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Ghor naj alley por champiipandy

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Kuroko no Basket pertenece a Fujimaki Tadatoshi. Porque de pertenecerme a mi, mis OTP's serian canon y no se trataria de basket. xD 

Notas del capitulo:

De ante mano pido perdón por las faltas de ortografía, espero lo disfruten :) 

El olor a azúcar tostada y chocolate batido era tan denso que se podía percibir claramente desde la Avenida Principal; los transeúntes enseguida quedaban enganchados por ese particular aroma y desviaban su camino en ese callejón abandonado del antiguo distrito comercial de Kyoto.

Era un pequeño, casi diminuto local de arquitectura tradicional: puerta corrediza y piso de tatami, alumbrado por minúsculas lámparas de luz cálida. A simple vista nada extraordinario pero por dentro, era una explosión de colores y aromas: pequeñas vitrinas atiborradas de mil colores y el aire cargado de diferentes aromas entremezclados, tan dulces y embriagantes que de tan sólo olerlos era difícil no empalagarse.

Confitería Mibuchi” era el nombre que adornaba la entrada del local que, sorpresivamente, rara vez se encontraba vacío. La campanilla de la entrada se hizo presente y ambos empleados voltearon hacia la puerta, uno de ellos con un semblante evidentemente impaciente.

 

—Bienvenido. — Saludó el  chico, hijo del dueño.

 

Con una enorme sonrisa plasmada en su rostro, como ya era costumbre, les daba la bienvenida a todos los clientes; y tan servicial como podía, sugería cada uno de los dulces -elaborados a mano- que se encontraban en el local.

A pesar de la ubicación del local, era un negocio bastante redituable.

 

—Gracias por su compra ¡Vuelva pronto!—. Despidió el chico de cabellera azabache al último cliente del día. — Uff ¡Fue un día muy agotador! ¿No crees Sei-chan? — se acercó a la caja registradora donde, un pelirrojo de mirada escarlata terminaba de realizar el recuento de las ventas

—Un poco.

—Y bien, ¿finalmente vas a admitir que no lo has superado?— dijo con tono cómplice, el de cabellera rojiza no despegó la mirada de las cuentas pero negó levemente con la cabeza.

—Ya te dije que dejes de hacer conclusiones absurdas. Será mejor que te ocupes de tus propios asuntos. —sentenció.

—¡Que testarudo eres Sei-chan!. —Mibuchi hizo un enorme puchero y se incorporó.

 

Una vez terminaron de limpiar y acomodar todo perfectamente para el día siguiente, Akashi tomó sus cosas y se dispuso a retirarse.

 

—Lamento mucho que hayas tenido que quedarte tiempo extra. —

 

Se disculpó el azabache haciendo una reverencia, el de orbes carmín negó con un ademan, después de todo era parte de su trabajo, no tendría por qué quejarse de permanecer más de lo debido. Reo le sonrió cálidamente y nuevamente le pidió disculpas.

 

—Te veo mañana, procura estar a tiempo para la primera hora, si no quieres que te vuelvan a suspender del partido.

—Lo intentare. Nee~ Sei-chan— llamó su atención antes de que cruzara la puerta, el pelirrojo no volteó a verle pero se detuvo. — Ya pasaron tres meses, creo…que lo mejor para ti, es olvidarte de ello, después de todo solo fueron tres semanas; quizá él no…

—Entonces me retiro. — le interrumpió con tono brusco y, sin decir nada más salió del local con paso apresurado.

 

Ya eran casi las diez de la noche, cuando llego a la avenida principal, revisó el bolsillo de su chaqueta y palmeo unas cuantas monedas, frunció la boca levemente y sacó la mano del bolsillo. No podría darse el lujo de tomar el colectivo, así que, sin más, suspiró para sus adentros y comenzó a caminar.


...

 

Metió la llave en la perilla y la giró evitando hacer demasiado ruido. Se adentró en la casa, se deshizo de su calzado y lo acomodo en el zapatero, caminó de puntillas y se dispuso a subir las escaleras para llegar a su habitación.

 

—¡Vaya! Creí que no te dignarías a llegar hoy...— chilló una voz femenina desde el salón. Akashi, retrocedió sobre sus pasos y se encontró con una mujer pelinegra de rostro agotado.

—Lo lamento mucho madre, tuve que trabajar tiempo extra. —se disculpó de manera respetuosa.

—Espero te paguen ese supuesto tiempo extra.

—Seijuro, ven aquí.— era una voz gruesa y adusta. Akashi se estremeció un instante, su pulso se aceleró y trago pesado, miró el rostro de la mujer la cual sólo le hizo un ademán indicándole que caminara.

—Buenas noches padre...— reverenció el pelirrojo.

 

Se encontraban en el modesto comedor, el hombre de gruesa complexión y poca estatura estaba sentado plácidamente degustando la cena que, seguramente la mujer de cabellera azabache había preparado. Akashi, se mantuvo quieto junto a la mesa, sólo esperando que la penetrante mirada canela del hombre se posara en él.

 

—Sin importar cuanto tiempo pase, sigo sin acostumbrarme a esa desagradable apariencia tuya— irrogó el hombre después de tragar.

—Lo lamento...—farfulló.

—      ¿Qué ganas disculpándote? Tu horrible apariencia será la misma de todos modos— sentenció. — ¿Por qué llegas tan tarde?

—Tuve que trabajar tiempo extra, y no tenía suficiente dinero para tomar el colectivo…

—Ah...Entonces, supongo que tu llegada a estas horas no tiene nada que ver con esta tontería ¿verdad? — los orbes carmín de Akashi viajaron rápidamente hacía el papel que sostenía el hombre en su mano.

—¿Q-qué..? T-tú cuando...—trastabilló.

—”Solicitud para el equipo de baloncesto, Preparatoria Rakuzan...”— comenzó a leer en voz alta— “Akashi, Seijuro. Segundo año...”

—Eso no es lo...yo no iba a...— las palabras no podía terminar de formarse y balbuceaba demasiado nervioso, esa hoja no debía ser encontrada por nadie, muchísimo menos por ese hombre.

—¿Qué no ibas a qué? ¿Acaso sólo la llenaste por ocioso?— cuestionó con tono furioso— Bien, si tanto tiempo libre tienes— azotó la hoja contra la mesa— Deberías conseguir otro trabajo, la comida no llega sola a esta mesa. Entiendes niño.

—S-si...

—No vuelvas a pensar en tonterías como el baloncesto, al contrario, debes tener prioridades y una de ellas es mostrar tu eterna gratitud a esta humilde familia que te recogió de la calle. — dijo con tono duro.— No cenaras esta noche… lárgate de mí vista.

 

Akashi hizo una última reverencia y caminó hacía las escaleras, sus ojos se aguaron y el rostro de satisfacción de ambos estaba tatuado en su memoria, al igual que esas últimas palabras que logro distinguir antes de subir los primeros escalones “Ya no puedo esperar que sea mayor de edad, así finalmente podremos deshacernos de él”.

Corrió el seguro de su habitación y en silencio, dejo correr sus lágrimas. Odiaba todo, cada parte de él, cada momento de su vida desde que sus verdaderos padres fallecieron en un incendio, pocos días antes de su octavo cumpleaños; odiaba estar en esa casa, con esa pareja que en ningún momento lo considero más que un óbice en sus vidas.

