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Y volver a empezar por Suna no Fujoshi

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Notas del capitulo:

Suna de nuevo por estos lares.

No tengo mucho que decir, sinceramente, pues ya sabeís soy una extrovertida antisocial. Simplemente, aquí teneís el segundo capítulo de la historia, que espero que consiga engancharos a esta y os guste mucho mucho mucho, y que ameis a los personajes tanto como yo (que son todos un amor, hasta el gruñón de Lyon). Y si no os gusta... pues nada, no es como si todos tuvieramos los mismos gustos.

Por otro lado, quería avisar que a partir de ahora, subiremos los capítulos cada dos semanas en vez de una (el día aún no puedo confirmarlo xd), porque ya sabeís, los escritores tenemos esos problemas de tiempo y vagueza. Pero la espera no será muy larga (a no ser que os engancheis (?) )

En fin, ya me callo. Disfrutad mucho y gracias por darme la oportunidad, caracolas.

Se os quiere.

 

Parpadeó repetidas veces, creyendo que estaba dentro de una terrible pesadilla de la que no podía escapar. Se frotó los ojos con ambas manos, al igual que hacían en las películas, manteniendo la creencia de que no era nada más que una simple ilusión creada por su cerebro aburrido.

Despierta, despierta, despierta... - se imploró a su yo dormido, pero no surtió efecto.

Con un escalofrío atravesándole la columna, bajó la mirada, centrándola en la hoja nuevamente.

- No puede ser. - repitió, golpeándose las mejillas y negando con firmeza - Imposible.

Aún en el centro de la clase, Cristopher Right  (o Cris como le gustaba que lo llamaran) mantenía su sonrisa intacta. El muchacho no se había dado cuenta de la presencia de Lyon, medio oculto por los cuerpos de sus compañeros, apartado en el rincón más alejado de la clase.

- ¡Espero que nos llevemos bien!  - prosiguió, alzando el dedo pulgar, en una pose de tío guay que provocó un par de risillas.

-  Bien, Cristopher, - el profesor movió una mano con indiferencia y señaló un sitio como al azar, sin pensarlo demasiado - puedes sentarte allí.

Lyon tragó con fuerza, sintiendo como su propia saliva formaba una bola dura y difícil de digerir. Él lo sabía, lo sabía perfectamente. El único asiento libre era el que estaba a su lado. No había otro lugar. Por eso no necesitó alzar la mirada de nuevo para saber que los dedos de su profesor de historia señalaban el pupitre vacío a su derecha.

Maldijo entre dientes, acurrucándose lo máximo posible contra la pared, arrastrando todas sus pertenencias con él. Cris caminó con tranquilidad, atravesando el pasillo que formaban las mesas hasta llegar a su destino, no sin antes sentir como las miradas de todas las chicas se posaban en él, coquetas. Las de los hombres, en cambio, estaban cargadas de celos.

Dejó caer la mochila a su derecha antes de desplomarse sobre la silla de manera despreocupada, apoyando un brazo sobre el respaldo de ésta. En aquel momento, Lyon se estremeció, lo que hizo que decidiera acabar moviendo la silla con estruendo, separándose cuanto pudo de él, sin darse cuenta de que fue aquel sonido el que llamó la atención de Cris.

Los ojos azules del chico se posaron en él, recorriendo en silencio la suave línea de su mentón, la fina nariz respingona, las largas pestañas rubias, el puente de la nariz cubierto de pecas doradas, la manera en la que apretaba los dientes con fuerza... Murmuró un leve "Hmm", apoyando las manos bajo la barbilla, inspeccionándolo lentamente con más interés, lo que hizo que los nervios del rubio se vieran forzados a más de lo que daban.

Por otro lado, la clase había retomado su ritmo aburrido, mas ahora si que nadie prestaba atención al viejo profesor, teniendo una apuesta excusa con la que distraerse.

- ¿Quieres dejar de mirarme, coño? - acabó por gruñir entre dientes el pequeño, sin mirarle.

Una cosa estaba clara: siempre lo había alterado que los demás le miraran fijamente, como si estuvieran buscando algún defecto en cualquiera de las cosas que hacía.

El moreno parpadeó, acercando aún más el rostro al suyo, mirándole de cerca. Lyon se estremeció sintiéndolo demasiado cerca. Tan cerca que podría ver aquel tono azul ligeramente más oscuro cerca de la pupila. Podría, pero no lo hizo. Claro que no lo hizo.

