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The Jackpot por Lord_Dara

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Notas del capitulo:

¡A Leer!

Capítulo 18

 

Taehyung miraba a su mejor amigo desde la barra con el rostro preocupado. Jimin le había dicho que había recibido una llamada de Yoongi, que lo había contactado pero que no había podido decir mucho; le dijo que estaba en problemas, pero Taehyung no estaba muy seguro. El pelinegro había bebido tanto que creyó que estaba delirando, lo cual lo inquietaba en demasía. No se molestó siquiera en revisarle el celular para confirmar que decía la verdad, no tenía caso.

 

Mientras se debatía en qué debía hacer para ayudar a su mejor amigo, Namjoon, que recién llegaba, se sentó en frente suyo y lo contempló, pasando su mirada de Taehyung a la mesa donde Jimin estaba y de Jimin a Taehyung.

 

—¿Jimin está bien? —dijo, sacando al otro de sus pensamientos.

 

El castaño abrió la boca para responder pero pronto resolvió que sería molesto y aburrido relatar aquella larga historia. Para ahorrarse el tener que contarle al rubio lo que ocurría con ese montón de ruido de fondo, asintió.

 

—Lo está.

 

Levantó la vista para chequear a su amigo y justo en aquel instante el cuerpo del moreno cayó al suelo, llevándose la silla consigo y quebrando un par de copas pequeñas que antes estaban sobre la mesa. Se había quedado profundamente dormido. Namjoon silbó.

 

—Pues no parece.

 

El menor negó con la cabeza y dio algunos pasos para salir de la barra a socorrer a Jimin, hasta que oyó su voz.

 

—¿Adónde vas?

 

Hoseok lo miraba con el ceño fruncido, tenía un brazo en la cintura y el otro estaba apoyado en la barra, un trapo húmedo sostenido en la mano. Taehyung adivinó que estaba inexplicablemente de mal humor otra vez. El rubio arqueó una ceja y miró al pelinegro con desaprobación.

 

—Refréscate, Hobi. Él no es tuyo, deja de regañarlo tanto.

 

El castaño lo miró agradecido y salió de la barra para agarrar a su amigo, que se tambaleaba encima suyo, y salir juntos por la puerta principal, sin importarle si tenía permiso o no. Namjoon observó al par de jóvenes con una sonrisa hasta que abandonaron el lugar, se giró hacia Hoseok y pidió una bebida. El pelinegro bufó, con la mandíbula apretada, y se puso manos a la obra. El rubio meneaba la cabeza al ritmo de la alta música mientras veía cómo su amigo hacía su trago de mala gana, lo observaba fijamente, de arriba abajo, con demasiado interés, y una idea le surgió de repente. La malvada idea de darle un empujón a Jung Hoseok.

 

El pelinegro puso la bebida al frente suyo y pasó luego el trapo donde anteriormente había trabajado. El alto carraspeó, con una media sonrisa.

 

—Hey, Hoseok —llamó, el aludido lo miró—. ¿Sabes si Tae sale con alguien?

 

El chico abrió los ojos como platos, pero se repuso en una fracción de segundo. Brevemente se había alarmado y sentido amenazado. Con el cuerpo repentinamente tenso, negó con la cabeza y habló lo menos cortante posible sin éxito.

 

—No sé —dijo, con una encogida de hombros—. Taehyung no puede tener novio…

 

—¿Qué? ¿Por qué no puede?

 

Hoseok se mordió el labio al darse cuenta de lo que había dicho, lo había soltado sin pensar. «No puede tener novio porque está enamorado de mí». Volvió a negar con la cabeza, como para alejar cualquier pensamiento ridículo.

 

—No es eso, me equivoqué —empezó a decir, sin mirar el rostro divertido de Namjoon—. Lo que quise decir fue… que no creo que Taehyung tenga novio... o novia.

 

—Entonces ayúdame.

 

«¿Qué?». Miró por fin el rostro de Namjoon con las cejas alzadas de la sorpresa, éste parecía realmente confiado, como si de verdad quisiera ir tras Taehyung, y aquello le hizo rabiar de una extraña manera. De algún modo se sentía incómodo, molesto y...

