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The Jackpot por Lord_Dara

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Notas del capitulo:

Hola~~~ soy la griposa Dara.

 

 

 

¡A leer!

Capítulo 16

 

—Y bien —Jimin lo miró, regalándole una amplia sonrisa—. Llegamos.

 

Yoongi le correspondió la sonrisa y se inclinó en el asiento del copiloto para besarle en la mejilla. El pelinegro pareció sonrojarse y el mayor salió del vehículo.

 

—Gracias por todo —dijo Yoongi, el menor iba a replicar pero no se lo permitió—. Ve, que llegarás tarde.

 

Jimin hizo un puchero pero asintió y se marchó en su auto, dejando tras de sí una ráfaga de aire caliente. Yoongi siguió con la mirada al carro hasta que lo perdió de vista y suspiró. No había estado durmiendo bien, por lo que estaba muy cansado, y los días en casa de Jimin, a pesar de que éste le consoló, se mantuvo a su lado y le brindó todo su apoyo, le parecieron sofocantes, como si estuviera encerrado en una jaula y deseara con desespero estar pronto en libertad.

 

Y estaba el asunto con su mejor amigo.

 

Hoseok había descubierto sus mentiras, se había dado cuenta de que lo había traicionado y burlado todo ese tiempo y probablemente estaba asqueado de él. Y no lo culpaba. Se sentía de lo peor, y más porque había abandonado a su padre, como le había dicho su mejor amigo, y el corazón se le encogió.

 

Volvió a suspirar y entró al restaurante, una nueva rutina de trabajo estaba por comenzar, con trastes a montones que lavar y ruido ensordecedor que soportar. Hoseok llegaría en unas horas, pensó, no iba a ser capaz de mirarlo a la cara… El sonido de su celular lo sacó de sus sofocantes cavilaciones y terminó de arreglarse el uniforme, rebuscó en su bolso hasta dar con el móvil y tomó la llamada rápidamente.

 

—¿Diga?

 

Yoongi —por un momento el suelo tembló bajo sus pies y se le heló la sangre. La voz de su padre sonaba débil, casi como un susurro, y respiraba entrecortadamente—. Yoongi…

 

—¿Papá? —la voz agitada, la preocupación a flote, Yoongi se estaba mareando—. Papá, ¿estás bien? Papá… —pero del otro lado no escuchó nada. Alejó el teléfono para verificar que no se hubiera cortado la llamada—. ¿Papá? Pa-

 

Yoongi —repitió el mayor, con la voz pesada—. No… No me encuentro bien, me he caído y no puedo levantarme. Tie… tienes que venir a ayudarme, a tu pobre viejo…

 

—¡Quédate donde estás! —un par de compañeros lo miraron al pasar a su lado, había alzado la voz—. No intentes nada, iré enseguida.

 

Colgó y guardó su teléfono en su pantalón y se puso el bolso a la espalda, listo para irse.

 

—Yoongi —alguien llamó a su espalda, se volvió y se encontró con el jefe de la cocina—. ¿Te vas? Sabes que no puedes.

 

—Me acaba de surgir algo… —hizo movimientos nerviosos con las manos, tratando de explicar, y luchando por no perder la calma—. Debo… Es muy importante…

 

El mayor torció el labio, era bastante evidente que algo grave había pasado, el rostro del chico estaba descompuesto; levantó la barbilla y le hizo un gesto para que se marchara. El pelinaranja hizo una rápida venia y se dirigió hacia la oficina del dueño del restaurante, considerando que era mejor pedir permiso a que lo regañaran, o peor aun: que lo despidieran. Agradeció a los cielos que el señor Choi se hallaba en su oficina, sentado tras su escritorio rellenando algunos papeles. Yoongi se acercó y el otro alzó la vista.

 

—Oh —dejó lo que hacía para mirar al joven—. ¿Pasa algo Yoongi-ssi?

 

—Señor Choi, necesito que me permita salir el día de hoy —el chico hablaba atropelladamente, sentía que en cualquier momento se iba a derrumbar—. Si es posible…

 

—No lo creo —el mayor lo interrumpió, negando con la cabeza, cruzando los delgados brazos sobre el pecho—. Yoongi. —Su tono de voz era serio—. No sé cuántos días libres te he dado en las últimas semanas —cuando el otro abrió la boca para hablar le interrumpió de nuevo—. También me han informado de las visitas del señorito Park a la cocina, invadiéndola a su antojo, con y sin permisos.