Si tan solo las palabras de su madre las hubiera escuchado antes, quizá ahora su vida sería un poco diferente…solo quizás…

 

 

Era martes por la tarde, y como ya se había hecho costumbre, ese día le correspondía a Akashi hacerse cargo de la confitería él mismo. No es que le explotaran laboralmente o algo similar, simplemente Mibuchi Reo debía quedarse cada Martes y Jueves en el instituto, para así poder entrenar con el equipo de baloncesto.

Afortunadamente ese día, el flujo de gente era mínimo así que, decidió que en lugar de permanecer quieto esperando a los clientes, se dedicaría a adelantar su tarea; después de todo las probabilidades de que al llegar a casa pudiera hacerla tranquilamente eran menos que cero. Seguramente llegando, su “madre” le regañaría por llegar con el olor de la confitería impregnado en las ropas y le obligaría a limpiar a fondo la cocina, el baño, incluso las escaleras; o en el peor de los casos su “padre” llegaría molesto, los golpearía a ambos y, después de echar a Seijuro al jardín trasero –sin siquiera una cobija–,  abusaría de la mujer toda la noche.

Su vida era una completa basura. Pero era algo a lo que ya se había acostumbrado, después de todo, ya casi se cumplían diez años desde su llegada a ese infierno que su “padre” llamaba hogar

La campanilla de la puerta corrediza rompió el silencio que reinaba el local, Akashi se estremeció por un instante, se incorporó, sacudió un poco su delantal oscuro y levantó la vista para saludar al cliente.

 

—Bienvenido...— dijo un poco decepcionado.

 

Reo tenía razón, pero el pelirrojo era tan malditamente orgulloso que no admitiría en voz alta que aún mantenía la esperanza de volverle a ver atravesar aquella puerta corrediza…Pues el recuerdo era tan nítido que ese encuentro parecía haber sido solo unos pocos días atrás...

 

Aquel sujeto jamás había visitado la tienda pues sería imposible no recordarlo, era un verdadero gigante el cual –por un momento– le intimido; era un hombre de facciones duras pero expresión perezosa, largas hebras índigo amarradas en una lánguida coleta, vestía un traje negro, y una corbata celeste. El hombre se adentró en el lugar, teniendo que agacharse para no golpearse con el marco superior.

 

—¡Woah! ¡Cuántos dulces! —exclamó, mirando todo su alrededor.

—  ¿Buscaba alguno en particular?— preguntó el pelirrojo.

 

Los orbes violetas se posaron inmediatamente en él, y sin advertirlo, el enorme muchacho ya se encontraba frente a la registradora. Después de todo con esa enorme complexión tres, quizá cuatro pasos eran suficientes para llegar, Akashi levantó el rostro para poder mirar al chico de cabellera púrpura.

 

—Umaibo...— farfulló, el de ojos escarlata enarcó una ceja, pues no logró comprender las palabras del otro. — ¿Tienes umaibos? — Akashi meditó un poco y finalmente comprendió.

—Lo lamento mucho señor, pero en este local sólo vendemos dulces hechos a mano— se disculpó.

 

El constante golpeteo sobre el vidrio y esa aguda voz regresaron a Seijuro a la realidad por un momento.

 

—¿Podría ponerme 100gr. de esos dulces? por favor. — dijo posando su dedo sobre el cristal.

 

Abrió la vitrina y le pidió al muchacho repetirle el pedido, este señaló un pequeño cesto con diminutos caramelos en forma circular adornados con tres arillos de colores. Akashi tomó de inmediato el cesto y con un semblante nostálgico se dedicó a hacer el pedido...

 

—Entonces... ¿Qué me recomiendas?

—Bueno... — Jamás se había sentido tan nervioso con alguien, probablemente sería debido a su gran altura— Estos caramelos de aquí son muy populares ¿Gusta probarlos? — Sacó unos cuantos en un plato y los colocó sobre la vitrina, el de orbes violetas acercó su mano y tomó uno, se lo metió a la boca y comenzó a degustarlo.

—  ¡Está muy rico!— exclamó.

 

Una vez terminó de realizar el pedido del muchacho, le despidió de forma cortes y le vio atravesar la puerta sin mirar atrás…

 

—Por cierto... ¿Cómo te llamas?— Cuestiono antes de salir por completo del local.

—  ¿eh?...A-Akashi Seijuro. — dijo en tono bajo, pero lo suficientemente alto para que el mayor le escuchara.

—Aka-chin...Qué lindo nombre. Yo soy Atsushi, Murasakibara Atsushi— dijo con una sonrisa resplandeciente y después de eso salió del local.

 

Se tumbó en el pequeño banco de madera ocultando su rostro entre sus manos, jaló aire y lo sostuvo en sus pulmones todo el tiempo que pudo, para después soltarlo lentamente; tenía que calmarse y moderar sus latidos. “Vamos Seijuro, no es como si le fueras a volver a ver” intentaba convencerse a sí mismo. Aunque una pequeña parte de él se sintió desanimada ante esa idea. Quería verlo de nuevo, quería volver a ver ese hermoso y rebelde cabello púrpura y volver a ver esos orbes violáceos, escuchar su voz, ver esa sonrisa... Pero eso, definitivamente no sucedería. No, Akashi le había rechazado, era evidente que jamás volvería a verle…

 

—   ¿Sei-chan? ¿Te encuentras bien?— la voz de Reo le hizo volver en sí, se irguió, se frotó un poco el rostro y carraspeo la garganta.

—S-Si… ¿Cómo estuvo el entrenamiento? — intentó desviar su atención.

—  ¡Ah, Tan cansado como siempre! Sé que soy bueno pero aun no comprendo por qué sigo ahí, sudar no es para nada lindo— se quejaba en un puchero. — Sei-chan, ¿Ya decidiste unirte al equipo? —Akashi negó al instante.

 

Sí, Mibuchi había sido el responsable de que considerara la posibilidad de jugar en el equipo de Rakuzan, todos los días le decía que debía intentar dar las pruebas y que seguramente lo lograría, pero cuando finalmente se decidió llenar la solicitud de ingreso todo el valor que había reunido se esfumó una semana antes de las pruebas. Cuando su padre llegó completamente ebrio y sin motivo, comenzó a golpearles. Tuvo miedo, de que aquel hombre se enterase de su solicitud y en un arranque de furia le mandara directo al hospital. Así que escondió la solicitud entre sus cajones, pero de nada sirvió pues, la hoja seguramente había sido encontrada por su madre y, sin tentarse el corazón, se la entregó al hombre.

 

—No me uniré. Tengo muchas cosas que hacer en casa, más aparte el trabajo y la escuela... definitivamente es mejor así— dijo con semblante decaído. 

—Sei-chan, deberías distraerte un poco… Aún eres muy joven, ¡disfruta la vida!— exclamó, acariciando sutilmente su cabellera. —Bueno, iré a tomar un baño, puedes irte más temprano si quieres— le dedicó una enorme sonrisa y se internó en el lugar.

 

¿Disfrutar la vida? Claro. Es tan simple como eso...No. ¿Quién podría disfrutar la vida en el seno de una familia disfuncional? Nadie. Ni siquiera se podría considerar familia.

