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KNIGHT por Fuerza Friki

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Notas del fanfic:

2Min

Fantasía histórica

SHINee

Notas del capitulo:

Toda historia tiene un comienzo, esta si empieza en un reino muy lejano en un tiempo muy diferente.

I

PRIMER CANTAR

[Los peligros en el territorio de Diam]

 

~*~*~

 

Era grato sentir la brisa acariciar mi rostro y revolver mi cabello de forma suave, adoraba el aroma del bosque, el agua y la tierra. Todo en conjunto me hacía sentir que estaba vivo y me recordaba que cada día debía disfrutar de la naturaleza y de lo que ofrecía, como el precioso ocaso que estaba justo frente a mí. Tras unos instantes, jalé las riendas de mi yegua para indicarle que siguiera la vereda y así regresar al campamento donde mis compañeros de Orden debían estar preparándose para descansar.

El territorio de Diam por muchos siglos fue el más próspero, sin embargo algunos lustros atrás un extraño acontecimiento hizo que varias comarcas y provincias se dividieran, literalmente. Mi padre, antes de morir, me dijo que la tierra había sido fragmentada por magia negra, ya que Diam era tan floreciente que no necesitaba de nada ni nadie los hechiceros carcomidos por la envidia y ebrios de celos decidieron ocasionar un fuerte temblor que dejó como resultado pueblos divididos por grandes depresiones, profundas barrancas, empinadas laderas y peligrosos acantilados que fueron conectados por puentes colgantes, pero no todo era tragedia, también habían hermosas llanuras.

—Taemin, tu tienda no se armará sola— exclamó uno de mis compañeros al verme arribar.

—Lo sé, pero un poco de ayuda no me vendría mal— le respondí justo cuando bajaba de mi transporte.

—¡Ja! Sigue soñando—, rodó los ojos y me dio la espalda para continuar con lo suyo. Kim Jong In era un mocoso irreverente, pero eso no hacía que lo quisiera menos. Años atrás la aldea donde vivíamos sufrió un ataque por unos bandidos que se hicieron pasar por comerciantes, cuando el ejército llegó en nuestra ayuda fue demasiado tarde, no quedaba mucho por rescatar. Jong In y yo fuimos de los pocos que sobrevivimos y aquellos jinetes con estandartes decidieron llevarnos con ellos para incorporarnos a la Orden de la Libélula. Ahora pertenecíamos a una de muchas caballerías andantes cuya tarea era cuidar de los puentes que conectaban las aldeas con el fin de que ninguna tuviera un destino como la nuestra.

—Ven preciosa, te daré de comer primero— le dije a mi yegua mientras acariciaba su mandíbula y la llevaba al lugar que habíamos destinado a los animales.

Tras darle también un poco de agua, aflojé el cincho del asiento y lo retiré para que estuviera más cómoda; acaricié por última vez su lomo a manera de despedida y luego me retiré al campamento.

—Deberías dormir y aprovechar que hoy no te toca guardia, mañana partiremos al alba— me informó Sungmin, mi líder de Orden.

—Claro, sólo debo armar mi tienda— pronto oscurecería pero no me arrepentía de haber postergado esa tarea, me gustaba andar por allí admirando el paisaje.

—¿Quieres que despierte a Jong In para que te ayude?

Miré la choza del nombrado, la pequeña cortina que fungía como puerta estaba cerrada y se podía escuchar en leve ronquido.

Negué con la cabeza, —no, no es necesario; él hizo guardia anoche, deja que duerma.

Sungmin rió un poco antes de marcharse y decir, —a veces creo que eres demasiado considerado con ese chiquillo irrespetuoso.

Sonreí antes sus palabras pero no podía evitar ser así, desde pequeños nos conocíamos, Jong In era como el hermano menor que nunca pedí.

Exhalé y me dediqué a armar los lienzos que me abrigarían de la fría noche; no tardé tanto como pensé, o tal vez era la práctica que ya poseía. Me introduje a la pequeña tienda y me quité las botas y gran parte de mi armadura para estar más cómodo, luego desaté mi cinturón y dejé mi espada a un lado; esa espada era lo único que me quedaba de mi padre. La hoja era ligera y afilada, de pequeño yo pensaba que era mágica ya que bajo el sol de tornaba iridiscente; y la empuñadura de color plateado con un dragón antiguo la hacía lucir como una verdadera reliquia.

