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The Cranbrerries. por Layonenth4

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Notas del fanfic:

Advertencia: AU, gore en cierta ocaciones.

Parejas: Mystrade (se me hizo obcesión) & Jonhlock (otra obcesión de verlos chiquitos)

Basado: levemente en "28 days later: Exterminium". Pero racionalment es muy poco su parentesco.

Desclaimer: John es de Sherlock y Sherlock es de John según el sagrado testamento de Sir Arthur Conan Doyle, que la BBC y sus co-productores los separen es pura aberracion TTnTT

Notas del capitulo:

No pregunten como es que esto surgio, simplemente aqui esta xD.

 

The Cranbrerries

.Prológo.

1…, 2…, 3…

 

Disparo.

 

Vacía, recarga, seguro, posición, apunta.

 

1…, 2…, 3…

 

Disparo. Se escucha el sacar el aire de tus pulmones con pasividad pero no apartas la mirada de sus orbes celestes de los objetivos activos; los depredadores, devoradores, descerebrados putrefactos.

 

La vida no vale nada. Vale nada la vida. Nada vale la vida. Es curioso la forma en como esta oración tiene muchas variantes, ¿no? Así como el nivel de estupidez de la humanidad, cuya defensa también es la "curiosidad". ¡No, para! No es momento de pensar en temas absurdos.

 

1…, 2…, 3…

 

Disparo.

 

Repitió el acto tres veces más, a nada para terminar el cartucho, solo por lograr despejar al "área" sobre su nuevo objetivo. El francotirador pelirrojo se yergue en su lugar con una rodilla soportando su peso mientras desarma el arma, la mete en su maletero y de se pone de pie para comenzar a dar cuatro grandes zancadas rumbo al Jeep cuya defensa estaba protegida, carrocería blindada de cristales polarizados y púas en los rines.

 

No, que haya convertido esa camioneta todo terreno en un monstruo andante no era resultado de una paranoia. Para nada. Absolutamente negable. Patético pensamiento.

 

Llego a ella y abrió la puerta de la cajuela trasera, aventando la maleta sin desacomodar nada de sus cajas de provisiones y destapo dos maletas escondidas debajo de una simple manta, cuyo contenido era el mismo que la tercera con la que llego. Armas.

 

Con fría calculación y sumergido en sus planes tomaba la fausta decisión de que llevar. Su objetivo solo estaba bajando la colina y no había merodeadores ya que acaba de exterminar a los pocos "caminantes", pero confiarse era el primer error y un paso a la muerte; ir armado era la mejor opción, pero un arma de fuego era mucho ruido sin silenciadores y desafortunadamente no ha logrado conseguir una de esas. Si necesitaba correr inesperadamente tomando en cuenta que su condición era un asco a pesar de todas las corredizas que ha dado esas últimas semanas (y cualquier ser existente en los cielos lo sabía) lo llevaría a una emboscada perfecta, así que algo pesado como un hacha no era buena idea. Ni modo, será el kit de cuchillos de combate que saco de aquel comboy la semana pasada… oh, y el que no los quería manchar de esa sangre coagulada.

 

— No los podías mantener brillantes por siempre bobo. — esa vocecita le hizo levantar la mirada y encontrarse con una personita asomándose curiosa tras los asientos.

 

En esos ojos que en parte eran los suyos y al mismo tiempo al revés, no lograban ocultar su inconformidad y miedo. Si, miedo era lo que se transparentaban en sus pupilas heterocromáticas, aun en contra del dueño.

 

— Son de colección, creadas especialmente para la unión soviética en contra de los rebeldes de los 90. No lo comprenderías enano. — tomo el kit y comenzó cambiarse las cintillas que sostenían su arma para amarrar las que sostendrían los estuches de las alagadas cuchillas.

 

— ¿Sabes que no comprendo? Tu nivel de idiotez.

