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Aquellos recuerdos por ShiroKuro02

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Notas del capitulo:

Espero que les guste esta continuación :)

Bajé al comedor para tomar el desayuno. Sinbad no estaba allí, así que le pregunté a Yamu por él.

–Yamu, ¿dónde está el seño...? Digo, ¿...Sinbad?

–No ha bajado aún. Parece que se ha quedado enfermo en cama.

–Gracias, Yamu – dije algo asustado. Si él no estaba conmigo me sentía muy inseguro, porque, puede que la gente de aquí me haya caído bien, pero sólo Sinbad me daba esa confianza, ese bienestar.



Como me sentía mal al estar sin Sinbad y durante el desayuno a penas probé nada por los nervios de su ausencia, fui a verlo a su habitación. Quería saber si realmente estaba bien. Además, quería preguntarle algunas cosillas.



–¿Se puede? – pregunté tras llamar a la puerta de sus aposentos.

– Adelante – respondió una voz ronca.

Abrí la puerta y vi a Sinbad tendido en su cama tomando la mano de Ja'far, que estaba a su lado sentado en una silla – Buenos días.

–Buenos días – contestó el albino.

–Hola, Judar... – dijo el enfermo. Su voz estaba más que ronca.

–¿Cómo estás? ¿Has comido algo?

Sinbad intentó hablar, pero su visir se le adelantó – No hace falta que te preocupes, ya estoy yo para cuidarlo. Así que te puedes marchar. Yo estoy pendiente de él.

–Vale – me sentí mal por la forma tan fría en la que me hablaba – ¿Puedo hablar con él a solas?

–Que sea conmigo delante. Le estoy cuidando, ¿recuerdas? Es por si necesita algo y, por tu poca experiencia, no sabes como reaccionar – Su mirada era asesina, pero trataba de disimularlo con una sonrisa falsa.

–¿Y si solo miras pero no escuchas?

–Está bien, pero solo esta vez.

Entonces, se levantó de la silla sobre la que estaba sentado y se alejó hasta la pared más lejana de la habitación. La sala era bastante grande (cosa normal en los aposentos de un rey), así que, si hablábamos bajito, sería imposible que él entendiera palabra alguna.

–Sinbad, quería preguntarte algunas cosillas – comencé.

–¿Cuáles, Judar?

–¿Conoces a alguien llamada Gyokuen?

No dijo nada. Estuvo callado unos segundos pensativo hasta que soltó unas palabras – ¿Dónde has oído ese nombre?

–Eh... Bueno... –me sonrojé por los nervios– Lo oí en un sueño...

Se incorporó apoyando su espalda en la cabecera de la cama. Acto seguido, se aclaró la voz – ¿Qué más sucedía en el sueño?

–Fue un sueño muy raro. Sólo sé que era una mujer de cabellos azules oscuros que se recogían en dos trenzas atadas a la nuca. Sus ojos claros, y tenía un lunar. Ah, si, llevaba ropa imperial. Ya no sé nada más – contesté obviando la parte de la tortura de mi sueño. No estaba preparado para contar algo así. De seguro pensaría que estaba loco.

–Es la emperatriz del Imperio Kou, Ren Gyokuen.

–Ese es el Imperio del que pertenezco, ¿verdad?

–Si, exactamente. Pero ahora eres un aliado de Sindria, ¿cierto? – tomó mi mano.

–Eh... Yo... Quiero preguntar una cosa más – desoí su pregunta.

–Eres libre de preguntar cuanto quieras – tosió.

–¿Hay hombres con largas túnicas, cubre-rostros y báculos allí?

–¿No te referirás, por casualidad, a unos sacerdotes magos que repiten todo lo que el líder dice en signo de oración a su "padre"?

–¡Si! ¿¡Sabes quiénes son!?

–Son los miembros de Al-Thamen. La organización maligna a la que pertenecías – su rostro cambió a uno realmente serio.

–Gracias, Sinbad. ¿Ahora que debería hacer? Me has acogido en tu país, pero quiero ayudar de alguna manera. No quiero ser un gorrón.

–Realmente no quería hacer esto, pero ya que insistes no me puedo negar. Ve con Yamuraiha y buscad una manera de sacarte ese objeto mágico extraño sin matarte. Así podrás ayudarme más adelante – sentenció.



Salí de aquella habitación. Mi mente estaba hecha un lío. No sabía si tan solo era un sueño, pero, si el sueño era real, yo pertenecía a una organización la cuál me torturaba. ¿Qué clase de vida era esa? Debía investigar mucho, pero antes iría a ver a Yamu.




