—Tks—. Ahora no sé qué hacer, o qué decir. No estoy seguro de lo que siento, quería golpear a Sasuke, pero al sólo imaginarlo, me siento muy mal. Era mí amigo, y ahora no estoy seguro si lo sigue siendo; eso me deprime, puesto que los recuerdos cuando éramos niños, siguen incrustados en mi cabeza, torturándome, haciendo que me sienta un poco nostálgico.
Suspiré, cruzándome de brazos y volteando mi cabeza a otra dirección que no fuese el rostro de Sasuke, tan inexpresivo. Hace un momento había mostrado en su rostro una mirada diferente a la neutral, aunque fuese lo mínimo que la haya mostrado. Y lo que dijo, que no me había olvidado; sigue repitiéndose en mi cabeza, eso hace que me estremezca.
Además, ¿cómo era eso, de que no quiere decirme por qué se fue? ¡Eso me enfurece!
—…Es mejor que me vaya— Dije mientras me daba media vuelta, sin mirar a Sasuke.
Al hacerlo, sentí cómo mis entrañas se revolvían, tan dolorosamente que detuve mis pasos; no quería volver alejarme de Sasuke. Con sólo recordar todo lo que pasé cuando él se fue, hace que mi garganta se reseque, que me impida tragar saliva, humedecerla para dejar de sentir esa incomodidad.
— ¿No te ibas a ir?—Esa voz, tan ronca, tan áspera me estremeció por completo, y de nuevo, volvieron a moverse mis piernas, caminando hacia delante, ignorando cómo mis extremidades temblaban incontrolables.
No dejaron de temblar, no dejaban de caminar torpemente; pero no lo hicieron más al sentir otro abrazo; cálido, eso pensé enseguida; inevitable, que yo no hiciese nada por detenerlo. Sentí su aliento chocar en mi cuello, esa respiración acompasada, que me calmó por un momento.
— ¡Sasuke, me tengo que ir!—Vociferé; algo patético.
—No me lo parecía… — comentó en mi oído relajado, sin dejar de rodearme—. ¿Quieres quedarte un momento? no me molesta, el quien me molesta es ése estúpido de Gaara—. Me sorprendí por un momento; al mencionar a Gaara, parecía que escupió su nombre. Me voltee confuso, quitando los brazos de Sasuke de mí.
— ¿Acaso te cae mal? porque al parecer no le agradas tampoco a él.
—Sabes qué, olvídalo. Mejor vete, tengo otras cosas que hacer—Cuando dijo eso fruncí mis labios, viendo cómo daba media vuelta, alejándose del lugar tanto como se lo permitían sus pies.
Suspiré. Me siento torpe, no entiendo por qué me siento débil cada que él está cercas. De niño lo hacía igual, me ponía nervioso cada que se acercaba y me veía, con esas pupilas azabaches me penetraban en cuestión de segundos. Cómo su dulce sonrisa me alegraba y me hacía traspirar nervioso…, pero eso era el pasado, aunque no había cambiado mucho, más que la personalidad de Sasuke.
Lamí mis labios, tratado que lo reseco de ellos se hidratara con mi saliva. Estar tan nervioso mientras hablaba con Sasuke, no había sido algo bueno. Además, no tengo por qué estarlo, Sasuke se había hecho el idiota cuando me vio, aparentó olvidarme a pesar de no haberlo hecho, sea quien se lo haya enseñado, si que le enseñó bien.
Mejor me puse a caminar para encontrar a Gaara, si a ese idiota le cae mal, no es mi problema. Será de él.
***
— ¿Qué te dijo?—me preguntó por enésima vez Gaara en el día. Había regresado con él enseguida cuando Sasuke se fue. Ya no lo he visto, y pronto oscurecerá… y ahí, en esa habitación que me han asignado su presencia será inminente.
Suspiré de nuevo, mostrándole al pelirrojo que estaba un poco irritado con esa constante pregunta.
—No te lo puedo decir. Ya te lo dije, Gaara—. Fruncí el ceño cuando él lo hizo con sus labios. Era un poco insistente cuando se lo proponía, eso lo había notado enseguida. No entiendo por qué a Sasuke le cae mal, no era tan malo, al contrario, él me respondía cualquier duda que tuviera, incluso me dijo sobre Sasuke.
Dijo que el azabache era uno de los más altos en calificación, que era muy bueno en cada materia y, que a pesar de eso, muchos chicos estaban tras de él. Este era un instituto de chicos, ninguna mujer estaba en estas instalaciones, ni siquiera había maestras. Por ello, los chicos, la mayoría, habían cambiado un poco sus gustos, aunque hay excepciones, a pesar de que unos estaban con chicos, sólo eran para satisfacer sus necesidades; casi la mayoría tenían amigos de ese tipo.
