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Hilo rojo del destino por Laet

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Notas del capitulo:

Siento haber tardado tanto, la verdad es que hace bastante que tenía escrita la mayor parte del capítulo, pero me costó mucho rematarlo. Por favor, espero sus opiniones y sugerencias.

  Aquella cama era enorme e increíblemente cómoda, muy distinta de la de su buhardilla. Los almohadones parecían hechos de nubes, tan blanditos y suaves. Aunque no era ese el motivo principal por el que no se levantaba.

  Hundió los dedos en la sedosa mata de cabello pelirrojo. Yuri había adquirido el hábito de descansar con la cabeza apoyada en su regazo mientras él dormitaba, velándolo. A él… y a su pequeño. Lo menos que podía hacer era dejarlo descansar.

  El joven ruso se había vuelto muy protector con él desde que anunció que tendría al hijo de Kai. Estaba increíblemente emocionado.

  -No sé por qué –confesó cuando Ray se lo preguntó.-Como sabes, ninguno de nosotros ha tenido una familia de verdad. Ahora Kai va a formar una. Supongo que me da… esperanza.

  -Deberías hablarlo con Bryan. Tal vez podríais adoptar.

  Yuri se había sonrojado, y el oriental supo que la idea se le había pasado por la cabeza con anterioridad. Y le cuidaba tanto porque, fuese consciente de ello o no, le gustaría estar en su lugar. Un bebé al que cuidar y amar, en quien volcar su futuro, haría que pudiese dejar atrás definitivamente su amargo pasado.

  -No sé si él quiere tener niños…

  -Piensa que dentro de unos meses seréis tíos –intentó animarlo Ray.

  Después de todo, los rusos eran la familia de Kai. La ausencia de lazos de sangre era irrelevante. Al pelinegro lo trataban con especial cuidado a causa de su estado, pero poco a poco se iba integrando. Le respetaban, bromeaban y hablaban con total libertad delante de él. Ian hasta se atrevía a mofarse del largo de su cabello y de su aire gatuno.

  -¿Vendrás a Rusia?-le preguntó Yuri de pronto, aún acurrucado en su regazo.

  Ray siguió peinando su cabello con los dedos.

  -Es lo más lógico –respondió.-Mi tío apenas me deja trabajar en el restaurante, y no es justo que Kai esté viajando de Moscú a París sin motivo. Tengo algunos ahorros, podría buscar un lugar donde instalarme y…

  El pelirrojo lo interrumpió con un bufido desdeñoso.

  -Alucinas si crees que Kai va a dejar que te busques la vida tú solo.

  -Pero no me parece correcto estar de gorrón en su casa –hizo un mohín.-Ya es demasiado que me esté pagando este hotel –murmuró.

  -Oh, vamos, esa no es la actitud –se incorporó sobre un codo para mirarlo a los ojos.-Estáis juntos, su casa es la tuya también. No tiene sentido que seáis como una pareja de divorciados.

  Ray suspiró y cerró los ojos, hundiéndose un poco más en los almohadones. En el fondo sabía que Yuri tenía razón, que era lo mejor, especialmente en lo tocante al bienestar de su hijo. No obstante le desagradaba la idea de que el bicolor le diese todo, mientras él no era más que un quebradero de cabeza constante.

  -¿Tú le quieres?

  El oriental abrió los ojos.

  -Pues claro que sí.

  -Entonces no dudes.

  -Pero… él lo tiene todo. No hay nada que yo pueda hacer por él…

  -Aparte de hacerle feliz –señaló el ruso.-Te aseguro que Kai daría todas sus posesiones por estar contigo. Piensa si fuese al contrario, si Kai estuviese en tu lugar y tú en el suyo. ¿Permitirías que se tuviese que buscar la vida?

  Ray sonrió levemente al imaginar al bicolor en su estado.

  -Siendo como es de reservado lo más probable es que, para cuando me enterase, el niño ya fuese a la escuela. Y desde luego no aceptaría mi ayuda.

  -Oh, créeme, me ocuparía personalmente de que cumplieses tus obligaciones –esbozó una sonrisa lobuna. Aunque estaban hablando de algo hipotético, el oriental sabía que Yuri no le hubiese dejado escaquearse de su responsabilidad como padre. Si ya era protector con él, con Kai se habría convertido en su sombra.

  -Te creo. Y te aseguro que no me negaría.

  -Ya lo sé, eres demasiado bueno –volvió a acurrucarse.-A veces no sé qué haces con nosotros.

  Ray volvió a hundir los dedos en su pelo.

  -Vosotros también sois buena gente –dijo.

  Al no recibir respuesta se irguió un poco. Yuri se había quedado dormido. Sonrió y se recostó de nuevo. Tal vez tenía razón. Tal vez debía agradecer lo que se le ofrecía, en lugar de buscarle pegas.

***

  Respiró hondo. Kai le apretó cariñosamente la mano.

  -¿Seguro que quieres hacerlo?

