Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Il Fuoco è la Vita por SirPsychoSexy

[Reviews - 63]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Muchas gracias a todos los que me han dejado RVW! En verdad me hacen bien feliz al leerlos y me dan ánimos de continuar con mi fic.

Ya saben que no me gusta mucho hacer cosas largas, sin embargo, ¡Aquí estoy intentando dar lo mejor de mi! >^<

Por cierto, quiero dedicarle un mensajito a mi bebé que también vino a leer por aquí y me dejó un comentario... Así que si no quieren leer algo cursi, no lo lean[?].

>> Thomi, ¡TE AMOOOOOO! *^* No sabes lo emocionado que me dejaste cuando leí tu mensaje... WIJALSJ... Ah... Bueno, sí sabes porque te lo comenté[?] Pero igual... MHHH💜... Me dejaste bien feliz.... Y ya... Mejor paro o te escribiré un texto más largo que el capitulo. [?] Te amo, bebé, te amo muchísimo y nunca lo olvides ¿Vale?💜<<


¡Ya! ¡Sin más! ¡A leer!

¿Qué haces aquí? — La fina voz del rubio sonó, luego de haber meditado lo suficiente cuando estuvo dentro de la sala de su hermana, quien estaba dormida.

Casi pudo oír la sonrisa que se había formado en aquel ser que estaba parado frente a la camilla de Dami, dándole la espalda al estar leyendo sus archivos. Estaban dentro de la habitación hace unos cuantos minutos. El doctor Park se había retirado, pues tuvo que atender una llamada urgente de otro paciente, dejándolos solos dentro del lugar. El rubio se había quedado estático, parado al centro de la habitación, mientras que el demonio se había encaminado de manera tranquila hasta la camilla de la joven, siguiendo muy bien su papel.

Estoy para cumplir tu deseo, JiYong...— El aludido frunció el ceño.

¿No puedes simplemente curarla? ¿Es necesario que hagas todo esto?... ¿No  que podías cumplir cualquier...? — Su voz se detuvo al ver cómo el contrario le miraba con ojos tan oscuros como serios.

Temió al ver como dejaba de lado los archivos de su hermana y caminaba hasta él. Se sintió estúpido por haberle hablado así... ¿En qué estaba pensando?

Tu hermana se curará, JiYong... Pero el cómo quiera hacerlo y cuánto tiempo me tome, me concierne a mí. — Su grave voz sonaba con un tono cabreado, aun acercándose a un paso lento pero constante.

El humano había retrocedido con miedo, hasta que no pudo más, pues sintió la fría pared contra su espalda, acorralándose a sí mismo. Sus ojos se cerraron con susto al momento en que el maligno había puesto sus manos a cada lado de su rostro, sintiéndose aprisionado al tenerlo a escasos centímetros.

Deberías dejar de preocuparte por pequeñeces como éstas... Y deberías disfrutar más el tiempo que te queda en este mundo, pequeño... — La voz de SeungHyun había sonado tan gutural sobre el oído del humano, que este tembló de manera irremediable. — ¿O acaso quieres que te lleve conmigo lo antes posible? ¿Tan insignificante es para ti vivir?

Las palabras del contrario dolieron. Sus ojos se abrieron con cierta ira, mirándole a esos ojos que lo observaban con un aire desafiante.

Pídemelo, JiYong...  — Una sonrisa ladina se dibujó en los labios de SeungHyun. — Pídeme que sane a tu hermana ahora mismo, y así te llevo conmigo...

El rubio se mordió los labios, a la vez que sus ojos se cerraban con fuerza. Sentía su sangre hervir de ira. Como pudo, se atrevió a empujar al demonio que tenía en frente, y conteniendo sus lágrimas de impotencia le miró.

No te me acerques.  Aún no cumples mi deseo, y hasta ese momento, tú no tienes ningún derecho sobre mí.

El pelinegro sonrió con notoria satisfacción al ver aquella faceta del humano.

 Le gustaba.

JiYong le había dado la espalda al ponerse frente a la camilla, para poder ver la débil figura de su hermana, lo cual le permitió al maligno acercársele por detrás. Con morbo y sin ningún rastro de pudor se pegó a él, tomándolo por sus caderas con una fuerza que logró hacer que el contrario soltara un pequeño quejido. Sus labios se acercaron a su oído y nuevamente susurró en éste.