Me aseguré de que mis pocas pertenecías estuvieran a salvo bajo mis cobijas también y cerré los ojos dispuesto a descansar.

 

El sonido de unas pisadas sobre las hojas secas fue lo primero que escuché, abrí los ojos y noté los tenues rayos de sol; era hora de levantarse, de seguro los pasos eran del guardia del último turno. Me coloqué el calzado rápidamente, ajusté la correa de mi espada y asomé la cabeza; en efecto, era Baekhyun andando entre las tiendas.

Casi inmediatamente Sungmin hizo acto de presencia y no tuvo que decir nada, los que estábamos saliendo de nuestras tiendas sabíamos que debíamos despertar a los demás y recoger las cosas al instante.

Rápidamente recogí las cosas, era más fácil desarmarla que armarla; enrollé las telas, fue a ensillar a mi yegua y coloqué las cosas sobre sus caderas. Cogí una manzana y de unos cuantos mordiscos me la devoré, ya en el camino encontraría algunas moras, o lo más seguro era que nuestro líder ordenara cazar para hacer el estofado de medio día. Pero antes debía cumplir con una importante tarea.

—Mueve tu trasero que es hora de partir— jalé por tercera vez la pierna derecha de Jong In; casi nunca hablaba así, pero si no me ponía rudo con él no obedecía.

—Lárgate de aquí— masculló.

—Bien, como quieras; le diré a Sungmin que él mismo venga a sacarte— dejé caer su extremidad de forma tosca sobre el suelo y me arrastré fuera de la tienda.

No me había alejado ni tres pasos cuando Jong In exclamó, —ya estoy de pie, ¿contento?

—No— fruncí el ceño y lo miré, —apúrate y recoge tus cosas, que yo no te voy a esperar esta vez— remembré la ocasión en que nos separamos de la Orden un par de kilómetros a causa de lo mismo: se había quedado dormido y yo me había ofrecido a quedarme con él.

Lo escuché gruñir y le di la espalda  para que no notara mi sonrisa, era gracioso verlo descalzo, con el cabello revuelto, los ojos hinchados y de mal humor mientras trabajaba a toda prisa.

 

La mañana transcurrió bastante tranquila, al principio las nubes parecieron amenazarnos con un mozón, pero sólo quedó en eso: una simple amenaza.

Cuando el sol estuvo en su punto más alto ocurrió lo que sospeché, Sungmin nos dividió en dos grupos, uno que se dedicaría a buscar alguna perdiz para hacer el estofado y otro que se quedaría en improvisando un campamento; a Jong In y a mí nos asignaron al primer grupo, por lo que decidimos dejar los caballos en el campamento y sólo llevamos nuestras armas dispuestos a cazar.

Sigilosamente nos adentramos en el área más espesa, podría decirse que éramos prácticamente expertos en eso, así que sin palabras, sabiendo que no debíamos alejarnos demasiado nos dispersamos.

—Ojalá encontremos una liebre, hace mucho que no como una— exclamó Jong In que no se separó de mi.

—Cierra la boca si deseas encontrarla— le respondí.

—No necesito hacerlo, cuando la vea la atraparé inmediatamente, soy muy rápido— se jactó, pero entonces escuché unas pisadas demasiado pesadas para ser de una liebre o perdiz.

—Cállate— musité. Pero el tonto de mi amigo no captó mi indirecta ni mucho menos interpretó mi reacción y gesto duro, sólo quiso retarme.

—Soy más rápido que tú Taemin, acéptalo— dijo burlón.

—¡Cuidado!— Grité justo cuando empujé su hombro haciéndolo caer entre unos matorrales, yo me arrojé en la dirección contraria cayendo sobre mi costado izquierdo en un área descampada; de no haber hecho aquello una flecha hubiera atravesado a alguno de los dos.

