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Todo lo que necesito eres tu. por Black-sama

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Notas del fanfic:

Ninguno de estos personajes me pertenecen, son del manga/anime Kuroko no basket y son la obra original de Fujimaki-sensei. 

Notas del capitulo:

¡Ahora ando romantico! Tuve enormes ganas de hacer algo más romantico y sentimenal, está algo corto pero está hecho con todo cariño. Soy de los que piensa que Akashi necesita a alguien que lo protega a él, que lo ame y lo abrace a él. <3 

¡Espero disfruten la lectura!

Pd: Les recuerdo que en este fanfic ellos son ya mayores (veinte años apenas).

Antes de darme cuenta mi corazón lloraba una vez más. No es algo totalmente ajeno a mí, mi alma siempre ha sollozado en silencio. No tengo palabras exactas. Una mirada decaída y una expresión que lucha por mantenerse seria. “Llorar no sirve de nada” me dije a corta edad, comprendí que nadie secaría mis lágrimas, que nadie haría que el dolor se detuviera, y que, sin importar las circunstancias… yo siempre estaría solo. ¿Qué más podía hacer? Solo recordar el cuadro de un pobre niño que, de la nada, perdió a su madre y su mundo se trastornó y para él no hubo siquiera una palmada o alguna palabra de aliento. Puedo recordarlo, vívidamente, el día gris del funeral, el cielo entristecido se lamentaba la partida de mi madre, Shiori Akashi. Yo, parado en silencio, sosteniendo un clavel entre mis pequeños dedos, conteniendo las lágrimas, observando fijamente la foto de mi madre; mi mente en esos momentos intentaba procesar el pensamiento “ella no volverá”. Más que temer a la pérdida, es mucho peor adaptarse a ella. Hubiera  preferido estar enterado sobre la condición de mi madre, tal vez de esa forma yo hubiera hecho lo posible por permanecer a su lado sin importarme nada más. Tenía una ligera noción, aunque apenas la tuve cuando alcanzó un estado crítico que ya nadie podía ocultarme.  Mi madre, cuando ya en cama tenía que estar, me dijo, sonriendo como siempre “Te amo, mi pequeño, todo está bien”. Creo que… esa fue la última vez que ella me abrazó.


Mi padre, Masaomi Akashi, tampoco sabía cómo reaccionar, supongo que él hizo conmigo lo que mi abuelo hizo con él. Al morir mi madre, la ligera sonrisa que alguna vez adornó el rostro de mi padre, desapareció por completo. En el funeral fue… uno de los peores días de toda mi vida. Ese día comprendí que había perdido al único ser en la tierra que, sin importar nada, siempre me amó tal y como era, y sin importar que tan severo fuera mi padre, era capaz de darme libertad, sonrisas y diversión. La perfecta familia Akashi se había roto. Y eso, a lo largo, me afectó. ¿No es normal? Ya no había opción alguna, la debilidad estorbaba, las lágrimas inútiles… ¿para qué me quejaba? No recibiría nada, y posiblemente todo sería aún peor.


Aún puedo recordar las miradas recelosas de aquellos que se hacen llamar ‘familiares’ ‘amigos de la familia’ todos con máscaras falsas, buscando oportunidades y provechos, sin importarles la desgracia que había destrozado a nuestra familia. Todos, todos estaba ahí, observando a mi serio padre y a mí, y, aunque ellos pensaban yo no les escuchaba, mis oídos percibieron perfectamente los murmureos, “son monstruos” “no tienen sentimientos” “¿no podrían siquiera derramar una lagrima?” “Shiori se salvó de vivir con ellos”. Posiblemente, mi padre escuchó todo, pero como siempre prudente, no dijo nada, puede que por otra parte estaba demasiado ensimismado en sus pensamientos como para prestarle importancia a las imprudentes palabras de la gente.


Y así, fue como recordé, lo dolorosa que fue mi infancia. Recordé todo, y como luego de perder a mi madre, cambió todo. El llegar de la escuela se volvió una tortura, una que aceptaba en silencio. Una parte de mí, buscando hacer feliz a mi padre, aceptaba con gusto todo. No importaba cuantas actividades extracurriculares me impusiera o cuantos artes, estudios o cosas tuviera que aprender y practicar, en el fondo una pequeña parte me decía que todo estaría bien, y que si yo, cumplía con las expectativas de mi padre, quizá algún día yo sería un Akashi digno de portar el nombre familiar y mi padre sonreiría una vez más con orgullo. Esos eran los pensamientos optimistas de mi ‘yo’ pequeño, con el paso del tiempo las cosas se deformaron.