Aprovecha mientras puedas para hablarme así, JiYong...

Suéltame, SeungHyun. — Demandó el menor con una voz tan imponente que hizo que el ser oscuro se excitara, era la primera vez que decía su nombre.

Por fin estás dejando de tener miedo... — Mordió el lóbulo de la oreja del humano, con una sonrisa divertida, ignorando por completo la orden.

Por mucho que lo intentara, sus fuerzas no se comparaban. JiYong era un simple mortal que intentaba quitar esas manos sobre sus caderas, las cuales solo se aferraban aún más en él, con una fuerza anormal, causándole dolor. Seguramente sus dedos quedarían marcados en aquella blanca piel que el joven poseía ante el leve forcejeo, sin embargo, aún intentaba alejarse. No quería sentir esa cercanía con el oscuro. El sentir esa dureza contra su trasero simplemente le aterraba.

Desde el día que seas mío, JiYong... Te poseeré a mi antojo vez que desee... — Habló, mordiendo ahora el cuello del humano, quien se retorcía al intentar escapar.

Sin más, el demonio soltó al humano, se acomodó aquella blanca bata que tenía puesta y como si nada, con un porte impasible, se fue del lugar.

JiYong se quedó ahí, lleno de ira y de impotencia que le hacían temblar terriblemente. Sus manos se aferraron a la camilla de su hermana quien solo dormía, ajena a todo lo que había ocurrido, para evitar así caer al suelo.

Se sentía ultrajado, casi violado por aquel ser. ¡Demonios! ¡No pudo hacer nada! ¿Desde cuándo era tan débil? ¿Desde cuándo se había vuelto un cachorro indefenso?

Es un demonio.

No podía hacer nada contra él. Simplemente esperar hasta que su hermana sanara y ya. Lo demás sería vivir bajo esas garras demoníacas, de las cuales él había confiado la salud de Dami.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

¡Te lo digo, YoungHwan! ¡Es un doctor que vino a corea solo para curar a Dami! — Exclamaba la mujer desde la cocina, mientras servía la comida para su esposo y su hijo, sentados en la mesa. — Se ve muy joven, ¡Incluso es muy guapo! ¡Según supe, hace casi milagros!

¿Y cuánto costará el tratamiento? ¿Podremos pagarlo? Sabes que apenas puedo con mi salario pagar los tratamientos de Dami ahora...

¡Dijo que no iba a cobrar extra por el nuevo tratamiento! ¡Incluso menos!

La sonrisa en el rostro de su madre, quien contaba todo a su esposo, le hacía feliz en cierto modo. “Si supiera realmente lo que él era...” JiYong solo pudo llenarse la boca de comida, una vez su madre la había puesto en la mesa, ante la pequeña molestia que sentía en su pecho. No quería hablar de SeungHyun, ni escuchar los halagos que su madre dedicaba a viva voz de él.

Miró la expresión de su padre. Se sentía incrédulo ante lo que su mujer le relataba, creía incluso que se trataba de alguna mala broma para jugar con las nulas esperanzas que tenían. Y es que claro que sería algo difícil de creer.

Luego de meses de tratamiento el cáncer de su hermana no logró jamás disiparse y solo se extendió por su cuerpo. Los doctores ya no podían hacer nada más que seguir con aquel doloroso y agotador procedimiento para intentar aumentar un poco más los días de vida de su hermana, sin embargo, la muerte era inminente.

El rubio siempre encontró todo aquello algo inútil. Si sabían que no iba a salvarse ¿Por qué no la dejaban en paz? ¿Por qué no dejaban que disfrutara de sus últimos días? No, debían seguir con ese estúpido tratamiento que solo la dañaba aún más. La pobre solo dormía, casi no podía comer y estaba deteriorada por completo.

¿Es cierto lo que dice tu madre, JiYong? — Oyó la voz de su padre, quien le miraba con expectación.

El menor tragó duro lo que tenía en la boca, para fingir una sonrisa.

Mamá dice la verdad... — Dijo el chico, desviando su mirada hasta la comida. — Él va a curar a Dami...

No quería ver el rostro de felicidad de sus padres. Se sentía incómodo con ellos. Si supieran la verdad ¿Estarían tan felices como ahora? Incluso su padre tenía un brillo de esperanza en sus ojos, uno que se había perdido hace un tiempo. Su madre sonreía alegremente.

