero esa maldita aspiradora volvió a sonar, así que cabreado como estaba, cogí el bate, salí de la habitación y arremetí a golpes destrozándola por completo hasta que noté como alguien agarraba mi brazo.


- ¿Qué haces? – me preguntó Kuroko y de la sorpresa grité agarrándome a él soltando el bate y perdiendo el equilibrio lo arrastré conmigo escaleras abajo.


Abrí los ojos encontrándome a mí tumbado boca arriba, con la camiseta un poco levantada por mi abdomen, con Kuroko encima de mí quejándose por el golpetazo que nos habíamos dado y sonrojado como nunca al notar que su mano estaba en mi miembro.


- Lo siento – dijo de golpe apartando la mano.


- N-no te preocupes – le dije ahora sin cabreo - ¿Cuánto llevas aquí, Kuroko? – le pregunté creyendo haber descubierto a mi fantasma.


- Desde anoche, no me fui a casa. Parecía que ibas a caer enfermo y quise quedarme por si necesitabas algo. Estaba preocupado – me dijo con esa carita suya de ángel y no podía enfadarme con él cuando se ponía así.


Me sonrojé un poco al verle con esa camiseta blanca de manga corta y en pantalón corto. Él también estaba sonrojado, creo que por haberme metido mano sin querer.


- ¿Eras tú el que encendía las cosas?


- Quería ayudar – me dijo – y tú no dejabas de apagar las cosas. Has roto la aspiradora – me comentó.


- Lo sé, creí que…


- ¿Creíste? – me preguntó porque yo no quería decirle que estaba aterrado con un fantasma que resultaba ser Kuroko “el chico invisible” dándose paseos por mi casa.


- Creí que… “erasunfantasma” – le dije a todo correr sin separar siquiera las palabras.


- ¿Un qué? – me preguntó al no haberme entendido.


- Un fantasma – le grité y él empezó a reírse.


- Sé que no soléis percataros de mi presencia pero… he encendido la televisión.


- Y me ha dado un susto de muerte esa dichosa película, encima tú no estabas.


- Había ido al baño – me dijo poniendo un puchero como si fuera un niño pequeño – y has roto la puerta.


- Sí – le dije dándome cuenta ahora de que era cierto


- He ido a decirte que estaba aquí, te he cogido del brazo y has salido corriendo. Yo… yo sólo quería ayudarte – me repitió y yo sólo podía ver los labios de Kuroko moverse.


Pasé mi mano tras su nuca y lo acerqué hasta mí besándole con pasión, pidiéndole permiso pasando mi lengua por sus labios para que abriera y me diera acceso a más y es que de ese chico lo deseaba todo. Kuroko no opuso resistencia alguna, se dejó besar mientras yo seguía sosteniéndole por la cintura con una de mis manos.


Cogí su mano llevándola hacia mi entrepierna con suavidad y delicadeza. Abrí los ojos para ver su sonrojo pero yo mantuve mi mano sobre la de él evitando que la apartase mientras lanzaba algún jadeo de placer.


- ¿Kagami? – susurró mi nombre sin entender nada.


- ¿Querías ayudarme? – le pregunté – entonces déjame decirte esto Tetsu… llevo mucho tiempo sintiendo algo por ti y aunque eres penoso para cuidar a un enfermo y casi me matas de un infarto… te amo – le dije y él se sonrojó de golpe – yo… quiero estar contigo Tetsu, sé que es difícil, que no soy tan bueno jugando al baloncesto como tus amigos pero no he podido evitar enamorarme de ti, si me dieras la oportunidad te demostraría todos los días cuánto te amo.


Su mano se agarró con más fuerza a mi miembro y esta vez fue él quien se lanzó hacia mis labios besándome, colando su lengua a jugar con la mía y creo que eso era un “Sí” me daba la oportunidad y yo no pensaba desaprovecharla en absoluto, estar con este chico fantasma era lo que más deseaba.


Aún estábamos en las escaleras tirados pero me daba igual, sentir que por fin la boca de Tetsu era mía era suficiente. Me daba igual dónde estuviéramos mientras Tetsu estuviera aquí encima de mí besándome. Metí mis manos bajo su camiseta con suavidad acariciando cada centímetro de su blanquecina piel y arrastrando su camiseta conmigo hasta quitársela por encima de la cabeza y lanzarla al suelo.


Aproveché para levantarme y obligándole a cogerse de mi cuello y enrollar sus piernas en mi cintura lo levanté para ir al sofá. Me senté allí con Tetsu sobre mí sentado a horcajadas, besándonos ambos con pasión. Todo estaba lleno de plumas de la dichosa paloma aquella, pero ya no me importaba.