—Vaya pensé que tu amigo sólo aladeaba en cuanto a su rapidez—, un hombre regordete y de aspecto sucio emergió de entre unos arbustos, quedando justo frente a mí. Tragué saliva de manera pesada, el sujeto fácilmente triplicaba mi masa corporal

Sonrió dejando ver sus amarillentos dientes y dijo, —sería una lástima marcar tu lindo rostro, así que vacía de una vez tus bolsillos— no llevaba mucho conmigo, sólo un par de monedas de oro, mi cuchillo, una daga y mi espada; aún así no iba a darle nada a ese hombre; gente como esa debía pagar por sus fechorías. Me incorporé y sonreí confiado; —jamás, ¿me escuchaste?, jamás tendrás nada de mí— desenvainé mi espada y le hice frente.

Soltó una estrepitosa carcajada, tan fuerte que su asqueroso aliento llegó a mi nariz; — ¿La nenaza quiere pelear?— Exclamó, entonces ya no me sentí tan valiente puesto que otros dos sujetos, no tan corpulentos como el primero aparecieron.

Tragándome el temor y la inseguridad le aposté a todo mi conocimiento, adiestramiento y habilidades. Blandí la espada y pensé en pelear contra ellos, sin embargo me di cuenta que sería imposible ganarles allí, lo mejor era llevarlos a un lugar más espeso. Di un paso hacia atrás y luego corrí, ellos me siguieron y se burlaron por mi "acto de cobardía"; pero cuando estuve un poco más seguro me escondí  tras un enorme árbol y decidí atacarlos, uno por uno.

Al primero logré hacerle una incisión en su brazo derecho, al segundo en la pierna y al tercero y más grandote en el rostro, cerca del ojo.

—¡Me las pagarás, maldito!— Gritó y luego levantó su hacha, yo intenté detener la trayectoria con mi espada y entonces ocurrió algo que me descolocó: la hoja de mi arma se fragmentó.

Impresionado por lo inesperado de la situación caí sobre mi trasero.

Con mi mano derecha sujetaba fuertemente lo que quedaba de la herencia de mi padre, no pensaba dejarla, moriría antes de permitir que se bastardo la tocara. Volvió a levantar su hacha, para ese entonces sus amigos ya se estaban aproximado nuevamente; y cuando bajó su arma en mi dirección me arrastré lejos de su alcance. Me incorporé y volví a correr lo más rápido y lejos que mis piernas me lo permitieron, hasta que llegué a un barranco. Para no caer por la borda frené tan fuerte y repentinamente que incluso una nube de polvo se levantó.

El sudor recorría mi frente y mi mano temblaba de tan fuerte que tenía presionada la empuñadura de la espada; divisé mis opciones, entonces vi un puente que conectaba hasta otro lado del abismo. Corrí hasta él dispuesto a cruzarlo, parecía viejo, tal vez no resistiría pero no tenía elección, no cuando los tipos estaban pisándome los talones.

— ¿Vas a seguir huyendo mariquita?— Soltó mordaz el que tenía herido su brazo.

Di un paso hacia atrás y las maderas crujieron.

—No estoy huyendo— declaré.

— Pagarás por lo que me hiciste— masculló el de la pierna lastimada. Exhalé, si se trataba "de cobrar" entonces lo justo sería acabar con todos los malditos ladrones del mundo. No le respondí sólo seguí avanzando, con suerte no se arriesgarían a seguirme y se marcharían. Pero la suerte no estaba de mi lado, no ese día.

Tuve que acelerar mis pasos en reversa porque los tres se aproximaron al puente. Sin darles la espalda continué cruzando, no sabía qué tanto me faltaba para llegar al otro extremo.

 

—¡Taemin hyung!— Escuché a Jong In llamarme, rara vez agregaba el "hyung". Para ese entonces calculaba que nos encontrábamos a la mitad del camino puesto que era una parte muy baja del puente y las ráfagas de viento más fuertes. Cambié mi espada de la mano derecha a la izquierda; y con la diestra libre busqué en mi cinturón mi daga.

— ¿Qué, ahora pelearás?— se mofó el más grande de cuerpo.

