Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Snow Queen - Crystal Knight por QueenCrystal

[Reviews - 40]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos de nuevo Feliz navidad, Feliz año nuevo 2016 perdonen la super tardanza es que no fluian las ideas, pero aqui esta el capitulo y con suerte actualizare mas rapido ahora :)  

Mil gracias a todos los que dejaron sus comentarios en el capitulo anterior los respondi todos uno por uno. 

Segunda noticia ya tenemos Beta asi que habra mejoras de ahora en adelante en el fic espero les agrade. 

Saluden a Lini, es la que hace posible que ahora todo sea hermoso para sus ojitos virginales deseosos de YAOI. 

Este capitulo tambien va dedicado a Riona Rose feliz cumpleaños :) aunque ya paso pero de todos modos sabes que es para ti. 

Este capitulo esta inspirado en la cancion Aoki tsuki de AKIRA :) si quieren pueden escucharlo mientras leen.  

De nuevo mil disculpas, recuerden dejar sus comentarios me inspiran mucho y disfruten.

 

 

¿En qué te vas a convertir cuando te enfrentes con el fin?

¿Cuándo caigan las tinieblas y los buitres se acerquen?

¿Huirás tú de la contienda o combatirás valiente?

¿Es de cristal tu corazón o de pura y blanca nieve?

 

Degel detuvo su caminar y observó detenidamente su alrededor, todo era tan diferente, las ropas, las personas, la música y sus acompañantes.

 

−¿Sucede algo? − preguntó Milo girándose al ver a su padre parado en la entrada del pueblo.

 

−No −respondió caminando hacia donde se encontraba su acompañante, quien le extendió su mano para que no se perdiera entre la multitud, aquel vacío que sentía en se hizo más grande  al sentir el contacto de aquella cálida mano. Aun podía recordar aquel momento…

 

FB

“Estoy aquí contigo, no lo olvides”

 

−Es mejor que tomes mi mano, no quiero perderte − susurró  Kardia  cerca de su oído, mientras el extendía su mano a un serio Degel, frente a la entrada del pueblo.

 

−Esto está mal Kardia − el mencionado rodo los ojos con molestia ante las palabras de su amigo.

 

−Por una vez en tu vida abre las alas y emprende un nuevo vuelo, seamos libres sólo por esta noche – dijo, acercándose para entrelazar sus manos.

 

−Está bien – susurró, dejándose llevar por Kardia, quien lo miró dedicándole una de sus vivaces sonrisas, la cual el no dudo en corresponder.   

  

“Haces que mi corazón frio se encienda en llamas”

Fin FB.  

 

 −Degel… ¡DEGEL! – gritó zarandeándolo constantemente para sacarlo de sus pensamientos.

 

−Lo siento, me distraje − se disculpó, mirando por encima del hombro de Milo, desde donde pudo observar a Saori  gritándoles que se apresuraran. La chica entró a un pequeño local llamado “Los Años Locos” y tomó asiento en una mesa frente a la ventana.

 

−Creo que encontramos lugar… − comentó el mayor tratando de cambiar de tema.  

El guardián de la octava casa dirigió su mirada hacia lo que señalaba la mano de Degel.

−¡Hey chicos! ¡Vengan se perderán el show! − gritó Killian, saliendo del local con una jarra de cerveza en la mano.

 

Degel miró con extrañeza la jarra de cerveza que Killian llevaba, el contenido de color verdoso, se veía asqueroso y que decir del olor penetrante de la bebida.

 

 −Milo no te atrevas a tomarte eso – aconsejó entrando al acogedor local, que contaba con una barra con cristal de exposición de postres, mesas alrededor todas colocadas de forma estratégica para que nadie se perdiera el show de un humorista que ninguno tenía idea que existía, las paredes eran de ladrillos rojizos con fotografías antiguas de paisajes de todo el mundo, el techo decorado con lámparas de araña que simulaban lágrimas de fuego, que reflejaban en el oscuro techo puntos parecidos a las estrellas.

 

−Me gusta. Tranquilízate Degel es común que no quieran perder clientes por eso la cerveza –ante el comentario el peliverde sacudió su cabeza con desacuerdo, no pensaba morir intoxicado por los caprichos de su compañero. Miró a las demás personas de su alrededor, el ambiente era muy animado, nadie parecía querer irse del local.

 

−Bienvenidos a Los años locos. Soy Amanda y hoy les serviré − dijo la chica extendiéndoles una bandeja con dulces en forma de rosas, las cuales Degel le hizo rechazar a Milo.

 

−¡Hey! Hola − sonrió Milo coqueto, sintiéndose apenado por las acciones del mayor − .Bueno nosotros venimos con ellos −dijo mientras señalaba a Saori, quien le sonrió haciéndole señales con las manos para que se acercaran.  

 

−Entonces los acompaño hasta su mesa para apuntar sus pedidos − dijo la camarera haciendo paso entre la gente sonriendo, como si el gesto de Degel algo hostil fuera común.

 

−¿Qué te sucede? − susurró el caballero, siguiendo a la chica de cerca al igual que Degel que lo miró sin inmutarse.  

 

−No me gusta el lugar − susurró mirando a su alrededor con desconfianza, haciendo que su acompañante rodara los ojos con molestia.

 

−Degel sólo están dando cerveza de un color diferente al que has visto para no perder clientes, todos vienen a beber la famosa cerveza de raíz de Rodorio, no café, ni mucho menos soda; me dijiste que todo estaría bien y eres el primero en ver peligro donde no lo hay. Saori estará bien, somos 5 caballeros protegiéndola, estaremos bien – indicó deteniéndose al ver que la chica se apartaba un poco para dejarlos pasar.