Akashi salió del local y comenzó a caminar a paso lento hacia la Avenida. Sí, era bueno salir temprano del trabajo, pero no tan bueno llegar pronto a casa. Llegó a la intersección que conectaba el pequeño callejón a la avenida. Se detuvo por un momento y apretó los labios sintiendo un incómodo vacío en el estómago…

 

—  ¿Murasakibara-kun… ?

— ¡Ah! Aka-chin, te estaba esperando— El mayor se incorporó y dio unos pocos pasos hasta quedar frente al pelirrojo.

— ¿Espe...randome?—enarcó una ceja y sólo vio al de cabellera púrpura asentir.

—Sí, ¿Quieres dar un paseo conmigo?

 

Sin embargo antes de que siquiera pudiera negarse o cuestionar al mayor; Akashi Seijuro ya se encontraba caminando a la par del gigante.

 

— Nee~ Aka-chin ¿A dónde quieres ir?

—En realidad la pregunta debería hacerla yo...— el más alto le miro dudoso— No eres de por aquí ¿O me equivoco? 

— ¡Woah!— exclamó, sorprendido— Aka-chin es muy listo, pero… no importa, en realidad yo iré a cualquier lugar al que Aka-chin quiera ir.

 

Tomó aire y apretó su mochila, atravesó aquel callejón lo más rápido que sus pies le permitieron, su corazón se sentía acelerado y sus mejillas estaban levemente teñidas pues cada que recordaba aquella hermosa sonrisa del peli-violeta se ponía en tal estado. Una vez estuvo sentado al fondo del colectivo, el pelirrojo iba perdido en sus pensamientos, nada extraordinario, simplemente imaginaba –como de costumbre– qué tan diferente sería su vida si sus padres no hubiesen fallecido; probablemente habría estudiado en la secundaria de Teiko, hubiera jugado en el equipo de baloncesto y, tal vez, solo tal vez, haber sido el capitán del equipo. En cambio, perdió todo un año de su vida en una casa hogar, fue asignado indiferentemente a una pareja que ni siquiera le deseaba y era obligado a trabajar y soportar los malos tratos de aquellos a los que tenía la desgracia de llamar padres.

Su vida no era para nada deseable, pero al menos tuvo un hermoso momento de inmensa felicidad junto a Atsushi. Aquel momento que no cambiaría por nada y por el cual, daría todo por vivirlo una vez más; por verle de nuevo, por tenerlo frente a él y decirle que había sido un completo estúpido, que le quería más que a nada, más que a nadie…  

 

….

 

—  ¡Reo-nee~! Hemos llegado— exclamó un rubio demasiado risueño, mientras entraba en el local acompañado de un musculoso chico moreno.

—Kota-chan, ¡Que alegría que llegan! Sei-chan, vamos deja eso para después y ven con nosotros —

— ¡Ah! Akashi Cuanto tiempo — saludo enérgico el rubio.

 

Los cuatro chicos se encontraban sentados envueltos en una muy amena plática; Akashi no hablaba más de lo necesario pero ponía total atención a todo lo que los chicos frente a él decían, todas y cada una de sus palabras eran captadas por sus oídos, y ¿cómo no prestar atención? Después de todo, hablaban maravillas sobre el baloncesto, sus experiencias y tácticas para los próximos partidos, cosas que Seijuro anhelaba poder hacer…pero solo eran eso “anhelos”.

 

—  ¡Sei-chan! —. La voz de Mibuchi y esos vehementes movimientos frente a su rostro lo hicieron volver en sí. —¿ Nos estas escuchando?

—Por supuesto que  no, el chico no está ni un poco interesado—. Contestó el moreno sin permitirle a Seijuro formular alguna palabra.

— ¡Eii! No digas eso, todos sabemos que a Akashi le gusta mucho el básquet— exclamó Kotaro. — ¿Verdad, Akashi?

—Si… solo me distraje por un instante. Adelante, pueden continuar— dijo el pelirrojo.

— Les decía que el siguiente partido será contra Yosen. He oído que se han vuelto demasiado fuertes— continuó Nebuya.

— Yo creo que no tendrán oportunidad contra nosotros. Yo soy titular esta vez, así que ¡déjenmelo todo a mí!— dijo enérgico y muy seguro de sí mismo el rubio.   

—Si, si, como sea; cambiando de tema, deberíamos ir a la playa, o a algunas aguas termales. He sentido mi piel un poco áspera últimamente ¡Es simplemente horrible! — decía exasperado el azabache.

—¡No digas eso Reo-nee~! Tu piel no esta tan mal…— intentaba reconfortarle Hayama

—¡Por supuesto que sí! Últimamente he estado tan estresado que mi piel comienza a resentirlo ¡Ah! Lo que daría por tener el cutis como el de Sei-chan, solo míralo Kota-chan, su piel es perfecta— el rubio enseguida poso sus ojos en Akashi, el cual solo se mantenía con semblante serio.

—¡ Tienes toda la razón Reo-nee~! Si lo miras más de cerca podría pasar como un niño de secundaria—.

—¿Verdad? ¡Qué envidia Sei-chan!

 

Esas últimas palabras lograron estremecer el semblante del pelirrojo, dio un leve respingo y dejo su taza de té negro sobre la mesa. ¡Dios! ¿Por qué? Simplemente no podía terminar de comprender por qué cualquier cosa por mínima que fuera le recordaba al de cabellera púrpura… Era doloroso, pero simplemente no podía evitar que en su mente esos recuerdos de hacía unos meses se reprodujeran de manera tan nítida que comenzaban a asustarle.

 

Ese día habían visitado el santuario Fushimi inari Taisha, ni siquiera podía creerse haber sido persuadido por el gigante pero simplemente se dejó llevar por él, recorrieron los Senderos Torii y desviaron su camino en la intersección Yotsutsuji. El sol ya comenzaba a ocultarse, cuando decidieron sentarse y descansar un poco, Atsushi se sentó al lado del pelirrojo y le dedicó una inmensa sonrisa.

Sin darse cuenta, la conversación comenzó a fluir de manera tan natural que el tiempo parecía detenido, pues Akashi ponía total atención a todo aquello que el de orbes violeta le decía, desde la cosa más trivial hasta las experiencias más importantes en la vida de Murasakibara. Le contó sobre sus vivencia en la secundaria de Teiko –a la cual Akashi siempre anhelo poder asistir– y sobre sus estudios en Akita, que fue jugador regular para el equipo de Yosen y cuando finalmente se graduó decidió regresar a Tokio a estudiar Economía y así terminó trabajando en el Departamento de Ventas de una de las empresas de electrónica más lucrativas de Japón y viajaba no solo a lo largo del país sino, también había visitado tantos lugares en el mundo que la tarde no le alcanzaría para describirle cada uno de ellos. Algo verdaderamente impresionante para Seijuro.     

— ¿Y tú Aka-chin dónde estudias?—. Cuestionó.

—En la preparatoria Rakuzan

—Ah, tienen un equipo de baloncesto muy bueno, yo nunca jugué contra ellos pero…espera…¿¡Rakuzan!?— exclamó, desubicando completamente al pelirrojo.— ¿Dijiste Rakuzan? ¿Preparatoria?—. Akashi se limitó a asentir demasiado desconcertado pues no entendia el por qué de la sorpresa de Atsushi.   

—Si…voy en segundo año.

