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Y volver a empezar por Suna no Fujoshi

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Notas del fanfic:

Como ya se ha dicho en el resumen, la historia no se centra en un único personaje principal aunque es cierto que en un principio se desarrollará a partir de los más importantes y poco a poco se irán mostrando sus conexiones con los demás personajes de su entorno, destacando el papel de los más relevantes. 

El fic es narrado en tercera persona, pero procuraremos mantener lo más cercana posible la perspectiva del lector a la del personaje. 

Puede que la sinopsis sonara un tanto "dramática" ahora que la leo, pero les prometo que en más de una ocasión lograremos - o esa es nuestra intención - sacarles una carcajada o, por lo menos, una sonrisa. 

Saludos a lectores y curiosos, de parte de las escritoras, Suna y Aeris~ 

 

 

PD: A los interesados, Suna es una chica con muchas ganas y cuyo primer fic es éste, el cual se esfuerza por escribir de la mejor manera para que una servidora (Aeris) pueda editar con el menor esfuerzo posible y tengo que agradecerle mucho, así que se recibirán vuestro apoyo y comentarios con gradísima ilusión. Si a algún interesado le gustan los fics del fandom de Naruto, también pueden pasarse por mi perfil (Aeris Shinigami) y echarle un vistazo a 'Del Otro Lado' (me tendrán que cobrar por publicitarme aquí? jajaja). 

 

Notas del capitulo:

Hola, hola caracolas. Mi nombre es Belén, pero acostumbraré a llamarme Suna (así se llama mi yo interior), por tener, además, un nombre más... ¿artístico? Digamos que si. 

Este es el primer fic que escribo de temática homosexual que me atrevo a publicar (a pesar de que soy una gran fanática del yaoi xd) y es es la primera vez que alguien más que no sea yo lee mi trabajo (aparte de mi senpai, claro) así que tened piedad si meto un poco la pata, pls. Aceptaré todas aquellas críticas constructivas puesto que mi interés es mejorar, pero espero que la gente que mira historias por el mero hecho de criticar cosas peores que las suyas se abstengan. Yo no vengo aquí a competir, ni nada.

Bueno, de hecho, esta es una historia que escribimos en conjunto con una amiga, Aeris. Intentamos repartirnos las tareas para que esto no quede muy inconexo,escribiendo la una (Suna) y corrigiendo la otra (Aeris) a la par que planeamos todo el contenido en conjunto, así que no temáis que ocurran cambios repentinos en la forma de escribir o fallos temporales, de eventos, etc, sabemos que es una p*tada cuando ocurren estas cosas así que nos fijamos mucho en ello *carita sonriente*

 

En fin, espero que el primer capítulo os deje con ganas de más y sigáis esta historia de cerca :D ¡Prometemos no decepcionaros! 

 

Aún era temprano para que hubiera tanto bullicio en aquella pequeña ciudad costera. El rugir de los motores se escuchaba por encima de los cantos de los pájaros, que dibujaban círculos sobre un cielo azul, desprovisto de nubes. La atareada gente que iba y venía por las calles no parecía haberse dado cuenta de aquello, ninguno de ellos se molestaba en levantar la mirada para contemplar aquella hermosa danza de las aves. Nadie a excepción de un muchacho que maldecía su suerte al pensar en que el lunes acababa de comenzar.

- Joven, ¿se encuentra bien? Su ropa se arrugará si sigue tirado de esa manera tan poco decorosa.

El adolescente, apenas pasando la decena de edad, soltó algo parecido a un gruñido y le dio la espalda al chófer del vehículo. En aquel momento, lo único que deseaba era traspasar el fino cristal que lo separaba de las aves y danzar con ellas, desaparecer y ser libre.

- Bastian... ¿no se aburre de hacerme la pelota? - murmuró quedadamente, sin muchas ganas de entablar una conversación.

- Es mi trabajo, joven. - dibujó una sonrisa cariñosa conociendo de antemano el carácter arisco de su pequeño superior, pero este no pudo ver aquella insignificante muestra de afecto.

