Había una vez, en un reino muy cercano, lo puedes encontrar pasando el poste que alumbra la calle, al entrar al jardín de las rosas de noche, había una vez en un reino muy cercano dos príncipes gemelos que nacieron en una noche como esta de verano, oscura y un poco fresca después de la lluvia.
Estos príncipes siempre estaban juntos, no podían separarse ya que si lo hacían el corazón del que se alejara se detendría dándole la muerte y eso era algo que los reyes de ese reino no podían concebir, amaban a ambos hijos y querían verlos crecer fuertes y felices.
Los niños se hartaban de estar siempre juntos, a donde quiera que tenían que ir iban juntos, sus actividades siempre eras de ellos dos, bañarse, ir a los bailes, los juegos y las escondidas, simplemente estar en la compañía de uno del otro.
El tiempo pasó ambos se convirtieron en jóvenes sanos fuertes y llenos de energía, diestros en diferentes cosas, uno el mayor lleno de conocimientos, siempre rodeado de libros, lápices, arte, música; el menor siempre lleno de energía en exceso, juegos, deportes, comida sana era gracioso verlos como coexistian en la misma habitación, completamente diferentes.
Un día, un fatídico día el príncipe menor conoció a una chica que le robaba el pensamiento, que lo dejaba sin aliento, sentía ese extraño acelero en su corazón, su madre la reina le explicó una vez que eso era el amor, una sensación tan única que se podía sentir solo por alguien más y que siempre se esperaba fuera correspondido de la misma forma.
La chica siempre quería verse con el joven príncipe a solas, algo que era prácticamente imposible, quería tenerlo para ella, quería que se separara de su hermano mayor aunque sabía lo que podía pasar.
El menor lo pensó mucho y una noche en su habitación y con un nudo en la garganta se enfrentó a su hermano mayor.
-Este es el momento para aclarar todas las cosas- le dijo con semblante serio-Yo cuando era niño te odiaba, mucho, debo decir que demasiado-
-Corazón siamés…- Interrumpió el mayor buscando un libro en la estantería del gran cuarto.
-¿Qué?- El más chico se sorprendió por lo que su hermano dijo.
-Es así como se le llama a nuestro caso… Corazón siamés porque lo compartimos, dicen que si nos abren el pecho se encontraran que solo tenemos el corazón a medias y es por eso que no podemos alejarnos, nuestro corazón es el mismo al momento que nos desarrollamos dentro de nuestra madre, solo que un pedazo lo tienes tu y el otro yo-.
-¿Sabes lo ridículo que suena eso?-
-Es ciencia de nuestro reino hermanito, simplemente ciencia…-Se le quebró la voz – Yo sé que te quieres ir con ella, que más quisiera que fueras feliz y que sin miedo te marcharas sin tener que morir, yo también te odiaba-Las lagrimas comenzaron a correr- Siempre lo supe, es por eso que traté de ser tolerante y amable pero siempre me salieron las cosas al revés… Ahora planeas irte pero no puedes, yo sé que no lo pensarías más, eres impulsivo y siempre tratas de obtener lo que quieres- el mayor se tiró sobre su cama para poder llorar al mismo tiempo que miraba el techo de su cuarto, esperaba el momento en que su hermanito se diera la vuelta y saliera del cuarto para irse con esa chica y murieran en el momento, porque no solo moriría el más pequeño, también moriría el mayor por el amor que por él sentía, un amor enfermizo que quisiera fuera correspondido.
-Sabes tanto de mi-
-Es obvio que lo sé, soy tu hermano y te amo…- El corazón de ambos saltó al menos el pedazo de cada quién- he vivido contigo tanto tiempo- el mayor trató de componer pero el menor se lo impidió.
-Ese sobresalto en el pecho tu también lo sentiste ¿No es verdad?-.
-¿De que me hablas?- El príncipe mayor desvió la mirada.
-Eso no es normal, lo he sentido antes-
-Deberías parar de decir tus tonterías- Se enjugó las lagrimas.
-Siempre siento ese sobresalto cuando estoy con ella, pero con ella…- El más chico abrió los ojos como platos- Entonces no era mi corazón el que sentía sino el tuyo…- Miró a su hermano recostado en la cama.
-Si, mi corazón saltaba…- Le dijo levantando un poco la cabeza para fijar sus ojos en los de su hermano.
-¿Tu también la amas?-.
