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Te tardaste, idiota. por Ahobaka

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Notas del fanfic:

Bueno, este fic debió haberse entregado como...¿hace un mes? ¿mes y medio? Ni lo recuerdo... Sí, lo sé, soy un desastre, pero sufrí una pérdida de inspiración masiva, unida a la presión que yo misma me daba y pues aquí estamos.

Este fic pertenece a la convocatoria del grupo de Facebook AominexKagami Español y el tema que escogí para dicho fic fue el de dueño-sirviente.

Este es mi segundo one-shot. Sigo sin tener beta -llora hard- pero cuando se me ofrecen soy tan tonta que me da vergüenza de decir que sí. En fin... Disculpen si hay errores ortográficos y/o de gramática. Lo he revisado varias veces, pero siempre se escapa algo.

 

 

Sin más, disfruten.

 

Notas del capitulo:

Obviamente ni Kuroko no basket ni sus personajes me pertenecen. Lo hacen a Tadatoshi Fujimaki. Si fuesen de mi propiedad ya se imaginan lo que harían la mayoría del tiempo E_e

TE TARDASTE, IDIOTA

 

 

 

Había llegado a aquella casa mediante un amigo, el cual a sus oídos llegó que estaban buscando personal en la cocina, y él, que estudió ese campo, vio una gran oportunidad para poder pagarse sus gastos y empezar una vida de pleno adulto. Su situación económica no era muy buena, tuvieron una época de esplendor pero ahora la cosa no andaba del todo bien. Años atrás él y sus padres tuvieron que partir a América pero le dejaron volver a Japón para que terminase de formarse, pues al pelirrojo le atraía mucho más la gastronomía de su tierra natal. Durante ese tiempo pudieron rentarle el apartamento donde se estaba quedando, pero por mala fortuna, este año atrás, su padre perdió el empleo que tenía y ahora era su madre la que trabajaba apenas sin descanso. Por eso, él quería tener que quitarles de encima la carga de estar manteniendo dos casas y buscarse la vida por sí solo, ahora aún más que estaba preparado para salir al mundo laboral.

 

Para facilitarse el poder pagar el apartamento puso un anuncio en la red, en el cual demandaba un compañero de piso. Así sería más fácil. No es que le agradase la idea de compartir piso, pues estos años se había acostumbrado a vivir solo y gozaba de la intimidad que ello le proporcionaba. Pensar que alguien pudiese tocar sus cosas, desordenarle la casa e invadir su espacio personal le ponía los pelos de punta, pero era eso o quedarse en la calle o lo que era peor, volver a América.

 

Por esa razón buscó el trabajar, no quería volver con sus padres, pues en Japón había forjado sus amistades, tanto los amigos que hizo en la universidad como fuera de ella. Además allí estaban sus compañeros del equipo con los que jugaba cuando iba a la facultad y tampoco le apetecía desprenderse de ellos, pues eran buenas personas y por supuesto, el pelirrojo jugaba al básket con el mayor de los entusiasmos.

 

Una vez le dieron el veredicto de dicha entrevista, el hombre que se la hizo, de unos cincuenta años de edad, pelo castaño, por el cual se dejaban ver vetas de cabello canoso, vestido de chaqueta, le enseñó su lugar de trabajo, la cocina.

 

Quedó atónito al ver que ese espacio era tan grande como el salón de su apartamento o incluso más. Constaba de una gran mesa de trabajo central y todo el alrededor era encimera y aparatos de trabajo, tales como neveras, lavavajillas...

 

El hombre se marchó por la puerta que, a simple vista daba para la parte principal de la casa, deseándoles un buen día de trabajo a todos los que allí se encontraban.

 

- Mi nombre es Kagami Taiga, estoy empleado de medio tiempo. Espero que nos llevemos bien -dijo haciendo su correcta reverencia como modo de saludo.

 

- Aww, mira Teppei, ¿no te parece lindo?

 

El joven pelirrojo alzó la mirada encontrándose con dos personas, una chica y un chico, quienes parecían algo mayores que él. La chica, castaña, aparentemente con rostro amable, se le acercó y lo tomó del brazo, notando la fuerte complexión por la que era digno de admirar.

 

- Al fin tenemos a alguien guapo y fuerte rondando por aquí -dijo feliz.

 

- Eso ha sonado cruel, Riko -el hombre, también castaño, alto, que podía superar los dos metros de altura perfectamente, se llevó una mano al cogote para rascárselo.

 

El chico de doble ceja enrojeció al segundo de escuchar a la fémina. A saber la edad que tendría el dueño de esa gran casa. Apostaba a que era un hombre viejo, feo y  bien situado.

 

- Oh, disculpa, mi nombre es Riko Aida y él es Kiyoshi Teppei. Ven, te daré tu uniforme.

 

La castaña soltó el brazo de Kagami y le hizo una señal con la mano para que la siguiera. Éste, sintiéndose bastante intimidado, al menos por ella, fue detrás, pasando por delante del otro integrante, el cual le sonreía amablemente y se dedicaba a continuar con su trabajo. Ambos se adentraron en una sala, la cual estaba equipada por taquillas donde, de una de ellas, después de observarle con ojos adivinadores, su futura compañera de trabajo sacó un uniforme y se lo tendió.

 

- Ten, vestirás esto mientras estés trabajando aquí. – la mujer se quedó mirando los pies del pelirrojo e hizo una leve mueca, acompañada después de una sonrisa, señalándole con el índice unos casilleros- Los zapatos los encontrarás en aquellas taquillas. Busca tu número.

 

El pelirrojo sólo lo tomó y le dio las gracias de manera educada para después girar el rostro y ver como la mujer abandonaba la sala, cerrando la puerta tras ella, dejándole tiempo y privacidad para que se vistiese. No lo podía negar, estaba bastante nervioso. Nunca antes había trabajado de manera oficial. Descubrió su amor por la cocina cuando, desde prácticamente pequeño, tenía que hacerse de comer porque sus padres trabajaban hasta tarde. Ellos halagaban a Taiga por lo bien que cocinaba y, después de terminar la preparatoria, decidió estudiar para chef. Pero de ahí a que a un tipo ricachón y de seguro, repelente, le gustase sus comidas...

 

Respirando profundo, se decidió a que daría su mayor esfuerzo por gustarle al dueño de aquella casa y conservar ese trabajo, el cual estaba bastante bien remunerado. Comenzó a desvestirse, guardando sus ropas en uno de los casilleros y tomó la filipina, blanca con botones hasta el cuello y se la puso. Increíblemente aquella mujer había dado con la talla del pelirrojo. Luego cogió el pantalón, también blanco, de tela fina y blanca y se adentró en él. Por último tomó el mandil y se lo ató a la cintura. Era de color negro y le llegaba prácticamente hasta los pies. Se acercó hacia donde le había indicado que cogiese los zapatos y parpadeó varias veces. Era increíble, tenían casilleros con todos los números de pies. Con un dedo iba señalando los números hasta que dio con el suyo y sin demorar más tiempo, cogió los zapatos y se los calzó. Ya estaba vestido y listo para salir por esa puerta. Listo...o eso pensaba, sus piernas comenzaron a temblar levemente y su corazón a palpitar nervioso. Armándose de valor, giró el pomo de la puerta y salió de aquella sala.

 

- E-Etto...

 

- Woah... es cierto, ¡es guapo!

 

Kagami se mantuvo quieto, viendo como un chico pelinegro se le acercaba a curiosear, sosteniéndose la barbilla con una mano e inclinándose un poco hacia él. Pero ¿qué leches pasaba con ese trato tan familiar y descarado?

 

- Hm...así que tú eres Kaga-chan -el pelinegro, de ojos claros y varios centímetros más bajo que él, se puso derecho y extendió su mano, recibiéndole con una gran sonrisa- Me llamo Takao Kazunari, trabajo en el jardín. Dime sólo Takao.

 

- ¿Kaga...-chan? -El de mayor altura alzó una ceja en cuanto escuchó la forma tan confianzuda del otro de llamarlo, pero dio un suspiro y finalmente accedió a estrecharle la mano.

 

- Takao, deja al chico nuevo y ve a hacer tus labores -esta vez fue Riko la que habló pareciendo que la amabilidad anteriormente notada por el pelirrojo se había esfumado por completo.

 

- Ya, ya -dijo soltando la mano del pelirrojo y alzándola al aire- Espero que nos veamos seguido Kaga-chan -seguidamente salió por la puerta trasera que daba al exterior de la casa.

 

Luego de despedirse, todos se pusieron manos a la obra. Como Kagami aún no sabía qué era exactamente lo que debía hacer, se dedicó a cortar verduras para la guarnición como le habían ordenado, mientras Riko preparaba, la ya conocida salsa para él, teriyaki y Teppei hacía las hamburguesas.

 

Cuando todo estuvo listo, los tres chicos miraron el plato. Una contenta y sonriente Riko estaba efusiva.

 

- Esta vez no fallaré.

 

Sin embargo, Kagami y Teppei lo miraban no muy convencidos. Teppei ya conocía la mano de la chica en la cocina y a Kagami...simplemente el olor de aquella salsa no le convencía del todo.

 

- Hola -dijo una voz proveniente de atrás.

 

Los tres voltearon el rostro a la misma vez y dieron un grito al encontrarse a un pequeño peliceleste mirándolos fijamente. ¿Pero de dónde rayos había salido ese ser? Era blanquecino y no tenía expresión alguna en el rostro. Por ahora, ése era el espécimen más raro que se había encontrado Kagami por allí.

 

- Tú debes ser Kagami-kun. Un gusto. Mi nombre es Kuroko Tetsuya. -Se inclinó formalmente y después de eso, tomó el plato de comida y se inclinó de nuevo- Gracias por la comida. -acto seguido salió de allí con el plato y no se volvió a ver más por aquellos lares, al menos en ese día.

 

- ¿Quién es? -preguntó un curioso pelirrojo.

 

- Ah...Él es Kuroko. -se aventuró a contestarle Riko- Es el único que tiene acceso a la habitación del amo. Se pasa horas metido allí con él.

 

El primer día pasó de manera amena. Tal como le habían contado, anteriormente a ellos, había una plantilla trabajando pero por algún motivo todos fueron expulsados y de todos ellos sólo quedó el viejo Kagetora, quien llevaba trabajando para la familia desde hacía muchos años.

 

En este primer día, sólo se dedicó a observar como trabajaban y a atender a las indicaciones que les hacían los veteranos en el puesto. Los ayudaba en todo lo que podía y trataba de memorizar donde estaban todas las cosas útiles. En principio se encargaría de informarse. Teppei fue quién le explicó los gustos del jefe y según su punto de vista, le pareció de lo más simple y sencillo.

No hizo mucho más, se dedicaba a asentir obedientemente y no hablar mucho, pues él no era una persona del tipo que no se callaba ni debajo del agua.

 

 

 

 

Mientras tanto, en una de las partes altas de la mansión, en una habitación amplia y bien decorada, un moreno y enojado peliazul daba un fuerte golpe en su escritorio.

 

- ¡Esta comida es basura!

 

- Compórtate, Aomine-kun -un joven peliceleste que estaba sentado en una de las sillas alrededor del escritorio dijo aquello con la mayor parsimonia del mundo, sin levantar la mirada del libro que estaba leyendo. - Ya ha venido el nuevo cocinero. No tendrás más problemas con la comida.

 

- ¿Y qué hay si ese nuevo cocinero también apesta?

 

- Estoy seguro que no será así. Está bien formado.

 

Aomine se mantuvo en silencio, aunque tenía su ceño arrugado. Al final terminó suspirando y pasándose ambas manos por el cabello, echando la cabeza atrás.

 

- Darte un paseo te haría bien -escuchó de los labios del más pequeño, quien pasaba de página después de mojarse un poco la punta del índice.

 

El moreno enseguida tomó la posición que tenía en un principio y bajó la mirada al plato - Yo... -titubeó por un momento- no me apetece.

 

- Llevas varios años sin salir apenas de aquí.

 

- Tetsu, ya es suficiente. No me interesa.

 

Kuroko y Aomine eran amigos desde la infancia, siempre estuvieron juntos en todo. Kuroko al contrario que el de piel morena, procedía de familia humilde, pero debido a los hechos que sucedieron años atrás, Aomine le ofreció el poder asistir a una buena universidad y le dio cobijo, pues bien sabía que tenía problemas con sus padres, sin contar que aquella mansión era enorme para él. Realmente le gustaba la compañía del más pequeño, se sentía a gusto con él. Sabía que le hacía bien el tenerlo cerca, pues él siempre fue su único apoyo y, desde hacía bastante tiempo, era con la única persona con la que mantenía contacto, a excepción, a veces, de Momoi Satsuki.

 

- ¿Qué hay de ti? Llevas casi el mismo tiempo que yo aquí.

 

Kuroko sólo atinó a sonreír levemente mientras alzaba un poco la vista a su amigo el peliazul y luego la bajó para seguir leyendo.

