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Seres Encadenados por William Michaelis

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Notas del capitulo:

Vengo a advertirles mis queridas niñas, que en este capitulo hay lemon bastante explicito.

Sepan de ante mano, que en el escrito hay dos enlaces, que si no funcionan, me veré halgado que escuchen ambas piezas de música buscandolas.

Aunque yo les quise ahorrar esa tarea.

Johann Christian Bach - Quartet in B Flat Major (2)

Tchaikovsky - Waltz of the Flowers

Su cuerpo lo aprisionaba sobre la cama después de habérsele declarado y de haberle profesado amor eterno.

Los besos en su cuello no se hicieron esperar, aun su cuerpo se conservaba como el de un señorito y estaba seguro que le dolería fuera de todas esas emociones que estaba sintiendo.

Sintió la mano de su querido demonio acariciar su trasero por fin dándose el lujo de conocerle cada detalle. Sus dígitos acariciaban aquel débil punto del joven arriba de él, sin embargo con los insertaba del todo. Solo planeaba hacerlo sufrir. Levemente gimoteaba inexperto en aquel tema del que ahora era practicante, besando a su mayordomo, el demonio le correspondía con avidez, repetidas veces jugando con la lengua del menor y aún así dominando la cavidad del otro.

Cuando el  pelinegro se hubo levantado de su lugar para reafirmar su tarea finalmente pudo introducir sus dígitos en la entrada del menor que sin duda algún gimoteo tanto de placer como de dolor. Destrozando un poco su orgullo, Ciel miro el abultado pantalón de su pareja, sintiendo como su pequeña cavidad era dilatada por los dígitos de su prometido.  Seguido de sentir los besos alrededor de su espalda baja. Eso sin duda le demostraba cuan amaestrado estaba en el tema.

El siguiente dedo de su pareja se introdujo de golpe en su cavidad, ya no sentía tanto dolor como antes, aunque esperaba que aquel mástil no fuera peor de lo que había fantaseado como adolescente. Sentía los dígitos entrar y salir sin cuidado alguno.

Entonces paro miraba la sonrisa de placer que tenía Sebastian. Aunque rogaba que no parara en ese momento, ya que su miembro estaba a punto de terminar.

"Mi señor, aún no he empezado..." Le llamo la atención el demonio a lo que ágilmente se desnudo dejando ver lo que para Ciel era el cuerpo perfecto.

Tomaba unas toallas de fina categoría y seguido lo tomaba a él dirigiéndolo a una puerta amplia de la habitación donde una enorme tina yacía en el centro, veía el rededor de lo que era el cuarto de baño, por su mente pasaban unas ideas bastante estúpidas que pensaba preguntarle a su demonio, pero las descarto luego. El demonio se arrodillo al suelo y el agua comenzó a fluir. La bañera parecía sacada de alguno de sus cuentos de historias antiguas, del imperio romano o algo por el estilo. El mármol recubría el piso y la bañera misma, el hombre dejo las toallas de baño en un mueble de caoba al lado de la tina, entonces tomo al chico y sonrió.

"Me place saber que entrando en esa bañera, serás mi único compañero."  Le dijo susurrando a su oído entonces fue depositando besos a lo largo de su cuello y espalda.

"Seré tuyo en cuerpo y alma"  Le dijo encarándolo y finalmente fue depositado en la tina con suavidad Sebastian lentamente se introdujo con él, tomo con delicadeza su cuerpo, el chico se había replegado a él sentándose en su regazo. Los besos que antes inocentes se daban ahora estaban cargados de pasión y lujuria, Ciel había logrado despertar ese instinto de su demonio, veía como con rudeza lo besaba tratando de ganar la batalla dentro de su boca, al separarse un pequeño hilo de saliva  los unía.

Decidió que ya era suficiente de juegos y entonces atrajo mas su cuerpo al de su amante, haciendo que la punta de su virilidad rozara la virgen entrada del chico, sonrió al ver a su pareja gimotear de manera abrupta quizás empujándole un poco en el acto.