El estudiante permaneció en aquella posición durante todo el camino hacia su propio infierno, también conocido como instituto. Ni siquiera quería recordar el nombre de aquel dichoso lugar.

El vehículo, un llamativo M3 negro, dobló la esquina y, unos cuantos segundos después, ya se había detenido frente al recién mencionado edificio. En su interior, el chico se removió incómodo, maldiciendo entre dientes su mala suerte. Desde luego, no le hacían gracia ni el lugar ni la gente que se pavoneaba por éste, intentando llamar la atención continuamente.

- Solo necesitan colgarse un cartel a la espalda que diga "Necesito un poco de autoestima". - pensó para sí mismo, al tiempo que una de sus manos se posaba sobre la manija plateada del auto.

- ¡Qué tenga un buen día, joven!

Su mirada castaña se posó sobre el pobre hombre con reproche, inflando casi sin darse cuenta los mofletes, cansado de aquella estúpida formalidad que lo envolvía a donde quiera que fuera. Ni siquiera se molestó en despedirse cuando bajó del coche, cerrando la puerta de un golpe seco.

- No necesito ninguna niñera... - susurró entre dientes, mesándose los cabellos rubios que se le rizaban de forma molesta cada mañana.

Caminó unos cuantos pasos, con la mirada centrada en sus carísimos zapatos que le habían obligado a estrenar, antes de sentir un ligero pinchazo en su nuca y saber que todas las miradas estaban centradas en él... Otra vez. Alzó la mirada con valentía, casi como retándoles a que se acercaran, disfrutando de sus patéticas reacciones.

- ¿Ese no es...? Sí, sí, es él. El hijo de... Dicen que su vida es un completo infierno... No me extraña que siempre traiga esa cara. ¿Nos acercamos? No, no, mejor no. - llegó a escuchar los rumores mientras atravesaba el patio, con el mentón alzado.

A pesar de su pequeña estatura, que a duras penas alcanzaba el metro y medio, aun estando cursando cuarto de la ESO (primero de preparatoria), y aunque no era el hombre más simpático, a decir verdad... Con todo ello, él se enorgullecía de ser quien era, Lyon Ameris. Pues no había otro igual a él. Por el contrario, se dijo para sí, el resto del mundo no era más que un borrón de gente que luchaban por imitarse los unos a los otros.

- ¡Tsk! - chistó por lo bajo, metiéndose las manos en los bolsillos.

Seguidamente, entró en el edificio dedicándole un único pensamiento al lugar.

- Odio este sitio.

 

 

***

 

" El graznido de un cuervo me alertó, obligándome a alzar la cabeza con un movimiento seco e inseguro. Lo único que había sobre mi cabeza eran ramas oscuras, desprovistas de hojas, que se curvaban de manera siniestra, asemejándose a las feroces garras de un animal hambriento. Algo me decía que aquellas querían estirarse y arañarme la piel, probar mi sangre... No me detuve. Seguí corriendo por aquel lugar como si las sombras se alzaran y me persiguieran, susurrando mi nombre. Corrí hasta que los pulmones me ardieron. Pero no podía detenerme, si me detenía ahora..."

 

- ¡Hanna! - sus dedos se detuvieron, alzándose ligeramente por encima del teclado del moderno portátil blanco - ¡Llegarás tarde!

- ¡Pero mamá...! - el quejido de la chica se escuchó con fuerza, intentando llegar a unos oídos ajenos.

- ¡Nada de peros! Tienes que ir a clase.

Aquella extraña chica bufó, bajando la parte superior del portátil con fuerza y empujando hacia atrás la silla en la que estaba sentada. Se levantó de ésta con un movimiento lento y pesado, apoyando primero un pie y luego el otro, arrastrándose hacia el armario como si de un zombie se tratara.