 

 

 

Después de cambiarse, se despidió de ambos y salió por la puerta trasera, la puerta del servicio, para dirigirse a su hogar. Había sido un día productivo, tenía la sensación de que en ese lugar trabajaría a gusto y, aunque la mansión quedaba lejos de su apartamento, valía la pena si de mantenerse a sí mismo se trataba. Andaba por el camino que le dejaba disfrutar de la hermosa vista de los jardines que ésta poseía, árboles bien talados, mucho colorido en sus flores... Se respiraba paz en aquel lugar y realmente se sentía afortunado de poder emplearse allí. Miró hacia un lado y vio un brazo en el aire, haciéndole señas. Era el chico que se había presentado antes. Iba a seguir su camino cuando vio que se le acercaba.

 

- ¿Terminaste por hoy?

 

- Sí, no había mucho que hacer

 

- Ya veo... Oye, podríamos ir a tomar algún día, claro que sin que Shin-chan se entere

 

- ¿Shin-chan?

 

- Ah, fue quien me situó aquí. Es un tsundere, serio y con mal genio pero es un buen trabajador. Trabaja en la empresa central que la familia Aomine tiene en Tokio.

 

- Por mí no hay problema -terminó diciendo el pelirrojo, encogiéndose de hombros.

 

 

Kagami se despidió también de él, haciendo un gesto parecido y al fin logró salir de allí. Ahora sólo le quedaba llegar a la estación de metro y a su casa.

 

Tardó dos horas en llegar a su apartamento, pues el camino desde la mansión era más largo de lo que recordaba, sin contar de que fue el padre de su amigo el que lo acercó a ella y que ésta quedaba a las afueras de la ciudad. Pensó que tal vez sería mejor hacerse con una bicicleta o algo por el estilo para sus idas y venidas.

 

Sacó su móvil y se fijó en la hora que era. Las once de la noche. Resopló. A esa hora no le daba tiempo de hacer nada más. Bueno, la ventaja era que le habían dado de comer allí, cuya comida, por alguna extraña razón, le supo...un poco horrible. Soltó la bolsa en la que llevaba unas mudas encima de una silla y se dirigió a la tina para ir llenándola. Le apetecía darse un buen baño y relajarse antes de irse a dormir. La dejó llenándola y se dirigió con pasos lentos al salón, sentándose en el suelo con las piernas cruzadas. Abrió el ordenador portátil que había encima de la baja mesa que tenía y lo encendió.

 

- Veamos si hubo suerte -dijo no muy convencido de ello.

 

Abrió el internet y con ello su correo electrónico y, para su sorpresa, el anuncio de que necesitaba un compañero de piso surgió efecto. Tenía varias solicitudes de personas interesadas en ello. Sentía una enorme felicidad en su interior. Al parecer las cosas iban saliendo bien. Una a una fue leyéndolas y al final suspiró derrotado. No había ninguna que le convenciese del todo. Chicas...fuera, esas ni se paraba a leerlas. Ni loco metía a una mujer en su casa. De los chicos...bueno, había uno que no descartaba del todo, aunque no estaba seguro de ello, pero por intentarlo que no quedase. Le mandó un correo en el que figuraba la dirección de una cafetería. Nada perdía con conocerle.

 

De pronto dio un salto. Se había olvidado por completo del baño. Corrió hacia él y aún no llegaba arriba. Estaba justo para meterse, así que apagó el grifo, se quitó la ropa y entró en él, dejando que su propio peso subiese el nivel del agua. Eso sí que era vida, relajarse en un agua que pronto tendría que compartir con alguien. Frunció la boca ante ese pensamiento, pero pronto desistió y se acomodó, aliviando toda la tensión de sus músculos y dejando la mente en blanco.

 

Antes de acostarse a dormir volvió a mirar el correo y encontró que el chico le había respondido. Lo abrió al segundo y subió una mano a rascarse la cabeza.

 

Mi nombre es Hayato. Ahora mismo me encuentro fuera de la ciudad por motivos familiares. Realmente me hace falta un lugar donde vivir. Si no es mucha molestia ¿podrías esperar hasta que llegase? Volveré en un mes”

 

- Parece buena persona... y busca desesperadamente casa -se dijo para sí mismo pensativo.

Puso los dedos sobre el teclado y le volvió a escribir. No tendría problema en aguantarse estas semanas, tenía una reserva de dinero de las pagas mensuales que le habían mandado sus padres. Con eso y con su primer sueldo, tendría para pagar el mes de alquiler.

 

 

 

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Había pasado una semana desde que empezó a trabajar para la mansión de los Aomine y ya había mostrado parte de su talento en la cocina. Sus compañeros habían quedado sorprendidos ante esa perspicacia y soltura en la cocina. Siempre laboraba con una sonrisa en el rostro.

 

Los platos no eran devueltos y eso tenía a la cocina constantemente en una fiesta. Parecía que al señor le gustaban la manera de cocinar del pelirrojo. Desde el primer día que comenzó a cocinar y vieron que el plato llegó limpio, sin ningún resto de comida, Kagami fue el encargado de llevar la comida y Riko se dedicó a otras labores.

 

También estaba el hecho de que había encajado perfectamente bien con sus camaradas. Podría decirse que estaba bastante a gusto con ellos y qué decir del sueldo. Verdaderamente intentaría por todos los medios conservar ese trabajo.

 

 

9:30 p.m.

 

Lejos del bullicio de las avenidas, en un bar de una concurrida calle de Tokio, un pelinegro pedía bebida fuerte. Estaba eufórico, reía y charloteaba mientras que el pelirrojo que yacía sentado al lado, le miraba de reojo y bebía de su copa.

 

- Es una suerte que mañana tengamos libre. ¡Bebamos hasta emborracharnos! -dijo Takao bebiéndose todo el vaso de golpe y soltándolo en la barra.

 

- Oe, ¿no será mejor si te controlas un poco? No tengo ganas de llevar arrastrando a un muerto viviente.

 

- Eso no pasará -dijo sonriente mientras le palmeaba la espalda- Además tengo que aprovechar que mañana puedo dormir todo el día sin tener que preocuparme por el reloj.

 

- Oye, Takao, ¿cuánto hace que trabajas en esa casa? -preguntó curioso.

 

- Mh...alrededor de dos años.

 

- Ya veo... ¿y qué hay del dueño? No lo he visto en la semana que he estado trabajando, aunque tampoco es que salga de la cocina...

 

- De todo el tiempo que llevo en la mansión, yo tampoco lo he visto -comenzó a explicarse el pelinegro mientras encogía sus hombros- Es un ser raro...Nadie le ve. Ni siquiera cuando sale a altas horas de la madrugada. -dio un largo suspiro y alzó la mano, indicándole al camarero que le llenase la copa. Cruzó los brazos, apoyándolos en la barra y volteó el rostro hacia el pelirrojo- Dicen que antes era una persona buena y sociable pero, por culpa de una mujer se ha vuelto solitario y sombrío. -el pelirrojo escuchaba atentamente lo que el otro le contaba. En su interior reía al escuchar eso. ¿Qué clase de hombre se viene abajo por una mujer? - Pero ese no es asunto mío. Yo sólo cumplo con mi deber y luego me voy.

 

 

Tras un largo rato en aquel lugar, en el que intercambiaron palabras, opiniones y sobre todo información, ambos se despidieron y se fueron a sus respectivas casas. Kagami llevaba las manos metidas en los bolsillos de su abrigo y una bufanda alrededor de su cuello. La noche se tornaba fría, los coches estaban cubiertos por una fina capa de hielo y de su boca salía un denso vaho como si estuviese fumando un cigarrillo. Iba absorto en sus pensamientos, recordando las palabras que había tenido con el chico jardinero. Pensó que tal vez sería una exageración el como Takao había pintado a su jefe, aunque quizás tuviera razón con eso de ser raro. Por lo que él tenía entendido era un célebre hombre de negocios, con varias empresas alrededor de todo Tokio, pero sí que era cierto que nunca lo había visto, ni en la casa ni cuando miraba las noticias de la televisión. Al ser empresas de alto nivel, no era extraño escuchar noticias sobre sus nuevos negocios o tratos con otras empresas, pero siempre eran altos directivos los que salían como portavoces. De lo que estaba seguro era de que esa pequeña conversación había despertado su curiosidad.

 

 

 

.

 

 

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Jueves 2:15 a.m.

 

Unos fuertes porrazos en la puerta hicieron que el pelirrojo diese un bote de la cama y se quedase sentado con los ojos abiertos, apretando la camisa del pijama con la mano, pues el corazón se le aceleró ante tal susto. Frunció el ceño, al parecer sólo había sido un sueño, uno muy pesado por así decirlo. Respiró profundo y se tumbó en la cama cuando de nuevo, aquellos porrazos en su puerta volvieron a escucharse.

 

- ¡Joder! ¡Ya voy! -dio un grito al aire. ¿Quién demonios venía de visita a estas horas?

Se levantó del colchón y salió en dirección de la puerta, encendiendo las luces del salón, pero antes de abrir miró por la rendija. ¿Quién era esa persona? Bueno, al parecer no tenía intención de marcharse por lo que tendría que atenderla. Tomó el pomo de la puerta y lo giró, encontrándose con un moreno, un par de centímetros más alto que él, de pelo azulado y ojos del mismo color, tan profundos y oscuros como la noche.

 

- ¿Sabes la hora que es?

 

- ¿Eres Kagami Taiga?

 

- ¡He sido yo quien ha preguntado!

 

- Genial -se agachó a tomar una maleta que estaba en el suelo y sin su permiso se coló en el apartamento ante la mirada extrañada y quizás algo asustada de Kagami.

 

- ¿Quién eres?

 

- Deja ya las preguntas. ¿No es obvio? Soy tu nuevo compañero de piso. ¿Dónde duermo?

 

- E-Espera, espera, ¿eres Hayato?

 

- ¿Hah? -el peliazul elevó una ceja y por una vez pensó rápidamente- Así es. Hayato Daiki. -El moreno no tenía previsto mentir, pero ya que estaba, pensó que sería buena idea que no supiese su nombre real, pues así podría pasar desapercibido y no ser vinculado con la familia ni con su fortuna.

 

 

 

 

FLASH BACK

 

Tenía el ordenador encendido y tecleaba sin parar, queriendo terminar cuanto antes el informe que debía mandar a una de las empresas que quedaba en la prefectura de Shibuya.

 

- Tetsu, lo he estado pensando -decía Aomine tras acabar lo que había empezado, pasando ambos brazos por detrás de su cabeza para entrelazar sus manos tras la nuca. - Creo que tienes razón.

 

- ¿A qué te refieres, Aomine-kun? -el pequeño miraba al peliazul, el cual estaba echado sobre su silla de trabajo.

 

- Voy a tomarme un par de meses libres.

 

- Pero tus obligaciones...

 

- Akashi se está haciendo responsable de las empresas. -se apresuró a cortarle la palabra- Puedo confiar en ese enano demonio.

 

- ¿Y qué harás?

 

- Salir de aquí.

 

 

FIN FLASH BLACK

 

 

- Oe ¿crees que estas son horas de venir a una casa? Podrías haberte esperado a mañana.

 

- Lo que cuenta es que estoy aquí -dijo una vez soltó las bolsas y se paseaba por la casa- ¿Esta es mi habitación? -señaló hacia la habitación del pelirrojo en la que había una gran cama de matrimonio desecha, la misma en la que segundos antes un durmiente Kagami descansaba sobre ella.

 

¿A qué se debía esa insolencia a la hora de hablar? Cuando contactó con él por el e-mail le pareció un chico educado, pero nada tenía que ver con lo que tenía delante. Era verdad eso que decían que por internet todo el mundo cambia.

 

- Ni pienses que vas a dormir ahí. Tu cuarto es ese -le indicó con la cabeza el cuarto de enfrente, en el que un curioso peliazul asomó la suya y se giró para darle quejas a Kagami de por qué su cama era una cama individual y el tenía la grande, pero el otro le dio con la puerta prácticamente en las narices.

 

Kagami volvió a meterse en la cama, tomando las mantas y tapándose hasta las orejas. Mañana hablaría seriamente con ese chico, pues estas no eran horas y tenía que descansar adecuadamente para dar lo mejor de él en el trabajo.

 

 

 

Viernes 8:00 a.m.

 

Kagami despertó cuando unos débiles rayos de sol se colaron por su persiana, iluminándole el rostro. Se revolvió en la cama, murmurando cosas que ni el conocía, pues aún estaba durmiendo. No descansó como se debía en la noche y seguro que eso se reflejaba en su rostro, debía verse horrible.

 

Optó por levantarse de la cama, estirando los brazos para desperezarse. Abrió la persiana de su cuarto y la ventana, dejando que ésta se ventilara y salió de la habitación con pasos pesados hasta llegar a la puerta del baño, la cual estaba cerrada, algo raro, ya que él siempre dejaba las puertas abiertas. Con toda la morriña encima, tomó el pomo y empujó la puerta, encontrándose con el cuerpo de un hombre, de ancha y morena espalda delante de su vista y con una toalla alrededor de su cintura, que se estaba afeitando en su casa. ¿En su casa?

 

- !Eh, tú! -se apresuró a tomar por el hombro al moreno y de un movimiento brusco, hizo que se voltease- ¿Quién demo...-

 

El que era dos centímetros más alto, volteó el cuerpo en contra de su voluntad y separó la cuchilla de su rostro- ¿Así es como dan los buenos días las personas normales? -el moreno, cuya cara estaba la mitad cubierta por la espuma de afeitar, sonrió con sorna y se volteó a mirarse en el espejo- Tsk...rayos, me has cortado imbécil.