 

—Él no puede tener pareja, nadie lo soportaría —dijo en tono agrio.

 

—Yo sí.

 

Algo en el corazón del pelinegro parecía querer explotar y apretó los puños sin decir nada, con la mirada puesta en el rostro sonriente de Namjoon. Se sentía incómodo, molesto y…

 

—Bueno —insistió el rubio—, ¿me darás una mano o no?

 

Unos cuantos clientes se sentaron al lado de Namjoon y pidieron bebidas a la misma vez, exclamando lo cansados que estaban, por lo que Hoseok se salvó de responder a la petición. Se sentía incómodo, molesto y… celoso. Se mordió en el interior de la mejilla mientras preparaba las diferentes bebidas, pensando en por qué diablos estaba tan terriblemente celoso y con deseos de golpear a Namjoon y alejarlo de Taehyung.

 

Estuvo evitando al rubio el resto de la noche, mientras éste celebraba internamente por haber cumplido su cometido, no esperaba para ver cómo marcharían las cosas.

 

El aire en el night club aquel sábado se sentía tranquilo pese al ruido y el desorden. Hoseok observaba a la clientela desde la barra con una sonrisa nostálgica, sentía como si hubieran pasado tres mil años desde la última vez que sonrió, y un vacío en su corazón empezó a acosarlo. Por un momento no pudo respirar bien y se descubrió preocupado e inquieto, al borde del desespero. Se le olvidó todo en aquel momento, y un pensamiento muy vago empezó a volverse preciso y constante. Era un solo pensamiento. Un solo nombre.

 

Yoongi.

 

Se revolvió el cabello y salió de la barra, aprovechando que al parecer nadie quería una bebida, y se dirigió a la pista de baile, donde Namjoon bailaba con dos chicas bastante altas y delgadas, una más sexy que la otra. Tomó al alto por el cuello de la camisa y lo apartó a una esquina menos poblada. El rubio creyó que venía a estrangularlo hasta que oyó sus palabras.

 

—Dame el número de… Jimin, por favor.

 

El rubio se lo dio sin preguntar ni bromear, y cuando vio que el pelinegro no le iba a dar las gracias, se alejó, dándole su espacio porque sabía que lo necesitaba. Hoseok miró con fastidio el número del estúpido chico que… Suspiró. Ya no tenía caso seguir con eso, habían cosas más importantes en las que reflexionar. Regresó a la barra y se quedó allí hasta la madrugada, con tres pensamientos muy presentes en la mente: estaba preocupado por Yoongi, debía buscarlo, y pediría ayuda a Jimin para encontrarlo.

 

 

≡≡≡

 

 

Estaban mirando atentamente la puerta de la casa de Yoongi, la cual llevaba vario rato sin ser abierta por ningún hombre ebrio ni por ningún joven pálido con cabellera anaranjada. La tarde estaba pintada de batata, con leves tonalidades de azul y estaba fresca, pero Jimin y Hoseok no la sentían así, porque estaban bastante tensos y concentrados en aquel momento.

 

El pelinegro mayor había llamado al menor temprano en la mañana para ir juntos a casa de Yoongi y asegurarse de que estuviera bien. Al principio Jimin se había negado a verlo, con una resaca inmensa, y cortó la llamada, todavía bastante enojado por su comportamiento de los últimos días, pero un rato después se arrepintió y lo llamó de vuelta, acordando de verse a las cuatro de la tarde en casa del pelinaranja. El menor había llegado en su auto, y encontró a Hoseok parado en una esquina, cabizbajo, con las manos dentro de su sudadera verde pistacho. Cuando éste lo vio se mordió el labio, pero con un “Vamos, no perdamos el tiempo” de parte de Jimin, Hoseok entró a su auto para que se acercaran un poco más y tuvieran una mejor perspectiva de la casa.

