Llegamos al hospital y de inmediato nos encontramos a los padres de Connor.
-¿Cómo está?
-Grave. Disculpa que te haya llamado a la casa, pero los médicos desean, mejor dicho, necesitan saber al respecto sobre las sustancias que ha tomado mi hijo.
No razoné, de momento, que el comentario del hombre me incriminaba como compañero de su hijo en el consumo de drogas.
-Lo siento, pero yo no he consumido nada de eso.
El padre de Connor desvió su mirada al momento que yo termine de decir aquello.
Con los ojos esperanzados vimos llegar a un médico. De inmediato los padres de mi novio lo interrogaron. El doctor informo que el muchacho se hallaba grave, pues parecía haber ingerido crack con alcohol.
-Doctor – cuestiono mi padre de inmediato – sé que no es el momento ni el lugar, pero dígame una cosa, ¿Connor puede haber contraído sida? Usted sabe, por lo de las jeringas.
-No hay huellas de que se inyecte, y eso lo exenta de la mayor parte del riesgo.
El papá de Connor camino detrás del médico y nos quedamos solos con la madre. Ella nos miró con cierto dejo de perfidia. Talvez se había molestado por la pregunta de papá o simplemente había hallado el momento de arrojar el veneno de su alma.
-A mi pobre hijo siempre le ha ido mal – comentó –al pobrecito le han afectado mucho los problemas amorosos. Desde que se separó de su esposa no se ha repuesto. Le han hecho mucho daño.
Por un memento creí que estaba hablando de otra persona. Fue mi padre quien reacciono más rápido.
-¿Qué dice señora? ¿Connor se había casado antes?
La mama de mi novio se fingió turbada haciéndonos creer que se arrepentía por haber hablado de más, pero sus frases fueron bien calculadas.
-Si – aclaro con fingida timidez – tenia dieciocho años y la mujer veinticuatro. Ella era mañosa, trato de atraparlo embarazándose. Y lo logro, se casaron por el civil, pero solo duraron juntos catorce meses. ¿Acaso no lo sabía usted?
Negué con la cabeza. Lo único que sabía de Connor era que trabajaba en una empresa vinícola como ejecutivo de ventas, tenía un hermoso auto y un elegante porte, que decía ser ingeniero y que estaba dispuesto a formalizar su relación conmigo.
-¿Connor es ingeniero? – pregunte
-No. Siempre quiso serlo, pero cuando se casó, tan jovencito, tuvo que dejar de estudiar y ponerse a trabajar para mantener a su familia. Le ha ido mal. Su esposa lo manipulaba.
-¿Y no trabaja en una compañía vinícola?
-Lo hizo, pero renuncio. Lo explotaban, su jefe era un tirano. Es un muchacho muy bueno, pero se está reponiendo.
¿Es un muchacho muy bueno? Si, como no. Y de seguro yo soy para la miope de su madre sobreprotectora, otra sanguijuela que intentaba atrapar otra vez a su inocente bebé. Sentí un coraje enorme y no aguante más.
-Vámonos, papá.
Mi padre me tomo del brazo y dimos media vuelta sin despedirnos. El no comento nada en el trayecto a casa. Tampoco volvió a preguntarme cómo fue que me deje engañar. Estaba tan indignado como yo.