—¿No…no estás en secundaria?— los parpados de Akashi se abrieron de par en par y una leve risilla se filtró por su garganta.

—Murasakibara-kun…¿Cuantos años crees que tengo?

—Trece, Catorce…tal vez— farfulló.

—Tengo Diecisiete, cumpliré los Dieciocho en Diciembre—dijo. Murasakibara quedó completamente impresionado con eso. — ¿Cuántos años tienes tú, Murasakibara-kun?

—Tengo veintitrés.          


Una leve risilla se filtró por la garganta del pelirrojo, llamando la atención de todos los presentes, los cuales quedaron anonadados por el acto ¿Akashi Seijuro riendo por nada? Eso en definitiva era extraño.

 

—Sei-chan…¿Estás bien? — cuestiono el azabache.

—Seguramente se está burlando de Kotaro— dijo Nebuya con tono burlón.

—¡Oi! ¿Por qué de mí? Podría estarse burlando de ti—  se defendió.

—¿Por qué se burlaría de mí? Ustedes dos han estado diciendo cosas extrañas sobre tener la piel suave… Es obvio que cualquiera se burlaría de ti.

 

Akashi puso su mano sobre sus labios en un intento por disimular, pero no pudo evitar encontrar gracioso el hecho de que no solo Murasakibara, si no también Kotaro y Reo le veían con pinta de escolar. Eso era bueno en algún punto…tal vez.   

¿Acaso era una broma de mal gusto? Sí, quizás eso era. No había otra explicación más que esa, pues todo el bendito día la confitería estuvo atiborrada de innumerables parejas que, para desgracia de Seijuro no hacían más que recordarle su desafortunada situación con respecto al gigante de cabellera índigo. Un profundo suspiro se escapó de sus labios al ver como una particular pareja se encontraba demasiado sumida en su mundo color de rosa, escogiendo los dulces que deberían llevar.

 

—Sei-chan…— susurró Mibuchi, esperando que el pelirrojo no le hubiera escuchado pronunciar su nombre con aquel deje preocupado.

—¿Qué pasa? —.

—Ack…No, no es…— trastabilló al sentir esos ojos escarlata posarse en su persona. Respiró hondo y le devolvió la mirada al menor, Akashi era su amigo, aunque este último no parecía aceptar del todo el hecho; así que, Reo tenía que consolarle pues sabía perfectamente el por qué el pelirrojo se encontraba de ese modo. — ¿Por qué lo rechazaste? — finalmente se armó de valor para formularle esa pregunta que tantas veces quiso hacerle.

—No creo que sea de tu incumbencia el asunto. — dijo.

—Sei-chan, no te hará daño ser sincero por una vez en tu vida. ¡Vamos! Era tu oportunidad de salir de ese infierno ¿Por qué le dijiste que no?

—No lo sé…— farfulló.

 

Mibuchi fue interrumpido por un cliente antes de que pudiera decirle algo al pelirrojo, frunció el ceño y se giró para poder atender al hombre. Joder, ¿Cómo era posible que Akashi no supiera la razón? Simplemente le parecía absurdo, era obvio que el menor le estaba evadiendo por completo.

Seijuro suspiró de alivio al ver a Reo alejarse para atender al cliente; Y aunque pareciera increíble, en realidad no sabía el por qué había rechazado a Murasakibara ese día…Aquel día que sin preverlo sería la última vez que vería esa expresión perezosa y esos resplandecientes ojos púrpura, pues probablemente Atsushi jamás volvería a ese lugar y a pesar de no querer admitirlo Akashi esperaba vanamente su regreso, pues su recuerdo ya estaba completamente tatuado en su memoria y en su corazón. ¿Fijarse en alguien más? Imposible. Nadie podría reemplazarle, nadie sería capaz de provocar en el pelirrojo todo ese sin fin de emociones, nadie lograría acelerar su corazón de tal modo que su cuerpo entero se estremeciera solo por el roce de sus manos,  ni lograría sonrojarle por una simple sonrisa. No, solo él, solo Murasakibara Atsushi era capaz de despertar en él, eso que las personas llamaban “Amor” y aún a pesar de eso… ¿Por qué le había dicho que no?

 

— Aka-chin ven conmigo— le susurró. Akashi se quedó quieto ¿Había escuchado bien?—… ven conmigo.

—¿¡e-eh!? ¿De qué…

—¡Por favor Aka-chin! Yo sé que odias este lugar; vamos, yo te llevare a conocer el mundo, a donde tú quieras ir; Londres, Nueva York, París, Hawái, Los Ángeles… al lugar que sea y cuando ya no quieras estar ahí nos iremos de inmediato.

Las palabras de Atsushi retumbaban en los oídos del pelirrojo, el cual no podía ni siquiera digerir la mitad de ellas, estaba completamente confundido ¿Qué debería hacer?

—Cumpliré cada uno de tus deseos con un beso en tu mano, así sea la cosa más insignificante, si es por ti Aka-chin yo…

—Basta...—sentenció.

Era demasiado para él, tantas emociones juntas, tantas palabras, tantas cosas que no podía creer...No. ¿Por qué Murasakibara le estaba diciendo todo eso? ¿Qué propósito tenían esas palabras? Ninguna de ellas le reconfortaba en lo más mínimo y al contrario, se sentía ahogado en sus propios pensamientos.

— Aka-chin…

¡Suficiente! Deja de decir estupideces, ¿Cómo podría ir contigo? No vuelvas a decir sofismos como esos Atsushi, es simplemente absurdo. — sentenció.

¡No son mentiras! Yo quiero que vengas conmigo, sabes que no estaré mucho más tiempo aquí, pero quiero estar contigo ¡Te Amo Seijuro! — exclamó. Sus orbes escarlata se abrieron desmedidamente y su ceño se frunció.

¡Ya basta! ¿Qué me amas? — comenzó con tono altanero. — Solo han pasado tres semanas desde la primera vez que nos vimos y aun así dices amarme, no seas ridículo Atsushi. ¿Cómo podrías amar a alguien después de tres semanas?

Aka-chin por favor créeme…— intentó alegar pero el menor le interrumpió de nuevo.

Anda, vete a otro lugar ya sea en Japón o en algún otro maldito país, quizá en otras tres semanas ames a alguien más— soltó con burla.

 

—¡Sei-chan! — gritó, logrando finalmente sacar al pelirrojo de sus pensamientos. — Vamos Sei-chan, solo sincérate un poco… Es obvio que su partida te dolió.

—¿Por qué supones eso, Reo?.

—Bueno… es que yo nunca había visto la sonrisa de Sei-chan hasta que Atsu-chan apareció.

 

Esas palabras le cayeron como un balde de agua fría, era cierto…Akashi jamás había sonreído tanto, ni siquiera se había considerado a si mismo feliz hasta que vio esa hermosa sonrisa que le dedicaba Atsushi, aquella que él mismo borró con esas crueles palabras que le dijo en su último encuentro.

 

—¿Y bien?

—No había garantía…— murmuró, en un tono casi inaudible.

—¿Para qué necesitarías una garantía?

—Nada me garantizaba que él estaría conmigo para siempre. No podía simplemente confiar ciegamente en él e irme. ¿Y si se arrepentía? ¿Y si al final también me abandonaba?  — su voz comenzaba a quebrarse.

