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Outsiders por gaemi

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Notas del capitulo:

Hola, ¿me recuerdan? Arriesgandome a que no, estoy de vuelta por aquí. 

No creo que haya un pretexto suficiente para no actualizar en 11 meses, pero atravesé por algo similar a una crisis de identidad ¿? que en sí no concidero mala. En fin, después de todo, aqu´estoy, manteniendo esta vez el compromiso de terminar esta historia, que personalmente me gusta tanto y me sentía mal por dejarla colgada.

En realidad, aun quedan mínimo 10 capítulos para terminar esta historia (sí, increible), así que si aun les gusta, tendrán para leerla un rato más.

Nos estamos leyendo.

 

Tom & Jerry

 

No fue tan increíble como Jackson esperaba. Él siempre había estado ilusionado con que su primer beso con JinYoung iba a ser una especie de escena de película, pero fue tan real, que por la misma razón no había manera de quejarse, porque sucedió y eso era lo importante. Los labios suaves y carnosos de JinYoung contra los secos y descuidados de Jackson, moviéndose pausadamente durante apenas un par de segundos antes de que el rubio decidiera separarse.

 

JinYoung había parado de llorar, más que nada por la sorpresa. Jackson esbozó una pequeña sonrisa y le pasó el pulgar por la mejilla.

 

— ¿A qué ha venido eso? —interrogó el menor con el ceño fruncido.

 

—Para que dejaras de llorar—Jackson se encogió de hombros, restándole importancia. Era imposible que JinYoung le correspondiera tan pronto, debía ser paciente hasta que llegara el momento indicado.

 

—Funcionó—respondió, con aquella sonrisa en la que todo su rostro se arrugaba como pasita. Jackson se vio tentado a besarlo otra vez.

 

—Te ayudaré—aún seguían tomados de las manos, y el rubio le dio un suave apretón—. No sé cómo, a decir verdad, pero podemos intentarlo.

 

—Debes creer que necesito un psicólogo—rió JinYoung resignado.

 

—Sí—respondió sin pensar, arrepintiéndose de inmediato—. Quiero decir, no… o sí. Diablos—JinYoung sacudió la cabeza con una sonrisa—. No estaría mal, contando que es un problema… —pero se detuvo antes de terminar la frase.

 

—Dilo, dilo—lo animó el pelinegro.

 

—Mental—una vez pronunciada la palabra, frunció los labios con nerviosismo.

 

—No te sientas mal por decir la verdad-

 

—Es que… se sigue escuchando como una ofensa.

 

—Hay que empezar por aceptar lo que soy.

 

JinYoung tenía la razón. Cuando estaba con Jackson, siempre era así. El mayor era como la dinamita, y el otro impedía la detonación. Lo necesitaba a su lado para no destrozar todo. Ahora mismo, incluso el menor parecía más tranquilo, centrado, aun cuando hasta hace unos instantes lloraba desconsoladamente. Pero fue Jackson quien arregló aquello. Quizá también había fuego en el interior del pelinegro, y el rubio sabía como impedir que consumiera todo a su paso.

 

 

 

Jackson abandonó la casa de sus amigos cuando cayó la noche. Tomó el autobús a su casa, con la mente perdida en los recientes eventos. Había logrado ganarse la confianza de JinYoung en tan poco tiempo que se arrepentía de no haberse acercado antes a hablar con él. Jackson lo comprendía, no solo porque lo quería, sino porque él no juzgaba. Debido a eso siempre se le había facilitado hacer amistades, además de ser el único que logró sacarle una palabra de la boca a Mark cuando eran niños, época desde la cual ya existía su mutismo selectivo. Jackson entendía que las personas tenían problemas y no podía definirlos a través de ellos. JinYoung no estaba loco, pero sí lastimado, y necesitaba de alguien que lo curara. Si se lo permitía, él se encargaría de hacerlo.

