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Hilo rojo del destino por Laet

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Notas del capitulo:

Creo que había gente algo impaciente por el nuevo capítulo: bueno, aquí está. Espero que lo disfrutéis.

  Un delicioso aroma se esparcía por toda la casa, haciéndole la boca agua. Lo siguió hasta la cocina, donde Ray y Hilary preparaban la comida. Bueno, más bien el pelinegro cocinaba mientras la chica intentaba no hacer el ridículo frente a su experto amigo.

  El chino llevaba un delantal ceñido a la cintura, lo que revelaba la curva que se empezaba a formar en su vientre. Al japonés le daba reparo verlo así. No podía evitarlo. Todos sus amigos parecían ilusionados con ser “tíos”, y se les ponía una sonrisa boba en la cara cuando estaban con Ray. A Tyson en cambio lo incomodaba tenerlo cerca. Nunca se había visto a sí mismo como una persona prejuiciosa, y se esforzaba en actuar como siempre, sobre todo porque los recién casados habían tenido el detalle de desplazarse hasta Japón para celebrar su enlace con Hilary, Kenny y Daichi, que en su momento no pudieron viajar a Francia. Pero cada vez que el pelinegro usaba ropa lo bastante ajustada para marcar aquella leve protuberancia se ponía tenso.

  Aunque no era quien peor lo llevaba.

  Su abuelo se había sorprendido -lo normal en ese caso-, pero enseguida se lo había tomado como hacía con todo: con una carcajada. Su hermano era harina de otro costal. Hiro había pasado la mayor parte del tiempo sumido en un silencio hosco, y miraba a Ray con un desproporcionado nivel de desagrado.

  En una ocasión en que el chino osó dirigirle la palabra, le replicó tal insulto que el pobre se encerró en el baño a llorar. Incluso a Tyson se le formaba un nudo en el estómago al recordar sus palabras. Sólo el respeto –se encontraban en casa de los Kinomiya- impidió a Kai destrozarlo a golpes. Tampoco le hizo falta. Su mirada de odio bastó para que Hiro decidiese que era hora de hacer un viaje. Fuera del país.

  Gracias a aquel incidente, ahora el bicolor lo tenía en el punto de mira. Pobre de él si utilizaba un tono fuera de lugar con Ray. No era que pudiese reprochárselo.

  -Tyson –lo llamó Hilary, devolviéndolo al presente-, ¿qué tal si para variar dejas de holgazanear y pones la mesa?

  -Tampoco es que tú estés ayudando mucho. Apuesto a que sería más fácil para Ray si no tuviese que arreglar tus destrozos.

  Había dos cosas que Hilary no tenía: mano para la cocina y paciencia con sus provocaciones. Salió riendo de la cocina al tiempo que una patata a medio pelar pasaba volando por el lugar donde había estado. Se encontró de frente con Kai, que lo miró con una ceja enarcada.

  -¿Ya estás haciendo de las tuyas?

  Creyó que le echaría alguna de sus miradas reprobatorias, pero sólo negó con la cabeza, una media sonrisa asomando a sus labios. De fondo aún se oían las carcajadas de Ray. Kai era incapaz de enfadarse si el chino estaba feliz.

***

  Tyson estaba sentado en el porche, solo, mirando con gesto abatido el papel que tenía en las manos. Ray lo contempló desde lejos, dudando sobre si acercarse o no. Aunque el japonés ponía toda su voluntad en mostrarse tan jovial y alegre como siempre, sabía que su presencia lo hacía sentir incómodo.

  No lo culpaba, aunque le entristecía un poco. También a él le chocaba ver cómo su cuerpo cambiaba. Algunos días era incapaz de estar a gusto consigo mismo. Se veía hinchado, pálido, ojeroso, a veces le costaba conciliar el sueño, otras era incapaz de salir de la cama… y eso que estaba de pocos meses. Por suerte tenía a Kai. En esos momentos de desesperación, el ruso era la serenidad personificada. Siempre conseguía tranquilizarlo o, al menos, restarle importancia a sus preocupaciones. Iba a ser un padre increíble.

