Una de la mañana.
Key dejó su celular en su cama mientras se masajeaba las cienes con sus dos dedos índices. Taemin se había ido a las doce en punto, incluso aunque fuera contando sus pasos, no podía tardar más de veinte minutos en llegar a su casa. Ahora que había pasado una hora, estaba al borde de tener un ataque de pánico.
—Ki Bum, ve a dormir, ya es bastante tarde —su madre abrió la puerta y lo miró.
—Estaba por hacerlo… —contestó, mirando al piso.
—¿Sucede algo, cielo? —Entró y caminó hasta él.
—Taemin no me ha llamado, le dije que me llamara en cuanto llegara —suspiró—. Tampoco está contestando su teléfono.
—Oh vamos, no te preocupes. Se veía bastante cansado, apuesto a que se ha quedado dormido en cuanto llegó —le sonrió, acariciándole la cabeza.
—Debió de haberse quedado —frunció el ceño.
—Tú lo conoces como es, no habría aceptado —le plantó un beso en la mejilla antes de caminar de nuevo hacia la puerta—. Verás que mañana todo estará bien. Ahora descansa.
—Gracias, buenas noches —el rubio le sonrió, aunque se sentía increíblemente nervioso, intentó escuchar las palabras de su madre.
—Buenas noches, hijo.
El chico suspiró de nuevo mientras agitaba la cabeza. No podía estar pensando que algo malo había pasado, estaba seguro de que era el hecho de que Taemin nunca había caminado solo a estas horas de la noche, el responsable de su sensación de temor.
Subió a su cama e intentó llamarlo de nuevo, cuando nadie respondió, dejó su teléfono en la mesa de noche y se recostó, peleando por poder conciliar el sueño.
Taemin abrió los ojos después de lo que sintió, fue una eternidad. Sentía los párpados pesados y tenía la sensación de que no podía mover sus brazos y piernas.
Había algo extraño con su cuerpo pero no era capaz de decir qué exactamente, sentía dolor que nunca antes había sentido esparcido por todo su cuerpo. Tenía frío pero no le molestaba en lo absoluto, incluso lo sentía natural. Observando a su alrededor, notó que podía ver cada parte de la habitación aunque estaba completamente obscuro, no recordaba ver así de bien, incluso con la luz del día.
Gracias a eso, notó una figura escondida en una de las esquinas de la habitación, mirándolo con brillantes ojos grises.
—¿D-Dónde estoy? —Preguntó con voz temblorosa.
—En un lugar abandonado —aquella voz fría lo llevó de vuelta al callejón, a las risas, al dolor.
Con el pánico aumentando, se levantó la playera para mirar la sangrante herida que, estaba seguro, tenía en el estómago. Sintió que el miedo se le iba cuando no encontró nada, no había ni sangre seca ni cicatriz, su piel estaba completamente bien… Aunque, pensándolo bien, su piel no era tan pálida ¿O sí?
—Ya no eres lo que solías ser —miró a la sombra que empezó a moverse hacia él.
—¿Quién eres? —Intentó alejarse de su avance pero su cuerpo no lo obedecía.
—Deberías descansa, tu cuerpo necesita descanso después de la transformación.
—¿Transformación? ¿De qué estás hablando? —Oficialmente estaba aterrado, ¿acaso este hombre era una especie de psicópata o algo por el estilo?
—Toca tu techo —el hombre dijo, deteniéndose justo delante de él.
Taemin lo miró antes de considerar el hacer lo que le pedía.
Era un hombre bastante alto, vestido con una gabardina negra y pantalones del mismo color, tenía cabello café medianamente largo con ojos grises, que como lo había visto antes, brillaban cuando se encontraba en completa obscuridad. Su piel era pálida, casi blanca, contrastaba enormemente con su ropa y cabello.
A pesar de estar aterrado a morir por la situación, no fue capaz de negra que era apuesto. Su expresión seria exaltaba sus facciones delicadas e incluso tuvo que golpearse mentalmente para apartar la mirada de él.
—Es la única forma en que sabrás lo que eres ahora.
Quería correr pero sus piernas seguían sin responderle. Pensaba que había sido secuestrado por aquella persona demente y que quería lastimarlo… sin embargo, ¿qué había pasado con la herida en su estómago? Aquello REALMENTE había pasado así que debía de saber qué había ocurrido.
Con su mano temblándole, la levantó hasta su pecho y la presionó sobre él, esperando a que algo ocurriera.
Uno, dos, tres, diez segundos y nada. Estaba por preguntar qué se suponía debía de sentir cuando sintió algo… raro.
—M-Mi corazón… ¡No está latiendo! —Gritó, sintiendo como su mente colapsaba.
No podía ser verdad, ¿cómo podía estar vivo si su corazón no latía? Era una locura, algo carente de lógica alguna. Parecía una especia de sueño, o pesadilla… ¡Sí! Debía de ser eso, había caído inconciente por la pérdida de sangre, seguramente estaba en el hospital a punto de despertar. Este hombre no era más que una alucinación, un producto de su moribunda mente.
—Esto no es real —susurró.
—Mientras más tardes en aceptarlo, te será más difícil —el hombre se giró y empezó a caminar hasta la puerta—. Ahora descansa.
—¡Esto no puede ser real! ¡No puedo estar muerto! —Gritó de nuevo, presionando su mano más fuertemente sobre su pecho, intentando encontrar sus latidos.
—Ahora eres un vampiro —fue lo que contestó con simpleza y abriendo la puerta.
—¿Un qué? —Ahora todo era ridículo, esas criaturas no eran más que un montón de cuentos de hadas. Quizá realmente estaba muerto y esta era la transición hacia el cielo o infierno, no siquiera sabía.
—Una criatura que tiene su vida en la muerte.