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Hilo rojo del destino por Laet

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Capítulo 3

 

  París, la ciudad de la luz. La ciudad del amor. Sonrió interiormente. Ya no le daba reparo pensar en aquella palabra.

  -Entonces, ¿le has escrito sobre mí?

  Pierre y él trabajaban juntos, hombro a hombro. Tras declarársele en el puente, el francés le había besado, y Ray se sorprendió a sí mismo disfrutándolo. El joven europeo se había quitado un enorme peso de encima al reconocer sus sentimientos, y ahora eran casi inseparables.

  -Kai es la única persona con la que he mantenido el contacto. Le he contado mil tonterías en todo este tiempo, no voy a guardarme lo importante.

  -Hmm…

  -¿Qué pasa?

  -Me preocupa lo que pueda decir.

  -No va a decirme que te deje ni nada parecido. Y aunque lo hiciese eso no significa que vaya a hacerle caso. ¡Listos los segundos de la siete!

  -Me alegro. Por cierto, he conseguido entradas para esa exposición de fotografía contemporánea.

***

  Se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano. Todos sus músculos protestaban por el esfuerzo, pero estaba satisfecho. Dranzer y él seguían en forma. Yuri se había tumbado en el lado opuesto del plato, tratando de recuperar el aliento.

  -Te estás volviendo blando –comentó burlón.

  El pelirrojo inspiró hondo.

  -Lo siento si no entreno las veinticuatro horas, algunos tenemos vida –se incorporó con una mueca de dolor.

  Kai se puso en pie, estiró los brazos y rotó las articulaciones de hombros y cuello. Se dirigió a otra de las zonas de la sala de entrenamiento, plagada de obstáculos para mejorar la precisión de los movimientos del blade. Estaba concentrado en lo que hacía, pero eso nunca le había impedido ser consciente de lo que le rodeaba, por eso no se sorprendió de oír la voz de su compañero a pocos pasos de él.

  -Sé que te molesta que te lo diga, pero me preocupas. Cuando no estás trabajando, entrenas. Tienes que descansar, relajarte… antes de perder la cabeza.

  -Estoy bien… -masculló.

  -Sí, comparado con un zombie eres la viva imagen de la salud.

  -Ahora no, Ivanov.

  El pelirrojo notó la tensión de su voz.

  -¿Ha pasado algo?

  El bicolor entrecerró los ojos y Dranzer soltó una llamarada, no tan violenta como en una batalla, pero lo bastante para sobresaltar al joven de ojos azules. Decidió esperar a que se suavizase la rigidez de los hombros del dueño del fénix antes de seguir hablando.

  -Eres mi amigo, Kai. Nunca te lo decimos, pero nos importas –oyó que respiraba profundamente.-Si tienes algún problema, me gustaría ayudarte. Pero no puedo si no me dejas.

  -No puedes ayudarme –respondió por fin, sin girarse a mirarlo.

  -¿Es por la persona con la que querías algo más?-asintió con la cabeza.-¿Qué pasó?

  Kai suspiró. Recogió su blade y por fin se volvió hacia Yuri.

  -Fue en el último campeonato. Tuve un lío con… con Ray.

  Al pelirrojo casi se le cae la mandíbula al suelo.

  -Pe-pero… ¿no estaba con la borla de pelo rosa?

  El bicolor soltó una risita.

  -Tuvo algunos desencuentros con ella y con el resto de su equipo. Así que nos volvimos más cercanos.

  -Ya… “más cercanos”-dibujó unas comillas con los dedos.-¿Es un eufemismo para “me enamoré como un idiota”?

  -Yuri –gruñó, pero interiormente tenía que admitir que era cierto.-El caso es que él no sentía lo mismo. Quería algo más y decidió recorrer mundo para buscarlo -se pasó una mano por el pelo.-Todo este tiempo hemos estado en contacto por correo. Soy el único con quien aún tiene relación, y en el fondo creí…

  -Creíste que volvería contigo –ladeó la cabeza.-¿Y ahora?

  Kai soltó una risa amarga.