"¡Sebastian!" Le escucho decir su nombre mientras gimoteaba de dolor, eso lo había llenado de dicha, pero ahora tenía que esperar. Esperar que la entrada del menor se dilatara  lo suficiente para que pudiera embestirle. Tomo el pequeño falo de su prometido y lo comenzó a masturbar lentamente, tratando de hacerle caer en el placer.

El miembro del joven Ciel comenzó a derramar líquido pre-seminal, tiempos atrás le había costado llegar al éxtasis solo. Pero teniendo enfrente a su mayor pasión, ¿quien se resistiría?

Sintió como la virilidad de Sebastian de una sola estocada daba en ese punto que lo hacía delirar, Ciel se limito a aferrarse de sus hombros mientras aquel demonio le proporcionaba el mayor de los placeres. Sebastian le embestía con suavidad al principio, pero la estreches del menor le pidió de mas a su cuerpo. A sí mismo al del joven que cada estocada que daba su amor dentro de él, le parecía una tortura, pues el mismo creía que perdería su cordura en algún momento.

Las manos de su joven amante  se entrelazaron en su cuello al momento de su éxtasis. Pero la noche aún se mantenía joven y ambos deseaban más.

"Te haré mío hasta que me implores que me detenga..." Le sonrió de la manera más macabra que pudo entonces lo saco de la tina, el haberlo llevado ahí era solo para que el cuerpo del menor estuviera mas... manejable y relajado al momento de penetrarlo.

Pronto al joven lo arrojaron a la cama imperial siendo incluso más amplia de lo que ambos cuerpos ocupaban. Sebastian se sentía en su propio éxtasis, haciendo delirar de placer al más joven.

Se sentía con el deber de hacerle pertenencia suya y que todos lo supieran, pronto marcas de sus dientes se quedaron dibujadas en el cuerpo del menor, clamando a aquel ser como suyo.

Sentía las uñas de aquel joven arañar su espalda e incluso a aquel no le molestaba, era la forma en la que su joven amor le estaba marcando.

Para ser la primera vez que el señorito Phantomhive tenía relaciones sexuales con alguien, no lo estaba haciendo tan mal, al menos eso pasaba por la cabeza del demonio. Que por cuarta vez había acabado dentro del de grisácea cabellera.

Con la respiración agitada el joven miro al demonio que descansaba en su regazo, tal y como antes, su piel de mármol ligeramente emperlada por el sudor. Para él no había hombre más hermoso que ese que yacía ahí.

Finalmente se dejo caer, sus sueños se tornaron en pesadillas al sentir que aquel al que tanto amaba le dejaba de lado. Mientras que alguien más tomaba su lugar en los brazos de aquel demonio que le había hecho suyo una vez, pero, no todo era correcto, el tenía años más en su vida y veía las cosas de manera extraña. Como si todo fuera verdad. Rápidamente el joven despertó viendo al mayor regresar del baño con toda la tranquilidad del mundo. Se trato de mover pero el agudo dolor de caderas se lo impidió.

-¿Que me hiciste? - Le pregunto mientras veía su cuerpo lleno de moretones y mordidas. No le molestaba en absoluto, incluso le gustaba saber de quién eran esas marcas.

Sebastian frunció el ceño y se sintió incluso mal, quizá había sobrepasado el límite con hacerle saber quién era ahora el amo y quien el que le servía.

-Lo siento, no creí... que te podía hacer tal cosa... te puedes quedar en cama Ciel, solo cierra la puerta con seguro, tengo que salir a hacer unas tareas...

-¿Técnicamente no puedo salir del castillo, verdad?  - Le pregunto pero el demonio solo atino a quitarle el parche que tiempo atrás cubría su contrato. 

-Si puedes...  inclusive puedes tomar a una escolta para que no te suceda nada. Pero realmente dudo que quieras salir de ese modo...- le sonrio de manera pícara a lo que el joven de cabellos grises sonrojo inmediatamente.

-Me quitas la poca libertad que tenía para traerme aqui...  donde permaneceré encerrado... - le reclamo enojado mirandolo sin expresión alguna.

