Pasé una página más de mi libro, la enfermera había sido muy amable al dejarme entrar objetos en mi celda y al traer ciertas cosas de mi casa, mis libros, que era la única cosa que no había destruido; Alicia en el País de las Maravillas no es el mejor libro del mundo pero la verdad es que lo consideraba muy adecuado para el momento y el lugar, al fin y al cabo estaba rodeado de locos. Escuché unos pequeños golpes en la puerta que llamaron mi atención, unos labios rojos curvados en una sonrisa se presentaban al otro lado, asentí levemente y la enfermera entró, pero no estaba sola.
-Oh Dios, ¡Shin! ¿Te han sacado del salón?-reí- Esto está mejor, ¿no?
Lo cierto es que esa era la verdad, mi buen comportamiento junto con mi colaboración me otorgaban ciertos privilegios, un retrete en la celda, una mesita y una lámpara normal, odiaba esa puta lucecita brillante verde, con todo lo que parpadeaba no hacía otra cosa nada más que desorientarme y darme dolor de cabeza.
-Bueno, los dejo a ambos solos, tengo trabajo que hacer-sonrió ella- Nos vemos luego Shin
La puerta se cerró tras de ella pero sabía que no estaba cerrada del todo, me moví en la cama ofreciéndole un espacio a Shin, él subió y quedó sentado a mi lado, movió la mesita para poder alcanzar las tazas y la tetera de forma más cómoda.
-Hoy he pedido un té rojo…nunca antes lo había pobrado
Él asintió sonriente, aunque con la vista algo perdida aun, mientras llenaba una taza y me la ofrecía, la recogí con sumo cuidado y asentí agradecido, Shin asomó su mirada por encima de mi hombro buscando ver aquello que yo hacía antes de que él viniera.
-Buscas esto, ¿verdad?-sonreí cogiendo el libro- Estaba leyendo Alicia, es muy oportuno, ¿no crees? Justo ahora que vamos a tomar el té
Shin sonrió de oreja a oreja, pero ya no se cubría, su sonrisa era brillante gracias a sus dientes perlados y perfectos, la verdad es que me dejaba totalmente embobado cuando lo hacía, siempre provocaba ese sentimiento ardiente en mi estómago, comenzó a asentir frenéticamente provocando dudas en mí, él pareció entender mi mirada por lo que cogió el libro y lo abrió antes de dejarlo sobre mi regazo.
-¿Quieres…quieres que te lea?
Shin cogió su taza de té y se sentó de manera que podía mirarme, aunque fuera mi perfil, comenzó a dar pequeños y temblorosos sorbitos mientras esperaba a que yo comenzara.
Habían puesto la mesa debajo de un árbol, delante de la casa, y la Liebre de Marzo y el Sombrerero estaban tomando el té. Sentado entre ellos había un Lirón, que dormía profundamente, y los otros dos lo hacían servir de almohada, apoyando los codos sobre él, y hablando por encima de su cabeza. «Muy incómodo para el Lirón», pensó Alicia. «Pero como está dormido, supongo que no le importa.»…..
Continué leyendo el capítulo hasta que llegué al punto final de aquel relato, sentía mi garganta seca a pesar de que a veces paraba para dar pequeños sorbos a mi té, Shin se mantuvo callado durante toda la historia, no hizo ningún ruido, casi ni le escuché respirar, cerré el libro y lo dejé sobre la mesita con cuidado de que no se manchara.
-Me encanta como lees-susurró
Mis ojos se abrieron totalmente asombrados, su voz era profunda aunque no podemos denominarla como grave, sonaba dulce y relajada, es de esas voces con las que solo puedes relajarte cuando las escuchas, apostaría mi vida a que si sabe cantar debe sonar deliciosamente.
-Puedes…pu-puedes hablar
-Claro, nadie dijo que fuera mudo-sonrió
-Lo siento, es que siempre….siempre estás como perdido y…..no sé
-¿Sabes qué?-rió- Me gustas Takuya
Mis labios se separaron en una expresión de sorpresa, vale, esto podía entenderse de varias formas pero era obvio que se refería a que le caía bien, claro que, el comentario me ha impactado porque ha pasado de no hablar a confesar que le gusto. Shin comenzó a reírse, millones de escalofríos recorrieron mi espalda, soltó la taza sobre la mesita cuando estuvo seguro de que su risa no disminuiría, sin poder evitarlo empecé a reírme con él, su risa era contagiosa por lo divertida que era en sí.
-Dime Shin, ¿tú sabes por qué estás aquí?
-Es obvio, ¿no? Estoy loco
-Pero… ¿qué es lo que tienes?
-¿Qué tiene el Sombrero Loco o la Liebre de Marzo?
-Nadie lo sabe, simplemente, están chotas perdidos
Shin sonrió como si hubiera dicho una gilipollez, y supongo que sí, probablemente bajo su punto de vista la respuesta era tan simple como que estaba loco, nada más que eso.
La puerta sonó y a los pocos segundos vimos a la enfermera asomarse, una sonrisa vestía su cara al igual que en cada momento que pasaba con Shin, él se levantó de mi lado y fue al suyo, la enfermera cogió su mano y me agradeció mi ayuda antes de irse.
Shin me miró sonriente, alzó su mano y se despidió eufóricamente.