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Outsiders por gaemi

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Notas del capitulo:

¡Al fin estoy de vuelta! Si, yo sé, un mes sin actualizar, y aunque dijera que lo haré mas seguido es mentira porque ahora si que tengo el tiempo limitado :c Pero siempre encuentro momentos para escribir, así que solo sean pacientes xD

Muchas gracias por leerme<3

Tom & Jerry

 

Jackson se encontraba sentado en la banca donde la había dejado Mark antes de salir corriendo tras su no-mejor-amigo YuGyeom y dejándolo por completo abandonado, lo cual suponía una especie de traición. Apretaba el torniquete en torno a su brazo; la sangre que emanaba se había reducido a pequeñas gotas pero el dolor continuaba punzante. A sus pies, sentados en el suelo, estaba BamBam y JaeBum intentando consolar al bebé que no paraba de llorar. Aquel sonido estaba acabando con la paciencia del rubio, sumándole la ausencia de Mark. Si era él el herido, ¿por qué tuvo que irse con YuGyeom? Hasta donde sabia, el castaño no le importaba.

 

Pasados los minutos, un despeinado JinYoung libre del traje de oso llegó ante ellos, seguido de cerca por YoungJae. BamBam volteó hacia él, rogándole con la mirada que los ayudara a calmar a su hermano. El pelinegro extendió los brazos para recibir al pequeño y bastaron un par de segundos para que terminara dormitando recargado en su pecho, como por arte de magia. De alguna manera, con solo presenciar la escena, Jackson también se tranquilizó.

 

— ¿Cómo lo has logrado? —quiso saber JaeBum, cautivado. JinYoung esbozó una media sonrisa y rodó los ojos.

 

—Me conoces desde hace años, ya deberías saber que soy bueno con los niños—el mayor pareció avergonzarse y bajó la mirada—. Parece que has olvidado todo cuanto conocías.

 

—Algo así—murmuró JaeBum distraído.

 

—Procura recordarlo—la extraña sonrisa del pelinegro no desapareció hasta que cruzó miradas con Jackson, cambiando a una de preocupación. Se acercó rápidamente al otro, para sujetar con sumo cuidado el brazo herido y revisarlo—. Te han lastimado por mi culpa, lo lamento mucho… Ven conmigo a casa, queda cerca de aquí. Puedo curarte para que te evites problemas con tus padres por esto.

 

Jackson fingió sopesar la idea, para así no demostrar que diría que sí a absolutamente cualquier cosa que le pidiera el otro. De pronto, sintió la mirada penetrante de YoungJae clavarse sobre. Estaba notablemente molesto, aunque el rubio sabía que no consigo sino con JinYoung. Ya le había causado demasiados problemas.

 

Los cinco chicos salieron del parque, separándose luego de BamBam y JaeBum para seguir su propio camino. YoungJae iba casi 5 metros delante de ellos, apresurando sus pasos, mientras que JinYoung y Jackson se rozaban codo a codo en un sincronizado caminar. Cada milímetro de la piel del rubio que tocaba la del menor parecía arder con la intensidad de mil soles. Quizá exageraba, pero simplemente Jackson no podía soportarlo. Si continuaba así se derretiría.

                            

Tal y como JinYoung dijo, su hogar no quedaba muy lejos. Se detuvieron frente a una casa de dos pisos color amarilla con franjas naranjas, rodeada por una cerca de madera blanca y un pequeño jardín al frente. YoungJae botó la cerca y se precipito al interior de la casa dejando las puertas abiertas de par en par. Cuando los otros dos entraron, ya no había rastro de él.

 

—Debe haber subido a su habitación—observó JinYoung sin darle importancia—. Ve a la cocina y siéntate, yo iré por el botiquín.

 

—Pero YoungJae parece enojado…

 

—Ya se le pasará, siempre lo hace—dijo antes de caminar hacia el baño en busca de botiquín.