Impulsado por la presión, el dolor y el estrés, yo me vi en la necesidad de crear a otro yo, uno idealizado a mi capricho, él era mi sueño, mi otro yo era todo lo que yo no podía ser. No quería que él fuera débil, y deseaba encontrar soporte, fortaleza y cariño en algo, no importaba el costo.


Él surgió en pro de que mi corazón, pese a su dolor y sollozo constante, encontrara un poco de alivio.


Pasó el tiempo y él tomó mi lugar. Fui débil, tuve miedo, yo se lo permití. Las cosas cambiaron y volví a ser uno, sin embargo, no era totalmente feliz, no era dichoso aún, aunque el peso se volvió más ligero, eso no cambiaba todo. Aún me faltaba mi madre y la desolación no podía llenarse con las “amistades” que tenía, no era lo mismo, algo faltaba.


Yo pensaba, jamás encontraría algo que me confortara.


Y fue entonces que lo encontré a él.


Caminando impasible, un chico de cabellos pelirrojos sostenía un ramo de claveles blancos. Se miraba serio, tranquilo, pero a su vez desprendía una enternecedora tristeza que, pese a no reflejarse directamente, ciertamente creaba un ‘aire’ desolado. El chico, mientras caminaba en dirección al cementerio donde su madre había sido enterrada, comenzó a pensar en otra cosa. En un joven de cabellos castaños y actitud dócil que con tanto esmero había cuidado de él. Su nombre, Furihata Kouki. Era alguien común, no tenía habilidades especiales, coeficiente algo, o alguna clase de extravagancia que le hiciera resaltar, era alguien denominado: normal. Pero, como todos, tenía algo… diferente, algo que le daba mucho valor, y ese algo, era que, pese a todo, era un buen chico. Akashi, con el tiempo, le había tomado cariño. Y mientras el pelirrojo caminaba por la vereda, sus pensamientos revolotearon, recordando ese día, a sus veinte años, descubrió algo valioso.


Seijuuro se detuvo un momento, observó el templo que se encontraba antes de llegar donde las lapidas. Ese templo, dio a concebir esa nueva relación que había entablado con el castaño. Sucedió hace un año, cuando Akashi justamente estaba por hacer lo mismo que ahora. Podía recordar, que mientras caminaba, se había encontrado con ex un miembro del equipo Seirin, (por no decir que en realidad habían chocado), este obviamente, al principio se asustó por el repentino encuentro, pero al ver el ramo de flores en el suelo, se ofreció a comprarle otro y así, antes de darse cuenta, ambos caminaban juntos de regreso a una florería que no estaba muy lejos.


—Lamento lo de las flores, Akashi —dijo Kouki, arrepentido—. Que sorpresa verte, luego de tanto tiempo...


—Ha sido mi descuido, lo lamento —respondió Akashi, amable, no guardaba rencor contra el castaño. Kouki negó suavemente con la cabeza, sonrió ligeramente, curvando sus labios, y con una ligera sonrisa le dijo a Seijuuro “es un empate”, a lo que ambos se dedicaron gestos alegres—. Sí, ha pasado mucho tiempo…


Los pasos de ambos resonaban en la acera. Aquel día, ventoso, los arboles danzaban suavemente al paso de la brisa fresca, esa era una tarde de otoño, los arboles ya estaban cambiando de color. Furihata, observando los arboles teñidos de colores rojizos y amarillosos, se quedó pensativo un momento, y Akashi con prudencia no le interrumpió. Hacía un poco más de viento del esperado. Mientras los dos jóvenes compartían la caminata, cada uno se dejó absorber por el paisaje, permitiendo que esa dulce estación pintara el escenario de un tiempo de paz. Ambos, de pronto, experimentaron un sentimiento curioso, casi podría decirse, mutuo. El tiempo pareció detenerse, como en un sueño. ¿Qué podría ser aquel sentimiento? Ninguno tuvo respuesta, siguieron en apacible silencio, caminando. Había poca gente ya que el templo estaba alejado de la ciudad, el silencio era más cómodo y confortable de lo que se podía esperar. Akashi observó de reojo al castaño, este no estaba nervioso como hubiera esperado, de hecho sonreía suavemente, mientras su mirada permanecía embelesada en la distancia.