 

Y entonces fue que se acordó que anoche, bien metida la noche, un desconocido llegó a su casa, entrando con todo el descaro del mundo y se quedó a dormir allí. No, no era un desconocido, era su compañero de piso y desde hoy debía verlo como tal.

 

- L-Lo siento -murmuró el pelirrojo desviando la mirada- No...

 

- Está bien, no te acordaste. Ahora sal de aquí -dijo de forma descortés para después voltearse y seguir con su labor.

 

- ¿Hah? ¡Tengo que ducharme!

 

- Pues dúchate -Aomine habló con un tono neutral, pero a ojos del pelirrojo era puro pasotismo.

 

- ¡No pienso hacerlo si estás aquí!

 

- Pues lárgate y espera a que termine.

 

Kagami gruñó en gesto de molestia. Si de eso se trataba el tener un compañero de piso, realmente aquello era una mierda. Salió del baño y se tiró sobre el sofá, abrazando un cojín del famoso muñeco animado Totoro. Desde que lo vio se enamoró de él y no pudo evitar comprarlo. Hundió medio rostro en el cojín, cerrando los ojos, recordando instintivamente la primera imagen visual del día que merecía la pena. Fornida y morena, con cada músculo marcado, formando esa bella figura tapada por esa pequeña toalla blanca alrededor de su cintura... Abrió los ojos de manera exagerada ¿qué leches acababa de pensar? Lo peor de todo es que no sólo lo había pensado, sino que había vuelto a verle en su mente. Un sofocante calor invadió sus mejillas y casi podía decir que sus dientes rechinaban farfullando maldiciones en contra de él mismo. Enterró el rostro por completo en el cojín.

 

- Oe, ya puedes ducharte -el de piel tostada salía al rato del baño. Se asomó, viendo un par de pies sobresalir por el sofá y se acercó.- ¡Eh! -Aomine palmeó su cabeza varias veces- ¡Despierta! -el moreno bufó- Que tipo más raro...

 

- Mhn... -el pelirrojo entreabrió los ojos al sentir una gran mano sobre sus cabellos y oír una voz grave.

 

Aunque la había oído de lejos, Aomine permanecía parado justo donde antes, no se había movido ni un ápice, solo observaba como su compañero de piso se iba despertando. Kagami alzó el rostro adormilado, con los labios entreabiertos, encontrándose de nuevo con aquella imponente figura delante de él.

 

- ¿Ya estás despierto?

 

Lo que veía era mucho peor que antes. Ahora le tenía delante, con la toalla aún cubriéndole una minúscula parte del cuerpo. Con los ojos entrecerrados pudo observar cada abdominal de aquel moreno, delineándolo con su filosa mirada. Volvió a hundir el rostro en el cojín, sintiendo vergüenza de él mismo.

 

- Oe, te dije que ya puedes ducharte

 

- Cállate -murmuró contra el cojín- ahora voy.

 

Aomine chasqueó la lengua y se dio media vuelta, encaminándose a lo que ahora era su cuarto. Entretanto, Kagami aprovechó para levantar un poco la cabeza, mirando cuidadoso y al ver que no estaba allí, se levantó del sofá y salió corriendo hacia el baño, donde se metió y cerró la puerta con el cerrojo. Así podría bañarse a gusto y tranquilo de que su compañero no entrase porque, intuía que ese moreno de cabellera azul le daría igual entrar y salir a sus anchas de allí.

 

Cuando terminó de ducharse, secó su cuerpo y se percató que con la prisa de meterse en el baño no cogió la ropa que iba a usar en el día de hoy. “Tsk...qué fastidio”. Abrió la puerta y asomó la cabeza, mirando para ambos lados. Suspiró aliviado cuando no le vio, seguramente ya se habría ido, por eso salió tranquilamente hacia su habitación y se metió en ella. Escogió las ropas y luego de vestirse se tumbó boca arriba en la cama ¿qué había sido eso?

 

Antes de marcharse a hacer recados, le dejó una nota al chico, en la que le especificaba que tendría que comer por su cuenta, ya que él trabajaba. También hizo referencia a sus pertenencias, dejándole en claro que usara las suyas propias y no las ajenas y, por supuesto, le indicó la cantidad a pagar del alquiler. Quizás pareciera que las maneras del pelirrojo de tratar a su huésped no eran las más indicadas, pero él mismo se excusaba diciéndose que el que no mantuvo las maneras fue el chico, el que nada más llegar se tomó todas las libertades del mundo.

 

 

.

 

 

.

 

Era medianamente temprano cuando Aomine entraba por las puertas de su casa. No podía decir que había pasado buena noche, pues dormir en una casa que no era suya lo hizo sentir un poco incómodo, además de que aquella cama era demasiado pequeña para él. En su habitación él dormía en un majestuoso colchón de matrimonio y descansaba como los dioses. Tenía sueño, esa era la causa principal de la cara de mal humor que portaba.

 

- Buenos días Aomine-sama -dijo inclinándose levemente Kagetora al verle- Me alegra verle por aquí.

 

- Oe, viejo, te he dicho mil veces que no me llames de esa forma.

 

Sin muchas más palabras de por medio, el moreno llevó sus pasos hacia las escaleras, subiéndolas para encaminarse a la habitación de trabajo. Sin embargo, Kagetora, miraba como el chico se perdía entre las escaleras con una sonrisa dibujada en los labios. Era verdaderamente sorprendente ver a Aomine volver a entrar por las puertas de esa casa. Hacía mucho tiempo que esa visión desapareció de ahí. Él era el único que quedaba de toda la plantilla que fue suplantada y por ende, sabía por todo lo que había pasado ese joven muchacho. Había aguantado todo lo aguantable, desde sus lloros cuando su padre le obligaba a estudiar hasta sus gritos inconformistas cuando comenzó a crecer. Había oído como partía todo lo que tenía a su alrededor con gritos desgarradores, intentó consolarlo, intentó que ese chico saliese adelante. El viejo Kagetora había visto crecer a ese torbellino azul y lo apreciaba, lo quería como si de su hijo se tratase, a pesar de que éste último tuviese ese genio incontrolable y malhumorado.

 

- Io, Tetsu ¿qué haces tan temprano aquí? -dijo al entrar en el estudio, observando a su amigo sentado en una de las mesas.

 

- Pensé que no vendrías -inmutable como siempre, Kuroko estaba tomando algunas notas en su cuaderno.

 

- No me vengas con esas. Dije que me tomaría dos meses libres, pero insististe en que no dejase las empresas.

 

- No es bueno que el dueño se ausente. Dos meses es demasiado tiempo, Aomine-kun.

 

- Ya, ya entiendo. Sólo estaré en las mañanas como acordamos.

 

- ¿Qué tal tu primer día fuera?

 

Aomine le echó una mirada asesina. Con eso Kuroko tenía más que suficiente para saber que su querido amigo no lo había pasado del todo bien.

 

- Tengo hambre.

 

 

 

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- Kagami-kun, al parecer el amo está contento con tus servicios. Ha requerido tus servicios por más horas. Estarás desde la mañana hasta la noche.

 

- ¿¡Qué!? ¡N-No puedo hacer eso! Tengo en mi casa un jodido compañero de piso que ni siquiera conozco. No sé qué diablos podría hacer en mi ausencia.

 

- Tranquilízate, dispondrás de tiempo libre. Por supuesto, el salario subirá en un setenta por ciento.

 

- Pero... -aunque se quedó pensativo, eso del salario...aumento. Le venía bastante bien.

 

- Siéntete honrado, Kagami-kun. No todos tiene el privilegio de agradar a Aomine-kun.

 

A tiempo completo, bueno, al menos no trabajaba más, no como la mayoría de japoneses que mínimamente lo hacían por diez horas. Según le informó Kuroko, trabajaría dando todas las comidas menos la merienda. Con eso lo que le quedaba libre era la tarde. Pero por lo pronto comenzaría a partir del lunes, por lo que aprovecharía bien estos días que le quedaban para hacer lo que más le gustaba, jugar a básket.

 

Después de preparar la cena, se cambió y tomó rumbo a su apartamento. Acordaron que él solo se encargaría de hacer las comidas y Riko y Teppei del resto, así que una vez finalizó con su labor, se despidió de ellos.

 

Tenía unas ganas horribles de llegar a su casa, soltar esa bolsa que lo acompañaba por casi todo el día y tomar su pelota de básket para irse a la cancha que tenía a unas cuantas cuadras. Abrió la puerta al fin, dando un resoplido y frunció el ceño al oír el televisor prendido. Se adentró en la sala y vio a su querido compañero tirado en el sofá, estaba comiendo palomitas y tenía el suelo todo lleno de restos. Gruñó por lo bajo.

 

- Estoy en casa.

 

- ¿Eh? Ah...bienvenido a casa -el moreno dejó entrever una sonrisa ladeada.

 

- Cuando termines recoge tu basura.

 

- Eres muy estricto ¿no te parece?

 

Kagami bufó y se metió en su cuarto para cambiarse de ropa y ponerse una más cómoda, aunque de igual manera iría abrigado, pues las noches en Tokio eran por demás frías. Salió al salón vistiendo una sudadera ancha negra y un pantalón de chándal gris, con una mano se puso la capucha de la sudadera y con la otra sostenía una pelota de básket. El moreno, aún tumbado, estiró el cuello al escuchar los pasos y le miró desde abajo.

 

- ¿Juegas a básket? -dijo alzando una ceja-

 

- Es lógico -le señaló la pelota.

 

Aomine dejó de mirarle y soltó una risa nasal mientras dirigía la mirada al televisor- De seguro que eres patético jugando

 

¿Pero de qué iba ese tipo? Nada más acababa de llegar y ya le estaba sacando de sus casillas. Además ¿quién demonios era él para juzgarle sin ni siquiera saber cómo jugaba? No llevaba ni veinticuatro horas allí que el pelirrojo sentía que ese chico le haría arder en llamas. Dio un largo suspiro, intentando controlar ese impulso de mandarlo a la mierda y se centró en saber algo más de él.

 

- ¿Tú también juegas?

 

- Soy el mejor haciéndolo

 

- Já, eso habrá que verlo -botó el balón un par de veces y luego lo hizo rodar en su dedo.

 

- ¿Tan seguro estás de ti mismo?

 

- Tanto como tú.

 

- Bien. Juguemos entonces. El que pierda se quedará con la cama de matrimonio.

 

- ¿Qué? Ni lo sueñes. Esa es mi cama, idiota.

 

- No voy a jugar de gratis.

 

- Arg...está bien. Si tú ganas compartiremos la cama por semana y si gano yo, me quedo con ella.

 

Kagami observó al peliazul fruncir la boca, como si se lo estuviese pensando y al final optaba por levantarse del sofá, dejándolo todo lleno de palomitas

 

Ambos llegaron a la cancha, la cual estaba tenuemente iluminada por unas lúgubres farolas. La luz de la luna llena de aquella noche hacía más hincapié en el lugar que éstas mismas. Claro que, al ser de noche, apenas había gente en la calle, sólo se escuchaba el sonido de algunos motores de coches y motos pasando por calles contiguas al espacio que ahora ambos compartían.

Fue Kagami quien comenzó botando el balón.

 

- Quien haga diez canastas, gana -habló situándose en el medio de la cancha.

 

Confiaba que él iba a ser el ganador de aquel encuentro contra el moreno. Aomine se colocó en posición de defensa, sin perder de vista aquel balón. El de piel morena sonreía altivo al verle con la pelota, tan solo por la posición de sus manos sabía que Kagami lo manejaba bien. El más bajo de estatura se abalanzó hacia su contrario, pero sus pasos se detuvieron cuando, sin saber como, el moreno le había robado el esférico y ahora avanzaba hacia la canasta contraria a toda velocidad. ¿Pero cómo...? El pelirrojo giró sobre sus propios talones y salió a correr detrás del moreno, sin llegar a alcanzarlo. En su lugar, éste había saltado y había encestado la primera canasta de una manera ágil.

Según iba avanzando el encuentro, Kagami quedaba sorprendido ante esos movimientos tan rápidos y fluidos del moreno, además de esos tiros. Daba igual desde donde lo hiciese, siempre entraba. El pelirrojo estaba empezando a frustrarse un poco. Iba por debajo del de pelo azul dos canastas y se esforzaba al máximo en arrebatarle el balón, sin embargo, el moreno no parecía esforzarse demasiado, pero sonreía como si realmente estuviera disfrutándolo.

 

- Tú cama ahora también es mi cama. -dijo con una sonrisa autosuficiente.

 

- Cierra el pico. -bufó el más bajo- Oe, ¿viste la nota que te dejé? -Kagami estaba descansando en uno de los bancos que quedaban a un lado de la cancha, limpiándose el sudor con el filo de la sudadera.

 

- Leí algo. Para tu información, no hace falta que comamos juntos, yo ya tengo quien me cocine. También tengo mis propias cosas y el dinero lo tendrás mañana. Tengo que ir a recogerlo.