Sí, Dami iba a sanarse, de eso no había duda para el joven, sin embargo él no podía celebrar como ellos.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

De manera tranquila el pelinegro se llevó un cigarrillo a los labios, encendiéndolo sin dificultad alguna, a pesar de la brisa que corría en ese lugar, a metros de altura. Yacía sentado, tranquilo, en el filo de la punta de un edificio lo suficientemente alto como para no ser visto por cualquier curioso ojo humano.

Dio una calada lo bastante profunda, disfrutando de esa porquería que lo mortales habían creado. A pesar de todo, en él surgía el mismo efecto adictivo que en aquellos débiles seres, aunque fuese algo netamente mental y a él no le causara un daño físico alguno.

De modo placentero, su cabeza se hizo hacia atrás, dejando escapar aquel gris humo que había llenado sus pulmones, dejando a la vista aquella prominente manzana de adán, que bailó levemente al tragar luego de exhalar.

De pronto sus sentidos se agudizaron, rompiendo con la pequeña y placentera tranquilidad en la que se había sumido. Había distinguido la presencia de alguien detrás de sí, sin embargo aquel olor familiar solo le hizo rezongar de manera cansina.

¿Qué estás haciendo aquí? — Su voz sonó ronca, sin siquiera molestarse a mirar hacia atrás, a su nuevo acompañante.

¿Qué es lo que haces tú aquí?

El pelinegro rodó los ojos de modo cabreado. No le dio importancia a su comentario y simplemente se volvió a llevar el cilindro a sus labios para volver a llenar sus pulmones de aquel humo, bajo la atenta mirada del menor que yacía detrás de él.

SeungHyun ¿A qué estás jugando? ¿Por qué no simplemente haces tu trabajo, antes de estar jugando en éste insípido mundo?

— ¿Has venido a regañarme, SeungRi? Deberías respetar a tus mayores.

Sólo estoy haciendo mi trabajo. Padre me dijo...

Vuelve a Gehena y dile a “padre” que no se entrometa en mis asuntos. Jamás le he fallado y no porque quiera jugar un poco tiene que traer a un mocoso a seguir mis pasos. — Interrumpió. La voz del demonio mayor había sonado tan oscura y enojada, que hizo que el ser que tenía en su compañía bajara su cabeza, levemente intimidado.

Padre está preocupado por el ánima de ese humano. — Finalmente el mayor volteó mientras dejaba caer el cigarrillo. Por fin había captado su interés. — Y está preocupado por ti.

¿Por qué está preocupado por el ánima de JiYong? — Ante la negativa que recibió por parte del menor, solo supo ponerse de pie, un tanto crispado por lo que sucedía.

SeungRi, ni mucho menos él, sabían lo que ocurría. Debería volver a Gehena lo antes posible para ver qué era lo que a su padre le preocupaba. Eso nunca solía ocurrir en sus misiones, ni en la de ninguno, según sus años de experiencia.

Se encorvó un poco, mientras su ceño se fruncía al ejercer cierta fuerza en su cuerpo, logrando hacer que aquellas enormes y negras alas lograran aparecer por su espalda. La camisa que traía puesta desde hace horas se había rasgado de manera fácil, como si de un papel se tratase, ya que ésta no estaba hecha para un ser alado como él, era una camisa común y corriente de aquel mundo. Miró fijamente al menor, que se dedicaba a recitar un conjuro para abrir un pequeño portal para los dos, delante de ellos, en el vacío que había al acabarse el edificio, y sin dificultades, ambos entraron a él de un simple salto.

El rojo como la sangre del cielo les dio la bienvenida a aquel árido mundo, su mundo. Y sin detenerse a nada, sus grandes alas se encargaron de llevarlos a la enorme fortaleza que era el reino de aquel imponente ser al cual llamaban padre. A pesar de que la distancia era minúscula, la irritación en SeungHyun hacía que se sintiera ansioso y el maldito camino le pareció eterno.

Al apenas llegar al enorme portón de aquel lugar, que se asemejaba bastante a un lúgubre castillo oscuro, con una arquitectura gótica, se abrió de manera ruidosa, ante los metales chillar con aquel exasperante ruido. Una vez se les permitió pasar, ambos demonios guardaron sus alas y caminaron dentro de la fortaleza, oyendo prontamente, luego de su ingreso, como el portón volvía a cerrarse.