 

Jackson se dirigió a la cocina tal y como le dijo el menor y se sentó a la mesa. Reposó el brazo herido sobre la superficie de madera y observó el corte: no era muy largo, pero parecía bastante profundo. Esperaba que no necesitara puntos de sutura, porque de ser así, tampoco iría al doctor a que se los pusieran. Cualquier impedimento para su entrenamiento resultaría fatal para él, y seguro su padre se pondría hecho una furia.

 

Bastaron un par de minutos para que JinYoung apareciera en la puerta de la cocina con una suave sonrisa en el rostro. Dejó el botiquín sobre la mesa y comenzó a sacar los utensilios para curar a Jackson, realizando esta tarea con sumo cuidado. El rubio se mordía el labio inferior con fuerza para evitar quejarse del dolor. Como deportista había pasado ir diversas lesiones a lo largo de su vida, esto no debería suponer gran cosa, pero la presencia de JinYoung lo volvía débil.

 

Cuando el pelinegro se disponía a colocarle el vendaje, YoungJae entro en la habitación y se dirigió a la alacena a por un vaso con agua. JinYoung ni siquiera se inmutó, pero Jackson observaba curioso cada uno de sus movimientos. Un notable temblor en las manos del más joven de los tres llamó su atención.

 

— ¿Cómo piensas explicarle a nuestros padres que perdimos el empleo? —cuestionó con ira contenida.

 

—No necesitábamos uno de todos modos. Si se molestan, yo asumiré toda la responsabilidad—respondió JinYoung.

 

— ¡Pero por supuesto! Es tu culpa—apretó la mandíbula, dándole la espalda para quedar frente al lavabo. A pesar del coraje que le estaba haciendo pasar JinYoung, YoungJae no tenía mal carácter, así que hacia lo posible por no comportarse imprudentemente.

 

—Sé que es mi culpa.

 

— ¿Sólo eso dirás?

 

—Considero que no hay nada más que agregar.

 

— ¿Por qué siempre eres así? Tan misterioso, jugando a hacerte el interesante, metiéndonos en problemas…

 

—De verdad fue necesario esta vez.

 

— ¡Siempre dices lo mismo! —el crujido del vaso de cristal estrellándose contra el suelo lleno la habitación. JinYoung terminó el vendaje y alzó la mirada hacia su hermano, arqueando ambas cejas.

 

—Tu tendrás que limpiar eso—fue lo único que le dijo a YoungJae. Aquello le colmó la paciencia.

 

— ¡Estoy harto de ti!

 

—No levantes la voz, por favor cálmate—hizo amago de la silla.

 

— ¡El que debería de mantener la boca cerrada por una vez y detenerse a pensar eres tú!

 

—YoungJae, por favor…

 

— ¡Cállate, maldito Munchausen! —gritó al tiempo que empujaba al otro, tirándolo de bruces contra la mesa. Luego, salió de la habitación dando un portazo.

 

Jackson corrió a auxiliar a JinYoung, ayudándolo a levantarse y a acomodar la mesa. El otro parecía desconcertado y herido.

 

 

— ¿Cómo es que te ha llamado? —la curiosidad le ganó al rubio. JinYoung se recargó contra la alacena y cerró los ojos con fuerza, soltando un suspiro.

 

—Munchausen. Es un síndrome.

 

— ¿Estás enfermo?

 

—De la cabeza—rió el pelinegro amargamente.

 

— ¿Qué es eso? —el mayor frunció el ceño confundido.

 

—Un trastorno mental en el cual uno finge los padecimientos de una enfermedad. Creo que deberías de sospechar algo de eso por lo que pasó el otro día en la escuela, cuando me suspendieron.

 

Jackson se quedó callado, sin encontrar palabras para expresarse. Aquello lo había tomado por sorpresa, sabía que JinYoung tenía comportamientos extraños pero nunca se imaginó que hasta el grado de recibir un diagnóstico.

 

— ¿Por qué…? ¿Qué eso no lo hacen solo los niños? —preguntó el rubio.

