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Los Arcanos por ninnae

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Notas del capitulo:

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

Hola, sé que tarde, pero aquí les traigo esta inusua pareja. Espero les guste.

Saludos!

Capítulo 10: El ermitaño


(Milo y Mu)


Definición de la carta: El ermitaño nos habla de obtener espacio para crecer, nutrirnos y madurar. Los momentos de soledad no tienen porque constituir momentos amargos, sino que pueden ser utilizados para analizarnos, conocernos y aprender de nosotros mismos.


El ermitaño es como el mago, pero con mayor experiencia y sabiduría. Esta carta nos muestra que así como recibimos ayuda, debemos darla de manera llana y desinteresada. Buscas tu sentido y tu centro a través de ti mismo y lo que vives.


En el aspecto negativo nos habla de ser humilde y silencioso, pero el exceso de todo ello también provoca desequilibrio con uno mismo. Si vives en soledad continua todo lo que ermitaño sabe no servirá de nada, la falta de confianza lleva a la frialdad y al aislamiento, rechazando la ayuda que se ofrece.


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Una mirada melancólica, un suspiro quedo mientras miraba la clara y azulada luna que iluminaba la base de su ventana. El calor griego poco a poco llegaba, las temperaturas antes frescas y hasta algo heladas se estaban acabando. Poco a poco debía adecuarse a ese lugar, al menos eso era lo que su maestro le había dicho cuando le hubo mencionado sus intenciones de partir. Añoraba su viejo hogar, las frías ventiscas que rozaban su piel casi hasta el congelamiento, el aire límpido, y las claras aguas de los Himalayas. Jamir había sido su refugio por tanto tiempo que su alma se encontraba en ese lugar. No en el muerto templo de pilares de piedra y pisos de mármol, una gran y magnifica estructura, que a él solo le traían dolorosos recuerdos, todos relacionados con las múltiples guerras, no rememoraba ninguna grato recuerdo en ese lugar. Su estadía fue demasiada corta como para encariñarse con aquel sitio. Y ahora cuando todo estaba en calma y una tregua había nacido después del último intento de Loki de acabar con el mundo, deseaba partir.


—Todavía no comprendo tu necesidad de recluirte de todo el mundo.


—Milo —susurró Mu viendo al escorpión que había llegado silenciosamente a su templo y se había escabullido hasta su habitación.


—Siempre haces lo mismo, siento como si despreciaras esta tierra —Milo a pasos tranquilos se aproximó a Mu y tomó con delicadeza uno de los mechones rebeldes del lemuriano que se escapaba de su coleta.


—No es eso, solo añoro mi hogar.


—Este también podría ser tu hogar si le das una oportunidad —musitó Milo mientras terminaba de acomodar sobre la oreja del ariano aquel mechón que acariciaba dulcemente entre sus dedos.


—Las emociones pueden más que la razón.


—El patriarca te prohibió salir del Santuario.


—Puedo pedir permiso a Athena.


Milo se rindió, Mu tenía razón, Athena nunca le negaría un deseo como aquel estando en tiempos de paz. Simplemente no quería que Mu se marchara, ya había perdido ha demasiadas personas como en comenzar a pensar en la lejanía que Mu quería imponer entre los dos. La relación de ambos había empezado de la manera más extraña, fue después del enfrenamiento contra Aioria y un poco antes de la llegada de Kanon al Santuario. Mu se había recluido en su templo a la espera de que le guerra con Poseidón llegara a su final. Guiado por la curiosidad y los motivos de Mu para impedir su ataque en contra de las marinas fue que lo buscó, fue la primera vez que entablaron una conversación cercana. Desde entonces, y desde aquella serena y reconfortante conversación había empezado a entender poco a poco los razonamientos de su compañero. Dentro de su actitud tranquila y palabras calmas siempre había algo más, una razón o algo que lo motivaba, pero en su mirada continuamente brillaba esa tristeza que Milo no podía identificar. Mu era un ejemplo de caballero, todo lo que los demás querían ser, pero parecía que aquello en vez de enorgullecerlo lo estaba matando.