Al llegar dentro de la estancia, lograron ver al ser mayor, sentado cómodamente en su respectivo trono, el cual era de una decoración en piedra. Sin embargo su rostro solo se endureció al ver a los recién llegados.

El menor de los dos, se agachó en una reverencia llena de admiración y respeto ante la figura que tenían en frente, la cual no se diferenciaba en lo absoluto en el físico a los demás. Muy por el contrario, SeungHyun tan solo lo miró con notoria ansiedad.

Padre, he traído a SeungHyun como me lo has pedido...

Puedo notarlo. Por favor, SeungRi, haznos el favor de dejarnos solos. — Su voz sonó tranquila, a pesar de ver como el aludido lo miraba con cierta decepción.

Sin poner ninguna resistencia, comiéndose toda la curiosidad que lo carcomía, el oscuro menor simplemente miró con reproche a su mayor y, volviendo a dar una reverencia a su señor, se apresuró en dejar la estancia.

Una vez solos, SeungHyun se atrevió a moverse de manera un poco más relajada, rascándose la nuca, mientras sus movimientos eran seguidos por la fija mirada del ser sobre el trono.

¿Para qué me buscaste?

Esa no es manera de hablarme, SeungHyun.

Ve al grano. — Dijo el pelinegro, con una notoria voz cansada.

¿Por qué estás tardando tanto con esa ánima? No es propio de ti. — Cabreado, el demonio menor rodó sus ojos, un gesto que no pasó desapercibido por él, quien lo desaprobaba. — Respétame, SeungHyun...

No es como si por tardar más de doce horas debieras asustarte, nunca te he fallado, DongWook. — El aludido formó una sonrisa torcida. Después de todo el tiempo, seguía llamándole por su nombre.

Quiero saber, SeungHyun... ¿Por qué has decidido, de pronto, hacer esto? — Inquirió el mayor, mientras que apoyaba su mentón en su mano, la cual estaba hecha puño.

Una sonrisa socarrona se dibujó en los labios del oscuro menor, mientras miraba hacia otro lado por un momento. ¿Desde cuándo daba explicaciones a lo que hacía? Siempre había hecho bien su trabajo, tal vez tan bien, que ahora que simplemente quería jugar con el insignificante humano, lo encontraban extraño.

— Porque estaba aburrido. — Se limitó a decir, y ante la notoria expresión de desconformidad por parte del superior, tuvo que proseguir. — Porque simplemente me pareció más interesante hacer lo que hice, y no hacer lo que siempre hago. ¿Alguna otra duda?

Sí. — La voz de DongWook sonó cortante. El pelinegro lo miró con un destello desafiante. — Sabes las reglas de este mundo, ¿No?

¿Me crees estúpido? ¡Llevo el suficiente tiempo aquí como para saberlas!

¡No me levantes la voz, SeungHyun! — Exclamó el mayor, con los ojos notoriamente anaranjados como para que el otro notara lo enojado que se encontraba.

¿Quién se creía que era para hablarle así a él? Él era su señor, y merecía su respeto. Muchas veces dejaba pasar cada desliz en el rebelde comportamiento del más joven, sin embargo, no podía seguir dejándolo pasar. Bien lo había dicho, llevaba el suficiente tiempo para saber las reglas, como también para poder saber cuál era su debido lugar, al momento de dirigirse a él.

De forma cabreada, el mayor se levantó de su trono y caminó a un paso seguro, en lo que pronunciaba un susurrado “Sígueme” como orden, la cual, un ahora silencioso Seung, acató. Cruzaron en un completo silencio por un pasillo, hasta llegar a una puerta de gruesa y pesada madera, la cual les dejaba entrar a una enorme habitación, en donde sus paredes estaban repletas de libros de distintos tamaños, distintos colores, nombres e incluso idiomas. A parte de todos los libros en las paredes, había distintos estantes con más escritos y archivos, los cuales estaban guardados con recelo bajo llave.

DongWook sacó aquella llave y abrió uno de los estantes para tomar el maldito y conocido libro para SeungHyun, en el cual estaban esas malditas reglas.