 

Y ahí estaban, espiando desde el auto de Jimin, vigilando cualquier movimiento como los buenos agentes que eran. Luego de una hora y veinte minutos de espera, el señor Min salió por fin de su hogar, cubierto por una chaqueta de cuero negra que le cubría el rostro en su parte inferior, y debido a la gorra que tenía puesta no podían verle bien la cara. El señor fue a paso ligero hasta su camioneta y arrancó en el mismo instante en que cerró la puerta. Los chicos intercambiaron una mirada y asintieron, poniendo en marcha el auto y siguiendo al hombre que al parecer era el único que sabía del paradero de Yoongi. Realizaron las mismas paradas que él, y condujeron unos diez minutos más cuando el hombre se detuvo en un pub iluminado por luces amarillas opacas y entró.

 

—¡¿Un jodido bar?! —Jimin se quejó con un grito y dio un golpe al volante de la rabia.

 

Hoseok lo miró, con ojos serios y cargados de furia. No entendía al padre de Yoongi, nunca lo haría, y lo odiaba por hacerle daño. En esta ocasión el señor tardó tres horas en abandonar el lugar y acercarse tambaleante hasta su coche para retomar su camino, los menores se pusieron tensos al ver cómo el hombre conducía lento y torcido, nerviosos por un posible accidente. Cómo llegó ileso de vuelta a casa es algo que los chicos nunca entendieron, pero se enojaron de sobremanera al ver que estaban en el mismo punto donde partieron.

 

—Debe estar bromeando… —Hoseok dio una patada al suelo del auto de Jimin, a éste pareció no molestarle, estaba demasiado ocupado apretando el volante y mirando con odio la puerta de la casa de su Yoongi.

 

Volvieron a esperar unas horas más hasta que cayeron las once de la noche y el señor Min volvió a salir de su casa, con las mismas ropas, llevando consigo una bolsa blanca de tamaño mediano. Se sobresaltaron al verlo dejar la casa, puesto que debido al paso de horas, el enojo y el cansancio se estaban quedando dormidos. Se desperezaron y siguieron al otro de nuevo. Se metieron por la carretera, dejando atrás edificios y ruido, y empezaron a aproximarse a una zona desierta, con árboles por todas partes. Jimin miró a Hoseok con nerviosismo, éste miraba los alrededores con el ceño fruncido.

 

—Creo que conozco esta zona, no lo sé bien —dijo, achicando los ojos por la oscuridad en el exterior—. Una vez vine por aquí con la familia de Yoongi.

 

—¿Dónde está la madre de Yoongi? —quiso saber el menor.

 

Hoseok se mordió el labio y apretó la mandíbula.

 

—Sigue conduciendo… —se acercaron un poco más y el rostro del mayor palideció de manera exagerada—. ¡Detén el auto, detenlo! ¡Apaga las luces!

 

Aparcaron a unos cuantos metros de una casita veraniega, rodeada por un inmenso lago frío y oscuro, que parecía tener vida y gritaba con el choque de las olas. El padre de Yoongi entró al lugar y cerró con un portazo, los chicos guardaron silencio, con la respiración contenida en sus pulmones, procurando no perder los nervios. El tipo no tardó mucho como creyeron que haría, y abandonó el lugar con paso lento. Hoseok sostuvo a Jimin del brazo cuando vio que iba a salir del auto para “romperle la cara”; él también tenía rabia pero no quería que se complicaran las cosas. El señor Min se instaló en su auto y se marchó.

 

Aguardaron cinco minutos, no más, porque Jimin no aguantó y se zafó del agarre del otro, abrió la puerta del auto y salió disparado hasta la puerta de la casa vacacional. Hoseok fue tras él, maldiciendo y mirando en la dirección por donde se había ido el mayor, con miedo de que no estuviera lo suficientemente lejos. Alcanzó al chico más bajo y lo acompañó en sus gritos y golpes a la puerta.

 

—¡Yoongi! ¡Yoongi, estamos aquí!

 

—¡Yoongi!

 

Golpearon varias veces más, con cada grito se asustaban más y se negaban a hacer caso a las ideas negativas que sus mentes les proponían. Más golpes, puños y patadas...