 

Bajó en una calle oscura iluminada a tramos por farolas. Para llegar a su casa había que cruzar un puente de piedra que atravesaba un pequeño rio. Siempre miraba hacia este, como si hubiera algo nuevo y sorprendente que encontrar, pero en realidad nunca era así. De niño, soñaba con encontrarse un barco que lo llevara lejos de ahí. Sin embargo, no todos los sueños se cumplen.

 

 

 

JinYoung estaba hecho un rollito de sabanas encima de su cama. Como ya era costumbre, se quedaba observando la luna hasta caer dormido. Le gustaba pensar, repasar lo vivido y todas las cosas nuevas que descubría cada día. Para él siempre había sido difícil aburrirse, cada detalle le fascinaba y le dejaba a la expectativa de que iba a seguir.

 

Como aquel beso de Jackson.

 

Sintió en sus labios el deseo, que no fue algo que surgió de la nada. Jackson había querido besarlo desde hace mucho tiempo. A JinYoung le gustaba Jackson, su cuerpo firme y ágil, sus ojos enormes como de cachorro y sus labios siempre sonrosados y regordetes. La mirada de inocencia que le surgía de repente y la expresión fiera cada vez que jugaba un partido o alguien se metía con Mark. Le gustaban sus exclamaciones de fascinación cada que JinYoung resolvía un problema de cálculo con extrema facilidad enfrente de él, le gustaba que le hubiera prometido que lo ayudaría a salir de su problema. Pero sobre todo, le gustaba la peculiar manera que había tenido de consolarlo.

 

No se lo diría, por supuesto. Se divertiría a lo grande viendo cómo se desarrollaba su historia, en medio de sentimientos escondidos y caricias pretenciosas.

 

Se descubrió con una sonrisa bobalicona cuando YoungJae entró sin avisar a su habitación y se recostó en el espacio vacío en el colchón, de manera que JinYoung le daba la espalda.

 

—No le dijiste a mamá lo que pasó—comentó JinYoung, sintiendo como su alegría se desvanecía poco a poco e iba siendo remplazada por la incertidumbre.

 

— ¿Sabes que si elegía las palabras correctas era capaz de desheredarte? —respondió YoungJae forzando un tono neutral. JinYoung notó de inmediato el toque juguetón en su voz.

 

—Lo sé, es por eso que estoy tan asustado—el mayor se giró para encararlo. YoungJae tenía el pelo mojado y alborotado  y las mejillas teñidas de rojo. Emanaba un olor a lavanda, a sueño, a paz. A él.

 

—He decidido que no les contaré al respecto. Podemos conseguir otro trabajo. Además, ya hemos ahorrado suficiente para irnos a vivir juntos cuando vayamos a la universidad.

 

Aquel era el plan secreto que mantenía a los hermanos en complicidad, y la razón por la cual YoungJae creía tan necesario un trabajo. Se quedaron en silencio por unos instantes, JinYoung teniendo la certeza de que el menos aun no había finalizado de hablar.

 

—Y… lo siento. No debí gritarte como lo hice en la cocina. Menos enfrente de ya sabes quién—YoungJae bajó la mirada.

 

— ¿Cómo que ya sé quién? Di su nombre, no hay razón para no hacerlo—JinYoung arqueó una ceja.

 

—Es que… ¿Es Jackson-hyung tu novio?

 

— ¿Qué? Demonios, ¡no! —JinYoung pegó un brinco que, así como estaba de enredado entre las mantas, lo hizo caer al suelo sin poder evitarlo.

 

—Se besaron en la cocina—dijo YoungJae, ahogando una risita mientras se asomaba a la orilla de la cama. El mayor se retorcía para deshacerse de su prisión.

 

—Ah, viste eso. No fue nada, el trataba de calmarme.

 

—Ni tu ni el parecen personas que besarían a alguien porque sí. Bueno, Jackson si, un poquito solamente, pero tu no. Tú le habrías rechazado de inmediato, pero no fue así.

 

—No hay nada entre nosotros—afirmó el pelinegro. YoungJae frunció los labios.

 

— ¿Estás seguro?