 

- Veo que mamá y papá te tienen bastante mimado -soltó con tono de burla, pero no se esperó que el moreno se abalanzase a él y lo tomase por el cuello de la camisa, haciendo que éste se echase hacia delante.

 

- No vuelvas a mencionarlos -gruñó el más alto, clavándole dagas de acero con la mirada.

 

- Oe, cálmate idiota. -el pelirrojo se zafó de aquel agarre de un manotazo y se echó atrás- No hace falta que te pongas así.

 

A pesar de ese roce, Kagami se dio cuenta que tal vez sí tuviera algo en común con el chico que, al parecer, antes de mostrarle su buena cara, como todo el mundo hacía normalmente en una convivencia, se había dejado ver con una de sus peores. Por el camino ninguno intercambió palabra alguna, parecía que en realidad al moreno le había molestado bastante el nombramiento de sus progenitores.

 

 

 

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Lunes 4:30 a.m.

 

 

Durmiendo de lado, el pelirrojo se removía incómodo en su cama, extraño. Balbuceaba cosas y en su rostro, aún dormido, podía verse la molestia en ese ceño fruncido. Lentamente abrió los ojos, su cuerpo se sentía pesado, más de lo normal. Se talló uno de sus ojos y estiró el cuello hacia arriba para mirar la hora. Las cuatro y media de la mañana...aún podía permitirse dormir un poco más antes de levantarse para laborar. Bajó la mano y, con ella, tocó algo. Miró hacia abajo y vio un brazo moreno que lo rodeaba, impidiéndole que se moviera. Abrió los ojos exageradamente, movió la cabeza hacia la persona que estaría detrás suya y casi se queda sin respiración cuando vio que su compañero dormitaba a su lado, tranquilo, sereno, sexy... ¿¡sexy!?

 

Kagami quitó bruscamente el brazo que le rodeaba y dio un salto de la cama, saliéndose de ésta. Estiró una pierna y pateó al moreno que ni siquiera se había enterado de la proeza mental que sufría su compañero, ahora, de cama.

 

- !AAHH! ¿Q-QUÉ DIABLOS CREES QUE HACES AQUÍ?

 

- ¡Ich! -se quejó el peliazul, entreabriendo los ojos. Se tomó su tiempo en responder, bostezó y se rascó la nuca una vez se hubo levantado y sentado en la cama- ¿Eh? ¿A ti qué te parece? Dormir, hasta que un idiota me ha despertado.

 

- ¡No te hagas el tonto! ¡Estás durmiendo en mi cama!

 

- ¿Huh? Ésta, es mi cama ahora, Bakagami.

 

- ¿C-Cómo me has llamado? ¡Y deja de decir que ésta es tu cama! ¡Acordamos que lo sería el lunes!

 

- Molesto... -refunfuñó el peliazul- Oficialmente, el domingo a las doce de la noche es lunes. ¿No te enseñaron eso en el colegio?

 

Kagami se quedó petrificado, pues tenía razón en lo que decía, aunque eso también podía habérselo dicho antes. Entonces él hubiese tomado sus cosas y se hubiera cambiado de habitación. Desvió la mirada hacia un lado.

 

- ¿Desde qué hora llevas durmiendo aquí? -murmuró avergonzado por su “metedura de pata”.

 

- ¿Acaso eso importa?

 

- A mi sí que me importa.

 

- Haa...Está bien. Pues desde las doce y un minuto.

 

¡Prácticamente toda la jodida noche durmiendo a su lado! ¿Qué diablos le pasaba a ese tipo? Le irritaba esa manera suya de comportarse, como si todo le perteneciese. Era cierto que tenía razón, demonios, claro que la tenía, pero eso no quitaba el hecho de que estuvo a su lado y lo que es peor, ¡ese maldito había dormido abrazado a él!

 

- Bastardo... -gruñó entre dientes.

 

- No tengo la culpa de que seas tan idiota.

 

El de piel tostada se rascó el vientre, bostezando de nuevo. Miró a Kagami, el que aún permanecía de pie al lado de la cama, pareciendo que quería intimidarle con la mirada. Algo a lo que el moreno no le prestó la más mínima atención.

 

- ¿Piensas quedarte ahí de pie toda la noche? -encogió levemente los hombros haciendo una extravagante mueca- Allá tú.

 

- Imbécil, tengo que ir a trabajar -chasqueó molesto- y me has quitado tiempo de sueño.

 

- ¿Eh? ¿Trabajas tan temprano?

 

- El tipo que tengo por jefe me necesita desde primera hora. No es como si me quejara. Me paga bien después de todo pero me gustaría poder dormir un poco más.

 

- No todos tienen esa suerte, Bakagami. -dijo sonriente mientras se tumbaba sobre el colchón, dispuesto a dormir un rato más-

 

- ¡Deja de llamarme así! ¡Idiota!

 

Enfadado salió de la habitación para ir el baño. Quizás un baño bien caliente le relajaría y le quitaría todo el mal humor con el que se había levantado. Primeramente fue al lavabo donde se enjuagó la cara con agua fría y luego encendió la ducha, pero antes de desnudarse y meterse entró y salió varias veces del baño y de la habitación, tomando todas las cosas que le hacían falta. Cuando entró por quinta vez al cuarto donde dormía el peliazul, éste soltó un bufido y volvió a enrollarse en las mantas.

 

Con los ojos cerrados y el cuello estirado hacia atrás, el pelirrojo dejaba que el agua acariciase su anatomía, respiraba profundamente. Sin duda, cuando se duchaba era cuando todas sus preocupaciones desaparecían. pero una voz ronca y grave lo sacó de sus pensamientos.

 

- ¿Cuánto tiempo piensas estar ahí?

 

El pelirrojo, que hasta el momento había estado tranquilo, no pudo disfrutar de su ducha mañanera, pues tal parecía que su querido-jodido-compañero ya se había levantado y ahora se encontraba dentro del baño. Abrió los ojos de par en par y, rápidamente, agarró la cortina de la ducha y asomó la cabeza, divisando como el ajeno se echaba agua en la cara.

 

- ¿¡Sabes lo que es la maldita intimidad!?

 

El de pelo azul alzó una ceja y miró hacia la ducha, observando al pelirrojo con los mechones aplastados sobre su frente debido al agua. Kagami le miró con el ceño apretado. Traía los cabellos alborotados, algo claramente normal, sus ojos estaban aún hinchados, síntoma de que acababa de despertar y...¡estaba en bóxer! Tan solo aquella vista hacía que el pelirrojo se escandalizase y no es como si no hubiese visto a otro hombre así, es más, los había visto desnudos cuando se duchaban en los vestuarios después de los partidos, pero aquel hombre, con aquel torso y aquellos abdominales provocaban que el de menor estatura se pusiese nervioso. Como si lo oliese, Aomine dio un par de pasos, acercándose al de ojos escarlatas, extendiendo una mano para tocarle suavemente la mejilla con el pulgar.

 

Kagami, hasta el momento no había podido despegar la mirada de aquel cuerpo. Debía ser franco con él mismo, debía admitir que ese chico mal hablado y burlón le...¿gustaba? No conocía a ciencia cierta si la respuesta era afirmativa. Tal vez sólo era atracción, admitía que era condenadamente guapo, tenía unos rasgos salvajes, una mirada felina, tan oscura como su tono de piel, pero sentirse atraído por un hombre...eso ¿estaba bien?

 

Su corazón comenzó a latir con fuerza cuando vio cómo se le acercaba. Sus ojos se ubicaron en el recorrido de la morena mano, pareciéndole que iba a cámara lenta, hasta que notó el tacto fresco de ésta sobre su piel.

 

- ¿¡Q-Qué haces!? -gritó totalmente ofuscado cual gato erizado.

 

- Tenías espuma. -dijo desinteresadamente, apartándose al instante.

 

- ¡Sal de aquí! -cerró de golpe la cortina y Aomine, al ver eso, sonrió sutil saliendo del baño dejando a un ruborizado e inquieto pelirrojo bajo el agua de la ducha.

 

 

Salió del baño frotándose los cabellos con una toalla. Anduvo hasta la cocina, donde visualizó al moreno vistiendo una chupa de cuero negro y unos vaqueros desgastados. Calzaba unas botas negras de tipo militar. Se veía...se veía bien, con los cabellos aún algo alborotados pareciéndole que éste no tenía intenciones algunas de peinárselos.

 

- ¿Hm? ¿Qué te pasa? -al que iba dirigida esa pregunta dio un breve brinco. Aomine había girado el rostro y lo había pillado mirándole.

 

- N-Nada...Tsk -el pelirrojo volvió a ir al baño para peinarse los alocados cabellos y, después de tomar su bolsa, salió hacia fuera, encontrándose con que su compañero iba saliendo. Aprovechó la tirada y salió con él. Iba bajando las escaleras detrás de él, en silencio, mientras Aomine iba a paso lento, aguantando en una de sus manos un casco de moto. Cuando salieron del edificio, estaba dispuesto a despedirse hasta la tarde, pero al parecer su compañero no pensaba ni siquiera hacerlo. Sus malos hábitos se hacían notar en la mala educación que poseía. El cielo aún estaba oscuro pero pronto podrían vislumbrarse la claridad de la mañana.

 

- Tengo algo de tiempo. Sube, te llevo al tajo. -el moreno peliazul se puso el casco subido en una Yamaha XJ de color negra. Ahora entendía esa indumentaria, aunque se preguntaba dónde demonios trabajaría el moreno. Desde que había llegado no hacían otra cosa que discutir y ni uno ni otro sabía nada de la vida del ajeno. El de ojos rojos hizo un ademán con la cabeza ¿subirse a una moto con un tipo que no le caía del todo bien? Ni en sueños.

 

- Ni loco subo a esa cosa. -se dio la vuelta, colgándose adecuadamente la bolsa en su hombro- Me voy en tren.

 

- ¿Tienes miedo? -una fuerte carcajada pudo ser percibida por el oído del más bajo- ¿Acaso eres una nena que grita por un poco de velocidad?

 

- ¡Y-Yo no he dicho que tenga miedo! ¡Ahora verás, imbécil!

 

Sin pensárselo, se dio la vuelta y, decidido, subió a la moto agarrándose a la parte de atrás del asiento ante la burlona sonrisa, que era imperceptible para Kagami, puesto que llevaba el casco puesto y mirada de reojo de Aomine.

 

- Sería mejor si te agarrases a mi.

 

- Cómo si eso hiciese falta.

 

- Tú mismo.

 

Tras decir esto, Aomine dio gas a la moto y salió derrapando, activando en Kagami el instinto de supervivencia, pues al írsele el cuerpo hacia atrás, por impulso terminó rodeando la cadera de Aomine con fuerza, apretando los ojos y con el rostro pegado a su espalda. Un olor... ¿era el olor de la calle? No, ese olor que llegaba a sus fosas nasales como si de un rico manjar se tratase no venía de la calle, provenía de la persona que tenía delante pero... ¿era perfume? Tampoco creía que fuese perfume, pues no olía del todo fuerte. En su lugar, el aroma que percibía era embriagador e indómito. Olía como si una bestia salvaje hubiese sido liberada de una prisión. Kagami iba enfrascado en esa fragancia que desprendía el moreno, sin darse cuenta de la velocidad a la que iban, pues aún tenía los ojos cerrados. No decía nada, sólo se dedicaba a disfrutar de la esencia que, aunque pareciera extraño, daba seguridad y confianza a su persona.

 

- Afloja un poco, vas a asfixiarme -Kagami abrió los ojos y aflojó un poco el agarre de sus brazos, manteniéndolos aún alrededor de su cintura.

 

- Lo siento -murmuró.

 

- Mucho mejor, ahora ¿puedes decirme dónde diablos trabajas? No tengo todo el tiempo del mundo para pasearte.

 

Tuvo que morderse la lengua para no soltarle un borderío que provocase que el otro le dejase en mitad de la calle, pues no era buena idea el tener que ir corriendo a la estación de tren a sabiendas que ni aún así llegaría a tiempo, que el tren ya habría salido. A regañadientes le fue indicando el camino, disfrutando del fresco aire mañanero que golpeaba su rostro. Aomine iba manejando según lo indicado. Se le hacía bastante familiar ese recorrido y aún lo hizo más cuando al estar en las afueras de la ciudad y pasar por enfrente de su casa, el pelirrojo dio el alto.

 

- ¿Trabajas aquí? -señaló con el pulgar. De algún modo u otro, el peliazul trataba de esconder su sorpresa cuando vio al pelirrojo bajarse de la moto y dedicarle una sonrisa de agradecimiento, asintiendo suavemente con la cabeza.

 

- Vaya Bakagami, si que trabajas en un buen lugar

 

- No es malo -dijo encogiendo levemente los hombros.

 

- ¿De qué trabajas? ¿De sirvienta? -ese tono sólo le indicaba a Kagami que el otro estaba mofándose de él, pero realmente lo que deseaba Aomine era sacarle información. Hasta ahora, él jamás se había interesado por el rol que cada trabajador tenía en su casa. Para eso tenía a Kuroko y a Kagetora, pero debía aceptar que no se esperaba que fuese su propio compañero de piso el que trabajase allí, lo que despertó la curiosidad del moreno.

