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Seres Encadenados por William Michaelis

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Notas del fanfic:

Mi nombre es William Jastern y voy a tener el placerle de llevarles a lo largo de esta historia, sin mas espero lo disfruten, y sin demora, les dejo esta historia.

Mis temas los trato de manera DRAMAtica, haciendo LEMON, disfrutando algunas veces de AU y por supuesto de mis momentos de lo mas ROMANTICO y meloso.

PERO SOBRETODO DEBERAN ENTENDER QUE MI MENTE NO ESTA SANA COMPLETAMENTE, Y DISFRUTO DE ESA LOCURA.

Notas del capitulo:

Para algunas personitas caguaiis nuevas, deberan saber, que mis maneras de escribir son alocadas, puedo hacer sufrir a los personajes de maneras que sus mentes no llegarían a comprender. Y sobre todo me presento a ustedes como un humilde servidor, que solo desea entretener.

Para mis compañeras mas intimas les deseo la mejor de las lecturas y algo nuevo que no estoy acostumbrado a hacer.

 

Hace mucho tiempo atrás, en la antigua Inglaterra, dominada por nobles.

Existió una familia, tan vieja como el tiempo mismo, el único heredero presente, el hijo del matrimonio de Vincent Phantomhive y de Rachel Durless, Ciel Phantomhive, único heredero después de una serie de eventos desafortunados en la mansión de esta familia.

Casi ejecutado mediante mercantes negros, salvado por una creatura sobrenatural denominada como demonio, y quien diría que el destino les jugaría tan cruel después de tantos años.

Como cada mañana después de ocho años juntos, el mayordomo Sebastian Michaelis se presenta cordialmente a su señor Phantomhive.

El joven de dieciséis años se levanta perezosamente de su ensueño natural deseando dormir más. Sin más, no es una mañana como cualquier otra, el señorito cumple diecisiete años este día.

El mayordomo deja la bandeja de comida de lado en la mesita de noche mientras el joven se sienta en la orilla de la cama para ser vestido.

El mayordomo ya había imaginado varias veces su declaración, y claro tiempo antes consumir el joven cuerpo del señorito Phantomhive en placer.

Pero sentía la enorme necesidad de protegerlo.

Ciel lo devolvió a su realidad de manera brusca el demonio término su trabajo dando el itinerario al señor de la casa.

El demonio había caído en tentación con el adolescente, y no lo podía evitar. Era más que tentación el deseo de protegerlo, el deseo de estar con él. Sabía y negaba día tras día que eso era un sentimiento de amor, pero no podía hacer nada, el estaba perdido por el joven, el chico lo miro pensante y suspiro.

-Retírate. - Fueron órdenes precisas del joven para después salir de la habitación con un caminar bastante orgulloso, el mayordomo maldecía por lo bajo, había caído en sus redes de nuevo. Se sentía realmente sobajado al nivel humano.

El demonio siguió su labor diaria, aunque una carta lo saco de sus pensamientos, era una carta de la reina Victoria interpretando su malestar para con el Conde Phantomhive. Explicando que tendría que fraternizar con el enemigo para poder aprender más de ellos y finalmente atacar si la oportunidad estaba presente.

El joven leyó la carta, Sebastian estaba al lado suyo sirviendo el té y preguntándose a si mismo que haría su amo esta vez.

Sus manos se encontraron al depositar la taza de té en el escritorio.

-Ruego disculpe eso joven amo. - Dijo el mayordomo haciendo una leve reverencia pese a tocar al joven. Ciel ordeno que se quitara los inmaculados guantes.

El demonio no se negó pese a ser una orden, el joven miro las manos de su mayordomo y suspiro. El hombre mayor acato su siguiente orden ponerse de rodillas, el chico solo estaba jugando y de manera ruda  lo metió debajo del escritorio abriendo sus piernas para que el mayordomo hiciera su trabajo.

El demonio se exalto al volver a la realidad. Su amo lo llamaba y estaba en verdad apenado por la situación.

-Lárgate a atender tus malditos impulsos. - Le dijo el joven notando el bulto bastante vulgar de su mayordomo. Ciel estaba sonrojado, deseaba a Sebastian tanto como él lo deseaba. Ambos no tenían manera de decirse lo que sentían. Estaba prohibido.

-¿Y si los atiende usted, mi señor? - el mayordomo fue fulminado con la mirada del más joven.

-¡Lárgate! - Le dijo intentando esconder su sonrojo. - Somos dos hombres. -  Aclaro el de mirada azul consecuente de una risita de su mayordomo-.

-Yo no distingo sexo mi señor. Para mí sería fácil tomarlo a usted en su oficina. - Dijo haciendo que las mejillas del conde tomaran un tono más rojizo.

-¡Cállate! Retírate ahora. - El mayordomo dio una reverencia bastante apenado de su decisión y suspiro.