A diferencia de cualquier otra chica de su edad, ella no se tiró una eternidad eligiendo la ropa que se pondría aquel día. Por el contrario, siempre había sido del tipo de chicas que prefería los jerseys anchos antes que los tops que dejaban el ombligo al aire. Aunque el hecho de acudir a un centro privado facilitaba mucho las cosas, ya que todos tenían que vestir el mismo uniforme. Cogió la camisa blanca con una mano y con la otra tironeó de un jersey celeste bastante feo... le faltaba algo todavía... la falda se encontraba extendida sobre la cama, perfectamente planchada. Obviamente aquello era obra de su madre, ella misma no se molestaba en planchar su propia ropa.

Se vistió en silencio, añadiendo a su vestuario un par de medias azules que cubrían sus piernas en su totalidad. Arregló sus lacios y castaños cabellos con una mano, agitándolos delicadamente antes de decidir que aquel día también los recogería en una coleta alta. Se calzó los zapatos negros, enrolló su bufanda favorita alrededor de la piel sensible de su cuello y, por último, deslizó las gafas de montura negra por su pequeña nariz.

- Siempre seré la rara, ¿verdad? - pensó, mirándose en el pequeño espejo que había en el armario de su habitación. Éste le devolvió la imagen de una chica adolescente, piel clara y grandes ojeras marcando dicha tez, originadas por un cúmulo de largas noches en vela, escribiendo en aquel blog que había olvidado cerrar antes de apagar el ordenador.

Tras encogerse de hombros con indiferencia, se decidió a bajar las escaleras y reunirse con su familia en la cocina. Su madre acababa de depositar una tostada sobre su plato, la cual cogió y se introdujo en la boca antes de despedirse de su progenitora con un movimiento de mano. Después de todo, sí que llegaba tarde.

- Hermanita... ¿ya te vas?

La muchacha volteó con sorpresa, para enfocar el rostro redondo y sonrojado de su hermano de seis años, quien balanceaba los pies ya que no llegaba al suelo con éstos, y al que no había detectado en un principio. Se acercó para acariciar su espesa cabellera castaña y ligeramente punteada en la parte trasera, con un ademán cariñoso.

- Tengo que irme, Mike. - masculló, tragando apresuradamente.

- Pero luego me ayudarás con los problemas de mates, ¿verdad? - el chiquillo hinchó los sonrojados mofletes, como reprochándole -. Lo prometiste. Prometiste que me ayudarías.

- Y lo haré. - sonrió un poco, apartándose ya - ¡Me voy!

Llegó a escuchar cómo su madre la despedía con un "Adiós" antes de abrir la puerta y salir a la calle. Pese a lo muy abrigada que iba la chica, el clima era bastante cálido, tanto, que la persona que la esperaba apoyada sobre el portón vestía la falda más corta que había visto en toda su vida. La nombrada  joven, de una larga cabellera negra como el azabache, se giró al oír el ruido de la puerta al cerrarse. Una sonrisa se extendió por su rostro, el cual sin exagerar, parecía perfecto, lo que hizo que el chupa-chups que sostenía entre los labios estuviese a punto de caer.

Hanna se acercó, caminando con lentitud propia hacia ella. La chica sujetó el dulce con firmeza y le golpeó la frente con la redonda cabeza roja de éste.

- Ha-nna. - dijo de forma alegre, sonriendo anchamente.

- Asqueroso. - murmuró ella, frotándose el lugar del impacto con el dorso de la mano. Los curiosos ojos castaños que tenía delante inspeccionaron su rostro - Buenos días, Lucy.

Hanna comenzó a caminar, contando con la presencia de su amiga  que a su lado iba introduciéndose nuevamente el caramelo en la boca. La castaña se fijó en su camisa, con los botones superiores desabrochados, dejando a la vista una sinuosa línea. Negó con fuerza, revoleando los ojos, al recordar cómo era el carácter de su mejor amiga.

- Hanna. - repitió Lucy, frunciendo de a poco el ceño - Siempre vas muy tapada, ¿no tienes calor? ¡Vamos, enséñame las tetas!