 

- Idiota...Soy el cocinero de aquí.

 

Decir que se quedó sin palabras sería decir poco. ¿Cómo era posible? Por suerte, el casco escondía de Kagami el rostro sorpresivo de Aomine, el que apenas trataba de procesar esas palabras.

 

- ¿Tú de qué trabajas? -esa pregunta hizo reaccionar al peliazul, que soltando una leve risa nasal contestó con una clara y piadosa mentira.

 

- ¿Yo? Soy un simple reponedor en una tienda de conveniencias.

 

- Ya veo. Bueno, nos vemos después.

 

Aomine se despidió del pelirrojo con un sonido atorado. El destino parecía que estaba de su lado, poniendo delante de sus narices a la persona que tanto placer le había dado, pues desde hacía tiempo no había probado comida tan buena como la que hacía ese chico. El problema principal era que Aomine jamás se imaginó que la persona que preparaba esa comida tan deliciosamente buena tuviese un humor de perros y más aún, que fuese un hombre y que se tratase precisamente de Kagami.

 

- Interesante -murmuró al ver como Kagami caminaba por los jardines, dirigiéndose a su labor.

 

 

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Ya casi habían pasado los dos meses que Aomine tenía de tregua o mejor dicho, de un pequeño descanso de su trabajo. La situación seguía como en un principio, sólo que Aomine ya conocía el lugar de trabajo de Kagami. Aún así y, con todas las ganas del mundo de desvelarle que era su jefe y ordenarle incluso en su casa, se contuvo, pero no por ello cesaron las discusiones, los piques, los one on one y las pláticas, ya fueran moderadas o no.

 

 

El pelirrojo llevaba una mañana ajetreada en el trabajo. El señor de la casa tenía visita y con motivo de ello, debían preparar una mesa más amplia de lo que lo hacían normalmente. El invitado era exigente, pues Kuroko pidió platos que por lo general, según le habían contado, no se elaboraban demasiado allí.

 

Estaba sazonando el pescado cuando sintió como el aparato que tenía en el bolsillo vibró y pronto comenzó a sonar dentro de éste. Riko, que se percató enseguida, como para no hacerlo, sonaba música inglesa escandalosa, lo miró con el ceño fruncido y le señaló, claramente en señal de advertencia.

 

- El móvil debe estar apagado en horas de trabajo.

 

- Lo siento, es importante -dijo mientras se limpiaba las manos para después sacar el teléfono del uniforme y correr hacia la sala, cerrando la puerta para hablar tranquilamente- ¡Tatsuya! -casi gritó de alegría cuando descolgó el celular.

 

Tatsuya Himuro era su hermano, aquel que le tendió una mano cuando llegó a un país extraño, aquel que le ofreció su amistad y le ofreció poder conocer en profundidad ese deporte tan espléndido llamado básquet. Ambos estuvieron juntos hasta que Kagami tuvo que partir hacia su país de origen. Llevaban años sin verse y ahora, por fin iban a volver a hacerlo. Himuro llegaría mañana a Japón para cerrar un trato con unos clientes que requería su presencia inmediata, por eso, llamó a Taiga, para que fuese a recogerlo al aeropuerto y le diera cobijo el tiempo que estuviese allí.

 

Por su parte, Kagami no veía inconveniente ninguno en ello, es más, estaba feliz de poder reencontrarse con el chico de pelo negro, pero antes de ello tendría que pedir permiso para tomar un receso en el trabajo, con el fin de ir a recogerle.

 

 

 

 

Una vez se llevaron la comida que prepararon con tanto trabajo, respiraron tranquilos. Eran las tres de la tarde cuando Kagami, una vez se cambió para ir a su casa a descansar, se disponía a salir de la cocina. Lo había dejado todo preparado por si surgía algún inconveniente durante su ausencia. El invitado del jefe se había marchado hacía una hora y media más o menos, así que ahora podría salir a buscar a Kuroko y comentarle que al día siguiente iba a tener que ausentarse por unas horas.

 

- ¿Habéis visto a Kuroko?

 

- A saber donde está, ese chico aparece y desaparece -Teppei lo decía con su típica sonrisa de buena persona.

 

- Iré a buscarlo.

 

- Kagami-kun esp-

 

Kagami ya se encontraba cruzando la puerta que daba a la zona principal de la casa. Estaba tranquilo, ya que, el dueño de ésta no salía de su habitación y además, tan solo era un momento el que iba a estar rondando por allí.

 

Al salir hacia la gran entrada que tenía la casa, no vio a nadie. Le parecía extraño, pues Kuroko siempre andaba por allí a esas horas. Miró hacia ambos lados y como realmente necesitaba verlo y comentarle, no le importó subir las escaleras para ir a buscarlo.

 

Tan solo llegar a la parte de arriba quedó mudo. A cada lado, dos amplios pasillos por los que empezar a buscar. Tan solo a esa distancia podía observar el lujo que denotaba el ambiente. Agitó la cabeza para despertar de su ensoñación y se dispuso a buscar al peliceleste. Decidió tomar el camino de la izquierda. Kagami avanzaba a paso lento, pisando la gran alfombra de tonos azules que mostraba el camino a seguir. Aquel pasillo parecía interminable. Había grandes puertas que daban a ciertas habitaciones, pero todas estaban cerradas. Tal parecía que así no iba a encontrar a Kuroko. Sus pasos se pararon ante el gran retrato de una familia. La pintura estaba encuadraba en un fastuoso marco con pequeños detalles marcados. Una mujer con tono de piel claro, vestida de manera elegante, hermosa a simple vista y un hombre con el pelo azul oscuro, alto, apuesto a pesar de que se veía que sobrepasaba los treinta, sostenía de la mano a un pequeño con el mismo tono de cabellos que él. Los dos adultos portaban una sonrisa, una feliz. Supuso que aquel retrato era, como no más, el de la familia Aomine, aunque su mente ahora divagaba en lo familiar que se le hacía aquel hombre. Estaba seguro que no le conocía, eso era un hecho, pero había algo en las facciones de ese señor que le recordaba a alguien.

 

Arrugó el entrecejo, pues se estaba rebanando el cerebro intentando descifrar el origen de su curiosidad. Terminó por suspirar y miró hacia el fondo. Sería mejor volver e intentar buscarle por el otro lado de la casa. Caminó en dirección opuesta a la que iba anteriormente y detuvo los pasos en la puerta de una de las habitaciones. Se escuchaba algo, se escuchaban... La cara de Kagami enseguida se puso del color de su cabello. Eran gemidos, ¡ahí adentro había una mujer gimiendo!

 

- No deberías estar aquí, Kagami-kun

 

Al pelirrojo se le erizó la piel al oír aquella voz más inclusive su nombre. Miró atrás, encontrándose con unos ojos celestes que lo miraban fija y seriamente.

 

-¡Woah! ¡Kuroko!

 

El peliceleste le indicó con un dedo sobre su propia boca que guardase silencio- Vayámonos de aquí -dijo con su tranquila pasividad.

 

Ambos retomaron los pasos, Kuroko iba delante, guiando al pelirrojo, que lo seguía de cerca, hacia una de las salas vacías de la casa. Tan impresionante como lo había imaginado. Enorme, aunque poco decorada, era un estilo bastante sencillo. Aquella habitación solo constaba de grandes estanterías todas llenas libros, un gran ventanal que daba a los jardines traseros de la mansión y una mesa en medio, rodeada de varias sillas.

 

- Toma asiento.

 

- Verás Kuroko...

 

Tras sentarse, el pelirrojo le contó su problema, por así decirlo, ante la mirada imperturbable del chico de pelo celeste

 

 

 

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- Satsuki, necesito que investigues algo cuanto antes.

 

Momoi Satsuki era amiga de la infancia de Aomine. Ambos estudiaron juntos hasta finalizar sus estudios. Trabajaba en una de las empresas del peliazul como jefa en el departamento financiero. Desde pequeña se le dio bien los números y el manejo de información, por eso Aomine no dudó en colocarla en su empresa. Además, en cuanto a informaciones se trataba, era la mejor y la más rápida. Confiaba ciegamente en ella en todos los aspectos

 

- Mooh, Dai-chan, sólo me llamas cuando necesitas información -podía asegurar que tras la línea telefónica la pelirosada estaba inflando los mofletes y haciendo un mohín. La conocía demasiado bien como para imaginarse hasta sus expresiones. - ¿Cómo estás? Mañana iré de compras ¿quieres al...

 

- Deja de parlotear. -Aomine le cortó la palabra. Él no estaba interesado en nada de lo que la pelirosa tenía que decirle en estos momentos- Himuro Tatsuya, quiero que me des toda la información que encuentres sobre él. -soltó eso con la mayor de las tranquilidades, pero en su voz, Momoi pudo notar que aquello le interesaba bastante, incluso diría que detrás de esa tranquilidad escondía cierta inquietud. Tras mandarle el recado, sin esperas, colgó la llamada.

 

Sin más remedio y sin tener tiempo de replicar nada, Momoi dejó lo que estaba haciendo para satisfacer a su amigo y jefe, poniéndose manos a la obra.

 

 

- Aomine-kun ¿a qué viene tanta curiosidad? Normalmente no te interesas tanto.

 

Aomine clavó los codos en la mesa de trabajo y se echó las manos a la cabeza, revolviéndose los cabellos para después, mirar fijamente la madera de la tabla como si algo interesante estuviese por suceder. Débilmente, casi susurrando le dijo a Kuroko la situación en la que se encontraba, que por pura casualidad había terminado viviendo en el apartamento de su cocinero.

 

Mientras ambos trabajaban, Aomine le contó algunas cosas sobre su paso por la casa de Kagami. Kuroko lo oía sin interrumpirle, pues pocas eran las veces que Aomine contaba nada. En primer lugar porque hacía bastante tiempo que no salía de aquellos muros y en segundo lugar, porque de ser así y hubiese salido, el peliazul era una persona demasiado cerrada y normalmente no solía hablar de sus cosas.

 

El pito del fax sonó, dando paso a un informe bastante largo, pues hojas no paraban de salir del aparato. Kuroko se acercó a recoger todos los folios y se los acercó a Aomine, el que enseguida dejó el teclado del ordenador de lado y se dispuso a leerlo.

 

Lo primero que vio fue la ficha personal de ese tal Himuro Tatsuya, junto a su foto. No podía decir que fuera un chico que no llamase la atención. El peinado que llevaba, tapándole uno de sus ojos y el lunar que tenía justo debajo del que quedaba a la vista le hacían ver, en cierta manera, lindo.

 

Pasó la primera página sin darle mucha importancia y comenzó a leer el reporte que había elaborado Satsuki. Sus ojos se movían con rapidez, leyendo entre líneas sin pararse a meditar mucho lo que ojeaba. En realidad buscaba un solo nombre en todos esos papeles. El que le dijera si la relación que tenía con ese chico era tan importante como para pedir un receso en el trabajo. De una rápida pasada lo leyó, Kagami Taiga.

 

 

...Las personas más cercanas a Himuro son Alexandra García y Kagami Taiga. Alexandra fue su instructora de baloncesto. Al parecer esa mujer antes era jugadora profesional de básket, pero lo dejó debido a una lesión en la vista. Con Kagami Taiga no guarda parentesco alguno, sin embargo ambos se tratan como si fuesen hermanos, pues se criaron juntos y por lo que se ve son bastante allegados. Mantienen el contacto a pesar de que están del otro lado del mundo. Himuro es un chico hermoso, como puedes observar. El anillo que lleva colgado del cuello es el mismo que lleva Kagami, es una muestra de su afecto y hermandad. Al parecer esos dos se llevan bastante bien...”

 

Suficiente.

 

Kuroko miraba atentamente a Aomine, observando toda mueca y expresión que se dejaba escapar de su rostro. Parecía que algo de lo que había en ese informe no le gustaba del todo al peliazul, sin embargo, no preguntó nada al respecto. El moreno soltó los papeles encima de la mesa y dio un largo suspiro justo antes de dar la respuesta que llegaría hasta los oídos de Kagami.

 

- Permiso denegado.

 

 

 

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- ARG ¡MALDITO BASTARDO! POR SU JODIDA CULPA TATSUYA TUVO QUE QUEDARSE EN UN HOTEL. ME QUITÓ LA TARDE LIBRE Y ADIVINA QUÉ ESTUVE HACIENDO ¡UN JODIDO PASTEL DE CHOCOLATE! ¡DE TRES PISOS!

 

Así entró Kagami en el apartamento, donde Aomine descansaba en el sofá con las manos detrás de su nuca, mientras miraba la televisión que fue tapada por el pelirrojo que pasó por alto que el otro se encontraba visualizándola, ahora sólo quería desahogarse. Sin embargo, el moreno no movía la vista, se estaba haciendo el tonto como mejor sabía, ignorándolo por completo, pues conociendo el temperamento de Kagami sabía que éste iba a llegar hecho una furia.

El salón estaba todo desordenado, había papeles encima de la mesa, un par de latas de cervezas vacías y basura. ¡Basura en su salón!