 

—Igual que el mutismo selectivo de Mark, ¿no? —Rió con sorna—. Los adolescentes que lo padecemos somos minoría, pero no dejamos de existir por ello.

 

— ¿Pero por qué razón continuas con ello?

 

—Porque desde niño me convencí de que serviría.

 

— ¿Para qué? –le cuestionó Jackson. JinYoung dejó caer los hombros, derrotado, y sacudió la cabeza.

 

—Creía que si fingía los síntomas, podría quitarle una parte de ellos a la persona que realmente los padecía.

 

— ¿A quién? —aunque el otro le estaba dando demasiados rodeos, no podía perderle la paciencia.

 

—A YoungJae—respondió débilmente—. Cuando tenía 5 años, le diagnosticaron una anormalidad en el corazón. Puede que ahora parezca bien, pero es un malestar silencioso, que acecha a la distancia. No sabemos en que momento, pero va a terminar por llevárselo sin previo aviso. Ya ha vivido demasiado para una persona con su padecimiento.

 

El rubio no dejaba de sorprenderse ante sus palabras. Se acercó hasta quedar frente a JinYoung, que hacia esfuerzos por no echarse a llorar. No podía permitirse ser débil, pero el mismo había llevado las cosas a un punto sin retorno.

 

—Yo solo quiero ayudarlo—continuó con la voz quebrada—, pero parece que no hago más que empeorar las cosas. Se supone que no debía de hacerlo pasar por emociones fuertes, intentar hacerlo lo más feliz posible, pero solo lo hago sentir miserable y arruinó todos los buenos momentos de su vida. ¿Por qué soy tan inútil? YoungJae merece un hermano mejor…

 

—JinYoung, deja de menospreciarte… Siempre estás cuidando de YoungJae, no estás haciendo todo mal, ustedes dos siempre se ven tan felices juntos…

 

—Pero al final siempre lo lastimo—dejó escapar un sollozo. Bruscamente, apartó una lágrima del rabillo de su ojo antes de que pudiera escapar.

 

—Puedes arreglarlo, entonces. Si lo quieres, puedes cambiar esta situación.

 

— ¿Crees que no lo he intentado? Despierto cada día deseando ya no ser un maldito enfermo—gimió. Esta vez ya no pudo contener sus lágrimas que bajaban pausadamente por sus mejillas. Alzó su rostro hacia el del mayor y le sujetó una mano con fuerza—. Jackson, de verdad quiero salir de esto, pero no puedo… por favor, ayúdame, ayúdame a parar…

 

La mirada destrozada de JinYoung le atravesaba el corazón. Jackson era capaz de hacer cualquier cosa por volver a verlo feliz, pero en ese preciso momento, no se le ocurrió otra cosa que depositar un cálido beso en los labios ajenos.

 

 

Big lion and little sheep

 

BamBam y JaeBum se dirigieron juntos a casa del primero, quien llevaba a su hermano durmiendo plácidamente en su regazo. La inocencia de su semblante contrastaba con las manchas de sangre —afortunadamente impropia— que estaban repartidas a lo largo de su cabello y ropas. Si corrían con suerte y los padres de BamBam aún no regresaban del trabajo, podrían bañarlo y cambiarlo sin menor problema.

 

JaeBum buscó en sus bolsillos la llave del que ahora era su hogar y abrió para dejar pasar a BamBam. Las luces de la casa se encontraban apagadas, lo que resultó un alivio, y el mayor las fue encendiendo a su paso. Subieron al piso superior, donde se encontraba el baño, y BamBam entró a la habitación del bebé a traer ropa limpia. Sus ojos se abrieron desmesuradamente cuando se encontró ahí a su madre, dejando sobre la mesita de noche un juguete nuevo para el bebé.

 

Lo que pudo ver la mujer al encararlos no fue a sus dos hijos, sino al más pequeño de estos ensangrentado en los brazos de un completo desconocido. Soltó un grito y se abalanzó sobre BamBam en medio de un ataque de histeria, invadida por el pánico. Le arrancó al bebé de los brazos, presionándolo protectora contra su pecho mientras miraba con ira al pelinegro.