Me apoyé en las cuerdas viejas que fungían como barandas, miré a Jong In, parecía asustado, su expresión me recordó la noche en que los supuestos comerciantes llegaron a la aldea; esa vez me prometí a mi mismo que no dejaría que ninguno de mis seres queridos volviera a salir lastimado, y el único que quedaba era justamente ese muchacho a varios metros de mi llamándome "hyung" agregando un "no lo hagas" cuando comencé a balancear al puente.

Pensé que lo mejor sería echar abajo el puente y hacer caer también a esos desgraciados, lamentaría el hecho de que alguna aldea pudiera quedar incomunicada, pero eso era mejor a que esos u otros rufianes la saquearan.

Los tipos se aferraron a lo que podían y comenzaron a retroceder, pero yo no los dejaría escapar. El movimiento de vaivén comenzó a ser más prominente, y gracias a ello pude divisar el extremo del puente por donde habíamos ingresado, así que antes de que ellos llegaran a tierra firme, hice uso de mi buena puntería y lancé la daga cortando justo una de las sogas que estaban atadas al gran poste clavado en el suelo.

Luego todo sucedió en cámara lenta: vi a Jong In correr para intentar atrapar el extremo de la cuerda cercenada, a los tipos huir para llegar el extremo donde estaba mi amigo, incluso vi a mis compañeros de la Orden aparecer de entre los arbustos en nuestra ayuda.

Sin soltar el arma de mi padre, le di la espalda a la escena y corrí al lado contrario, alejándome de la ellos, tratando de llegar a la borda, pero al sentir cómo la superficie bajo mis pies perdía consistencia con la diestra me aferré a la soga que fungía como baranda.

Gemí de dolor cuando mi pecho y rostro se azotaron contra la roca; al haberme aferrado a las lianas había logrado balancearme y sólo una pared de piedra pudo detener mi trayectoria. Abrí los ojos notando que no estaba tan perdido, sólo tenía que escalar unos metros para lograr llegar al borde contrario a donde estaban mis compañeros, al menos no había caído, de haberlo hecho no viviría para contarlo puesto que la profundidad era abismal. Tras unos segundos, intentando recuperar el aliento, clavé lo que quedaba de la hoja de metal en la pared, con eso escalaría. Solté la vieja soga y con la otra mano me aferré a las piedras más prominentes; de repente escuché los gritos de los hombres, giré un poco para ver sólo como caían junto con los restos del puente, al parecer ambos extremos se habían roto debido al movimiento que hice y ellos al no haber soltado las sogas habían sucumbido.

Miré hacia arriba nuevamente, convenciéndome de que lo lograría, debía intentarlo. Sin embargo resbalé y caí. Sentí un ardor en mi espalda al golpearme contra algo duro y luego todo se nubló.

 

~*~*~

 

Nacer, crecer y morir en Diam, si eres suertudo, como mi hermano, formas una familia en el proceso, sino solo esperas intentando juntar suficiente para sostenerse. El sentido de vivir en un territorio dividido y peligroso como Diam es encontrar algo no aburrido en las cosas cotidianas. Creo que debo empezar explicando, tiendo a ser muy directo con las cosas e intento no gastar mucho mis palabras, pero para explicar la monótona vida de Lencia tenemos que empezar por el inicio de los tiempos.— Compartí estas palabras con una sonrisa a los pequeños niños que me rodeaban, algo que había encontrado para soportar la monotonía, era pasar el tiempo con mis cinco sobrinos, todos varones, todos hiperactivos, todos juguetones y todos esperaban que contaras las viejas historias de mi abuelo.

—Al principio los hombres y los animales vivían en una tierra que se extendía al firmamento, los frutos eran abundantes, la fauna andaba en cuatro patas corriendo por praderas, grandes espacios con agua formaban espejos cristalinos llamados lagos—. Los niños se quedaron en silencio, era una historia que podían escuchar una y otra vez, tal vez era algo común para mi abuelo, pero para nuestra generación parecía un cuento de fantasía, una realidad imposible.