 

 

- Hayato -mencionó su “nombre” con un tono serio, pero Aomine seguía escuchando pajaritos en su cabeza- Oe, Hayato -de nuevo la misma respuesta por parte del moreno, es decir, ninguna, lo que provocó que un severo tic en la ceja se hiciera presente en el rostro de Kagami- HAYATO, ¡QUÉ MIERDAS SIGNIFICA TODA ESTA BASURA!

 

- ¿Eh? Ah... -soltó una breve carcajada, pues se le había olvidado por completo que ahora, bueno, más bien, ahí, se llamaba así. Aunque se le hacía incluso raro escucharlo, pues desde que había llegado, Kagami no lo había llamado por su “nombre”. Más bien habían volado insultos- Oe ¿por qué no te relajas un poco? He comprado cerveza y he rentado una película. Cógelas y trae tu culo aquí.

 

Kagami resopló, después de todo no era mala idea eso de tomarse un par de cervezas. Tal como dijo el moreno, fue a la cocina para tomarlas de la nevera mientras el otro se encargaba de poner la película en el dvd. El pelirrojo dejó las cervezas encima de la mesa y, sentándose en el sofá, estiró un brazo y tomó una, abriéndola y dando un largo trago.

 

El peliazul se sentó a su lado, tomó su cerveza y bebió tras abrirla, el fresco líquido pasaba por su garganta haciéndole sentir fuera de toda preocupación.

 

- G-Gracias por la cerveza. No hacía falta que comprases nada.

 

- ¿Eres idiota? No las compré para ti si es a eso a lo que te refieres, sólo lo utilicé para que cerraras el pico. Eres molesto.

 

Ahí iba de nuevo, la amabilidad de Aomine se iba por la borda, era sólo una mera ilusión para Kagami, el cual pudo denotar que ese chico sólo estaba dotado de una personalidad torcida, sarcástica y déspota.

 

Kagami miraba con los ojos entrecerrados al moreno mientras éste al ver la actitud del otro se dedicó a soltar una carcajada, lo que pareció romper el hielo, ya que, el pelirrojo soltó un suspiro y se echó sobre el sofá.

 

- Se debe vivir bien cuando te lo dan todo hecho.

 

- ¿Eh? Ah...Tal vez. -fue la escueta respuesta del más alto. Bien sabía que esas palabras iban dirigidas a su jefe, es decir, a él.

 

Al cabo de una hora y media, la mesa estaba repleta de latas de cerveza. No había sido muy buena idea el dejar que Kagami bebiese tanto. El pelirrojo se llevó todo el tiempo maldiciendo a su llamado jefe ante la mirada de Aomine, que sólo se dedicaba a darle la razón con monosílabos. El alcohol había provocado que las mejillas de Kagami se enrojecieran y de vez en cuando dejaba que el moreno disfrutase de esa sonrisa acogedora del hogar. Parecería raro, pero Aomine teniendo una casa tan grande no tenía todo lo que quería. Él nunca había compartido nada y siempre vivió entre responsabilidades, pasando por alto el cariño y afecto, de ahí esa personalidad tan huraña. Lo cierto era que esa sonrisa le hacía sentir la calidez que tanto había añorado.

 

- Al principio no me gustaba la idea de compartir casa, pero tener a alguien esperando no es del todo malo. -balbuceó trabándose con sus propias palabras.

 

Aomine, que no había bebido ni la mitad de lo que lo había hecho Kagami, miró algo confuso al chico, el que sonreía como si estuviese recordase algo. Quizás, esas palabras, ablandaron un poco el corazón del moreno, puesto que a él no le esperaba nadie y sí, no se iba a mentir, deseaba salir de hacer sus labores del trabajo para correr al apartamento del pelirrojo. Allí al menos se entretenía haciéndole molestar. Se sentía bien a su lado, eso era innegable. De no haber sido así, no hubiera aparecido más.

 

El peliazul se levantó y se dirigió al baño, dejando a Kagami solo por unos momentos, el cual miraba el televisor. La película había acabado y ni siquiera había visto el principio. Estaba entretenido despotricando de su jefe y hablando con su compañero. Se echó en el sofá, notando una ligera molestia en su costado. Metió el brazo bajo éste y sacó el causante de tal molestia: la cartera de Aomine. Bufó y la lanzó a la mesa, pero algo había caído de ella. Se asomó al suelo y era un papel doblado en dos. Se veía que estaba viejo o eso parecía. ¿Qué era? ¿curiosidad? ¿fisgoneo? ¿o sólo querer saber si ese papel tenía relevancia alguna? No lo sabía, podría haber sido cualquier recibo de algo pero en su lugar, Kagami abrió los ojos, cuando empezó a leer el contenido de aquella nota.

 

 

 

Hoy, el mundo se me vino encima y es demasiado el peso como para llevarlo en mis hombros. Hacía tiempo atrás me llegaron rumores acerca de que me eras infiel, pero no quise creerlos, después de todo, te comportabas de la misma forma que hacías siempre conmigo pero...te vi con él. No logro entender qué fue lo que te llevó a sus brazos ¿tan mal me porté contigo? ¿tan mal lo hice? Nanako, yo te amaba más que todo, te amaba más que a mi vida, te amé incluso más que a mi difunta esposa y madre de mi hijo, Hiyori.

Creí ser una persona fuerte, pero me equivoqué. No dejo de pensar que esto es lo más cobarde que se puede hacer, pero este dolor es insoportable. Al final no pude soportarlo ¿cuántos te amo falsos me dedicaste? Ya no importa.

 

Por favor, cuida de Daiki.

 

Aomine Hajime.

 

 

 

- ¿Qué haces con eso?

 

 

Esa voz retumbó en todo el salón, sonando más dura de lo habitual, provocando que Kagami, el que no había terminado de leer, diese un pequeño respingo. Alzó la mirada, encontrándose con la de Aomine, oscura y enojada, haciéndole saber que el papel que tenía entre sus dedos no debería haber sido leído. Tan sólo verle allí de pie y mirándole de esa manera hizo que un malestar general invadiese su cuerpo.

 

- S-Sólo lo recogí del suelo. -murmuró desviando la mirada, incorporándose despacio en el sofá.

 

- ¿La has leído? -la figura del moreno seguía sin moverse, lo miraba desde arriba con un claro enojo.

 

- No del todo... -No mentía, no le había dado tiempo a leerla entera. La interrupción de su compañero fue la culpable de ello- Oye...¿por qué guardas esto? ¿Acaso tú...?

 

Ya bastaba de preguntas. El desliz de Kagami al leer algo que no le pertenecía le había echo molestar. Simplemente tenía que haber dejado la nota donde se la encontró, sin siquiera mirarla. Avanzó hasta él y se la arrebató de las manos para después darse la vuelta y caminar hasta su habitación -Eso no te importa. -pudo oír antes de escuchar el portazo que dio.

 

Ante esa reacción, el pelirrojo supo que se había equivocado. Agachó la mirada entristecido y se quedó por unos minutos mirando fijamente el suelo. Tras esto, se levantó del sofá y se fue a su habitación. Según habían pasado las semanas se habían ido turnando como acordaron y esa noche a Kagami le tocaba dormir de nuevo en la habitación pequeña. Se desnudó, dejándose sólo los bóxer y se metió bajo las mantas para intentar conciliar el sueño, pero los minutos pasaban y nada, no había manera de dormir. Esa cama olía a él, tenía ese aroma cautivador que una vez pudo disfrutar. Hundió la cabeza en la almohada, aspirando todo lo que podía, llenándose las fosas nasales con la esencia tan adictiva que emanaba de ella. Sólo que aquello, no le hizo mucho bien en su tarea de querer descansar. Si el decir que el no poder dormir era por el sentimiento de culpabilidad que tenía, no estaría muy alejado de la verdad. Para él, una de las cosas más importantes de la vida era sentirse tranquilo con él mismo y, en estos momentos, era lo que menos estaba, por eso, no podría cargar con ello hasta la mañana.

 

Se levantó de la cama, sintiendo un ligero mareo y salió del cuarto, postrándose enfrente de la puerta de la habitación donde descansaba el peliazul. Cerró la mano en un puño y llamó fuerte pero, al no obtener respuesta, suspiró y volvió a llamar. Estaba decidido a disculparse adecuadamente con el chico de pelos azules.

 

- ¿Qué quieres? -la puerta de la habitación fue abierta por el pelirrojo, al que por un momento le costó visualizar la figura del moreno en la oscuridad, pero a los segundos, su vista se adecuó y pudo observar como, aún vestido, estaba tumbado en la cama con las piernas estiradas, los brazos detrás de su cabeza y miraba por la ventana, la que tenía abierta dejando que la luz de la luna iluminase el pequeño cuadrado.

 

- Hayato...esto, yo... -Kagami desvió la mirada al suelo- discúlpame por lo de antes.-barbotó algo cohibido.

 

El peliazul le miró de soslayo, entrecerrando los ojos, soltó un claro resoplido y sacó uno de los brazos de detrás de la cabeza para golpetear el colchón, ofreciéndole al pelirrojo la posibilidad de sentarse en la que, ahora, era su cama. El de ojos rojos, que había entendido a la perfección la indirecta, se acercó a la cama, hundiéndola una vez se sentó, silencioso con la mirada baja.

 

Desde esa perspectiva, Aomine no podía observarle bien. Con la tenue luz que entraba por la ventana, sólo veía parte de su perfil iluminado, todo lo demás eran sombras.

 

Silencio. Más silencio. Ninguno decía una palabra. Kagami mantenía la mirada en el suelo y Aomine la sostenía en él, hasta que éste último desvió su rostro para volver a ver la luna desde la cama.

 

- Es una larga historia -comenzó a decir, pero no le dio tiempo de seguir. Había sido interrumpido por el pelirrojo, quien jugueteaba nervioso con sus manos, ganándose la mirada oscura del más alto.

 

- Yo...no tienes que contarme nada. Sólo vine a disculparme. No debí haber cogido esa nota.

 

- Kagami -el mencionado volteó el rostro hacia quien lo llamaba, brindándole a Aomine una imagen que no saldría de su cabeza ni aunque así lo desease. La tenue luz de la luna iluminaba su tez, mejillas sonrojadas, labios entreabiertos, cejas parcialmente agachadas y ojos rojos con un brillo de entristecimiento en ellos que intentaba ocultar agachando la mirada al encontrarse con la del moreno. Realmente una vista demasiado cautivadora para los ojos de Aomine, el cual se había incorporado en la cama, sin saber que el por qué de aquel movimiento tenía como finalidad estar más cerca del pelirrojo para seguir admirando ese rostro iluminado por esa luz blanquecina- ¿Crees que una simple disculpa es suficiente?

 

- ¿Eh? -esa pregunta llegó incluso a asombrarle un poco, pues antes parecía que sería el mismo moreno quien le fuese a contar lo ocurrido. Se sobresaltó por el repentino movimiento del peliazul que, aunque se había sentado, teniéndole de lo más cerca, no fue eso lo que hizo que el cuerpo del rojizo se inquietase, sino que fue el tacto cálido de la morena mano que se depositó en su mejilla.

 

Paralizado ante la cercanía del moreno, ante esos ojos que destellaban bajo la noche, fue observando como lentamente éste se inclinaba hacia él, separando sus labios y ladeando levemente la cabeza. Fue breve el momento en el que el aliento del moreno chocó contra sus labios lo que provocó que Kagami fuese un enredo de nervios y deseo. Como si ejerciesen una fuerza suprema sobre él, apretó los ojos ansiando el siguiente paso que no tardó en llegar. Aomine acarició sus labios con los propios mientras con el pulgar recorría su mejilla.

 

- Esta es la única forma de aceptar tus disculpas -susurró contra sus labios, lamiéndolos sensualmente.

 

Nunca antes una voz le había parecido tan sensual como la que sus oídos acababa de percibir. Sus latidos se incrementaron, sacudiendo su pecho. Deseaba ser besado por esos labios, deseaba saber a qué sabían. Tal vez a la mañana siguiente se arrepentiría de esto, pero ahora necesitaba saciar su capricho, por eso fue el propio Kagami el que, ambicionando más de esa boca, le dio permiso al moreno para que se adentrase en su cavidad bucal, quien aceptando esa sugerencia junto con una suave risa nasal, no se demoró en ingresar la lengua en ella y explorar esa abertura. Ardiente, dulce, así era como definía el de ojos azules al pelirrojo. Sus lenguas se habían entrelazado y ahora danzaban juntas en un baile armonioso, conociendo cada uno el toque del otro, pero con tan sólo eso, la zona baja del cuerpo moreno había reaccionado y desde el momento uno en el que probó esos labios los proclamó como suyos. El deseo se hacía presente en su cuerpo, posó una mano en su hombro y fue empujándole lentamente induciendo a que el pelirrojo se tumbase, el que no puso objeción ninguna. El beso fue separado, llevándose consigo un fino hilo de saliva que se deshizo entre ellos. El más alto se metió entre sus piernas y recorrió al pelirrojo con sus ojos felinos. Ahora podía ver cada detalle de su cuerpo, su rostro completamente sonrojado, sus labios humedecidos por él, la fina piel de su cuello, su marcada clavícula, sus pequeños pezones, sus perfectos abdominales y...su estrecha cintura. Aomine estaba fascinado ante tal ser, jamás pensó que un hombre pudiese verse hermoso. Kagami había roto todos sus esquemas. Desde que le vio hubo algo en él que llamaba a su curiosidad y ahora parecía que no era algo en sí, era él completo.