 

— ¡¿Quién eres tú y que le has hecho a mi bebé?! —bramó fuera de sí. JaeBum al escuchar los gritos, cerró la llave de agua caliente con la que llenaba una pequeña tina para lavar al bebé y fue corriendo hacia dónde provenía.

 

La madre de BamBam golpeaba al chico con saña con la mano libre, aunque sin demasiada fuerza, incapaz de reconocer en él a su propio hijo. Probablemente, de haberlo sabido, poco le hubiera importado. JaeBum se apresuró a interponerse, apartando a BamBam y recibiendo él los golpes de la mujer.

 

— ¡Mamá! Deja de golpearlo, él viene conmigo—se esforzó por jugar el papel del dueño de su actual cuerpo—. ¡Podemos explicarlo! ¡Sólo cálmate!

 

— ¡No me levantes la voz! –gritó, estrellando su mano contra la mejilla del rubio—. ¡Te dejé al cuidado de tu hermano y mira cómo lo has traído! ¿Acaso quieres matarlo también?

 

— ¿También? —repitió JaeBum en un murmuro, perplejo. BamBam desvió la mirada bruscamente cuando el mayor la buscó—. Mamá, no es nada de lo que estás pensando. Esa sangre no es de él, es de un amigo mío que tuvo un accidente…

 

— ¡Mientes! ¡Sé con qué clase de personas te metes! Estoy segura de que estuvieron involucrados en una peles, ¡tan solo mira las pintas de este! —señaló a JaeBum insistente—. ¿Cómo has podido ser tan irresponsable? No haces más que decepcionarme.

 

La mujer entrecerró sus ojos y se alejó para dejar al bebé con suma delicadeza sobre la cuna, apartándole el cabello de la frente en un flojo gesto. Luego, de dos zancadas legó hasta los otros dos y, enterrando las uñas en el brazo de JaeBum, lo jaló consigo hasta su habitación. BamBam se apresuró a seguirlos. La madre cogió una mochila de gran tamaño y abrió las puertas del closet estrepitosamente, para comenzar a arrancar a ropa de los ganchos y meterla dentro sin fijarse realmente en lo que hacía.

 

— ¡Mamá! ¿Qué estás haciendo? —se le salió a BamBam-en-el-cuerpo-de-JaeBum, pero la mujer no reparó en ello.

 

Estrelló la mochila contra el pecho de JaeBum y comenzó a empujar a los dos chicos hacia la entrada.

 

— ¡Ha sido suficiente, ya no te quiero más aquí! ¡Deja de ser un estorbo en nuestras vidas, asesino! —los miraba con los ojos desorbitados y llenos de lágrimas. BamBam no podía reconocer en ella a la persona que alguna vez debió de amarlo más que nada en el mundo.

 

A punta de empujones los sacó de la casa y de les cerró la puerta en la cara. BamBam comenzó a golpear insistente la puerta, mordiendo su labio inferior intentando ahogar sus gritos y el llanto que amenazaba con escapar, pero nada surtió el efecto esperado.

 

Derrotado, le arrebató la mochila con ropa a JaeBum y comenzó a caminar sin rumbo fijo, solo deseando alejarse de ahí lo más pronto posible. El mayor se apresuró a ir tras él.

 

— ¡Espera, BamBam! Lo detuvo, sujetándolo por una muñeca. El menor comenzó a forcejar furiosamente, pero el otro no aflojó ni un poco el agarre-. ¿Podrías explicarme a que vino todo eso que dijo tu madre? ¡Estaba fuera de sí! ¡Te acaba de correr de la casa!

 

— ¡Me he dado cuenta de ello! —se giró rápidamente y le gritó en la cara, haciéndolo estremecer—. ¡Y todo ello se debe a que me odia! ¡Así de simple! Nunca me va a perdonar, lo único que ha querido siempre es deshacerse de mí y le hemos dado el pretexto perfecto.