-Ruego me disculpe, joven amo. - Sus manos volvieron a ocultarse en los guantes y hasta al caer la noche, amo y sirviente no se dirigieron la palabra.

El mayordomo estaba envolviendo a su amo en la toalla de baño y llevándole a su habitación.

-Sebastian, respecto a lo que dijiste en la tarde. Te ordeno que me digas que es lo que deseas de mí. - Dijo este con aires de orgullo. El demonio no estaba preparado para tal pregunta, tal vez la podría responder pero no de la manera que él esperaba.

-Mi señor, ¿es necesario que responda eso? - Sebastian suspiro mirando a su amo de manera desafiante, no había planeado nada que decirle, era bastante frustrante, pero si la oportunidad se daba, entonces no habría otra más.

-Es una orden. - Le contesto Ciel con aires cansados pese a lo raro que se comportaba últimamente su mayordomo.

-De usted deseo su cuerpo y alma solo para mi, deseo todo lo que es usted...- Menciono el demonio haciendo que su mirar centellara en un rosa brillante.

-Deja de jugar, dime la verdad, y sin mentiras. - Lo calló de nuevo y el demonio suspiro estaba cansado de ese tonto juego humano.

-No tengo por qué decirle mentiras, lo que su mente está escuchando es la verdad. Mi señor, he desarrollado una especie de afecto hacía usted, sea correspondido o no. Seguiré desarrollando mis tareas como su fiel sirviente, y solo eso.

El joven Ciel quedo estupefacto, personalmente siempre sabía cómo responderle a su mayordomo en situaciones complicadas, pero esas palabras lo habían llenado de un sentimiento extraño, algo que se había perdido regresaba.

-Mi señor, yo a usted, lo amo. - Menciono el demonio admitiendo sus sentimientos por el conde, sintiéndose bajo por tal declaración.

La sirvienta de la mansión entro a la habitación nerviosa por sobretodo, una carta de urgencia de la familia de los Middleford.

El mayordomo suspiro y regaño a la sirvienta por tal descortesía de entrar sin tocar primero.

Pasados los minutos el conde había leído la carta y miro a su mayordomo.

-Sebastian, por más que yo quisiera responderte, el tiempo te ha jugado en tu contra.  - El conde acepto sus sentimientos a su manera, pero la carta, la carta impedía a ambos estar juntos.

La razón, el joven conde se casaría dentro de poco, la familia de su prometida había caído en banca rota pese a unos eventos de traición y el prometido de su hija era la única manera de obtener fondos.

El demonio asintió, esa era una de las principales causas por las que ellos no se enamoraban, sus amores casi siempre eran prohibidos.

-Lo entiendo mi señor. - El hombre dio una leve reverencia y miro a su señor antes de salir de la habitación.

Por más que él quisiera luchar por el menor, no podía hacerlo, el se casaría y el solo podía estar cerca de su amado joven como su mayordomo. Se arrepentía por no luchar más.

La fecha de la misión de la reina llego, amo y sirviente partían hacía una modesta mansión, Sebastian estaba callado y Ciel estaba perdido en sus pensamientos, la actitud del moreno había cambiado conforme los días pasaban.

Si fuera humano juraría que eso le había afectado.

-Sebastian, dentro de la mansión, quiero que busques toda la información posible acerca de esta familia.

El mayordomo asintió con una leve reverencia desde su lugar, mas no medió palabra alguna.

Al ver su trayecto casi terminado cerca de la mansión.

-Responde esto, ¿esto de afecto? lo de la boda. - Pregunto el joven aún no cambiando su opinión sobre el mayor jugando con sus sentimientos.

-Preferiría no responder eso si usted ya sabe la respuesta. - Dijo Sebastian para después bajar de la carroza y ayudar a su amo a descender. El joven pensaba lo correcto, el demonio estaba dolido. Como algo tan simple... pero el mayordomo lo quería.

Amo y guardián entraron a la mansión de aquella familia, sin saber muy bien sus intenciones, aunque por ende, sabían que no era nada bueno.

Al entrar al recibidor se toparon con un invitado siendo echado fuera de la fiesta por pasarse de copas. Sin embargo los susurros de las personas al ver llegar al joven Phantomhive no se hicieron esperar. Comentarios bajos de tono, y personas ebrias acompañaron su velada en la mansión aquella.

Mas la noche transcurrió y el tumulto de personas reunidas no eran más que una simple conspiración a con el perro de la reina.

Como siempre fielmente el mayordomo le protegió y saco de la mansión después de terminada su tarea,  caminando por un oscuro tramo el joven pidió caminar por su cuenta, el mayordomo estaba sumido en sus pensamientos, el proteger al menor era una simple tarea. ¿Verdad? El mismo trataba de convencerse que así era, y que entre ellos no pasaba nada.

