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Mayordomo Negro: Cenizas Azules por Richie Ness

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Notas del capitulo:

Me encantaria que más personas se animaran a comentar, por más breve o espontáneo que sea, es bien recibido. Los alento a dejar un pequeño comentario si han llegado hasta este capítulo.

Mayordomo Negro: Cenizas Azules

Capítulo Diecinueve

–Ese mayordomo, de luto–

 

    La campana tintineó. Docenas de diferentes armas para diferentes personas; cuchillas pequeñas y poderosas para personas que deseaban ser discretas y mortales, o armas grandes y pesadas para regodearse en poder. No tardó en salir de la parte trasera de la tiendo un hombre fornido y moreno.

    –Eres tú –saludó con una amplia sonrisa en el rostro.

    –Dijiste que hoy tendrías el encargo.

    –Claro, claro. Es bueno que hayas llegado a estas horas, justo la terminé. Un niño vio ayer poco después de ti y me hizo un encargo muy especial, he estado entretenido desde entonces.

    –Entonces ¿tienes ya mi encargo? –cortó Selina.

    –Tranquila chiquilla, creí que te llamaría la atención.

    –¿Por qué debería se hacerlo?

    –Al parecer creo que te conocía, en cuanto te describí salió corriendo de la tiendo con una espada enfundada.

    –¿Cómo era? –una repentina inquietud invadió a la niña.

    –Unos cuantos años mayor que tú, cabello castaño y media tal vez uno con sesenta, muy alto para su edad.

    –Sí, lo conozco –la voz no parecía provenir de ella, su mente giraba en un torbellino de intriga y preguntas sin contestar.

    –¿Un novio?

    –Se podría decir que un familiar.

    –De cualquier forma aquí está tu pedido –. Una gruesa cubierta de cuero terminando en una empuñadura hermosamente adornada reposó sobre el mostrador con impecable poderío.

    –Gracia, de casualidad ¿Cuál es ese encargo tan especial? –preguntó a la par que sacaba un saquito con monedas.

    –Me trajo una espada muy maltrecha, debo de repararle en un tiempo antes de que venga a pedírmela nuevamente.

    –Entiendo, entonces no sigo molestando. Gracias.

    Selina ya estaba por salir cuando el herrero agregó:

    –Si ves al chico dile que me esforzaré para que su espada quede perfecta.

    –Claro, yo le aviso –asintió con un semblante sepulcral y salió de la tienda.

 

    –Me estas saliendo muy caro, Sebastian –gruñó Cie en cuanto salieron de la sastrería cargando una pesada bolsa.

    –Lo lamento, joven amo. Ropa tan delicada como la de un mayordomo de los Phantomhive no es económica.

    –Entonces no la rompas, si sigues metiéndote en batallas terminaré por comprarte una armadura medieval.

    –Sería muy incómodo.

    –Pues no seas golpeado, eres mi demonio. Mira, allá esta Selina, al parecer también terminó de hacer sus cosas –señaló Ciel, el carruaje estaba aparcado a un lado de la acera y la niña se frotaba la frente con el dorso de la mano.

    –Yo meto esto al carruaje –se apresuró a decir Selina en cuanto sus dos compañeros estuvieron cerca.

    –¿Qué fue lo que compraste? –. Ciel estaba cruzado de brazos con una mirada inquisitiva lista para ser un policía en interrogatorios.

    –Cosas de chicas, nada que deba interesarte. Listo, vayamos con ese tal Undermaker –se apresuró a agregar al ver la expresión de Ciel.

    –Undertaker –Sebastian la corrigió con amabilidad.

    –Cómo sea, andando.

 

    Oscuridad. Fue lo primero que se le vino a la mente a Selina cuando entraron al local del tal Undermaker una tienda de ataúdes. No tenía ni idea de cómo un tipo como ese podría ser de utilidad para los fines del Phantomhive, pero lo mejor sería escuchar y callar, por suerte y su condenada Ceithleen se apiadaba de ella y le daba algo con que trabajar. Pegó un chillido cuando unas garras y frías le sujetaron la cadera desde atrás. Miró atrás y se apareció un señor blanco como la leche, cabello largo y gris que cubría sus ojos en un flequillo y una gran cicatriz que cruzaba su rostro; inevitablemente era lo que más llamaba su atención, aparte de la macabra sonrisa y vestuario excéntrico. Después miró al frente y observo como el Phantomhive y su mayordomo intentaba contener la risa, un intento en vano pues en cuanto vieron que ella había notado lo estúpido de la situación, estallaron en carcajadas.

    –No es gracioso –chilló entre vergüenza.

    –Sí lo es –respondió Ciel limpiándose una lagrimita del ojo izquierdo.

    –Mi más sincera disculpa, My Lady, no era mi intención asustarla, creí que era el Conde Phantomhive.

    –¡Hey! –reprochó el niño haciendo desaparecer su risa. En cambio Sebastian reo todavía más.

    –Siempre es bienvenida su visita y quería recibirlo como se merece.

    –Eso es un insulto, debería ser un insulto.

    Undertaker rio por lo bajo en un extraño arrullo.

    –Da igual –prosiguió Ciel –vine por información.

    –Ese es mi trabajo. ¿Es algo relacionado con la familia Nasnarin y De Ponteveccio?

    –¿Cómo lo sabes?

    –¿Qué clase de informante seria si no estoy al tanto de la situación en Londres?