 

- Que sexy... -murmuró el más alto ante la vergonzosa mirada rojiza.

 

El de piel oscura se moría de ganas por probar ese cuerpo. Algo en su interior le gritaba a voces que lo hiciera, que no se arrepentiría de mancillar a ese pelirrojo que tenía debajo de él. Por supuesto, Aomine era una persona que hacía caso a sus instintos, por lo que se quitó la camisa, aventándola a un lado y se inclinó hacia delante para devorar su cuello, lamiéndolo, chupando, saboreando cada fracción de piel. De nuevo no pudo evitarlo, el pelirrojo se había quedado embobado al ver ese torso bien formado, moviendo involuntariamente la cabeza a un lado y, sin poner queja alguna, cuando el ajeno se lanzó a su cuello. Las manos morenas bajaron por el costado de Kagami, tocándolo como si fuera de su propiedad, con posesión y entusiasmo mientras su boca hacía de las suyas, dejándole una severa marca en la piel, señalizando su territorio.

 

- Hayato... ¿tú ...ahg...eres...

 

- No. -se adelantó a interrumpir antes de que terminase de hablar. - Me gustan las mujeres.

 

- Mhn...¿Enton...ces? -el moreno dejó su cuello para dirigir los ojos a los de él.

 

- También me gustas tú -dijo sin vacilar para dar paso a atrapar sus labios.

 

 

Gradualmente los besos se iban volviendo hambrientos, necesitados de más. Kagami había pasado los brazos alrededor del cuello del moreno. Por su parte, Aomine había bajado una mano a uno de sus pezones y lo frotaba con la yema de su dedo índice, consiguiendo que éste se pusiese erecto mientras la otra se desplazaba hacia su zona baja, delineando cada músculo con sus dedos. El pelirrojo sollozaba en la boca del ajeno, enredando los dedos en los azulinos cabellos. Se sentía caliente, su cuerpo se estaba encendiendo como la mecha de una dinamita, los toques de aquel moreno le estaban llevando a sentir un mar de sensaciones que se acentuó cuando la mano diestra del otro se coló por debajo de sus bóxer y agarró su virilidad. Se estremeció de pies a cabeza, su miembro estaba rígido, palpitante, deseando ser atendido. Lentamente, el de mirada añil movió su mano de arriba abajo. Separaron sus bocas para tomar aire, pero Aomine no descansó. En su lugar bajó hasta el pezón que tenía libre y lo estimuló con su lengua mientras masturbaba al mayor, el cual adelantaba levemente la cadera en busca de más y gimoteaba por lo bajo.

 

Paró de hacerle, para incorporarse y deslizar sus bóxer hacia abajo, terminando por sacarlos, dejando al pelirrojo tal como vino al mundo. Éste se tapó medio rostro con el antebrazo, desviando la mirada. Los colores de su rostro eran exagerados, pareciéndole de esa forma adorable a su manera.

 

- Muéstrame tu rostro.

 

- N-No...

 

- Tsk -se echó hacia delante para apartarle el brazo de la cara, sonriendo sutilmente cuando divisó aquel rostro sonrojado hasta las orejas que no era capaz de enfrentar sus ojos. Sus cejas estaban fruncidas, dándole un aire tierno. Realmente ese chico con malos humos había desaparecido dando paso a un ser totalmente diferente, cautivador, seductor y sumamente hermoso- Lindo...

 

- C-Cállate -murmuró enviándole una mirada entrecerrada.

 

Soltó una risa baja e inclinó la cabeza para morder el cuello del pelirrojo, el cual soltó un alarido de dolor al ni siquiera esperarse ese movimiento. El peliazul aprovechó ese momento para meter dos dedos en la boca ajena.

 

- ¡! -con la boca ocupada por aquellos dos intrusos, tomó su muñeca. Pensó que tal vez al moreno le ponía eso. Tímidamente pasó su lengua por los dedos, lamiéndolos tranquilamente, lubricándolos con su saliva, bajo la atenta mirada de Aomine, quien, con su otra mano, acariciaba el glande del chico, arrancándole pequeños gemidos.

 

Cuando creyó que ya era suficiente, sacó ambos dedos y besó apasionadamente al de hebras rojizas. Estaba en su límite, su miembro pedía ser liberado de sus pantalones, su lengua atacaba a la de Kagami con salvajismo y necesidad. Necesitaba del otro y lo necesitaba ahora. Soltó la extensión del más bajo y volteó el cuerpo de Kagami, alzándole las caderas para que éste se situase de rodillas en la cama y separó bien sus piernas guiando los dedos, anteriormente ensalivados, hacia la entrada de éste, moviendo uno de manera circular y presionando el eje de su canal. El cuerpo que tenía debajo de él se tensó por completo y volteó el rostro hacia la persona que ahora mismo estaba tras él.

 

 

- ¿Q-Qué haces?

 

- ¿A ti que te parece? -dijo con una sonrisa insolente.

 

- Oye, ahí... -sus ojos se abrieron ante el intruso que se había colado en su cuerpo y ahora se movía lentamente en su interior- ahh...no...

 

- Sólo relájate -susurró para después besar su espalda, acción que hizo que el chico se sosegara un poco. Esas dos simples palabras le habían transmitido tranquilidad y seguridad y, aunque era la primera vez que invadían su cuerpo de esa forma, no podía decir que se sintiese del todo mal.- Se s-siente raro.

 

Un segundo dígito se coló, abriéndose paso a través de la estrecha puerta, sacándole a Kagami un gemido. El más bajo pegó la frente al colchón, cerrando los ojos, entretanto el moreno movió los dedos, abriéndolos y cerrándolos en su interior. Su otra mano se deslizó para darle atención a la parte delantera del chico, mientras escuchaba gimotear al contrario y repartía besos y lamidas por toda su espalda. Poco a poco, las paredes interiores de Kagami comenzaron a distenderse, su respiración había aumentado y ahora gemía más seguido, más fuerte. El peliazul incorporó un tercer dedo, penetrándole con éstos. El de menor altura se quejaba entre gemidos, eso dolía, pero la atención que el otro le estaba brindando en su delantera y los besos y caricias que repartía hacían que aquella sensación de dolor desapareciera para mezclarse con el placer. Sacó los dedos y bajó su pantalón junto con los bóxer, liberando un gruñido al sacar su miembro de aquella prisión. Su sexo dolía, estaba deseoso de saber cómo se sentiría el interior del más bajo, de escuchar más de esos gemidos... Kagami había agarrado la almohada, pues no era tonto, sabía lo que venía tras eso. El más alto, posicionó su extensión en su entrada y despacio, fue atravesando el canal de a poco para, de un sólo golpe ingresarla por completo- ¡BASTARDO HIJO DE... -maldijo el pelirrojo adolorido, clavando los dedos en la almohada que sostenía, escuchando como el otro murmuraba entre dientes un “Joder, que estrecho...”. Aomine se echó sobre su espalda, acercándose a su oído, clavando un codo a un lado de su cabeza- Me moveré cuando digas.

 

Aomine pensó que se correría allí mismo, en este momento. No podía ser que el interior de un chico se sintiese tan jodidamente bueno. No, no era el interior de un chico, era el interior de ese chico. Jamás se había sentido tan encendido como lo estaba ahora. Ni siquiera podía compararse con el interior de una mujer, no, eso era mucho mejor. Esperó pacientemente a que el pelirrojo se acostumbrase a esa intromisión. Kagami movió ligeramente la cadera cuando sintió que el dolor iba menguando, dándole vía libre al moreno para que se moviese. El más alto se movió suavemente, escuchando los bajos quejidos del de color rojo, que sentía como su cuerpo era perforado por ese miembro viril, provocándole un dolor extraño, nuevo en todos los sentidos. Aunque iba lento parecía que iba a romperse, su cuerpo estaba tenso, sus ojos y dientes apretados y como causa de eso su entrada también lo estaba. El ojiazul le susurró que se relajase, si el pelirrojo lo seguía apretando de esa manera no iba a aguantar ni un asalto. Poco a poco fue sintiendo como ese intenso dolor del principio se iba mezclando con un tenue placer, así que movió sutilmente su cadera en contra del moreno, el que casi toca las estrellas ante ese movimiento. Desde que lo había tocado, se dijo internamente que se controlaría e intentó con todas sus fuerzas que así fuera, pero sentir como su sexo era envuelto en la calidez y estrechez de Kagami y que éste se moviese deseando más de él, hizo que su razón se perdiese. Apoyó ambas manos en el colchón y se movió dando fuertes estocadas en su interior, arrancándole un grito de dolor al pelirrojo- AHH...AGH.. ¡D-DUELE JO...DER! -pero Aomine ya no podía parar, estaba cegado por las sensaciones que le hacía sentir ese jodido trasero. Jadeaba ronco en el oído del chico. Gradualmente, los quejidos de Kagami se fueron apagando para dar paso a una hilera de gemidos bajos y seguidos, el que había entreabierto los ojos. Tímidamente miró hacia atrás y, al encontrarse con la mirada del moreno, volteó el rostro y lo escondió en la almohada, ahogando así el sonido que tenía al más alto más ardiente que un día de agosto.

 

- Déjame oírte- Pidió entre jadeos, recibiendo como respuesta la negativa del pelirrojo, pero Aomine era un hombre caprichoso, siempre conseguía lo que quería y esta vez no iba a ser menos. Echó el cuerpo atrás, agarrándolo firme por las caderas y, tras sacar la mayor parte de su sexo, se introdujo bruscamente en él- ¡Ahhgh...! ¡Maldit...ahh...! -golpeó seguidamente su interior sin dejarle tregua alguna, impulsando fuertemente el cuerpo pelirrojo hacia delante. En un segundo, salió de su interior y lo volteó, dejándole frente a él. El mayor se tapó el rostro con ambas manos, esa postura era realmente vergonzosa. Separó sus piernas y dirigió su sexo de nuevo a su entrada. La sonrisa lasciva que Aomine le mostraba le intimidaba demasiado. Sus ojos eran los de un depredador que había cazado a su presa. De un sólo golpe se introdujo en él y comenzó a embestirle locamente haciendo que los intentos de Kagami de reprimir sus gemidos fuesen en vano. Metió las manos por debajo de sus rodillas, empujándolas hacia delante, inclinándose él mismo también para seguir con sus embestidas, llegando a golpear el punto dulce del pelirrojo el que se agarró al cuello del moreno, arqueando la espalda y soltando un sonoro gemido.

 

- ¡N-No ha...ahg...gas eso! -quiso sonar duro pero ese no fue el efecto que causó, pues a Kagami se le habían saltado las lágrimas y portaba un rostro de pura excitación, provocando que un fuerte latido retumbase en el interior del moreno, el cual sonrió lascivamente.

 

- ¿Que no haga qué? ¿esto? -dio una estocada contra su interior- o esto -salió casi por completo de él y volvió a hundirse dentro de éste, golpeándole varias veces ese punto. Kagami no dejaba de gemir, donde estaba recibiendo esas estocadas le producía una mezcla de sensaciones que hacía que su piel se erizase. Todo, absolutamente todo, era nuevo para él, era sorprendente, era...



- Hay-...Hayato...más... -murmuró clavándole las uñas en la espalda. A petición suya, aceleró el ritmo de su cadera, escuchándose el sonido de las pieles al chocar, el sonido acuoso y tan extremadamente erótico que hacía el trasero del pelirrojo cuando era penetrado. Ambos cuerpos sudorosos, Kagami apretando el miembro del moreno con fuerza, Aomine embistiendo cual fiera al que yacía debajo de él, una habitación llena de sonidos obscenos, el olor a sexo, dos cuerpos hechos uno bajo la tenue luz de luna que entraba por la ventana.



- Llámame por mi nombre, Taiga -gruñó el más alto mientras bajaba la mano por su cuerpo. Kagami no pudo evitar avergonzarse ante aquello y, entre sonidos obscenos, sonrojado hasta las orejas, musitó el nombre de pila del más alto. Fue el simple toque de la mano del moreno sobre la hombría del de ojos rojos lo que provocó que un espasmo recorriese su cuerpo y se deshiciese en gemidos, alcanzando el clímax a la par que el de pelo azul que no pudo soportar la presión ejercida en su miembro, estallando en su interior. Aomine soltó la pierna de Kagami y se dejó caer sobre él, besando su cuello- Estás perdonado

- Cállate -dijo totalmente sonrojado.

Sonrió ligeramente y salió lento de su interior, echándose a un lado de la cama, atrayendo a Kagami para abrazarle. Lo que no sabía el de orbes rojas, es que aquella noche sería inolvidable para Aomine, pues, aunque éste aún no tenía idea, su corazón, al igual que su cuerpo, ya se había vuelto uno con él.