-Sebastian. - El joven le saco de su ensueño, y el aludido presto atención a sus palabras.- Diga lo que diga el día de la boda, solo tengo a alguien a quien aprecio y ese eres tu... - Dijo el joven con un sonrojo. - Pero no te tomes la libertad de alardear sobre esto.

-Y eso me hace muy feliz mi señor, pero más que nada, no quiero forzarlo a corresponderme.

-Idiota, si te digo esto es porque yo quiero, no porque tú me for...-

El mayordomo se arrodillo y abrazo al joven, el joven señor solo abrazo su cuello, en verdad sentían lo mismo, pero no era el momento apropiado para ambos.

Como siempre ambos tenían un tiempo a solas, el suave beso en el dorso de su mano le causo una sensación de protección a Ciel. No era más que un amor pasajero y consecuencias de su edad. Él  lo veía así pero el mayordomo no.

Transcurrida la noche y al nuevo día. El mayordomo entraba un poco mejorado de su situación a la habitación de Ciel, antes de abrir las cortinas, le dedico una mirada al joven cuerpo, todo un señorito.

Suspiro cansado de ocultar esos sentimientos y abrió las cortinas deseando buenos días por primera vez de una manera diferente, al servir el té el joven tomo iniciativa y halo al mayordomo de la corbata besándolo.

Sebastian reacciono un poco más pasional hacía quela muestra de afecto, llevo las manos de su señor a su cuello y rápidamente lo recostó en la cama.

No tenían nada formal, solo era... como... una relación libre. Causa experimental.

Dejo respirar al menor y continuo con la rutina del día podía parecer una estupidez, pero ese beso le había mejorado el ánimo.

Poco a poco esa rutina se empezó a hacer normal, pero los días pasaban y la boda se acercaba. Mientras ellos se hacían más cercanos, el tiempo pesaba sobre ellos.

Ciel miro al mayordomo disgustado por la situación, sin embargo cambio al verlo con el traje de bodas, no supo interpretar los sentimientos de su mayordomo en ese momento, incluso conociéndolo tan bien. El mayordomo fue afuera del local del sastre y tomo un poco de aire, ese pequeño mundo que ellos dos habían creado en los pasados días se había desmoronado al verlo en ese aparador confeccionándose un traje.

Pero bien había prometido él, seguiría al lado de su amo no importaba la circunstancia que se presentara. Sebastian miro a su alrededor y por primera vez experimento el dolor de lo quera enamorarse como demonio. Su pecho dolía mas no podía hacer nada por detenerlo, creyéndose mejorado entro de nuevo al local con la excusa más creíble en él, el haber encontrado unos gatitos.

Fue bastante creíble para el joven Phantomhive, y de verdad creía que no podía mejorar su situación.

Sebastian lo ayudo a vestirse de nuevo. No estaba del todo feliz con lo que pasaba, aunque debería de estarlo por Ciel.

-Quita esa cara...- Dijo el joven mirando las extrañas emociones que se presentaban en el rostro de su demonio.

-Ruego me disculpe.- Trato de sonreír pero no podía. Simplemente su estado de ánimo no se lo permitía.

-¿Iras conmigo a la boda? - Pregunto aunque esperaba un no por respuesta.

-Haré lo que usted desee que haga. Al fin y al cabo soy su mayordomo. -Dijo saliendo del vestidor y mirando al joven.

-Iras y te explicare luego los detalles. - dijo el joven causando duda en el demonio,

Sebastian asintió dolido, lo que menos quería era estar con su amo el día de su boda, sabía que no era por amor por lo que se casaban. Pero aún así dolía. Dolía que todo fuera asi.

Ciel miro solamente de reojo al mayordomo que cabizbajo, cual crío que hubiese sido reñido momentos antes caminaba detrás de él. Suspiro, el hombre más fuerte del mundo ahora se encontraba en ese estado, y en verdad lo deprimía.

De vuelta en la mansión unas horas después de que la noche hubiese caído, la oficina del conde estaba hecha un desastre por las múltiples ideas de la boda que le había proporcionado su enamorada prometida.

Sebastian fue a petición de su amo, aún se sentía un poco mal desde lo sucedido en el sastre, toco dos veces en la puerta y recibió permiso para entrar.

Miro al conde tomar postura correcta después de terminar de llenar unos papeles en su escritorio.

-Que bien que llegaste, toma asiento. - Sebastian dudo en hacerlo, en verdad no sabía que pasaba por su cabeza al asistir a la oficina de su amo.

-Quiero que discutamos lo que tú harás en la boda.- Sebastian suspiro mirando a su amo algo nostálgico. - Estoy seguro que te gustara. - Dijo el conde dejando confuso al demonio para después proseguir hablando.

