Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hanakotoba por Linaria

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Además de ser el título de una canción del grupo, Aster es el nombre de la flor que simboliza los recuerdos. A partir de ahí ya podréis deducir algo importante acerca de la trama del capítulo, como pasará con todos los que le sigan.

Como prácticamente todo lo que escribo, está dedicado a mi rosa particular aunque no le guste esta pareja (ya lo compensaré). 

 

Sin más que añadir, espero que lo disfrutéis. 

 

 

Cuatro horas. Cuatro largas horas de apasionado ensayo habían sido el preliminar de un estado de extenuación descomunal. ¿Y el resultado ineludible? Las bien conocidas punzadas en las yemas de los dedos tras el paso reiterado sobre las cuerdas de la guitarra. No cabía duda de lo mucho que el joven pelinegro adoraba fundirse con ella, verse envuelto en melodías significativas que pudieran llegar al resto de personas como mensaje; sin embargo, también era humano, y recibía las consecuencias de manera tan directa después del esfuerzo que el sudor le ganaba la batalla junto a la sed. A raíz de ello fue que caminó a por una de las muchas botellas de agua fresca que conservaban en la pequeña nevera del local: su garganta exigía la atención que anteriormente opacó su instrumento.

Si bien había dado algunos tragos largos en los segundos posteriores a cogerla, tuvo que dejar de beber cuando un par de manos desconocidas apretaron de improviso ambos laterales de su estrecha cadera. Aquello desencadenó un torpe movimiento que oprimió el recipiente de plástico hasta ser salpicado en pleno rostro por el líquido; fue cuestión de reflejos -esos que la naturaleza no le había concedido-.

—Siempre el último en salir de aquí... ¿Cómo puedes ser tan lento? —Simplemente por la voz hubiera descubierto quién trataba de burlarse un rato de sus desgracias, aunque lo que confirmó sus sospechas fue el aroma embriagador procedente del perfume de marca bastante concreta que desprendía el susodicho. Una muy cara y de renombre, como sólo podía pasar al tratarse de su vocalista.

—Se le llama "ser cuidadoso", concepto que a cualquier cavernicola le costaría comprender. —Le espetó, refugiándose en aquella clase de ofensa intelectual que iba mucho más acorde con alguien de complexión menuda como él. Claro, dejando de lado su superior altura... Un centímetro o dos no era de gran ayuda contra el rival, ¿verdad?

Bastaron unos leves forcejeos para tener que enfrentarse cara a cara al otro músico, era imposible ganarle en fuerza por más que hubiera querido ocultar el hecho de tener su desafiante semblante humedecido por el agua. ¿Podía ser más ridícula la escena? Sabía que eso restaría muchos puntos a su favor, era parecido a darle la razón, cosa que odiaba por encima de todo. Pero allí estaban ambos, a escasos centímetros de distancia sin disposición a ceder. Como siempre.

—Vaya, eres más torpe de lo que pensé. —Se encargó de resaltar Hiro, no tardando en mostrar el tipo de sonrisa maliciosa a la que le tenía acostumbrado. Acto seguido, éste utilizó el pulgar para arrastrar una determinada gota por la extensión de los labios que no eran precisamente suyos, empero, que tocó saltándose su consentimiento.— ¿Cuándo aprenderás, Dai? No podemos dejarte solo ni un segundo, necesitas una niñera... O mejor un guardaespaldas particular.

—Déjame adivinar, ¿te presentarás tú para el puesto? —Las palabras salían de sus labios casi como veneno, en evidente manifiesto de lo poco que le agradaba sentirse como la princesa en apuros. Lo detestaba. Odiaba ser considerado débil ante los demás por su apariencia física y el de superior edad lo sabía.

—Considéralo mi buena obra del año, ¿quién mejor que yo para el puesto? Musculoso, con talento y extremadamente guapo. Así, ¿qué persona no estaría encantada de contar con mis servicios?

"¿Cómo diablos puede ser tan arrogante? ¿Cómo?", se preguntaba Daichi una y otra vez, con la ceja derecha elevada por inercia. Y es que las expresiones facial le convertían constantemente en un reflejo cristalino de lo albergado en su mente, carecería de opción de disimulo a pesar de quererlo con todas sus ganas.