 

— Cuida tu lenguaje. — ignoro al pequeño engendro y su comentario, concentrado en su tarea y frustrando al niño quien inclino su cuerpo más hacia adelante pero cuidando de no tirar nada

 

— Cabeza de tomate, desperdicias nuestro tiempo y disminuyes nuestros porcentajes de supervivencia por una masa horneada y dulce rellena de más dulce, llamados vulgarmente "pastelitos". ¡Pastelitos, Mycroft!

 

— No hagas énfasis en las palabras Sherlock, es descortés y roza lo dramático. — reprimió a su pequeña mini persona, quien resoplo frustrándose más

 

— Tu barriga es una deshonra y roza a lo diabético. — su hermanito jamás lo dejaría de joder con eso de su peso, ¡ni aunque ya no tuviera ni barriga! Sus últimos 16 años de su vida si se la paso obeso, pero esos últimos meses lo dejaron en una maldita dieta y vida nómada que dé aquí a dos meses más, no habrá ni rastro de carne flácida tras sus duros y sufrientes músculos— ¿no te basta con el exceso de grasa que ya tienes? ¿Para qué aumentarla con pastelitos?

 

Con eso último tuvo que dar un largo suspiro y miro a su hermano intentando recordar que era tan pequeño y débil, que era su más grande tesoro en el mundo y que daba la vida por él y para él, alejando el tentado pensamiento de ahorcarlo. Pero siguió mirando aquellos ojillos azules con motas verdes y un contorno gris plata, escondidas bajo sus cortas y rizadas pestañas oscuras. Contrario a los suyos que eran de un azul cristal compartidos con un esmeralda apenas notable alrededor del iris bajo rojizas y largas pestañas. En los suyos tal vez no haya ni un brillo humano que lo identificara, pero los de Sherlock aún seguían deslumbrando inocencia, destellando de ignorancia y pureza, pero temblantes de miedo. Perderlo a él, tal vez, por unos simples pastelitos.

 

Saco el arma del estuche que recién desprendió de su pierna y la tendió al niño, quien sin despegar sus miradas y muy enojado, apretó sus labios rosados tomando a regañadientes la pistola militar.

 

— Enciérrate y pon atención a tu alrededor. Si no vuelvo en menos de diez minutos o escuchas escandalo…

 

—…cumplo mi gran sueño y te abandono, arranco la camioneta y busco refugio con la banal y pobre idea de sobrevivir hasta que otro pobre idiota me rescate o lo más seguro, termine como el plato principal de uno de ellos. — su sarcasmo y petulancia tal vez fue demasiada, pero las últimas palabras erizaron todos los vellos de su piel, y con su mirada reprobatoria el niño cambio su semblante petulante y se encogió de hombros — Seré más inteligente que tú, pero sigo siendo un niño.

 

— Mantén los ojos abiertos y si algo se acerca, dispara. — no quiso contestarle cursilerías que pasaron por su cabeza al sentir el miedo de perderlo: "eres el humano más inteligente del mundo, y no permitiré que nada te pase." No, no diría tremenda tontería ni aunque le obligaran.

 

— ¿Y si eres tú? — puso sus manos sobre las orillas de la capota para sellarla, pero ese comentario agrio le hizo reír con amargura. Que poca fe le tenía su misma sangre, ciertamente.

 

— Serás afortunado hermanito, cumplirás tus dos más grandes anhelos en el mismo día. — y sello su pequeña fortaleza sin querer seguir escuchando las réplicas del menor.

 

Sherlock definitivamente tenía miedo que algo le pasara y no lo culpaba, desde que inicio el fin del mundo no se habían separado en ningún momento y cada que conseguían provisiones tenían que arriesgarse a enfrentarse ante los que querían comerlos. Su hermano menor tuvo que aprender a utilizar un arma mientras que el aprendía día a día a mantenerlos vivos, y desgraciadamente cada que despertaban ya sea de noche o mañana para seguir el recorrido, se convertía en un día menos para él y un largo camino de soledad para el enano. Sherlock debía aprender a no tener miedo.