—Sei…no…

—¿Qué se supone que haría yo? Me quería llevar a otros países, eso… es demasiado para poder soportarlo. Es…demasiado irreal. — esos orbes escarlata comenzaban a aguarse, Reo agradeció que el local se encontraba completamente vació pues por primera vez en lo que llevaba de conocer al pelirrojo, lo veía tan vulnerable; inconscientemente le rodeo con sus brazos en un intento por consolarle— Me dijo que me amaba… Solo nos conocimos por tres semanas ¡Tres semanas, Reo! Es imposible amar a alguien en tan poco tiempo.

—Pero tú también lo amas ¿No es así Sei-chan? — le dijo, el silencio se hizo presente pues Akashi no pudo responder a esa cuestión, simplemente las palabras no salían de su boca— Todo irá bien Sei… — acarició su cabellera de manera constante y lo aferró más a su cuerpo cuando le escucho sollozando. Finalmente Seijuro había sucumbido al llanto, aquel llanto que probablemente había estado reprimiendo desde hacía tanto tiempo.

—Quiero verlo…— masculló entre lágrimas— ¡Quiero ver a Atsushi! Yo…creo que en verdad lo amo…

—Lo sé cariño…Lo sé…

….

 

Pronto se cumplirían seis meses desde ese último día en que le vio partir ¿Cuánto tiempo más estaría esperando? Era evidente que Murasakibara no volvería a aparecerse por Kyoto y aun así, el pelirrojo no podía simplemente olvidarse del gigante, cada día que pasaba los sentimientos que se albergaban en el corazón de Akashi se hacían más fuertes. Mibuchi le imploraba dejarlo por su propio bien, continuar su vida pues, no soportaba ver aquella vacía y apagada mirada escarlata del muchacho.

 

Las cosas no mejorarían, eso le quedó demasiado claro a Seijuro aquella tarde en la que su “padre” llegó eufórico y sin precedente alguno lo tomó por el cabello mientras el menor se encontraba tranquilamente sentado en el sofá leyendo un gastado libro que se permitió tomar de la biblioteca del instituto; lo arrastró por el suelo y de manera brusca lo estampo contra la pared, rompió su playera y comenzó a estrujar su níveo cuello.

 

— ¡Eres una maldita rata!— exclamó colérico.

 

Y nuevamente lo tiró al suelo para dar repetidos golpes en su pequeño abdomen, ese hombre era una verdadera bestia. No era mucho más alto que el pelirrojo pero su complexión corpulenta le daban demasiada ventaja sobre Akashi.

 

—He tenido una mala racha en la apuesta. ¡Todo es tu maldita culpa! Ahora trabajaras hasta el cansancio para pagarme lo que he perdido.    

—Yo no...no he tenido la culpa.— contestó abrumado, pero apenas terminó de pronunciar aquello, enseguida se arrepintió. Sintió sus mejillas calientes y pulsantes, un hilo de sangre comenzaba a escurrir por sus comisuras.

— ¿Te has atrevido a contradecirme, niño idiota? Por supuesto que es tu culpa. Todos estos años hemos tenido que quitarnos el alimento de la boca para dártelo a ti, hemos tenido que velar por ti, gastamos más de lo que deberíamos por ti ¿y te atreves a decir que no es tu culpa?; si te hubieras muerto junto a tus padres todo sería mejor. — dijo con tono hiriente.

 

Le volvió a azotar contra el muro y le siguió golpeando, descargando toda esa ira sin fundamentos; Akashi sentía que en cualquier momento desfallecería pues ya se le estaba complicando respirar, la sangre seguía escurriendo por sus labios y sus miembros dolían tanto que ya ni siquiera los sentía, pero en ningún momento desvió la mirada, todo el tiempo estuvo viendo directamente esos orbes canela llenos de furia, implorándole acabar con su vida. ¿Qué más daba? Después de todo sus padres estaban muertos, esas personas le odiaban, no volvería a ver a Atsushi, jamás podría salir de ese hoyo...Sólo le restaba eso, morir era lo único que podría terminar con esa pena que le agobiaba.  

Hubo un largo momento de silencio, un momento en el cual el hombre había detenido la agresión, cosa que desubicó a Seijuro, le miró intrigado y notó que el hombre mostraba un semblante altivo.

 

— ¡Vaya! No creí que fueras así de patético...— dijo. — ¿Tanto quieres morir? —. Silencio, Akashi no dijo nada, sólo le siguió mirando con aquellos orbes vacíos. — No te daré el gusto niño, tienes que retribuirnos todo lo que hemos invertido en ti, después de eso pensare en terminar tu vida.


Y ante esas palabras el hombre le soltó y el pelirrojo se dejó caer sobre sus rodillas, le siguió con la mirada hasta que finalmente desapareció de su vista.  Sus orbes ardían pues intentaba que aquellas gotas acumuladas no se desbordaran, respiro profundo buscando calmarse, se irguió y sin más, subió con pesadez las escaleras en dirección a su habitación.

 

....

 

— ¡Sei-chan! ¿Qué te ocurrió? —

 

El moreno estaba demasiado sorprendido y lo miraba expectante, frotando sus ojos y mirándole de nuevo para asegurarse que aquello que veía no fuera una ilusión. El pelirrojo estaba completamente cubierto de gasas y vendas, su piel caucásica no disimulaba en lo más mínimo todos esos hematomas violáceos en sus brazos e incluso en su rostro.

 

—Resbale por las escaleras mojadas. No tienes por qué preocuparte Reo. —dijo con tono tranquilo.

 

Era evidente que Seijuro no le diría a nadie y mucho menos al pelinegro la verdad detrás de su lastimosa apariencia. Tenía orgullo y no dejaría que Mibuchi le viera nuevamente vulnerable por algo tan absurdo.

Reo enarcó una ceja, muestra evidente de que no creía sus palabras,  respiró hondo; sabía que Akashi no diría más así que se evitó el seguirle dando vueltas al asunto.

 

 

El móvil vibrando sobre el escritorio y ese constante tintineo le hicieron incorporarse de la silla, miró la pantalla y frunció los labios, sabía que ese mensaje tarde o temprano llegaría.

 

"Sei-chan no olvides que tenemos una cita, te veo a las 6 no llegues tarde."

 

Akashi dejó el celular sobre la mesa, suspiró profundo y se miró en el pequeño espejo; ya habían pasado dos semanas desde aquel incidente con el hombre de orbes canela, su piel comenzaba a recuperar su coloración habitual y ese persistente dolor en su cuerpo ya se estaba disipando pero aún así, el chico no parecía tener ánimo para salir ese día.

Era 16 de Julio, las calles seguramente serían un completo caos – como lo eran durante todo el mes debido al “Gion Matsuri”– pero ya no tenía escapatoria, le había prometido al azabache acompañarlo al “Yoiyama” y de no asistir seguramente Mibuchi le estaría hostigando por teléfono la noche entera hasta lograr su cometido.

El bullicio y esa exorbitante cantidad de gente asfixiaban al pelirrojo pero ya no había vuelta atrás, se encontraba recargado en un poste muy cerca del lugar de encuentro que había marcado Reo, su mirada viajaba ligeramente por los alrededores solo observando a los transeúntes –vestidos con elegantes kimonos y hermosas yukatas – y los miles de puestos de comida y entretenimiento que se explayaban por toda la calle; cada uno de ellos atiborrado de clientes. Seijuro respiró hondo y miró por enésima vez su celular “6:43”, si Mibuchi lo había citado en primer lugar ¿por qué no se tomaba la molestia de llegar a tiempo? Era sencillamente inaceptable.

