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Il Fuoco è la Vita por SirPsychoSexy

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Notas del capitulo:

¡Me esmeré en extender el capítulo! Y ya no sé... Espero que les guste y, sin más, ¡disfruten!

La alarma de su reloj le hizo abrir con dificultad sus ojos. Aquel irritante sonido taladraba su cabeza con fuerza. El escozor de sus ojos solo le hacía dar cuenta de que no pudo dormir absolutamente nada en la noche...

¿Cómo iba a dormir, después de lo ocurrido?

Con notorio cansancio, JiYong se sentó en la cama, observando todo a su alrededor. Los libros seguían en el suelo, aunque  el joven se había dedicado a limpiar, en la noche, los trazos de la tiza del suelo y también quitó las velas antes de meterse a la cama.

Le daba miedo dejar aquello...

Incluso le aterraba estar en su propia habitación.

Se apresuró en ponerse de pie para encaminarse al cuarto de baño. Necesitaba una ducha para poder relajar sus músculos, aunque fuese solo un poco.

El rubio se quitó aquellas insípidas prendas que conformaban su pijama, mientras oía el agua de la regadera caer y chocar contra los azulejos de la ducha. La pequeña habitación del baño se había llenado de vapor casi inmediatamente. Se adentró al cubículo y cerró la puerta de vidrio polarizado, que dejaba su cuerpo a la imaginación de quien entrara al cuarto.

El agua se sentía bien. Cada gota que chocaba contra su piel y rodaba por ésta, era una agradable sensación para las terminaciones nerviosas del joven.  Sus ojos se habían cerrado, mientras hacía su cabeza para atrás. Sus manos acomodaron sus cabellos hacia atrás también, evitando que los mechones se pegaran a su rostro.

Al abrir sus ojos, recordó algo.

Con su mirada, buscó en su mano izquierda, o mejor dicho en su muñeca, encontrando aquella marca que la noche anterior había aparecido.

Seguía ahí. Realmente era la cicatriz de algún tipo de quemadura... Sin embargo su peculiar forma la hacía asemejarse más a un tatuaje.

¿Cómo la escondería? Definitivamente no podía dejar que aquella marca fuese vista por los demás. Ni su familia, ni sus amigos...

Lo que había hecho le estaba pesando seriamente en su consciencia... Pero no se podía arrepentir. Ya estaba hecho y no había vuelta atrás. Sin embargo, solo podía esperar a ver si había funcionado... Y realmente, pese a todo lo que conllevaba el que su deseo se cumpliera, lo único que quería es que lo hiciera.

Al salir del baño, se apresuró en volver a su habitación. Buscó su uniforme y con prisa se vistió, tomó su mochila y metió los libros correspondientes al día más odiado por muchos... Sin embargo, por primera vez en su vida, el rubio no deseaba permanecer en casa, quería salir de ese lugar y asistir a clases como siempre lo hacía.

Al bajar las escaleras, corriendo, chocó con la figura de su madre, la cual le miró con cierto reproche.

¿Ya estás llegando atrasado, que bajas corriendo de esa manera?

No, madre... — Dijo el chico, bajando un poco su mirada, en lo que metía su zurda al pantalón en un vago intento por esconder aquella marca. — Pero solo quiero llegar pronto...

La mujer miró a su hijo con cierta curiosidad.

¿Irás a ver a tu hermana después de clases? — El chico asintió en forma de respuesta. La mujer no dijo nada más. Su rostro había cambiado a una expresión llena de tristeza al simple hecho de pensar en su hija mayor.

Así eran todas las mañanas desde que la chica había sido internada en el hospital general de Seúl. La señora Kwon había perdido la cálida sonrisa, que era el simple reflejo del de su hija. Su esposo apenas aparecía por  su propio hogar al estar rompiéndose la espalda en su trabajo, haciendo horas extras para poder seguir pagando los costosos tratamientos para Dami. Mientras que JiYong se lamentaba no poder ayudar... O al menos, aquello hacía hasta ese momento.

Solo esperaba que ella se sanara, luego de lo que había hecho.

Sin decir nada, el joven hizo una reverencia, despidiéndose así de su taciturna progenitora, para salir de su hogar.