De pronto, sobresaltando al pequeño rubio, Cris se alzó señalándolo con un dedo fino. Toda la clase permaneció en silencio, centrando la mirada en él de nuevo (o contemplándolo todavía, puesto que muchos no habían apartado la mirada aún).

- ¡Lo sabía! - gritó, con algo parecido a emoción raspando su voz - ¡Eres Lyon!

Otro escalofrío.

- No es verdad. - masculló entre dientes, tratando en vano de ocultarse de las miradas de los demás.

- ¡Si lo es! ¡Eres Lyon Ameris! - el chico apoyó la frente sobre la fría superficie de la mesa, derrotado al escuchar su apellido salir de aquellos labios - ¡El único Lyon Ameris que conozco!

El rostro de Cris se había iluminado ligeramente mientras hablaba, adquiriendo un tono resplandeciente (o un aura angelical, dependiendo de lo romántica que fuera la chica que lo describiera). A decir verdad, parecía realmente feliz de estar sentado junto a aquel extraño muchacho. Es más, resultaba emocionado por todo aquello... más emocionado de lo normal.

- Señor Right, haga el favor de sentarse. - pidió, con voz fuerte, el profesor de historia.

Una sonrisa fugaz.

- ¡Oups! Lo siento, lo siento. Siga con su clase. - se disculpó torpemente, alzando las manos al tiempo que volvía a sentarse.

El profesor le reprendió con una mirada severa antes de volver a girarse hacia la pizarra y seguir con la explicación de cómo habían luchado Estados Unidos y la URSS para imponer su hegemonía mundial. Lyon suspiró aliviado, sabiendo que a la próxima que hiciera le echarían de clase. En su primer día... Buen comienzo - pensó con sarcasmo. Así era Cris.

Pero se equivocaba, en el fondo no conocía tan bien como creía al joven Cristopher Right.

El castaño se acercó lentamente, sin que el otro alumno se diera cuenta, pegando la nariz a su rostro, dándole su aliento en la mejilla de golpe. Lyon dio un salto repentino, pegándose a la pared contigua como un gato agazapado, mirándole a los ojos por primera vez. El chico sonrió ampliamente, apoyando las manos en sus rodillas para acercarse más a él.

- ¿¡Qué haces!? - exclamó, aunque procurando que el profesor no lo oyera para que no lo echaran a él, sintiendo un ligero dolor de cabeza -. ¡Apártate, idiota!

- Lyon. - susurró su nombre sonriendo ampliamente, lo que hizo que el corazón del rubio sufriera un espasmo - ¿No te acuerdas de mí?

- No. - gruñó, volviendo a su posición - No tengo ni idea de quién eres. Así que deja de hablarme como si fuéramos amigos, novato.

El ceño de Cris se frunció al instante. ¿Cómo no podía acordarse de él? ¡Por favor, que era él!

Pese a la "petición" del chico Ameris, el recién llegado continuó hablando entre murmullos, contándole cosas que el otro no quería saber, mencionando un pasado que Lyon se esforzaba por olvidar y comentando en algún momento lo poco que había crecido el rubio. Decidido a ignorarlo lo mejor que pudo, volvió a dibujar, esa vez apretando el trozo que le quedaba de lápiz con tanta fuerza que la hoja siguiente quedó marcada también. Siseó por lo bajo, queriendo despertar de aquella terrible pesadilla de un momento a otro.

- ¿Por qué tiene que venir al mismo instituto? ¿Por qué tiene que estar en la misma clase? ¿Por qué tiene que estar sentado a mi lado? - en ese momento tuvo ganas de tirarse del cabello, o de golpearse la cabeza contra la mesa hasta quedar inconsciente - ¿Por qué justo él?

Apretó aún más el lápiz, ensañándose con el cuello de aquel monigote que había dibujado de manera realmente infantil. Sobre el muñeco se leía perfectamente "Cristopher" con su letra pulcra y algo afeminada.

Cris se inclinó, apoyándose en el hombro del pequeño para tener una buena vista de lo que había dibujado: a él mismo colgando de un árbol.

- ¿Qué estás dibu...? - preguntó, mas no hizo falta una respuesta para que el chico se apartara y levantara la mano a la velocidad de la luz, con una expresión horrorizada. El profesor lo miró con cansancio, ¿cómo podía ser tan pesado alguien que acababa de llegar? -. ¿Puedo cambiarme de sitio? Me han puesto con un lunático. - risitas lo corearon.