La primera vez que lo vio angustiarse fue cuando aquel niño inquieto de cabellos rojizos partió en ayuda de los caballeros de bronce en la batalla con Poseidón. Su expresión era estoica, pero sus ojos reflejaban la reticencia de dejarlo marcharse, no era sencillo para él, pero Milo no tenía la suficiente relación con lemuriano como para profundizar en las dudas que rondaban su mente. Es por eso que no sería hasta meses después cuando el preludio de la llegada de Hades se sentía que saciaría su inquietud.


«Kiki es todo para mí, es mi familia y mi compañía, es solo un niño y no quiero que sufra la misma vida que nosotros tenemos», una cruda verdad que no podía negarse, la vida de un caballero es todo menos larga y feliz, al contrario, solía ser corta y llena de sufrimientos. Milo en ese instante conoció otra faceta de Mu, apreciaba a los que consideraba su familia. Y ahora en esos momentos Milo se cuestionaba si Mu llegaba a considerarlo algo más que solo un compañero. Habían compartido tímidos roces, tibios pero cortos besos. Sin embargo el griego quería más, añoraba poder conocer cada faceta de aquel renuente caballero de cabellos lavanda que ha vivido toda su vida en soledad. Ahora él quería brindarle la confianza, la calidez y el cariño que necesitaba para continuar adelante, pero si se marchaba todos sus deseos serían desechados.


—Quédate —volvió a pedir Milo.


—¿Qué tengo aquí?


—Tu maestro, Dohko, tus compañeros de orden —Milo paró unos segundos ante la atenta mirada de Mu, nuevamente aquel caris de tristeza—, y a mí —finalizó.


—Mis maestros están juntos, podrán vivir sin mi presencia, y los otros podrán arreglárselas sin mí.


—¿Y yo? —susurró con dolor Milo.


—Tu eres importante, pero…


—Pero…


—Tengo miedo —Mu jamás tenía temor de admitir sus debilidades, se sabía más fuerte admitiendo aquello que lo paralizaba, pero la mirada penetrante y turquesa de Milo siempre lo confundía y lo hacía dudar de sí mismo.


—Has vivido mucho tiempo en soledad, buscando tu camino y examinando tu interior —Milo cerró los ojos y se apegó al cuerpo de Mu, envolviendo su cintura con sus brazos—, ahora déjanos entrar, déjame entrar.


—Milo… —Mu recostó su cabeza sobre el hombro de Milo. Había tanto que añoraba, pero la presencia de ese descarado griego le hacía titubear y querer apuntar sus horizontes hacia nuevos rumbos. ¿Podía acaso confiar en los demás después de todas las desavenencias que ha había vivido? Quizás y solo quizás podía abrirse a lo nuevo que se le presentaba.


—No te dejaré Mu, si planeas irte me iré contigo.


Aquello sorprendió a Mu, no se esperaba esa declaración impulsiva por parte del heleno.


—Odias el frío —dijo Mu separando su cabeza del cómodo hombro del griego. Milo lo observó traviesamente, mientras le robaba un beso al lemuriano. Mu contestó con torpeza. Con Milo nada era simple, él era alguien intempestivo, orgulloso e impredecible. Siempre directo e incisivo. Su voluntad era como el acero, si él decía que no lo dejaría es por que hablaba en serio.


—¿Te quedarás? —preguntó Milo, después de terminar el beso.


—¿Tengo opción?


El griego negó, aquel testarudo carnero, que si bien podía tener grandes conocimientos y nobles sentimientos, en ocasiones se dejaba llevar demasiado por su tortuoso pasado, pero mientras él existiera no dejaría que recordara aquellas funestas memorias. Crearía nuevos recuerdos a su lado, y crecerían juntos como personas y caballeros.


Mu sonrió, solo por esa ocasión se dejaría llevar, no por siempre podría aislarse en busca de soledad y seguridad, el miedo te obliga a avanzar y encontrarte a ti mismo, y en aquel momento su camino más luminoso tenía el nombre de Milo.


~FIN~


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