—Tienes razón. ¿Qué ser humano no caería rendido ante tus encantos? —Cambió el gesto de sus carnosos labios por una sonrisa falsa, la cual sería una mera distracción temporal entretanto llevaba la diestra al borde del pantalón ajeno. ¿Por qué no darle un poco de su propia medicina fingiéndose predispuesto a caer en sus encantos?— Habría que estar ciego o incluso loco, ¿verdad?

Apostaba su sueldo por completo a que estaba reproduciendo las creencias de su ególatra compañero, por ello ensanchó la sonrisa hasta volverla pícara. Y, entonces, sosteniéndole la mirada con encanto, vertió despacio sobre la entrepierna del mayor gran parte del líquido de la botella que había mantenido en la mano libre a buen recaudo.

—Oh, al final voy a ser tan torpe como decías... qué lástima.

Comentó antes de apartarse, con el propósito de retirarse lo antes posible, pues había que huir de la furia que acababa de desatar al jugar descaradamente con fuego. Estaba perdido si no escapaba enseguida... Menos mal que únicamente necesitó coger a toda prisa su bolso para luego salir a la carrera por la puerta de la sala conforme escuchaba de fondo maldiciones hacia su persona.

No era como si se enorgulleciese de lo que había hecho, por lo general era vengativo sólo en justa medida; en cambio, tenía un punto débil que Hiro sabía atacar demasiado bien y eso siempre causaba que todo se le escapase de las manos. Cuando estaban a solas era tan engreído, altanero, seductor y manipulador que le volvía loco; reducía su existencia a un simple muñeco que a veces no podía más que quedarse paralizado sin saber con qué hacerle la competencia. Ese día había tenido la fortuna de salir airoso y regresar a casa en un corto trayecto en taxi, mas tenía la entera certeza de ir a pagar por su osadía más temprano que tarde... ¿Con qué cara se presentaría a la mañana siguiente en el mismo sitio de su ingeniosa travesura? Las tenía todas consigo para vivir una mala experiencia.

Como si de una jugarreta caprichosa del destino se tratase, el móvil vibro dentro del bolsillo de su pantalón cuando intentaba abrir la puerta de su apartamento en medio de tanta reflexión. No hacía falta ser adivino para intuir a quién pertenecería el mensaje de Line recibido, y tentado estuvo a ignorar su recepción. No obstante, la curiosidad le ganó y terminó echándole un vistazo a la pantalla después de haberse quitado los zapatos en el conocido recibidor.

"Será mejor que conserves hasta mañana el agua que te haya sobrado, te hará falta. Mucha falta.
No podrás huir de mí eternamente y lo sabes".

—Le odio...

Sí, lo masculló en voz alta antes de lanzar el aparato al sofá con sobrada desgana. No era la primera vez ni la última en la que los acontecimientos conducían a una contienda semejante, llevaban meses jugando al gato y al ratón. Serenos, amables y disciplinados si tenían compañía alrededor, y, por el contrario, retadores y provocativos si la soledad lo permitía. Ya había perdido la cuenta de las muchas encerronas en las que uno de los dos había terminado por culpa del contrario, era una competición incesante llena de contrariedades...

Todo cuanto deseaba en esos momentos era una ducha fría tras mimar durante varios minutos al par de canes de pelaje castaño que esperaban impacientes su saludo de bienvenida. Seven y Mint eran para él lo más similar a unos compañeros de piso, ellos estaban a su lado en las buenas y en las malas sin importar qué, y daban sentido a la famosa frase de "el perro es el mejor amigo del hombre". Aparte de sus libros, claro estaba, porque nada ni nadie superaría su intenso amor por la literatura. De hecho, no era de extrañar encontrarle en la esquina del salón que daba a la terraza, leyendo acuclillado en las tardes en las que la lluvia golpeaba el cristal desde fuera. A través de la lectura descubría miles de mundos que se abrían delante de sus ojos para ser conquistados sólo por él, justo igual a como había sucedido con su viejo sueño de convertirse en un famoso guitarrista. Y debido a ello le costó poco comprender que todo era posible en la vida; ésa era la enseñanza que tenía grabada a fuego desde la adolescencia gracias a todos los volúmenes devorados como ferviente lector.