 

Pero no hubo respuesta.

 

 

El señor Min entró al lugar de su pasado y cerró la puerta con rabia. Vio el interior oscuro como boca de lobo y todo estaba bastante silencioso, no había rastro de su hijo por ninguna parte. Recorrió la casa, el sonido de los tacones de sus botas resonaban y se alzaban con un eco, como si el lugar fuera una cueva. Gruñó, tenía mucho calor y esa maldita cucaracha no estaba por ningún lado, hasta que lo vio escondido bajo una mesita cercana a la puerta principal, con el brazo estirado tratando de abrirla en silencio. Sonrió enternecido y se acercó rápidamente, lo tomó del brazo y tiró de él para sacarlo de su escondite.

 

La mesita donde Yoongi estaba oculto cayó al suelo con un ruido sordo. El pelinaranja quedó colgado del brazo de su padre, como si no pesara nada.

 

—¿Qué diablos crees que hacías?

 

Y estampó un puño en el rostro del joven, pero no lo soltó. Con la misma fuerza con que dio aquel golpe, dio el segundo, que fue a parar en el estómago de Yoongi, que tosió fuerte y se desplomó en el suelo. Los ojos se le aguaron y la mirada se le nubló, ni siquiera tenía energía para alejarse a gatas de donde estaba. El señor Min lo miró con asco, como si fuera un insecto y quisiera aplastarlo por el simple hecho de ser pequeño, y le arrojó la bolsa blanca que llevaba hace un rato y contenía su cena. Hizo amague de darle una patada para hacerlo retroceder y salió del lugar, dejando a su hijo revolviéndose en el suelo.

 

Yoongi se agarró el estómago, tratando de recuperar el aire que le había sacado el golpe. Le dolía la cara… Se llevó una mano a la nariz y la notó húmeda, luego vio sus dedos manchados de rojo y empezó a sollozar débil; tenía tanto dolor de cabeza y cuerpo que sólo deseaba que todo desapareciera. Estaba frustrado, había fallado en su intento de escapar. A sus oídos llegó el golpeteo de las puertas, tan fuerte y brusco que le entró el pánico; pensó que su padre había regresado porque había olvidado dejarlo inconsciente y se apuró a esconderse nuevamente, con las piernas temblorosas y un mareo insoportable.

 

Entonces unas voces se alzaron y escuchó con atención. ¿Acaso gritaban su nombre? Aun así sus piernas no se movieron. Siguieron golpeando, y gateó solo unos cuantos pasos hasta que se hizo silencio. Habían cesado, y se llenó completamente de miedo. Se arrastró un poco más, tratando de llegar a la puerta, y de repente un golpe estruendoso hizo que la puerta se abriera y chocara fuertemente con la pared contigua. Yoongi respiró rápidamente, el corazón le iba a mil, y los vio. Jimin y Hoseok aparecieron en el umbral.

 

El pelinaranja parpadeó un par de veces sorprendido, creyendo que aquello que veía no era real, que sólo eran imágenes con las que su cabeza quería torturarlo. Los pelinegros se miraron con preocupación, Yoongi no tenía buen aspecto y sangraba por la nariz. Se acercaron y tranquilizaron cuando Yoongi sonrió, pero eso duró menos de un segundo, porque se puso pálido de repente, mirando a un punto fijo detrás de ellos. Los rescatistas lo miraron sin comprender y giraron a sus espaldas.

 

El señor Min estaba apoyado en el marco de la puerta con una sonrisa socarrona, llevaba en la mano un palo de madera, el cual zarandeaba peligrosamente en el aire.

 

 —¿Creyeron que no sabía que me seguían, par de imbéciles? —negó con la cabeza, el pelinaranja a simple vista supo que estaba ebrio—. Hay que ser el idiota de Yoongi para no darse cuenta.