 

Fue entonces cuando BamBam se quebró. Las lágrimas comenzaron a emanar de los ojos que ahora le pertenecían y se dejó caer de rodillas sobre el asfalto. JaeBum se quedó ahí parado, mirándole perplejo sin saber qué hacer. Técnicamente, se estaba humillando frente a sí mismo, llorando como una niña pequeña. Pero, ¿ahora que importaba todo eso cuando los sentimientos de BamBam estaban de por medio? Aquel pensamiento lo tomó por asalto, sorprendiéndole todo el cariño que a estas alturas ya le había tomado al menor. ¿Qué más podía esperarse al estar bajo su piel y comenzar a conocer cada parte de su ser?

 

—Kunpimook…—susurró su nombre real con voz aterciopelada. Se puso de cuclillas frente a él y le apartó las manos del rostro. Buscó entre sus bolsillos un pañuelo de papel que le ofreció para secarse las lágrimas pero en su lugar BamBam se sonó la nariz ruidosamente con él. JaeBum sacudió la cabeza y dejó escapar una risilla. ¿Mejor?

 

BamBam sacudió la cabeza como respuesta.

 

—Vámonos de aquí—JaeBum le hizo levantarse—. No puedes estar llorando a mitad de la carretera.

 

—Si puedo—repuso BamBam, aunque la su llanto ya había disminuido considerablemente, transformándose en un penoso hipido—. Da igual lo que yo haga.

 

—No, no da igual—JaeBum le pasó un brazo por los hombros y lo atrajo a su cuerpo—. Busquemos un lugar donde sentarnos para hablar con calma y ver que haremos ahora. ME he quedado sin un sitio donde dormir.

 

—Lo siento…

 

—Oh, no. No es tu culpa.

 

JaeBum permitió a BamBam guiar el paso, aunque el menor realmente no tenía un destino en mente, sino que necesitaba alejar. Sus pasos los llevaron hasta un enorme parque que ocupaba toda una cuadra. Había niños pequeños jugando, padres cuidándolos, grupos de amigos platicando y parejas paseándose por el lugar. El sol ya se había puesto en el horizonte.

 

— ¿Está bien este lugar o hay demasiada gente? —preguntó el mayor pero el pequeño solo se encogió de hombros. Aun había lágrimas rodando por sus finos pómulos.

 

Se encaminó hasta una especie de cabaña de plástico que se alzaba sobre una plataforma. En un extremo tenía una escalera y en el otro una resbaladilla. A un costado quedaban dos columpios vacíos. BamBam subió por la escalera y se sentó en el borde, dejando escapar entonces un agotado suspiro.

 

—Lo vas a romper, ya no pesas lo mismo que antes—advirtió el ahora rubio.

 

—Se, debo de pesar como 20 kilos más.

 

—No exageres—le echó un vistazo al cuerpo que tenía. Su masa corporal era bastante menor a la del anterior—. Rayos, eres piel y hueso, ¿cuánto pesas?

 

—50 kilos—posó los codos sobre las rodillas y recargó el mentón en sus manos. El puchero que esbozaba resultaba antinatural en las facciones de JaeBum.

 

—Ahí está, son solos 10 kilos, yo peso 60.

 

—Igual voy a romper esta cosa—bufó y se bajó de un salto, para luego dejarse caer sobre uno de los columpios. JaeBum hizo lo mismo.

 

— ¿Extrañas tu cuerpo?

 

—Sí, pero no mi vida.

 

—Lo lamento.

 

—No tienes por qué.

 

— ¿Puedo preguntarte que fue lo que pasó?

 

BamBam se balanceó suavemente sobre el columpio, sorbiendo por la nariz. Apenas miro de reojo al mayor, para luego soltar otro fatigado resoplido.

 

—Es algo patético.

 

—A mí no me lo pareció así.

 

—Bien, puede que no. Pero volvió de mi vida algo patético.

 

— ¿Qué puede ser tan malo como para que tu madre te odio? —insistió JaeBum.