 

—No, pero solo lo puedes saber tú—JinYoung finalizó la conversación enfatizando el tono helado de su voz en esa frase.

 

Inmediatamente, regreso a la cama, y esta vez cubrió a YoungJae con las cobijas, pasándole un brazo por los hombros para atraerlo a su cuerpo.

 

— ¿Te quedas a dormir? —le preguntó suavizando el tono, dejando un beso en la frente de su hermano menor.

 

YoungJae no respondió, pero su cabeza recargada en el pecho ajeno, acompañada de su tranquila sonrisa, fueron suficientes para JinYoung.

 

 

 

Big lion and little sheep

 

BamBam no podía llevar a JaeBum a su casa, porque ambos estaban conscientes de lo que significaría para los padres del mayor, siempre paranoicos respecto a él. Sin embargo, a JaeBum le había hecho ilusión sopesar por un momento la idea de volver a casa. Extrañaba la comida de su madre y las tardes del domingo cuando su padre lo llevaba a pescar. Le querían, y él estaba seguro de ello, solo que también temía demasiado acerca de lo que él era capaz.

 

JaeBum no creía ser tan malo.

 

Al final, JaeBum y BamBam decidieron acudir a casa de Jackson. Ya en múltiples ocasiones se había quedado a dormir cada uno en casa del chino, nunca simultáneamente. Una vez ahí tocaron el timbre una sola vez, y aun cuando tardaron en recibir respuesta, no insistieron, puesto que no querían levantar sospechas de que JaeBum-en-el-cuerpo-de-BamBam se iba a quedar en aquella casa mucho más de una noche.

 

Les recibió el padre de Jackson, quien parecía crispado, con la cara toda roja. Detrás de él estaba Jackson, pálido como el papel, con un ligero temblor notable en sus manos.

 

—Chicos, llegan en buen momento—suspiró Jackson, aliviado. Parecía que la fuente de su temor era su propio padre. Habían discutido. El señor Wang los invitó a pasar antes de retirarse al piso superior sin decir palabra.

 

—Está que echa fuego—comentó JaeBum. Jackson asintió, dejándose caer pesadamente por el sillón.

 

—Les agradezco que hayan legado. Estaban a punto de cortarme las bolas por no acudir al entrenamiento de hoy.

 

— ¿Solo por eso? —Resopló BamBam—. Qué exagerado.

 

—No realmente. El basquetbol me pagará una buena universidad.

 

—Peo solo te saltaste un entrenamiento—insistió JaeBum.

 

—Oh, chicos, mejor dejémoslo, ¿quieren? —les pidió Jackson, entre frustrado y divertido. No podía permitir que una emoción negativa le poseyera por completo—. A todo esto, ¿qué hacen aquí?

 

—Discutí con mis padres por llegar con la ropa de mi hermanito embarrada con tu sangre—se apresuró a responder JaeBum-en-el-cuerpo-de-BamBam—. Necesito un lugar donde dormir esta noche.

 

— ¿Sólo hoy? —inquirió Jackson, notando el tamaño de su maleta, que parecía que iba a reventar. Al menos su madre le había empaquetado ropa suficiente. JaeBum y BamBam intercambiaron una mirada.

 

—Mira, piensa que conmigo aquí nadie te querrá arrancar las bolas—respondió JaeBum con una sonrisa. Jackson le miro extrañado, esas palabras jamás saldrían de boca de BamBam. Éste le pegó un codazo a JaeBum en el estómago, pero ya era algo tarde para eso—. Sólo dame un lugar donde dormir, por favor—gimió.

 

—De acuerdo. Ya veremos cuanto tiempo te puedes quedar, no te confíes—aceptó Jackson, señalando con su cabeza las escaleras. JaeBum sonrió satisfecho y se apresuró con su maleta hasta el cuarto de Jackson—. Parece muy feliz para ser alguien sin hogar.

 

—Nah—“es que no es realmente él quien lo está”, pensó BamBam, pero no dijo nada. Jackson se encogió de hombros.