Levantó la mirada y sus orbes se abrieron sorprendidos, trastabilló y parpadeo un par de veces antes de frotar sus ojos, esa silueta a unos cuantos metros no podía ser… ¿o sí? Desvió la mirada por una milésima de segundo cuando unos niños pasaron a su lado golpeándolo accidentalmente y cuando volvió la vista ya no estaba...“Seguramente fue una ilusión” se dijo a sí mismo.

Eso debía ser, sus ojos le estaban jugando una broma de mal gusto pues Atsushi no podía estar ahí, parado frente a él y de un momento a otro simplemente desaparecer; alguien que sobrepasa los dos metros de altura no podría perderse fácilmente entre la multitud. Si, en definitiva era una mala jugada de su mente. Akashi suspiró y un semblante nostálgico se apodero de él, ilusión o no, el ver por unos segundos a ese enorme muchacho le estrujaba el corazón pero ya era tiempo de olvidarlo y seguir con su nada apacible vida. Esto no era un cuento de hadas, Murasakibara tenía una vida, un trabajo y quizá pronto conseguiría una linda novia en el extranjero, después de todo Akashi solo era un mocoso de preparatoria si nada que ofrecerle.

Sacó su celular y marcó el número del azabache, su paciencia se agotó; si Mibuchi no le daba una buena explicación de su retraso, regresaría a su casa. La llamada conecto enseguida, uno, dos, tres tonos… pero el de orbes verdes no cogía la llamada, chasqueo la lengua y justo cuando decidió cortar y guardar el aparato sintió como este era arrebatado de su mano, con una facilidad que le exaspero ¡Genial! Lo que le faltaba, ser asaltado en ese momento era la maldita cereza del pastel, se giró con la nula esperanza de divisar al balagardo que le había quitado el móvil, después de todo entre todo ese gentío, perderse era lo más fácil del mundo.

 

— ¡Ouch! — exclamó. Comenzó a sobar su nariz, pues el golpe que se dio fue seco e inesperado, levantó la mirada y nuevamente parpadeo consecutivamente, su respiración se detuvo y su corazón se agitó. — A…A…—trastabillaba por la impresión. — ¡Atsushi!

— Volví, Aka-chin…

 

Su mente no le daba tregua de lo que estaba viendo, ¿En verdad era Murasakibara Atsushi el hombre que estaba frente a él, sosteniendo su móvil?

 

— ¿Por qué volviste? — sus palabras se arrastraban en su garganta y aunque no lo pretendió, esa cuestión sonaba más como un reproche.

— ¿Aah~? ¿Lo has olvidado Aka-chin? Prometiste que iríamos juntos a un festival…

 

Esas palabras resonaron en sus oídos, y por una fracción de segundo en su mente apareció una de las pocas salidas que tuvo con el de cabellera índigo.

 

Habían visitado un pequeño museo en las afueras de Kyoto, y cuando Murasakibara vio una galería de fotografías tomadas durante los festivales del lugar no pudo evitar soltar de manera entusiasta el querer ser partícipe de una de esas celebraciones.

 

— ¡Aka-chin! ¡Aka-chin! — exclamaba.

— ¿Qué ocurre, Atsushi?

— Promete que iremos juntos a uno de esos festivales— dijo emocionado.

— Claro…  

 

Atsushi comenzó a mover su mano frente a su rostro, al no percibir ninguna respuesta por parte del pelirrojo.

 

— ¿Aka-chin?

 

Seijuro volvió en sí, al escuchar sus palabras, le miró un poco inseguro y le dedicó una sonrisa nostálgica.

 

— Descuida, no lo he olvidado. —

 

Y cuando finalmente vio esa inmensa y resplandeciente sonrisa todo a su alrededor se difumino, y ya solo podía mirar al muchacho frente a él, con esa expresión perezosa que le caracterizaba; sintió nuevamente el cálido roce de su mano, que en contraste con la suya era enorme; su corazón se regocijaba al escuchar esa voz de tono grave.

 

Caminaron por las calles adornadas tradicionalmente e iluminadas con miles de lamparillas que se comenzaban a encender conforme el sol descendía en el horizonte, la brisa se sentía fresca, y el bullicio ya no molestaba en absoluto al pelirrojo.

 

— ¿Atsushi? — llamó su atención. — ¿Cómo sabias que yo estaba en ese lugar? — cuestiono. Esa pregunta tomo completamente por sorpresa al mayor el cual enervó al instante.

— A..h Bueno…¿Coincidencia? — soltó no muy convencido. Akashi le miró esperando la verdad. — ¡Ah! — suspiró. — Ok… Ok… Mibu-chin me dijo

— ¿¡Reo!? — exclamó sorprendido.

— Si…bueno…Muro-chin y Mibu-chin en realidad se contactaban casi todos los días, entonces hace dos semanas Muro-chin me dio una llamada urgente de Mibu-chin y me contó sobre “Tu caída” — dijo haciendo un ademan con los dedos. — Así que me pidió que volviera pero yo estaba en Europa en un contrato muy importante para la compañía… y no pude venir antes…

 

Seijuro no podía creer lo que escuchaba ¿Reo supo todo el tiempo donde estaba Atsushi? Peor aún, no le comento nada a pesar de verle tan decaído todo ese tiempo y encima siempre le decía que era mejor olvidarse de Murasakibara ¿Qué rayos pasaba por la cabeza de Mibuchi?

 

— Yo estaba tan ansioso de volver lo más pronto posible cuando Mibu-chin me conto que le dijiste que me amabas ¡Estaba realmente feliz! Pero el trabajo me lo impedía — Esas palabras retumbaron en sus oídos y su rostro no pudo hacer otra cosa más que tornarse rojo, en verdad Reo disfrutaba contar intimidades de las personas

—Yo no… no dije algo así— murmuraba avergonzado. Esta se la pagaría. Mibuchi lamentaría el haber contado algo tan vergonzoso.  

 

Akashi no podía controlar su sonrojo así que se dedicó a caminar fingiendo mirar atentamente los puestos a su alrededor. Atsushi no le quiso dar más vueltas al asunto así que se dedicó a seguirle y se detenía en cada puesto que encontraba donde vendían cosas dulces, sus manos ya difícilmente podían sostener más productos pero él se aferraba a probar todo lo que pudiera.

 

— ¡Vamos Aka-chin! Debes probar aunque sea uno. ¡Esto es delicioso! — exclamaba entre bocados.

— No te preocupes Atsushi… yo estoy bien así

— ¡Aka-chin! — exclamó en un mohín.

 

Después de la larga insistencia del de orbes purpura, Seijuro terminó aceptando comer una manzana caramelizada, no era fanático de las cosas dulces pero por darle gusto al gigante ¿Qué más daba? Y mientras degustaba el caramelo una cuestión que jamás le había atravesado se plantó en su mente; Si Seijuro no era particularmente aficionado a los dulces ¿Por qué estaba trabajando en una confitería? No es que tuviera algo de malo el trabajo, en realidad era bastante cómodo y la paga no estaba mal pero… ¿Por qué de todos los trabajos que un estudiante pudiera conseguir precisamente ahí?