Su cabello me gustaba mucho, era suave y mis dedos se enredaban en él con soltura, me gustaba jugar con su cabello, me gustaba sentir las cosquillas que me hacía al pasar entre los dedos. Besé su cuello escuchándole gemir. Sé que hoy estaba enfermo y no debería hacer esfuerzos pero… por Tetsu haría cualquier cosa, además siempre me habían dicho que lo mejor para la fiebre era el calor, pues más caliente que ahora no iba a estar. Sonreí al pensarlo mientras me bajaba el pantalón cortó hasta los tobillos y Tetsu miraba asombrado mi miembro en mi mano libre.


Tetsu se bajó de mí poniéndose de rodillas en el suelo y lamiendo con suavidad desde la base hasta la punta, lamiendo mis huevos con dulzura y succionándolos de vez en cuando volviéndome loco. ¡Si esto era un sueño de mi fiebre, no quería despertar! Su mano agarró mi miembro inmovilizándolo mientras paseaba su lengua por todo mi pene, lamiendo el líquido preseminal que empezaba a salir.


Yo lo único que podía hacer era relajarme, gemir y dejarle hacer. Jadeé con mayor intensidad cuando se metió el miembro en su boca y empezó a subir y bajar tocando mis huevos con sus manos, dándome el mayor placer que jamás hacía sentido. Estuve a punto de llegar allí mismo por lo que tuve que obligarle a parar. Levanté su cabeza y Tetsu volvió a sentarse encima de mí besándome con pasión mientras yo metía mi mano bajo su pantalón tocando su miembro ¡Se había excitado sólo con chuparme el pene! Y eso me excitó también a mí.


Le quité los pantalones que ya me estorbaban y metí mis dedos en su boca pidiéndole que los lamiera y lo hizo sin poner pega alguna. Una vez estaban lubricados empecé a introducirlos en su entrada con mucho cuidado, todo el que pude sacar. Tetsu se sentía incómodo al principio, era normal pero a medida que le iba dilatando empezó a disfrutar de esa intromisión hasta que finalmente se recolocó sobre mi miembro dispuesto a introducírselo.


Bajó sobre él con calma y dulzura, a mí su estrechez me volvía loco, quería dar la estocada y entrar de golpe pero sabía que podía hacerle daño, así que permanecí quieto luchando contra mis propios instintos de hacerle mío. Tetsu llegó hasta el fondo sentándose encima de mí con todo mi miembro dentro de él y me sonrió aunque sé que aún le dolía un poco. Se movió cuando se sintió preparado y cogió un ritmo lento y tortuoso ¡Qué ganas tenía de penetrarle a mi ritmo! Pero me contuve hasta que sentí sus primeros jadeos, sus primeros gemidos disfrutando y cuando incrementó el ritmo cogí sus caderas y le ayudé a moverse encima de mí, clavándole una y otra vez sobre mi pene.


Escuchar sus gemidos me hacía gemir a mí también, no sé si en esta casa había fantasmas o no, pero si los había estarían disfrutando de lo lindo con el espectáculo, porque ver a Tetsu desnudo frente a mí cabalgándome era una visión única, me encantaba, quería tenerle así toda la vida, siempre conmigo. Me corrí en su interior con un gran jadeo abrazándole contra mi pecho y mordiéndole el cuello con lujuria mientras le llenaba entero con mí ser y él llenaba mi abdomen con su semen respirando con dificultad.


Tetsu se dejó caer sobre mi pecho reposando su cabeza en mi hombro mientras yo acariciaba su cabello. Salí de él y no tenía fuerzas para nada pero de mi enfermedad… ahora mismo ni rastro, puede que luego volviera a sentirme sin fuerzas pero ahora mismo estaba feliz, Tetsu había sido mío.


- ¿Tienes miedo de los fantasmas? – me preguntó Tetsu.


- Si tú estás conmigo ya no.


- Yo ya soy como un fantasma – me dijo – llevo todo el día aquí en tu casa y ni siquiera me habías visto.


- Pero pensaba en ti –le dije con una sonrisa – Te quiero Tetsu, eso no cambiará, aunque me mates a infartos, desde luego eres un pésimo enfermero – él sonrió.


- Si sales conmigo… tendrás un pésimo enfermero para toda la vida – me dijo.


- Claro que voy a salir contigo, te quiero como mi enfermero – le sonreí.


Besé a Tetsu de nuevo, ya iríamos luego a la ducha y tenía intención de repetir esto, porque iba a enseñarle a este fantasma lo que era un “Baloncesto enfermizo”.


 


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