—Nunca lo había notado, pero… tus ojos son como el otoño —musitó Kouki, suavemente, parecía no darse cuenta de lo que decía—. Son fríos pero al mismo tiempo tan cálidos…


Akashi desvió la mirada, sin duda el comentario le había afectado, a sus veinte años de edad nadie más en el mundo le había dicho algo tan tierno como eso. Seijuuro no supo que contestar, perplejo por las palabras cursis del castaño, guardó silencio intentado lidiar con el calor en su rostro, agradeciendo a la brisa fría por ser capaz de enfriar sus mofletes enrojecidos.


Al final en la florería, Furihata eligió un ramo de claveles blancos y aparte, uno de rosas blancas.


—Anda, vamos. —dijo mientras entregaba el ramillete al joven pelirrojo.


— ¿Tú también…?


—No, yo solo estaba de paso, pero… creo estas flores le gustarían a tu madre.


— ¿Cómo lo sabes?... Me refiero, a mi madre y…


—En su tiempo, Kuroko nos contó muchas cosas, supongo estas aquí por ello, anda, ¿puedo?


Akashi se sintió conmovido, ese chico, que hace años no veía, ahora se ofrecía a llevar flores a la tumba de su madre sin motivo real para eso, ¿Qué beneficios podría sacar de eso? ¿Acaso era por conveniencia? No, nada eso, solo era un acto desinteresado, el pelirrojo lo comprendió con tan solo ver la mirada sincera que Furihata le dedicada. Por ende, terminó aceptando, y ambos se dirigieron a la tumba de Shiori Akashi, el ser más importante para el pequeño emperador.



Ese día, me topé con Akashi por casualidad aunque yo decidí pensar que era obra del destino. Con ver las flores, me tomó poco entender porque estaba él ahí. Recordé en esos momentos lo que Kuroko nos había contado y una vez que la última pieza calzó en el rompecabezas sentí un raro impulso de acompañarle. Un pensamiento empático me hizo pensar: Sí yo estuviera en esa situación, ¿no me gustaría ser acompañado? Me causó un profundo pesar el imaginar a Akashi, yendo siempre solo a dejar flores a la tumba de su madre. Aunque seguro mucha gente seguro amó a su madre, eso no quita que ir solo seguro no siempre era  un sentimiento tan confortador. Vaya, sí que es duro, yo a mis veintiún años, aún tengo a mi madre, padre… tengo a toda mi familia conmigo. Akashi, siempre me pareció alguien demasiado increíble, en un inicio no comprendí mucho de él, solo me asusté, intimidado por su gran aura. Pero, al pasar del tiempo, cuando lo recordaba por uno u otro motivo, empecé a caer en la cuenta de que, quizá ese pelirrojo, era alguien muy solo… esa clase de personas que a pesar de tenerlo todo, no tienen nada. No pude evitar sentir pena por él, si yo estuviera en esa posición, quizá no hubiera aguantado ni la mitad de lo que él.


Cuando me topé de nuevo con él, tantos años después, su rostro triste me enganchó al instante, puede que eso fuera a lo que llaman ‘amor a primera vista’ aunque… puede que también resultara ser solo un flechazo pasajero. Fuera como fuese, no le podía quitar mis ojos de encima. Su expresión de tristeza, sus labios rozados y sus ojos, tan dóciles, se veía diferente, los años le habían cambiado, tal como lo hicieron conmigo. Dejé de tener tanto miedo y maduré, así sucede con todos, o al menos con quienes desean crecer de verdad. Y, conmovido, añoré acompañarle, como simple capricho, deseando que él no me lo tomara mal. Me pregunté en ese momento ¿habrá sido la madre de Akashi tan hermosa como él? Seguro que sí.


Observando los árboles, me percaté de un detalle curioso, el otoño era como Akashi. El mismo tono rojizo de su mirada, que a pesar del clima frio te llena de un calor inexplicable. No pensé que luego de tantos años desde aquella vez, el re-encontrarme con él sería tan… impresionante. Torbellinos de sensaciones, emociones y pensamientos revoloteaban por mi mente. Incluso sentí el deseo de tomar su mano pero, lo consideré algo inapropiado ya que no éramos cercanos en realidad.