 

 

Despertó a medio día enrollado en las sábanas. Se talló los ojos y palpó el colchón, sin encontrarse a nadie a su lado. Bostezó a lo grande, sentándose en la cama. Dios...le dolía todo el cuerpo, su cara se tiñó de un intenso rojo al recordar que la noche anterior se había entregado sin restricciones algunas a su peliazulado compañero. Se echó ambas manos a la cabeza, lamentándose ¿cómo sería su relación a partir de ahora? ¿podría ser el mismo de siempre con el moreno? No estaba muy seguro de ello, si era sincero con él mismo, sabría que ni aunque se lo preguntase resultaría. No sería el mismo, no podría actuar como normalmente lo hacía, simplemente porque anoche le entregó su cuerpo a su compañero de piso y lo peor de todo fue que lo disfrutó, pero lo más importante...¡Eran las doce del día! ¡Hacía horas que debía haber entrado a trabajar!

 

 

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Desde lo pasado aquella noche no volvió. Habían pasado semanas y el moreno no había vuelto al apartamento. El sentimiento de soledad, vacío y engaño se hacían presente en el pelirrojo cada vez que cruzaba la puerta de su casa. ¿Quién lo iba a decir? Él, que no quería un compañero, ahora extrañaba la presencia de ese moreno insolente. Aunque no había vuelto, a su casa llegó un sobre con el dinero correspondiente con su parte del alquiler. Aomine la había mandado a enviar, pues aunque sus dos meses de “vacaciones” terminaron, había dejado una puerta sin cerrar. Quería lo mejor para ese testarudo pelirrojo, quería verlo feliz y reír como lo hacía cuando estaba con él.

 

- No tardes, idiota. Daiki. -leyó Kagami en un murmuro. Esas fueron las palabras que estaban escritas en la nota que había dentro del sobre con el dinero. Sintió una enorme punzada en su pecho, su corazón latió más fuerte de lo normal. No entendía el significado de esas palabras. Tampoco entendía por qué no había vuelto y por qué le enviaba el dinero. Ni siquiera comprendía por qué había apretado su camisa con el puño y aún sostenía aquella nota. - No necesito tu jodido dinero -se dijo a sí mismo en un susurro casi inaudible.

 

 

El tiempo iba pasando, los meses corrían. Kagami seguía con su vida, sin embargo, los sobres no cesaron de llegar a su apartamento “Lo estás haciendo, Bakagami”, “Hey Taiga, ¿por qué no subes a mi habitación?”, “Oe, ¿cuándo vas a mostrarme de nuevo tu rostro? No me hagas esperar, idiota”. Kagami sentía que ese moreno fue y es el ser más cruel de la Tierra ¿por qué le mandaba esas notas? ¿qué significado tenían? ¡Si ni siquiera tenía dirección alguna para saber donde dirigirse!

 

Los días se habían vuelto pesarosos, aburridos. Los juegos de básket ya no eran lo mismo, ahora practicaba solo y cuando lo hacía con algunos amigos, no era nada comparado a un sólo juego con él. Aunque la inquietud del pelirrojo se debía ese dolor constante que tenía en el pecho cada vez que una sola imagen, un sólo recuerdo del de piel canela pasaba por su mente.

 

 

 

Kagami de nuevo se encontraba en la mansión, era el turno de noche y por suerte, el último. Todos habían notado el cambio de humor de Kagami. Antes siempre iba a trabajar con una sonrisa y bastante motivado, pero ahora...no es que fuese llorando ni nada parecido, sólo que Kagami estaba más susceptible a cualquier tipo de crítica y su humor no era el mejor. - Oigan ¿qué hacen vestidos así? -preguntó al traspasar la puerta del servicio y encontrarse con Riko portando un traje de maid y a Teppei uno de camarero.

 

- Baka, toda la comida que preparamos al medio día era para esto.

 

- Se va a celebrar una fiesta y tenemos que servir fuera.

 

- Espera, pero ¿no es que ese tipo no salía?

 

- No deberías referirte a tu amo de esa forma, Kagami-kun. -se escuchó una voz serena, con el mismo tono en todo momento, justo detrás de él.

 

- ¡Uwah! ¡Kuroko!

 

- Los invitados están al llegar. Por favor, esfuércense.- Informó el más bajo de todos.- Lo olvidaba. Kagami-kun, con motivo de tu retraso, Aomine-kun decidió que tú te encargarías de servirle especialmente a él.

 

- ¿AH? ¡Pero eso fue hace meses! ¡No he vuelto a llegar tarde!

 

Pero Kuroko ya había desaparecido del lugar sin llegar a escuchar las quejas del pelirrojo, el cual soltaba maldiciones al aire. Si ese era su deber pues...lo haría ¿por qué no? Así ahora podría decir que le había visto la cara a su jefe, más bien dicho, a su arrogante y maldito jefe. Aún recordaba cuando le hizo trabajar los días que Himuro estuvo en Japón y, como consecuencia de ello, no pudo verlo.

 

Tomó su uniforme. Esta vez, en vez de ser el traje que usaba todos los días, era un traje de camarero, muy parecido al de Teppei. Cuando la chica castaña lo vio vestido así quedó fascinada. A ese chico todo le caía genial. Le ordenó que tomase asiento y entonces ella, con sus dedos, se encargó de peinar un poco a Kagami.

 

- ¡Te ves genial, Kagami-kun!- exclamó la fémina. Kagami, por su parte no lo creía así, más bien a sus ojos, se veía ridículo con ese traje. Estaba tan acostumbrado y cómodo al llevar el traje de cocinero que llevar eso puesto hacía que estuviese algo nervioso. Otra de sus inquietudes era el tener que servir...¡Él no estaba hecho para eso! Cocinaba, y lo hacía con gusto, pero de ahí a tener que servir directamente en el plato de uno de los grandes hombres de negocios de todo Japón era...algo difícil para él.

 

- Bien. Es la hora -comunicó Teppei, portando una gran sonrisa. Se acercó a Kagami, estirando el brazo para darle unas palmaditas en la cabeza- Ne, Kagami, todo estará bien. Vamos. - El pelirrojo sólo le miró y dio un largo suspiro, se puso en pie y tomó las bandejas con la comida necesaria. Las cargó en el carrito que llevaría a la parte de arriba. Sobre éste, había una nota donde le especificaba el lugar donde se encontraría el señor. Gran detalle por parte de Kuroko, le había dejado un pequeño plano. Al contrario que sus compañeros, el pelirrojo tuvo que tomar otro camino, librándose de

tener que pasar por todo el alboroto de la fiesta. Tras tener que coger el carrito para subir las escaleras y tener cuidado de no tirar y romper nada, llegó de nuevo a los pasillos que una vez había pisado. Era por esa parte de la mansión por la que debería haber ido cuando fue a buscar a Kuroko aquella vez, pero en su lugar, lo hizo por donde lo hacía el jefe. Siguiendo las indicaciones del peliceleste y, empujando el carro, caminó buscando la puerta que tenía la inscripción “AD” puesta en ella. A cada paso que daba, su cuerpo comenzaba a estremecerse, era como un sinfín de nervios que lo recorrían de cabeza a pies.

 

A lo lejos pudo observar como una joven pelirosada salía de una de las habitaciones. No tenía ni idea de quién podría tratarse, pero lo que estaba claro es que no era parte del personal de aquella casa. Portaba un vestido azul eléctrico de brillos ceñido al cuerpo, haciendo que su pálida piel y el color de su cabello resaltasen, por no hablar de sus curvas. - Mooh, vamos Dai-chan, sólo un poco. Vamos a divertirnos- Sus oídos no llegaron a escuchar la respuesta de la persona que estaba en el interior de la sala, sólo logró oír un murmuro y el sonido de la puerta cerrarse. La chica infló sus mofletes y se dio la vuelta para irse de allí. Kagami, que estaba por detrás de ella, siguió su camino, sin darse cuenta cuando esa mujer desapareció. Se detuvo una vez encontró la habitación correcta, la misma de la que había salido aquella muchacha.

 

Las manos habían comenzado a sudarle, relamió sus labios y respiró profundo. Tomó una bandeja del carro, la sostuvo con una mano y con la otra dio un par de golpes en la puerta- A-Aomine-sama, c-con su permiso.

 

La puerta se abrió y, desde afuera, sólo se veía una habitación oscura. Un escalofrío recorrió toda la espalda de Kagami, cerró los ojos, tragó duro y los abrió para mover sus pies y entrar allí.

 

Estruendo al cerrarse la puerta, el sonido de la bandeja caer y con ella, el alimento que había sobre ésta, unas manos ajenas en las muñecas del camarero, un cuerpo siendo empujado, siendo apretado contra la pared, siendo presionado por otro cuerpo. Unos labios chocando contra los otros, de manera voraz, salvaje, necesitada. Una lengua apoderándose de una boca, profanando un lugar que no le correspondía...o sí. La negativa del que estaba apresado, forcejeo, lucha, un nudo en el estómago, miedo. Recogida de aire, unos ojos rojos intentando visualizar la silueta en la oscuridad, acercamiento, un susurro “Te tardaste, idiota”

 

Un pensamiento “No puede ser...”

 

- ¿Ha...yato?

 

- Llámame por mi nombre, Taiga.

 

Confusión. Eso era lo que sentía el pelirrojo en esos momentos. Esa voz, esas palabras, sus labios, su aliento, todo era claramente reconocible para Kagami. Se liberó de sus manos y empujó el cuerpo que tenía acorralándole. Entonces, Aomine aprovechó para encender la luz y al fin encontrarse cara a cara con el chico, con su chico, porque así lo había decidido.

 

- ¡AHOMINE! ¡TÚ BASTARDO! ¿¡CÓMO PUDISTE ENGAÑARME ASÍ!?- gritó señalándole con el índice.

 

- Yo no te engañé, simplemente eres lo suficientemente idiota como para no darte cuenta antes.

 

Un puño voló hasta el rostro del moreno, golpeándole la mejilla con tal fuerza que fue arrojado al suelo. Un quejido de dolor fue soltado por el más alto, que ahora se encontraba en el suelo llevándose la mano a la zona golpeada, pero soltó una risa un tanto amarga- No pensé que me odiaras tanto -El puñetazo, sí, se lo tenía merecido. También podía ponerse en la situación del otro y comprendía que se sintiera engañado, pero...¿Ahomine?

 

Cuando sus ojos se encontraron con las orbes rubíes, los azules se abrieron. De esos hermosos ojos salían dos lágrimas que recorrían sus mejillas.

 

Aomine se levantó enseguida y se fue hacia el pelirrojo, tomándole del rostro con suma preocupación. - Taiga...oe, ¿estás bien?

 

- Déjame...No me toques -murmuró el más bajo, que intentó quitarse las manos morenas de encima pero éstas no se dejaron. En su lugar, atrapó las suyas y besó sus nudillos.

 

- Kagami ¿estás enamorado de mi? -preguntó con un tono sereno.

 

- ¿Hah? -el rubor en su rostro se esparcía como la espuma- ¡N-Ni loco! Antes pref--

 

- Bien, pues yo sí. Hazte responsable.

 

- ¿Q-Qué has dicho?

 

Ahora sí le soltó, se dio media vuelta y caminó hasta sentarse en la mesa donde Kagami tendría que servir su comida. Apoyó un codo en ésta y el mentón en el dorso de su mano- Que como tu jefe, te ordeno que me ames.

 

Kagami aprovechó el distanciamiento para apartar esas tontas lágrimas que habían salido por su propia voluntad de sus ojos- Ni que fuera a hacerlo.

 

- Bakagami, tu trabajo está en juego

 

- No puedes obligarme a hacerlo.

 

- Ya lo haces. No entiendo por qué no lo admites. Hasta me llamaste por mi nombre cuando estabas a punt--

 

- ¡C-Cállate!

 

- Bien, ahora que está todo solucionado, sírveme.

 

- ¿Hah? ¡Espera un momento! ¿Y todo esto? -dijo refiriéndose a la casa y por supuesto, a todo lo que se había montado.

 

- Te lo explicaré después de comer, durante el postre. -señaló con el dedo hacia la derecha, donde se encontraba el lugar donde descansaba el más alto.- En la cama.

 

A Kagami casi le salió humo de las orejas de lo colorado que se puso. Aún tenía que aclarar muchas cosas con Aomine, entre ellas, eso de amarle, lo de la nota, lo del dinero... pero eso era algo que lo haría después pues, al igual que el peliazulado, deseaba estar de nuevo entre sus brazos, fusionarse con él y dejar de lado el tiempo en el que había conocido a la soledad. Por otro lado, el ojiazul conoció a la luz que le devolvió a la vida, ahora tenía ganas de compartir la suya con él, de disfrutarla con él y de amar, de amarle sólo a él. A partir de ese día, una nueva aventura se estaba forjando entre ambos, una en la que ninguno de los dos volverían a estar solos. Una en la que Kagami tendría que servir a Aomine de por vida.

Notas finales:

Como dije, tuve demasiado lío estos meses y pues, dejando aparte la pérdida de inspiración, la cual me abandonó a mitad de este fic, esto fue todo lo que pude hacer. 

Espero que os haya gustado. Ahora me toca descansar un poco, pero quizás me plantee hacerle una segunda parte, donde continúen con su historia y se vayan esclareciendo las incógnitas que (según mi parecer) han quedado respecto al pasado de Aomine.



¡Nos leemos!



 

 

 

 

 


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