-No te pongas de ese modo.  Ciel, si por mi fuera... te hubiera llevado a otro lugar... pero... de ser asi no estariamos juntos. -suspiro cansado de esconder todo lo que pasaba en su interior.

-Aún así me estas... - El demonio no vio otra oportunidad que besarlo estaba acongojado también.

-Te prometo que en cuanto te recuperes iremos a otros lugares...  - Ciel se limito a asentir, si era de la boca de aquel demonio, creeria lo que fuera.

Sebastian partio esta vez con el aspecto de un  noble y no un caballero del ejercito, tenía que hacer varias tareas fuera del castillo, solo para ganar la confianza del pueblo a con sus decisiones en el futuro.

Ciel se quedo en el castillo por lo consiguiente, el haber dormido hasta la tarde misma le proporciono un alivio de aquel acto sexual, aburrido de la habitación y de conocer esta a detalle, miro la puerta, Sebastian le había dicho que no podía salir del castillo, mas no de la habitación, miro el parche en el tocador y frunció el ceño, no sabía si aún debería portarlo o no. ¿Pero Sebastian se sentiría orgulloso de que el mostrara eso como marca...verdad?

Suspiro y lo dejo ahí levantándose de la cama  incluso aún con un poco de dolor. Miro alrededor y se vistió de manera adecuada, en cuanto viera a Sebastian le preguntaría donde podría conseguir más ropa, aunque personalmente algún día tendría que independizarse por completo de él.

Bajo los escalones que daban a la biblioteca antes de acceder a la habitación del príncipe y miro con detención los libros que ahí se hallaban, uno llamo su atención, tenía cadenas, la inscripción en latín en el lomo de este lo detuvo. Desvió su vista y siguió caminando al salir de aquella biblioteca sus pasos se vieron guiados alrededor del castillo, trataba de explorarlo al  máximo.

Al salir de la biblioteca aquella pudo ver  los extensos corredores, preguntándose a si, para donde partir primero, sin ser visto obviamente, solo se sentía aventurero y con ganas de explorar el castillo.

Un hombre con una armadura parecida a la de un samurái le detuvo, no portaba casco, en lugar de eso una venda de color rojizo se ceñía en sus ojos, dejando ambos extremos sobrantes sobre sus hombros. El hombre se veía bastante viejo, pero con fuerza y completo. Su cabello tan gris como su barba y su traje de colores rojizos oscuros y negros. Frunció el ceño al sentir al joven.

-¿El joven Phantomhive? - Pregunto el samurái a lo que el joven no sabía cómo responder. Por lo que él pensaba, era que el hombre estaba ciego.

-S-Si, Ciel Phantomhive.- Le respondió tratando de comportarse de manera adecuada. Sentía respeto por aquella persona, entonces vio una espada en su espalda, pero podía acertar que esta misma no era fabricada por manos humanas, tres brillos de color naranja se presentaban.

-¿Te interesa Sento? - Le pregunto el hombre, y Ciel solo pudo atinar a responder con una ligera mueca de inconformidad.

-¿Cual es su nombre? - Pregunto Ciel tomando una postura más firme como esposo del príncipe.

- Kenshi...- Le dijo el hombre haciendo una leve reverencia, sabía que el jovencito delante de él era su objetivo.

-Señor Kenshi. ¿Usted, tiene alguna obligación especial en el castillo? - Le pregunto con un poco mas de seguridad.

-Su, esposo, Señor Phantomhive, me ha enviado para protegerle. -Le dijo de manera tranquila a lo que Ciel solo pudo maldecir por la desconfianza de Sebastian al ser tan sobreprotector.

Desconfiaba de aquel hombre, porque aunque fuese ciego, podría ser peligroso, con esa espada en su espalda, no se fiaba de él.

-Habrá alguna manera de... como decirlo, dejar de seguirme señor Kenshi...- Frunció el ceño y se detuvo al estar en el patio trasero del castillo.

-Mis órdenes fueron claras señor Phantomhive. No puedo dejarle, incluso si usted lo desea. - Ciel frunció el ceño cansado de esa situación.