-Mi señor, le pido me disculpe si en su hablar le interrumpo pero... No estoy muy saludable emocionalmente si me permite mencionarle. -Sebastian dio su punto de vista acerca de lo que pasaba y Ciel trato de entenderlo.

-Sebastian, si te ordenara que a las palabras del padre, me sacaras de la iglesia...- El mayordomo miro a su amo de manera extraña, no sabiendo concretamente si  lo que decía era verdad o mentira.

-¿Acaso ya no le interesa su honor mi señor? ¿El de su familia acaso? - pregunto el mayordomo temeroso de la respuesta, mas no cambiaría nada.

-Lo estoy. Cada día me esfuerzo por dar el máximo para con el orgullo de la familia. Pero, hay ocasiones en las que me veo forzado. Y temería de estar con alguien más, que no fueras tú. - El corazón del mayordomo dejo de latir por un segundo y asintió, entonces en el corazón del conde aún habían sentimientos.

-¿Mi señor? - El mayordomo medito sus palabras antes de hablar. - Mi señor, con el debido respeto hacia su persona, ¿si se lo pidiera, si pidiera su mano en sagrado matrimonio, usted accedería? - El joven solo cubrió su boca mirando al mayordomo sin saber que responder. Enserio, el amor de aquel demonio, llegaba a tal grado, tal grado que impresionaba.

El joven extendió su mano inconscientemente, el mayordomo le tomo delicadamente, como a la más fina y delicada rosa.  Implanto un beso sobre sus dedos, una pieza de joyería se formo alrededor de su digito anular; era hermosa en verdad, una piedra preciosa de extraño provenir se veía en ella, reflejaba un tono carmesí de un lado y del otro reflejaba un tono zafiro, la pieza era distinta a las demás por ser de un color azabache, un oro negro.

-Sebastian...- El joven se quedo sin palabras solo miro al mayordomo acercársele y abrazarlo como su más preciada pertenencia.

El demonio abrazo fuerte al joven sin embargo solo se limito a llenarle de caricias, lo cernía contra su cuerpo, mientras su contrario se embriagaba de su varonil esencia.

A  la madrugada ambos amantes se hallaban descansando de un cansino día, juntos como sus mismas almas lo estaban. Sosteniendo sus manos, y cuerpos, el joven dormido mientras el demonio velaba por su sueño dormitando.

El sol despertó a ambos mientras se colaba por la ventana dando de lleno en el rostro del más joven, que al despertar, pudo darse el gusto de ver al demonio dormir a su compañía.

Confiaba en que Sebastian lo sacaría de la boda en el momento preciso, que todo sería como lo habían planeado en sus días juntos.

-¿Podría dejar de mirar? Su mirada es un poco pesada...- El aludido sonrojo y se apego mas al cuerpo ajeno, lo quería, como alguien que quiere a un perro. Más nunca se lo diría.

-Tú tienes la culpa. - Le reclamo de manera cansina desperezándose, mientras se estiraba arriba del regazo del mayordomo.

-Buenos días mi señor. - Volvió a besar su mano con delicadeza levantándose de la silla de escritorio. Dejando a su dueño en esta. El chico miro a su nuevo anillo, entonces era verdad. ¿Pero que pasaría con su contrato?  

-Sebastian acerca del contrato, ¿que pasara con el si tu y yo...? -El joven pregunto acariciando levemente el anillo, curioso si se rompería el contrato.

-Deberia saber que pase lo que pase yo estaré con usted, incluso por devoción propia. E incluso el contrato se hará mas fuerte con nuestra unión mi señor.  

-¿y si este acaba, tendrás que devorar mi alma, cierto?

-Las reglas cambian una vez usted y yo nos unamos en matrimonio señor.  Tu vendrás conmigo al infierno una vez tu venganza sea realizada.

El conde medito sus palabras, se preguntaba si todo eso era verdad.  Si Sebastian una vez acabado el contrato lo llevaria a su hogar. 

Suspiro pesado sabiendo que su demonio no decía mentiras a con su señor. Ciel lo miro y antes de poder decir o mediar palabra alguna se vio interrumpido por la maid de su prometida.  Paula.

-Señor Phantomhive. Su prometida esta lista - menciono esta haciendo que el semblante del demonio cambiará.

-En unos minutos partimos Paula Gracias. -El conde suspiro dejandose caer en la silla. - Sebastian. Por favor.  Cuando el padre lo diga...  quisiera que me sacaras de ahí. 

-Si, mi señor. - Por fin el mayordomo se tomo la tarea de sellar su pacto mediante un apasionado beso que hizo estremecer al mas joven. 

Notas finales:

Bine ati venit la fanfic!

Bienvenidos sean todos mis adorables personitas.

Espero esto sea de su agrado, y sigan esta lectura, porque les prometo mucho.

Dejad un review que ayuda muchisimo para seguir, muchisimas gracias por leer.

 


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