    Ciel arrojó un suspiro hondo y divago un rato en sus pensamientos.

    –¿Qué sabes de ellos?

    –Esta información no será barata, Conde.

    –Aceptaré el precio.

    –De cualquier forma no es muy alto, estoy seguro que lo podrá pagar. –Comenzó a pasear por entre los ataúdes. –No mucho, realmente; una familia poco reconocida entre la nobleza y los títulos no fueron…

    –Eso ya lo sabemos, para ser más específicos: Acerca de Jeptha Nasnarin.

    –No sé por qué me preguntan eso a mí, cuando tienen a su hija.

    –Lamento informale, Undermaker, que conozco tanto de mi padre como del vecino –interrumpió Selina entre escalofríos, era un lugar espeluznante.

    –Eso puede ser cierto, pregunta por el proyecto de la Reyna. Hasta donde pude averiguar es un proyecto que involucra a todo el país en general, una construcción diseñada para algo terrorífico y destructivo. Jeptha Nasnarin es el único que fue capaz de lograr tal cosa. Puede ser que la Reyna lo asesine sin más cuando no le sea útil. Algo de esa magnitud puede llevar años y no se podrá mantener en secreto por mucho tiempo.

    –Es mentira, la Reyna no construiría nada que atentara contra su pueblo.

    –Es lo que tengo, Conde –dijo después de encogerse de hombros –puede creerlo o no.

    –Vine aquí por información, no para escuchar charlatanerías. No habrá pago si sigues mintiéndome.

    –Conde Phantomhive, puede ser difícil lo que escuchara, pero se rumorea que es una torre. Una torre para dioses.

    Selina pegó un respingo. Ciel la miró de reojo.

    –Explicate.

    –Aparentemente la familia Nasnarin no está en esa situación por ser malos en negocios o solo por capricho; la Reyna pensaba que tenían demasiada influencia y poder, así que pisó la cabeza de la serpiente para controlarlos. ¿Has escuchado de una antigua familia llamada Hammet Aligerhi? Al parecer tenían poderes de los dioses que permitían poder sobre la tierra.

    –¿A dónde quieres llegar con esto? –disparó Selina con miedo a que ese extraño sujeto supiera mucho de su familia.

    –Han llegado noticias de un guardia de la real corte diciendo que apareció un bebé y la Reyna trata de protegerlo a toda costa. No sería gran cosa si eso hubiera estado en la misma oración que el nombre Hammet Aligerhi.

    –¿Qué tan cierta es esta información? –Sebastian finalmente habló.

    –Al día siguiente de decírmelo, lo decapitaron por traición. Puedes sacar tus propias conclusiones.

    –Gracias por ayudarnos Undertaker. Ahora hablemos del precio.  

    –No es gran cosa, yo también estoy interesado en la historia de esa familia, así que solo te pido que me des los recuerdos de Jeptha Nasnarin.

 

    –¡Los recuerdos de mi padre! –rugió Selina al subirse en el carruaje. –¿Quién se cree que es?

    –Tampoco lo comprendo, pero es importante pagar el precio.

    –Sí, dime Phantomhive, exactamente ¿cómo planeas extraer los recuerdos del imbécil de mi padre? ¿Tienes una maquina extractora de recuerdos contigo?

    –Ya nos encargaremos de eso, primero lo primero: iremos a visitar a la Reyna.

 

    Orville se sentía extraño entre esos dos seres, casi leyendas entre ambas ramas familiares; los hermanos del origen, inmortales y poderosos.

    –Blade, Jeptha nos acaba de informar que el Phantomhive tomó la iniciativa, fue con un sujeto por información. No me preguntes cómo, pero sabía demasiado del proyecto de la Reyna.

    –Entonces ahora el niño ese esta en ventaja.

    –Exacto, se está interponiendo en nuestros planes.

    –No creo que sea el únicos, si lo sabemos nosotros también lo sabe François.

    ¿François?, se preguntó Orville mientras miraba desde la penumbra de la habitación. Seguía herido de la pelea anterior pero al menos ahora era libre de curarse por sí solo y no necesitar de alguien más para hacerlo.

    –También nos encargaremos de él, pero todo a su tiempo. Primero el Phantomhive, y si François nos causa problemas, nos encargaremos. Orville, tomá tus armas y ponte la capucha.

    –Estoy listo –sentía que necesitaba agregar un honorifico al final de la oración, pero a falta de una adecuada prefería mejor quedarse callado. Leo asintió y se cubrió la cabeza con la capucha. Blade lo imitó.

    –Intenta no morir, chiquillo –una risa burlona.

 

    Un destello aparecía de vez en cuando en el cañón del arma. François la estaba puliendo desde hace un tiempo. El mejor aliado de un pistolero es su pistola, y si esta fallaba, era letal para el pistolero.

    –¿Cuándo te piensas mover?

    –Cuando acabe de limpiar mi revolver.

    –Todo ha comenzado a moverse, incluso el Señor va a venir.

    –Es cierto que las cosas se pondrán feas de ahora en adelante, por eso es importante que no me fallen estas hermosuras, si muero yo, mueres tú; Seth.

    –No morirás si esas cosas fallan, estoy para cubrirte las espaldas, como en los últimos treinta años.

    –Estoy listo, salgamos –el tambor giró rápidamente y chasqueó cuando paró.

–Fin del capítulo Diecinueve–

Notas finales:

Gracias por leer y espero sus comentarios.


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