Sus manos agarraron la bufanda, tirando de ésta hacia un lado, intentando desnudar a su pobre amiga. Hanna soltó un gritito, cerrando las manos sobre su pecho, apartándose todo lo posible de aquella loca. El forcejeo duró apenas unos segundos, terminando con la risa cantarina de Lucy, que sacaba el buen humor de dios sabe dónde a aquellas horas. Aquel comportamiento no era nada inusual por parte de la muchacha, tanto así que Hanna ya se había acostumbrado hacía mucho tiempo a todo tipo de comentarios obscenos o intentos de ser desnudada. Sabía que Lucy se comportaba así sin motivo aparente - salvo el exceso de confianza quizá -, y no le molestaba porque era su mejor amiga, simplemente.

- ¿Y tu hermano?

Lucy puso los ojos en blanco, jugueteando con el chupa-chups durante un par de segundos.

- Ya sabes como es, quería llegar puntual.

- Hm.  - fue su respuesta, comprendiendo sin más palabras.

Las chicas caminaron en silencio durante todo el trayecto desde la casa de los Stevens hasta la privada institución, que en aquel momento estaba repleta de estudiantes.

Como ocurría con frecuencia, los hombres posaron los ojos sobre el cuerpo delineado de Lucy de forma inmediata, devorándola con la mirada, mientras que a ella la ignoraron por completo, como si fuera invisible. Pero no le molestó, estaba acostumbrada a ello.

De pronto sintió el codo de Lucy impactar con suavidad sobre uno de sus pechos, mas aquello no formaba parte de su juego; con aquel movimiento le estaba indicando algo.

- Mira. - susurró, con los oscuros ojos sobre lo que quería mostrarle, señalando un M3 negro que acababa de frenar a pocos pasos de ellas.

Hanna dejó caer la mirada sobre el vehículo, del cual acababa de salir un muchacho de baja estatura y cabellos dorados. Los murmullos comenzaron a hacerse audibles casi instantáneamente. Era él, Lyon Ameris.

- Dicen que su vida es un completo infierno... No me extraña que siempre traiga esa cara. - murmuró Lucy, tirando de golpe de su mano, arrastrándola hacia la entrada - Vamos, estoy empezando a sentir deseos de asesinar a todos estos babosos. - rió de forma cantarina al tiempo que señalaba a sus admiradores con la mirada y les dedicaba una falsa sonrisa.

Su amiga asintió, sin dejar de mirar al pequeño muchacho por el rabillo de los ojos. Pese a aquella postura erguida de valentía, en aquel momento Hanna tenía la certeza de que, en el fondo, Lyon tenía miedo.

- Pobre chico. - pensó, antes de dejar el patio a su espalda.

 

***

 

Sus dedos, finos y delicados, se cerraron con fuerza sobre el material débil de la carpeta que contenía el listado de la clase de Segundo de Bachiller de Ciencias. El chico portaba con él una expresión tranquila y seria, muy diferente a la de los estudiantes que parecían medio muertos a primera hora de la mañana.

- Espero que los tamagochis se arreglen pronto. Odio pasar a por la lista. -pensó, sin abandonar aquella máscara de tranquilidad que contemplaban los demás, ajenos a sus pensamientos -. ¡Lo odio, lo odio, lo odio!

Suspiró, cerrando los ojos para relajarse. Se puso en movimiento al instante, abandonando la conserjería para volver a subir las escaleras, rumbo a su aula. Aquel día, al igual que siempre, sus cabellos lisos estaban perfectamente peinados, cayendo con delicadeza sobre la tez pálida de su rostro, sus ojos verdes apagados parecían observarlo todo, su nariz fina y delicada dejaba reposar la montura de unas gafas de pasta que le sentaban francamente bien. Aunque con aquella complexión delgada y espigada que le proporcionaba su impresionante altura nadie lo hubiera dicho, le gustaba el ejercicio... por eso y porque detestaba los lugares pequeños, decidió no tomar el ascensor. Estaba dispuesto a subir el primer escalón, cuando un sonido lo detuvo.

