Prólogo
Corrí a través del bosque que rodeaba la iglesia, había tomado una decisión. A la corta edad de 5 años decidí alejarme de ese lugar, había entendido que yo no era más que una carga, mis dos amigos imaginarios habían llegado a un acuerdo por lo tanto estaban en silencio. A medida que daba un nuevo paso las lágrimas de soledad y desesperación se acumulaban en mis ojos volviendo mi vista nublosa. Finalmente llegue a la playa, podía sentir la arena en mis pies descalzos y la brisa marina mover mi cabello de vez en cuando. Me senté en la arena dejando caer mis lágrimas en vista al paisaje, había anochecido. De cierta forma sentía estar traicionando a los que me cuidaron pero no deseo seguir molestándolos, mi presencia es inútil, además nadie adoptaría a un niño como yo.
Observé amargamente el mar, era bonito ver la luna y las estrellas reflejadas en el agua, sin siquiera saberlo caí dormido bajo el dulce sonido del agua meciéndose y las pequeñas luciérnagas que de vez en cuando encendían su luz camufladas en el cielo nocturno. Desperté cuando aún no salía el sol y me puse las zapatillas para nuevamente empezar a caminar lejos de aquí. Voltee mi rostro y admire el mar por última vez para luego alejarme e ir camino a la carretera. Mire entre las calles las cuales estaban todas oscuras, me dio el repentino miedo de que cuando me asomase algún monstruo me arrastre o que me lleve el hombre de la bolsa. Llegue a una calle iluminada con luces neón en el distrito sur, entre tienda y tienda vi una juguetería y no resistí asomarme, siempre quise alguno de esos juguetes.
En un callejón oscuro pude distinguir un grupo de personas, preferí no acercarme pero cuando quise dar media vuelta e irme uno me señalo y dos del grupo se dirigieron hacía mi. Uno de ellos me tomo del cabello logrando que suelte un quejido y el otro me miro detenidamente el rostro.
—Esta pequeña se venderá bien en el mercado. Pagarían mucho por ella. — Dijo uno de esos hombres, yo aterrorizado respondí entre sollozos presa del miedo.
—N-No soy una niña...— Hace mucho tiempo que no decía una palabra, mi voz sonaba extraña, a diferencia de cuando lloraba ahora esta se encontraba corrompida del terror volviéndola más aguda e inentendible.
—Oh, aunque no creo que eso disminuya tu precio, tu bonita cara lo compensa. Tu lindo rostro nos dará mucho dinero, nos harás un bien "pequeñita"—Volvió a hablar el tipo ese, cada palabra que él decía volvía más fuerte mi miedo...
Se escaparon leves sollozos de mi garganta mientras gruesas lagrimas caía de mis ojos, quería que mi voz salga fuerte y clara para poder gritar ayuda pero al mover mis labios estos no emitían sonido alguno. Tenía mucho miedo. Dentro de mi cabeza pude escuchar una voz clara "Destrúyelos" "Aléjalos de ti" Mire a los ojos del que estaba frente a mí y volví a escuchar la voz de él; por el terror perdí el control de mis acciones e hice lo que la voz me decía.
—Suéltenme. — Ordené.
— ¿Qué dices pequeña sabandija?— Preguntó con sorna uno de los matones.
—Suéltenme y desaparezcan. — Cuando dije eso nuevamente aún más alto que la primera vez, la mano que antes había estado tomando mi cabello se aflojó dejándome libre. La voz en mi cabeza esta vez dijo algo diferente "Destrúyelos, mátalos" "Quisieron hacerte daño, hazlos pagar" La otra voz se escuchaba lejana, solo podía escuchar el deseo de destrucción y un extraño sentimiento que no sabría definir. Nuevamente, obedecí.
—Voy a destruirlos— Dije, al terminar la frase pude sentir claramente sus quejidos que no tardaron en volverse gritos de dolor. Luego de un rato cayeron al piso inconscientes.
Me alejé finalmente del callejón y deambule por las calles hasta terminar en el distrito este. Ya eran las 8 de la mañana, entre calle y calle camine. En un momento dado me senté rendido en el cordón de la vereda por el cansancio, no había comido desde ayer y mi pequeño cuerpo ya estaba resintiendo aquello. Abrace mis piernas y mire al cielo totalmente aburrido, a medida que veía una nube deformarse desaparecía una figura dándole lugar a otra.