 

−Chicos se tardaron − comentó Athena tomando una taza de té, mientras ellos se ubicaban en las dos sillas restantes de la mesa.

 

−Ahora que están sus amigos señorita, ¿Desea pedir algo más? – preguntó la mesera sonriendo, mientras le quiñaba un ojo descaradamente a Degel, lo que hizo que los demás voltearan a ver al caballero, quien se encargó de devolverle la mirada pero con expresión asesina. 

 

−Yo quiero dos de esos traguitos azules con mucha espuma − pidió Killian mirando a Afrodita con una sonrisa, pero este lo miró con una mueca de completo desagrado, lo que terminó por desanimarlo; aunque enseguida fue animado por unos cariñosos pisotones por parte de Milo, quien desaprobó con la cabeza la acción de su amigo.  

 

−Yo quiero tres café helados con vainilla − pidió Saori para apaciguar el silencio incomodo de todos.

 

−¿Y ustedes caballeros? − preguntó la chica mirando a Camus y a Afrodita, quienes hablaban amenamente.

 

−¡Oh! yo pedí por ellos – señaló la diosa rápidamente al notar la expresión acongojada de Killian.

 

−¡Oh! Entiendo, ¿y ustedes caballeros? −preguntó ahora dirigiéndose a Milo y Degel, haciendo que el último soltara de manera mordaz una rápida respuesta.

 

−No me apetece nada del menú ¡Gracias! − dijo remarcando lo último y  soltando con brusquedad el menú que estaba en la mesa, lo que molestó a Milo.

 

−Discúlpelo, por favor. Yo quiero dos cervezas y unas galletas de manzana − la mesera sonrió negando, mientras apuntaba el pedido.

 

−No se preocupe, en un momento traeré sus pedidos − respondió antes de retirarse con rapidez.

 

−¿Qué pasa contigo? − le reprochó de nuevo Milo a Degel, que giro su rostro en respuesta. –Y yo soy el infantil –riñó tomando la mano de su padre.

 

Mientras Milo trataba de entablar una conversación sobre su actitud desagradable con las personas, Degel  seguía ignorándolo, ya que su atención estaba dirigida al escenario del lugar, de donde provenía  aquella aura extraña que no podía definir con claridad. Y en la cocina del lugar tres mujeres vertían en los pedidos polvo rosa.

 

−Alecto muele más rápido las flores de bonetero. Recuerden pequeñas ineptas que sólo es una pequeña dosis no queremos a nadie muerto – comentó Aracne pisando el cuerpo de una de las empleadas del lugar que yacía petrificada en el suelo. 

−Señorita Aracne, Degel de acuario no ordeno nada − la mencionada detuvo su camino, girándose con brusquedad hacia Megera,  que tenía la misma apariencia que la chica petrificada.

 

−¿Eso es para ellos? − preguntó Aracne señalando la bandeja. Enseguida recibió un asentimiento de parte de Megera −. Cambia el de Athena por uno que no tenga, hoy nuestra anfitriona tendrá una grata visita y con respecto a Degel, yo me encargo − respondió saliendo de la cocina, para adentrarse al oscuro camerino donde la cantante principal yacía igual que la otra empleada petrificada, con una expresión de horror en su rostro.

 

−¡Oh! Pobrecilla – dijo mientras la apartaba de una patada y se situaba frente al espejo del tocador, el cual se fue congelando poco a poco para mostrar el rostro de un serio  hombre− .Mi señor Antares todo va saliendo de acuerdo al plan – comentó al reflejo, que sonrió de lado.

 

−Espero salga todo bien. Veo buenos avances y eso me agrada, sólo recuerda esto... Aborrezco los errores, ten presente esto mi querida Aracne, lo inútil se desecha. Por cierto Afrodita llegó al lugar, ya sabes que hacer, muéstrale sus debilidades y ahí la tendrás como polilla que va directo a la luz.− comentó mirando con frialdad a la dama de negro, para luego desaparecer de la vista de la guerrera, quien sonrió satisfecha ante su pequeño avance en la misión.

 

−No lo decepcionare señor − susurró caminando hacia el guardarropa para tomar a la chica de traje y tirarla con brusquedad en el. – ¡Que empiece el show!−exclamó cerrando la puerta con fuerza mientras recogía  su cabello con un tocado de araña de plata, luego miró en su espejo de hielo a su público, mejor dicho al único público que le interesaba Athena y sus caballeros.

 

−Caballeros sus bebidas, disculpen la tardanza, por  favor quédense a ver el show, la cantante Aria tiene una voz exquisita y cautivadora que los atrapara como moscas en telaraña − comentó soltando una risita tonta por su comentario, haciendo reír a toda la mesa menos a Degel que la miró con desagrado, a lo que la chica respondió con una gran sonrisa dedicada para él, al verlo Milo rió más fuerte −. Para usted traeré el especial de dulce de chocolate, se nota que debe endulzar un poco su alma − dijo amablemente.

 

−Y yo creo que no debería opinar de los problemas de desconocidos poco interesados, pero gracias por la oferta − respondió mirando hacia el exterior para ignorar la cara de espanto de Saori y de su hijo.

 

−Lo siento, mi padre es un idiota − todos miraron sorprendidos al caballero  y después a Degel, quien seguía mirando como si hubiera algo más importante afuera que la conversación de ellos. 

 

−¡Tu papá! − gritaron todos a la misma vez mirando a mayor que por primera vez quitaba la vista del paisaje exterior para mirarlos con fastidio. 

 

−Bueno yo mejor me retiro − indicó la mesera mirando extrañada a Degel que la seguía mirando de mala manera.

 

−¿Así que eres su papá?− cuestionó la diosa tratando de aligerar el ambiente tenso entre sus acompañantes, ganándose una pequeña sonrisa de Degel, quien pasó su mano por la cabellera de Milo alborotando sus cabello mientras que se apoyaba en sobre él,  dándole un abrazo aun sin detener la muestra de afecto.  