 

— ¿Sabes algo aún más raro que su alegría? Que ustedes estén tanto tiempo juntos sin que tú le hayas hecho una diablura todavía.

 

—Ahora somos amigos—se limitó a decir BamBam, rebuscando entre sus bolsillos—. Oye, hermano, ¿tienes dinero para el pasaje?

 

Jackson bufó. Se acercó a una cajita sobre la mesa de centro de la sala y sacó una moneda de su interior, para luego lanzársela a BamBam.

 

—Ahí tienes, menso. Al menos eso en ti no cambia.

 

BamBam soltó una risa burlona.

 

—Tú no tienes idea de cuánto ha cambiado dentro de mí.

 

 

 

Una vez BamBam se hubo ido junto con su cuerpo, JaeBum se quedó en el suelo de la habitación de Jackson, sobre un cobertor con olor a humedad. Quizá ya llevaba tiempo que nadie se quedaba a dormir con el chino.

 

— ¿No te sientes solo? —se le ocurrió preguntarle al más joven. Jackson estaba boca arriba en su cama, vestido únicamente con una camiseta y su ropa interior. JaeBum solía dormir así cuando tenía su cuerpo original. Ahora prefería cubrirse por completo, no era muy placentero para la vista ajena andar exhibiendo las piernas huesudas de BamBam. Aunque, con el paso del tiempo, le habían llegado incluso a parecer atractivas.

 

Eso estaba mal.

 

—Sólo será esta semana. Mamá y mi hermano han ido a Hong Kong a ver a la abuela.

 

—Me refiero a que ya casi no venimos a visitarte.

 

—Últimamente ha habido mucho jaleo entre nosotros, ¿no crees? —Jackson le restó importancia al hecho.

 

—Ni te imaginas—rio JaeBum. Jackson le miro raro—. ¿Qué?

 

—Nada, es solo que JaeBum me dijo algo parecido antes de irse.

 

—Ah. Coincidencias.

 

—Puede ser.

 

Un silencio incomodo reinó la habitación entonces. JaeBum se revolvió incomodo, buscando un buen tema de conversación.

 

— ¿Qué harías si pudieras estar un día en el cuerpo de JinYoung? —se le ocurrió por fin.

 

— ¿Perdón? —graznó Jackson. El otro sí que estaba raro.

 

—Quiero decir, no eras muy cercano a él hasta hace poco, justo como yo y Bam--JaeBum, digo.

 

—Ja, muy gracioso. Ya sabes que haría yo.

 

JaeBum se giró su cabeza, esta recargada sobre sus brazos.

 

—No, ¿qué harías?

 

—Me masturbaría frente al espejo tantas veces como fuera posible.

 

JaeBum soltó una risa estruendosa, al tiempo que se incorporaba de golpe. Estaba tan impresionado que comenzó a ahogarse con su saliva. Jackson se acercó a la orilla de la cama para apapacharlo sin mucho interés.

 

—No veo porque reaccionas así. Sabes que estoy loco por él.

 

La cosa era que, hasta ese momento, JaeBum no tenía idea de aquel secreto de Jackson, y se preguntó entonces cuanto confiaban sus amigos en él como para esconderle esa clase de cosas.

 

 

Al día siguiente en la escuela, JaeBum por primera vez en mucho tiempo se sentía inseguro. No era solo el cuerpo enclenque y la cara de bebé que ahora lo caracterizaban, sino el saber que para sus amigos él no era una persona de fiar. ¿Por qué Jackson no le había mencionado que quería a JinYoung? ¿Acaso solo lo sabía BamBam? Ahora entendía el porqué de su preocupación aquella vez en que JinYoung fingió un paro cardiaco. El amor te dejaba loco, ciego, pero quizá a JaeBum le hacía falta enamorarse un poco.

 

Entró a su salón y tomo asiento al lado de YuGyeom, quien se encontraba mirando pensativo por la ventana. Además de un par de chicas parloteando al fondo del salón, solo se encontraban ellos dos. Al notar su presencia, el más joven se giró y le sonrió con timidez.

