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Mayordomo Negro: Cenizas Azules por Richie Ness

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Notas del capitulo:

Gracias a ustedes la cantidad de comentarios en cada capítulo asciende, espero que más gente se anime a comentar. Me ayuda a seguir actualizando.

Mayordomo Negro: Cenizas Azules

Capítulo Veintidós

–Ese mayordomo, en la gloria–

 

    Mordía su vendaje para ajustar la presión sobre la herida, eran solo unos cortes pequeños, pero Ciel insistió en cubrirlas. Sebastian declinó la oferta de ser ayudado, al parecer todavía estaba enojado por detenerse en pleno combate. Blade sin lugar a duda sería peligroso más adelante. Ciel sentía que hizo lo correcto, pues a pesar de intentar aparentar una actitud fría e indiferente, estar en medio de dos dioses dispuestos a dar todo en un combate, no era algo que pudiera controlar sus nervios. Al parecer tampoco Selina, estaba sentaba sobre una caja de madera, hacia todo por evitar temblar.

    –Los hermanos del origen –comenzó Selina mirando sus manos temblorosas, su voz estaba igual –son seres muy poderosos, me impresiona que un simple mayordomo pudiera enfrentar a una mano a mano.

    –Me halaga, My Lady –Sebastian hacía lo posible por evitar que en su voz se escuchara el reproche –no lo habría logrado sin esa espada.

    La espada estaba en su funda, recargada contra la pared. En la parte de abajo, donde terminaba la punta, una gran mancha de sangre se concentró.

    –Mucho mejor que esos cubiertos ¿cierto? –intentó esbozar una sonrisa, pero desapareció tan rápido como apareció.

    –Por supuesto que sí.

    La sonrisa del mayordomo reconfortó a la niña y antes de darse cuenta dio un gran suspiro y su cuerpo dejo de temblar.

    –No nos detengamos, debemos ir con la Reyna, estamos a unas cuantas cuadras de la casa real –Ciel acomodaba su sombrero y preparaba para irse.

    –Te ves preciosa –se burló Selina.

    Ciel no prestó atención.

    –Sebastian, sé que estas fastidiado, pero ya tendrás tu oportunidad de vengarte, por el momento lo importante es saber por qué luchamos.

    –Por nuestras vidas, así de fácil, joven amo.

    –No me respondas, Sebastian, ¿esas heridas afectaron tu cerebro?

    –No, lamento mi atrevimiento –el mayordomo hizo una reverencia en disculpa.

    –Andando –la capa ondeó cuando el niño giró rápidamente.

 

    Los gritos de dolor recorrían las cloacas como una rata atrapada. El olor a carne chamuscada le daba náuseas y  cada retazo de tela que tocaba su piel era una lija. La sangre escurría su piel arrancando la suciedad.

    –Ese bastardo de Leonardo tiene un nuevo truco –Soltó un grito de dolor –si no fuera por ti estaría muerto, Seth –. Una risita incomoda brotó de sus labios.

    –Me protegía a mí, eres un asco enfrentándote a dioses –. Una sombra humanoide interactuaba con François, cubría las quemaduras con tela. –Cuando lleguemos a la mansión te atenderán correctamente.

    –¿Mansión? Estás loco, aún tengo munición para reventarle el cráneo a Leonardo –dio unos golpecitos a una sección de su cinturón.

    –Solo darás pena, tu piel parece una pasa.

    Una exclamación de dolor nuevamente.

    –Asesinaré a Leonardo. Iremos con el Phantomhive.

    –¿Esperas que te acoja en brazos y te curé con polvo mágico?

    –¿Crees que lo haga?

    –Eres un estúpido

    –No podré acabar solo con Leonardo, lo principal es sacarme de encima a Blade y… –se detuvo en seco frente a lo que iba a decir.

    –Orville –completó Seth. –Después de todo no eres el padre ejemplar.

    –Solo vayámonos ya.

    –Con la Reyna… Escuché que tiene guardias muy poderosos.

    La sombra esbozó una sonrisa y se difuminó en el aire hasta ser absorbido por el cuerpo de François.

    –Espero no tener que salvarte otra vez.

 

   La casa real, donde  vivía la Reyna Victoria. Forjando una hermosa época donde la era industrial acuñaría grandes avances tecnológicos, pero entre ellos se guardaban secretos que posiblemente nunca vieron la luz. ¿Dioses? ¿Quién sabría de eso? Los dioses no pueden afectar en el mundo terrenal.

    Y es cierto, al menos no sin un contenedor. Humanos con poderes.

    Hammet Aligerhi y De Ponteveccio. Todo por el capricho de una diosa, las mujeres son tremendamente maliciosas. O eso era lo que pensaba Selina de camino. Pocas veces pudo conversar con Ceithleen, no podía recordar la última vez que lo hizo, pero su voz era hermosa y tranquila, arrulladora.

    Esa misma voz fue la que le hizo pararse en seco.

    –Caminas sobre el sendero de la muerte.

    Selina miró al mayordomo y Phantomhive para asegurarse que solo ella lo escuchaba, que solo ella se quedó rezagada.

    –¿Qué quieres decir Ceithleen? –pensó la niña.

    –Si persigues las espaldas de aquellos dos, tu sangre será derramada.

    –¿Te preocupas por mí? –bromeó para disimular el nerviosismo, comenzó a andar al ver que sus compañeros se alejaron lo suficiente para notar su ausencia.

    –Aun no nace un contenedor digno de mí.

    –Me siento halagada.

