Naruto.
Despertar era lo peor de todo, sin duda. Quería dormir, dormir un día entero, un mes, un año... Dormir una vida, una vida completa. Sí, eso sonaba bien.
Vivir era ser, y obligar a ser. Y yo odiaba ser obligado.
Obligado a ir al colegio.
Obligado a comer.
Obligado a ir a terapia -o bien llamado 'Grupo de Apoyo'-.
Obligado a ser social, a tener una vida en común con la gente que me hace saber que soy un monstruo.
Obligado a fingir ser feliz.
Yo no queria ir a la escuela, aquel lugar que era un infierno innimaginable.
No quiero comer, ¿o no veían cómo de obeso soy?.
No quiero ir al grupo de apoyo. Así, sin más. Las razones sobraban.
Tampoco tenía amigos para dalir por ahí, entonces, ¿para qué y con quién salir?.
Kushina, mi madre, no entendía que mi estado no era algo sin más,no era algo propio de la edad; Y me molestaba bastante que pensase que por mandarme a un grupo de apoyo todo se fuese a solucionar, como si alguien tuviese una varita mágica o una técnica extraña... Pero yo tampoco dije nada, nunva. Porque se lo debo. Ella debía creer que su hijo era feliz, o lo más cercano a ello.
Ya que ella no había elegido tenerr un hijo como yo.
Yo estaba hundido, y ella no sabía cuanto. Y jamás lo sabrá si de mi depende.
Yo estaba feliz con mi familia, no me mal entiendan. Mi mamá -aunque ausente y distante- era dulce y cariñosa. Y mi hermana agradable, comprensiva y luchadora. Yo estaba bien con ella.
Pero no conmigo. Nunca conmigo.
Claramente, nadie sabía de mi verdadera situación. Era mi secreto, mi lado oculto y oscuro. Todos lo atribuían a la muerte de mi padre. Él un día salió y... jamás volvió. Y si bien aún dolía, ya estaba acostumbrado a su falta, al dolor de eso. Yo tenía el problema conmigo, con mi cuerpo, mi manera de pensar. Con todo de mi. Con las voces torturándome y el constante peso en mi barriga, aunque no hubiese comido nada en días.
...
Aún recuerdo como era todo antes de darme cuenta del inmenso y horrible ser que era. Mi papá estaba en casa, por consiguiente, mamá también. Había bromas, noches familiares, acampadas... Tenía amigos, gente a la que quería y por la que sentirme querido... Tenía una vida, una feliz.
Pero caí. Todo, despues de la muerte de papá, se derrumbó.
Y la solución de mamá al verme algo decaído, fue mandarme a una terapia. Que consistía básicamente en que todos los martes iba a un centro donde se reunían gente con 'problemas' (desde graves y serios hasta no tantos), y que, siendo sinceros, no servía de nada. Pero ella insitió e insistió sin cvesar, y a mi no me quedaba más remedio, porque, de nuevo, se lo debía,
Cada martes iba allí y Tomoha, el que llevaba dicho grupo, preguntaba cómo había ido la semana, y después se pasaba una hora hablando sobre un mismo tema. Yo en ese tiempo intentaba desaparecerm fucionarme con la silla y así no tener que decir ni alegar nada.
Y, a pesar de el tiempo que llevaba podia asegurar que no servía de nada.
Yo tenía una meta y no pararía hasta conseguirla.
Me odiaba. Odiaba lo que era y lo que representaba. Odiaba mi cuerpo horrible, mis piernas e eran tan grandes que se juntaban, mis enormes brazos, mi estómafo que ni de lejos era plano, mis abultadas mejillas, que además tenían tres extrañas marcas a cada lado, que mis clavículas y costillas no se marcaran...
Todo mi yo era una combinación horrible.
Mi mayor problema era yo mismo y mi mente,
Aquella que me obligaba y empujaba.
¿Tan difícil sería encontrar alguien que me quisiera?.