  -Ahora está en París con un tal… Pierre –escupió el nombre-, y me paso el día entre el trabajo y los entrenamientos, porque cada minuto que tengo libre pienso en ir y arrancarle la piel a tiras.

  -Bueno, es una opción. Pésima, pero una opción. ¿Qué te ha dicho del tal Pierre?

  -Por lo visto trabajan juntos. Empezaron mal, porque el tío de Ray es el jefe y lo contrató como su segundo…

  -Caray con el gato.

  -…Pero le plantó cara, consiguió que le respetasen, y después de una semana el francesito se le declaró.

  Yuri hizo un gesto de dolor.

  Kai alzó los brazos, impotente.

  -¿Alguna sugerencia?

  -Descartados el asesinato y el suicidio… yo aprovecharía el viaje a París de la semana que viene para comprobar si está tan enamorado.

  -Sí, como que va a dejarlo y caer rendido en mis brazos –dijo con sorna.

  -Si no funciona, siempre puedes recurrir al degollamiento.

  -No puedo hacer eso, Yuri –esbozó una sonrisa derrotada.-No puedo ponerle la vida patas arriba sin más ni arriesgarme a hacerle daño por nada.

  -Por todos los demonios Kai, piensa un poco en ti.

  -Ya lo hago –lo miró con extraordinaria seriedad, incluso para él.-Puedo soportar que no me corresponda… pero no perderle como amigo.

  Se giró hacia el campo de entrenamiento y lanzó de nuevo su blade.

  Ahora no quería pensar en nada más.

***

  Su relación con Pierre era algo novedoso. En el restaurante, Ray era su superior, pero fuera el europeo cuidaba de él. Lo mimaba y lo trataba con delicadeza. A veces tenía la desconcertante sensación de que lo trataba más como a un hermano que como a su pareja. Pero en general disfrutaba de su compañía.

  Tal vez hubiese encontrado por fin su lugar.

  -¿De verdad no te ha gustado?

  -Era muy… ¿cómo lo llamáis? Conceptual –dijo el pelinegro con sorna.-Con la de cosas hermosas que se pueden fotografiar y casi todo eran figuras a contraluz y sombras. Y la de aquella lata oxidada titulada “Eternidad” –hizo un gesto grandilocuente con las manos y se rio.-En realidad no estaba tan mal, pero no era lo que esperaba.

  -Ya, intenta suavizarlo ahora.

  Volvió a reírse.

  -“El hilo rojo del destino” estaba bien -comentó.

  -¿Un hilo rojo es lo que más te ha gustado?

  Ray se sentó mejor en la silla de la terraza y removió su té con la cucharilla.

  -En Japón existe una historia de que las personas están unidas a su alma gemela por un hilo rojo que no se puede ver.

  -¿Si no se puede ver, por qué rojo?

  -Es el color más asociado al amor –se encogió de hombros.

  -Me gusta eso de estar unido para siempre a alguien –sonrió Pierre con dulzura.-Estar siempre juntos.

  El oriental alzó las cejas.

  -En realidad no implica que están siempre juntas, sino que hay una conexión entre ambos, y que el destino los llevará a encontrarse.

  -Pero cuando encuentras a alguien a quien amas hay que luchar por permanecer juntos. ¿Cómo puedes amar a alguien que no está?

  Un bufido despectivo lo interrumpió antes de que pudiese replicar. Por la cara de Pierre, que estaba de frente a la mesa de la que había surgido, supo que iba por su conversación. Se giró con toda la intención de amonestar a quien quiera que fuese…

  …Pero se encontró de frente con un par de iris color rubí, y su corazón se olvidó de latir.

  -¿Kai?-su voz salió estrangulada, por la presión que notaba en el pecho.

  -Ray… -casi suspiró el ruso, tan sorprendido como él.

  Cuando su cerebro fue capaz de procesar la información, se dio cuenta de que el bicolor no estaba solo. Yuri estaba con él, y por alguna razón le molestó ver a los dos rusos, a solas, en una terraza de París.

  -Ray, ¿estás bien?-la voz de Pierre lo sacó de su ensimismamiento.

  -Sí, es sólo… -volvió a centrar su atención en Kai.-No me dijiste que vendrías aquí. ¿No recibiste mi carta contándote que estaba en París?