 

—Ella lo dijo: soy un asesino.

 

—No lo creo—respondió de inmediato, aun sin darse tiempo para sopesar la idea o comprender el significado de esas palabras.

 

— ¿Cómo puedes estar seguro?

 

—Porque te conozco y sé que nos serías capaz de una cosa así.

 

—No me conoces.

 

—Pero lo estoy haciendo.

 

El menor lo contempló con los labios fruncidos en una fina línea. Tras un largo silencio, respondió:

 

—Fue un accidente. Pero como yo lo provoqué, sigo siendo un asesino.

 

— ¿De quién?

 

—De mi hermanita—su voz se quebró al final e hizo un esfuerzo sobrehumano por no echarse a llorar de nuevo.

 

— ¿Eh? —los ojos de JaeBum demostraron desconcierto. Se levantó del columpio de un salto y quedó frente a BamBam.

 

—Me estás tomando el pelo.

 

—Ojalá fuera así.

 

—Pero… ¿cómo?

 

—Ya te he dicho que es una historia patética.

 

—Soportaré escucharla.

 

—No sé si yo contarla.

 

JaeBum se inclinó hasta quedar hasta la altura de BamBam y sujetó sus manos entre las propias, apretándolas de manera cálida y firme. El otro se quedó sin palabras.

 

—Está bien si no me lo quieres decir—comenzó JaeBum con voz tranquila y suave—Sin embargo, por la situación en la que estamos envueltos, me gustaría que confiaras en mí. Créeme que puede hacerlo. Si no queremos que nadie se dé cuenta de lo que nos ha sucedido, ¿no sería lo mejor conocernos lo suficiente como para guardar las apariencias?

 

BamBam siempre había admirado la madures que podía mostrar JaeBum en momentos críticos. Era una de esas cosas que caracterizaban al otro, con sus facetas tan drásticas pero que  la vez encajaba a la perfección con su personalidad.

 

—Al menos puede estar seguro de que no se lo dirás a nadie, ya que tú eres yo y serías el único afectado—JaeBum asintió en respuesta. BamBam desvió la mirada antes de comenzar—: Cuando yo tenía 4 años, mamá estaba embarazada. Eran vacaciones, no recuerdo a donde nos dirigíamos. Papá conducía el acto, mamá estaba sentada a su lado, tendría ¿4 meses de embarazo? No mucho. Y yo estaba atrás, aburrido. Nunca fui la adoración de mamá, ni siquiera conozco la razón. Supongo que aquello fue el detonante. Le hablaba y ella no hacía caso, quizá estaba hablando por teléfono… Lo intenté con papá, pero estaba demasiado ocupado con el camino. Entonces, en una curva yo le cubrí los ojos con las manos jugando y…—calló abruptamente y sus ojos se cerraron con fuerza. Su cuerpo se vio recorrido por leves temblores, mientras JaeBum continuaba mirándole expectante sin mostrar alteración en su rostro—. Te imaginas, ¿no?

 

El mayor se quedó en placo. Por supuesto que lo hacía, pero no encontraba palabras para expresarse.

 

—Fui yo quien provocó el accidente por el cual mi mamá perdió a mi hermana. Yo la maté, y eso nunca me lo van a perdonar. Ni siquiera creo ser capaz de perdonarme a mí mismo…

 

—Eras un niño, carecías de sentido común…

 

—Le quite la vida a alguien, JaeBum.

 

— ¡Los accidentes pasan! —el rubio se alteró de pronto. Parecía devastado y al borde del llanto, y BamBam  no alcanzaba a comprender por qué—. ¡Sé que hiciste algo malo, pero no fue tu intención! La infancia es la edad de la inocencia, no tenemos idea de nada. Las cosas suceden por algo, quizá…

 

—Quizá si no hubiera sido imprudente, ella estaría aquí.

 

— ¿Y si de todos modos hubieran tenido el accidente después y ya no por tu culpa?

 

—Eso no cambia nada.

