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In your mirror por Aya Chwan

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Notas del capitulo:

Hola gente guapa ^^ Iba a publicar este capi ayer pero ya saben, tareas y esas cosas que te roban el tiempo.

Es uno de los lemon más largos que he escrito :o (y no importa cuanto lo lea, siento que aun tengo mucho que mejorar) espero que les guste y gracias a todos por sus comentarios. Subo los capis por pura satisfacción y deberas me agrada que sean tan amables y me dejen un comentario c:

Todos los personajes utilizados pertenecen a Oda. Yo solo los utilizo anónimamente :D

Sin mas, disculpen los errores c:

“Abre los ojos a un nuevo día. Abre los ojos a una nueva vida”

-No era mi novio…era algo así como mi mejor amigo- nunca había definido su relación con el pecoso. Nunca se habían acostado por lo tanto no habían sido nada parecido a  una pareja o a amantes. Pero estaba seguro que lo amaba

-Pues ese tu algo así como amigo te gustaba- le dijo muy convencido.

-¡Demonios no! Tu cabeza de lechuga no te deja asimilar lo que es una relación de amistad, de amor, que va más allá de lo físico- Los últimos meses Zoro y él pasaban más tiempo juntos. Era un acuerdo silencioso. En ningún momento alguno lo había propuesto, pero desde que Sanji le ofreció almorzar con él todos los día estaba ahí puntual, esperando a que él regresara de la universidad para comer juntos.

-No te sulfures cejillas. Te entiendo mejor que nadie. Con Kuina éramos así, podíamos pasar horas y horas juntos y nunca nos aburríamos el uno del otro- le dio un largo sorbo a su cerveza-¿Qué paso con él?- Zoro volvió a la conversación original. No se había imaginado que alguien, que a primera impresión se veía tan superficial, pudiera entender lo que era sentir de verdad.

-Tenía una motocicleta. Una Harley negra con flamas plateadas. Un tráiler lo golpeo y murió casi al instante o al menos eso dijeron los paramédicos, en cuanto a la motocicleta no quedo más que un montón de metal retorcido- Sanji miro el televisor, estaban pasando un partido de tenis.

-Suena mal. Lo lamento. ¿Cuánto tiempo después murió tu abuelo?- en otras circunstancias Sanji hubiese llorado o la sumo maldecir al aire y alejarse. Pero Zoro era así, directo y sin ninguna clase de tacto para preguntar. No es que no sintiera empatía, era solo que no la demostraba.

-dos semanas después. El restaurante cerró. No fui capaz de mantenerlo- alcanzó una cerveza y la destapo. ¿Qué era un poco de alcohol para abrir heridas del pasado?

-Pues para ser tan estúpido cocinas muy bien. Deberías volver a abrir- esos onigiris eran demasiado sabrosos para ser de ese planeta.

-Tú que sabrás marimo- y la conversación se dio por cerrada. Conforme pasaban los días, ya no solo compartían los almuerzos, sino la cena y el desayuno también. A veces, cuando había oportunidad, Zoro le daba un aventón o pasaban a algún centro comercial a comprar.

Así como el tiempo corría, los sentimientos encontrados iban en aumento. Poco a poco, el rubio volvía a ser el mismo, como si de pronto, la felicidad que había huido regresaba con la cola entre las patas pidiéndole perdón. Incluso cuando estaba en casa, no le importaba ponerse unos shorts holgados e incluso un centro.

-¿Dónde te hiciste esa cicatriz que tienes en el pecho?- en esa ocasión, Roronoa estaba tirado en el sofá. No llevaba camisa y había varios envases de cerveza al pie del sofá. Ese maldito, era un desordenado.

-Un accidente automovilístico. Algo que tú y yo tenemos en común es que la carretera nos ha robado lo que amamos- Zoro se acabó lo último de la cerveza que tenía en la mano y antes que Sanji le reclamara por el tiradero se levantó- Ahora que lo recuerdo, compre algo para ti cocinerucho- Sanji se preguntó si el ojo también lo había pedido en aquel accidente pero estaba más interesado en saber que era lo que el marimo estaba sacando de aquella bolsa deportiva.

Zoro no sabía porque pero a veces veía cosas que le recordaban al cejillas. Un maniquí con un traje de seda y una corbata color aguamarina o un molinete que se movía al compás del viento. Al principio eran cosas sencillas, después el azul del cielo o el aroma a pan recién horneado.