 

Sin dar tiempo a reaccionar corrió hasta los chicos, empuñando el palo en alto, y los golpeó en la cabeza, tan fuerte que los dejó aturdidos. Hoseok cayó al suelo de rodillas y Yoongi hizo uso de sus pocas fuerzas para llegar hasta él, levantó la vista y miró horrorizado cómo su padre tomaba a Jimin del cabello y lo arrastraba fuera de la casa hasta el lago. El más pálido se pasó el brazo de su amigo por los hombros y lo ayudó a levantarse, Hoseok se apoyó sobre él y lo sintió frío y débil. ¿Cuánto hace que había abandonado a su mejor amigo?

 

Quiso preguntarle si estaba bien, pero Yoongi estaba concentrado en sacarlos de ahí cuanto antes para ayudar a Jimin. Cuando se acercaron al mayor, que estaba mirando con satisfacción por un barranco, se preguntaron dónde estaba el menor, hasta que escucharon un aleteo en el agua y unos cuantos gemidos ahogados y desesperados. El señor Min había arrojado a Jimin al lago. Yoongi cedió y cayó de rodillas al suelo, finalmente se había quedado sin una pizca fuerza y no tenía cabeza para pensar ni imaginar lo que vendría después. Hoseok se acercó sólo un poco para asegurarse de que Jimin estaba a salvo, el chico golpeaba el agua y hacía enormes intentos por no hundirse; adivinó que aquella zona estaba algo pantanosa y pesada, y la baja temperatura no mejoraba la situación.

 

Una carcajada endiablada cortó el aire gélido, y se hizo escuchar por encima del silbido del viento.

 

—Qué patético —el señor Min dejó de mirar a Jimin para señalar a Yoongi con el palo que llevaba en la mano—. Este es tu castigo por matar a mi niña. Mi pobre Eungi… —por un momento miró al vacío, con la boca abierta y el rostro contraído, luego volvió en sí y apretó más con fuerza el garrote—. ¡Yah!, ¿fue así como asesinaste a Eungi?

 

Hoseok observaba y analizaba todo desde donde estaba, notó que su presencia era un poco olvidada e ignorada y decidió aprovechar aquello para intentar lanzarse al lago, pero unos cuantos “hey, hey, hey” demasiado acusatorios le obligaron a frenar. El padre de Yoongi lo miraba con una sonrisa cínica.

 

—Jung Hoseok —escupió con asco—. El bastardo que amariqueó a mi hijo. —Volvió a reírse, como si hubiera dicho la cosa más graciosa del mundo—. Debiste matar a tus hermanos y luego suicidarte para que toda tu familia estuviera junt-

 

No logró terminar su frase. El pelinegro había corrido hasta él, lanzándosele encima y cayendo juntos al frío lago, que parecía con aguas negras, venenosas y espesas. El mayor lo tomó por el cuello cuando asomaron la cabeza fuera del agua, Hoseok le golpeó con el codo en la cara para que lo soltara y al estar libre nadó apurado para sacar a Jimin. Agradecía haber tomado clases de natación tiempo atrás. Salieron del lago a gatas, con el cuerpo pesado debido a las ropas húmedas, el señor Min gritaba desde atrás de ellos.

 

—¡Socorro! —se hundió por un momento y luego volvió a salir—. ¡Me voy a ahogar!

 

Jimin tosía agua mirando a Hoseok, que negaba con la cabeza, no le iban a creer a ese pedazo de mierda. De repente Yoongi reaccionó al escuchar los gritos desgarradores de su padre; se levantó pese a la debilidad y el mareo y corrió hasta los otros dos.

 

—Sáquenlo de ahí —tenía las mejillas brillantes, donde lágrimas habían dejado su huella—. Está borracho, y el lago está muy frío. ¡Va a ahogarse!

 

Ante la imagen desastrosa de Yoongi, con los ojos rojos y los labios rotos, sin mencionar su nariz con sangre seca y el montón de moretones visibles en la piel nívea, Hoseok masculló algo y pateó el pasto del suelo. Dio media vuelta, enojado, y se lanzó de nuevo al lago. El hombre se aferró a él mientras lo sacaba del agua, y cuando estuvieron en tierra firme le propinó un puñetazo en la mejilla. Su ataque de ira duró poco, un golpe en la cabeza le hizo caer de cara al suelo y Yoongi arrojó lejos el palo con el que había lastimado a su padre. Había temido que intentara hacer algo peligroso cuando estuviera fuera del lago.