 

Nuevamente dio 4 zancadas rumbo a la orilla de la carretera y miro hacia abajo, donde un camión blanco con la estampa de la compañía que producía unos deliciosos bocadillos y dulces. También era obvio la marca de una mano que dejo sangre embarrada por ambas puertas del compartimiento y los doce cadáveres siendo el mismo el causante de las perforaciones de bala en sus frentes. Bien, era la hora.

 

Con un cuchillo en su mano derecha y la otra utilizándola para sostener parte de su peso sobre el pavimento, se fue deslizando con cuidado por el barranco que agradecidamente no estaba inclinado y ni muy alto. Sus ropas no importaban, el pantalón café o la playera verde de algodón podían ser remplazados, no como sus costosos trajes que ya no existían.

 

Deslizando por la hierba destrozada quedo a un metro de distancia y preparo el cuchillo en lo alto, en una pose de combate y sin emoción o temblor alguno. Solo esperaba que valiera la pena y tuviera de esos dichosos "pastelitos" de chocolate con relleno de crema batida que tanto le gustaban a su hermano.

 

Pateo el centro del compartimiento en precaución de saber si había algo ahí adentro, pero nada se movió ni provoco sonidos brutales, lo que lo animo a tomar las manillas y apenas separar las puertas. Pues bien, nada parecía querer salir de ahí y comerlo, abriendo las puertas en par para subirse a buscar el postre. El desorden dentro del compartimiento causado por la caída le hizo más difícil la tarea, pero sin perder la esperanza ni tiempo, encontró la dichosa caja zapatera cuya etiqueta era muy clara con el nombre del producto que buscaba. No evito que una sonrisa socarrona cruzara por su rostro.

 

Claro que se fijó en la fecha de caducidad y afortunadamente aún faltaban menos de quince días para que pasaran a mejor vida, pero por la temperatura fría del lugar y sin perder los condimentos al estar sellados en su paquete, seguro y sabrían bien. Por suerte, también había tomado de la pequeña tienda de autoservicio en la que paro una semana atrás unos frascos de leche que logro ocultar de Sherlock (era un adicto a la leche). Oh sí, por fin sería un día normal.

 

Con dos cajas bajo su brazo salto del camión, pero apenas pudo dar dos pasos dentro de su burbuja alegre, cuando uno de "ellos" se abalanzo sobre él, tacleándolo y teniéndolo bajo su cuerpo buscando como morderlo. ¡Maldito el momento en el que se confió por un "día normal"!

 

Las cajas habían salido volando y en algún momento su mente se altero cuando su caída fue más suave de lo esperado sobre la hierba, pero no era el momento de preocuparse por comida, o él lo seria. Con su antebrazo sobre el cuello putrefacto evitaba que fuese mordido y retorciéndose bajo ese cadáver-caminante logro divisar su arma blanca a 75.6 centímetros de su alcance, pero si se movía de mas y su antebrazo se resbalada de su sitio, la quijada con los filosos dientes se le encajarían en la distancia que había de la clavícula al hombro. Diablos.

 

El peso y el olor que enmendaba su atacante era nauseabundo, pero el que llevara el horrible y ensangrentado uniforme azul de un repartidor le quitaba un peso menos al saber que era el único monstruo en la redonda. Aunque el hecho de que lo estuviera obligando a rendirse por el sobrepeso y la peste que lo mareaba, mas los estresantes gruñidos que soltaba cada que insistía en encajarle los dientes, estaba perdiendo la noción del tiempo.

 

Piensa en Sherlock. Piensa en Sherlock.

 

Mycroft siempre creyó tonto el hecho de que pensar en tu ser más cercano te salvaría de la muerte. ¿Un pensamiento evitaría que acabase con las tripas afuera?

 

"— ¡Protégelo! ¡Protégelo Mycroft! — grito su madre desde la ventana por la que habían saltado ambos hijos, antes de que esta diera un grito mas desgarrador y desapareciera por la misma salida de huida."