— ¡Oye, tú!— Por el extraño silencio del lugar fui capaz de escuchar una voz desconocida, mire hacía donde escuche el llamado y vi a un hombre.
Lo observé en silencio, aún sentía el miedo pasado hace unas horas y estaba desconfiado, el señor en si no parecía malo, pero tampoco debía guiarme por su aspecto.
—Creo que no es bueno que los niños estén solos en la calle ¿Cuál es tú nombre?— Lo mire con inseguridad, se que en el orfanato me llamaban por un nombre, pero no lo recuerdo. Él señor sonrió enternecido, el volvió a hablar. —Entiendo. Dime, ¿Te gusta el nombre Aoba? Opino que te quedaría muy bonito y su significado combina con tu aspecto.
— ¿A-o-ba?— Sonreí — ¡Sí! ¿Cuál es su nombre?
—Soy Damián Wolfcord. Ven, vamos a desayunar y de paso hablamos. — Me sonrió nuevamente.
— ¡Vamos!— Respondí enérgico. De cierta manera cuando él comenzó a hablar mi terror se desvaneció parsimoniosamente, como si apenas hubiese sido un mal sueño.
Nos dirigimos a una cafetería que había por ahí y al sentarnos en la mesa el comenzó a hablar.
—Bueno, yo soy el dueño de una empresa multinacional llamada ISMT, manejamos tecnología avanzada. Tengo una esposa llamada Meredith en Estados Unidos y necesitamos un hijo y heredero legítimo de la empresa. Volveré hoy mismo a mi cuidad, así qué ¿Quieres venir conmigo?— Dijo directamente, la pregunta me tomo por sorpresa, ¿Tomar un niño de la calle y ya? ¿Y si no es quien dice ser?
—Entiendo si quieres tomarte un tiempo para decidir, puesto que no me conoces y es común que tengas miedo, podría ser una persona mala. — Dijo mirándome a los ojos. Yo lo mire en silencio, qué más da, si me llevan nadie se lamentara “Vamos, serás un niño rico, nunca tendrás nada de qué preocuparte” “No parece estar mintiendo” Dijo mi amigo, es cierto, después de todo tampoco estoy muy apegado a la isla, pero debería aprender otro idioma y tener responsabilidades, pero pensándolo mejor, tendré mucho tiempo para preocuparme por eso.
—Esta bien. — Acepté decidido, él dio una sonrisa complacida.
—En ese caso nos podemos ir ya mismo. Primero desayunemos. — Al decir aquello se acerco una mesera a tomar la orden, él pidió café y yo jugo de naranja con galletas. Al terminar el Sr. Damián pago y salimos del local.
—A partir de ahora me puedes decir papá.
— ¡Claro!— Sonreí, cuando estábamos desayunando hablamos de muchas cosas. Me contó como era su esposa e incluso me mostro una foto de ella, me pregunto mi edad y además la fecha de mi cumpleaños. Él tiene 29 años y es muy agradable.
Nos dirigimos al hotel donde se estaba hospedando para buscar sus maletas y de ahí ir al aeropuerto de Midorijima. Sorprendentemente no le tomo nada de tiempo sacar un pasaporte para mí y comprar otro pasaje.
Al subirnos al avión mire por la ventana sin prestarme mucha atención a las indicaciones de seguridad.
—Papá, ¿Realmente crees que podré heredar semejante responsabilidad?— Pregunté algo angustiado.
—Claro, pareces un niño muy inteligente, y cuando no sepas algo o tengas dudas siempre se te ayudara. — Me respondió mirándome a los ojos.
— ¿Por qué confías tanto en mí?— Volví a hablar.
—No lo sé… Tal vez algo vi algo en tus ojos… Realmente cuando te vi no parecías un niño malo. — Dijo él encogiéndose de hombros.
—Gracias. — Dije en voz baja ocultando mis ojos bajo mi flequillo.
—Umh?— Me miro extrañado.
—Gracias por darme una oportunidad. — Al decir aquello di una pequeña sonrisa y luego perdí mi mirada nuevamente en la ventana del avión, a partir de ahora comienza mi nueva vida, en otro lugar y con personas diferentes.
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-Han pasado muchísimos años desde que estuve por última vez aquí...
-Ciertamente, según tengo entendido son ya 9 años.
-Si... Que rápido pasa el tiempo.-
Continuará...