 

Todo quedó en silencio, el viento revolvía las hojas de los árboles y la temperatura bajaba cada vez más. El señor Min yacía inconsciente mientras Jimin recuperaba el aire y Hoseok miraba al suelo, repasando todo lo que había hecho aquel día. Yoongi dio unos cuantos pasos y cayó encima del cuerpo de su padre, había sido tanta impresión, tanta adrenalina, y estaba tan cansado… que se desmayó.

 

 

Jimin conducía rápido, Hoseok estaba sentado en el puesto del copiloto mirando a Yoongi y al señor Min, quienes estaban tumbados en los asientos traseros del auto del menor. Llegaron al hospital, donde Taehyung los esperaba con el rostro preocupado; había salido de su casa en el mismo instante que su mejor amigo lo había llamado y le había informado que ya había encontrado a Yoongi. Entre Taehyung y Hoseok se encargaron de sacar al hombre del auto mientras Jimin llevaba a Yoongi en brazos, se mordió los labios al sentirlo tan ligero.

 

Taehyung convenció a los chicos que llamaran a la policía para que pasara por el señor Min. A pesar de que odiaban a morir a aquel hombre, no querían que Yoongi estuviera triste porque lo alejaron de su única familia, pero sabían que era lo correcto. Y era por su bien.

 

—Es él.

 

Jimin señaló la camilla en la que se hallaba el cuerpo del señor, en la cama contigua estaba Yoongi inconsciente; los policías, que recién llegaban, se pararon cada uno a su lado, examinándolo. De repente, el hombre abrió los ojos, inyectados de sangre y furia, y se lanzó encima de Hoseok, alcanzando a darle un golpe en un costado; Taehyung soltó un grito de pánico cuando los policías lo alejaron del cuerpo más joven, el pelinegro se levantó con el rostro serio, sin mostrar temor ni dolor.

 

—¡Arréstenlos a ellos! —gritaba el señor Min, lanzando patadas mientras los dos policías trataban de calmarlo y una enfermera se acercaba para doparlo—. Invadieron mi casa y trataron de arrebatarme a mi hijo. ¡Mi única familia!

 

La última palabra se escuchó lejana y falsa, Jimin bufó del asco y la vergüenza. El cuerpo del hombre se fue relajando y pronto volvió a quedar inmóvil, ido por los fármacos. Los oficiales sacaron al señor de la sala en la que se encontraban, dejando a los jóvenes sumidos en un bienvenido silencio. Taehyung miraba a su mejor amigo y a Hoseok, y luego miraba a Yoongi, quería saber qué había ocurrido. En aquel instante, un doctor anciano seguido de dos enfermeras invadieron la estancia, los presentes alzaron la vista e hicieron una breve reverencia.

 

—Qué desorden el de hace un rato —comentó el doctor, que decía llamarse doctor Yoon—. Bien… supongo que deben marcharse ya. Es demasiado tarde y las visitas están prohibidas, además se van a resfriar con esas ropas mojadas.

 

—Pero... no puedo dejarlo aquí… —empezó Hoseok, no muy seguro de lo que decía. Sentía vergüenza de sí mismo en aquel momento. Yoongi no lo merecía—. No puede quedarse solo…

 

—El joven Min necesita reposo ahora —intervino la enfermera al ver que el chico pelinegro de menor estatura también iba a insistir—. Puede quedarse uno de ustedes —Jimin y Hoseok se miraron— pero ninguno de ustedes dos. —Apuntó la joven mujer.

 

Entonces las miradas de los pelinegros se posaron en Taehyung, que abrió los ojos sorprendido pero no se negó a quedarse para vigilar al pelinaranja. La enfermera salió junto con el doctor Yoon y regresó unos instantes después con una silla para el castaño, éste se sentó al lado de la camilla y dejó escapar el aire.