—Diam era poderoso y próspero, en su interior había varios reinos unidos por tratados que evitaban peleas, aunque Diam no era el único territorio— el más pequeño de cabello obscuro y ojos grandes abrazó su conejo de peluche y se acercó para que lo levantase de sus brazos y lo sentase sobre mis piernas. —Cruzando el mar había un poderoso reino, donde los hechiceros y las brujas habitaban, este era llamado Carpamagium, así lo conocía mi abuelo. En sus celos y temor decidieron lanzar una maldición a todo el territorio de Diam, las praderas desaparecieron, la tierra se hundió y muchos pueblos fueron arrasados, nuestra pequeña Lencia se dividió y fue separada de sus pueblos hermanos. Muchas familias fueron distanciadas y por años no se pudieron ver entre ellos.—

—Estaría bien si no viese a MinHyuk a veces.— Uno de ellos dijo empujando al mayor.

—Yo estaría bien sin ver a MinSoo.—El mayor empujó al que había empezado la discusión.

—Pero fue terrible, su abuelo perdió a sus hermanos y pasaron años antes de que se creara el viejo puente conocido como el Anciano.— Continué con la historia y los chicos se calmaron, no eran malos niños, solo que vivían en un espacio reducido de tierra. – Ese fue el primer puente que reunió a las familias pasando sobre el amplio barranco que nos separó del resto del reino, se dice que si llegas a Lencia por ese puente podrás encontrar a tu familia sin importar tan lejos esté.—

—¿Y qué pasó con los hechiceros y brujas? – Miré al menor que me observaba con sus amplios ojos cristalinos.

—Los caballeros acabaron con todos – El tercero, el de cabello más claro y ojos pequeños saltó emocionado —¿Verdad tío Minho?

—Las brujas y magos intentaron destruir los puentes al ver que Diam seguía sobreviviendo y las personas seguían luchando por vivir en la tierra desquebrajada – me hice hacía adelante para dar un tono más dramático y bajé mi voz.— Sin embargo los reinos se unieron para juntar caballeros para defendernos de sus poderes malignos. Tan pronto el Anciano fue terminado una bruja de nariz picuda intentó quemar el puente y un caballero vestido de titanio se presentó con su espada de diamante. Luchó contra la horrible hechicera y la arrojó al fondo del barranco. Pero fue maldito en el proceso y lentamente se comenzó a volver en piedra. Sus compañeros intentaron salvarlo, pero sigue esperando por ayuda en nuestra pequeña plaza – señalé a la ventana y todos voltearon.

—¡Minho! – Mi hermano entró alzando la voz y todos dimos un salto.— Deja de contarles historias de caballeros.— Todos salieron corriendo excepto el pequeño.

—¡Uuuy lo regañaron!

—¡El tío Minho está en problemas!— Las risas acompañaron los comentarios. Las historias de caballeros eran buenas para los niños, pero mi hermano no era fan de los grupos. Les decía la plaga de Lencia.

Lencia fue uno de los pueblos más desafortunados, era sumamente pequeño y había ruinas en las orillas de las casas que se habían dividido durante el hundimiento. Una gran fisura de un metro y medio pasaba por la mitad de la calle principal donde los adoquines se dividían y pequeños puentes de piedra servían para unir ambos lados de la calle donde pululaban los negocios.

Nuestro negocio también estaba en la calle principal entre la pequeña tienda del panadero y una vieja librería. Y al frente cruzando uno de los puentes estaba una pintoresca florería.

—Ayúdame a terminar los barrotes para las ventanas – afirmé con un suspiro. Nuestra herrería tenía siglos, era nuestra herencia familiar, lo que haríamos hasta la muerte y pasaríamos a nuestros hijos.

—¿Los que van decorados con flores? – El afirmó tomando unos cuantos trapos de la esquina del cuarto donde me quedaba, era obscuro y de piedras viejas y llenas de hollín porque estaba sobre nuestro horno. Era cálido en invierno pero un martirio en verano. – Recordé que tengo algo más que hacer.— Intenté salir por la estrecha puerta que daba al pasillo.

—Ni lo intentes – el fuerte brazo de mi hermano detuvo mi paso, los herreros tenemos brazos gruesos y cicatrices en ellos debido a nuestra profesión.  —Ya deberías estar ayudando de tiempo completo en el taller—,  fue un regaño paternal, muchas veces parecía más su hijo mayor que su hermano.