- Hoooooooola. ¿Hay alguien aquí? - el silencio fue la única respuesta a su ruidosa pregunta -. ¡Socorro, me muero! - más silencio - ¡Pues vaya! O no hay nadie o no les importa la seguridad de sus alumnos.

El moreno se giró utilizando los tobillos, volviendo sobre sus pasos, con la carpeta apretada contra el pecho.

El chico que había hablado era unos cuantos centímetros más bajo que él, con su cabellera castaña clara completamente desordenada, cada mechón apuntando en una indefinida dirección diferente y sus ojos, de un azul intenso, enmarcados por unas espesas pestañas.

Pese a vestir el uniforme escolar, parece salido de una banda callejera. - pensó con desagrado. La camisa arrugada, la corbata mal anudada y, como gota culminante del vaso, en vez de utilizar zapatos de vestir, llevaba converses azules. El chico frunció el ceño ante semejante ejemplar.

- ¡Oye, desaliñado! - lo llamó.

Los ojos azules del menor se posaron sobre él, confundido y aliviado a un tiempo, al darse cuenta de que alguien le hacía caso.

- ¡Al fin! - murmuró, acercándose en dos zancadas - Perdona, ¿eres tú el conserje?

- ¿Tengo cara de conserje, acaso? - masculló entre dientes, con una ligera venita formándose sobre su ceja derecha, clara señal de que le molestaba la insinuación.

El otro rió de manera escandalosa, rascándose la nuca en un gesto despreocupado, cerrando aquellos orbes tan azules como un cielo despejado.

- Perdón, perdón, no me comas.

- ¿Qué es lo que quieres? - masculló, mirándolo de arriba a abajo y sufriendo un ligero espasmo. ¡Por favor! ¿Cómo podía vestir de aquella manera? Su simple imagen desordenada era suficiente para que apretara los dientes y entrecerrara los ojos.

- Qué borde. - susurró por lo bajo, antes de carraspear y volver a sonreír como si nada - Soy nuevo, pero nadie me ha dado un mapa de este sitio... ¿me podría indicar usted donde esta el aula de cuarto C? - preguntó con cierto aire burlón, observando como otra venita se alojaba, con la forma de  una telaraña, en la frente de aquel alumno que parecía llevar metido un palo en algún lugar indecente.

Giró el rostro de golpe, agitando ligeramente su negra cabellera hacia un lado, acompañando aquel movimiento con el resto de su cuerpo. El novato parpadeó, pensando que aquel personaje era demasiado serio como para aceptar aquel tipo de broma (o cualquier tipo de broma) y que aquello había conseguido que se marchara sin dedicarle ninguna otra palabra... a ver dónde encontraba ahora un guía. El joven chasqueó entonces los dedos, despertándolo de sus cavilaciones.

- Sígueme, novato.

Sonrió, ajustando la bandolera sobre su hombro izquierdo y echando a correr tras él. Una vez estuvo a su altura se llevó las manos a la base de la nuca, alojándolas allí, con aire despreocupado. Subieron un tramo de escaleras en completo silencio, escuchando tan solo el sonido de sus zapatos sobre el suelo brillante (probablemente lo hubieran encerado hacía poco). Fue cuando comenzaron a subir el segundo piso que el moreno centró su mirada en él.

- ¿Cómo te llamas, novato? - preguntó en un susurró, tamborileando con los dedos sobre la superficie lisa de la carpeta que llevaba.

Éste volteó el rostro, sonriendo de lado de forma traviesa.

- Tú puedes llamarme Cris.

- ¿Como Cristina?

Arqueó las negras cejas, consiguiendo que tres ligeras arrugas se formaran en la pálida piel de su frente. El tal Cris no dejó de lado su amplia y bonita sonrisa, sino que la ensanchó amigablemente, enseñando dos hileras de dientes.