 

−¡Oh! son tan lindos, ¿Verdad chicos? − les preguntó sin dejar de ver ese triste semblante en Killian; en su mirada se podía leer lo triste y desolado de su ser al ver al dueño de todos sus males y alegría quien lo ignoraba y hablar animadamente con el guardián el onceavo templo. 

 

Athena suspiró triste por ver el rechazo entre sus caballero, pero el corazón era algo en lo que ella como diosa no tenía poder alguno. Su única responsabilidad era velar por el bien de la humanidad y de la tierra, pero ¿Cómo podía ella cuidar a la humanidad cuando no conocía del todo a sus caballeros?, estaba sentada en un sencilla mesa de un café rodeado cuatro de sus mejores caballero y no podía entablar un conversación sencilla con el guardián del cuarto templo.

 

−¿Se les ofrece algo más? − La monótona y sencilla pregunta de la mesera que aun seguia ahi atrajo la atención de todos en la mesa en la única persona que aún no había terminado de pedir.

 

La atención de Killian estaba centrada en Afrodita que no se molestó en pedir algo para tomar, aun así  el intento de guardián del doceavo por ignorar a su compañero de armas y tener una conversación  agradable con Camus era cada vez más difícil al sentir la penetrante mirada del italiano.

 

−¿Puedes dejar de verme? me incomodas −  Las duras y secas palabras de Afrodita fueron acompañas por la mirada llena de desprecio del Suizo quien por primera vez en la velada, se había fijado en la presencia de Killian – No has dejado de mirarme desde que salimos, es incómodo y es molesto, vine a acompañar a la señorita Saori y a Camus, no verte la cara y mucho menos a que me acoses  con cara de enfermo – tales palabras no sólo hicieron que todos en la mesa aguantaran la respiración, sino que la atención de las mesas que les rodeaba se centró en ellos. 

 

−Ese comentario está demás − Mientras Milo salía al rescate de su mejor amigo, Killian sólo podía presionar sus puños con tanta fuerza que sus nudillos empezaron  ponerse blanco −. Pero como no nos interesara, creo que mejor te lo metes por el culo, a ver si así siente el dolor de culo que eres en este momento – el peliazul no había terminado de hablar cuando Degel ya le había propinado un buen zape en la cabeza.

 

−Ese vocabulario −  Le reprendió.

 

−Es un caso perdido reprenderlo, es como un perro callejero bueno para nada, reprenderlo es sólo una pérdida de tiempo – El bajo y helado tono de voz de Camus sólo tuvo como resultado la ardiente mirada del mayor llena de rabia.

 

Killian sólo podía sentir como cada vez la impotencia crecía, haciendo que su cuerpo empezara a temblar levemente por la rabia contenida en ese momento. Las ganas de gritar y soltar todo lo que sentía, se mezclada con las desesperantes ganas de llorar y desahogar su corazón, se empezaron a acumularse en su garganta siéndole imposible intervenir en la discusión y darle un punto final a la misma.

 

−¡Ya cálmense los cuatro! − Usando su influencia como diosa hizo que los caballeros se calmaran, intentando cortando la discusión de raíz antes que el espectáculo se convirtiera en un zoológico.

 

−¡El empezó! − Se defendió Afrodita al señalar a Milo sin impórtale la furiosa mirada del guardián del octavo templo y su progenitor.

 

−Afrodita…− Le llamo Milo intentando calmase al sentir la mano de Degel en su antebrazo izquierdo – Si no quieres tener problemas para sostener tus estúpidas rosas, es mejor que no me vuelves a señalar con ese dedo, porque no vas a querer saber a dónde te lo voy a meter –el peliazul por un segundo miró a Killiam y pudo leer en los ojos de sus mejor amigo el dolor tan grande que debía estar sintiendo en ese momento −  Si tanto alarde haces del respeto, empieza dando el ejemplo y hazme el “favor”… – el guardián del octavo templo por un momento pensó que vomitaría al tener que dejar su orgullo de lado para pedirle de forma “amable” a su compañero de armas unas palabras − Y discúlpate con la perra de Death Mask− Con su mano libre gesticuló al señalar al guardián del tercer templo quien no dejaba de ver un punto muerto en la mesa.  

 

−¿Disculpa? −La forma de hablar de Afrodita estuvo llena de sarcasmo y desprecio. Los iris celeste no dejaron de ver a los turquesa del escorpiano, dejando leer entre líneas que no se disculparía con Killian

 

−Disculpa aceptada − Le respondió entre dientes –, pero sabes que, ya que estamos siendo sinceros te diré algo sin que me quede nada por dentro Afrodita,  esa actitud tan asquerosa y podrida que llevas por dentro, nunca la podrás ocultar sin importar entre cuantas rosas estés rodeado, estás jamás podrán ocultar el horrible olor de tu personalidad − Milo se levantó soltándose así de Degel −. Si me disculpan ya no quiero nada de aquí, disfruten su café.

 

−¡Milo siéntate! es una orden − le exigió Saori, aunque el guardián no se inmuto. Necesitaba salir de ahí lo antes de posible antes de hacer una locura mayor.

 

 

−Ve por él… – susurró Degel, a lo que el santo asintió mirándolo por primera vez a los ojos. El mayor sonrió de vuelta al ver la reacción mecánica de este; ahora entendía mejor el por qué eran amigos,  ambos caballeros se valían de máscaras para poder mantenerse de pie contra el mundo.

 

 −¿Qué no pueden estar en paz? − los reprendió la diosa, percatándose que también Death Mask se había ido y sólo quedaban Camus, Afrodita y un muy cabreado Degel que miraba fijamente a Camus.

