La felicidad es algo efímero.
La felicidad compartida es aún más efímera.
Puedes estar de lo más sonriente por compartir una noticia que crees que pintará una gran sonrisa en los rostros de las personas a quienes decirles, claro que su sonrisa no será más grande y emocionada que la propia; imaginar que esas personas harán un círculo alrededor de tuyo y abrazarán como muestra de alegría felicitando, esa persona especial, que fue un factor muy importante, te abrazará y colmará de besos todo el rostro, te tomará de la cintura y posará su mano sobre tu vientre aún plano, y te dirá lo que tanto deseaste escuchar desde que supiste de tu estado.
¿Y después qué? Serían felices los tres: tu amado, tu hijo y tú. Compartirían su felicidad y gran logro con sus amigos, esos amigos fieles, inseparables, casi hermanos de ambos. En tu ilusión por saber cómo ese ser que se desarrolla en tu vientre, no cabe en ningún espacio el rechazo, desprecio y ni por un segundo la palabra ‘aborto’ pasó por tu mente; tu atención y pensamientos están centrados en esa frágil criaturita que cargas y que representará una gran responsabilidad a partir de ahora, pero eso no importa porque eso te hace feliz y piensas que él también lo estará, no importa porque estás dispuesto a lo que sea por el bienestar del bebé, estás dispuesto a hacer sacrificios.
Los ‘pequeños’ detalles no te importan, en ese momento lo que quieres es llegar con tu amado, lanzarte a sus brazos, mirarlo directo a los ojos y con toda la emoción gritar: ¡Seremos padres! ¡Estoy embarazado!
Después de eso, gritos, algarabía, sonrisas, lágrimas bajando y mojando sus mejillas… amor.
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Todo lo anterior era lo que rondaba mi mente luego de que me dieran la noticia de mi estado, derrochaba felicidad por todos mis poros, estaba que me ponía bailar y gritar a los cuatro vientos todo lo que sentía. Pero hay un par de detalles que pasé por alto:
1- No es común un hombre embarazado, sólo unos pocos son la excepción y yo estoy dentro del porcentaje.
2- Lo que a mí me hace feliz, no hace precisamente feliz a los demás.
Vaya, debí prestar atención a esos detalles en lugar de crearme falsas ilusiones de un futuro que no iba a ser…
Falsas ilusiones que fueron destruidas, aplastadas, hechas añicos de la forma más cruel que nunca pensé podría ser…
Sin embargo, no me daría por vencido, lucharía por mi vida y la vida de este frágil ser que no tiene culpa de nada; le daría todo mi amor y todo lo que esté a mi alcance, y mucho más.
Luego de lo que sucedió… no estaba seguro si aún existiría un buen futuro para mí… o si yo aún existiría en el futuro.
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Un minuto gozas de los tintes rosas de la vida y al minuto siguiente te hundes en los tintes más oscuros, profundos y deprimentes que puede haber.
Efímero… algo con tan poca duración… el recuerdo dura tanto como su existencia.