  Tyson no tenía a nadie que lo calmase. Principalmente porque no se atrevía a hablar de su incomodidad –se estremeció internamente al recordar a Hiro, y tuvo que cerrar los ojos y respirar hondo para que no se le saltasen las lágrimas-. Tal vez todo iría mejor para ambos si lo discutían. Se acercó y carraspeó para hacerse notar.

  -¿Qué es eso?-preguntó en tono ligero.

  Por una fracción de segundo pudo ver algo similar al pánico en los ojos de su amigo.

  -¡Ah! Es… ¡no, nada! –se esforzó por reír.-Una tontería.

  El chino se sentó a su lado y tuvo que luchar contra el impulso de apartarse.

  -¿Un torneo de beyblade?-dijo Ray. Efectivamente, lo que el menor tenía era un panfleto anunciando una nueva competición. Eso explicaba su aspecto abatido. Tyson nunca había terminado de encajar la separación de los Bladebreakers, pero al menos tenía el consuelo de poder medirse con sus ex-compañeros en los torneos. Y ahora dos de sus grandes rivales se retiraban.

  -Ehm, sí… -dijo, rascándose la cabeza con nerviosismo.

  -¿Estás triste porque Kai no pretende seguir compitiendo?

  -Bueno es lo normal, ¿no?, con todo esto de ser padres… -desvió la mirada.

  -Sé que es muy extraño. Cuando el médico dijo lo que me pasaba se me vino el mundo encima. Me eché a llorar –confesó. Se miraron, y Tyson pareció entender lo mucho que había sufrido. Tal vez el japonés no tuviese la mente más brillante, pero sí era increíblemente empático.-También para Kai fue duro. Nos costó asumirlo, en cierto modo creo que no hemos acabado de hacerlo aún. Por eso entiendo que no te sientas del todo cómodo conmigo.

  -No es… -Ray enarcó una ceja.-Vale, sí. ¡Es que es tan… tan…!

  -¿Raro, demencial? Puedes decirlo.

  -¿Entonces no estás enfadado?

  -Claro que no.

  -Es que al verte me da como si… -gesticuló, incapaz de dar con el modo de expresarse.-Por ejemplo, ¿sabes cuando Kai va en manga corta en pleno invierno y entra frío sólo de verlo?

  -Sí –sonrió, divertido.

  -Pues es algo así. Te veo y me agobia, ¡como si me pasase a mí! Todo el dolor y los mareos y los cambios de humor y…

  -¡Suficiente! –lo acalló.-No necesito que me lo recuerdes, gracias.

  -Perdona.

  Ray negó con la cabeza, sonriendo levemente.

  -No voy a decir que es la bomba, porque lo cierto es que tiene poco de divertido. Cuando decides que lo quieres… -se encogió de hombros-, sigue siendo desagradable, pero tienes algo bueno a lo que aferrarte.

  -Ya… ¿Crees…?

  -¿Sí?

  -¿Crees que… -bajó la voz-, será como Kai?

  El pelinegro lo miró, inexpresivo. Parpadeó un par de veces. Y de pronto rompió a reír. No una risa suave, comedida, sino carcajadas estruendosas, vibrantes… llenas de vida. El japonés no pudo menos que sonreír. Ray había cambiado mucho. Años atrás había estado demasiado enfrascado en el beyblade, en conservar su puesto como campeón, y no se había dado cuenta. Pero viendo a su amigo tan expresivo, tan vital, empezaba a recordar con dolorosa claridad lo frustrado que el chino había estado en aquellos tiempos. Salvo en las semanas finales del último campeonato. Ahora sabía por qué. De alguna forma, Kai lo había cambiado todo para él.

  Tal vez el ruso fuese una buena elección, después de todo.

  -Así que esa es tu mayor preocupación –consiguió decir el pelinegro al fin.