 

— ¡Ah! — soltó un gemido bajito, sintiendo como su brazo protector empezaba a temblar ante el peso del otro cuerpo que se acercaba cada vez más para darle muerte

 

Pensándolo mejor, tal vez su yo pasado lo creería indiscutible. El Mycroft presente tal vez lo tomaba en cuenta de vez en cuando. Después de todo en ese mundo apocalíptico de locos, ya nadie podía cuestionar los métodos para seguir adelante.

 

Un seis de enero hace ocho años llego en una noche helada aquel pequeño engendro que no lloro ni cuando nació, con la única prueba de vida que era el subir y bajar de su pecho y el retorcijón que daban piernas y manos. Claro, no lo hizo hasta que él lo cargo entusiasmado por poder mirar una vida nueva con quien compartiría historias, conocimientos, algunos juegos y muchas aventuras. Pero "¡ah, no!" el mocoso empezó a llorar apenas tomándolo en sus brazos y no lo dejo de hacer hasta que un Mycroft de ocho años empezaba a contarle historias con gran imaginación.

 

Y siempre fue así, el menor exigiéndole lo imposible para entretener su vivida mente. No que le molestara que su hermano fuese inteligente como cualquiera de la estirpe Holmes, valla milagro que no saliese estúpido como el resto del mundo o a los Vernet, omitiendo a su bella madre, claro. Pero lo valía; cada noche en la que era golpeado por el puñito o pataditas de su intruso pelinegro en su cama por miedo a alguna tontería, o que le tomara sus libros y ya jamás regresaban a su estancia, o que lo molestara por su figura robusta (¡lo cual ya no tenía!) u otra tontería que siempre hacia miserable su día. Todo eso valía y Mycroft siempre lo sabía y lo sentía, que algún día el controlaría y manejaría al mundo para que su pequeño hermano lo mejorara, incluso tal vez siendo muy fanfarrón como era, lo salvara.

 

Por supuesto que todo eso termino siendo una fantasía de antaño, antes de que unos científicos estúpidos jugaran a ser superiores y terminaran esparciendo un virus maligno que revivía cualquier cuerpo en descomposición y/o provocaban una mutación sanguínea que alteraba su naturaleza humana, transformándolos en zombis con adrenalina. Como el que seguía teniendo sobre él, por ejemplo.

 

Sin la posibilidad de alcanzar el cuchillo, se arqueo lo suficiente y sin perder el control sobre su "escudo" para llegar al estuche y sacar el repuesto que era aun más pequeño, pero serviría para quitárselo de encima. Apenas lo tuvo en sus manos cuando rápidamente lo encajo en el ojo baboso del caminante, quien por la fuerza se hizo hacia atrás quitando la presión sobre el pelirrojo. Aprovechando esa ventana de distracción, puso firme su palma y con fuerza termino por meter la navaja por el oyó ocular y atravesar el cerebro.

 

Le dolería la mano un buen tiempo por la presión ejercida, pero ya podía respirar con tranquilidad. Un rato solamente, pues volver a confiarse no estaba en sus planes. Hablando de planes…

 

Mierda.

 

Recordó lo que su trasero aplastaba y definitivamente tenia merengue esparcido por todo el espacio en el que se retorció con el otro sujeto. Oh genial, aplasto una caja de pastelitos que casi le cuesta el cuello.

 

Soltó un suspiro de frustración y estuvo tentado a jalarse los cabellos en desesperación por tal desperdicio de aperitivos, pero ya había perdido bastante de sí mismo como para también despedirse de su cordura. Mejor opto por ponerse de pie, ir por la otra cajita que estaba a salvo de ser puré y recogió el arma blanca que al final de cuentas, no ensucio. Buena forma de verle el lado positivo al asunto.

 

Subió la colinita con un poco mas de trabajo, pero mirando siempre a todos lados para no ser tomado por sorpresa dos veces el mismo día. Llego a la carretera y dio los mismos pasos rumbo a la camioneta para subirse directamente del lado del piloto.