  -Es lo mínimo. No puedo desaparecer sin más –lo miró.-Y no, no puedo dejar que mi tío se despida por mí.

  Inspiró profundamente y presionó el timbre. No pasó mucho antes de que la puerta se abriese.

  -¿Ray?-dijo un muy sorprendido Pierre. Recuperado de la sorpresa, volvió a componer su habitual expresión de hastío.-¿Qué quieres?-preguntó, cruzando los brazos.

  -Verás, voy a marcharme de Francia en unos días, y quería despedirme y… y darte una explicación.

  El joven francés los miró alternativamente. Finalmente cedió.

  -Adelante –se hizo a un lado para dejarlos pasar.

  La casa era hermosa. Por su estilo, podría tener cien años tranquilamente, pero había sido perfectamente restaurada. Las paredes estaban pintadas en tonos neutros y claros, lo que la hacía muy luminosa, y habían retirado algunos tabiques para crear una amplia cocina que se podía entrever desde la entrada. Algo de esperar en el hogar de un chef.

  -¿Queréis tomar algo?

  -No, muchas gracias. Creo… que es mejor que te sientes.

  -Bien… -los invitó a sentarse en el sofá de la salita, y él hizo lo propio en la butaca, frente a ellos-, tú dirás.

  Ray buscó la mano de Kai, y se la tomó con firmeza para infundirse valor. Poco a poco, con algunos titubeos, logró contarle toda la historia. Pierre escuchó sin interrumpir, cada vez más pálido. Cuando el oriental acabó de hablar, sobrevino un tenso silencio.

  -¿Embarazado?-fue lo primero que el francés pudo articular.-¿Estás… embarazado?

  -Es… es raro, ya lo sé… -reconoció mirando al suelo.

  -Eso se queda corto –se pasó una mano por la cabeza.-Y supongo que tú eres el padre –señaló a Kai.-El otro padre –corrigió. El bicolor asintió.-Vale… Yo sí necesito un trago.

  Se levantó y fue a la cocina. Regresó con un vaso lleno de un líquido ambarino. Después de algunos sorbos su rostro recuperó parte del color.

  -Entonces, ¿qué? ¿Os marcháis, os casáis y tenéis un hijo? ¿Es lo que querías decirme? Pues ¡bien por vosotros!

  -Pierre, siento mucho el modo en que te planté. Sólo quería disculparme apropiadamente.

  -Agradezco el detalle –Ray no supo si estaba siendo sarcástico.-Hay algo que quiero preguntarte.

  -Claro, adelante.

  -Estás enamorado de él –el pelinegro asintió, aunque no era una pregunta-, ¿por qué aceptaste salir conmigo?

  -Vaya… -se retrepó en el sofá-, es… complicado –suspiró mientras escogía sus palabras antes de responder.-Cuando empecé mi viaje no sabía lo que sentía. Necesitaba saber hasta dónde podía llegar y conocerme mejor. Y aprender lo que es el amor. Contigo me sentí a gusto, más de lo que había estado en mucho tiempo… -miró al ruso con cariño-, pero cuando volví a ver a Kai me di cuenta de que ya había encontrado el amor hacía mucho. Lamento de veras haberte herido en el proceso. Sé que no lo arregla, pero espero que un ascenso lo compense un poco.

  -Yo también lo sient… -abrió mucho los ojos.-¿Qué?

  El chino se encogió de hombros, sonriendo con suavidad.

  -Como te he dicho, me voy del país, y mi tío necesita un nuevo segundo. Le pedí que me dejase darte la noticia.

  Pierre abrió la boca, pero no le salían las palabras.

  -No sé qué decir. Eso es… genial.

  -Te lo has ganado.

  -No lo sabes bien –esbozó una sonrisa petulante.

  Los dos se rieron. Kai sonrió. Era agradable ver que había más gente en el mundo capaz de aceptar la situación de Ray.

***

  La charla no se alargó mucho más. El francés los despidió cortésmente, deseándoles lo mejor.

  -Ha ido mejor de lo que esperaba –dijo Ray, aliviado, cuando salieron de la casa.

  -Sí. Por cierto –recordó de pronto. Extrajo un estuche aterciopelado de uno de sus bolsillos y se lo tendió al pelinegro.-Es para ti.

  El oriental enarcó una ceja, un poco desconcertado por el tono cohibido del bicolor, tan impropio de él, pero aceptó la cajita.

  -No tenías que comprarme -se detuvo en seco al abrirla-, nada…

  Miró al ruso, boquiabierto.

  -Me habría gustado hacer esto de una forma más… romántica… -se rascó la cabeza.-Pero ya sabes que no se me dan bien esas cosas.

  -K-Kai… t-t-tú…

  -No quiero que te sientas presionado. Sólo… se me ocurrió que tal vez podríamos… -notaba que se le empezaba a subir el calor a las mejillas.-Supongo que es absurdo –dijo en un suspiro.

  -¿Quieres casarte… conmigo?-seguía costándole procesarlo.