 

—Si hubiera sabido que tendría que hacer esto hubiera traído un libro —se quejó en un murmullo. Dirigió la mirada a su mejor amigo, éste clavaba los ojos en el cuerpo de Yoongi. Lo tomó de la mano y se la apretó, éste le correspondió el agarre—. Yo cuidaré de él, no te preocupes. Ahora vete y dúchate.

 

Jimin sonrió débil y asintió. Hoseok miró a Yoongi, con los labios apretados, la boca era una fina línea rosa, y luego miró a Taehyung, que se sonrojó de manera leve.

 

—Gracias —dijo con voz cansada y salió de la sala.

 

Jimin lo esperó afuera y salieron juntos del edificio del hospital. No dijeron nada hasta que llegaron al coche del menor.

 

—Te llevaré a mi casa —dijo el menor.

 

No preguntó si le molestaba o le parecía bien, pero Hoseok no protestó, lo mejor sería estar lejos de casa ahora, si llegaba con esas pintas le harían demasiadas preguntas que ni él mismo se creía capaz de contestar. Condujeron varias calles hasta llegar una zona de alta clase con edificios y apartamentos por todos lados. Caminaron hasta una torre, subieron en ascensor debido al cansancio y se adentraron a uno de los apartamentos. Hoseok miró la estancia perplejo cuando el otro encendió las luces. El espacio era sencillo pero lucía muy bien y agradable, y tenía una bonita vista de la ciudad por el extenso balcón. Jimin se lo quedó mirando con una sonrisa.

 

—Debo… —habló el pelinegro mayor, dándose cuenta bastante apenado que había estado escaneando el lugar con la boca abierta—. Necesito hacer una llamada, ¿me prestas el teléfono?

 

El menor se encogió de hombros y le lanzó el teléfono inalámbrico de color negro. Hoseok marcó unos cuantos números y esperó a que contestaran.

 

¿Diga?

 

—Jin, soy yo… —se llevó una mano a la cara e hizo presión en sus doloridos ojos—. Mira… no llegaré a casa, si quieres puedes irte. Confío en que Jungkook no se escapará con ninguna chica y dejará a SeRa sola.

 

Al otro lado de la línea no escuchó más que la respiración de Seokjin, frunció el ceño al no recibir respuesta.

 

—¿Seokjin?

 

Es imposible que Jungkook se escape con una chica —su voz había sonado bastante áspera—. Y no, no me voy.

 

Y colgó. Hoseok miró extrañado el teléfono y suspiró al ver la hora. Ya casi eran las dos de la mañana. Dejó el aparato en una mesa cercana y miró a Jimin, que llegaba con algunas prendas y una toalla y se las extendió.

 

—Ve y dúchate en esa habitación —dijo, señalando una apertura en el pasillo—. Yo me bañaré en el otro.

 

Hoseok le recibió las prendas y asintió. Se puso a apreciar de nuevo la estancia, le gustaba el aire tranquilo que se respiraba allí. Todo estaba limpio y era muy lindo y de colores muy bonitos. Él y su mejor amigo siempre habían soñado con vivir en un lugar parecido.

 

—Lindo lugar —comentó.

 

El menor lo miró y una sonrisa empezó a formarse en su rostro.

 

—Gracias —respondió—. Es de Yoongi.

Notas finales:

Amo ese final de capítulo (y obvio todo el capi). ¿Qué tal el capi? ¿Les ha gustado? Tanta acción me encanta. Alguien debió morir en el lago (? -solo bromeo, no soy tan mala T____T NO LO SOYYYYY-.

Espero que todos estén muy bien. 

 

PD: olvidé decir que soy Dara XD

PD2: hoy no hay gifs porque olvidé buscarlos :'( 

PD3: Lord... ya lo diré, ¡Me encanta que te haya gustado tu regalo de cumpleaños! Me debes la llorada :3

PD4: los adoro a todos, gracias por darnos una oportunidad y leer nuestro fic. 


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