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¡Hola!
Bueno, se que encontrar una carta en tu casillero te debe parecer extraño, pero no sabía cómo hacer para hablarte, así que opté por escribirte.
Iba a hablarte en persona, pero cuando me decidí a hacerlo, apareciste cambiado totalmente y me asusté un poco, lo admito, y decidí no hacerlo.
No quiero que pienses que son un acosador o algo así, solo quiero poder ser uno de tus tantos amigos. Me agradas mucho y creo que tu personalidad es cool. Y ¿te digo un secreto? Siempre quise tener una personalidad como la tuya, así de extrovertida. Pero, lamentablemente, no soy así. Qué se le va a hacer ¿no?
Como supongo sospecharas, soy algo cobarde para enfrentarme a ti y hablarte cara a cara, pero no es algo que pueda evitar. Por eso tomé la decisión de ser algo así como un admirador secreto. ¡No vayas a reírte!
Decidí escribirte, después de pensarlo mucho, por varias razones: una era para acercarme un poco a ti y que me conozcas y con suerte conocerte, y la otra es porque deseo con todo mi corazón que vuelvas a ser el de antes.
Se lo que paso con ese tonto. Tristemente, toda la escuela lo sabe y sé que eso debe afectarte mucho. Pero ¿sabes qué? Ahora te admiro aún más. Hiciste algo que yo nunca podría hacer: encarar a la persona que me gusta y decirle mis sentimientos. Lamentablemente, el resultado para ti no fue el mejor pero ¡no debería importarte! Imagino que es duro que te rechacen, pero ese estúpido no te merecía en lo absoluto. Sé que es muy atrevido de mi parte opinar, espero que no te moleste que lo haya hecho.
En fin, me voy despidiendo. No quiero aburrirte con tanto palabrerío. Me gustaría algún día tener la valentía que tú tienes para así poder hablarte. Y espero que, pronto, vuelvas a ser el de antes porque extraño tus locuras.
XOXO
Decir que estaba impresionado era poco. ¿Tenía un admirador secreto? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo? Jong Dae miró la carta escrita en computadora que había encontrado en su casillero. Tenía que ser alguna especie de broma y el solo pensar que fuera así lo hizo hervir de rabia. ¿Por qué simplemente no lo podían dejar en paz?
Molesto más allá de las palabras, Jong Dae arrojó la carta dentro de su casillero, azotó la puerta del mismo al cerrarla y comenzó a caminar a paso rápido hacia su salón. Parecía que, últimamente, todo el mundo quería meterse en su vida y, mágicamente, solucionarle todo sus problemas. Todos querían hacerse pasar por psicólogos o esas mierdas, y Jong Dae estaba hartándose. Maldita gente ilusa y entrometida, él iba a hacer con su vida y con su cuerpo lo que se le viniera en gana y nada ni nadie iba a detenerlo, ni siquiera sus amigos.
Sabía que la situación se le había salido de control, pero no había podido evitarlo. Que lo rechazaran de ese modo había sido lo peor que le había pasado en la vida y admitía que sintió asco de si mismo porque, si ese chico lo miraba como si fuera un puto, seguramente había más personas que lo veían de ese misma forma. Y eso dolía como quemarse con agua caliente.
Suspiró mientras seguía caminando por el pasillo. Sentía la mirada de todos sobre él, pero ya se había acostumbrado a que lo miraran como si fuera un bicho raro. No podía culparlos por mirarlo así. Prefería mil veces que lo hicieran y no se le acercaran. Jong Dae no quería hablar con nadie porque hacerlo solo le recordaba lo que era antes… como era antes… y lo detestaba horrores, como nunca creyó que lo haría.
Escuchó unos pasos detrás de él y no tenía que ser adivino para saber quién era. Se había hecho costumbre de Min Seok caminar detrás de él, cerca, esperando a que Jong Dae le diera el visto bueno para acercarse a caminar a su lado.
Jong Dae agradecía que Min Seok respetara su espacio. Su amigo había intentado animarlo, aún lo hacía, pero jamás sobrepasaba los límites y Jong Dae apreciaba mucho eso.
— Acércate— le dijo, sin dejar de caminar, y Min Seok se apresuró a ubicarse a su lado para acompañarlo a su salón.
— De nuevo te fuiste sin mi anoche— habló bajito, no quería molestar con su comentario.