—Pero debo jugar futbol con los niños— intenté excusarme, me juntaba con los niños del pueblo. Las personas de mi edad se casaban o dejaban el pueblo cruzando alguno de los tres puentes: El Anciano al este, La Virgen al sur y La Maleza al norte. Yo sentía que era un fastidio salir de Lencia, al final debería volver ahí y seguir con mi destino ya prescrito.

—Ya deberías crecer— bajó conmigo por las estrechas escaleras de madera que rechinaban con nuestros pasos. Éramos chicos altos y fortachones, mi hermano tenía algunas marcas en su rostro podíamos ser intimidantes.

—¿Y ser más alto? — Dije en tono de broma con asombro.

—Tonto— golpeó mi nuca mientras entrabamos al taller, las piedras estaban negras por el humo, el horno soltaba su luz naranja y el olor a hierro inundaba el lugar. Miré al frente, a la florería, algunas niñas estaban contentas viendo las flores.

—Todo está tranquilo hoy.

—Porque no hemos tenido esas sanguijuelas que se hacen llamar caballeros.— Mi hermano no toleraba a los caballeros andantes, no entendía el por qué bien. Pero cuando llegaban las tabernas y posada del pueblo se llenaban de vida, si armaban fiestas y causaban disturbios pero también resguardaban los puentes. Para no tener que tratar con ellos decidió ser el primer herrero de nuestra familia que no haría armas. Así que se dedicó de lleno a adornos, ventanas, piezas de puertas, barrotes, pasamanos y candelabros.

—¿Cuándo debes acabar?— Pregunte tomando un poco de hierro para llenar una de los calderos y derretirlo.

—El comerciante llegará mañana por El Anciano – tomó su gran martillo y con pinzas sacó una varilla al rojo vivo para golpearla contra el yunque.

—¿Ya se enteraron? – Una chica bajita de cabello largo y negro se asomó a nuestro taller.

—¿Qué pasó? – Me acerqué a ella, era la única chica de mi edad en el pueblo. Tenía un lindo vestido y cargaba unas flores. Ella era la dueña de la florería del frente y también la prometida que había escogido mi hermano para mí.

—El Anciano ha caído – giré rápido a ver a mi hermano el cual lanzó las pinzas y el hierro candente a una cubeta con agua enojado.

—¡Demonios!— Se quitó su delantal de cuero y lo aventó también. Me asomé hacía la estatua al final de la calle principal, el caballero blanco aún se erguía con orgullo.

—¿Se habrá cansado de esperar? – La chica me preguntó sabiendo en lo que pensaba. Él había jurado protegerlo según mi abuelo.

—Creo que en este punto El Anciano era más un peligro que un beneficio.— Mi cuñada apareció cargando una canasta con pan y algunas verduras. – Buenos días Bora – saludó a la muchacha que respondió con una reverencia tomando su vestido a ambos lados.

—Buenos días.— Contestó con alegría y me gire a ver a todos.

—Llegar a La Virgen o La Maleza hará que todo se retrase dos o tres días.— Ignoré un poco la preocupación de mi hermano, hacía todo un drama por eso. Me interesaba más saber cómo había caído el puente.

—¿Sabes qué pasó? – Le pregunté a la chica que negó. –Bueno… — Me salí mientras que su hermano seguía con su drama.

—¿Irás a ver? – Mi cuñada me conocía mejor, cuando algo no me importaba era indiferente, cuando algo me interesaba hacía de todo por ello. – Si vas – me entregó una cubeta de madera unida por bandas de acero – trae algo de agua.

—Que fastidio – dije comenzando a avanzar hacia el lado este del pueblo.

—Espérame – la muchacha alegre con olor a flores me siguió.

—Voy contigo—; me giré para verla, no quería estar cuidando de alguien si iba de curioso.

—Ya te he dicho que solo por ser mi prometida no te convierte en mi amiga.— Seguí avanzando dejándola atrás balanceando el balde para el agua. Primero pasaría por el agua ya que desde la entrada del abuelo podría llegar rápido a la calle principal. Debido a que estaba acostumbrado al martillo y cargar el hierro, llevar una cubeta de agua no me cansaba para nada.