- No. - ladró secamente el adulto - Y, por favor, cállese de una vez, señor Right.

El chico sujetó las patas de la mesa y la arrastró de a poco hacia su derecha, separándola notablemente de la mesa del lunático, adoptando una buena postura y una mirada fija en el frente que dejaba entrever un ligero interés chispeando, como si fuera un buen chico.

Lyon suspiró, dejando caer la cabeza sobre la libreta, aún apretando lo que quedaba del nuevo lápiz entre los dedos.

- Mi suerte va empeorando por momentos. - se quejó para sí mismo, cerrando sólo por un momento los ojos.

 

***

 

El timbre que anunciaba el fin del primer período de clases había sonado hacía varios minutos, pero para el moreno Neil Neymour fue un detalle sin importancia, puesto que había cambiado el valioso tiempo de la comida para poder ordenar el desastre que sus compañeros de clase habían armado en aquella última hora. Había papeles por todos lados, llenado el suelo con sus blancas superficies.

- Odio este desorden. ¡Lo odio, lo odio, lo odio! - pensó y, de haberlo dicho en voz alta, habría asustado a la joven que se había acercado a él a hurtadillas.

Era una chica normal y corriente, de estatura media, medidas adecuadas, ojos castaños y cabellos naranjas, claramente teñidos para ocultar sus rubios mechones. Neil no podía ni imaginar la razón por la que su compañera de clase había tintado sus cabellos de aquel color tan llamativo.

El muchacho apiló unos cuantos papeles sobre la mesa del profesor, frunciendo el ceño de forma notable, lo que le daba un aspecto diferente al que siempre mostraba a los demás. La chica estiró una mano, rozando ligeramente uno de sus hombros con un dedo. El hijo mayor de los Neymour giró el rostro para mirarla por encima de éste, con ligera indiferencia.

- De-Delegado. - farfulló en voz baja la estudiante, jugueteando con la pajita del brick de zumo que traía con ella.

- ¿Qué ocurre, Patty? - preguntó él sin mirarla, volviendo a su tarea de apilar papeles. No iba a parar hasta que todos los folios estuvieran perfectamente alineados.

- Es Katty.  - corrigió ella en voz un poco más alta aunque sin dar muestras de que el error la molestara, intentando sonreír.

- Claro, Matty.

Sus ojos verdes, de una tonalidad que se asemejaba al color de las aguas de un pantano, se posaron sobre una pequeña goma de borrar rosácea que había junto a la pata de una silla. Se agachó para recogerla, observando que le faltaba un trozo en forma de triángulo en uno de sus laterales.

- ¡Esta goma no es perfecta! - exclamó, lanzándola a la basura - Borrar con ella sería una barbarie. ¿Y si necesito borrar algo con urgencia y, sin darme cuenta, borro con la parte que está rota? - se preguntó a si mismo, dándole la espalda a Katty - ¡La hoja de mi examen se emborronaría!

Lo pobre chica se rascó una mejilla, ligeramente sorprendida, pero sin perder aquel inmenso respeto que le tenía a Neil, el delegado de la clase a la que acudían juntos. Aunque, sólo por el brillo de sus ojos castaños cuando lo miraba, se podía notar que no era respeto únicamente lo que sentía por él.

- Delegado. - repitió, algo más segura.

El chico volvió a girarse, frunciendo los labios al encontrarse con aquella chica de nuevo.

- ¿Sigues aquí, Lotty? - Katty suspiró, sorprendida de cuanto repertorio para cambiar su nombre tenía, ¡ni que fuera tan difícil! - Dime qué quieres de una vez, ¿no ves que estoy ocupado?

- Ya veo. El problema de borrar con una goma rota podría ser llevado a la prensa como catástrofe mundial. - se burló ella, jugueteando con un mechón artificialmente naranja.

- Es algo serio, Sophie. - dijo, adoptando la expresión más seria que podía mostrar. Aquel era Neil Neymour, un chico de lo más sorprendente.

En aquel momento se soltó el mechón, su paciencia rebosada, acercándose más a él e invadiendo su espacio vital. ¿¡Qué tenían común el nombre de "Sophie" con el de "Katty"!? Porque ella no veía el parecido en ninguna parte.

Neil tragó saliva, apartando el rostro hacia un lado, acorralado entre el cuerpo de la chica y la mesa del profesor. Odiaba que lo acorralaran, ¿no lo había dicho ya? Lo odiaba casi tanto como a aquel endiablado desorden.