* * *



–Sin, ¿qué intentas hacer con Judar? – le reprochó su visir sentándose en la silla que estaba junto a la cama.

–Ja'far, soy consciente de que Judar no miente, pero en caso de que lo hiciera, tengo mis trucos. Y, en caso de que no mienta, es evidente lo que voy a hacer – Su sonrisa era maligna.

–Sin, sabes que no me fio de él, pero ¿no se supone que tú si?

–Y me fio de él, pero a fin de cuentas sigue siendo Judar, y al parecer a comenzado a recordar. Haré que confíe en mí más que nadie en nada para que me cuente las cosas que vaya recordando poco a poco y, así, recolectar información sobre el Imperio Kou. ¿No te parece un buen plan?

–¿Cuándo has pensado en todo esto?

–En cuanto me di cuenta de que había olvidado supe que podía engañarlo. Ahora tiene una actitud dubitativa y es manejable. Los detalles los pensé esta noche. Supongo que es el cansancio de pensar en cada detalle el que ha hecho que ahora esté así, enfermo.

–Ah... No hay nada que se pueda hacer contigo. Has cambiado tanto... – La cara del menor de entristeció.

–Oye, Ja'far, ¿no se suponía que tú no podías oír nada desde ahí?

–Por favor –rió–, eso era si hablábais bajito, pero ese chiquillo chilla bastante. Además, sabes que tengo un oído muy fino.

–En eso tienes razón.

«¿Por qué Sinbad tiene que ser tan distinto de cuando éramos jóvenes? Le he visto cambiar de una forma tan radical que casi ni parece el mismo. Ha vuelto a jugar con la vida de los demás para sus propios bienes. Eso, antes, para él, sería impensable, pero las cosas cambian. Si se enamorara, ¿cómo sería su relación? Bueno, quizás sea imposible para él el enamorarse, o eso es lo que siempre dice...» Pensó el visir mientras reía con su rey.




* * *


Iba caminando, despistado, por los pasillos del palacio cuando me choqué con algo y, por poco, caigo al suelo.

Miré al frente para contemplar con qué me había cruzado de aquella manera tan brusca, pero... ¡No habia nada ahí! Entonces observé como una bola de fuego venía hacia mí, pero antes de que pudiera esquivarla, rebotó en el aire y vi que se dirigía hacía el enano de la trenza azul. Este la esquivó. Al parecer estaba luchando con Yamuraiha, ya que ella también lanzaba ataques y se defendía de los suyos. En ese momento comprendí, ellos estaban dentro de un borg para no dañar el palacio mientras entrenaban. Olvidé que Yam era mestra de Aladdin...



Lo que estaba viendo con mis ojos me estaba dando mucha envidia, pues yo debería poder hacerlo, pero mis poderes estaban sellados. ¡Qué rabia!
Esperé a que terminaran el entrenamiento para hablar con Yamu y no molestarles. Cuando era el momento oportuno, le hablé.



–Buenas, Yamu. Sinbad quiere que quitemos el objeto mágico que paraliza mi poder cuanto antes posible.

–Ya le dije que era peligroso, pero es muy cabezota... Buscaré una manera. La menos dolorosa posible.

–No importa si es doloroso, yo solo quiero cumplir el deseo de Sinbad. Cuanto antes mejor – comenté decidido.

–Pero soy yo quién lo va a hacer y no quiero sentirme culpable luego – respondió algo molesta.

–Aunque sea, localízalo, por favor - le rogué.

–Dolerá, pero si es lo que quieres, no hay más remedio... – me emocioné. Por fin iba a avanzar algo en todo esto de una buena vez – Lo hablaré con Sinbad.



Era una falsa alarma. Adiós, lindas ilusiones. Era consciente de que Sinbad le iba a decir que no.



* * *



Me senté a esperarla en uno de los jardines, bajo la sombra de un árbol. Casi me quedo dormido, pues era muy agradable aquella sensación de frescor al estar sobre la hierba y quedar protegido del sol bajo la sombra de un árbol, pero los nervios no me dejaban estar tranquilo del todo. Necesitaba la respuesta de Sinbad.



Entonces vi la silueta de un hombre alto que se acercaba hacia mí. En efecto, era él, Sinbad. Venía a paso lento, y rápidamente vi que no estaba solo, que Yamu iba detrás suya. ¿Cómo es qué había venido hasta aquí a pesar de estar enfermo?



