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Hilo rojo del destino por Laet

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  Las ideas rebotaban en la cabeza del japonés sin orden ni concierto. Podía verlo claramente, su amigo era como un libro abierto. Estaría un rato así hasta que fuese capaz de encontrarle sentido a la nueva información que acababa de recibir.

  Ray ya se lo esperaba. Max había tenido una reacción similar cuando se lo había dicho, hacía apenas unas horas. Agradecía el haber tomado la decisión de comunicárselo cara a cara. Y por separado. Los dos podían armar un buen jaleo en solitario, juntarlos en pleno arrebato de histeria sería catastrófico.

  Dejó una taza de chocolate caliente y unas galletas delante de Tyson, que comenzó a comer por pura inercia, todavía rumiando lo que acababa de oír.

  El pelinegro no pudo evitar que una sonrisa suave se abriese paso por su rostro. Era como si una de las grandes verdades del Universo se hubiese desmoronado ante los ojos del japonés, y de repente no supiese qué era real y qué no. Tenía un aspecto tan desvalido que se le hacía tierno.

  -Kai y tú… Y os vais a… Y tú estás… -balbuceó después de un rato.

  -M-hmm –asintió con la cabeza.

  Esa era otra parte del problema.

  Sus amigos nunca supieron lo suyo. En realidad, ni siquiera sabían que tenían esas inclinaciones.

  -Pero ¿cómo?-dijo.-Eres un hombre, se supone que no puedes… no puedes… -hizo un gesto hacia el vientre del chino, que entendió lo que quería decir. Su sonrisa se amplió.

  -No lo sé, Tyson. No es algo que se haya investigado, y no me extraña. Por alguna razón decidieron mantenerlo en secreto –torció brevemente el gesto al pensar en los ancianos de su aldea.-Pero sé que quiero tenerlo.

  -Con Kai –apostilló.

  -Sí –esbozó una sonrisa deslumbrante y acarició el anillo que ceñía su anular izquierdo.

  Sabía que Tyson no tenía en gran estima al bicolor –y el sentimiento era mutuo- pero para él era sencillamente perfecto. No era que no tuviese defectos, o que no fuese capaz de verlos. Simplemente lo amaba tal cual era.

  -Estás chiflado –dijo. Ray se rio como respuesta. Conocía perfectamente a Tyson, y sabía perfectamente cuándo sus comentarios debían ser tomados en serio y cuándo eran meras puyas amistosas. Finalmente el japonés sonrió y negó con incredulidad.-¿Y cuándo dices que es la boda?

  -Mañana.

  Tyson casi se atraganta con una de las pastas.

  -¿No vais un poco rápido?

  -¿Te parece que firmar un papel es más trascendente que tener un hijo?-repuso.

  -Visto así… -rezongó antes de dar un sorbo a su bebida.

***

  Era un día claro, del todo inusual en aquella época del año. La fría brisa peinaba la hierba y hacía revolotear las hojas caídas. Ray contemplaba la bucólica campiña mientras, con aire ausente, terminaba de abotonarse la camisa. Le gustaba el paisaje que Kai había elegido como telón de fondo para su enlace. Representaba en cierta forma la tranquilidad, la naturalidad y la sencillez con la que parecía funcionar su relación.

  Estaban juntos, y ya. No había más que decir, ninguna excusa que buscar. Sin presión, sin dramas. Si sentía la necesidad de irse, sabía que no trataría de retenerlo contra su voluntad, que lo único que importaba era que se hacían felices el uno al otro.

  Fue vagamente consciente de que los demás debían de estar ya abajo, esperándole en el salón principal de aquella casona, donde se llevaría a cabo la breve ceremonia y la posterior celebración, pero no hizo ademán de apresurarse. Sabía que sus amigos esperarían pacientemente, acomodados en algún asiento y charlando sobre cualquier cosa.

  Revisó por última vez su indumentaria, una sobria camisa blanca de corte oriental y unos pantalones de vestir negros; y su cabello, cayendo suelto como una cascada azabache, algunos de los mechones sujetos en su nuca con un prendedor dorado. Satisfecho, salió de la habitación.

  Paseó más que recorrió el pasillo, admirando la piedra vista de los muros y los grandes travesaños de madera del techo. Su robustez le transmitía una sensación de calma y seguridad que agradeció, pues al llegar a las escaleras se descubrió temblando ligeramente. Respiró hondo y descendió los escalones hasta el salón.

  Todos estaban allí. El primero en verlo fue Max, que se levantó de un salto y corrió a abrazarlo con una enorme sonrisa.

  -¡Estás genial! –exclamó el joven americano.-¡Me alegro tanto por vosotros!

  -Gracias –dijo, devolviéndole el abrazo, sin poder evitar que se le humedeciesen los ojos.