  -Es un… -carraspeó-, un viaje de trabajo. No contábamos con tener tiempo para visitar la ciudad, por eso no te avisé.

  -Al final se canceló una de las reuniones, y decidimos airearnos –explicó el pelirrojo.

  -Ya veo –murmuró.-Oh, por cierto, él es Pierre Mercier. Pierre, ellos son Kai Hiwatari y Yuri Ivanov.

  -Encantado –dijo el francés, forzando una sonrisa.

  -¿Cuándo os marcháis?

  -La semana que viene vamos a Londres –contestó Yuri.-¿Tú irás?

  -¿Yo?

  -¿No te has enterado del torneo de beyblade?

  -Pues…

  -¿Esa chiquillada de los trompos? No podéis hablar en serio –intervino Pierre. El oriental temió sinceramente por su vida.-Ray tiene cosas más importantes a qué dedicarse –el aludido notó una punzada al oírlo despreciar una de sus grandes pasiones.

  -¿Te has retirado?-inquirió el bicolor con suavidad, ignorando deliberadamente al otro.

  -Hace mucho que no juego. Viajando me encontré con algunos bladers, pero no he participado en una competición desde el campeonato de…

  No pudo evitar que algunas imágenes de Kai cruzasen por su mente. Luchó por no ruborizarse.

  El pelirrojo chasqueó la lengua.

  -Lástima. Habría sido interesante. Bueno, ya que no tendremos ocasión de vernos, ¿por qué no nos haces de guía?

  De haber sido otra persona, lo hubiese dejado pasar por un lapsus, pero el chino estaba convencido de que había empleado el singular aposta.

  -Lo lamento –dijo Pierre-, pero se supone que esto es una cita.

  -Y se supone que nosotros estamos en una reunión de negocios, pero ya ves, a veces hay que cambiar los planes sobre la marcha –casi había olvidado el atrevimiento de aquel chico.

  -Ray –llamaron a la vez el pelirrojo y el chef. No sabía qué hacer, ni a quién mirar.

  -Ray –dijo entonces el bicolor, y toda su atención se centró irremediablemente en él.-Si somos una molestia, dilo y nos iremos.

  El pelinegro se sentía acorralado entre las miradas de los otros dos. La de Kai, en cambio, era amable, acogedora. Como un salvavidas en mitad del océano.

  -Sácame de aquí –pidió.

***

  -No me puedo creer que le hayas dado plantón –se carcajeó Kai.

  En cuanto la súplica brotó de los labios del oriental, lo tomó del brazo y echaron a correr, para estupefacción de sus acompañantes. Ahora, no podía parar de reír, embargado por una absurda alegría.

  -Soy horrible –se lamentaba el pelinegro.-No, ¡somos horribles! –se corrigió.

  -Yo no he plantado a mi novio.

  -¿Novio?-repitió en voz baja. Sacudió la cabeza.-¿Entonces Yuri y tú…?

  Kai lo miró como si le hubiese salido una segunda cabeza.

  -¿Bromeas? Está aquí porque es mi asistente. Además, Bryan y él son pareja desde hace años, ¿no lo sabías?

  -Oh –detuvo sus pasos. Estaban en una callejuela tranquila, que identificó en cuanto sus pensamientos se calmaron un poco.-¿Y tú sales con alguien?

  El ruso enarcó una ceja.

  -Venga, hace casi dos años que no te veo. Seguro que tú también has conocido gente.

  -Algunos… pero no he pasado más de una noche con nadie.

  -¿De verdad, no hay nadie que te guste?

  El bicolor esbozó una media sonrisa.

  -Oh, sí, sí que lo hay.

  Ray sintió una opresión en el pecho. Tragó saliva.

  -¿Y cómo es?

  Kai se detuvo y lo encaró, mirándolo con intensidad.

  -Pues –dio un paso hacia el chino, que sintió que se derrumbaba bajo el peso de aquella mirada-, es un encantador canalla del que me enamoré perdidamente hace casi dos años, y que lo dejó todo atrás para buscar su lugar en el mundo y tontear con un francesito estirado. De vez en cuando me manda postales y recuerdos horteras, y le divierten las fotos de gatitos.