¿En serio iba a darle una clase? ¿No era joda?

DongWook...

Silénciate, SeungHyun. — Ordenó el mayor, a lo cual solo recibió un gruñido irritado como forma de protesta. — Hay algo escrito en éste libro... Algo que nunca antes se había visto, hasta que te llamó ese mortal, Seung.

El aludido, con una notoria expresión de duda y confusión, miró el libro que sostenía su mayor. Aquel libro que estaba desteñido, que casi se podía caer a pedazos ante lo antiguo que era, sin embargo, que era tan importante y único para ellos, que era imposible que alguien ajeno haya escrito en él, porque simplemente no era como el libro se llenaba de sus reglas.

Y de pronto algo vino a su mente.

Recordó, años pasados, cuando visitó de mala gana al oráculo.

Tragó duro.

El demonio mayor, con una simple mirada, ordenó nuevamente que el pelinegro lo siguiera en completo silencio, sin atreverse siquiera a renegar. Llegaron al escritorio que había en la biblioteca, y corrió sin cuidado todas las cosas que había en la madera, para poder dejar el libro sobre ésta.

SeungHyun lo miraba expectante. Se sentía casi irritado ante toda la lentitud que le tomaba al otro decirle lo que ocurría. Lo miraba con ojos crispados, los cuales seguían cada simple movimiento de aquel demonio, el cual abría el libro y buscaba algo entre sus páginas.

¿Por qué carajo se demoraba tanto?

¿Recuerdas las palabras del oráculo?... — Miró de reojo al pelinegro, el cual asintió tenso. Al menos eso le ahorraba tiempo. — ¿Entiendes mi preocupación ahora, SeungHyun?

Él... — La voz titubeante de Seung sonó, mientras miraba las páginas del libro, notando como el otro buscaba entre las que yacían en un inmaculado blanco y no entre las rojas letras de los escritos. — ¿JiYong es...?

No puedo saber eso, pero algo apareció aquí. Sin embargo yo no puedo liberarlo... Eres tú el que debe hacerlo y sacarnos de la duda.

¿Qué pasa si es él? — Se apresuró en preguntar el pelinegro, mirando al contrario con notorio nerviosismo.

DongWook se silenció. No quería pensar siquiera en lo que podría pasar si era él. Por fin había llegado a la página en blanco que buscaba. Sabía que era esa. Si bien no podía leerla, ni verla, sí podía sentir la fuerza que ésta emanaba.

Con su simple mirada, el pelinegro entendió que debía hacerlo ya, o no podrían salir nunca de la duda. Se acercó al filo del escritorio. Arremangó las mangas de su camisa y sin temor sacó sus garras para poder encajarlas en su muñeca, dejando así salir su sangre. Aquellas gotas de color carmín descendieron por el largo de su antebrazo cayendo finalmente hasta las hojas del libro, manchándolas cada vez más.

Cuando oyó el “Es suficiente” de su mayor, se alejó y desencajó sus uñas, para así poder dejar sanar su herida tranquila, limpiando su brazo igualmente. Mientras veía como aquel espeso y carmín líquido en las páginas del libro hacían su trabajo.

Una nueva cláusula se estaba revelando ante sus ojos, que la esperaban con notoria impaciencia. Hasta que finalmente ésta se mostró.

“Si un alma noble es vendida, a cambio de un deseo por bondad, y no por un pecado capital, el ánima no pertenecerá al demonio, y podrá tener el derecho al perdón, si así lo desea”

SeungHyun retrocedió, mirando a DongWook con un cierto temor, algo totalmente impropio de él. JiYong era el humano del cual el oráculo le advirtió.  

Él debía hacer todo lo posible por poseer su alma, o sería él quien estaría perdido.

Notas finales:

Pos... Pos... Poooos... Pos guagu :v

Les dejé un gran misterio en el final del capítulo, pues... ¿Qué pasará ahora?

¿Qué será lo que el oráculo le dijo a nuestro sensual demonio?

¿Qué pasará con JiYong ahora?

¡No se lo pierdan en el próximo capítulo, a la misma hora y en el.. no, no, eso no... No. [?]

¡Ya saben! Déjenme rvws que me ponen bien ghei y feliz y me animan a seguir con ésto y no dejarlo botado[?].

<< PD- Thomi, te amo💜 >>


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).