 

— ¡Seijuro! — Ese áspero tono de voz le enervó al instante pues habría sido imposible confundirlo, se giró y ahí frente a él estaba de pie su “padre” con la misma cara adusta de siempre y esos orbes que lo miraban con desdén. — Exactamente ¿Qué haces en este lugar? No recuerdo haberte permitido salir. —

 

Akashi se mantuvo en silencio y rogaba que cualquier movimiento que quisiera hacer el hombre; ya fuera golpearle o simplemente amenazarle lo hiciera antes de que Atsushi regresara del puesto de Taiyakis, sus orbes escarlata se alejaron del hombre por unos segundos solo para verificar que Atsushi no se había percatado de la situación y fue un gran alivio para él ver que Murasakibara estaba demasiado concentrado en el menú del puesto ambulante.

 

— ¡Maldición! Te hice una pregunta— exclamó molesto.

— Solo quería despejarme un poco… Volveré a casa en un rato— dijo estoico.

— ¿¡Huh!? ¿Quién te has creído niño insensato? Como para decidir por ti mismo lo que harás. — Encolerizó. Le golpeó con maña la mano que sostenía esa manzana apenas mordida logrando que Akashi enseguida la soltara. Levantó nuevamente la palma dispuesto a abofetearle a lo que el pelirrojo simplemente apretó los ojos esperando el golpe. Si pretendía hacerle algo, sería mejor que lo hiciera antes de que Murasakibara se percatara de la situación.

— ¿Quién es usted y por qué molesta a Aka-chin? — la mano del hombre fue aprisionada segundos antes de culminar el acto y la voz de Atsushi logró enervarlo por unos momentos. Su mirada canela subió hasta encontrarse con ese rostro molesto.

— ¡Suéltame, Monstruo! — comenzó a forcejear su mano, pero solo logró que el de mirada púrpura le apretara con más fuerza.

— Le hice una pregunta, ¿Por qué molesta a Aka-chin?

— ¡Ese no es tu problema! — el de cabellera violeta frunció el rostro y apretó la palma del hombre, el cual sólo pudo mostrar una mueca de inmenso dolor, seguramente sus falanges se romperían en cualquier momento.

— ¡Te aplastare! — asevero con tono molesto.

— ¡Atsushi! — sentenció el pelirrojo apenas le escuchó. Ambos hombres miraron en su dirección. — Suéltalo.

— ¿¡Ah!? Pero… te está molestando Aka-chin…

— Te dije que lo soltaras.

— Ya lo escuchaste bestia… ¡Suéltame! — se jaloneo una vez más logrando finalmente zafarse del agarre. — Y tú niño… te advierto que esto no se quedara así— el hombre se acercó peligrosamente al pelirrojo y le susurró al oído antes de finalmente alejarse del lugar.

— ¿Aka-chin…?

—No…No es nada, vamos…— musitó con voz baja y comenzó a caminar. Tenía que relajarse y evitar que Atsushi se diera cuenta de que sus manos temblaban y que su pulso estaba acelerado, pues esas palabras por parte del hombre iban muy en serio.

 

 

Eran casi las diez en punto, pero el festival seguía tan vivido como al comienzo. Ambos habían visitado uno que otro santuario y finalmente se dedicaron a caminar sin rumbo alguno, sosteniendo sus manos de forma tímida. Akashi intentó olvidar todo el asunto con el hombre el tiempo que estuvo con Murasakibara, no quería desperdiciar el valioso tiempo que compartía con el gigante, después de todo no sabía si la mañana siguiente podría volver a verle.  

 

—Atsushi… creo que ya debería irme— No eran palabras que le gustara pronunciar pero sabía que tenía que regresar antes de crearse un problema aún mayor del que se provocó horas atrás..

 

—Aka-chin, antes de eso acompáñame a un último lugar— le dijo tomando nuevamente su mano.

 

¿Cómo podría decirle que no a esos hermosos orbes violeta? Por esa persona frente a él valía la pena la golpiza que seguramente recibiría. Enlazó sus dedos a los de Murasakibara y asintió ante la petición. Comenzaron a caminar con un paso ligeramente más apresurado, Akashi no tenía idea de hacia donde se dirigía pues entre tantos puestos y gente era difícil precisar el lugar donde se encontraba.

 

—¿Dónde estamos Atsushi?— cuestionó inmediatamente cuando el mayor se detuvo

—Aka-chin…

 

Los párpados de Akashi se abrieron desmedidamente cuando miró a su alrededor y se dio cuenta del lugar donde estaban, miró demasiado angustiado al mayor preguntándose el por qué lo habría llevado a ese lugar, quería cuestionarle mil cosas pero de su boca no salió nada. Quería saber por qué Murasakibara lo había llevado hasta el callejón que daba a la confitería, qué significaba ese gesto, ¿Seria acaso, la forma en la que el mayor le diría que ahí terminaba todo y que debía partir? Después de todo en ese pedazo de calle casi aislado fue donde sus manos se rozaron por primera vez, donde sus corazones se sincronizaron y sus labios se juntaron de manera torpe; fue el lugar donde Murasakibara lo espero todos los días durante su estancia en Kioto, y el lugar donde seis meses atrás Seijuro le había rechazado…

 

Sus ojos carmín comenzaron a aguarse, apretó los labios y sintió cómo su respiración se entrecortaba. ¿Ese sería el adiós definitivo?

 

— ¡Ah! Aka-chin no llores— dijo el mayor apenas vio como sus orbes comenzaban a humedecerse, se agachó para quedar a la altura del pelirrojo e intentó limpiar las pocas lágrimas que se habían filtrado pero de inmediato fue rechazado.

— ¿Por qué me has traído aquí?— cuestionó—. Atsushi eso es muy cruel de tu parte— decía con tristeza

—No...Aka-chin lo estás entendiendo mal— dijo, los orbes de Seijuro se plantaron en los suyos.

— ¿Entonces, qué? ¡Dime Atsushi!— exclamó.

 

Murasakibara rodeó el cuerpo de Akashi y lo pegó al suyo, evidentemente el pelirrojo intentó resistirse pero no pudo lograrlo, mientras más forcejeaba el mayor lo aferraba a sí.

 

— Aka-chin… te lo diré una vez más… por favor… ven conmigo— escuchar de nuevo esas palabras estremecieron completamente al pelirrojo, su garganta se secó y el silencio inundo el lugar por varios segundos…

— ¿Por qué?...— susurró.

— Aka-chin, por favor…

— N-No…

— ¿Por qué no? — elevo un poco el tono. — ¿Acaso quieres quedarte aquí hasta que te maten?

— ¿D-De que…—trastabilló ¿Acaso Murasakibara había escuchado al hombre? “Ya me canse de ti. Esa bestia no estará para protegerte así que prepárate porque cuando regreses ni creas que volverás a ver la luz del sol.”

— No soy tonto Aka-chin, se perfectamente que todos esos moretones en tu piel no fueron por una caída, fueron hechos por una persona. Fue ese hombre, tu tutor… ¿cierto?

 

Akashi no pudo hacer más que cubrir sin éxito aquellas marcas en sus brazos, agacho la mirada pues no se atrevía a mirar al mayor.