- Me gustaría preguntarle una cosa, delegado. - murmuró, sorbiendo un poco de zumo sin apartar la mirada de aquella máscara de frialdad del chico que tenía enfrente. Neil pestañeó varias veces, intentando escapar de la situación. Tenía que seguir ordenando - Últimamente he estado suspendiendo los exámenes de matemáticas... Y bueno, me preguntaba si podría darme clases particulares...

El moreno chistó, enfadado notablemente, agitando la cabeza de lado a lado con energía. Katty abrió los ojos sorprendida, apartándose un poco hacia atrás por miedo a haberla fastidiado, aún con la pajita entre los dientes.

- Yo no doy clases particulares. - aclaró él, cruzándose de brazos.

La pelirroja se mantuvo en silencio durante un par de segundos, frustrada por no conseguir atraer la más mínima atención de su delegado, incluso después de haber hecho tantas cosas.

Después de varios minutos en silencio, optó por reír para quitar tensión al asunto, con tan mala suerte que salpicó un poco de zumo de ciruela sobre la manga derecha de la camisa blanca y, como todo en él, perfectamente pulcra de Neil. Éste se congeló de golpe, quedándose tan quieto como una estatua.

- ¡Ay! ¡Lo siento mucho, qué torpe soy! - se excusó, acercándose a él para limpiar la mancha.

- ¡No me toques! - ordenó él, rígido como un palo y con la cara roja como si fuera a explotar - Has manchado mi camisa... Mi camisa... Es una mancha de zumo... Ya no es perfecta, está sucia... - soltó una risa nerviosa entre dientes, apretando las manos sobre borde de la mesa -. Creo que me estoy mareando. - añadió en voz algo más baja, llevándose una mano a la cabeza, temiendo tener razón.

Alguien carraspeó entonces en el umbral de la puerta, apoyándose delicadamente sobre el marco de esta, con los brazos bajo los pronunciados pechos que llamaron más la atención de Katty que de Neil, que aún parecía al borde de un ataque de nervios. La pelirroja frunció el ceño, apartándose del delegado que tenía enfrente, como si sus pies estuvieran unidos a un resorte. El chico, aunque a regañadientes, centró al fin sus ojos en la recién llegada, también de cabellos negros como el carbón.

- Lucy. - murmuró, o más bien gimoteó, inmensamente aliviado.

La esbelta chica, tres años menor, se contoneó hasta él en silencio, con cara de malas pulgas. Una de sus manos se cerró sobre la de Neil con fuerza, arrastrándolo hacia la puerta. Su oscura mirada se posó con burla sobre Katty y, antes de desaparecer junto al objeto de deseo de la última, le sacó la lengua burlonamente, deseando que se atragantara con la pajita del su zumo.

Los chicos caminaron por el pasillo de la planta baja en silencio, intentando - sin conseguirlo -, no llamar la atención como hacían siempre donde quiera que fueran. Lucy andaba con tranquilidad, masticando chicle de manera despreocupada; Neil en cambio, como si estuviera inconsciente, dando trompicones a cada paso. La muchacha no tuvo reparo en entrar en el baño de los hombres, espantando a todos los que había allí, y acercarse a una de las pilas sin muchas ganas. Abrió el grifo, dejando que el agua corriera y se mojó dos delicados dedos que inmediatamente pasó sobre la mancha violeta; ésta se emborronó ligeramente, pero pasó de ser violeta intenso al color de las lilas.

Neil suspiró, recuperando la razón.

- Ah, no hace falta que te preocupes tanto por mí, hermanita. - murmuró, frotándose las sienes, con cansancio, al ver los esfuerzos de la menor por complacerle.

- Si no lo hago yo, ¿quién lo va a hacer, tonto?

Lucy dibujó una sonrisa, dejando claro el ligero parecido que había entre los hermanos, como la delicada línea de la nariz o la forma en la que se alzaban sus cejas al terminar de sonreír.