No supe como describir el sentimiento dulce que palpitó en mi corazón, pero me encantó, fue un deseo de protección. Algo dentro de mí me dijo “no le dejes solo” sentí que yo debía estar con él, deseaba hacerle sonreír, confortarle… ¿no es extraño? Las primeras impresiones no fueron las mejores, y aquí, en camino hacia el cementerio, años más tarde, el destino habló claramente, junto con mi corazón que, clamaba una nueva proeza.


Cuando llegamos, vi una lápida preciosa, tenía apenas unas cuantas flores. Akashi y yo nos inclinamos y comenzamos a rezar juntos. Cerré mis ojos y juntando mis manos, le hablé a la madre de Akashi, o eso intenté “Por favor, permítame cuidar de él ahora en adelante, ni si quiera yo sé por qué pero… daré lo mejor”. Suena raro, ¿verdad? Mucha gente dice que primero debes conocer a alguien, hacerte su amigo y gradualmente enamorarte para desear cuidar de esa persona. Pero, yo creo, que como humanos, no deberíamos poner un reglamento, hay demasiados casos y todos somos diferentes. Incluso yo me creo ridículo, sin embargo… no tengo remedio. A veces, simplemente lo sabes, es algo que va más allá del razonamiento, al final, es un misterio.


Cuando dejé de rezar y abrí los ojos, me encontré con que Akashi estaba llorando. Las lágrimas caían cual raudales y él solo miraba estáticamente la lápida de su madre. Intenté ser prudente y no dije palabra alguna, le dejé ser. Busqué en mi bolsillo y saqué un pañuelo.


—Es… la primera vez que lloro frente a ella… no me explico por qué —murmuró. Le di mi pañuelo y él se secó las lágrimas. Sonreír enternecido, y no pude evitar derramar lágrimas por él. Mi corazón dolió como nunca antes y, antes de darme cuenta, ligeras lágrimas escurrían por mis mejillas— ¿Por qué estas llorando… Kouki?


—No puedo evitarlo, verte llorar me hizo llorar… perdona, sé que… suena tonto —reí, secando mis lágrimas.


….


Akashi observó a Kouki, ¿estaba llorando por el simple hecho de que él también estaba llorado? Pero que estúpido, tonto, idiota, ilógico… y aun así tan encantador, dulce y tierno.


—Sabes… es la primera vez que lloro en frente de alguien más —comentó Akashi, sonriendo—. No es tan malo…


Kouki se acercó a él y lo abrazó, posó su mano en la cabeza de Akashi y acarició suavemente su cabello. Furihata, aún con su corazón palpitante, conteniendo sus ganas de reanudar su lagrimeo, le dijo con una sonrisa febril, jovial y sin duda cariñosa: —Oye, está bien que llores… eres humano, no pasa nada, prometo que no diré nada.


—No hay forma de que llore frente a un extraño —respondió Seijuuro, pero al contrario de sus palabras, sus brazos se aferraban a Kouki y hundiendo su rostro lloró como nunca en su vida, ese fue el día en donde todas las lágrimas decidieron escapar, todas y cada una de ellas fueron entregadas al joven castaño, que con la sonrisa enternecida en su rostro, agradecía haber podido nacer para conocerle, para poder abrazarle en ese momento, prometiendo una vez más que sin importar nada, ya no le dejaría ir.


Dicen que cuando dos personas lloran juntas, son capaces de entender el alma del otro, son capaces de sentir el dolor del otro y con ello sus almas, al igual que sus corazones, se entrelazan de por vida, porque comparten algo más fuerte que un simple sentimiento, están compartiendo partes de sus seres, de sus vidas.


Y con ello…. Dan inicio al comienzo de sus verdaderas vidas, de sus verdaderas historias y dejan atrás todo lo demás.


Cuando lo conocí a él, cuando él vio a través de mí y yo de él… tuve la certeza de que quizá, habría otra persona en el mundo aparte de mi madre, capaz de amarme sin importar nada.


Todo lo que necesitaba ahora era a él.

Notas finales:

uwu <3 Me diran loco pero, a mi me pasó algo muy similar <3 

¡Espero hayan disfrutado la lectura! 

Un agradecimiento especial a Nazh por ayudarme a betear el fanfic.

¡Nos leemos luego!


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