-Pero Sebastian te ordeno que me protegieras... No que me sí...- Cubrió su boca al haber dicho el nombre dado a aquel infernal príncipe. Pensó que sería una deshonra a aquel hombre.

-Su esposo me informo bien señor Phantomhive, y deberá saber que todo podrá estar seguro conmigo, dijo que necesitaba de un nuevo sirviente.

-¿Que te hace pensar que dejare que me sirvas? - Le pregunto con altanería, cada vez se hacía peor esa situación.

-Que usted no tiene escapatoria de este lugar, y que al igual que usted pronto será, soy un hibrido señor, mitad humano y mitad demonio. - Frunció el ceño dejando de lado la paciencia que tenía, aquel muchacho le estaba fastidiando.

Ciel por su parte estaba estupefacto, ¿demonio? Tenía entendido que al casarse con Sebastian el contrato de ellos dos se fortificarían. Más nunca menciono que él se volvería demonio.

-Explícate... Eso de ser demonio... ¿dejare de crecer? - Le pregunto de manera abrupta queriendo encontrar respuestas a sus actuales dudas.

-Ahora nos entendemos, le diré todo lo que quiera saber, pero no aquí afuera, en los aposentos del señor Carnivvean.

-Bien, ven conmigo. - Le dijo para llevarlo a la habitación de Sebastian donde se quedaron conversando alrededor de una mesa, que mostraba el infierno, podría decir que una maqueta, representando este, y sobre todo bien hecha.

Kenshi tomo asiento en una silla y por lo tanto Ciel se mantuvo de pie, seguía la desconfianza en aquel hombre.

-¿No tomara asiento? Tenga en claro que mis intenciones son claras, si es por lo que gusta comenzar, si yo tratara de atacarle, usted no se enteraría. - Ciel llevo una mano a su cabeza y frunció el ceño mirándole, la voz de Kenshi, resonaba dentro de sus pensamientos, ¿como?, era su pregunta. -Tengo a mi favor telepatía mi señor, no habrá problema en que yo instruya sus habilidades algún día, y como su sirviente, creó que no habrá más remedió.

Aquel hombre sonrió y se removió en su silla, la voz de los pensamientos había cesado.

Ciel tomo la silla al otro extremo de la mesa y trato de conservar sus modales, al parecer estaba tratando con un demonio decente, y nada vulgar a como imaginaba el infierno.

-El señor Carnivvean le debió de haber informado de que si ustedes dos, formalizaban su unión su contrato se haría más fuerte, pero creo que ambos no estaban informados de que al hacerlo, esa unión te convertiría a ti en un hibrido. - Se omitía unos detalles por pura diversión, había pasado tanto tiempo 'vivo' que necesitaba un poco de entretenimiento.

-Eso ya lo sé, ve al grano, ¿que pasara conmigo y con él? - Le pregunto mas aquel hombre solo sonrió.

-Tendrás que aprender a cazar, o morirás de hambre como todas las almas en pena que yacen en los barrios bajos. En cuanto a él, tendrá que cuidarte de manera más cautelosa, sufres el cambio... como la metamorfosis. Tendrás cambios físicos, hormonales y mentales. - Suspiro de manera cansina, Ciel se veía intrigado por aquel tema, por supuesto, el era humano. Tendría curiosidad de todo y nada a la vez.

-¿Tendré que consumir almas, como todos los demás verdad? Para completar el proceso...- Kenshi asintió abriendo las puertas de la biblioteca con un aura azul y revelando a Sebastian detrás de esta.

-Joven Príncipe, no cree que espiar las conversaciones ajenas sigue siendo de mal gusto. - Ciel los miro a ellos dos, al parecer el samurái tenía más tiempo ahí de lo que creía.- Sin duda usted es hijo del rey... igual a su edad.

-Kenshi, viejo hombre no deberías de... de seguir protestándome como a un niño. Estoy a punto de casarme. -Le dijo yendo al lado de Ciel, tomando su mano.

-Y estoy orgulloso príncipe, sabe que usted siempre será un hijo para mí. - Ciel los miro a los dos, parecía que aquel hombre tenía más años de lo esperado, y lo sorprendía, pero no sabía que sentir acerca de Sebastian, aún se sentía extraño, sabía que algo malo ocurriría en la estancia ahí tenía un mal presentimiento.