 

−Que voy a ha…−comentó de nuevo la diosa, siendo interrumpida de nuevo por la camarera, quien ahora hacia de animadora.

 

−Querido público, un fuerte aplauso a nuestra hermosa y siempre talentosa Afrodita, quien nos honró con su presencia en esta bella noche – Athena giró su cabeza rápidamente para mirar a la rubia sonriente que le sacaba la lengua, al ver que tenía su atención.

 

−¡Maldita bruja! ¡Es mi festival! – gritó, apretando con fuerza el tenedor que le quitó a Degel hacia unos momentos−. Esperen aquí… – pidió mientras se  ponía de pie y era seguida por las miradas de sus guerreros.

 

−¿Quién es ella? – preguntó el guardián de la doceava casa, dirigiéndose a Camus, quien miraba fijamente a su diosa.

 

−Afrodita. La diosa del amor − contestó rodando los ojos con molestia, al  observar como Degel se ponía de pie e iba a evitar una pelea entre las dos señoritas, lo que dejó a un par de caballeros confundidos.

 

Saori llegó finalmente donde a Afrodita,  quien dejó su copa de vino a un lado para mirarla con su típica expresión de burla.

 

−Pero miren que sorpresa…

 

−¿Qué haces aquí? − pregunto Saori con el ceño fruncido, pero sin perder de su vista a las personas de su alrededor, que extrañamente ni se inmutaban por su presencia.

 

−Disfrutando del show que tú arruinas – dijo, volviendo a tomar su copa para dar un pequeño sorbo.

 

−No está de más que te diga que debes irte –señaló, clavando con fuerza el pequeño tenedor en la mesa.

 

−Tu diosa es algo rencorosa, mi querido Degel – comentó, ignorando las palabras de Saori y mirando fijamente al mencionado, quien se encargó de devolverle la mirada pero sin expresión alguna, lo cual le sacó una sonrisa a la diosa −. Que frio amore mio – se puso de pie, estirando su mano para tocar a Degel; cosa que enojó a Athena, quien empujó al caballero y se situó frente a él.

 

−¡Aleja tus problemáticas manos de mi guerrero, Afrodita!

 

−¡Jajajajajaja! aun no olvidas el pequeño problema ese – comentó, volviéndose a sentarse, sin dejar de mirar al caballero.

 

−Por tu culpa murieron muchos; te pareció poco la guerra de Troya – señaló Saori, sintiendo un pequeño tic en el ojo.

 

−Yo sólo cumplí mi promesa, además juntos hacían una linda pareja – respondió, mientras le guiñaba un ojo a Degel. El guerrero continuaba con su expresión aburrida.

 

−Es que no te da la cabeza, todo lo que tocas se vuelve problemas Afrodita − reclamó la diosa, aun parada frente a su caballero, quien por cierto le ganaba por una cabeza.

 

−¡SHHH! ¡SHH! no digas eso. Tu guerrero debería de estar agradecido, mejor debería estar hincado ante mí −  el mencionado enarcó una ceja por el comentario, cosa que le hizo gracia a la diosa del amor.

 

−¿De qué estás hablando? − preguntó Saori entre indignada y confundida.

 

−Acuario y Escorpio tienen un hijo. Como soy tan buena, dejé que se lo llevaran a tu templo y así me dices que todo lo que tocó se vuelve problemas, que cínica eres Athena – sentenció con tono fingido de dolor, mirando la expresión de asombro de Degel − ¡Oh! no me digas que no sabías que Milo es hijo tuyo y de Kardia. El alma de ese niño fue engendrara gracias al cosmos tuyo y de él, así que si son parte de la creación del bebé − respondió mirando sus uñas.

 

−¿Cómo te atreves a jugar con mis guerreros? − cuestionó con desprecio.

 

−¡Jajaja!  ¿Jugar?, les di lo que tú no les das Athena… ¡Oh! pero claro si la señorita quiere que sólo la amen a ella y que mueran por ella ¿no? −. La peli lila apretó con fuerza sus labios.

 

−No te vuelvas a acercar a mis guerreros, Afrodita –advirtió, mientras sacaba el tenedor de la mesa y  con el apuntaba a la diosa del amor.

 

−Sabes bien que mientras se amen Acuario y Escorpio, será imposible cumplir tu capricho− indicó, mirando a Milo, quien regresaba a la mesa  con unos vasos de cerveza−. Es tan hermoso, como la misma Helena de Troya – comentó con una gran sonrisa, haciendo que Saori y Degel dirigieran sus miradas a la misma dirección donde miraba Afrodita.

 

−Te lo advierto Afrodita,  aléjate de ellos. No veo el por qué estés aquí.

 

−¡Ay que humor! ¿Cuándo superaras que Paris me eligió a mi como la más bella y a ti no por simplona y ratona de biblioteca?− respondió y le dio la espalda.  Saori alzó una ceja mientras que su rostro tomaba un color rojizo de cólera −. ¡Shh! va a comenzar el show.

 

−¡Ah! No. A mí nadie me calla, Degel ten el tenedor y quédate aquí, cuida a los chicos, ya regreso, y es una orden antes de que digas algo – señaló tomando con fuerza a Afrodita del brazo, haciéndola chillar al sentir el jalón. Athena la arrastró afuera del local.  

 

El guerrero soltó un leve suspiro mientras rodaba los ojos, encaminándose a regresar a su mesa, donde los demás miraban expectantes como su diosa se retiraba con Afrodita.  Degel los ignoró y centró su mirada en la única persona que le importaba en esos momentos Milo, su pequeño Milo, una parte de él.