-¿Cómo estás? - Le pregunté muy preocupado.

-Bien, solo me hacía falta descansar y ya estoy genial de nuevo. Pero eso no es sobre lo que he venido a hablar – me dijo primero con una sonrisa y luego serio.

-¿Qué habéis decidido? - me atreví a preguntar.

-Te quedarás cómo estás, pues solo podríamos localizar el objeto, a costa de mucho dolor, y ni siquiera podríamos sacarlo ni hacer nada más con él – respondió serio Sinbad.

-Pero... ¡yo quiero saber más y más sobre mí! - protesté con los ojos cristalinos ante tal impotencia.

Me di cuenta de que a Yamu recordó algo en ese preciso momento. Yo no sabía que era, pero obviamente le recordé al enano cuando decía que quería descubrir cosas de este mundo. Eso hizo que me diera una oportunidad – Está bien, pero si duele me lo indicas.

-De acuerdo – confirmé.



Me llevó a una sala donde había montones de artilugios mágicos. Cogió una caja que poseía un líquido verde. Lo esparció por su bastón y me dijo que me tendiera en una camilla que había allí.

Lo hice y, apuntándome con su báculo, pronunció un hechizo. El líquido desapareció convirtiéndose en una especie de ondas. Sentí un enorme dolor en mi nuca que no se detenía. El dolor se esparció por toda mi espalda y, de la espalda, a todo mi cuerpo.

Yo sólo podía gritar, pues, además, estaba estático.

Yamuraiha se acercó a mí y me abrazó a pesar de que algo me impedía que le devolviera el abrazo. Me dolía mucho y sentía que quería morir. Que si no paraba en ese instante, me iba a desmayar. Y así sucedió.



* * *



Oí un llanto. Uno desgarrador que parecía que se iba a quedar sin voz de tan alto que desgañitaba. Mis ojos estaban llenos de lágrimas y me dolía la garganta. Era yo quien gritaba.

Abrazaba mis rodillas mientras temblaba en una esquina de una habitación bastante tenebrosa que solo poseía una estantería llena de objetos muy extraños y una cama.

La puerta se abrió de un golpe y entró, por ella, una mujer con el rostro tapado. Solo pude ver unos ojos verdes que pertenecían a su rostro.

A pesar de que me negué y forcejeaba, me llevó con ella de malas maneras. Mi llanto aumentó, pero se frenó al ser golpeado por ella. El temor me invadía.



Me llevó hasta una sala que me parecía bastante familiar. Recordé donde la vi. Fue en un sueño que tuve la noche anterior. Del mismo modo, allí había cientos de los sacerdotes de los que Sinbad me habló.

Miré mis manos y estas eran diminutas. Comprendí, al ver la diferencia de estatura con aquellas personas, que yo no era más que un niño. Sí, estaba dentro de un sueño, pues, además, tampoco podía controlar mis actos, solo observar lo que sucedía.

«Destruye. Lucha. Mata. Acaba con la vida de esos infelices...» me repetían una y otra vez mientras, de nuevo, me torturaban.

¿Es qué acaso pasé mi vida así? ¿Todo el día torturado? ¿Y desde tan temprana edad?” Me preguntaba constantemente.



* * *



Abrí los ojos. Era de noche, pues desde la ventana pude ver las estrellas. Al parecer ya podía moverme, así que decidí levantarme de la cama donde estaba, que de hecho era la misma en la que me quedé inmóvil.

Fue inútil. Mis piernas no me respondían. Solo podía moverme de cintura para arriba. Observé que estaba sólo en aquella fría sala. ¿Cómo iría hacia algún lugar?

Me invadió una sensación que no recordaba haber sentido nunca, pero, al parecer, mi cuerpo sí. Era una especie de desesperación por no estar solo. Tenía miedo.

En ese momento no supe por qué, pero lo primero que me vino a la mente fue su figura. Quería que estuviera conmigo en aquel momento.

 

 



 

* * *

 



 

“Si tengo suerte y recuerda algo me lo dirá sin duda. Ahora solo me queda poder hacer que recupere sus poderes para que se una a mí como mi Magi o, al menos, poder usarlo en mi ejército. Únicamente he de hacer que confíe más en mí, hasta el punto de que no ponga en duda nada de lo que digo para que, así, me jure lealtad”.

 

Notas finales:

Bueno, espero que les haya gustado y, de nuevo, les invito a que dejen review. Leer vuestras opiniones y críticas me hace muy feliz :3


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