—KyungSoo-ah —había llamado su atención —. KyungSoo-ah ¿tú eres feliz?
El mencionado dirigía sus ojos hacia donde provenía la gruesa voz y sonrió con los ojos como medias lunas y los labios juntos.
—Soy feliz si tu lo eres, ChanYeol-sshi —respondió robándole el aliento.
—Entonces lo seré para que tú lo seas —le promete.
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Se había cerrado a oír cualquier justificación que no fueran las cálidas palabras de su pequeño. KyungSoo no le permite afligirse, y mucho menos pensar que esto es una desgracia; mas bien un obstáculo, un típico obstáculo que debe ser rebasado.
Porque no había necesidad de tener ojos para darse cuenta que su alma gemela sonreía, ni para percatarse de dónde se ubicaba.
Se había aprendido su cuerpo de memoria, seguía siendo tonificado y fuerte, este nunca cambia. En su mente viajaban las imágenes de cada vez que se enredaban juntos en las sabanas o cuando el almuerzo en el comedor se volvía algo mas que solo eso.
No necesitaba ojos para mirarlo hablar, todavía recuerda sus dulces labios moviéndose al compás de lo dicho. No necesitas mirar para ir hacia él cuando llegaba de afuera, se conocía la cantidad de pasos exactos que ChanYeol guardaba entre ambos para que su pequeño caminara hacia él y lo descubriera con los brazos abiertos.
Mucho menos necesitaba mirarlo para sentirse querido. Los ojos de ChanYeol estaban gravados en su mente como si hubiesen sido tatuados con fuego, su sonrisa siquiera recordarla le hace sonreír también, y no; no era necesario mirarlo para seguir estando enamorado de él.
KyungSoo se conocía de memoria el departamento que compartía con ChanYeol; lo gracioso era que antes se tropezaba con cada una de las paredes y ahora camina firmemente, solo tropezándose cuando el gigante de su novio se le atravesaba apropósito.
—ChanYeol-sshi —el mencionado lo mira con atención, apartando su mirada de la televisión —. Jamás me enseñaste a tocar el piano —dijo con un diminuto puchero.
—Nunca supe que te interesara —el menor inca los hombros —. ¿Quieres probar?
KyungSoo asiente con emoción y ambos se dejan caer en el suave banquillo, que frente a un hermoso piano de cola blanco, se ubica.
ChanYeol toma una de sus pequeñas manos y la coloca encima de las teclas. KyungSoo siente la superficie bajo sus dedos y presiona una tecla, se sobresalta por el fuerte sonido y ambos ríen apenas un poco.
ChanYeol comienza con una melodía suave, dulce, romántica. Ve a KyungSoo sonreír y nuevamente se siente bendecido.
KyungSoo tenia los ojos sobre las teclas, aun sin poder verlas, las imagina y es suficiente. Busca con su mano la de ChanYeol y la consigue rápidamente, sin saber que este ultimo la había rodado mas cerca. La coloca encima, igualando sus dedos y el mayor sigue tocando. Cada dedo que presiona, KyungSoo lo siente, cada elevación de palma, cada posición de las teclas; desde los tonos mas bajos hasta los mas agudos.
KyungSoo lleva una sonrisa en su rostro, hasta que siente una gota caliente que ha caído en sus nudillos.
—ChanYeol, no llores —le pide, dirige sus manos hacia las mejillas ajenas y limpia sus ojos con sus pulgares —. Me vas a hacer llorar, ya basta —le pide al borde de las lágrimas.
ChanYeol lo abraza fuertemente y KyungSoo toma entre sus puños la parte posterior de la camisa de algodón del mayor, aferrándose.
En el linving, donde se sitúa el piano de cola, están las cámaras de video que ChanYeol utilizaba para la universidad. El mayor las dejaba encendidas cuando se iba al trabajo, siempre apuntaban al piano. KyungSoo no
sabia esto, por ende cada vez que ChanYeol salía de casa, él se dirigía al majestuoso instrumento. Tocando cada vez melodías diferentes; eso si, siempre suaves y con su toque dulce.