 

−¿Qué pasó? – soltó su hijo al verlo llegar. El mayor apartó sus ojos de su pequeño para mirar a Camus y Afrodita, quienes se preguntaban exactamente lo mismo.

 

−Regresara –señaló y sentó  junto a Milo, mirándolo de reojo, cosa que no pasó desapercibida por el menor quien optó por devolverle la mirada.

 

−Gracias.

 

−¿Por qué? − preguntó en un susurro.

 

−Por enviar a Killian. No soporto que se comporten como idiota con él, era mejor que estuviera conmigo − dijo sonriendo.

 

−De nada, pero… ¿dónde está él? − pregunto ahora algo más alto, mirando hacia todos lados del local.

 

−Ni te apures, fue a echarse una meada, ya viene. Él no tomaría nada raro separado de nosotros, tú tranquilo – respondió dándole palmadas en la espalda de su padre, quien arqueó su ceja derecha, con la expresión de duda dibujada en su rostro−. ¿Ves? ahí viene − Degel giro su rostro hacia donde Milo señalaba, visualizando a un tambaleante Killian, quien sonreía como idiota.

 

−Dijiste que no tomaría con extraños. No lo envié por ti así, y no se dice meada − lo reprendió, poniéndose de pie para ayudar a Killian a sentarse.  

 

−Oye nunca dije que estaba sobrio, aunque antes caminaba más recto, eso si no te lo discuto – indicó,  ganándose un suspiro de fastidio.

 

−¡Ohhh! ¡AHÍ ESTAN! ¡LOS ENCONTRÉ! ¡HOLA! ¡HOLA! ¡AQUÍ! ¡YUJU! gritó efusivo el santo, corriendo de forma torpe y tropezando con una chica.

 

Ambos hombres bajaron la mirada, el pobre chico fue cayendo de una forma algo dramática y tonta, con los brazos abiertos y con la boca muy abierta.  Cayó de cara al suelo, produciendo un ruido sordo; dejando con las manos extendidas a guerrero de acuario y al de escorpio con la boca abierta de la impresión. 

 

−¡Por los dioses! ¿Estás bien? − preguntaron atropelladamente Degel y Milo a la misma vez − ¿Te has lastimado? − preguntaron de nuevo los dos de forma sincronizada, esperando una reacción de parte del canceriano, que jamás llegó. Milo corrió hacia su amigo, le tocó el hombro con suavidad esperando una reacción y sólo recibió un pequeño temblor y balbuceo por parte de él.

 

−¿Te lastimaste? ¿Quieres que te ayude a levantar? – cuestionó, inspeccionándolo −¿Te da pena levantarte?, si es así levántate y los dos salimos corriendo de aquí− . El mayor de los guardianes dejó caer su cabeza de lado, mirando a su hijo con incredulidad; pero para sorpresa de ambos recibieron una reacción más positiva que la primera. Pequeños alaridos y un movimiento de cabeza; ambos sonrieron al ver la frente rojiza de Killian, con algunos de sus cabellos azules esparcidos en su frente lastimada.

 

−¡AH! ¡ahh! ¡Ay! ¡Auhh! – se quejó levantándose un poco, para mirar a los dos hombres, quienes lo observaban fijamente, como si fuera un espécimen nuevo. El pobre caballero aún aturdido, se dejó caer de nuevo mirando el sucio suelo, para luego de unos momentos levantarse nuevamente dejando salir un alarido de sorpresa y pánico.

 

−¿Qué pasa? ¿no quieres levantarte? − preguntó mirándolo como si fuera un animal salvaje herido, al que no podía ayudar así porque sí. Por miedo a salir herido.

 

Killian se levantó un poco apoyándose con sus manos, mientras que desesperadamente balbuceaba palabras inentendibles e incomprensibles para Milo.

 

−Me dente de aliba −  balbuceó, posando sus ojos suplicante en su amigo, quien confundido se giró para mirar a su padre. El mayor miraba serio la escena, queriendo muy en el fondo reírse.

 

−Cleo  que pedido mi dente de aliba, mi dente – indicó  para enseguida fingir que lloraba, lo que confundió aún  más ambos hombres, quienes se dispusieron a buscar el dichoso diente perdido.

 

−Sabes… si ya se te cayo, ¿que ganamos con encontrarlo? − Degel miró con los ojos bien abiertos a su primogénito.

 

Milo simplemente se encogió de hombros, ante su intento fallido por calmarlo. Killian gimoteando como animal herido,  mientras que Degel le ignoraba para empezar su búsqueda, logrando con éxito encontrar el dichoso objeto de discordia que quería el caballero.

 

−¿¡Esto!?− Degel siguió las señales desesperadas de mano de Killian, quien asintió llorando verdaderamente por su perdida. Si Afrodita lo despreciaba completo, ahora que no tenía su diente, no quería pensar como seria.

 

−Esto es un chicle – indicó, lo que paralizó al pobre chico e hizo que Milo tuviera que taparse la boca para evitar romper en risas.

 

−¿Qué? − Killian se irguió un poco tocando bruscamente su dentadura, mordiendo y haciendo sonidos extraños  − ¡Es tan todos! – afirmó para sí mismo y con la ayuda de su compañero de armas se puso de pie.

 

−Eso no lo dudes – comentó  el guardián de acuario, mientras soltaba el chicle y enseguida se limpiaba la mano con su pantalón.

 

−A que se preocuparon ¿verdad? porque yo si − respondió para sí mismo, el caballero comenzó reír como desquiciado, mientras le quitaba con violencia una bebida a una chica tomándola de un trago, para luego subir a una mesa que estaba al lado de ellos − ¡OHHH! esa es mi canción preferida…!SUBANLEEE!  