-Aquí tienes- le tendió una cosa negra. Aun con desconfianza Sanji se acercó y lo tomó. Era una especie de cosas peluda y mullida. Un peluche. Era un rollito de sushi con una carita muy infantil, un par de ojitos brillantes y una boca en forma de tres.

-¿Insinúas que esta cosa te recordó a mí? Lo que tienes de sentido de orientación lo tienes de detallista- muy en el fondo estaba agradecido. Era algo muy tierno y muy inusual en Zoro.

-Yo no me pierdo, no seas idiota. Lo que sucede es que tu facultad está muy apartada del resto- Y cosas simples, obsequios de improvisto, aspectos de sus personalidades. Comenzaron a conocerse, descubrieron que les gustaba música similar y se la podían pasar por horas completas intercambiando canciones.

Discutían cada momento que podían. Pero los días se volvían más cortos, insuficientes. La universidad cada vez exigía más de ellos pero siempre tenía tiempo el uno para el otro.

Una tarde, camino a casa Sanji pensaba en como las cosas habían llegado a ese punto. Sabía que sentía algo por Zoro pero ¿Qué? Ni siquiera estaba seguro si era algo reciproco ¿Qué los diferenciaba de una pareja común? ¿El sexo? Solo de pensarlo se le encresparon los nervios ¿Él y el brócoli con patas? No, no. Siempre se peleaban por tonterías, como la manera en que debía ponerle salsa de tomate a las papas o si la lechuga iba encima de la carne y debajo para hacer una hamburguesa.

Pero un día todo iba a terminar. Le faltaban dos años para graduarse y al marimo también ¿Qué iba a suceder después de eso? Durante los últimos meses, Zoro lo había malacostumbrado a su compañía ¿Qué iba a hacer una vez que ya no lo tuviera a su lado? Burlándose, aconsejándolo, charlando, peleando, armando disputa para al final llegar a un acuerdo.

Al llegar al apartamento el marimo no estaba. No debía preocuparse, quizá se había perdido de regreso a casa. Pero la noche cayó y Zoro no volvía y sus demonios aprovecharon a atacar. Tenía miedo, miedo a estar solo, al olvido, al fantasma del pasado, miedo a lo peor. Era como un tigre de bengala en una jaula de canario, encerrado en medio de la oscuridad ¿Qué sucedía con él?

No. Era suficiente. No más inseguridad, no más autocompasión. Preparo un té manzanilla y se acobijo en el sofá´. Tenía dos opciones, perderse en sus pensamientos y dejarse dominar por ese temor indescifrable o ver el televisor y aprender que ya no podía temer. Zeff no estaba, el restaurante no estaba, Ace ya no estaba. Pero aun había mucho por qué estar bien. Nami, Luffy; Ussop, sus demás amigos. Aún tenía tanto que ver y hacer…

-¡Cejas de remolino! Ya llegue- Zoro se desconcertó un poco al ver al rubio sonriendo como un estúpido frente al televisor. Pero amaba verlo sonriendo, si, amaba esa sonrisa. Porque desde el primer día que se conocieron algo capto su atención. Un ser tan roto, como un muñeco carente de corazón; porque alguien como Zoro, alguien que creía que no podría volver a amar, alguien como él necesitaba a alguien como Sanji- ¿te sucede algo cocinero?- dejo sus cosas en el suelo y se aproximó hasta él

-Llegas tarde para cenar…- pero fue silenciado por los labios del otro.

-Al diablo con la cena. Te extrañe- Sanji estaba sorprendido ¿Qué había pasado? Estaba feliz de ver a Zoro y ahora, este lo besaba acaloradamente. Una corriente de espasmos le recorrió la espina dorsal y le llego hasta los dedos de los pies.

El peliverde lo recostó y se acomodó sobre él. Sanji respondió envolviendo las caderas de Zoro con sus largas y estilizadas piernas cruzándolas sobre su espalda. El calor que despedía aquel fornido cuerpo y ese aroma a madera y sudor lo hacían perderse en su nublada mente.

