Había una vez un reino muy tranquilo‚ su rey tenía dos hijos, un fuerte joven y una hermosa doncella. Aunque procedían de diferentes madres tenían un fuerte lazo, porque al ser hijos del rey, habían pasado gran parte de su infancia juntos, la princesa nació cuando Steve tenía apenas dos años y ni un recuerdo de su madre.
Lamentablemente un terrible día él soberano enfermó y estando postrado en cama tenía un único deseo: Ver que sus hijos encontraran el amor verdadero. Podría ser el capricho de un viejo senil, debido a que los dos heredarían el reino, fortuna, poder, sin contar la buena educación que ya tenían.
¿Qué otra cosa les hacía falta que no fuera tener un compañero?
—El amor es lo que más se necesita —Decía mientras tosía abatido por su padecimiento— Pueden contraer matrimonio con quien quieran.
El comentario iba dirigido a Natasha que desde antes de entrar a edad casadera manifestaba cierto interés por un joven arquero.
—Así lo haremos padre —Comento Steve sonriendo levemente, intentando ocultar los nervios que sentía.
Él no se había enamorado de nadie‚ apenas trataba con desconocidos ya que todos se intimidaban al ver que era de la realeza, lo que empeoraba la situación porque poseía un carácter tímido. Los únicos amigos que tenía eran cercanos al castillo y no tenía interés en casarse con alguno.
Con aquellos pensamientos rondando su cabeza, decidió reunir a sus pocas amistades en la mesa del comedor, esperando que le aconsejaran sobre lo que debía de hacer para no defraudar a su Padre.
—Tengo que casarme, pero aún no conozco a alguien. —Les confeso después de un breve relato de como la salud de su padre iba decayendo.
—Un baile‚ siempre es buena idea —Comento Anthony uno de sus amigos‚ un herrero muy respetado por hacer las mejores espadas y armaduras.
— Apoyo la idea —Contesto su hermana, Natasha —A menos que termines casándote con Anthony.
—Muy graciosa —Dijo el príncipe Steve —Pero la idea no es tan mala, la idea del baile.
—Puedo mandar traer el mejor licor del reino de Asgard — dijo Thor otro príncipe de un reino lejano que los visitaba frecuentemente.
OoO
Algo lejos del castillo pero en el mismo reino‚ había un caballero llamado Alexander Pierce. Él tenía dos jóvenes a su cuidado: Brock y James. “Que buen hombre” pensaba la gente al enterarse de la situación “Dar hogar y educación a dos jóvenes sin recibir nada a cambio”.
Pero contrario a todo lo que pudieran creer de alguien que tiene dos bocas que alimentar por gusto propio, Pierce era una persona sanguinaria que por tener una buena posición económica y un puesto como centinela, torturaba a los aldeanos que no hacían lo que les ordenaba,
¿Que decían sus hijos sobre esto? El mayor‚ Brock, lo apoyaba y parecía ir en camino de volverse una persona igual de malvada, al tratar con desprecio a todo el que se posara en su camino. No conocía otra cosa mejor, desde pequeño había quedado a su cuidado; ni aun haciendo un enorme esfuerzo recordaba a sus padres biológicos.
Sin embargo, como alguna rara flor primaveral que aparece en pleno invierno, James era diferente. Sus padres habían fallecido en un viaje en altamar cuando era un adolescente; así que, cuando Pierce lo adoptó, los buenos valores de sus padres lograron triunfar y veía con malos ojos la forma en cómo se aprovechaban de la pobre gente.
Era común que Pierce, al ser centinela le dieran algunas monedas para encarcelar injustamente a gente inocente, para quedarse con sus tierras o su mujer, siendo Brock quien buscaba a gente con este sentimiento de venganza o envidia.
Por su noble carácter James fue reprendido muchas veces y terminaba por ser castigado, limpiando establos y obligado a pasar la noche ahí, incluso días. Además, aunque Pierce sabía que su “hijo” adoptivo deseaba servir en el ejército del rey para algún día llegar a ser un caballero, le negaba que se inscribiera a pesar de que en ocasiones le daba un duro entrenamiento con la espada, para que le fuera de ayuda en caso de una “emergencia”.
El nombre completo del noble joven era James Buchahan Barnes, pero le apodaban “Bucky”, no solo como diminutivo de su segundo nombre, en parte era porque a Pierce le recordaba a un perro que había tenido durante su infancia*.
Un día James limpiaba las espadas imaginando como sería usar una para defender al reino en una batalla, cuando sonó la puerta.
¡Toc! Toc!
— ¿Que quieren? James ve a abrir. —Dijo su hermanastro afilando un cuchillo.
De mala gana el joven hizo lo que se pidió quedando sorprendido al ver que un mensajero con aire pomposo recitaba con alegría una invitación.
—Venid al baile del Príncipe Steve quien busca a alguien para compartir su vida
Y una vez dicho esto dejó la invitación en manos de James aunque de inmediato fue arrebatada de ellas.
— ¡Es perfecto! Justo lo que buscaba‚ Brock te harás amigo del príncipe Steve para que nos de los mejores caballos y tierras.
Bucky pensó en el príncipe, le había visto pocas veces y debía admitir que era demasiado atractivo, tenía un cuerpo listo para la pelea, una elegante manera de caminar y además unos hermosos ojos azules.
—Es buena idea —Contesto el de cabello negro rascando su nuca. — Aunque es exagerado una fiesta de tres días.
— ¿Puedo ir yo también? —Pregunto James esperanzado, no quería hablar con el príncipe, sería suficiente para su corazón verlo desde lejos.
—Si terminas las tareas que te encargare pensare en ello.- Respondió Pierce.
Así que durante todo el resto de la semana James hizo todo posible por completar los encargos, además de hacer trabajos extras a personas cercanas para poder comprar tela y fabricarse un traje “decente" para la ocasión.
Finalmente el viernes en la noche Bucky estuvo listo para ir al baile‚ con un smoking que el mismo hizo. Incluso se escabulló para tomar un largo baño a fin de eliminar la suciedad. Peinó como pudo sus largos cabellos había pensado en cortarlos, pero prefirió no correr el riesgo de empeorarlo.
Cuando por fin estaba listo, bajo emocionado, pero al verlo Pierce rió fuertemente.
— ¿En serio creíste que te iba a dejar ir al baile? — Contesto su padrastro continuando su risa. —Además, tienes un agujero en la tela.
Antes de que James pudiera decir algo, le arranco una manga del traje, para al poco tiempo hacer lo mismo con la otra manga. Aunque podía defenderse estaba demasiado condicionado a no alzarle la mano a Pierce por el castigo que podía seguir después. Así que al final simplemente huyó desconsolado al patio de la casa, mientras los otros hombres iban al carruaje que los llevaría al baile.
— Debo de aceptar mi papel como sirviente y dejar de soñar — Se lamentaba el chico de cabellos castaños sentado en una banca junto al patio.
— ¿Te puedo hablar de una iniciativa?
La mirada del de ojos azules se dirigió hacia la nueva persona que acababa de llegar, un hombre alto de piel oscura, con un parche en el ojo, que aunque podía inspirar desconfianza fue todo lo contario, algo le decía que ese hombre podía ayudarle.