  Todos sus amigos parecían genuinamente felices. Incluso Tyson, que era quien había acogido la noticia con menos entusiasmo. Miró a su tío, que le sonrió alentadoramente. Y al fondo de la sala, junto al concejal que oficiaría la boda, estaba Kai. Llevaba un traje negro carbón con botones dorados, y corbata y camisa blancas. Radiante fue la palabra que le vino a la cabeza. Y radiantes eran también sus ojos y su sonrisa, que emanaban la misma felicidad y ternura que él estaba sintiendo en aquel momento.

  Sin pensarlo avanzó hacia el ruso y entrelazó sus manos con las suyas.

  -Siento haber tardado tanto –le susurró.

  No se refería únicamente a la espera mientras se arreglaba. Sentía haber tardado tantos años en darse cuenta de que estaba perdidamente enamorado del bicolor y el dolor que le había causado. La mirada de Kai le indicaba que comprendía lo que quería decir, y que todo estaba perdonado y olvidado.

  -Lo que importa es que estás aquí –le respondió el bicolor.

***

  No se sintió diferente después del “sí quiero”. Esperaba, quizás, notar el peso de la responsabilidad. Después de todo, ahora era un hombre casado. O, tal vez, alivio por no estar solo. Pero se dio cuenta de que nada de eso era nuevo. El único cambio era un papel que lo hacía oficial. Aun sin aquel documento, sin las alianzas, estarían juntos.

  Miró a Ray, que estaba recostado en el sofá, a su lado. El joven llevaba todo el día con una sonrisa en el rostro, pero ahora se le empezaban a cerrar los ojos.

  -¿Estás bien?-le preguntó con una suave sonrisa.

  -¿Hmm?-lo miró desde las brumas de la somnolencia.

  El bicolor soltó una risa baja.

  -Bueno, creo que es hora de ir acabando la fiesta.

  -¿Ya?-inquirió Yuri, a su otro lado.-Todavía no es ni medianoche.

  -Vosotros podéis quedaros, pero el día ha sido bastante largo para nosotros. Sobre todo para Ray –señaló al pelinegro con un gesto.

  El pelirrojo asintió, comprensivo.

  La pareja se despidió de sus invitados uno por uno, y ellos les reiteraron sus mejores deseos, a pesar de que se verían por la mañana, puesto que todos pasarían la noche allí.

  En cuanto llegaron a las escaleras, lejos de miradas indiscretas, Ray se dejó caer contra Kai, exhausto.

  -No puedo más –suspiró. El pecho del bicolor se estremeció con su risa. Estaba muy risueño aquel día, y eso lo hacía feliz a él también. Sonrió. Dejó escapar una exclamación cuando, en un rápido movimiento, el ruso lo alzó en volandas.-¿Qu-qué haces?-balbuceó Ray, sonrojado.

  Kai simplemente sonrió. Subió con él hasta su habitación aparentemente sin esfuerzo, y lo tumbó sobre el amplio colchón. Lo contempló un rato, acariciándole el rostro y apartándole los mechones de la cara. Los iris dorados estaban tan llenos de afecto que se le aceleraba el pulso. Lo besó con suavidad. Sintió que los labios del oriental se curvaban en una sonrisa contra los suyos.

  -Kai… -intentó erguirse y adoptar una pose más… sugerente, pero estaba tan cansado que sólo consiguió hundirse torpemente entre los almohadones, lo que arrancó una carcajada al bicolor.-Lo siento, yo…

  -Shh… -lo acalló.-No pasa nada –lo besó otra vez-, te conviene descansar.

  Ray cerró los ojos y se dejó arropar. Le daba algo de pena pasarse durmiendo su noche de bodas, pero se le pasó en cuanto Kai se tumbó a su lado, sabiendo que tenían por delante el resto de sus vidas.

***

  Abrió los ojos y sonrió al ver a Kai a su lado, como cada mañana. Aunque sabía que no estaba de buenas, lo abrazó por la cintura y le dio un beso en los labios, con delicadeza.

  -Esto sigue sin parecerme una buena idea –gruñó el bicolor, sin dignarse a abrir los párpados.

  -Ya lo sé –dijo sin perder su buen humor-, a mí tampoco es que me encante, pero si no les presento a mi señor esposo no van a dejarme en paz.

  Kai suspiró y lo miró por fin. No podía resistirse cuando Ray lo llamaba su “señor esposo”. Y tenía que reconocer que sería agradable acabar con todas aquellas llamadas impertinentes.

  Se incorporó.

  Al otro lado de la ventana se alzaba un espléndido ginkgo, con todas sus delicadas hojas hechas oro por el otoño. Del mismo tono que los iris de Ray. Se preguntó si su hijo heredaría aquel color de ojos. A continuación se preguntó cómo había pasado de ser un adolescente cabreado con el mundo a derretirse con la idea de ser padre. Un cambio a mejor, se dijo, riéndose de sí mismo.

