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Real wild child por Karmilla46664

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Notas del capitulo:

Sé que no es un capítulo largo el que os traigo pero prefería daros un poquito de lectura a estar más tiempo sin actualizar. Además, quería hacer algo especial por el cumpleaños de KangIn y, un poco tarde, pero aquí os traigo un capítulo narrando su historia. A diferencia que los capítulos donde Leeteuk y Heechul contaban su historia, esta no está narrada en primera persona.

 

*Anaconda: hace referencia uno de los revólveres más populares ya que no tiene retrocesos ni fallos, es ligero y cualquiera puede usarla

KangIn observó taciturno su cigarrillo, humeante como una pistola recién disparada. Había estado dándole vueltas a la idea de hasta dónde sería capaz de llegar por un poco de venganza. No podía mirarse en el espejo sin que una mueca burlona apareciese en sus labios; no era ni la sombra de lo que fue en el pasado. La Kkangpae no era más que una leyenda, su imperio hecho cenizas y él simplemente seguía interpretando el papel que le había tocado actuar. A pesar de la evidente inexistencia de la mafia, su salida de la prisión había hecho cundir el pánico por Seúl. Aquellos que le debían dinero probablemente estarían rezando para no ser encontrados, los proxenetas temerosos de que sus burdeles volviesen a ser dominio de la mafia, sus ex socios contando los días hasta que recibiesen un balazo certero. Y si había alguien que tenía motivos de sobra para estar acojonado era Jungsoo: no sólo había traicionado al jefe de la mafia sino que le había destrozado el corazón. Sin embargo KangIn aún no había reunido el valor suficiente para ponerse frente a él y cobrarse la deuda con su vida. Había rencor, eso era innegable, pero ni siquiera él era tan ruin como para que no le temblase el pulso a la hora de disparar al que fue el amor de su vida. Él no era como su padre, despiadado y sin escrúpulos, capaz de cualquier cosa por un puñado de billetes. Definitivamente él no era su padre, quien mató sin miramientos a su esposa por un malentendido.

 

Son tiempos oscuros, hijo, o matas o te matan

Esa frase la había escuchado tantas veces a lo largo de su infancia que la tenía tatuada en la mente. Fue especialmente repetitiva cuando la crisis del ’97 azotó el continente asiático, debilitando el won y llevando a la quiebra a innumerables corporaciones coreanas. Quizás fuese porque su mente se había encargado de borrar todo recuerdo previo a aquellos años o porque no tenía la madurez necesaria para entender la realidad, pero KangIn conservaba la sensación de que su padre era un hombre respetable hasta ese momento. Sin embargo, ya en la pubertad comenzó a notar que aquellas imágenes sanguinolentas que las tenía por pesadillas, eran en realidad recuerdos que había tratado de bloquear. Su padre no era el héroe al que había admirado durante años, sino una persona a la que no debías cabrear a menos que deseases la muerte.

La bolsa cayó un 4% el 07 de Noviembre de 1997; para finales de Noviembre había caído un 7’2%, sumiendo al país en una crisis que lo llevó a tener una Deuda Pública del 30%. Los magnates de grandes conglomerados, fatigados por no poder competir con las empresas internacionales, recurrieron a préstamos no rentables con los que la mafia se hizo de oro. La fortuna y el poder de la Kkangpae crecieron desorbitadamente, a la misma vez que aquellos que no podían devolverle el préstamo acababan asesinados o se suicidaban por la desesperación. A Youngwoon cada vez se le hacía más difícil mirar hacia otro lado e ignorar lo crímenes de su padre. Además, éste creía que el pequeño ya tenía la edad necesaria para aprender el oficio y convertirse en un digno sucesor de la banda criminal. Contaba con unos escasos trece años pero era obligado a presenciar las deudas que se cobraba su progenitor. Los castigos oscilaban entre torturas varias, como roturas de dedos o quemaduras de segundo grado, hasta la muerte.

Debía practicar con diferentes armas de fuego en un recinto cerrado. La primera vez que disparó un arma fue tal el impacto que se dañó el hombro, ganándose una mirada decepcionada de su padre. No hay nada más inestable que la autoestima de un adolescente, y lo único que buscaba KangIn era la aprobación de éste, cuya incapacidad de amar junto a las altas expectativas puestas en su hijo impedían el acercamiento tan deseado por el menor. Pero la prueba final, aquella que le nombraría parte del círculo de la Kkangpae, fue la primera vez que le arrebató la vida a alguien. Catorce años era los que tenía cuando miró a la cara al aterrorizado hombre que clamaba de rodillas por su vida; un disparo en la sien con una  anaconda* y los vítores de sus mayores clamándolo como un gran aspirante al mando de la mafia. Todo pasó en cuestión de segundos aunque fueron horas a sus ojos. Esa noche tuvo que dormir abrazado a su madre, aterrorizado por lo que había hecho. ¿Las palabras de su padre?

