Lo que el corazón espera por Cuky

Demandante la miraba que recorría su cuerpo, demandante esas manos sobre él, proponiéndole más que una cosa, más que una extraña relación entre “amigos”, sexo.

Tan solo de pensar que ese miserable lo había tomado, a la fuerza, haciendo caso omiso a sus plegarias, a su llanto… a la humillación que sintió; ahora lo que más deseaba era matarlo, de una vez por todas, sin vacilación, sin nada más en la cabeza que mantener en cuenta cuanto daño le hizo, pero sabía que no podía, en un dos por tres estaría en prisión… sabiendo que no saldría por mucho tiempo, desistió.

-¿Estás bien?- su amigo Yugi, siempre preocupado, pendiente de su bienestar.

-Si- y su sonrisa forzada, para no causarle problemas.

-Bien, debo irme ya, mi abuelo me prometió que me llevaría a ver el gran torneo nacional de “juego de monstruos”- se despidió con la mano, corriendo apresurado.

Aunque habían pasado cinco años ya desde el último torneo, a Yugi le seguía encantando el juego, ganando varias veces por su honor, ¿o ya se había vuelto una codicia?, ¿o es que en verdad el muchacho no tenía otra cosa en la mente?

Ya no le daría tantas vueltas al asusto, al fin y al cabo, lo que hiciera Yugi estaría bien… de una forma u otra, estaría bien.

Se dirigió rumbo a su casa, en el trayecto observaba a muchas parejas de novios, besándose sin importarles nada más, en plena vía pública… sonrió, ahora de seguro no podría pedirle a una mujer una cita, su única experiencia sexual fue horrible, no quería volver a hablar o experimentar el sexo, solo lo heriría más de lo que ya estaba, tan perturbado, frágil, despertándose con pesadillas en la noche, para luego llorar desconsoladamente como un niño pequeño. Nunca volvió a ver al ser tan desagradable que en fracción de segundos le arrebató todo, más su inocencia, él no era ingenuo y sin embargo…     

Una vez en su casa, se arrojó en la cama, boca arriba, observando el techo, cerró los ojos, las carcajadas demoníacas se escucharon por enésima vez y gritó desesperado, ¿hasta cuanto sufriría por su violación?, las lágrimas no cesaban y supo que… jamás descansaría como normalmente solía hacerlo, su carisma murió, al igual que su sincera y enigmática sonrisa.

Para despejar su mente solo le quedó vagar por las solitarias calles, claro que no alejándose mucho, aún tenía miedo, pensar que ese bastardo lo había tomado desprevenido. ¿¡Por qué!?, ¿¡por qué le hizo esto!?, después de Yugi, consideraba a ese indeseable su segundo mejor amigo y de seguro que la simpatía era mutua… entonces… ¿¡POR QUÉ!?

Corrió por la espesa niebla, quería olvidarlo todo de su mente, la asquerosa lengua de su agresor en su intimidad… su miembro embistiéndolo con ferocidad, arrancándole de su adolorida garganta gritos desgarradores, una tortura insoportable y luego… ese susurro hipócrita en su oído, diciéndole una y otra vez: “te quiero Joey… te quiero…”

No supo en que momento chocó con la última persona con la quería toparse, ese dizque ejecutivo arrogante, que para lo único que era bueno, era para burlarse de él, cosa que no se hizo esperar.

-Vaya perro, ten más cuidado que vengo de la tintorería- su altanero tono de voz y su mirada burlona; sin duda toda su existencia sería desastrosa a partir de ahora.

-¡Cállate!- Seto Kaiba pudo ver las lágrimas salir de esos ojos chocolate que se mezclaban con la lluvia, que comenzaba a caer, se sintió culpable, algo nuevo en él.

-Yo…-

-¡Nadie lo entiende!, ¡porque en este preciso momento quiero morirme!, ¡y sé que a nadie le importaría!, ¡a nadie!- cerró los ojos con fuerza, apretando sus manos en forma de puño.

-Eso no es verdad- y no sabía exactamente por qué se lo dijo, pero así fue, ya no había marcha atrás.

-¡Tú que sabes, idiota!- lo miró con intensa furia.

-A Yugi Motto… a él…-

-Yugi tiene su propia vida, seguiría adelante, pero… nadie me extrañará realmente, soy fácil de reemplazar, lo sé… lo sé…-

-Para mi no, porque yo sí te extrañaría… Joey- la primera vez que decía su nombre, le fascinó como se escuchó, sonrió.

-Claro, porque si no, ¿a quién molestarías para sentirte el dueño del mundo?- se rió por lo bajo, al menos era necesario para algo.

-Te equivocas… yo… yo…-

-Déjalo, no te esfuerces-

Decidido a marcharse, se giró para volver a la oscuridad de su habitación, tal vez para morir de dolor… tal vez para morir por su mano…

Lo que el corazón espera no se puede aplazar, tomándolo bruscamente de un brazo, arrinconándolo en su pecho, le declaró todo el amor que el ojiazul sentía por él, no le creyó, pero el firme abrazo lleno de ternura, dio rienda suelta a sus sollozos, sintiéndose pleno y completo, entonces supo… que si moría, al menos el lloraría por él.

A la luz de la luna, ante la escasa lluvia, fundiéndose en un beso, pensó que era necesario… olvidarlo todo, su sufrimiento… de una buena vez.

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