ChanYeol disfrutaba verlo tocar, pero su corazón se rompe, volviéndose polvo cuando KyungSoo deja caer su cabeza entre sus brazos, provocando un estruendo con las teclas del piano, y llora en silencio.
El menor sabe cuando es de día y cuando es de noche; la temperatura lo dice todo, y los cálidos rayos de sol golpeando su piel. Era de noche, lo sabe bien, pues ChanYeol se hallaba acostado a su lado como siempre boca abajo y sin camisa. Sus pies fríos estando descubiertos pero entrelazados con los del mayor, es suficiente para él.
No puede dormir, esa noche no logra hacerlo. Nuevamente desliza sus manos para palpar al mayor, porque estas se habían convertido en sus ojos. Su suave cabello eran como una esponjosa nube, desliza su pulgar a lo largo de su gruesa ceja, sabe que a ChanYeol le gusta ser acariciado allí. Finalmente toca sus labios y como siempre, siente que ha sido un milenio lo que ha pasado sin besarlos; cuando en realidad acaban de hacerlo, justo antes de que el mayor cayera dormido.
—Te amo más de lo que podría amar estar vivo —le dice. Y no le importa no ser escuchado, porque sabe perfectamente que ChanYeol lo tiene claro.
Se recuesta de costado, con los ojos sobre el mayor; su mano llega hasta la de ChanYeol, palpando y entrelazándola.
Esa noche no pudo dormir; la angustia de que ChanYeol ya no estuviese a su lado al despertar, no lo dejaba conciliar el sueño.
Mirar ya no era necesario cuando sabia cada ruta al derecho y al revés. La vista jamás fue tan importante como lo es el tacto, opina KyungSoo. Él solo necesitaba una cosa, y era sentir a ChanYeol siempre junto a él. Esto era algo que la vista no te otorgaba, ya que; ¿De qué vale verlo y no sentirlo? Cuando puedes tenerlo entre tus dedos y mirarlo a la vez, porque te sabes toda su anatomía a la perfección.
—¿Puedes mirarme?
—Yo siempre te veo —le dice.
KyungSoo siempre puede ver los brillantes ojos de ChanYeol, esos que siempre le miraban de la manera mas especial y cada vez que su semblante cambia o como su sonrisa se ensancha.
Las manos viajaban lentamente por el pecho descubierto de ChanYeol; sonreía sintiendo el suave relieve bajo sus yemas. Su respiración era profunda y KyungSoo intentaba adivinar dónde era que quedaban sus lunares, siempre dando en el blanco; pues se conoce los detalles mas tontos.
ChanYeol podía permitir que KyungSoo jugara a ponerle la cola al burro con él, y aunque no era del todo literal, era la mejor parte del día.
Los ojos tranquilamente perdidos de KyungSoo bajan desde el torso desnudo de Chanyeol hasta sus brazos, la piel bajo sus manos siempre siendo mas cálida que la suya, helada en comparación.
—Bésame —le pide KyungSoo.
—Quiero que tú me beses —contra ataca. KyungSoo sonríe, sabe que el mas alto esta midiendo sus habilidades.
Sin titubeo y con punta de pie dirige rostro hacia el contrario, sosteniéndose de su agarre en las muñecas ajenas. Apenas un ligero roce entre labios y ejercen presión. Dulce, sencillo y hermoso.
—¿Cómo es posible que hagas eso? —pregunta, mirando la sonrisa de KyungSoo una vez que se separan.
—Calculo —dice sencillamente.
ChanYeol jamás pensó que habría un motivo lo suficientemente bueno como para amar las matemáticas.
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—KyungSoo-ah —había llamado su atención —. KyungSoo-ah ¿tú eres feliz?
El mencionado dirigía sus ojos hacia donde provenía la gruesa voz y sonrió con los ojos como medias lunas y los labios juntos.
—Soy feliz si tu lo eres, ChanYeol-sshi —respondió robándole el aliento.
—Entonces lo seré para que tú lo seas —le promete —No habría otro motivo.