-¡No es a ella a quien amo!-.
-Entonces no entiendo, porque era solo ella la que estaba allí…- Un rubor le cubrió el rostro, su hermano en la cama se cubrió la cara con las manos.
-¡No puede ser que aun no sepas reconocer tus latidos de los míos! Te lo dije muchas veces, el que siente realmente eso su respiración se agita, no nada más se siente en el pecho- No podía mirar a su hermano menor que seguía de pie en medio de la habitación.
-¿Me amas?...- Su hermano asentía en la cama aun con las manos en el rostro –Ósea… me amas…-
-Si, de una forma que no es de hermanos, ahora entiendo a aquellas chicas, ¿Las recuerdas? Ellas también eran mellizas y tenían el mismo mal que nosotros, trataron de unirnos en matrimonio con ellas, pero siempre tuvieron el valor de luchar por su amor, te aseguro que no les importó el resultado…-Seguía llorando, no podía detener las lagrimas y aun así podía seguir hablando-¡Maldita sea, te amo, desde que éramos pequeños y confieso que nada me hacía más feliz que compartir el mismo corazón contigo! Así son mis sentimientos por ti que se oscurecieron y se torcieron al ver que compartíamos la misma sangrey saber que te podía gustar alguien más y también admito que me alegré de que valoraras tu vida y no morirías de amor por irte con alguien más… o tal vez me equivoqué- Su pecho ardía mientras hablaba, su corazón palpitaba tan aprisa, pero la respiración agitada no la tenía él sino el más pequeño que aun se encontraba ruborizado mirándolo desde el centro de la habitación.
-Creo que sientes mi latidos- Dijo el más pequeño acercándose a su hermano.
-No me había dado cuenta que eran los tuyos- El rubor se apoderó del mayor cortando por completo las lágrimas.
-Y eso que me has explicado cientos de veces como distinguirlos y en el momento más crítico se te olvida- El menor se sentó sobre la cama.
-Te amo- le repitió el príncipe mayor y un largo silencio se hizo donde se miraron fijamente y el corazón de ambos se aceleraba, el mayor sentía los latidos del menor y el menor los del mayor, uno tras otro cortando la respiración, el menor abrió los labios porque se había dado cuenta de algo muy importante en el ultimo momento.
-¿Qué es lo que haremos ahora?- Dijo el más chico.
-No lo sé, estoy condenado a no ser correspondido… pero…- Se levantó de un golpe y corrió a la puerta, no se detuvo y siguió corriendo y corriendo, se estaba agotando, le dolía el pecho hasta que se desplomó, jadeando vio que había llegado al jardín y se desplomó de nuevo, su corazón no se había detenido.
-Vaya que eres débil, no pensé que llegar al jardín del palacio era tu límite físico hermanote- El menor lo había seguido muy de cerca y no se encontraba cansado.
-¿Por qué me seguiste?- dijo al mismo tiempo que jalaba grandes bocanadas de aire.
-¡Eso es obvio! ¡Porque no quiero que mueras!- el más joven se molestó-Yo también te amo, creo que siempre he correspondido esos sentimientos, sin embargo… no tenía el valor como ellas, las mellizas… ¿Crees que si podamos vivir nosotros juntos sin recibir las consecuencias que conlleva?-Se dejó caer en el pecho de su hermano mayor quien se había dado la vuelta con dificultad.
-Hay…- se quejó el príncipe al recibir a su hermano sobre su pecho- No lo sé… espera, eso quiere decir que tu y yo…-
-¿Cuanto fue lo que escuchaste de lo que acabo de decirte?- El mayor se sonrojó ante las palabras del menor.
-Pero…- Silenciado por un leve beso en la boca.
-Mío, eres mío, con la mitad de mi corazón, que comparte mis emociones y latidos, tengo a la persona perfecta justo aquí, debajo de mi, podría besarte hasta el cansancio- El más chico le susurraba, comenzó a llover.
-Yo nunca me cansaría- Habló el mayor en voz baja pero perceptible para su hermanito.
-¿Chicos que hacen allí?- Una voz familiar los hizo regresar de su atmosfera, el agua cayó con fuerza cubriendo cualquier ruido, llenándolo todo con ella, solo la lluvia se escuchaba y la persona que interrumpió ese mágico momento no pudo escuchar la respuesta de ambos.
-Amándonos- …