  -Imagina, ¡dos Kai! Aunque obviamente para ti no es un problema.

  -Kai es bueno, sólo necesita espacio.

  -Para su ego –masculló bajando la voz, aunque no lo suficiente dada la mirada de advertencia que le lanzó Ray. A veces, con la confianza, se le olvidaba que era su marido.

  -Sobre el tema del beyblade –decidió desviar la conversación-, conocí a algunos bladers muy interesantes. Quizás pueda contactar con ellos, si quieres retarles.

  Con satisfacción vio cómo el entusiasmo regresaba al menor. Podían pasar muchas cosas, pero Tyson siempre sería Tyson.

***

  Encontró a Ray en el asiento de la ventana que había reclamado como suyo, entre cojines y mantas. Tenía un libro abierto apoyado en las rodillas, pero su atención vagaba por el paisaje nevado al otro lado de la cristalera mientras acariciaba a Michel, aovillado en su regazo.

  Había tenido muchas dudas acerca del viaje a Japón. Tanto a la ida como al regresar. Al ir había temido la reacción de la gente que los conocía. Pero al final, salvo Hiro –a quien aún tenía ganas de asesinar lenta y dolorosamente-, todos habían acogido la noticia con distintos grados de entusiasmo.  Hilary hasta había empezado a tejer para el bebé. Ahora se preguntaba si tal vez lo mejor para Ray habría sido quedarse en aquel ambiente alegre y familiar.

  El oriental se percató de su presencia. Le sonrió y se reacomodó para dejar más hueco libre, en una invitación silenciosa para que tomase asiento. Cuando estuvo junto a él le echó una frazada por encima. Kai se dejó arropar, a pesar de que no tenía frío. Ray le había cogido el gusto a envolverse en capas y capas de tela, como si crease una suerte de refugio. Algo instintivo, quizás. Y le enternecía que lo dejase formar parte de su “zona de seguridad”. Sólo se lo permitía a él y a Yuri, aunque más a regañadientes.

  Alargó una mano hacia Michel, y el animal ronroneó, complacido. Sus dedos rozaron los de Ray, que también se dedicaban a acariciar el sedoso pelaje del animal, y un estremecimiento, como una descarga, lo recorrió por dentro. El pelinegro entrelazó su mano con la suya, despacio, con delicadeza. Lo conocía. Sabía que había tenido un día duro de reuniones y negociaciones, y que tras días así le costaba desprenderse de su coraza. Por eso le hacía compañía en silencio, limitándose a tomarlo de la mano.

  Esa era otra de sus preocupaciones. Los días como aquel irían a más, su trabajo seguramente se endurecería con el tiempo, y temía no poder deshacerse de aquella fachada de hielo al volver a casa.

  Se estremeció de nuevo cuando la mano de Ray subió por su antebrazo. Sus ojos dorados, como oro fundido, lo derretían con su calidez. El oriental de algún modo supo que podía acercarse y se acomodó a su lado, con cuidado de no molestar a Michel, recargando la mejilla en su hombro. El ruso rodeó su cintura con el brazo.

  -Gracias –musitó, pero su tono era de disculpa. Como de costumbre, Ray entendió.

  -Parece que cada vez te cuesta menos.

  -¿Tú crees?

  -Sin duda. Al principio apenas soportabas sentarte a mi lado.

  Kai cerró los ojos con un suspiro, y lo atrajo más hacia sí.

  -No quiero acabar como él

  -Tú no eres así –correspondió a su abrazo, intentando disipar sus miedos.

  -¿Cómo lo sabes?

  -Porque –lo miró con seriedad- si fueses como tu abuelo no te preocuparía hacernos daño.

  El bicolor lo besó, primero en la frente y luego en los labios.

  -Sois lo más importante, siempre.

  Ray negó con la cabeza, sonrojado, y enterró el rostro en su pecho. Era perfecto. Habría días malos, claro, pero los buenos momentos los compensaban ampliamente. Discutirían, reñirían y hasta se gritarían, pero su amor iba más allá de enfados puntuales.

