- Muchas gracias – sonreí al último cliente de la lista del día – vuelva pronto
- Disculpa ¿Aún están atendiendo? – dejé de doblar la toalla, podía reconocer esa voz donde fuera
- Amm… todavía falta para las siete así que supongo que puedes ser el último si Weller acepta – dijo Toni, la dueña del salón, volteando a verme, los ojos de Freeman se abrieron de par en par – ¿Qué dices Weller?
- No tengo opción ¿cierto? – sonreí irónicamente – por favor, pase por aquí
- Mil disculpas Welly – dijo Toni amarrando sus dorados risos – tengo planes así que cuando termines cierra la tienda ¿vale? Aquí están las llaves
- No hay problema – agité la mano como diciéndole que se marchara, se volvió a disculpar y salió del lugar casi corriendo – ¿Qué es lo que desea?
- Sólo necesito que me cortes un poco el cabello… creo que lo he dejado crecer mucho últimamente – era cierto, pasé mis manos por sus mechones que nunca había visto tan largos, siempre estaban tan cortos que la sensación era nueva entre mis manos. Después de salir del trance, noté la intensa mirada que tenía fija sobre mí, incomodándome un poco – lo lamento, es que los chicos tenían razón… te ves genial, al parecer los trajes no son tu estilo
- No a todos nos sientan de maravilla – suspiré amarrando la capa detrás de su cuello para que los pelos no se enganchasen a su ropa – ¿Quieres un estilo en especial?
- Lo que a ti te parezca – sonrió – confiare en tus habilidades
- Está bien – respondí fríamente, haciendo que la mueca en su rostro desapareciera
- Oye Chris… – me llamó después de unos momentos de puro silencio, me sonrojé un poco, no todo el mundo me llamaba así – ¿Sigues enojado conmigo?
- Debiste preguntar eso antes de confiar en una persona con tijeras que estarán cerca de tu cuello – respondí cortando el flequillo, se sobresaltó un poco por ello – pero no – nuevamente lo sorprendí – Ya superé todo eso, simplemente no creo que pueda volver a nuestra amistad como era antes
- Sé que lo he dicho muchas veces pero… – miró en otra dirección y luego clavó sus ojos en mí a través del espejo – Lo lamento mucho, de verdad que fui un idiota
- Sólo estás así porque se acabó tu matrimonio – se veía herido por mis palabras, tal parece que eché sal en la herida – No trates de tomarme por idiota – desamarré la capa y se la saqué rápidamente – He terminado, puedes irte
- Al menos dime cuánto es – dijo sin poder verme a los ojos
- Va por la casa, largo
Lo empujé fuera del lugar y le cerré la puerta de vidrio en la cara. Antes de darme la vuelta me pareció ver una lágrima resbalar por su mejilla, pero puedo decir que sólo eran mis alucinaciones, no volvería a ser parte de sus juegos.