  Cuando acabó el discurso el corazón le latía con fuerza y le temblaban las manos. Había hecho justo lo contrario de lo que tenía pensado, pero al ver a Ray con aquel tipo apenas pudo soportarlo. Además, el propio oriental le había pedido que se lo llevase. Eso quería decir algo.

  ¿Verdad?

  El estado de Ray no era mucho mejor. No hacía ni una hora pensaba que su lugar estaba con Pierre. Pero aparecía Kai, confesándole su amor nada menos, y todo cambiaba.

  -¿Por qué no me dijiste esto entonces?

  -Porque tú querías irte. Lo necesitabas –se mordió el labio, dubitativo.-Prefería que fueses feliz, aunque estuvieses lejos.

  -¿No se supone… -se le quebró la voz, y se dio cuenta de que estaba al borde del llanto-, que las personas que se aman necesitan estar juntas?

  -Unidas –corrigió.-Y todo este tiempo he estado unido a ti más que a ninguna otra persona. Además –añadió-, el amor significa pensar el uno en el otro, y ser capaz de sacrificarse para que quien amas sea feliz.

  Dio otro paso hacia el pelinegro y le secó las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

  -Si intentas forzar que alguien se quede contigo –concluyó-, sólo consigues perderlo.

  Se inclinó sobre él, poco a poco, hasta pegar sus frentes. Como aquella primera vez, se perdieron el uno en los ojos del otro, y se besaron.

  Giacomo, Anker, Pierre… en ese instante todos dejaron de existir.

***

  -Nunca he traído a nadie aquí –murmuró, más para sí mismo que para Kai, mientras subían por las escaleras.

  Kai fue a comentar algo sobre si se veían en la casa del otro, pero decidió que la noche iría mejor si se centraba sólo en ellos dos. Además, ser el único al que llevaba a su casa le producía cierta satisfacción.

  -Bueno, pues esta es mi buhardilla –abrió la puerta y encendió la luz.-¡Tachán!

  -Vaya –debía admitir que, para ser tan pequeño, el espacio resultaba bastante acogedor. El chino lo mantenía perfectamente recogido y limpio. Sonrió al ver cartas y postales sobre una mesa.-Es agradable.

  -Sé que es diminuto –se rascó la cabeza, consciente de que el bicolor estaba acostumbrado al lujo.-Como prácticamente sólo vengo a dormir…

  -Está bien, Ray –fue hacia una de las ventanas, inclinadas siguiendo el ángulo del tejado.-Las vistas son increíbles.

  No mentía. Todos los edificios de aquella zona tenían más o menos la misma altura, lo que creaba un efecto de agradable uniformidad y permitía que desde aquella última planta se tuviese una buena panorámica de la ciudad.

  Ray se colocó a su lado, aparentemente disfrutando de las vistas, pero el ruso notó que estaba nervioso por cómo movía las manos, entrelazándolas y soltándolas, sin saber qué hacer con ellas.

  -Ray –lo llamó. En el fondo lo enorgullecía que su presencia lo turbase. A veces pensaba que era el único que se sentía así en presencia del otro.-No tenemos por qué hacer nada –continuó cuando los ojos dorados se encontraron con los suyos.

  -¿Tú no quieres?

  -¿A ti qué te parece?-lo miró alzando una ceja.-Pero si tienes… o crees que puedes tener algo serio con Pierre… no quiero fastidiártelo.

  El oriental alargó una mano y tomó la suya.

  -Antes de que aparecieses me planteaba quedarme aquí, con él. Pero ya no lo sé –se volvió hacia la ventana, pensativo.-Entonces me pasó lo mismo. Creía que volvería a mi pueblo y me casaría con Mariah –suspiró.-Parece que haya pasado una eternidad.

  -Así que siempre aparezco para enredar las cosas.

  Ray se rio.

  -Y yo me dejo enredar –soltó una risa baja y lo miró con cariño.