  -Te amo.

***

  La mano de Kai se deslizó por su vientre, que ahora abultaba incluso bajo sus ropas más amplias. Por suerte se estaba acostumbrando y ya no lo impresionaba ver aquella redondez en su abdomen. Cargar con ella se hacía trabajoso, pero si algo lo caracterizaba era la serenidad. Como le había explicado a Tyson, aquellas molestias eran temporales. Aunque mentiría si no dijese que estaba deseando que todo pasase y tener a su pequeño en brazos.

  Notó un movimiento, y poco después un golpecito. Cogió la mano de Kai y la guió para que lo sintiese también.

  -Ya da patadas –dijo, casi llorando de la emoción.

  Kai lo besó. No lo demostraba con tanta efusividad, pero el brillo de su mirada delataba que estaba tan emocionado como él.

  -Sois adorables –dijo Bryan con sorna. Al punto soltó un quejido cuando el codo de Yuri impactó contra su costado.-¡¿A qué viene eso?!

  -Te he dicho que los dejes en paz.

  -Qué susceptible. Cualquiera pensaría que eres tú el que está embarazado.

  No era más que una broma, pero el pelirrojo encajó mal el comentario. Bufó y abandonó la estancia, sin dignarse siquiera a mirarlo.

  -¿Pero qué he dicho?

  Hizo ademán de seguir a su novio, pero Ray lo detuvo.

  -Es mejor que hable yo con él –dijo con suavidad.

  El ruso centró en él sus ojos claros y frunció el ceño.

  -¿Tú sabes de qué va esto?

  -Puede –sonrió misteriosamente y salió de la estancia antes de que Bryan pudiese interrogarlo.

  El chino arrugó la nariz con desagrado al ver que Yuri había salido al jardín. Suspiró con resignación y se puso el abrigo más grueso que pudo encontrar antes de salir tras él.

  Nada más abrir la puerta lo recibió una gélida ráfaga de aire. El paisaje invernal era hermoso, pero para el pelinegro perdía buena parte de su encanto estando de ese lado del cristal.

  Siguió las huellas de Yuri sobre la nieve. Lo vio sentado en un banco de piedra, con los codos apoyados en las rodillas y mirando al infinito, aparentemente inmune al frío. Ray se quedó de pie, algo apartado, seguro de que lo había oído acercarse. Tras unos minutos el pelirrojo se irguió con un suspiro, limpió parte de la nieve del banco y le hizo una seña para que se sentase allí.

  -No sé qué diablos me pasa –dijo cuando el pelinegro estuvo a su lado.

  -Conozco esa sensación…

  El ruso esbozó una sonrisa sesgada.

  -Tú tienes excusa.

  Permanecieron un rato en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos.

  -Deberías decírselo –habló por fin el oriental.

  -En Rusia nos harían la vida imposible.

  -Me cuesta creer que haya alguien lo bastante inconsciente para enfrentarse a vosotros –repuso medio en broma.-Y si no, el mundo es muy grande.

  -Serían demasiados cambios.

  -Yuri… -resopló. Si había argumentos válidos, aquel desde luego no era uno.

  Ray se estremeció levemente, y eso pareció sacar al ruso de sus pensamientos.

  -No deberías estar aquí fuera. Vuelve dentro antes de que cojas un resfriado o algo peor.

  -Pero…

  -Adentro –repitió, esta vez utilizando el mismo tono autoritario de capitán.

  El pelinegro hizo un gesto de disconformidad, pero obedeció.

  -Como quieras, pero si tú no hablas con Bryan lo haré yo.

  -¡No te atreverás! –exclamó alarmado.

  -Yo que tú no me pondría a prueba, ¿sabes? Mi humor es algo inestable últimamente –soltó una alegre carcajada cuando Yuri refunfuñó algo como “chantajista”.

Notas finales:

Por si a alguien le interesa, en Fanfiction he empezado a subir un fic KaixRay en inglés: To the core.


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