Caminé hasta uno de los bordes y me asomé por un momento. Se supone que no debes mirar mucho tiempo al fondo de los precipicios y barrancos porque despiden magia negra. Mi padre decía que el rostro de la vecina había sido deformado porque se quedó parada en el puente intentando ver el fondo de la barranca.

Me volví a asomar y un grupo de liebres salió volando desde donde estaba la pequeña cascada que caía sobre unos cuantos descansos antes de caer a lo profundo del barranco. Debido a las fisuras muchos animales se habían transformado en poco tiempo para sobrevivir en el nuevo entorno. La magia negra había ayudado, las liebres eran las más peligrosas, cuando te descuidabas se robaban tu comida, también había caballos que volaban, eran animales muy preciados y cuando te encontrabas alguno podías venderlo por mucho oro a los nobles.

Mis favoritos eran las ranas con membranas que servían para que saltaran cientos de metros y planearan, eran muy tiernas. De seguro podría ver algunas cerca del manantial o eso pensaba. Pero al llegar vi algo muy diferente, del asombro solté la cubeta que giró golpeando los escalones de rocas y cayó a lo profundo sin hacer sonido.

Ante mí una figura delgada extendía su brazo izquierdo mientras su brazo derecho colgaba inmóvil junto a su torso, se tambaleaba y parecía que avanzar era un tormento —¿E… Estás bien? – Pregunté tontamente sin acercarme. El lado derecho de su rostro estaba pintado de rojo, posiblemente tenía la cabeza lastimaba y la sangre brotaba de ahí, su cabello se veía humedecido y se pegaba a los bordes del rostro. Intentó hablar pero ningún sonido salió de su boca abierta con dolor delimitada por sus labios carnosos.

Se dejó caer de rodillas y el sonido de su armadura tintineo haciendo un eco en las paredes de la barranca. Me acerqué rápido, como sus piernas tan delgadas no iban a ceder, más en ese estado. No tardó en perder el conocimiento mientras me acercaba.

Cuando al fin estuve cerca estaba seguro que no se trataba de una delicada y frágil chica que era algún estilo de caballero. Si no un chico que me parecía imposible que fuese un caballero.

—Reacciona— lo tomé con mis brazos que lo rodearon sin problema, de verdad era tan esquelético, pero había un encanto en sus pómulos marcados y pálida piel. Era un caballero que no parecía caballero. Lo sacudí suave intentando obtener una reacción, pero no había nada. Sin soltarlo me acerqué a su rostro para sentir su respiración contra mi mejilla. Aún la sentía, suave y con adictivo aroma a menta. No había llegado ahí hace mucho, miré alrededor y no había nadie, esperaba ver un grupo de ellos o por lo menos su escudero. Pero no había nadie, el chico estaba solo y muy herido. Suspiré y me separé un poco para empezar a quitar algo de su armadura. Solté las piezas de metal dejándolas de un lado lo que causaba un golpe con eco. Su torso quedó un poco descubierto mostrando la maltratada piel, está cálida piel narraba una larga y sangrienta historia.

—Solo eres un niño—, dije un poco de conflicto al ver su joven rostro con los ojos cerrados. Me acerqué al borde de sus pantalones que tenían piezas de metal, tragué saliva y negué, solo le quitaría las pesadas botas y con eso sería suficiente. Lo recosté un momento sobre la piedra con musgo que rodeaba el pequeño espacio donde el agua de la cascada se juntaba. Parecía un poco más apacible y el dolor no se mostraba más en su rostro. Removí las botas dejándolas también en el lugar y lo cargué sobre mi espalda. Luego mandaría a los chicos por los pedazos de armadura, por ahora tenía que llevar rápido al muchacho con el doctor del pueblo. Parecía que había sufrido un fuerte golpe por lo menos. –Tranquilo – volví a hablar solo, prácticamente – pronto tendrás ayuda pequeño.

Notas finales:

Muchas gracias por leer.

 

Estamos muy agradecidas.

 

Star y FF


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