 

Yoongi se mordió el labio inferior, sin saber qué decir, sin saber si salvar su pellejo o proteger a Jimin de lo que el señor Choi fuera a contarle a su familia.

 

—Por favor, señor —vio que el otro continuaba negando con la cabeza, y sin darse cuenta se hallaba suplicándole—. Mi padre se encuentra enfermo… No puedo… No puedo dejarlo solo… —la voz se le quebró en la última palabra—. Me necesita.

 

El señor Choi se lo quedó mirando por lo que a Yoongi pareció una eternidad, dio un largo suspiro y apartó la vista para centrarse de nuevo en su papeleo.

 

—Última vez —no levantó la vista cuando habló. El más pálido fue cortado antes de dar las gracias—. La próxima vez le descontaré a Hoseok el sueldo.

 

Ahogó un grito y se despidió, emprendiendo una carrera sin freno desde el restaurante hacia su casa. No podía permitir que aquello ocurriera, no podía causarle más problemas a Hoseok, quien había insistido al señor Choi que lo contratara cuando su familia empezó a romperse. Le debía todo a Hoseok, no se perdonaría hacerle daño. Yoongi no se dio cuenta de lo mucho que había corrido sino hasta que cayó al suelo pavimentado que había a unas calles cerca de su casa y se hirió los codos con el golpe. Su pecho ardía, parecía querer explotar; tenía la garganta seca; le dolían las piernas, las sentía temblorosas y pesadas; pero no podía quejarse, su padre lo necesitaba.

 

Cuando llegó, respirando como loco, casi a punto de desmayarse, no vio nada en un principio. La oscuridad en la estancia era tal que le causó un escalofrío. Aquel lugar se le hacía ajeno, como si nunca hubiera formado parte de su vida, como si no viviera allí. Habían transcurrido ocho días desde la última vez que estuvo en casa, pero se sentía como si no hubiera estado ahí en años. El aire estaba cargado de tristeza, soledad y agonía, y aquello lo inquietaba.

 

—¿Papá? —llamó, cerrando la puerta tras de sí y caminando hacia la cocina, esperando encontrar a su padre tumbado en el suelo. Luego buscó por las habitaciones...

 

Pero no había nada. Ni nadie. El lugar estaba vacío. Dejó su bolso en el suelo y sacó el celular del pantalón para llamar a su padre y asegurarse de si estaba bien. Y entonces lo escuchó. El roce de los zapatos con el suelo, arrastrados pesadamente pero a grandes zancadas. El susurro vino de sus espaldas, se volvió para mirar… pero fue como si lo hubieran jalado bruscamente y su cabeza se giró de un modo salvaje. De pronto lo vio todo muy borroso, las sienes en el lado izquierdo empezaron a palpitar. Dio un traspié y se derrumbó en el suelo, impactando con fuerza, su cabeza rebotó al caer y su cuerpo quedó inerte. Lo último que vio Min Yoongi, fue a su padre frente a él, observándolo con un duro puño en alto; se arrodilló a su lado sólo para tomar su teléfono y empezó a atarlo con una soga.

 

Le dolía tanto la cabeza… Luego se desmayó.

 

 

Suspiró y estiró el cuerpo, Jimin estaba exhausto y tenía hambre. Eran las tres treinta y se sentía adormecido. Algunos de sus compañeros de clase se despidieron de él con un apretón de manos y las chicas lo despedían con besos en la mejilla. Su celular emitió un sonido agudo mientras vibraba, señal que le indicaba que acababa de recibir un mensaje.

 

—Necesitamos hablar —leyó en voz alta e hizo una mueca, tenía planeado ir a visitar a Yoongi.

 

Muy rara vez su padre le enviaba mensajes, por lo que entendió que se trataba de algo serio y requería urgencia. Caminó con paso ligero hacia el parqueadero, donde estaba estacionado su auto, y vio a Hoseok a lo lejos caminando como un demente, con el rostro enojado e inquieto. El pelinegro mayor pareció sentir que un par de ojos lo miraban y se giró justo en dirección a Jimin y empezó a encaminarse hacia él, casi trotando. Jimin arrugó el gesto y se introdujo rápidamente a su auto, no tenía tiempo para peleas con niños infantiles, de todos modos no quería hacer esperar a su padre. Puso el motor en marcha y se dirigió a su hogar.