 

—Es cierto. El pasado no se puede alterar, está en tus manos quitarte esa carga, para empezar. Y luego en la de tus padres, que decidieron perder a ambos hijos cuando la vida les permitió conservar uno.

 

—Nadie puede sentir cariño por el asesino de su hijo.

 

—Basta de llamarte así, ¿cómo puedes estar tan seguro de algo que pasó hace más de 10 años?

 

—Yo lo recuerdo claramente, ¿qué más da?—le interrumpió frustrado—. Ya olvídalo, ¿quieres? Odio hablar de esto, es inútil y me pone mal.

 

— ¿Alguien más lo sabe?

 

—Solo YuGyeom.

 

JaeBum asintió un par de veces y se puso de pie. Caminó hasta quedar detrás de BamBam y comenzó a mecerlo en el columpio. Al girarse, el mayor le sonrió en respuesta.

 

—Eso no te hace malo, ni un asesino. Hay personas mucho peores que no se arrepienten ni tampoco pagan las consecuencias de sus actos de manera tan dolorosa como tú lo haces, ¿por qué permites que siga tu condena? —El otro se quedó en silencio, siendo empujado cada vez a mayor altura—. Tienes que perdonarte.

 

Quizá se debía a aquel estaba con JaeBum y a todo lo que significaba para él, sus palabras, sus acciones. Echó la cabeza hacia atrás, para poder observar el cielo estrellado. Una última lagrima escapó de sus ojos, solo que esta vez ya no fue de tristeza. Quizá las cosas podían cambiar.

 

 

 

Giant baby and tiny hyung

 

YuGyeom accedió a acompañar a Mark hasta su hogar, negándose el otro a decirle como es que quería que saldara su deuda hasta no llegar ahí. Iban sumidos en el silencio; era tan incómodo, que a cada paso el menor quería huir de ahí. YuGyeom podía ser tímido, pero no era un total repelente

 social como Mark y estar con él podía llegar a ser irritante. ¿Qué era lo que quería? ¿Para qué tenía que acompañarlo hasta su piso?

 

Ni aun cuando se encontraron frente a la puerta del departamento el mayor no reveló sus intenciones. Al entrar el castaño pudo reconocer la vivienda que hacía apenas una semana había asaltado. Ahí, sobre la repisa, seguía intacto el lugar vacío que antes ocupaba la caja musical.

 

— ¿Por qué es tan importante? —habló por fin Mark, como si hubiera leído sus pensamientos.

 

—La verdad es que ni yo lo sé. Solo manejo la mercancía, no hago preguntas.

 

— ¿En qué estás metido? —Mark le miró angustiado—. Todos están muy preocupados por ti. Jackson, BamBam… debería de saberlo…

 

—A BamBam ya ni siquiera le importo.

 

—Debe ser porque lo has estado ignorando estos últimos días.

 

— ¡Porque él se la pasa con JaeBum! Se ha olvidado de mí por completo—espetó herido.

 

—Puede que exista una buena razón para ello.

 

— ¿Cómo cuál?

 

—No lo sé, pero siempre la hay.

 

—Aunque así sea, ni puedo adivinarlo, así que no cambia en nada la situación.

 

—Está bien, ya no diré nada.

 

—En realidad nunca lo haces—se buró el castaño.

 

—De todos modos, el pago por la caja no necesita que hablemos mucho—repuso, haciendo las cejas del menor arquearse.

 

—Serás mejor que me digas rápido que es lo que te traes entre manos.

 

—Verás—Mark infló las mejillas para luego dejar escapar el aire lentamente—. Jackson cree que para superar mí… miedo hacia la gente, necesito de involucrarme más.

 

— ¿Y qué tengo que ver yo con eso?

 

—No me interrumpas—el otro entornó los ojos—. No quiero estar con nadie más, simplemente… no puedo. Me aterra la gente, es demasiado, me hace querer gritar y salir corriendo.

 

— ¿Eso no es ansiedad? —volvió a hablar, desobedeciendo al mayo.