  -¿Qué pasa?-le preguntó Ray, interrumpiendo sus pensamientos.

  -¿Eh?

  -Te estás riendo.

  -Ah, eso –sacudió la cabeza.-Pensaba en cómo me habré dejado liar.

  -Porque me quieres –dijo, dedicándole un guiño antes de desaparecer en el baño.

  -Eso ni lo dudes…

***

  Después de haber tenido la deferencia de viajar hasta China, habría sido de agradecer alguna muestra de hospitalidad. O, al menos, que no los mirasen como si quisiesen atarlos y someterlos a las más originales técnicas de tortura.

  Y, por Dios, que alguien hiciese que Mariah dejase de llorar.

  -Bueno, Lee… -dijo Ray, lanzando de cuando en cuando miradas de reojo a la pelirrosa-, espero que te convenzas de una vez de que esto va en serio. Kai y yo nos casamos hace varias semanas.

  -¿Y a qué has venido? ¡¿A humillarnos?! –parecía a punto de saltar sobre el pelinegro, pero Kai le quitó las ganas con una sola mirada.

  -Si esa es la única forma de que lo entiendas, sí –prosiguió el pelinegro. A la chica se le escapó un sollozo, lo que hizo que centrase su atención en ella.-Mariah –prosiguió en un tono menos áspero-, siento mucho haberte hecho daño, pero casarme contigo sería injusto para ambos. Vivir en una mentira no es vida. Y tú mereces a alguien que te quiera.

  -Es fácil decirlo –dijo ella con la voz rota.-No sabes cómo me miran todos. ¡Me has cambiado por un hombre! Soy una paria, la despreciada. Nadie me querrá nunca –gimoteó.

  -¿Y por qué no te marchas?-intervino Kai, sorprendiendo a todos.

  Lee se puso pálido al principio, y poco a poco rojo de rabia. Mariah lo miraba como si le hubiese salido una segunda cabeza. Ray tuvo que contenerse para no sonreír. Se permitió relajarse por primera vez desde que habían entrado en aquel local, una humilde tetería a la que solían acudir él y su equipo, hacía tantos años. Era tal como recordaba, salvo por que ahora lo veía más pequeño. En realidad, toda la ciudad le parecía diminuta ahora, muy diferente de la sensación que le transmitía de niño. Supuso que era normal, después de haber vivido en grandes ciudades de Europa.

  No estaban en su aldea, sino en una pequeña ciudad vecina. No quería –y, por otra parte, tampoco tenía por qué- dar explicaciones a los mayores de su aldea. Lo único que deseaba era zanjar todo aquel tema de querer casarlo con Mariah y que se acabasen las llamadas y los reproches.

  -¿Marcharme?-murmujeó la pelirrosa.

  -¡No lo escuches! –siseó Lee.-Sólo intenta confundirte.

  -No soy yo quien insiste en avergonzarla, haciéndole pensar que su única opción es Ray. Lo único que queremos es que nos dejes vivir tranquilos –señaló a Mariah-, y que dejes de amargarle la vida a ella.

  >>Hay un mundo enorme ahí fuera, que una mujer con su talento podría poner a sus pies. Y, sin embargo, mírala. Incapaz de seguir con su vida por una ruptura de hace años.

  Aquellas palabras tuvieron la contundencia suficiente para finalizar la conversación. Con Kai siempre era así. Siempre sería así. Palabras contadas, directas… y ciertas.

  -Gracias por todo –le susurró Ray aquella noche antes de dormirse.

  -¿Por qué?

  -A Mariah le cambió la cara. Creo que ahora podrá pasar página al fin. Me alegro por ella. Gracias –repitió, acurrucándose más contra él entre las sábanas.

  -Lee no estará contento.

  -Lee nunca está contento –dijo graciosamente, restándole importancia con un gesto.-Es como los ancianos. Si pudiese, cerraría la aldea a cal y canto y la aislaría del mundo.

  -Hay cosas ahí fuera que dan miedo.

  -Pero la ignorancia sólo hace que den… más… -bostezó-, miedo…

  -Supongo que tienes… -miró a Ray. El joven se había quedado profundamente dormido. Sonrió con ternura.-Buenas noches, amor.

Notas finales:

Para la boda, me basé en un dibujo de la artista Bairu ( http://bairu.deviantart.com/art/you-may-kiss-your-cat-348989290 ) no sólo en el dibujo, sino también en lo que explica al pie de la imagen. Soy partidaria de las bodas sencillas, sin formalidades ni artificios, y creo que a Kai y Ray les va al dedillo.


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