 

***

 

Aún quedaban diez minutos de descanso y, pese a eso, el comedor estaba repleto de adolescentes que charlaban y reían en voz alta. Después de ayudar a su tonto hermano mayor con su repentino ataque por temor al desorden y a todo lo que no era perfecto, Lucy se había reunido con Hanna en el lugar de siempre. Las dos ocupaban una mesa al fondo de la sala, apartadas del resto del mundo para evitar a los admiradores de la morena. Hanna mantenía su expresión serena mientras almorzaba un gran y aceitoso bocadillo de atún, que había comenzado a gotear sobre la mesa. Lucy, a su lado, mordisqueaba lentamente una seca galleta integral, convencida de que aquello era un verdadero alimento, pero con aquella montaña de chupa-chups a su lado perfectamente ordenada en forma de pirámide.

- ¿Cómo puedes comer algo tan grasiento como eso? - masculló la última, deslizando su mirada oscura hacia el bocadillo.

- Yo podría hacerte una pregunta parecida. ¿Sabes que eso que estás comiendo está más cerca de ser cartón que comida?

La mirada de la menor de los Neymour relampagueó sobre ella, pero Hanna estaba demasiado concentrada en mirar por la ventana como para darse cuenta. Lucy se deleitó con observar lo largas que eran las pestañas negruzcas de su compañera, tan largas como las de un hombre, el mismo tipo de pestañas que ella deseaba y no podía obtener si no era con cantidades industriales de rimel.

- Sabes que intento mantener mi figura. - masculló, tragando el último trozo de galleta sin muchas ganas. A pesar de lo que dijera, aquella comida daba asco.

La otra la miró, sonriendo amablemente como sólo ella sabía hacer.

- Tu figura está perfectamente, Lucy.

Sus mejillas se sonrojaron ligeramente, cohibida por las palabras de su amiga de la infancia, por lo que tuvo que girar el rostro hacia un lado, frunciendo los labios para no decir alguna tontería. Sus ojos se movieron distraídamente hacia la derecha, haciendo contacto visual con Neil, quien se había separado de su hermana para ir a comprar el almuerzo. La chica le había obligado a dejar lo de ordenar la clase para otro momento y éste no había podido decir que no (a no ser que quisiera pasarse una semana cojeando).

El chico se sentó frente a ellas, saludando a Hanna con un movimiento de cabeza antes de comenzar a separar su comida en secciones. El arroz a un lado, el pollo a otro, los guisantes en un rinconcito apartado... Lucy suspiró, sintiendo vergüenza de que aquel hombre tuviera su misma sangre. Pero era tan habitual aquel comportamiento en él que ninguna de las chicas se molestó en decir nada y lo dejaron con su manía por ordenarlo todo, la cual a veces sobrepasaba el límite de la cordura.

Cogió el tenedor con la mano izquierda, dispuesto a llevarse la comida a la boca, mientras que con la derecha se dedicaba a limpiar el goteo de aceite que soltaba el bocadillo de Hanna. Fue entonces cuando un chico de primer año pasó a su lado mordisqueando bruscamente una chocolatina. Uno de los trozos de amargo chocolate cayó sobre la pila de arroz blanco, parando en seco al mayor de los hermanos Neymour en su intento por alimentarse.

Lucy parpadeó y acabó ladeando el rostro hacia otra dirección, sabiendo lo que se venía.

- Neil... - intentó detenerlo su hermana, con voz calma, sin mirarle.

- No. - murmuró él, soltando el tenedor. Hanna dejó de masticar solo para mirarlo, con curiosidad - No, no y no... ¿¡Qué demonios es esto!? ¡El arroz y el chocolate no son alimentos compatibles! - se levantó, apoyando las manos en la superficie blanca de la mesa- ¿Quién ha sido? ¿Has sido tú? - señaló a un pobre estudiante de primer curso que pasaba por allí, el cual trastabilló sorprendido, asustado por la repentina acusación del alumno de bachiller. Todas las miradas se centraron en el grupo de tres amigos, atraídas por los gritos del delegado. Lucy, completamente avergonzada, se escondió bajo la mesa, acomodándose entre las piernas de Hanna, que no se enteró de su presencia hasta que la chica acarició una de sus rodillas sin malicia alguna.

- Ha-nna. - pellizcó el sitio, algo traviesa.

La muchacha se estremeció con fuerza, obligada a subir las piernas a la silla. Masculló algo en su dirección que sonó completamente a "¡No hagas eso, por favor!", pero que Lucy no lo llegó a escuchar debido al jaleo que había montado su hermano en cuestión de segundos.

Neil volvió a sentarse, completamente indignado, estirando sus largas piernas bajo la mesa con brusquedad, con la mala suerte de que uno de sus pies impactó contra el brazo de su hermana menor. Lucy gimió sorprendida, pero no salió de su escondite junto a Hanna.