-Te puedes retirar Kenshi, tengo unos asuntos que hablar con el joven Ciel. - Sonrió con sorna tomando su barbilla entre los dedos mientras el hombre se retiraba, dando una reverencia al final.

-Déjame adivinar, tu padre, no es tu padre, y el te crió como su hijo, a él lo convirtió en demonio un súcubo. Y como él se decepciono de ella, se dispuso a hacer fechorías hasta que tu padre lo atrapo y lo puso a su servicio. - Sebastian estaba impactado, mas unos aplausos por la destreza del chico en aquel pensar fueron hechos.

-¡Bravo! Debo admitir, que es verdad... Mi relación con el rey no es muy cariñosa, nací cuando él derroco al tirano de su hermano, sin embargo...- Frunció el ceño al escuchar un leve crujido. -Ven conmigo, tengo que contarte algo...- Ciel lo miro estaba actuando muy extraño, comprendía que era por lo que pasaba, pero lo sentía más lejano que cuando eran sirviente y amo.

Sebastian lo llevo a la habitación y le mostro unos conjuntos nuevos de ropa que destacaban en el negro y en el azul, un azul zafiro hermoso, no tenía ni la menor idea de cómo usarse, pero si veía bastante ropa para un solo conjunto.

Desde la inmaculada camisa de seda, hasta el pañuelo de azules claros, todo era perfecto. Sebastian lo desvistió con agilidad y lo llevo al cuarto de baño dejándole ahí ordenando los otros conjuntos.

-¿Por qué haces todo esto? - Pregunto Ciel, en verdad aquellas ropas se veían mejores de lo que lucían los nobles en Inglaterra.

Sebastian no le respondió nada solo lo saco de la tina donde había estado y lo llevo al cuarto vistiéndolo cuidadosamente, al observar la estatura del chico sonrió, ahora casi lograba alcanzarlo, era bastante "lindo" para él.

Al haber crecido tanto, esperaba que aquel saco de cola que había escogido le quedase bien, sus gustos eran mejores que los de los humanos, eso era increíble.

Al colocar el chaleco se aseguro de hacerlo a la perfección admiro a aquel joven, que ahora lucía mas apuesto en aquel traje, lo aseguraba, era cada día más hermoso.

-¡Sebastian! - Le sonrió arrojándolo a la cama sin ningún deje de delicadeza, el chico sonrió y le beso con pasión, era un beso necesitado.

-Ciel Phantomhive, antes, no sabía qué hacer contigo... - Le sonrió mientras juntaba sus labios de nuevo en otro beso.

-Sebastian, ahora no se qué hacer sin ti...- Le dijo bien sabiendo lo que su mayordomo iba a decir. Al levantarse de la cama vio la formal vestimenta del demonio, toda en detalles negros y esa rosa azulina. Se preguntaba de donde la había sacado.

-¿Me acompañaría en esta velada, mi señor? - Le dijo mientras tomaba su mano besándola con delicadeza.

-Que tramas...- Le pregunto mientras ambos se dirigían hacía el salón principal del castillo, escuchaba muchos murmullos y eso le inquietaba, vio uno de los sirvientes del castillo con una máscara, era solo la mitad de arriba, pero aquellos ojos violáceos inquietaban sus sentidos.

-Muchas gracias. - Escucho decir al pelinegro a su lado, mientras veía como el sirviente abría una caja de oro en sus manos y les hacía entrega de una máscara por su igual.

Sebastian recogió la suya, una máscara que por ende reflejaba su verdadera naturaleza, hecha en oro negro se cernía con un pico al final. Mientras tanto con la de Ciel podía decir con certeza que era más pura, la mirada azulina le hacía un favor al colocarse aquella mascara de negra procedencia. Sin embargo se sentía sofocado por esta.

-Mi señor, está llegando tarde al baile. -Escucho la voz de Kenshi de nuevo, había pasado un rato. Lo miro, portaba, portaba una máscara que al parecer el diseño de una creatura mitológica parecía tener. Un dragón.