 

— ¿Puedo hablar con mi mejor amigo? —le preguntó. Valió la pena intentarlo. JaeBum asintió lentamente—. Genial, porque me muero por sacar esto: ayer me besé con Mark.

 

JaeBum dejó escapar un sonido similar al de un pollito agonizando. Demasiadas emociones en menos de 24 horas. Quería soltar un montón de improperios pero prefirió guardárselos, porque probablemente BamBam no los diría, a menos que quisiera impresiona a alguien haciendo el tonto.

 

—Sí, algo así me imaginé que dirías—se burló YuGyeom, dispuesto a volver a girarse hacia la ventana. JaeBum sabía que era momento de actuar: no podía permitir que BamBam se distanciara más de su mejor amigo.

 

—Espera, espera. Claro que me iba a sorprender. Diablos, es que en la vida los he visto intercambiar palabra… ¿Cómo es que llegaron a eso? No, mejor aún, cuéntame cómo fue.

 

YuGyeom sonrió con malicia y arrastró su butaca hasta quedar pegada a la de JaeBum.

 

—Digamos que lo que tiene de callado, lo tiene de apasionado.

 

— ¡Joder! En ese caso, yo que tú me apresuraría a llegar a segunda base.

 

— ¿Pero qué…? Donde quedó mi amigo santurrón que me hubiera dado una reprimenda por decir algo como eso.

 

—No sé, ¿por? ¿Lo extrañas? —rio el mayor con sorna.

 

—La verdad es que me gusta esta faceta tuya, BamBam.

 

—Pues disfrútala mientras dure.

 

—Ah, ¿no estará con nosotros mucho tiempo?

 

—Sinceramente, espero que no.

 

YuGyeom rio alegremente.

 

—No importa, mientras tú estés a mi lado, aun con cualquiera de tus facetas, yo soy feliz.

 

JaeBum se sintió culpable; era inevitable no sentirse como si engañara al más joven.

 

—Seguiré justo aquí.

 

—Gracias, hyung—lo sonrisa que esbozó entonces el menor, arrugando las comisuras de los ojos, le resultó a JaeBum realmente adorable. ¿Cómo alguna vez pudo jurar que le odiaba? —. Ahora bien, necesito hablar en serio sobre lo de Mark. Está… mal.

 

— ¿Por qué consideras que está mal? —inquirió JaeBum.

 

—Ya sabes cómo es Mark… Y yo no puedo estar en una relación, no con lo de Lamassu y lo de mi madre—el mayor no tenía a que se refería el otro con eso último, pero no preguntó al respecto—. Sería condenadamente difícil. Claro, no es como que me guste realmente. Sí, es lindo y todo, pero apenas lo conozco, ¿entiendes?

 

—Sí, comprendo tu punto—JaeBum asintió desviando la mirada hacia el pizarrón—. Pero, ¿realmente importa? Dime, ¿hace cuánto no sales con alguien?

 

YuGyeom hizo además de contar los meses, pero conforme los dedos de sus manos se movían, su sonrojo iba en aumento.

 

—Vale, lo pillo—JaeBum soltó una carcajada—. ¿Y aun con eso, piensas desaprovechar la oportunidad? Sé que Mark puede parecer raro por ser tan callado, pero eso solo lo vuelve misterioso. Es más que una persona tímida y con tendencias suicidas bastante patéticas… Es como un planeta extraño a la espera de que alguien se atreva a explorarlo.

 

YuGyeom lo miro con expresión confundida durante unos segundos. No eran las palabras tan extrañas del mayor, sino lo que significaban para él.

 

—YuGyeom, ¿tienes el valor de ser el primero?

 

El mencionado no respondió. En su lugar, prefirió cambiar de tema, a la defensiva.

 

— ¿Por qué? ¿Es que es acaso eso lo que tú eres para JaeBum?

 

— ¿Eh? ¿A qué te refieres con eso? —JaeBum se tensó de pronto. Sentía otra sorpresa avecinarse.

