Había una vez una niña llamada Emma, ella no era una mala persona más bien era alguien bueno, muy pocas veces tenia pensamientos oscuros, siempre hacia lo posible para ayudar a aquellas personas que lo necesitaban, no gozaba de demasiado dinero pero tampoco le sobraba, solo tenía para lo justo y necesario. Su cabello es de un color castaño oscuro, muy oscuro y sus ojos eran de un color marrón como el chocolate, al parecer nuestra querida Emma era una normalita como decían en aquellos tiempos…no tenía la belleza que toda princesa posee, porque ella era solo un peón más entre tantos en aquel tablero de ajedrez.
Esta historia me la contó mi madre, y a ella se lo contó mi abuela y así sucesivamente…de generación a generación hasta llegar a ti. Esta historia podría ser el típico cuento en que el príncipe rescata a la princesa de un dragón…o quizá sea esta historia en la que un dragón se enamora de la chica pobre.
Aunque esta vez es diferente, serán dos niñas que protagonizaran mi pequeña historia.
Abby es una pequeña princesa, inocente demasiado inocente para su edad no bebió y jamás maldijo a nadie, simple alejada de la realidad…cada vez que se sentía incomoda movía su rodilla como si estuviera nerviosa y ansiosa. Nunca nadie hablo de ella de mala forma, solo recibía halagos y regalos por parte de las personas los cuales forman parte de aquel juego de su padre. Quizá nunca conoció más allá de lo que veía…y por eso tal vez se sentía sofocada al estar en aquel castillo en el que estaba con su padre y aquellos extraños sirvientes que no hablaban y no se inmutaban si sucedía algo fuera de lo común en aquel palacio. Abby aparte de ser inocente, en ciertas cosas, tenía una fascinación por el color rosado, cada pieza que conformaba su cuarto era de un color rosa pálido, sus muebles de un color blanco se ajustaban a ese color que tanto le encantaba.
Esta pequeña tenía los ojos de un color peculiar, una combinación entre marrón y amarillo y por aquello la gente a veces se dirigían a ella por la “fiera” porque eran casi como los de una, ellos no lo decían de mala manera porque si no se arraigaban a lo que se les venía encima y solo por ponerle un sobrenombre a la hija del rey. Sus cabellos de un color castaño casi llegando al chocolate amargo, fino y sedoso toda la envidia de cada niña pero no la de Emma. Su edad es de quince años y a causa de su ´pequeñez, ella ponía como excusa “me falta tener más años” a su falta de centímetros.
Estas dos chicas tuvieron un encuentro muy diferente al de todas las historias…
Todo podría haber empezado con Abby comprando en una subasta, a una niña que parecía estar necesitando de ayuda, o quizá hasta se hayan encontrado por una simple equivocación pero aquí, en mi mundo, todo es posible hasta puede hacer que Emma sea la hija ilegítima del rey…pero no.
Aquí Emma no es feliz y su rostro aunque sereno, ruega por un poco de ayuda. En esa época no existían las maquinas que tenemos en estos tiempos, en ese tiempo no existía un médico que al final de cada cita, él con seriedad te dictaminaba lo que supone que tendrías que tener, aquí todo es diferente…
Emma tiene esquizofrenia, su vida cambio desde que cumplió felizmente sus cinco años, el trato de sus padres cambió, la mirada de sus vecinos cambió, el trato con los de su edad cambió, y su capacidad mental cambió.
Abby parece tener los síntomas de un esquizofrénico…pero es Emma la que lo es, ¿Cómo es posible esto? Es porque están destinadas a estar juntas, quizá. Pero tal vez el vivir sola en aquel lugar junto a un hombre que apenas conocía y le daba regalos solo para compensar su falta de presencia, ayudaron a que Abby tenga estas características.
En cambio Emma gozaba de buena suerte, ella no tenía un alto nivel de esquizofrenia más bien todo lo contrario, era apenas leve…pero eso sí, constantemente escuchaba voces en su cabeza y lo único que le decían era “se feliz”, “algún día serás feliz”, “algún día la felicidad se llenara por completo” pero otras decían “ojalá esta sea tu ultima vez aquí”, “hay personas que siembran cosas buenas y otras que como tú siembran cosas malas, estas personas merecen morir” y “nadie te necesita”. Este tipos de cosas no ayudaban en nada a Emma, su aspecto era deplorable cualquiera sentiría pena por ella y serias tú el que la ayudara y no ella a ti.
Tal como la pequeña princesa, Emma se perdía en su mundo, fuera de la realidad ella creía fervientemente en una persona su “apu” este personaje era alguien irreal para cualquier persona, hasta para otros esquizofrénicos pero no para la niña, para ella su “apu” era alguien que la ayudaba a crecer…alguien diferente a sus padres y amigos. En la mente de Emma, “Apu” tenía cabellos blancos, como la nieve…sus ropas eran de un color más oscuro y no llevaba ningún colgante todo aquello parecía muy real, demasiado real para ella por aquellos las personas empezaron a alejarse de Emma, por ellos sus padres dejaron de verla con amor, siempre cuestionándose qué habían hecho mal, que pecado habían cometido para que su hija saliera así.
Emma con apenas trece años ya había intentado suicidarse, había cometido el error de hacerlo en su patio…su madre la vio, a ésta se le cruzo por la mente hacer que no vio nada…pero alejo ese pensamiento y tomar el papel de la madre que nunca fue. Por su parte Emma, metida en su mundo lleno de sufrimiento, jugaba con aquel cuchillo que encontró debajo de su colchón de paja…creyó que alguien lo puso allí para que ella diera fin a todo aquello, pero en realidad fue ella quien lo colocó ahí.
Emma caminando junto a su “Apu” se metió dentro de un laberinto mandado a hacer por el rey, distraída por la conversación con la mujer de cabellos blancos, se perdieron en el medio del laberinto y sin salida se quedó allí…esperando a que su amiga irreal volviera para que la llevara a la salida. Y así pasaron las minutos que se transformaron en horas…en un día, en dos días…en los que no volvió a ver a su “Apu”…las voces se intensificaban en el pasar de las horas, y ya sin esperanzas… buscaba algún objeto que sea de herramienta para poder quitarse la vida.