 

Cuando llegó se dirigió al estudio de su padre, abrió la puerta y el mayor lo recibió con una amplia sonrisa, de esas que lo hacían estremecer. Estaba sentado tras su escritorio lleno de papeles y cosas muy ordenadas. El chico tomó asiento muy erguido, mirando a su progenitor, quien se aclaró la garganta antes de tomar la palabra.

 

—Me siento muy mal por tener que indisponerte, teniendo en cuenta la situación… —sabía de qué hablaba su padre, se revolvió en su asiento—. Amo tanto a tu madre que… no puedo dejarla. Somos humanos, hijo, los seres humanos tendemos a equivocarnos, cometemos errores dejándonos cegar por cosas más brillantes, nos volvemos débiles y olvidamos lo que tenemos y amamos.

 

—¿Para qué me has llamado, papá? —Jimin fingió rebeldía, deseando gritarle que era demasiado blando, pero admitía que tenía razón, aun así no podía perdonar a su madre.

 

—Verás, se me ha ocurrido que quizá podrías salir de casa, a otro lugar, yo lo compraré, por supuesto —explicó el mayor—. Sé que estás muy incómodo y enojado con lo que está pasando, por eso quiero que te mudes un tiempo… no quiero que tu enojo complique más las cosas. —Jimin abrió la boca para protestar, pero se le adelantó—. Deja que yo me encargue de todo, ¿de acuerdo? Dime dónde quieres vivir, te compraré el lugar para que pases allí… esto es temporal, sólo hasta que pueda solucionar todo.

 

El menor se lo quedó mirando, arqueó una ceja y se cruzó de brazos.

 

—¿Me estás echando? —su padre empezó a negar con las manos y Jimin dejó escapar el aire—. Ya tengo dónde quedarme.

 

—Pero… al menos déjame darte dinero, o contratar a alguien para que haga los deberes.

 

—No —se levantó de la silla—. Todo está bien, no te preocupes, deberías más bien invertir aquel dinero en un CCTV, así podrás tener vigilada a… tu mujer —escupió.

 

El señor Park rió débilmente, con la vista en el suelo. Se veía tan cansado e indefenso que a Jimin se le encogió el corazón y se reprendió por meter la pata, por dejarse llevar por su ira. Ya entendía por qué quería deshacerse de él. Se acercó a su padre y lo abrazó, acariciándole la espalda, luego se separó.

 

—Papá, te quiero mucho —dijo—. Arregla las cosas rápido, no quiero estar lejos de ti por mucho tiempo.

 

—Está bien, pero acepta mi dinero —el menor sonrió y asintió—. Vale, pondré cierta cantidad en tu tarjeta.

 

Unos golpecitos en la puerta del estudio se hicieron sonar y el mayordomo más mayor de todos asomó la cabeza.

 

—Señor, tiene una llamada de ya-sabe-quién —anunció.

 

Jimin miró a su padre sonriendo y se encogió de hombros, sabía que ya-sabe-quién era un hombre que no era muy agradable y a su padre le molestaba el simple hecho de escuchar su apellido, por más común que fuera en Corea. Se despidió del mayor y, tan pronto cerró la puerta cuando salió, marcó un número en su celular y llamó al servicio de mudanzas y a la inmobiliaria de la otra vez para que le ayudaran a llevar sus cosas al apartamento de Yoongi, de paso, que lo dejaran todo listo.

 

Estuvo lo que quedaba de tarde señalando a personas qué cosas llevar y qué cosas no, con la inmobiliaria llamándolo cada cinco minutos para indicarle cómo iba todo. Lo último que hizo Jimin fue salir de compras a buscar ropa para Yoongi, éste llevaba mucho usando la suya y ya necesitaba algo nuevo, de todos modos ya conocía bastante bien sus medidas. Cuando terminó, se dirigió al apartamento, donde pegó un grito de victoria, alegre porque viviría con el pelinaranja y porque el lugar tenía muy buena pinta. Organizó la ropa nueva de Yoongi en un armario y se dio cuenta de que ya iba muy tarde para recogerlo y llevarlo al bar. Tomó sus llaves y se apuró en ir al restaurante.