 

—Es por eso que están tan juntos, ¿o me equivoco?

 

—No sé a qué carajos te refieres—gruñó JaeBum.

 

— ¿Eso quiere decir que tú y JaeBum no…? ¿Nada? —YuGyeom se inclinó hacia el mayor, reduciendo notablemente la agresividad en su voz—. Creí que al fin lo había logrado.

 

—Lograr qué.

 

—Que JaeBum se fijara en ti.

 

— ¿Y por qué mil demonios querría que JaeBum se fijase en mí?

 

El tono burlón que empleó YuGyeom para responder evidenció lo terriblemente obvio del asunto:

 

—Porque estás enamorado de él, tonto masoquista.

 

 

 

Cuando el timbre anunció el final de las clases, BamBam se encaminó a su punto de encuentro con JaeBum. Vio a los adolescentes pasar en multitud frente a él, como si fuera invisible. JaeBum no era invisible, pero al parecer BamBam había logrado ese efecto al alojarse en su cuerpo. Se sintió patético.

 

Estuvo parado ahí hasta que solo quedaban unos pocos alumnos en las instalaciones del colegio, para lo cual realmente se habían tomado mucho tiempo, mismo en el cual JaeBum no había aparecido. Comenzó a preocuparse de que se hubiera metido en problemas, pues al parecer el cuerpo de BamBam era un imán para los abusones. Aunque, si tenía a YuGyeom de su lado, no tenía de que preocuparse.

 

¿Estaría YuGyeom a su lado?

 

Cuando el más alto apareció tras de él, descubrió que sí, pero estaba del lado del BamBam equivocado.

 

—Él no vendrá. Ya puedes ir largándote por tu cuenta—con un cigarrillo colgando de la comisura de sus labios, la pañoleta amarrada descuidadamente a su cuello y la pose vacilante pero amenazadora, YuGyeom se dirigió hacia él.

 

—Disculpa, ¿es a mí? —BamBam empleó el tono hostil de JaeBum, por mucho que le costase comportarse así con él menor.

 

—No veo a ningún otro bastardo por aquí.

 

BamBam gruñó. Siempre había odiado esa actitud de YuGyeom, aunque nunca antes hubiera sido dirigida hacia él. Ahora que era así, no se equivocaba: el mayor era capaz de lastimar como cuchillas con el solo uno de sus palabras y la entonación de su voz.

 

— ¿Aparte de ti? –por increíble que pareciera, BamBam había aprendido a jugar el papel de JaeBum.

 

—Somos tú y yo, después de todo.

 

—Déjate de rodeos, ¿qué quieres?

 

—Quiero que dejes a BamBam en paz, pedazo de mierda—YuGyeom le pegó un repentino empujón, lanzándole contra un árbol. Esta vez, BamBam no arremetió.

 

—No estamos haciendo nada malo—protestó.

 

—Él no, tu sí. Que conozcas su situación familiar no te da derecho de aprovecharte de eso. Eres un infeliz al chantajearlo con su secreto.

 

—Espera, espera. Yo no estoy haciendo nada de eso—esta vez BamBam sí que estaba desconcertado. YuGyeom, por alguna razón, había malinterpretado toda la situación.

 

—No digas nada, de todos modos no te creeré. Solo aléjate de mi mejor amigo, o yo mismo me encargaré de destrozarte esa hermosa carita de la que tanto te enorgulleces.

 

YuGyeom le lanzó la colilla del cigarrillo con una mueca de desprecio en rostro antes de dar la vuelta y desaparecer a zancadas de ahí. BamBam se dejó caer poco a poco hasta quedar de rodillas sobre el pasto.

 

Todo se había venido debajo de una manera en que él jamás se imaginó.

 

 

 

Giant baby & Tiny hyung

 

YuGyeom podía sentir su pecho arder de ira al descubrir las razones que tenía su mejor amigo para estar pegado al repugnante de JaeBum, pero ya se iba a encargar de deshacerse de él. BamBam le había confesado que estaba a su lado para evitar que contara el secreto acerca de su situación familiar. JaeBum era capaz de todo. Para YuGyeom, era lo peor que había.