  Kai decidió no darle más vueltas. Tiró de él hacia sí y lo besó. El oriental enredó la otra mano en su cabello, profundizando el beso. Guió al ruso hasta la cama y se sentó sobre él. Se mordió el labio al sentir sus manos masajeándole las piernas, y comenzó a desvestirlo.

  El contacto hacía que se le erizase la piel. Le costaba pensar. Tener a Kai bajo él, notando su fuerte musculatura, era una sensación irresistible. Se echó sobre él, besó su cuello, de la base a la mandíbula, y mordisqueó el lóbulo de su oreja. El jadeo que provocó en el bicolor le resultó sumamente sexy. Lo besó y dejó que el ruso lo tumbase sobre el colchón y se pusiese encima, aún sin separarse.

  En un momento dado oyó un “te quiero” que lo estremeció de la cabeza a los pies.

  <<Te amo, Kai >> pensó, pero sólo pudo gemir.

***

  Se despertó, y Kai estaba allí, a su lado, abrazándole. Sonrió.

  -Podría acostumbrarme a esto –murmuró.

  El ruso abrió un ojo.

  -¿A qué parte?

  Rio.

  -A estar contigo. Aunque en cierto modo… siempre has estado conmigo.

  Kai respiró hondo y le acarició el pelo.

  -¿Te quedarás en París?

  -¿Vas a pedirme que vaya contigo?

  -Sabes que no. Has conseguido un trabajo increíble, no quiero que renuncies a eso si no estás seguro.

  -Para que me aclare –se incorporó sobre un codo para mirarlo-, ¿estamos hablando de ser pareja?

  -Tal vez –sonrió, burlón.-Pero no quería decirlo así para que no salieses corriendo.

  -Eso no me molesta –hizo un puchero ante la puya.-Pero una relación a distancia es algo complicado. ¿De verdad es lo que quieres?

  Kai se incorporó también y le dio un beso suave.

  -Te quiero. Si una relación a distancia hace que seas feliz, lo soportaré.

  Ray no pudo evitar sonreír, negando con la cabeza. El ruso lo contemplaba, inquisitivo.

  -He estado viajando por media Europa, he estado… con bastantes personas, la verdad. Me gustaría estar seguro de mis sentimientos por ti. Es decir… si fui capaz de irme y dejarlo todo, ¿podrías confiar en mí?

  La mirada de los ojos carmesí se desvió hacia la ventana. El pelinegro aguardó pacientemente. La mayoría de la gente hubiese interpretado aquella actitud como una negativa, pero él sabía que a Kai le gustaba escoger cuidadosamente sus palabras. Se acurrucó contra él, apoyando la cabeza en su hombro, y contempló el paisaje. El ruso se movió un poco, para mayor comodidad de ambos.

  Podrían quedarse así para siempre, y sería feliz. Pero había pensado lo mismo dos años atrás.

  -No puedo esperar que no cambies de opinión –habló el bicolor con suavidad.-La gente cambia con el tiempo, y el amor a veces acaba. Pero –continuó tras una breve pausa-, también podría funcionar, y no quiero pasar el resto de mi vida preguntándome lo que podría haber sido.

  -¿Crees… que esto es amor?

  -Bueno –sonrió con un deje de arrogancia-, soy la única persona a la que no has podido renunciar –se puso serio.-Yo no me imagino vivir sin ti, aunque sólo sea por tus cartas, eres una parte muy importante de mi vida.

  Ray lo pensó. Se imaginó todo su viaje sin poder compartirlo con Kai, y se estremeció de horror. Tal vez no hubiese estado físicamente junto a él, pero era una presencia constante en su mente que lo ayudaba a no sentirse solo.

  -Yo… tampoco me lo imagino. Cerca o lejos, necesito saber que puedo hablar contigo. O escribirte al menos. Driger y tú sois lo único seguro que tengo. Y lo único que necesito.

  Kai sonrió con ternura, y Ray sintió que se derretía.

  Se había enamorado, y no entendía cómo no lo había visto antes.

Notas finales:

Espero que este capítulo compense el sufrimiento por el anterior. El próximo puede tardar algo más en estar listo porque empieza la parte complicada -al menos para mí es complicada-.


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