 

Park Jimin no era paciente, pero con Yoongi lo era, esperó fuera del local los primeros diez minutos sin alterarse, pero cuando transcurrieron los siguientes diez se impacientó por la demora. Entró y preguntó por el mayor a uno de los meseros que pasaron cerca, recibiendo como respuesta que se había ido temprano. El pelinegro asintió y fue de nuevo a su auto para dirigirse al bar, seguro de que el maldito de Hoseok se lo había llevado.

 

—De nuevo ese idiota con su cuento de la víctima y el violador —masculló enojado mientras conducía.

 

Pero cuando llegó al lugar no lo vio por ahí, ni atendiendo mesas VIP con su acostumbrado gesto apurado ni caminando de un lado a otro con una bandeja vacía en manos, con la melena naranja iluminada por las luces de colores del bar. No había rastro de él por ningún lado. Maldijo por lo bajo, aun más convencido de que J-Hope lo había escondido. Miró a la barra y vio a su mejor amigo trabajando de forma incómoda al lado del tipo que lo tenía enojado y se acercó a grandes zancadas, los otros dos levantaron la vista de sus copas recién preparadas para mirarlo.

 

—¿Qué desea tomar, joven? —bromeó Taehyung mirando a su amigo, pero éste no le prestó atención.

 

—¿Dónde está Yoongi? —Jimin miraba con rostro serio y cargado de odio a Hoseok. Taehyung se sintió indignado al ser rechazado incluso por su mejor amigo.

 

El pelinegro mayor lo miró inexpresivo.

 

—Si no vas a pedir nada, quítate —escupió—. Hay personas que sí quieren beber.

 

—¿No te preocupa que se haya ido de repente del restaurante?

 

—Te dije que-

 

De un salto, Jimin se posicionó sobre la barra, pasó sobre ella y quedó dentro, cayendo con elegancia frente a Hoseok y tomándolo del cuello de la camisa, a punto de golpearlo. Varios clientes miraron la escena sorprendidos.

 

—Mira, no estoy de humor —apretó su agarre y aproximó un poco más al otro a su rostro—. Dime dónde está Yoongi de una puta vez.

 

El otro lo miró incrédulo, pero se repuso en un momento.

 

—No lo sé, juraba que estaba contigo.

 

Taehyung tomó a Jimin del brazo con el cual agarraba a Hoseok y le hizo soltarlo, lo apartó un poco y puso una mano en el hombro de su amigo, que estaba bastante tenso, bajo la atenta mirada de Hoseok, quien se acomodaba el cuello y la ropa.

 

—¿Qué pasa, Jimin? —inquirió con preocupación.

 

—Creo que Yoongi desapareció —el rostro de Jimin estaba serio y miraba a Hoseok, como clavándole dagas en el pecho.

 

—Juro que no lo sé —repitió éste—. Después de lo de ayer creí que estaba contigo.

 

Jimin sacó su teléfono para llamar a su pareja, pero tenía el celular apagado y lanzó una patada al aire. Hoseok lo miraba indiferente, ajeno a la situación. Se sentía raro al no sentir nada. Ese sentimiento de cuando estás tan cansado y harto de todo que nada te importa. Su cabeza estaba tan llena de cosas que no sabía cómo debía sentirse. Hoseok estaba decepcionado, dolido porque su mejor amigo le había ocultado cosas, por lo que la preocupación no llegaba a su cuerpo ni en una mínima pizca.

 

El pelinegro menor se alejó con el celular en mano, estresado por el ruido, dispuesto a seguir llamando. Taehyung miró en la dirección por la que se marchaba su amigo y se acercó a Hoseok.

 

—Si quieres puedes ir con Jimin, yo te cubro.

 

—No. —Dijo, con la vista clavada en una pequeña copa de vidrio—. No me importa lo que le pase a Yoongi. Soy alguien responsable, no abandonaré mi trabajo por contratiempos idiotas.

 

El castaño lo miró estupefacto, sin poder comprender qué le había pasado a Hoseok, sin saber por qué se estaba volviendo de esa manera tan odiosa y cruel. Inhaló el aire, enojado.