 

—Atsushi yo…

— Aka-chin, no te condenes a ti mismo a esta vida sin futuro…Yo te llevaré a conocer muchos lugares, volaremos por el mundo, podemos hacer lo que queramos; la vida todavía es larga ¡Dios! aun tienes diecisiete, así que ven…

—Yo...no soy nadie… no tengo nada Murasakibara... Solo nos conocimos tres semanas Dime… ¿Por qué te preocupas de ese modo por mí?

—Aka-chin. ¿Por qué aun no lo recuerdas?— sus orbes se abrieron y su rostro se mostró sorprendido ante eso. 

— ¿De qué hablas?

 

Murasakibara rebusco en sus bolsillos mientras el menor le miraba atento, y finalmente encontró aquello que estaba buscando, lo sostuvo frente al rostro de Seijuro y este quedo anonadado, eso…

 

— Atsushi…tú…

— ¿Ahora lo recuerdas?

 

Era una tarde fría de diciembre en la ciudad de Tokio, el cielo estaba demasiado nublado y muchas personas que Seijuro no conocía estaban a su alrededor derramando lágrimas de total hipocresía. Si, era el día en que sus padres serian sepultados y se encontraba vistiendo un modesto traje negro, veía atento cada movimiento de los hombres encargados del entierró.

— Seijuro-sama…Todo estará bien

Esa mucama sostenía su mano con fuerza e intentaba calmarle, aunque en realidad Akashi no parecía necesitarlo en absoluto. El entierró parecía ir bien pues la gente lentamente comenzó a dispersarse. Seijuro no supo en qué momento se soltó de la mujer pero cuando se dedicó a buscarla la encontró en un lugar no muy lejos de la entrada del panteón.

— ¿Ya está todo listo?

— Por supuesto, de todos modos un niño de ocho años no será problema, ya he arreglado los papeles con el orfanato, lo enviaran a otra ciudad con una pareja que yo mismo contacte…

— Perfecto, una vez el niño desaparezca de aquí será más fácil quedarnos con una parte equitativa de la fortuna.

Akashi quedo estupefacto después de escuchar aquello ¿Se iría de Tokio? ¿Qué pasaría con su casa y sus cosas? ¿No podría volver a visitar a sus padres? Sin darse cuenta sus orbes se aguaron tanto que las lágrimas comenzaron a brotar sin permiso; corrió nuevamente hacia la recién amoldada tumba de sus padres y se tiró a llorar…

— ¡Mami! ¡Papi! ¿Por qué se fueron sin mí? — sollozó sobre la tumba…

— Nee~ Ya no llores— una mano inusualmente grande se posó sobre su cabeza, Seijuro se giró para ver quién era esa persona y vio a un muchacho de cabellera purpura y orbes del mismo color, de expresión perezosa, vistiendo un traje negro que al parecer le incomodaba¿Cómo te llamas?

— Akashi Seijuro…

— ¡Aka-chin! — exclamó. — Yo soy Murasakibara Atsushi, así que Aka-chin… ya no llores por favor.

— ¿Por qué no puedo llorar? Mis padres ya no están conmigo… y me llevaran lejos con otra familia… Ya no tengo a nadie…— decía entre sollozos. El chico se hinco para quedar a la altura del de cabellera roja y comenzó a limpiar de forma tosca sus lágrimas.

— Toma, te doy esta paleta le extendió una envoltura tornasol con un elegante grabado— Todo estará bien, yo cuidare de ti— le dijo dedicándole una cálida sonrisa que logró calmar las lágrimas de Seijuro.

— ¿En verdad cuidaras de mí? — el de cabellera índigo asintió sin duda. — Pero… Me llevaran lejos de aquí ¿Cómo vas a cuidarme?

— Simple, si Aka-chin está siempre cerca de los dulces, sin importar cuanto tiempo pase yo sin duda te encontrare.

— ¿Lo prometes?

— ¡Claro! — posó su mano sobre su mejilla y comenzó a limpiar las pocas lágrimas que aún escurrían por su rostro. — yo siempre cuidare de ti, Aka-chin — dijo dedicándole una inmensa sonrisa que fue correspondida al instante.  

 

Los orbes de Seijuro se aguaron nuevamente ante el reciente recuerdo que al parecer se había mantenido escondido en lo más profundo de su memoria…Levantó sus manos temblorosas y sostuvo la envoltura que Murasakibara sostenía frente a él, la misma envoltura que Akashi mantenía atesorada en su habitación sin recordar exactamente por qué…

 

— ¿Ahora lo recuerdas Aka-chin?, yo me enamore de ti desde ese día y me jure que te encontraría así tuviera que recorrer el mundo entero y, justo cuando me rendí a no volverte a ver nunca, llegue a este callejón y fui arrastrado hacia la confitería… 

 

El gigante nuevamente aprisiono el pequeño cuerpo de Seijuro entre sus brazos y este último no hizo absolutamente nada para impedirlo.

 

— ¡Y ahí estabas tú…Aka-chin! Estabas esperando por mí ¿Cierto? — Seijuro se estremeció, su cuerpo entero tembló y sin trabas se soltó a llorar mientras se aferraba a las ropas del más alto— Aka-chin…— comenzó a acariciar su cabellera y reforzaba el abrazo.

—Atsushi yo… soy un simple estudiante de preparatoria… No tengo dinero ni nada que ofrecerte…—el mayor tomó su mentón de forma delicada.

—No digas eso, yo te amo Aka-chin ¡Te Amo!, y sé que tú sientes lo mismo por mí— acercó su rostro lentamente y posó sus labios sobre los del pelirrojo, en un roce tan sutil que logró estremecerlo completamente. —Así que ven conmigo...

—Atsushi...— el dedo índice de Murasakibara se plantó en sus labios.

—Aka-chin, no te preocupes más por el dinero, sólo dame tu mano, y yo mañana te compraré el mundo— le extendió la mano, el pelirrojo trastabilló

 

¿Qué debía hacer? No era tan simple. Levantó la mirada y se encontró con esos hermosos orbes púrpura, aquella mirada era tan cálida, tan gentil y esa enorme sonrisa plasmada en su rostro, todo él era perfecto. Infló su pecho y soltó el aire intentando darse valor...posó su mano sobre la de Murasakibara; temblaba, no podía negar que tenía miedo pero cuando sintió como su mano era aprisionada y sus dedos se entrelazaron con los del mayor su corazón se tranquilizó.

 

—No tengas miedo Aka-chin, yo siempre estaré contigo.

— ¿Lo prometes...?—el de orbes púrpura asintió y nuevamente le besó, de forma tierna y delicada.

—Espero hayas traído tu cepillo de dientes, porque a partir de hoy vivirás en muchos lugares. 

 

Una leve risilla se filtró por los labios del pelirrojo, apretó la mano de Murasakibara y le dedicó una amplia y sincera sonrisa.

 


El Callejón de los Sueños Rotos, Fin.

 

Notas finales:

Si llegaste hasta aquí Gracias :D 

Sí, soy amante de los clichés romanticos; la verdad es la primera vez que escribo MuraAka asi que si no maneje muy bien a Akashi pido perdón, pero cuando se trata de Murasakibara me agrada más el Akashi vulnerable que el emperador. :3  

 


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