 

—Algo así—Mark torció el resto. Ni él lo sabía—. Pero, aun cuando me gusta estar con la gente, no dejo de sentirme solo.

 

—Qué paradoja.

 

—No es algo para que te burles.

 

—No lo hago-lo miró de reojo, cruzando los brazos sobre su pecho—. Continua.

 

—Bien… No he tenido muchas relaciones, supongo que debes de suponerlo. La más duradera ha sido mi amistad con Jackson y he estado tantas veces al borde de hacerla naufragar… Jamás he salido con nadie. He besado con chicas pero… nunca me he acostado con ninguna. No ha habido citas, nada por el estilo.

 

—No es por ofenderte, pero qué vida tan miserable tienes.

 

—Lo es—asintió el rubio.

 

— ¿Y bien? –preguntó ansioso, golpeando la suela de su zapato contra el suelo. Mark se revolvió incómodo.

 

—Esto te va a parecer terriblemente raro, y no te culpo si me tomas por loco y te dan ganas de golpearme. La cosa es que… quiero pedirte que seamos una especie… de amigos con derechos. No te estoy pidiendo que duermas conmigo, ni que me quieras. Solo deseo saber qué se siente estar en una relación, si es tan maravilloso como todo el mundo alardea… ¿Qué dices?

 

La expresión de YuGyeom fue indescifrable. Se acercó a pasos agigantados hasta quedar frente a frente con el mayor, escudriñándolo con la mirada. ¿Por qué se lo pedía justamente a él? Mark era guapo, algo imposible de negar, y seguro que nadie se negaría a salir con él, por mucho que fuera un chico callado y extraño. Eso podía pasar fácilmente a segundo plano entonces.

 

El castaño se precipitó sobre el otro, atrayendo su rostro al propio para depositar un brusco beso sobre sus carnosos labios como una especie de prueba de cortesía. Mark se movía con torpeza, y aunque YuGyeom tampoco fuera un experto en ello, se las apañaron para que el acto resultara agradable y placentero.

 

Mark rodeó la espalda de YuGyeom, apegándolo a su cuerpo, y él lo sujetó por los muslos, subiendo sus piernas hasta su propia cintura. La lengua del menor se coló en la boca ajena, entrelazándola con el musculo de Mark en un beso que se tornaba cada vez más apasionado. Invadido por sus instintos, empotró a Mark contra la pared bruscamente, sacándole un gruñido. Por acto reflejo, levantó una de sus piernas con fuerza, golpeando sin saberlo uno de los cardenales de YuGyeom.

 

El pequeño dejó escapar un grito ahogado entre el beso, contorsionando su rostro por el dolor, mismo que lo trajo de vuelta a la realidad. ¿Qué demonios estaba haciendo? En ningún sentido aquello podía ser bueno. Detuvo sus acciones, separe nado lentamente su rostro del ajeno. Mark se mordió el labio inferior y bajó la mirada, sintiéndose estúpido y arrepentido. Era obvio que YuGyeom no iba a querer estar con él de esa manera, después de todo, no era más que un muchacho silencioso, pequeño y aburrido: nada que valiera la pena. No imaginaba que YuGyeom le iba a demostrar que estaba equivocado.

 

Sin embargo, en ese momento ni él mismo lo sabía.

 

Por su parte, algo hizo clic dentro de la cabeza de YuGyeom y se dio cuenta de que si daba un paso más, acabaría en la cama con Mark, lo que supondría que le vería el tatuaje y las marcas de los golpes. Bajó al mayor de vuelta al suelo con cuidado, ante la mirada de desconcierto ajena. Quería salir corriendo muerto de vergüenza, pero era consciente de que aquello lastimaría al otro.

 

Dejó un beso sobre la frente de Mark, estrechándolo una vez más contra su cuerpo, para luego separarse y salir lo más rápido posible del apartamento. Quería arrepentirse de aquel beso, pero por desgracia, no era capaz.

 

Estaba metido en un nuevo aprieto.

 


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