Sebastian suspiro y asintió al pasar por unas puertas todo el salón se podía apreciar desde el palco aquel, los invitados hicieron una reverencia tanto al príncipe y a su pareja como al rey y reina, que una máscara de un lobo y loba portasen en dorado y detalles finos en azul.

-¡Salve el rey y la reina! - Escucho decir a la multitud debajo y pronto miro a los palcos que ubicados a como la rosa de los vientos dictaba veía a las otras familias.

-Sebastian...- Le llamo la atención. Sin más veía a cuatro guardias en la puerta de su palco, y también al samurái ahí, sus ojos destellaban un blanco en ambos.

-Cariño... Acostúmbrate a llamarme por mi nombre.- Le dijo mientras observaban en silencio el baile de los invitados. Hablaban en susurros.

-Carnivvean. ¿Quiénes son esas personas en los demás palcos? - Le pregunto sonriendo.

-¿Ves a los señores del este? - Le pregunto mientras trataba de disimular su habla. -Son los señores del Bosque Ethona, actualmente su estado civil está en guerra, por lo que me conto mi padre con el norte. No es algo que nos afecte a todos, a no ser porque muchos de sus mercantes nunca llegan con la mercancía completa, o simplemente fallecen en el trayecto. Nuestro reino permanece neutral. Se especializan en el comercio de comida, como podrás saber, toda preparada a base de almas, muchos bandidos atacan a sus mercantes camino. El rey y la reina: Valentine y Kateryn. La guerra civil empezó por los bandidos.

-¿Aquellos dos del norte? - Le pregunto mirando como sus ropas eran de colores vivos como el mismo fuego.

-¿Christine y Reynard? Son gente de muy pocas pulgas mi señor, de orden puro y perfecto, sus hijos son unos mal agradecidos, tiempo atrás por ellos se inicio la guerra con el reino del este, por cortejar a la hija del rey. Si algún día me cede la oportunidad en una gala, le llevare con ellos. Podría decir, que es la versión demoniaca de su tía Frances. Su reino se basa en la economía y en la ciencia, son gente de poder mi señor, y nosotros tenemos buena relación con ellos.

-¿Qué me dices de los del oeste? ¿Se rigen por algo? - Miro a aquellos ataviados en ropas grisáceas parecidas a la de monjes, ya se imaginaba lo que diría Sebastian de ellos.

-La mujer del 'rey' murió por causas extrañas hace unos años atrás, él es mitad mujer y mitad hombre, el rey Olivier, sin embargo su pueblo está bajo régimen de cultura y pacifismo, el castillo está ubicado en la cumbre más alta de la región, y solo algunos demonios han podido cruzar sus puertas, se dice, que ellos tienen el régimen sobre el portal al cielo, pero es solo un rumor, bajo aquellas montañas acobardados se encuentran las personas que alguna vez fueron humanos. Rogando el perdón del rey. ¿Ves como conserva la corona del rey y la otra de la reina por la mitad? Las leyendas a veces son acertadas. - Sebastian acalló por un instante mirando a alguien de mala forma, miraba a uno de los invitados con odio puro.

Ciel se dio cuenta de esto de inmediato puso atención, su prometido empuño una daga en su mano y frunció el ceño.

-Kenshi...- Le susurro al hombre, que rápido acudió a su llamado. - Esta aquí, avisa a los guardias, no causes un problema. - Le dijo reclamando un poco su punto de vista.  Su mano detuvo un cuchillo que iba directo a su joven amo.

-¡Cimeries Carnivvean! - Los invitados se hicieron a un lado y dejaron al hombre en el centro, ataviado en colores purpuras el hombre de cabello castaño y traje formal miro con odio a su hermano.- Ven acá y pelea como un hombre.

El rey estuvo a punto de detener aquel burdo espectáculo pero se detuvo al ver al príncipe bajar tan galantemente de aquel palco. Detenido por la reina misma, el joven de cabellos castaños, anteriormente hubo dañado el honor de la familia, y pagaría por ello.