 

De sobra estaba señalar lo mucho que se equivocaba, que él ni siquiera conocía a JaeBum y que la persona que le había contado aquella mentira era él mismo. Pero YuGyeom estaba cegado por sus impulsos. Había aguantado ya bastante y solo necesitaba una manera de desquitarse.

 

Saltando de azotea en azotea, trepando por edificios, retando al peligro y sintiéndose a un paso de la muerte, era lo que él conocía por libertad. Consideraba su situación injusta, al igual que la de BamBam. Ninguno de los dos merecía la basura que tenían.

 

YuGyeom iba siguiendo desde las alturas el auto de un empresario corrupto que había realizado negocios con Lamassu y al final le había traicionado, quedándole a deber una buena suma de dinero. Sin embargo, estaba claro que el líder de la banda no se quedaría de brazos cruzados y mucho menos daría el dinero por perdido. YuGyeom fungía ahí únicamente como un mensajero con puños de hierro.

 

Cuando el hombre de traje de estacionó en un callejón y bajo del auto, mirando cautelosamente de un lado hacia otro antes de entrar al edificio, YuGyeom supo que era su momento. Cayó del cielo, pero no era un ángel sino un demonio. Aquel hombre vio s suerte a manos del más joven, quien descargo toda la furia acumulada sobre el cuerpo de aquel tipo, cerciorándose al final de la paliza que notara la pañoleta con el escudo de la pandilla amarrada a su brazo y el tatuaje de las alas en su cuello.

 

—Saludos de Lamassu—siseó YuGyeom con una tétrica sonrisa. El hombre no paraba de temblar y de rogarle a Dios en silencio que aquel niño de rostro inocente no se atreviera a matarlo.

 

Creyó  sus plegarias funcionar cuando YuGyeom abandono la escena sin más, trepando por la paredes con una facilidad impresionante.

 

En su interior sabía que estaba mal, que realmente odiaba lastimar a las personas, pero algo en su interior le hacía sentir repulsión por todo lo que le rodeaba en momentos como esos. Él no era eso. Había sido orillado a serlo, más no era lo quería. Él quería llegar a casa cada tarde después de la escuela y ver la sonrisa en el rostro de su madre. No sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez.

 

 

Sentado en una banca en el pequeño parque situado entre los dos carriles de la carretera que conducían a la casa de YuGyeom, Mark lo espera con un libro entre las manos. A su lado había un montón más apilados. Estando en su último año de preparatoria, necesitaba de dar lo mejor de sí en los estudios. No era un genio como JinYoung o un deportista que seguro conseguiría una beca como Jackson. Era un humano con un coeficiente intelectual quizá un poco mayor al promedio, pero no lo suficiente para no tener que partirse la cabeza en la escuela.

 

Sin embargo, aquella no era su única prioridad ahora mismo. Aún tenía una deuda por saldar con YuGyeom, y por eso estaba ahí. Las cosas no habían quedado muy claras el día anterior y, sabiendo que el menor forzosamente pasaría por ahí, ya que nunca cambiaba su ruta, misma que había averiguado el mayor cuando intentaba recuperar su caja musical. Necesitaba poner las cosas en claro.

 

Pero quizá YuGyeom solo quería desaparecer un rato.

 

Cuando el menor pasó a su lado, ni siquiera lo notó. Iba agitado y sudoroso, y aun con ello no se sacaba la pañoleta del cuello. El viento fresco de la tarde arremetía contra su pelo, indicando que quedaban pocos días de calor en la ciudad antes de que comenzaran las lluvias de otoño. Mark las esperaba con ansias; por alguna extraña razón, el clima deprimente le ponía feliz.

 

—Ey, YuGyeom—alzó la voz en un intento de que el mencionado notara su existencia. Éste volteó, pero su expresión no reveló la más mínima alegría.