- Qué gracioso. - silencio - ¿Y tú? ¿Tienes nombre?

- Neil Neymour. - anunció, con un ligero matiz de orgullo.

Cris se encogió de hombros, sin darle mucha importancia al nombre. Si se lo había preguntado, era por simple educación, está claro.

Entraron en el pasillo que alojaba las aulas de cuarto y tercero y caminaron en un repentino mutismo, justo hasta detenerse frente al aula que anteriormente se había mencionado. El más bajo bajó los brazos, sujetando el asa de la bandolera con ambas manos.

- Está nervioso. - afirmó mentalmente Neil, suspirando entre dientes.

Dio un pasito hacia delante, separándose un poco.

- Eres un chico extraño, - murmuró con un movimiento de mano que le advirtió de que no terminaría allí la frase - pero pareces amable.

- ¡Se hace lo que se puede, dattebayoo! - exclamó entonces el nuevo, rascándose la nuca de forma casi automática.

Neil abrió los ojos de golpe, parándose en seco. Una ligera gota de sudor recorrió su rostro, comenzando en el inicio del cabello y deslizándose hasta su barbilla. Cris ladeó el rostro, confundido.

- ¿Da... Dattebayoo? - preguntó susurrando, casi sin voz, moviendo un pie hacia atrás. Sin previo aviso se abalanzó sobre el más joven, soltando la carpeta y cerrando sus dedos sobre aquellos hombros, acercándolo tanto a él que sus frentes acabaron unidas - ¿Te gusta Naruto?

- Bonitos ojos verdes. - afirmó el menor, sin entender nada.

- ¡Responde!

- ¡Sí, sí, me gusta! - movió el rostro, poniendo los ojos en blanco - ¿Hay algún problema?

Neil se retiró, arreglando el nudo de su corbata con tranquilidad y agachándose para recoger la carpeta que había dejado caer en un arrebato. Su expresión volvió a ser una máscara de indiferencia.

- Hm. No, claro que no. En fin, - cambió la expresión colocando una mano en su cadera - esta es la clase. Será mejor que entres. - deslizó la mirada hacia su reloj de pulsera- ¡Mierda, llego tarde!

Comenzó a caminar por el pasillo sin despedirse, marcando el compás de sus pisadas con ambos pies. Su clase se encontraba en la planta baja, pero primero debía hablar con el profesor de matemáticas para que les cambiara un examen, por lo que aún tenía que subir al segundo piso sólo para volver a bajar los dos tramos de escalera después.

- ¡Gracias por la ayuda! - escuchó que gritaba aquel novato, pero no se giró.

Rápidamente dobló la esquina y comenzó a subir los escalones, ayudándose de la barandilla para coger impulso. Sus ojos verdes parecieron sonreír durante una fracción de segundo.

- Le gusta Naruto...  - pensó, curvando la comisura derecha sin darse cuenta.

 

***

 

Deslizó el lápiz por la hoja cuadriculada, trazando un nuevo dibujo en la libreta que supuestamente utilizaba para la clase de historia. Lyon era un buen estudiante, eso no se podía desmentir, pero aquella clase estaba resultando increíblemente aburrida. ¿A quién se le ocurría hablar de la Segunda Guerra Mundial a las ocho de la mañana? Ni el mejor de los estudiantes podría permanecer atento durante más de cinco minutos.

El rubio solía sentarse en la última fila, junto a la ventana y completamente solo. No era así porque nadie quisiera sentarse con él, no. Él mismo había dejado claro el primer día de clases que no quería que nadie ocupara un lugar junto a él. Y así había sido.

Siguió dibujando, desde gatos con ojos saltones pasando a melodías musicales que probablemente sólo él sabía leer.

Llevaban media hora de clase cuando la puerta se abrió, dejando entrar a un nuevo chico de aspecto despreocupado.