- ¡Lucy! - exclamó el mayor, asomándose bajo la mesa - ¿Qué haces ahí abajo? ¡Sal de tu escondite, pervertida!

La chica se arrastró de nuevo hacia arriba, frotándose el lugar del impacto con el ceño fruncido, lanzándole miradas cargadas de odio a su hermano, quien ahora se negaba a probar su comida, aunque tan solo hubiera sido "mancillada" por un pequeño trocito de chocolate.

- ¿Quieres un poco? - preguntó Hanna, extendiendo el bocadillo, siempre demasiado amable.

En respuesta recibió aquella mirada verde quería decir claramente "Aparta eso de mi vista si no quieres que te arranque la mano".

- Eso es un no. - le aclaró Lucy, abriendo uno de sus chupa-chups - Por cierto, ¿dónde está Oli?

- Tiene un catarro. - murmuró entre dientes el mayor, mirando su plato de comida de reojo como si fuera una víctima de guerra - Faltará otra semana, más o menos.

- Ahm. - Lucy lamió el chupa-chups, de color verde intenso, mirando fijamente a Hanna, como tenía ya por costumbre hacer.

De pronto, otro sonido irrumpió en el comedor y esa vez, tras una mirada que lo corroboró, Neil no era el culpable. Los chicos estaban demasiado alejados para ver muy bien de quien se trataba, por lo que tuvieron que alzarse, intrigados.

- ¡Te odio! - llegaron a escuchar claramente.

 

***

 

Lyon Ameris era un chico al que le gustaba estar solo. Dormir solo, sentarse solo, comer solo... No le gustaba la compañía, ni la gente. Mucho menos que le hablaran cuando estaba haciendo algo importante, por lo que en aquel momento, a diez minutos de que terminara el descanso para la comida, el rubio había ocupado una mesa alejada de los demás y se había instalado allí para devorar en silencio un plato de espaguetis.

El comedor era un lugar increíblemente ruidoso. Las risas de las niñas pijas se oían por encima de todo, aunque los gritos de los infantiles niños de primer año peleaban por ganar aquel puesto, y, por si fuera poco, un loco de último año se había puesto a gritar como un estúpido... ¿La gente no entendía que quería comer tranquilo? ¿De qué servía pagar para ir a un instituto privado si la gente se comportaba como si fueran monos de circo?

Apretó los dientes, deseando ser el único ser humano del planeta. Sobretodo porque, debido a todo el ruido que había en el comedor, Lyon no se dio cuenta a tiempo de la llegada silenciosa de Cristopher Right, su nuevo compañero de pupitre. Un viejo fantasma del pasado.

- ¿Qué estás comiendo? - preguntó, muy cerca de su oreja, rozando su lóbulo con el labio inferior al hablar.

Lyon se estremeció de tal manera que por un momento estuvo a punto de caerse de la silla. Cuando pudo estabilizarse, lo único que fue capaz de hacer fue lanzarle una mirada asesina cargada de odio y resentimiento.

- ¡Uy, si las miradas matasen! - pensó Cris, rodeando la mesa para sentarse frente a él.

El castaño depositó su bandeja sobre la mesa, apartándola ligeramente a un lado para poder apoyar los codos en la mesa y descansar la cabeza sobre las manos, mirando al pequeño que tenía enfrente con la burla pintada en sus ojos. El ceño de Lyon se frunció con fuerza, tanta que por un momento Cris pensó que su delicada piel se quedaría marcada para siempre.

- ¿Por qué frunces tanto el ceño? - preguntó después de varios minutos observándole -. ¿Tienes problemas con el tránsito intestinal?

Las manos de Lyon se cerraron en puños; para peor, una de ellas descansaba peligrosamente cerca de un cuchillo afilado que podía utilizar en cualquier momento, mas el rubio estaba tan concentrado en el joven que tenía delante que apenas se percató de la multitud de armas que tenía al alcance.

- Cristopher, - llamó en voz baja, ilusionando al aludido en vano - hazte un favor y muere.

- ¡Eso es muy cruel! - gritó, llevándose ambas manos al pecho, dramático.

¡Eso es muy cruel!

Lyon se estremeció, relajando la expresión momentáneamente. Una de sus manos se movió inconscientemente hacia su pecho, posándose en el lugar donde debería encontrarse su corazón, sintiendo un ligero pinchazo en éste, igual que si le hubieran clavado allí una aguja en el pasado y ahora alguien viniera a removerla, abriendo la herida con brusquedad.