El día estaba nublado... Apagado... Gris.

Miró su muñeca una vez más, antes de retomar su camino en dirección a su escuela. No deseaba esperar por el bus, que lo dejaba a un par de calles del recinto. El joven deseaba caminar... Como nunca lo había hecho antes. No importaba si llegaba más tarde, o si el camino se hacía tediosamente más largo. Necesitaba pensar.

¿De verdad iba a funcionar?

Tenía miedo y no podía pensar en otra cosa... ¿Y cómo no? ¿Alguien normal, pensaría en alguna otra cosa?... Aunque, alguien normal no haría lo que él.

 Ya no podía arrepentirse... Aquello no tenía marcha atrás, y lo sabía.

Se detuvo un momento y miró su muñeca, una vez más.

¿Qué le depararía ahora en adelante? ¿Cómo sería su vida, desde el día que su hermana sanara? ¿Cuánto tiempo tomaría, hasta que ella realmente estuviese completamente bien y sin rastro del cáncer?

¿Cómo sería vivir por el resto de la eternidad en el infierno?

Un sonido le hizo volver a la realidad, a la vez que un escalofrío recorría gravemente cada recoveco de su espina dorsal. Su mirada buscó  al animal que había hecho aquel singular sonido, encontrándolo no muy lejos de sí; llamativo y solitario, a unos cuantos metros sobre las secas ramas de un árbol.

Sus negras plumas le recordaban a las alas del demonio, al igual que aquellos ojos que le miraban fijamente desde la distancia.

Era un cuervo... Y era un cuervo que le causaba cierta desconfianza.

Su mirada se desvió, con temor... Su diestra se entrelazó sobre su muñeca, a la vez que sentía como aquel animal volvía a soltar un fuerte graznido desde la misma posición. El sonido fue fuerte, al punto en que el joven cerró sus ojos y, aún con miedo, corrió unos cuantos metros para intentar huir de aquel animal.

No entendía... No sabía si aquella ave significaba algo, o simplemente era una coincidencia ante lo acontecido. Solo entendía que estaba alarmado. Tenía miedo de cada cosa inusual que pudiera pasar desde ahora... Se sentía más alerta que nunca.

Debía estar alerta, desde ahora.

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Tu cara está terrible... ¿Tuviste una mala noche? — Dijo un moreno, que se había sorprendido ante la anormal figura de su amigo. — Olvida tu cara... Todo tú estás horrible.

Ahora no, YoungBae... — Suspiró cansado el rubio.

Sin decir nada, el moreno se acercó a su amigo y cruzó su brazo por los hombros del menudo chico. Intentaba darle apoyo de alguna u otra manera. Sabía que el joven pasaba por un mal momento, y siempre se habían llevado bien, al punto en que siempre se apoyaban el uno al otro.

JiYong sintió la cercanía de su amigo, agradeciéndolo mentalmente. Se agachó un poco más, intentando acurrucarse en el abrazo del moreno.

¿Debía decirle? ¿Sería prudente hacerlo? Nunca había guardado un secreto para él, sin embargo nunca le había comentado siquiera lo que había estado investigando... ¿Cómo reaccionaría ahora, si se enteraba de lo que había hecho?

No... No podría decírselo jamás... Sería mejor callar aquel oscuro secreto.

JiYong, te estoy hablando...

¿Ah?...

El moreno suspiró, mientras una sonrisa leve se había dibujado en sus labios.

Oh... YoungBae... ¿Tienes vendas? — Dijo el chico, en lo que había reaccionado.

¿Vendas? ¿Para qué? — El moreno no entendía.

Es porque... — Pensó el menor, mordiéndose levemente el inferior en un acto inconsciente. — Me he quemado y duele... — El rostro de su amigo se había descompuesto un poco, y cuando estuvo a punto de decir algo, el rubio habló. — No es nada grave, pero simplemente quiero cubrirme la herida... ¿Si tienes vendas?

El moreno sin decir nada, soltó el abrazo en el cual tenía afirmado a su mejor amigo, para poder revisar en su bolso. Aquel chico hacía varios tipos de deportes, por lo que siempre era normal que alguna herida o magulladura estuviese en su cuerpo, así que debía llevar siempre alguna cosa que pudiese servir para eso. Finalmente encontró un vendaje simple, que extendió para el rubio, el cual le dedicó una sonrisa.