 

—No puedo creer que me guste una… basura como tú —dijo con asco, y se marchó para ver si su amigo había logrado algo.

 

Hoseok no levantó la vista cuando Taehyung se fue, tampoco cuando varios clientes se acercaron a pedir sus bebidas. Y siguió así en el transcurso de la noche, sintiéndose como una tremenda mierda por las palabras de Taehyung, y negándose rotundamente a ir por su celular y hacer aunque fuera una sola llamada para asegurarse de que su mejor amigo estuviera bien.

 

 

Abrió los ojos con pereza, la cabeza le dolía a horrores. Todo estaba oscuro, pero la vista borrosa no le ayudaba en lo más mínimo a aclarar las ideas. Trató de incorporarse pero tenía la espalda entumecida, a juzgar por la solidez y el frío que sentía bajo ella, supuso que estaba tumbado en el suelo. También le dolían los codos, ahí donde se había raspado con el pavimento de la acera. Se llevó las manos a las sienes para acariciarlas con los dedos y se incorporó lentamente, apoyándose en la pared más cercana que palpó.

 

—¿Quién soy? —murmuró y se burló de sí mismo—. Eres el idiota de Min Yoongi, tienes veintidós años y estás en… ¿dónde estás?

 

Sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad de la estancia y paró en seco. Los recuerdos empezaron a agruparse uno tras otro mientras recorría con la vista la habitación en la que estaba. Recordó haber corrido una maratón hasta casa porque su padre lo había llamado urgentemente, pero había sido una mentira, porque le dio un golpe tan fuerte que lo noqueó y le había hecho caer en síncope. Se levantó y miró el cielo por una ventana por la que entraba luz tenue de rayos de luna y sospechó que debía de ser por la madrugada.

 

Fue entonces que cayó completamente en cuenta de dónde estaba. Y lo invadió el miedo.

 

No había mucha luz, pero vio todo en la habitación de su hermana. Vio su cama, donde ella saltaba cuando salía el sol e iluminaba el lago y los verdes árboles. Vio su dulce carita, tan pequeña y sonriente, con un cabello tan lacio, corto y de color chocolate, y la cabeza empezó a dolerle más y más, como si le estuvieran arrojando piedras en todas partes. Cayó de rodillas y gateó hasta encogerse en una esquina del cuarto, cubriéndose los oídos a pesar del silencio, cerrando los ojos a pesar de la oscuridad. Apretando los labios para reprimir las ganas de gritar y llorar.

 

—Por favor…

 

Su cabeza se llenó de pensamientos e imágenes tormentosos, y la habitación se inundó de gritos inexistentes. Se vio a sí mismo corriendo hacia sus padres con la pequeña en los brazos. Escuchó el llanto desgarrador y el chillido de su madre. Recordó el cuerpo inmóvil, pálido y azulado de su hermanita en los brazos de su padre. Se vio siendo empujado por su padre cuando éste corrió por el auto para ir al hospital. Vio todo aquel momento desastroso en su cabeza como si fuera un filme, aquello había ocurrido mientras el lago seguía con un fluido tranquilo y sereno, con el alma de la chiquilla nadando en el agua.

 

Yoongi sabía que tenía la culpa de todo, la culpa de arruinar a su familia; día y noche se había odiado por lo que había pasado, pero no entendía por qué su padre quería castigarlo de ese modo. Estaba siendo muy cruel. Hubiera deseado mil veces que lo golpeara hasta la muerte y hacerle ver estrellas, incluso hubiera preferido que lo encerrara en un pozo oscuro lejos del mundo… Pero la idea de estar en ese lugar lo atormentaba.

 

Porque, claro, ¿a quién le gustaría estar encerrado en el lugar donde había muerto su hermana?

Notas finales:

Este capítulo... ¡Le ha encantado a Dara! jajajaja ya saben, me gustan las historias así (? Fue tan gris, tan Dara. Espero que también les haya gustado, poor Yoongi. 

¿Cómo les ha ido en la semana? Yo espero que muy muy bien. No como yo, con este dolor de cabeza y gripa que llegó sin ninguna razón y me tiene gruñona (además sudando como si estuviese dentro de un horno). 

¡Los adoro!

 

PD: -se va arrastrandose hasta su cama-


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