Continué mirando por la ventana como en las últimas dos horas, allí no había nada que hacer ya que los otros enfermos no necesitaban nada, una cera y Seyoung era feliz, no le interrumpas y Casper está contento, Sangmin y Yong Seok no necesitan nada salvo un espacio libre para no matarse, y Shin…bueno, él es feliz con su té y si no lo es, nadie lo sabe
-Maldito lugar
Realmente era tedioso, llevaba varias horas sentado en una silla mirando el campo por la ventana al igual que todos los días durante la puta semana que llevaba allí encerrado, “no puedes salir”, “no molestes a los demás”, “no me llames si no es necesario”, está bien, son tres normas muy sencillas pero lo joden todo completamente, la enfermera, cuyo nombre después de todo no sé, me dejaba desatado con esas tres condiciones. ¡Maldito lugar! Aquí no hay forma de entretenerse y, como no podía moverme, tampoco podía planear mi plan de huida pero con el tiempo fui aprendiendo a memorizar el recorrido en la camilla.
Pero pronto todo cambiaría.
Por fin había llegado el día, hoy me iba de esta mierda de lugar, todo estaba planeado y ya había conseguido “los materiales”. Después de tanto tiempo y con tan buen comportamiento la enfermera había decidido que podía dormir con la camisa desabrochada por lo que mis manos y brazos se encontraban libres, al igual que cuando estaba en el salón, pero el resto del día debía estar aprisionado. Aquella mañana en el salón había robado una de las ceras de Seyoung para poder pintar un mapa en el suelo de mi celda bajo la cama, también había cogido una de las horquillas de Sangmin y la había guardado en la ventana principal del salón.
Las puertas ya habían sido cerradas, todas las noches a las nueve y media los pestillos eran corridos y quedábamos encerrados, pero yo había sido listo y contaba con algo de suerte, como cualquier ser humano yo tenía que mear, pero a diferencia de mis compañeros yo sí que podía percibir la realidad tal y como era, ellos se mean encima y ni se enteran, por lo que logré que dejaran la puerta de mi celda abierta para ir al baño, como podéis imaginar dentro no hay porque estos locos pueden matarse con el retrete.
Empujé la puerta débilmente pero aun así chirrió un poco, caminé de puntillas por el pasillo pasando por delante de todas las celdas, mi “cuarto” era el último, y miraba por sus ventanillas sin lograr ver mucho hasta que llegué a la número cinco, Shin dormía con una lamparita de bebé, necesitaba luz o se agobiaba, la lúgubre luz azul me dejó ver sus dulces rasgos sobre la almohada y como sus ojos permanecían cerrados, pero no duraron mucho, en pocos segundos se abrieron a gran velocidad y Shin volvió a adoptar su postura normal, sentado de pie en posición fetal, en mi opinión debía ser algo incómodo pero si a él le gusta yo no soy quien para juzgarle.
-¿Debería despedirme ya que está despierto?-pensé- No, no debo, nadie sabe lo que tiene, lo mismo me dice adiós como se puede tirar contra mí para intentar romperme la cabeza
Sonreí pensando lo irónico que era plantearme el decirle “adiós” cuando en realidad nunca llegué a decirle “hola”, le miré por última vez y me pareció notar que sonreía pero nunca lo sabré. Continué mi camino hasta llegar a las escaleras que subían a la planta principal, por supuesto que no iba a usarlas, eso sería como ponerle el filete al león en la boca y decirle que no coma, no podía aparecer delante de los seguratas y esperar que me dejaran marchar educadamente; fui al baño y moví una de las baldosas del suelo, más concretamente la baldosa número ocho contando desde el lado izquierdo del lavabo, con un pequeño puntapié se abrió y dejó ver la llave que había escondido allí esa mañana, después de unos pocos días aprendí el sistema de llaves y la rutina de la enfermera por lo que no fue difícil robarle la llave en uno de sus turnos con los locos en el salón y dejarle pensar que la había cogido un compañero.
-Aish, fue demasiado fácil
Salí del baño y me acerqué a la puerta de la rampa, recordé que esta rechinaba algo al abrirse por lo que debía ser rápido y ágil, la llave crujió cuando entró en la cerradura pero se abrió perfectamente, con un tirón a la velocidad de la luz no se produjo sonido alguno y estuve en la planta principal en menos que canta un gallo, cerré los ojos intentando recordar el mapa y los turnos de los guardias, los cuales había visto apuntados en una pizarra durante unos de mis múltiples paseos en camilla.
1…2…3…4…5, llevaba cinco minutos esperando, esperando a escuchar ruido de pasos acercándose o alejándose, lo recuerdo bien, a esta hora alguien debe pasar por aquí y si quiero escapar más me vale que no me vea, después de un par de minutos más aquellos deseados pasos se dejaron escuchar y los seguí hasta asegurarme de que había doblado la esquina, abrí la puerta y entré en el pasillo 12, si no los contaba me perdería seguro, deposité la llave al lado de la puerta para que si la enfermera la veía pensara que se le debió caer del bolsillo algún día, giré hacia la derecha, justamente el punto opuesto del segurata, y comencé a contar.
-Primero una z, pasillo 12,14 y 16-recordé- y luego un cuadrado, pasillo 17,18 y 19, llegamos al salón de los locos en un plis-plas
Allí estaba, en el gran salón, vi las paredes llenas de rotulador, el equipo de gimnasia y la zona de baile, pero lo que más llamó mi atención fue la mesita con las tazas de Shin, ese muchacho había logrado captar mi atención de una forma extraña que no llegaba a comprender, creo que en cierto modo me agrada. Me acerqué al gran ventanal y con el tacto busqué la horquilla, solo tardé 20cm en encontrarla, caminé hasta una de las esquinas donde había una puerta que daba al pasillo por el que todos los trabajadores entraban al salón, el pasillo que conducía directamente a la salida trasera, la cual espero que no esté muy vigilada.
La puerta era tan vieja como el resto del edificio y con solo un golpe tras toquetear con la horquilla logré abrirla, empujé lentamente y permanecí quieto escuchando, al no oír nada pensé que nadie venía pero eso cambió rápido al notar el rechinar de unas botas, cerré la puerta comenzando a caminar hacia atrás.
-¿A dónde crees que vas?
Unas manos me agarraron fuertemente, los seguratas me habían pillado, intenté resistirme a ellos pero, a pesar de que logré que me soltaran, no pude escaparme debido a que me agarraron de los pies y comenzaron a arrastrarme por los pasillos, en una de las habitaciones cerradas en las que la enfermera a veces entraba con un solo paciente cada vez tenías las luces encendidas, por la ventanita con barrotes pude ver la cara de ella y la de Shin, el cual acariciaba su labio inferior con una sonrisa.