 

Recostado en el asiento con los ojos cerrados para normalizar surespiración e ideas, solo movió un poco la cabeza con un ojo abierto observando al niño cuya arma estaba apuntándole. El leve raqueteo que alcanzo a observar fue por el suspiro muy discreto que soltó el azabache, ahora mantenía la pistola alzada por el simple hecho de bromear.

 

— ¿Y? — la voz inquisidora y la ceja alzada decían poco para cualquiera, pero para el pelirrojo era un aviso de "¿conseguiste los dichosos pedazos de harina y azúcar con glaseado y merengue?"

 

Inhalo y exhalo pausadamente por última vez, e interesándose más por el hecho de que ahora tenía la ansiedad de sentirse oloroso por la sangre coagulada de su atacante, tan solo levanto la caja sobre la pistola. Al menos pudo dar una sonrisa de victoria y autosuficiencia ante las cejas alzadas por la inmune sorpresa del otro

 

— Feliz octavo cumpleaños Sherlock. — dicho cumpleañero pasos sus ojos de la caja a su hermano mayor, cuya heterocrómia era solo de verde con gris, dándole un destello azulado solo bajo la luz del sol. El niñito sentía ganas de llorar y reír por varias cosas; como alarmarse por haberse olvidado de su propio cumpleaños, y reír por tener un hermano tan idiota que en el fin del mundo aún se preocupaba por cosas como lenguaje, higiene (se le notaba a leguas que quería bañarse con desinfectante), comida saludable y por una fecha que ya carecía de importancia.

 

Bueno, carecía en tiempo pasado, porque al parecer Mycroft no lo dejaría pasar en ningún momento.

 

— Eres un idiota. — por supuesto que Sherlock no lloro, ósea, ¡era el capitán Sherlock Holmes, nunca le verías derramar una lagrima! Al menos que Mycroft decidiera pasearse desnudo, lo cual tampoco lograría sacarle una lagrima, sino dispararle.

 

— ¡Ese lenguaje! — le sermoneo como siempre, al parecer no se rendiría aunque ya fuera causa perdida. Total, se acomodó en el asiento con la caja ya en sus piernas mientras se abrochaba el cinturón de seguridad, pero su hermano lo detuvo — Hay un jarrón de leche en la hielera.

 

— ¡¿Y cómo es que has osado el ocultármela?! ¡Inaceptable Mycroft Holmes! ¡Vil bandido! — cual bala se hecho a la parte trasera en busca de su mayor tesoro insultando de toda forma dramático a Mycroft, mientras este rodaba los ojos ante el inevitable remolino que destruiría el orden. — ¡Y hay más de un jarrón aquí!

 

— ¡Solo agarra uno, Sherlock!

 

— ¡Oblígame! — el niño regreso al frente con tres jarrones de líquido blanco con la clara intención de solo tomársela él solito. No, el pelirrojo solo atino a prender el motor y comenzar a andar, ya tuvo suficiente emociones para un solo día.

 

La vida no vale nada. Vale nada la vida. Nada vale la vida. No vida, no vale nada. Pero solo tal vez el sol de cada día no se apagó, tal vez estaba a su lado disfrutando de los pastelitos en grandes mordidas dejándole uno solo y seguramente nada de leche.

 

Pero que le iba a ser, era solo cuestión de tiempo y muchas cosas debían pasar. Solo ellos dos contra el inevitable fin, siguiendo un camino desolado, a menos que se encuentren con otra clase de ser vivo que no intente comerlos, lo cual estaba seguro que le cambiaría el rumbo de sus planes.

 

Pero por favor, ¿Quién mas podría estar normalmente vivo en ese mundo lleno de zombis, caminantes, No-muertos, o como quieran llamarlos?

 

Notas finales:

¿Por qué The Cranbrerries? Por que YOLO! okey no. Es por la canción de Zombie de este mismo grupo, que nada tiene que ver con la historia pero mi cerebro es una causa perdida a la hora de dar titulos, ni para que justificarme ante mi mediocridad xD


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