En cualquier caso, la realidad no formaba parte del ejemplar más vendido de un prestigioso escritor, sino del cúmulo incontable de sucesos a los que tenía que enfrentarse. Incluso a continuación de haberse liberado del estrés en la ducha le era difícil dejar de pensar, tan solamente hacía una semana desde el punto de inflexión que le había hecho caer en picado sin posible remontada. Cada vez que sus párpados descendían, como ahora al haberse tumbado ya bajo la suavidad de las sábanas, las imágenes le atacaban sin darle tregua.

Recordaba a la perfección cómo había sido arrinconado contra los espejos frontales de la sala de ensayos en mitad un "fortuito" apagón, planeado a ciencia cierta por el hombre de melena oscura que se le subió más tarde a la cintura haciendo gala de los fornidos brazos que poseía. ¿Y por qué él no había reaccionado impidiéndolo? Muy sencillo de responder: fue presa fácil de los labios habilidosos de su cantante, no pudo resistirse a ellos. Quiso pero no pudo. El tacto delicado de estos sobre la piel del lateral del cuello se sumó al aturdimiento del aroma impropio para casi provocarle un jadeo, mas su soberbia lo evitó mordiéndose los propios. En contraste, le resultó imposible frenar el siguiente a raíz del juego descarado en el que fue obligado a participar por medio de los empujes que fomentaban las palmas de Hiro en sus glúteos, haciéndole chocar de lleno contra la erección de aquél cuando además adelantaba la pelvis. Nunca se había sentido tan entre la espada y la pared, y si se tomaba de manera literal, sobraba aclarar qué era la espada en este caso donde la pared se trataba del espejo. Tampoco así de excitado con unos preliminares superficiales, detalle que le desequilibraba considerablemente. "Voy a follarte hasta que sólo desees ser mío", aquellas palabras que le habían sido susurradas al oído aún resonaban en su mente, acarreando serias consecuencias debajo del bóxer con el que solía dormir. Era una espiral de vicio oculto que guiaba a sus dedos más allá de la ropa interior a fin de palpar la dureza de su propio miembro.

—Le odio...

Repitió, de la misma manera en la cual lo había hecho hacía rato, con la diferencia actual del delicado masaje que se procuraba a sí mismo por encima de la tela al decirlo. Era como si su mano actuase sola siguiendo el mandato de otra persona, ya que recreaba la fricción presente en su recuerdo: era cálida, enérgica sin aproximarse a lo brusco, certera y placentera al punto de no querer detenerla por nada del mundo. Así la sintió durante el tiempo que duró, y lo cierto era que no se movió ni un ápice para que dejase de ser de esa forma.

Si Natsu no hubiese aparecido para recoger a tientas la chaqueta que olvidó cerca del asiento de la batería, obligándolos a frenar súbitamente el pasado miércoles, ¿hasta dónde hubiera sido capaz de llegar? O mejor dicho, ¿acaso habría tratado de cambiar la situación? Su orgullo imploraba que sí, lo opuesto a lo que los hechos estaban demostrando mientras se retorcía de satisfacción al agilizar el desliz de sus dígitos. Arriba, abajo, de nuevo más y más veloz, mucho más contundente hasta ser invadido por ligeros espasmos que adelantaban el conocido desenlace.

—Mmh... Hiro... —El subconsciente le traicionó cuando estaba siendo dominado por el orgasmo, revelándole al silencio del dormitorio el nombre del culpable de sus ensoñaciones sexuales que le habían conducido a concluir con su tibia esencia manchándole el cuerpo. ¿Hasta cuándo podría con todo aquello?

—Estoy acabado.

Ése sería el broche final de una noche que auguraba problemas, demasiados problemas. ¿Qué fórmula precisa le ayudaría a seguir camuflando lo que guardaba en su interior? Se negaba rotundamente a ser el próximo juguete del joven de largos cabellos azabache, estaba harto de verle salirse con la suya con todo capricho que se le antojaba sólo por tener poder y carisma para hacerlo. No, no y no. Ese odio debía seguir siendo odio.

 

Notas finales:

Se acepta toda clase de opinión al respecto. Volveré pronto con la continuación, lo prometo.~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).