 

—Mark. ¿Qué haces cuando vives como a media ciudad de distancia? —espetó.

 

—Realmente no vivo tan lejos, ¿sabes? Solo… necesitaba hablar contigo respecto a lo de ayer.

 

—No pasó nada—afirmó el más alto, desesperado por terminar esa conversación

 

— ¿No? —Mark comenzaba a flaquear. No quería conocer a YuGyeom molesto, sabía que no sería nada agradable. Pero no se rindió—. Estoy bastante seguro de que pasó algo.

 

—Entonces hagamos como que no, ¿te parece? —el desprecio era evidente en la voz del menor. Mark tragó saliva.

 

— ¿Por qué hacerlo? —Mark se levantó para encararlo. Quizá el otro era más alto y corpulento, pero Mark también sabía imponerse.

 

—Estuvo mal—YuGyeom desvió a mirada, sintiendo su postura feroz comenzar a desvanecerse, reemplazado por la vergüenza. Estaba apenado por el beso con Mark, eso era innegable. Pero demostrarlo sacaría a la luz toda su debilidad.

 

— ¿Sí? Dime porqué—lo retó Mark con una sonrisa burlona.

 

“Porque somos hombres” pudo haber dicho YuGyeom, aunque sería mentira porque hace tiempo que había notado que las mujeres no eran la única opción en su lista. “Porque soy muy joven”, un pretexto que habría sonado patético. “Porque soy peligroso”, la única real de sus razones.

 

—Porque estás jodidamente loco—prefirió decir, sabiendo que sus palabras lastimarían al mayor.

 

Tomado con la guardia baja, Mark retrocedió un paso. De todas las cosas que pudo haberle dicho, elegir la más obvia era sin duda también lo más doloroso.

 

—No hablaras en serio, YuGyeom—trató de sujetarlo por el brazo, pero el otro se lo arrebató de inmediato.

 

—Bastante en serio, a decir verdad.

 

—Pero, ¿qué hay de todo eso que me dijiste cuando te pedí que me devolvieras mi caja? Dijiste que yo… Tú… Me hiciste verme diferente, valioso…

 

—Y entonces te conocí—el joven dio el tiro de gracia para luego girarse y continuar su camino.

 

Por más herido y desconcertado que estuviera, Mark no había terminado de luchar. Arriesgando a recibir todo el desprecio de YuGyeom, trotó hasta alcanzarlo.

 

—Mientes. No había ninguna señal de desprecio tuya hasta hoy. No surge de la nada—intentó sujetarlo de la camiseta, pero el otro reaccionó hostilmente.

 

— ¿¡Qué sabes tú de la gente!? Si ni siquiera eres capaz de hablar con alguien—sin saber realmente lo que hacía, sin pensarlo dos veces siquiera, dejó que su puño se estrellara con todas sus fuerzas contra el rostro del rubio, quien trastabilló y cayó sobre la cera, golpeando su cabeza contra la banca más próxima.

 

YuGyeom miró escandalizado lo que acababa de hacer. Quiso acercarse a ver si el mayor se había lastimado, pero este, con la mirada perdida y una mano presionando la zona herida, se apresuró a ponerse de pie y comenzar a caminar hacia atrás.

 

—Conozco de la gente más de lo que te imaginas. Sé, por ejemplo, que nadie sería capaz siquiera de intentar amarme—su voz era débil y seca. Regresó hasta donde había dejado sus libros, los tomó y se alejó a pasos desganados. Ahora con el golpe al descubierto, YuGyeom notó un hilillo de sangre resbalarle desde la sien hasta perderse en su mandíbula.

 

YuGyeom era incapaz de reconocerse a sí mismo. Era malo. Lo sabía. Era por eso que BamBam se estaba alejando de él, no porque JaeBum lo estuviese obligando. Era esa la razón por la que su madre ya no estaba a su lado, por la que se había quedado totalmente solo.

 

Aquello que quedaba de él era solo la sombra de lo que alguna vez fue.

 

 

 


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