Jong Dae no contestó y Min Seok cerró los ojos brevemente. Claro que sabía que no iba a responderle, pero había tenido la pequeña esperanza de que lo hiciera. Últimamente, si quería caminar al lado de Jong Dae, debía permanecer callado a menos que fuera Chen el que comenzara a hablar. Xiu Min no ponía objeciones porque, por lo menos, Jong Dae no lo había alejado a él como lo había hecho con los demás.
Caminaron en silencio lo que restaba del camino. Min Seok era consciente de que ni bien llegara al salón de Jong Dae, este entraría sin siquiera despedirse o decirle que se verían más tarde.
Xiu Min esperaba, en las noches, a que Chen le mandara un mensaje diciéndole que fuera a su casa. Se había hecho rutina ir a consolarlo. Parecía que solo en esos momentos Jong Dae volvía a ser el que era y Min Seok se conformaba con eso, y hasta lo agradecía, porque eso era una gran prueba de que no todo estaba perdido, de que podía recuperar a su mejor amigo tarde o temprano. Por supuesto, Min Seok esperaba que fuera más temprano que tarde.
Min Seok observó como Jong Dae ingresaba a su salón sin, como lo había supuesto, dirigirle la palabra. Demonios, nunca pensó que algo así le dolería tanto. Pero ahí estaba, parado como un imbécil, solo, frente al salón de su mejor amigo esperando un milagro que sabía no iba a ocurrir pronto.
Suspirando, Min Seok retomó el paso para ir a su salón. Con un poco de suerte, se perdería varias horas en el mundo del conocimiento sin pensar en Jong Dae.
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— ¿Alguien más aparte de mi tiene ganas de tirarle hielos y, a la vez, una caja encendida de fósforos a Jong Dae?
— Me apunto, Yeol. Quizás podríamos darle algunos leños para que prenda la fogata que obviamente necesita.
Min Seok se reía de las ocurrencias de Park Chan Yeol y Byun Baek Hyun. Eran ideas totalmente absurdas, pero apreciaba que intentaran ponerle ganas y ánimos a las once personas sentadas en una de las mesas de la cafetería. Aunque deberían ser doce… deberían…
— Y de nuevo, el ex inmortal no se sentó con nosotros— murmuró Huang Zi Tao y todos se quedaron brevemente en silencio.
De todos los que estaban en esa mesa, Tao era uno de los más sensibles, así que ninguno podía culparlo de volver a traer el tema de Jong Dae a la superficie. De un modo u otro, demostrándolo o no, todos tenían la esperanza de que Jong Dae volviera a sentarse con ellos. Solo que eso aún no sucedía.
— Volverá— sentenció Wu Yi Fan— Lo hará.
Min Seok envidiaba por completo la seguridad con la que Yi Fan, alias Kris, hablaba. No sabía si decía las cosas porque confiara en Jong Dae o porque quería aferrarse a alguna pequeña luz. De cualquier manera, parecía que últimamente era Kris el que le levantaba el ánimo a todos. Y, silenciosamente, se lo agradecían.
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Jong Dae no dejaba de pensar en la estúpida, como la denominó, carta. Sentado en su lugar correspondiente en el salón, Chen comía, más por obligación que por ganas, y miraba hacia el exterior sin ver realmente. Su mente solo podía pensar en el dichoso “admirador secreto” y se sentía disgustado consigo mismo por hacerlo.
¿Qué tenía de especial la carta? Nada. Y se lo repetía interiormente una y otra vez. Pero, de todos modos, seguía pensando en ella como si fuera algo importante, valioso… Y no tenía idea de por qué sentía eso.
Revolviéndose el cabello y acomodándose los anteojos que había empezado a usar, Jong Dae suspiró, sintiéndose muy cansado. Era gracioso el hecho de que, cuando empezó a usar lentes de contacto, juró y juró que nunca más se pondría esos jodidos anteojos que siempre se terminaban resbalando por su nariz. Pero ahí estaba en la actualidad, volviendo a usarlos. Su mamá había estado en lo cierto cuando le decía, una y mil veces, que nunca debía jurar porque los juramentos muy raramente se cumplen. La situación le causaría risa si no se sintiera tan vacío y solo como se sentía.
Jong Dae se sentó mejor en su silla, mirando hacia el pizarrón, comiendo lo último que le quedaba. Solo faltaban unas horas más de clases para, luego, poder irse a su casa y meterse bajo las frazadas. Quizás, solo quizás, mañana todo sería mejor.
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