- Buenos días. - saludó, amable y sonriente, mirando los rostros a los que tendría que acostumbrarse pronto, no sin cierto nerviosismo - Hm, yo soy el nuevo...

El profesor no le dejó terminar, pues se había inclinado sobre la lista de clase buscando a la única persona que había faltado aquel día a su preciada lección.

- El joven Right... ¿cierto?

El aludido asintió, agitando sus cabellos con fuerza. Todo el mundo se había quedado mirando a aquel chico de cabellos castaños y ojos azules, tanto las mujeres como los hombres, las primeras sorprendidas de contar con un tío como aquel que agradaba tanto a la vista, y los otros con cierta curiosidad. Todos miraron. Todos... menos Lyon, el cual seguía dibujando distraídamente. Sí, le había oído entrar. Sí, le había oído decir un par de tonterías, intentando hacerse el gracioso... pero aquel chico no merecía que alzara la cabeza y le siguiera el juego como hacían todos los demás.

- Bien, preséntate, entonces. Si quieres.

El chico carraspeó, colocándose en el centro de la clase, expuesto a la mirada de todos sus futuros compañeros.

- Mi nombre es Cristopher Right, pero podéis llamarme Cris si queréis. -una sonrisa amable que les robó el corazón a muchas - ¡Y quiero que sepáis que este instituto me gusta más que jugar al Ninja Storm los domingos!

Los dedos de Lyon, aún cerrados sobre el lápiz, hicieron tanta fuerza sobre éste que acabaron por romper el fino instrumento de madera. Sus ojos castaños se agrandaron, claro símbolo de sorpresa y se movieron lentamente desde la hoja cuadriculada hasta aquel muchacho, que aún sonreía amigablemente. Podía haber más de un idiota con aquel nombre. Podía haber más de uno con el mismo apellido. Pero dudaba que existieran dos idiotas con aquella dichosa coletilla.

- No puede ser. - fue lo único que pasó por su mente embotada.

Sus dedos se cerraron con fuerza sobre los restos del lápiz que acababa de romper, clavándose las pequeñas astillas en las palmas desnudas.

- Ay, madre. - musitó.

Notas finales:

Qué os ha parecido? *guiño, guiño* 

Cuando se nos ocurrió a Suna y a mí (lo siento si os lía esto de los cabios de personalidad xD) escribir esta historia - una tarde de esas en las que por fin tienes un rato en el que no hay exámenes para los que estudiar ni tareas que hacer... existen, lo prometo, no son los padres - nos entusiasmamos tanto que casi la planeamos por completo en la emoción del momento. Claro que con el tiempo vamos perfeccionando cosillas, tejiendo mejor el contenido y perfilando las personalidades de los personajes. Y si hay algo de lo que, en mi opinión (y es una opinión cualquiera), os hará ir cogiéndole cariño a la historia, son sus personajes. Habrá quien os caiga mejor o peor, pero siempre (o esa es la intención) encontraréis a ÉSE que te tocó una fibra o al que le coges un cariño maternal ^^ (no hablaré de mis preferencias por ahora, claro y no sé si lo haré en un futuro puesto que intento ser objetiva, pero más de una de "nuestras creaciones" se han ganado un rinconcito en mi kokoro xD). 

No sé si habrá alguien de los que hayan leído que también me conocieran de antes (si es así no me matéis, esto lo escribimos cuando todavía no había conocido el horror de un tercer trimestre en bachiller (segundo año de preparatoria, sería). Actualizaré pronto ahora que llega el verano, lo prometo. Además aquí tengo a mi kohai para que me apriete las tuercas si me tardo en corregir ;D), pero si lo hay un beso grande~ Se os quiere por vuestro apoyo en el fic! 

 

Esperamos que animéis a este trabajo a seguir adelante con todas vuestras ganas y ya sabéis, comentar es gratis! *lo deja caer* (que sé que da vagueza, lo sé... pero son cinco minutitos ñ.ñ) 

 

Nos leemos~

 


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