Infrahumano, Espectro del infierno, Maldita sabandija. Cuánto daño me has hecho ¡JAJAJAJAJAJA! ¡Ujuuuu!− exclamó de la nada empezando a llorar, aunque siguió con su bochornoso acto −. Me estás oyendo inútil, hiena del infierno ¡Cuanto te odio y te desprecioauuuuuuuuuu! – chilló. Degel abrió sus ojos al máximo mientras que Milo sólo opto por taparse sus oídos.

 

−¡Afro-DIIII-TAAAHHHH! – exclamó, lo que hizo a sus dos acompañantes mirar al mencionado. El caballero del doceavo templo miraba al igual que Camus con expresión de shock −¡DITAAAA…AFROOO…DI…TAAAAAA! ¡Ahahahah! −gritó de forma pastosa, dejándose caer de golpe a la mesa y luego dejándose escurrir.  

 

−¿Sabes? si antes te odiaba, ahora te detesta. Ya hablamos de esto, eres un idiota – el mayor se pasó con desespero las manos por su rostro, mientras que peliazul intentaba tomar en brazos a Killian, pese a sus intentos  por apartarlo con manotazos.

 

−¿POR QUÉ NO ME CONTESTAS? – gritó, levantándose del suelo donde de nuevo había caído.

 

−Kill cálmate, soy Milo –dijo, a lo que el pobre caballero lo miró como si saliera de su cuello una nueva cabeza, como no iba a saber que era él.

 

−¿Tomaste algo?  − cuestionó, haciendo que Milo respondiera arqueando una ceja.

−Soy yo quien debería preguntar eso – comentó una vez tuvo a su amigo en brazos −. Oye, ¿estás bien? – cuestionó al separarse un poco de él.

 

−Creo que al fin se durmió – indicó Degel, acomodando la cabeza de Killian en el hueco del cuello de su hijo.

 

−¿Quién se durmió? − respondió el santo de cáncer abriendo sus ojos al máximo, asustando a Milo, quien reaccionó soltándolo, lo que provocó que callera al suelo una vez más –¡Ay! Milo no me dejes caer así − se quejó, levantándose aun tambaleante. –¡AY! ¡POR ATHENA! – exclamó antes de salir del local corriendo, siendo seguido por Milo y dejando a Degel boquiabierto por la repentina huida.

 

−Ustedes busquen a la señorita Athena. Nos reunimos en la plaza frente a la fuente –. Camus asintió, viéndolo salir con aparente calma a buscar a los guerreros, quienes no daban rastros de vida a lo largo de la concurrida calle.

 

−¡Zeus! ayúdame a encontrarlos, que Milo no haga una locura sólo por complacer a Killian  − pidió al viento, viendo a ambos lados, por si los reconocía entre la multitud.

 

 −¡Por Athena! ¡Killian espérame! – gritó, al verlo que sólo corría  sin dirección aparente –¡Kill por favor! – dijo, una vez logró que aparentemente se detuviera, aunque sólo consiguió que fuera más lento y hacia  una banca fuera de un establecimiento de ambulante comida.

 

−No quiero que te vayas… eres mi única familia, Milo – susurró, sentándose en la banco mientras se cubría con sus manos  su rostro.

 

−¿Por qué no me lo dijiste? – murmuró, sentándose al lado de su amigo y apoyando su cabeza en la espalda encorvada de este.

 

−Si no fuera por ti no pudiera hacer nada por mí mismo, si no fuera por ti viviría sentado bajo ese árbol de manzano solo, amargado, triste. Eres el único que se acercó al chico raro que veía espíritus, el único que no me ve con lastima − gesticuló en voz tan baja que costaba escucharlo.

 

−Odio cuando tienes la razón, todos nos desprecian; pero eso que nos separa de los demás, nos une más. Tú siempre serás mi mejor amigo, mi hermano y compañero, tú eres y serás todo para mí, para siempre, más allá de esta vida, mucho más allá…− murmuró en su oído, plantando un beso en las manos temblorosas.

 

−Gracias por siempre quedarte a mi lado Milo, te juro que a donde tú vayas yo te seguiré, estaremos juntos siempre, porque la familia no se abandona, más allá de todo, mi alma siempre renacerá junto a la tuya hermano − dijo mientras quitaba sus manos temblorosas de su rostro lloroso, para lograr unir su frente junto a la de Milo.

−Quiero que sepas que si tú corres, te perseguiré a donde vayas, no importa si es el mismo infierno o el fin del mundo, yo te seguiré. − susurro el guerrero de la octava  casa, dedicándole una gran sonrisa.

 

−Lo prometo –concluyó, besando fugazmente la nariz de Milo, quien rió ante la muestra de cariño −. Si no fueras mi hermano, estuviera muy enamorado de ti ¡OH POR DIOS SERIA INCESTO! − chilló mientras le cubría el rostro y lo apartaba.

 

−Nunca te dejes vencer por la tristeza Kill, recuerda que yo siempre estaré contigo. Si él no logra ver a través de ti y no ver la hermosa persona que eres, él se lo pierde por idiota; siempre lo mejor está dentro de nosotros, no por fuera− susurró mientras posaba su mano en el pecho del canceriano, exactamente sobre su corazón−.  Yo tengo la fortuna de poder verlo a diario y te amo por eso, no con el mismo amor que esperas de Afrodita, pero te juro por Athena que mi amor por ti es más grande que por el cual ardió Troya −. Killian bajó su rostro para ocultar su notable sonrojo.

 

−Yo también te quiero Milo, no importa donde estés en este inmenso mundo,  yo iré ahí para encontrarte – murmuró, mientras ocultaba su rostro en el pecho de su mejor amigo, quien atinó a reír sonoramente.

 

−Eres tan tierno, si vieran esta parte de ti, tu reputación de psicópata se vería manchada.