Gracias, Bae... Iré al baño, te veo en clases.

Y sin más, JiYong se apresuró, alejándose y perdiéndose entre los otros alumnos que habían en el lugar.

Al llegar al baño, el chico se apresuró en escanear el lugar. Se encontraba vacío para su suerte. No quiso arriesgarse, razón por la cual se encaminó hasta uno de los cubículos y cerró desde dentro con el seguro.

Dejó caer la mochila y con movimientos torpes y apresurados comenzó a vendar su muñeca, lo mejor que pudiese, y así lograr ocultar el sello en su piel. Envolvió bien su muñeca, dejando totalmente cubierta la cicatriz. Como pudo cortó la venda y la amarró para poder volver a salir.

Se sentía un poco menos temeroso así. Tan solo un poco.

Una vez su pequeña molestia estuvo oculta para cualquier ojo humano, el joven se apresuró en salir del pequeño cubículo en donde se encontraba, para poder salir e ir hasta su salón de clases, mas se detuvo frente a uno de los lavabos para poder observarse un momento.

Al ser su piel tan blanca, sus ojeras se habían marcado notoriamente, lo cual le daba un aspecto bastante cansado.

Y sinceramente estaba agotado.

Abrió la llave para poder mojar su rostro un poco, buscando refrescarse.


Una vez fuera de su salón de clases, soltó un suspiro. Debía hacer una actuación bastante convincente para su mejor amigo, o podría sospechar de él, razón por la cual, al momento de abrir la puerta, le buscó con la mirada. Estaba sentado en su respectivo puesto, al lado del suyo, y cuando le vio entrar, una sonrisa amable se dibujó en sus labios.

Será mejor que entres si no quieres quedarte afuera. — Oyó una voz detrás de él, la cual le hizo voltear con cierto temor.

Su profesor había llegado, por lo que se tuvo que escurrir entre los alumnos que se amontonaban y desordenaban para poder ir a sus respectivos asientos.

Volvía su jornada como siempre... O al menos era lo que él esperaba.

Sus clases transcurrían con total normalidad, siendo completamente tediosas para el joven que solo apoyaba su mentón en la palma de su mano, mientras miraba desinteresadamente al profesor que daba su discurso, explicando la respectiva materia que, en esos momentos, no le importaba ni en lo más mínimo.

Su mirada se desvió hasta la ventana que tenía a su lado, para poder apreciar el paisaje que le regalaba. Se sentía ciertamente melancólico.

A pesar de que sea un día nublado, en donde el las grisáceas nubes se empeñaban en opacar los rayos del sol, JiYong no podía encontrar paisaje más hermoso que ese.

Y es que ¿Cómo será el cielo en el infierno?... ¿Podrá volver a ver un cielo así, una vez más?

Sus ojos volvieron a fijarse a su profesor. Ellos ya no se interesaban en regañar al joven que no se interesaba por la clase, después de todo estaba pasando por “Dificultades familiares”. Miró su cuaderno y se percató de que un pequeño trozo de papel doblado yacía sobre su cuaderno.  Era un mensaje.

Tomó con cautela el papel y lo abrió para poder leer lo que éste ponía, reconociendo la letra de su mejor amigo sin dificultades.

 

“Luces más perdido de lo normal.

¿Todo bien?”

 

Una pequeña sonrisa se formó en los labios del joven, mirando de reojo a su mejor amigo quien tenía la mirada fija en el adulto que hablaba y seguía explicando sin detenerse. Tomó su lápiz y con rapidez escribió algo.

 

Bae... Sabes lo que está ocurriendo. Hoy iré a visitarla después de clases.”

Con cautela, el rubio dejó el papel que servía como canal sobre el cuaderno de su mejor amigo,  para ahora volver a dedicarse a mirar por la ventana con desinterés total a la clase. Después de todo, ya no importaban para él.