    –Cuando cortas una rama del árbol, este se debilita.

    –Las ramas vuelven a crecer.

    –Se tardan, Selina, y algo grande viene en camino.

    –¿Sabes lo que es?

    –Sí, pero decirte alterará el curso.

    –No solo eres una vidente y profeta, ahora también la madre tiempo.

    –Mis palabras no repercutirán en tu decisión. Velaré por sangre y alma.

    –Suerte consiguiendo otro contenedor.

    La voz desapareció dejando un gran vacío en su cabeza, se sentía extraño, como si alguien hubiera dejado de hablarte al oído en susurros y dejara un zumbido persistente y molestoso. Aun no se acostumbraba a hablar con su diosa.

    Tardó en escuchar las represalias del Phantomhive.

    –Mocosa, apurate, casi llegamos.

    –Ya voy, solo me cansé de caminar.

    Mi sangre será derramada si los sigo –pensó –pero sus espaldas son tan grandes que crean una sombra que me cubre por completo. Ceithleen, con ellos en frente de mí; estaré a salvo.  

    Piénsalo otra vez, Selina.

 

    Sus brazos aun arrojaban de vez en cuando destellos eléctricos y Blade simplemente permanecía callado. Dejaba que la sangre cayera al suelo.

    –El dios de la guerra combatiendo en serio contra un demonio –dijo Leo con una sonrisa burlona.

    –Cállate –chilló Blade.

    Orville miraba sus balas, acariciándolas en silencio.

    –¿Qué sigue? –finalmente preguntó.

    –Esperar las órdenes de Jeptha, aunque no nos guste, recibirá noticias del señor. Y por lo que dijo, viene Acke en camino.

    –Ese infeliz –interrumpió Blade –se está armando una gorda –la risa atronadora de Blade lastimaba los oídos de Orville. –Las cosas se pondrán interesantes.

 

    Los guardias esperaban afuera de la puerta. Ir con la Reyna sin ser invitados era una grave ofensa, pero al ser el perro guardián, podía ser caprichoso una vez cada cierto tiempo. Ya había usado el primero, era mejor no abusar.

    Los guiaron hasta una sala e hicieron esperar por casi una hora. La puerta interrumpió quebrando el silencio. Ciel se encontraba tomando té.

    La Reyna apareció con su elegante porte y finas prendas. La cabeza en alto y posiblemente usaba zapatos altos para mirar a todos hacia abajo.

    –Mi Reyna –Ciel rindió una profunda pleitesía.

    –Mi guardián, Phantomhive –dijo la Reyna después de tomar asiento. Dos guardias la flanqueaban. –¿A qué se debe tan grata visita?

    –Lamento venir sin invitación, pero es importante.

    –Comprendo, lo escucho Conde.

    –Han habido una serie de eventos desafortunados para Inglaterra, unos asesinos comenzaron a atentar contra la familia Nasnarin. Pero lamentablemente solo era el comienzo de algo más profundo. –Ciel hizo una pausa para palpar las palabras en su boca antes de escupirlas.

    –Tiene que ver con la antigua familia Hammet Aligerhi y De Ponteveccio, ¿no es así? –la Reyna prosiguió para ayudar al Conde.

    –Entonces sabe de eso, de los dioses.

    –Mi trabajo como Reyna es estar bien informada y evaluar la situación para hacer lo correcto –pegó un sorbo a su taza de té.

    –He escuchado que está trabajando en un proyecto secreto.

    –Los rumores corren rápido.

    –¿Es cierto?

    –Sí, ¿qué esperas con esto? Conde.

    –¿Por qué no me pidió ayudarle? –abrevió su oración para evitar que se notará su trémula voz. Si era cierto lo del proyecto, podría ser cierto que fuera algo malo.

    –Es un proyecto que se llevará sus años, eres mi guardián y siempre tienes que estar dispuesto para servirme. No puedo tenerte ocupado en otras cosas. Jeptha Nasnarin, tu padre, Selina, era la mejor opción para este trabajo.

    La niña asintió cortésmente.

    –Me halaga con sus palabras, mi Reyna –dijo Selina solo por cortesía.

    –¿Puedo saber de qué se trata? –retomó la palabra Ciel.

    –Lo lamento, Conde Phantomhive. Me es imposible por el momento, pero lo sabrás eventualmente.

    –Entiendo.

    –Si es todo lo que tenía que hablar conmigo…

    –Con su permiso –. Los tres hicieron reverencia.

    –Mayordomo de los Phantomhive, Sebastian Michaelis, fue un placer verlo.

    –El placer es mío –la sonrisa de la Reyna lo estremeció, algo no estaba bien.

    La puerta se cerró y la Reyna quedo a solas con sus guardias.

    –El Phantomhive sabe más de lo que aparenta, fue persuasivo con sus preguntas, no quería arriesgarse –una voz salió de la nada.

    –Se volvió un problema, Jeptha, sería una lástima que me quedara sin tan valioso guardián –la calmada sonrisa era imperturbable.

    –Mi señor viene en camino, llegará mañana.

    –No asesinan al Phantomhive, solo déjenlo fuera de combate por un tiempo, no importa lo que le hagan mientras siga respirando.

    –Entiendo su majestad –no era necesario verlo para saber que reverencio. –Tomaré las medidas necesarias para el caso, por ahora me retiro.

    –¿A dónde se dirige?

    –A recibir a un camarada, mi señor ordenó que atendiera a Acke.

–Fin del capítulo veintidós–

Notas finales:

Gracias por leer. No olviden comentar.


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