  -Es sólo una idea –se volvió, avergonzado. De pronto los brazos de Ray lo envolvieron por la espalda.-¿Ray?-oyó un sollozo.-¿Estás bien?

  El oriental deshizo su abrazo. El ruso se giró y vio que intentaba secarse las lágrimas.

  -Lo siento –sorbió por la nariz-, me he vuelto un llorica.

  -No eres un llorica –lo sostuvo por los hombros y depositó un beso en su frente.-Es normal que estés sensible.

  Ray se inclinó y reposó la cabeza en su pecho.

  -No me esperaba esto –se irguió para mirarlo, sonriente.

  -Ya, no es muy propio de mí –volvió a ruborizarse, pero la alegre risa del oriental lo hizo sonreír.

  -¿De verdad quieres aguantarme el resto de nuestras vidas?

  Kai le dedicó una de aquellas miradas profundas que parecían atravesarlo, y que hacían que se estremeciese de pies a cabeza.

  -Eso es obvio. La única duda es si tú me aguantarás a mí.

  Ray le rodeó el cuello con los brazos.

  -¿Y eso no es obvio?-susurró sobre sus labios, para luego besarlo largamente.

***

  Se le aceleraba el pulso y notaba un vacío en la boca del estómago cada vez que miraba el aro dorado que ahora ceñía su anular izquierdo. Estaba prometido. Y, en cuestión de días, casado. Kai iba a ser su marido. Ma-ri-do. Repetía la palabra mentalmente, como si intentase hacerse a ella. Le producía vértigo, pero a la vez se sentía muy seguro de aquella decisión.

  El agua de la ducha dejó de correr, y al poco el bicolor salió del baño envuelto en una toalla. Trastabilló un poco cuando Michel se enredó entre sus pies, así que optó por cogerlo para no tropezar con él. Miró al oriental, que lo contemplaba desde la cama con una sonrisa divertida.

  -¿Disfrutando de las vistas?-le preguntó con picardía, sacándole una risa.

  -Tengo al campeón de Europa en mi habitación sólo con una toalla, no es que pueda quejarme –respondió, refiriéndose a que, además de ganar el campeonato como equipo, Kai había sido el jugador en obtener más puntos. A pesar de los días que se había ausentado, muchos no habían podido resistirse a retar a un blader de su talla.

  -Campeón de Europa –saboreó el título.-Suena bien. Es una buena forma de retirarme.

  -¿Dejas el beyblade?

  -Tal vez siga jugando, pero no seguiré compitiendo.

  -Tyson se subirá por las paredes cuando se entere.

  -Lo divertido será verlo cuando se entere de lo nuestro –se sentó en el colchón, frente a él.

  -Le dará un ataque. Casi puedo oírlo.

  -Por favor, no dejes que venga a la boda –suplicó con una mueca de genuino horror.

  -Hablando de eso… ¿has pensado cuándo y dónde?

  -Bueno, desde luego no en Rusia –la mirada de Ray se oscureció un poco. El bicolor sabía lo que estaba pensando. En algunos sitios su relación no gozaría de aceptación precisamente. Tristemente, eso incluía sus países natales. No era que a él no le importase pero, francamente, si podía estar con Ray, el resto del mundo bien podía irse al infierno.-Por mí podemos casarnos hoy mismo aquí o mañana en Argentina –declaró, dándole un beso suave.

  El pelinegro se rio, ruborizado.

  -Tal vez eso sea  un poco precipitado. Ya sé que no te emociona, pero deberíamos avisar a Tyson y a los demás.

  -¿Es necesario?

  -Son nuestros… -Kai se había sentado justo a su lado y se inclinaba sobre él, dedicándose a acariciarle el cuello con los labios, y, de paso, regalándole la espectacular vista de su musculatura.-…Nuestros… -parpadeó, confuso, y sacudió la cabeza.-¿Qué estaba diciendo?

  El bicolor le sonrió con cierto descaro, lo que hizo que se ruborizase aún más.

  -No es justo –se quejó el chino, apartándolo un tanto.-No puedo pensar si te me acercas tanto.

  -Es bueno saberlo –el otro hizo un mohín.-Está bien… -cedió con un suspiro-, si tanto lo quieres, que vengan a la boda.

  -¿En… en serio?

  -Si eso te hace feliz…

  Ray sonrió ampliamente. No esperaba ser capaz de convencerlo tan fácilmente. Aunque no pudiese pensar con total claridad cuando se encontraba cerca de Kai, él estaba dispuesto a concederle sus caprichos en lugar de aprovecharse. Eso lo conmovía.

  -Te lo agradezco –cogió una de sus manos entre las suyas y depositó en ella un cariñoso beso. Tuvo la satisfacción de ver cómo las mejillas de Kai enrojecían levemente.

  -Sé que es importante para ti –repuso, azorado.

  -Te amo, y quiero que todos lo sepan –dijo con sencillez.

  El ruso no supo qué decir ante aquello. Era demasiado hermoso para estropearlo con torpes palabras. Simplemente lo besó.


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