De manera repentina, el joven logró divisar algo a lo lejos, sobre las ramas de uno de los árboles secos por la estación del año, algo que le llamó la atención. Algo que prontamente lo puso tan tenso y nervioso como lo había estado aquella mañana.

A pesar de que estuviese completamente inmóvil, su forma, su tamaño y ese color no podían confundirse. Era aquel animal. JiYong podría jurar que era el mismo de la mañana, aquel cuervo que le causaba total desconfianza.

Se sintió palidecer inmediatamente. Un escalofrío recorrió su espalda al ver como aquel cuervo estiraba sus alas, como preparándose para emprender el vuelo.

El chico sintió un total miedo en su interior, por lo que no halló algo mejor qué hacer, que volver su vista hasta el adulto que explicaba una fórmula algebraica que no lograba entender en lo absoluto, pero sin embargo, no deseaba voltear a mirar.

Estaba aterrado.

Sus manos se habían cerrado con total fuerza, haciendo que la piel de sus nudillos se pusieran blancas, mientras miraba a toda costa al hombre de pie frente al pizarrón. Su mirada de pronto se desvió hasta su mejor amigo, quien le estaba mirando con total preocupación.

Jiyong... No estás bien... ¿Qué pasa? — Susurró el moreno, sin embargo, ante la negativa que recibió por parte del rubio, su ceño se frunció. — Demonios, Ji, te conozco desde que somos unos mocosos... ¿No podrías decirme qué te sucede al menos? ¿Dami ha empeorado?

Al escuchar el nombre de su hermana, el chico solo supo desplomarse en la mesa, hundiendo su rostro entre sus brazos, buscando esconderse.

Buscando protección.

Una protección que sintió al momento en que el moreno se inclinó para poder cruzar su brazo por su espalda, a la vez que oía como le avisaba al profesor que “JiYong no se encontraba bien y necesitaba ir al baño”. Razón por la cual, con ayuda de su mejor amigo se pusieron de pie y se encaminaron a salir del lugar.

Caminaron en un completo silencio hasta el baño, mientras que el rubio intentaba esconderse en el regazo de su mejor amigo.

Patético.

Así era como se sentía.

Cuando llegaron al baño, JiYong solo supo separarse de su mejor amigo para acercarse al lavabo y mirar su semblante, bajo la mirada protectora de su compañero.

No hablaron. YoungBae no quiso insistir con el tema, pues si algo sabía, era que si JiYong le contaría sería por su propia voluntad y no porque le estuviese insistiendo. No deseaba incomodar más a su pobre amigo, el cual seguía con la mirada fija en su reflejo.

Los almendrados orbes del rubio, aun fijos en el reflejo del cristal, se desviaron de su figura, para poder ver la ventana que también se podía apreciar desde su posición.

Sus piernas flaquearon y volteó con rapidez, para poder cerciorarse de que lo que veía no era una ilusión.

Estaba ahí, aquel cuervo estaba parado justo frente la ventana.

El moreno miró, buscando lo que haya provocado aquella reacción en el menor, y logró ver igualmente al ave. Se acercó hasta su amigo y acarició su espalda.

Tranquilo, Ji... Solo es un cuervo...

No... — Por fin la fina voz de su amigo sonó. — Ese cuervo está siguiéndome, Bae... E-Está siguiéndome...

Lo que decía el rubio sonaba ridículo para el moreno, mas simplemente lo volteó para poder salir del baño. Sentía como el menudo cuerpo de su amigo temblaba, temblaba con terror. Ese terror que había visto solo una vez en él, cuando le contó que los doctores ya no podían hacer nada por su hermana.

Seguramente, por todo lo que estaba pasando, estaba afectándole la mente terriblemente. Por lo que simplemente se encaminó con él hasta la enfermería. Quería que su amigo descansara, ya que podría jurar que no había podido hacerlo en toda la noche.

Lo dejó ahí, la enfermera dejó que el rubio se recostara en la camilla y con la cortina que rodeaba ésta, YoungBae se encargó de taparle la ventana.

Y JiYong se durmió por fin.


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Al abrir sus ojos, pudo percatarse de que ya era tarde. Se sentó en la camilla, un poco desorientado.