Bajó la mirada. Aún le perduraba la sorpresa de volver a encontrarse con aquel chico, aunque no hubiera querido admitirlo. Durante el día se le había notado tanto que se había equivocado en todos los problemas de matemáticas de la hora siguiente a historia. Y eso no era lo peor, ya que Cris había estado restregándole constantemente lo bueno que era en esa asignatura...

- Sigue siendo el mismo idiota. - pensó, apretando el puño contra su pecho, intentando sacarse aquella estúpida aguja.

- Oye, Lyon. – lo llamó, atrayendo su atención nuevamente. En aquel momento tuvo ganas de preguntarle qué demonios hacía allí sentado, como si fueran amigos - Me he dado cuenta de que te has atascado en el metro cincuenta, ¿todo lo demás está también proporcionado?

El chico alzó una ceja, con el brillo de la burla nadando en aquellos irises azules como el mar. O como el cielo. O quizá como el cielo reflejado en el mar. Lo que el chico no se hubiera esperado era que Lyon se levantara de golpe y lanzara la bandeja por los aires, derramando toda la comida por el suelo. Los cubiertos tintinearon a un par de centímetros de los pies de Cris, quien se había quedado petrificado en el lugar. Todo el salón se quedó en completo silencio, centrando la atención en aquella escena.

El novato soltó un grito ahogado al ver las intenciones de Lyon, quien había cogido el cuchillo y se había lanzado sobre la mesa en su dirección.

- ¡Muérete, idiota! - bramó, furioso, blandiendo el cuchillo a escasos centímetros de su rostro. Muy cerca...

Seguramente, de no ser por el profesor que se había abalanzado sobre el pequeño psicópata para detenerlo, Cris estaría ciego en aquellos momentos.

- ¡Vamos, Ameris! ¡Al despacho del director!

La casi víctima soltó el aire que había retenido durante unos segundos, esbozando una ligera sonrisa ladeada, observando como aquel armario que era el profesor de gimnasia lo arrastraba al otro por el comedor, con todas las miradas de los alumnos centradas sobre él.

- ¡Te mataré! ¡Te odio! - siguió bramando, con los ojos incendiados por la ira.

Cris se hizo con una de las servilletas que había sobre la mesa y la agitó en su dirección como si de un pañuelo se tratara, lanzándole un beso en silencio, sonriendo un tanto. Lyon sólo se dio cuenta entonces de aquella sonrisa cargada de burla, sin llegar a ver ni a imaginar la tristeza alojada en su mirada.

Notas finales:

Aquí al habla Aeris! *se pone firme, mano a la frente cual soldado* Qué os ha parecido? 

El anterior capítulo no dejaba ver mucho de lo que podía traer esta historia pero creo que éste, en parte, os ha dejado vislumbrar algo más de las personalidades tan "particulares" de nuestros personajes xD Espero que si tenéis algún favorito ya, nos lo hagáis saber *guiño, guiño* Como ya avisé, no creo que vaya a hablar sobre mis preferencias (por el momento... que me conozco y no sé si cambiaré de opinión ^^U), aun así decir que me alegraría muchísimo de saber si el genio vivo de Lyon, la forma desafiante y burlona de ser de Cris, las singularidades de Hanna y Lucy o las... hmmm... "rarezas" de Neil (lo siento Neil, te quiero, lo sabes, pero eres especialito jajaja) os han gustado :3 

Si tenéis alguna hipótesis - ¿de qué se conocen Lyon y Cris? ¿Por qué el odio del rubio hacia el otro? ¿Es en realidad Neil una buena persona o está tramando apoderarse del mundo a través del Comité de Educación? -, ya sabéis, comentar es gratis! ;D 

Besos y cariños virtuales~  Nos leemos! 

 

 

PD: Hemos decidido actulizar dos viernes seguidos para no dejaros con tan poco material como el del primer capítulo, pero a partir de ahora intentaremos subir cada dos semanas puesto que los capítulos se hacen más largos y cuesta más escribirlos, esperamos que no sea una molestia (?) Aun con esto, no os preocupéis pues (por el momento) tenemos unos cuantos de reserva para ir subiendo sin dejaros largo tiempo a la espera y, por supuesto, tampoco nos planteamos dejar la historia inacabada ñ.ñ 


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