 

−Tú, sí que sabes arruinar un gran momento

  

−¿Ya estas mejor? – preguntó, apartando los mechones rebeldes azulinos de la frente sudada del caballero −.Vamos a olvidar las penas – susurró, secando con sus pulgares las nacientes lágrimas.

 

La sonora risilla tonta de Killian, sacó de sus pensamientos a Milo, el cual abrió sus ojos al máximo para luego soltar una risotada igual de tonta que la de su amigo, ganándose ambos miradas curiosas las cuales ignoraron.

 

Los minutos se estancaron para ellos. Un ansioso y muy nervioso Degel los había logrado divisar sentados bajo un árbol, en una mesita de la terraza de un café, los dos notablemente ebrios. Miró el reloj, sólo faltaban quince minutos para las nueve, que era la hora acordada para marcharse.

 

−Así que aquí estaban. No está mal el lugar – afirmó sentándose frente a los dos chicos −. Milo ve por tres cafés negros sin azúcar – ante las palabras, hubo unos minutos de silencio. Miro sus expresiones detenidamente, Milo le sonreía como lo hacía Kardia antes de empezar su vomito verbal de idioteces, y Killian ya había pasado todas esas etapas para llegar a la más lamentable de todas la depresiva. Soltó un suspiro y alargó sus brazos para palmear las manos de su hijo, quien reaccionó de sus posibles recuerdos graciosos.

 

−¡Ah! ¡Que frio hace! – comentó  Milo aun sonriendo.

 

−Por eso te comenté que sería muy buena idea tomar café – señaló amablemente, mientras miraba rápidamente hacia Killian, esperando una afirmación ante el pedido, aunque esta nunca llegó.

 

Milo miró a Degel con la misma sonrisa tonta,  lo que hizo que sonriera ante el despiste de su hijo. Luego de unos minutos Killian salió de  la burbuja de pensamientos para unirse a sus dos acompañantes; fue entonces cuando lo entendió, Milo era como la medicina que necesitaba para seguir en pie, por más extraño que lo viera, en un segundo las preocupaciones habían desvanecido. Se alegró ante esa conclusión. Miro hacia donde estaba su amigo hacia unos momentos, comprendiendo que este se había apartado, para adentrarse al café en busca de los tres cafés.

 

−¿Te sientes mejor? – preguntó, en un intento por romper el hielo entre Killian y él. El menor bajó su mirada tratando de evitar que viera el conocido color rojizo en sus mejillas, mientras tanteaba una respuesta ante la pregunta formulada; pudo entonces notar como su sonrisa se tornaba tonta y su rostro más rojo. La vergüenza y la borrachera no le ayudaban mucho.

 

−¿Por qué lo que más amas es lo que más te odia? ¿Sabes que es lo peor de este mundo?, es ser compadecido por la persona que amas y no obtener su amor, sólo compasión, ¿sabes que es que te dirijan la palabra sólo por eso? − el ex arconte de la casa de acuario abrió sus ojos al máximo al escuchar aquellas palabras, habían salido tan claras que le era imposible pensar que un borracho derrochara tantos sentimientos en unas cuantas palabras, pudo  sentir el dolor y amargura que desprendían las mismas.

 

La mirada del canceriano se posó en él de nuevo, sus facciones se volvieron forzadas en un intento de sonrisa, se palpaba su nerviosismo, movía sus manos para calmarse ante la ola de ansiedad; quería saber con desesperación que pensaba el mayor, quería saber que pensaba alguien que sufría el cruel destino de estar lejos del ser amado.

 

−Sé que los dos tenemos miedo y también que aún tenemos una herida abierta que cada vez se agranda en el corazón, pero incluso ahora… te aseguro que él está para ti aunque él también sienta que su mundo se hace pedazos, él te eligió a ti para unir sus piezas rotas con las tuyas y quiero que valores eso, no te voy a decir que dejes de amar a piscis porque sería absurdo decírtelo, cuando yo espero con todas las fuerzas de mi corazón encontrar a alguien que perdí hace mucho. Si yo estoy luchando no tengo porque decirte lo contario, no puedes rendirte si aún no has perdido la batalla, no importa lo que pase, no tengas miedo, si llegas a caer, sólo levántate una vez más. − giró su rostro  hacia donde Degel señalaba, sus ojos se abrieron al máximo al ver a Milo salir del pequeño local con las tres tazas de café en una pequeña bandeja y una gran sonrisa para él ¡lo sabía!, como siempre lo observaba, desde que se miraron por primera vez y decidieron combatir sus demonios juntos. −Cuando tu corazón se esté derrumbando, cuando tu corazón esté afligido, ríe fuerte y así la tristeza se irá – susurró; aquel era el consejo que Kardia le decía siempre, y había conseguido hacer sonreir al chico que estaba en frente suyo.

 

−No voy a preocuparme más por lo que sucedió o va a suceder, lo más importante son mis sentimientos en este momento −Degel le sonrió antes de girar su rostro hacia su hijo, quien le tendió una taza humeante de café. 

 

−¿De qué me perdí? –cuestionó, llevándose la taza de café a los labios, mientras miraba fijamente a su amigo.

 

− De la mejor reflexión de un ebrio que pudo escuchar tu padre − respondió Killian bebiendo de su café, mientras hacía muecas raras de asco y  le lanzaba una que otra mirada fugas al mayor, pero este miraba al horizonte fingiendo no escucharlo.

 

−He escuchado muchas, y la tuya es la más profunda −comentó el guerrero mayor mirando ahora hacia donde se encontraban sus acompañantes. Killian rió dejando escapar un poco de café de sus labios, lo que hizo reír a Milo, quien optó por bajar su taza, para tomar una servilleta y limpiar a su amigo; pero este fue más rápido y apartó la mano con brusquedad para salir corriendo del lugar.