Rayos, había dormido casi todo el día, sus clases incluso ya habían terminado hace unos cuantos minutos. La enfermera no quiso despertarle, ya que al verlo entrar, ésta simplemente pudo percatarse de lo agotado que el joven estaba.

Con vergüenza, el joven tomó sus cosas para poder salir de la enfermería. Bae lo había ido a ver durante los recesos, preocupado por su salud, según lo que la mujer le había contado. Agradecía realmente la preocupación de su amigo, quien también se había encargado de llevarle la mochila al término de las clases.

Se apresuró en salir de su escuela, para poder llegar prontamente a su destino. Quería ir a ver a su hermana; necesitaba verla y saber cómo estaba.

No quiso detenerse a mirar nada, no quería observar nada, tan solo miraba el suelo mientras caminaba, temía encontrarse al animal merodeando por sus alrededores. Razón por la cual también esperó el bus para poder llegar más rápido al hospital. Se sumió en una burbuja de indiferencia a su alrededor, esperando no ver al ave... O aún peor, al demonio.

El trayecto fue lento, a su parecer. Estaba ansioso. Sus manos sudaban y se negaba rotundamente el mirar por la ventana del autobús.

Al llegar, prácticamente corrió las pocas cuadras que lo separaban del hospital. Al llegar a la entrada, el guardia le reconoció, puesto que el joven solía ir sin falta a ver a su “noona”, por lo que con una simple sonrisa, un tanto nerviosa por parte del rubio, fue suficiente para que el menor entrara al establecimiento.

Anotó su nombre en la recepción, un poco más calmado ya que el lugar en donde estaba, se encontraba lleno de gente.

Se sentía cómodo entre la multitud.

Se despidió de la recepcionista y sin más, caminó por los pasillos, para poder dirigirse a la habitación de su hermana.

¡Joven Kwon! — Logró oír, cuando estaba a punto de entrar por el umbral, a la sala de su hermana.

Al voltear, vio la figura de alguien a quien conocía bastante bien. Era el médico que se encargaba de la salud de su hermana, quien hoy día traía una enorme sonrisa. Lo cual era extraño.

Sr. Park...

— ¿Viene a ver a su hermana? —
Inquirió el hombre, quien al recibir un asentimiento por parte del menor, carraspeó un poco. — ¿Me da unos minutos de su tiempo?... Tengo algo muy importante que hablarle.

— ¿Qué es? —
Preguntó con desconfianza.

— Es acerca del nuevo personal, quien estará a cargo de su hermana... Viene dispuesto a hacer todo lo posible porque ella se sane. —
¿Nuevo personal? — Su madre ha venido en la mañana, ella aceptó el tratamiento nuevo que nuestro doctor hará con ella...

JiYong no sabía qué pensar... Había dejado de oír las palabras del especialista, mientras comenzaba a sentirse mareado. No entendía, solo era un presentimiento.

Un mal presentimiento.

Uno que solo aumentó al ver la sonrisa del doctor ensancharse. Le estaba hablando a alguien. Un zumbido fuerte se instaló en sus orejas, impidiéndole oír, solo veía como el doctor saludaba a alguien que estaba a espaldas de sí.

No quería voltear. Le aterraba mirar...

Pero tuvo que hacerlo, cuando sintió una mano posarse, amistosamente, sobre su hombro. Razón por la cual, el joven, con un terror que le hacía hacer sus movimientos casi un robot, se giró un poco para poder ver al hombre detrás de sí.

Esos ojos negros como la noche, como un vacío, lo estaban mirando. Le miraba con una sonrisa amigable...

Sintió pánico en todo el cuerpo.

Encantado de conocerte, JiYong... Soy el nuevo médico de tu hermana, SeungHyun.

Notas finales:

No pos... ¡¿Chan?!

Ya sé, ya sé. El capitulo estuvo BIEEEEEEN lento. Acepto cualquier zapatazo por eso. 

¡Sin embargo! Desde aquí es que la historia va a ponerse más "Intensa! -Por decirlo de alguna forma-

Habrá más interacción entre el señor demonio doctor SeungHyun, con el humano miedoso y patético de JiYong. [?]

¡Déjenme rvws! ¡Me encantan y me animan a escribir y actualizar más rápido! ;333;


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