La primera vez siempre cuesta, las siguientes se vuelven rutina”, haciendo referencia a los asesinatos. No fue tan fácil para él, pues aún conservaba un poco de conciencia, pero era innegable que su padre llevaba razón y cada vez era más fácil matar. A medida que su relación con la mafia aumentaba, más se distanciaba de su madre y de cualquier atisbo de inocencia que quedase en su cuerpo adolescente. Sus ojos se volvían más opacos con cada asesinato, transmitiéndole a cualquiera que los mirase una frialdad inhumana. Su gusto por las armas creció, así como su manejo de ellas. Con diecisiete años ya acompañaba a su padre a todos sus negocios, haciéndolo partícipe de estos. Sabía cómo intimidar y controlar, cómo repartir las ganancias de la mafia y, por supuesto, vivía de acuerdo a las tres leyes básicas de la Kkangpae:

-No esconder las ganancias al resto

-No intimar con la hija de algún miembro de la mafia

-No traicionar a la Kkangpae

Sin duda sabía cómo iba el negocio, era uno más de ellos y los socios de su padre lo respetaban como a un igual. Su cuerpo se había ensanchado, dándole un aspecto amenazador que no pasaba desapercibido para nadie: era pues un miembro oficial de la mafia.

 

Fue en 2004 cuando heredó aquel imperio. Su padre murió a manos a la Tríada, eternos enemigos de la Kkangpae. Con tan sólo 19 años se había convertido en el nuevo jefe de la mafia coreana. Esto tuvo muchos detractores, quienes consideraban que KangIn (apodo que le había puesto su padre cuando ingresó en sus filas) era demasiado blando y no seguiría con la estela de la mafia más antigua. Y no andaban tan equivocados ya que había decidido darle aires nuevos a la organización criminal: mientras que su padre se centraba en los préstamos, él tenía una visión a largo plazo sobre las ganancias que podría generar la Kkangpae. Corea se había repuesto con éxito a la crisis del ’97, convirtiéndose en una fuerte potencia mundial, así que los préstamos cada vez eran menos solicitados. Si bien siguió con los negocios que regentaba su progenitor (prostíbulos, apuestas ilegales, casinos) tenía un nuevo mercado deseoso de ser explotado; la droga. Los miembros  más antiguos se negaron a contribuir con aquello ya que la mafia coreana siempre se había opuesto al tráfico de drogas, considerándolo denigrante para su estatus. KangIn, quien debía recordarles a todos que él era el que mandaba, no dudó en matarlos sin siquiera pestañear. Una nueva generación de la Kkangpae se erguía ante la impasible Seúl. Reclutó a nuevos miembros, más jóvenes y sin nada que perder. Estudió qué era lo que más se consumía en sus locales así como a quienes vendérsela. Y aunque comenzó con un laboratorio clandestino de cocaína, no tardó en ampliar el mercado. Pronto cada rincón de Seúl estaba a manos de la Kkangpae que, lejos de haberse debilitado con la muerte de Kim Yong Ha, resurgía con más fuerza que nunca. La música electrónica, en auge por aquella época, invitaba a los jóvenes a consumir todo tipo de sustancias estimulantes; el MDA había sustituido a la cocaína. KangIn se había labrado un nombre bien conocido por toda Seúl, enterrando lo poco que quedaba de Kim Youngwoon.

 

Cuando accedió a conocer al tal Jungsoo jamás imaginó lo que aquello supondría. Su mano derecha, Lee Sungmin, le había rogado que conociese en persona a su amigo. Y, aunque él era demasiado importante como para acudir a una cita con un aspirante a mafioso, aquella fue la excepción que cambió su vida, y sólo lo hizo por la amistad y confianza que tenía depositada en Sungmin. Se citaron en un parque a las afueras, por si las cosas se ponían feas y debía tomar medidas contra aquel tipo. Según Sungmin era alguien quien no tenía miedo a nada, un adicto a la adrenalina siempre en problemas. Aquello no le hacía ni puñetera gracia, lo último que necesitaba era a un descerebrado que sólo se metiese en peleas. Sin embargo, cuando llegó al parque se encontró con un joven serio, de mirada retadora y sonrisa confiada. A pesar de estar en tensión por si al tipo se le ocurría hacer alguna tontería o resultaba ser un infiltrado, era innegable el carisma que desprendía. Park Jungsoo parecía una pantera, osado y peligroso pero elegante cuando se mantenía tranquilo. Leyó su lenguaje corporal y en él no había atisbo de miedo; probablemente era la primera persona que se presentaba frente a él sin que su pulso se acelerase, sosteniéndole la mirada. El KangIn frío que todo controlaba fue pateado por el Youngwoon que latía silenciosamente dentro de él: sus ojos, opacados por todos los crímenes cometidos a sus escasos veinte años, volvieron a cobrar vida con un fuego libidinoso. El chico parado frente a él acababa de traer de vuelta a Youngwoon, y esa sería su perdición.