-Te atreves a aparecer aquí, en mi boda, engendro...- Frunció el ceño moviendo un poco una espada de negros colores y empuñadura de plata en su cinturón, asi mismo controlando al demonio presente ante él, sometiéndolo de rodillas. - Algún voluntario, que desee un alma en pena...

-¡Príncipe! - Reclamo el rey de las montañas, mirando con bajeza aquel sangriento espectáculo que pronto se daría. - Ruego su perdón ante aquel hombre que yace ante usted, pues yo me encargaré de su castigo y su condena. - Dijo el hombre descendiendo de su palco y mirando a ambos príncipes.

-El no merece perdón alguno, Lord Olivier. Tomar lo que no era suyo para con su reino, y para con su reina, es una deshonra que me vería encantado de hacerle presenciar.

-No todos los asesinos son incorregibles señor Carnivvean.  - Le dijo sosteniendo su brazo entonces viendo como dejaba de lado su mano en la espada y le daba el permiso para llevárselo. A regañadientes miraba las manos de su hermano encadenadas detrás de su espalda con un augurio negro.

Ciel suspiro cansado de esa situación entonces sintió un escalofrió, en ese instante miro a Kenshi detrás de su espalda y dio un giro, los demás reyes no parecían tan contentos a con la decisión de Sebastian.

Algo demasiado malo, había perjudicado a los reinos, y se temía que era por aquel hombre que anteriormente estuvo con él.

Kenshi tomo su hombro y lo saco del palco.

-Señor Phantomhive, estamos unos minutos retrasados... quizás por mucho, pero su ceremonia ya debería de estar dando curso. - Miro al peligris fruncir el ceño y Ciel exactamente temía atarse a aquel demonio, y en verdad estaba nervioso, incluso cuando ambos ya se habían entregado en cuerpo y alma.

Kenshi tomo del brazo a Ciel y lo llevo escaleras abajo entrando al salón ahora por la planta baja, Sebastian lo esperaba en el centro y Kenshi hizo una reverencia entregándole al príncipe su pertenencia.

-¿Estás nervioso? - Le pregunto tomando su mano y tomando su cintura con la otra.

-Bastardo, sabes que yo no sé bailar... Te atreves a sacarme as-

-Sus lecciones le habrán servido de algo, sepa que después de esto le haré mío en la cama, de nuevo. - Le sonrió con sorna mientras los músicos hacían cantar sus instrumentos.

-¿Esa es la pareja del Lord Carnivvean? - Musito el rey del bosque, mirando el baile de la pareja a ser.

-Al parecer mi señor, eso es lo que dicta. - Le dijo uno de sus sirvientes mientras se inclinaba un poco a la altura de su amo.

-Quiero conocerlo luego en el banquete. - Dijo mientras el mayordomo se retiraba a hablar con el caballero del príncipe de hielo.

El rey de hielo se levanto de su asiento y acerco al palco, mientras la pareja del centro se hallaba en su propio mundo.

-Si me lo permites esta noche he de dar mi bendición a con mi hijo y su matrimonio. Deseándole así la eternidad y prosperidad a su lado, como el deseo de darles el permiso a la unión.

Para esos momentos Ciel temblaba en su lugar, su respiración se había agitado un poco. En verdad estaba ocurriendo. La música de los instrumentos sonó de nuevo mirando al rededor de sus digito anular izquierdo un nuevo anillo.

-Que su relación sea duradera príncipe. - Dijo el rey antes de volver a su lugar, la danza entre ambos continuó mientras un pequeño ósculo en su mejilla fue depositado.

-Sin importar que decidas, o a donde te dirijas, sabes que siempre tendrás mi apoyo, Ciel Phantomhive. - Le susurro al oído mientras otras parejas de los invitados se unían a aquella danza.

Sin importar lo que pasará. Ellos dos estaban encadenados para siempre como sus almas mismas.

 

Notas finales:

¿Les gusto?

¿Me subi al tren del mame con el lemon?

¿O me subi al tren del mame con las canciones?

Dejenme saber si les agrada porque estoy inspirado

:3

Un besaso y hasta la siguiente :3


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