—Está bien— contestó con su voz neutral.
Solté una risilla al notar un pequeño y casi imperceptible puchero. Miré el cielo, estaba oscureciendo y muchos chicos que estaban en el patio ya se iban a sus habitaciones, yo y Gaara no éramos excepciones. Nos levantamos y caminamos a nuestro piso, me había dado cuenta que la habitación del pelirrojo no estaba lejos, a menos de unos cinco habitaciones más de la mía.
Al llegar a la suya, se quedó ahí, despidiéndose de mí; yo lo hice igual con él.
Caminé a la mía, deteniéndome en esa puesta de madera. Suspiraba, pero también comenzaba a traspirar un poco. Levanté la mano, tomando la perilla, abriendo la puerta y entrando enseguida.
Pero… ¡no había nadie! estaba completamente solo. Cerré la puerta tras de mí.
— ¡Maldito Sasuke!—murmuré—; idiota—. Comencé a desvestirme, quería tomar una ducha rápida, antes de que llegara ese idiota.
Me quité mis zapatos, después mi pantalón y camisa, quedando con sólo mis bóxers. Tomé una toalla, entrando al baño enseguida. Era muy bonito, si que Sasuke es limpio. Los azulejos estaban tan brillantes que mi reflejo se veía en él. Observé mi rostro y, ya que lo noto, tengo unas ojeras, y aún los golpes de la semana pasada estaban incrustados en mi cuerpo. Los hematomas tan grandes e inflamados todavía.
Toqué uno que estaba en mi cadera; morado. Solté una risilla, que me salió más bien una mueca. Sabía que era malo hacer enojar a mi tutor, a mi encargado, que no pensé las consecuencias que me traería.
—No me arrepiento…—Susurré tan bajo, tan inaudible.
Había protestado ante una orden de él, que por primera vez me sentía orgulloso de mí mismo, saber que yo me defendí y no alguien más. Pero, que irónico, ese día había pensado en Sasuke, en que él siempre me protegía, que me defendía de ese señor, que cuando se fue, los maltratos fueron más constantes, y yo sólo sentía asco de mí, porque sabía que tal vez Sasuke…, estaría decepcionado.
Sacudí mi cabeza, desechando esos pensamientos que sólo me entristecían, que me desgarraban las entrañas por dentro…, que sólo me aterraba.
Me metí a la ducha y, en cuestión de unos cuantos minutos terminé. Me enrolle la toalla en la cintura, saliendo del baño en cuanto pude; pero, fue un grave error, Sasuke estaba sentado en su cama. Y, cuando me vio, sólo vi que su rostro se desfiguró al ver todos los hematomas de mi cuerpo, sentí vergüenza.
— ¡¿Ese hijo de puta aún te lastima con esa edad?!— Vociferó autoritario, yo voltee la cabeza a otro lado, aún avergonzado.
—Vamos…, ese es asunto mío, no tuyo… no te debo explicaciones—contesté lo mismo que él me había contestado. El frunció el entrecejo tanto que me intimidó enseguida, asiéndome retroceder un poco.
—Eres un tonto— Se cruzó de brazos—, ¿Acaso no intentaste defenderte? ¡Eres un cobarde!
— ¿Qué…?—intenté articular pero no me dejó.
—Sabía que eras un completo débil— masculló, casi con asco, al menos eso yo sentí…, sentí como mi corazón latía dolorosamente, mi estomago se estrujaba, y mis entrañas se revolvían… quería llorar.
Apreté los puños, tanto que mis nudillos se tornaron blanquecinos, e irremediablemente, mis lágrimas comenzaron a escurrirse. Estaba enojado, pero la tristeza podía más en mí, me dominaba.
Y, vi cómo Sasuke descruzó sus brazos, relajando su entrecejo, viendo en que sus pupilas se dilataron.
—Yo...—Intentó hablar, tomándose después la cabeza con la mano—, no quise decir eso…
—…Si, claro…—Susurré, tomando mi ropa para cambiarme en el baño, dejando a Sasuke en el cuarto.
Al entrar, me recargué en los azulejos, derramando cada una de las lágrimas que comenzaban a acumularse. Sollocé bajito, procurando que Sasuke no me oyera, no quería que lo hiciera. Me comencé a resbalar hasta que quedé sentado en el suelo mojado, quería llorar ahí todo lo que pudiera... quería dejar de sentir ese dolor.