Lo reclutó como aprendiz, aunque su espíritu temerario y su ingenio le hicieron escalar posiciones rápidamente. Por supuesto, a la par que eso ocurría, ambos disfrutaban del sexo más ardiente que habían experimentado en su vida. Lo peligroso fue cuando el sexo mutó a algo más, floreciendo en ellos sentimientos que pensaban jamás experimentarían. Nunca habían amado y fue como si todo el amor que le habían impedido mostrar saliese como una erupción volcánica, quemándoles a ambos. Por primera vez en su vida, KangIn estaba dispuesto a morir por alguien más. La pareja junto a Sungmin lograron enriquecerse a costa de los vicios inconfesables de Seúl, que por las noches se convertía en la ciudad del libertinaje. A pesar de que la mafia ya no cometía tantos crímenes como cuando lideraba Kim Young Ha, la fama de KangIn era bien conocida y era mejor temerle. La Kkangpae prosperaba como no hacía en décadas gracias a las dotes de liderazgo y el intelecto de KangIn, quien había sido mucho más visionario que su progenitor.

 

Durante ocho años su reinado del narcotráfico había sido ininterrumpido, teniendo a su merced a policías y jueces, asegurándose de que no lo meterían preso. Aquellos tipos estaban envueltos en apuestas (ilegal en Corea del Sur) además de prostitución y un sinfín de trapos sucios con los que KangIn contaba para manipularles. Sin embargo, en 2012 consiguieron ponerlo ante la ley gracias a la única debilidad que había tenido en su vida: Jungsoo. No le dolía perder todo su patrimonio sino la traición del único ser que había amado. Cuando Leeteuk (nombre asignado cuando entró en la mafia) desapareció, KangIn enloqueció, ordenando a sus hombres buscarle por toda Corea si era necesario. Primero sospechaba que Sungmin le escondía ganancias, viéndose obligado a matarle (aunque éste logró escapar antes de que se procediera al castigo por desobedecer una de las leyes de la mafia);  luego el amor de su vida le abandonada y le robaba parte de la mercancía para hacerle competencia. La venganza era el motor que le motivaba, descuidando con ello sus negocios. El amor, su único punto débil, le había llevado a la ruina. La Kkangpae terminó de desmoronarse cuando en 2013 ingresó en prisión, convirtiéndose en una sombra de lo que llegó a ser. Cuando cumplió condena la sed de venganza seguía latiendo, aunque no con tanta intensidad como en el pasado. Había tenido tres años para reflexionar, para pensar si quería recuperar el control de la mafia y  matar a sus opositores. El problema es que ahora se encontraba en el punto de mira de la policía y no tenía hombres de confianza que hicieran las labores de sicarios. Lo único que conservaba de aquellos años era su fama, y con esa herramienta estaba dispuesto a recuperar lo que le pertenecía. Quizás la Kkangpae era una entidad fantasma, pero había mucha gente que le debía favores, entre ellos el fracasado rapero Lee Hyukjae, su primera víctima.

 

Así que ahí se encontraba KangIn, rodeado del espeso humo que emanaba su cigarrillo, mirando taciturno como Park Jungsoo conversaba con un extranjero en una apartada cafetería de barrio. A pesar de los evidentes signos de madurez en el rostro de su ex amante, aún conservaba la mirada retadora que un día le hizo cavar su propia tumba.

 

 

Notas finales:

Si necesitáis refrescar algunas cosas, en los capítulos 5 y 12 se habla sobre KangIn y la Kkangpae (la cronología de su liderazgo, cómo se hizo su padre con el poder de la mafia y cómo actuaban)

Os prometo que actualizaré pronto, chingus

Kisses

 

***La canción que da nombre al capítulo es del nuevo album de Green Day y, en cuanto la escuché, supe que era la canción perfecta para KangIn (esto no tiene nada que ver con la historia, sólo era una anécdota tonta)***

 

CANCIONES

Título del capítulo (Green Day - Bang Bang): Green Day - Bang Bang (Official Lyric Video) - YouTube


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