 

−¡Hey! ¿A dónde vas? − gritó Milo, mientras el guardián se perdía entre la multitud.

 

−Quizás vaya a limpiar su organismo por tanto alcohol, a veces el café es algo chocante. Hay unos baños cerca de aquí – el respondió Degel, jalando la mano de Milo para que este tomara asiento −. Sé que te preocupas por él, pero si él no se avergüenza de sus sentimientos y actos, ni siente pena por ellos; no debes presionarlo, si al final sólo sigue gustándole, ¿verdad?.....aunque sea un tonto, es un tonto admirable – el peliazul bajó su mirada hacia la mano que sostenía su brazo, para luego pasar sus pupilas al rostro de su padre, quien lo miraba fijamente, con una pequeña sonrisa cálida en sus labios.

 

−Trata de no forzar las cosas, él no quiere darte más problemas, sólo confía que él; tiene presente que si está muy abatido, tú siempre serás su primera opción, es mejor que vayas por él, sea lo que sea que esté haciendo, no creo que pueda regresar solo, ve por él −. El caballero asintió con una gran sonrisa, mientras que Degel lo miraba con añoranza. Era igual a Kardia en todos los aspectos, su sonrisa y su bondad.

 

−Si tan sólo lo vieras… te sentirías orgulloso, Kardia – susurró sonriendo, para enseguida tomar  su taza de café y continuar bebiendo. Sus ojos se volvieron a dirigir hacia la dirección donde Milo se había marchado, encontrándose con aquella persona que no pensó volver a ver –Kardia…− dijo con los ojos abiertos al máximo ante la impresión y soltando en acto la taza que sostenía, la cual cayó al suelo haciéndose trizas.  

−Amore... Tanto tiempo sin vernos −pudo leer de aquellos labios que añoró cada noche, desde su prematura despedida.

 

“Los sueños se pueden volver pesadillas”

 

Hace mucho tiempo, un duende malvado creó un espejo con la propiedad de deformar lo que se reflejaba en él, incrementando todo lo que de feo y malvado tenían las cosas y personas, pero un día, mientras brincaba feliz con su invento, el espejo se le cayó de las manos, rompiéndose en millones de trozos. Algunos de ellos fueron a caer en los ojos de la gente, y el resultado fue terrible, pues veían las cosas deformadas, tal y como se reflejaban en el espejo, y el corazón se les convirtió en un trozo de hielo

 

 

Milo detuvo su caminar para mirar fijamente a la mujer sentada en el borde de la fuente del pueblo, haciendo que llegara un recuerdo de su infancia, un momento de su vida donde su maestro lo trato como si fuera un niño normal y no un aspirante a caballero, recordaba esa historia sobre una dama de los hielos.

 

“Recuerda Milo, que hasta el corazón más puro puede lanzar un rayo de luz, el cual puede irradiar oscuridad”

 

- No se puede huir de ella. − dijo la mujer despegando su mirada amable de aquellos niños emocionados por la historia, para mirar fijamente a caballero, quien se había acercado sin querer.

 

-¿De ella? − susurró más para sí mismo.

 

-La Reina de las Nieves-dijo la mujer, en una media sonrisa como si lo hubiera escuchado claramente.  

 

“Hagas lo que hagas ya no podrás escapar de tu destino.”  

 

 

− Todo está saliendo de acuerdo al plan − dijo Antares a su reina, quien reposaba en su trono, con una gran sonrisa.

 

−Puedo ver su frio corazón arder por él – susurró, levantándose para tocar el reflejo de Degel −. Eso no es amor, sólo es debilidad y culpa. −dijo delineando el rostro abatido del caballero de acuario.

 

−Los seres humanos a veces pueden cambiar mucho, míralo a él, dejo que su corazón ardiera como Troya por impulsos, por su terquedad y egoísmo. Eres débil Degel, por eso pierdes −afirmó Antares desde su lugar, recargado en uno de los ventanales donde podía divisar completamente el pueblo. 

−Él es una persona que ama mucho a la gente...no me traicionaras cuando lo averigües − dijo la mujer, mirando de costado a su guerrero, quien sonrió con sorna.

 

−Una persona que ama no abandona, ni rompe sus promesas, volveré por ti, esas también fueron las últimas palabras del  bastardo de mi compañero de armas… "Vive", eso él me decía a diario, pero prefirió cumplir otra promesa y restarle importancia a la nuestra. Al final mi sueño nunca se volvió real, él jamás me apreció ni como amigo, ni algo más, nadie lo hizo, me abandonaron. Aprendí gracias a ti que la vida es la maldad misma. Estoy consciente de que soy malo y por lo tanto, todos aquellos que sirven a Athena que aprovechen lo que les quede de vida porque cuando llegue el momento ¡Yo mismo los matare a todos!

  

−Es como si hubieras nacido para ser mi caballero. Que un guerrero de la casa de Escorpio sea mi leal servidor, me hace sentir satisfecha, todo está claro para mí ahora....mi amado Antares − dijo la mujer extendiendo sus blanquecinas manos hacia su compañero, quien abandonó su antiguo lugar para ponerse frente a su señora.

 

−Está bien si me utilizas como un escudo o como una carnada, mi vida fue salvada por ti, te pertenezco, no importa donde... siempre te seguiré.−Tomó la mano de su reina y besó su dorso, mientras la miraba con sus inexpresivos ojos grises.

 

“Aun si mi lagrimas son derramadas, a cambio de una mentira, por que los errores apilados se hunden"

 

Notas finales:

Aqui les dejo una de las imagenes que una amiga esta haciendo para el fic espero les gusten.

21aiu78.jpg

 

Mil gracias por leer hasta el proximo capitulo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).