Cuando la ropa empezó a estorbar, Zoro se sacó su camiseta y luego siguió con la del chico entre sus brazos. Aquel pecho era tan pálido y tan terso, tan inexplorado que no pudo huirle a la tentación de besar cada rincón. Sanji, a sentir los labios del otro sobre sus costillas, temió por un momento y se removió incomodo

-Tranquilo. Todo está bien- le dijo mirándolo directamente a los ojos. Zoro volvió a su idea inicial y luego de besar abdomen, mordió a una orilla de su ombligo causando que el otro se arquera. Sanji lo atrajo de nuevo a sus labios y no dudo en morderlo

-Eres un ero-Cook- le dijo al tiempo que soltaba un jadeo. El cejillas había encontrado que la debilidad del otro era su cuello. Zoro no quería. No iba a darle el gusto de gemir, pero la lengua del otro era tan fría y tan habilidosa bailando sobre su piel que no podía evitarlo.

-Es una suerte que yo sea el pervertido y no tu- dicho esto, le dejo una mordida cerca de la yugular. Mierda que había hecho palpitar su miembro con esa simple acción. Sanji lo sintió y su erección también creció, si es que era posible que fuera aún más grande. A tientas, Zoro se levantó y sin soltar al ojiazul comenzó a  caminar buscando la habitación

-ahh Marimo tu habitación es mmm por allá-pero Zoro ni atención le presto, de una patada tiro la puerta de la habitación del otro y con cuidado lo acostó sobre la cama... luego se alejo

-¿Qué haces cabeza de césped?- su garganta se secó. Zoro se sacaba los pantalones frente a él y joder que lo que tenía entre las piernas era para estar orgulloso. Miro a Sanji y sonrió con malicia. Le sacó un zapato y luego el otro, una medio y luego la otra. Y aún más lento que la acción anterior, le sacó los jeans. Mientras tanto, Sanji se retorcía de placer y de ansiedad. Comenzó a besarle la pierna izquierda y lentamente avanzo hasta sus muslos, con la boca atrapo algunos de los bellos rubios de sus piernas.

Cuando termino con la pierna derecha, Sanji ya no podía, estaba seguro que se vendría en cualquier momento si seguía con esa deliciosa tortura. Zoro se dio cuenta y le bajo los bóxers. Estuviera listo o no, empezó a masturbarlo con su boca

--¡Joder Marimo de mierda!- se sentía endemoniadamente bien. Tenía muchas ganas de tomarlo por los cabellos y aumentar el ritmo de aquella exquisita felación pero solo atino a morderse el borde de su mano derecha para luego soltar un gemido que rosaba el grito y correrse en la boca del otro

Zoro se relamió los labios, pero al alzar la cabeza y mirar aquellos ojos azules casi se le sale el corazón del pecho. Aquel rostro rojo de vergüenza que le esquivaba la mirada, era lo más bello que había visto en años. Se le acerco y cogió su rostro con ambas manos

-Me encantas tanto, que no hay palabras para describir lo perfecto que eres- atrapo los labios de Sanji con los suyos e invadió aquella cavidad con la lengua. Su beso se volvió más enérgico al sentir aquel sabor a menta más latente.

-Solo no hables- le reclamo entre jadeos. Zoro llevo uno de sus dedos hasta la boca de su amante. A regañadientes comenzó a lamerlos, cuando el peliverde considero que era suficiente lo saco y los llevo hasta la entrada de este

Sanji, al sentir la intromisión se incomodó, pero se aguantó, estaba seguro que después sentiría placer. Pero mejor el placer llegara ya o se iba a arrepentir.

-Cálmate cocinero, ya pronto te gustara- le dijo el otro como si le leyera los pensamientos. Subió las piernas del otro sobre sus hombros ¡wow! Sí que era flexible. Después de introducir tres dedos más y dilatar lo suficiente la entrada del rubio se preparó-¿estás listo?- sostuvo su miembro y la acerco lentamente. Dolía, vaya que dolía, y mucho. Sanji sentía como si aquel falo le desgarrara la piel. Zoro por otro lado sentía como su miembro era absorbido deliciosamente. Joder, presentía que se lo arrancaría en cualquier momento. Al ver que el rubio apretaba la sabana lo volvió a besar de manera demandante y se quedó quieto un momento esperando que el otro se acostumbrada a tener “aquello” dentro de sí.

-Mueve de una vez- le exigió Sanji contra los labios. La habitación se llenó de jadeos y de gemidos y del chapoteo de ambos cuerpos. Zoro tenía razón, ya le gustaba. Se sentía increíblemente bien y se sintió aún mejor cuando empezó a masturbar su abandonado miembro.

El placer puede nublar la mente de cualquiera. Pero Zoro seguía presente. A pesar que aquel interior tan estrecho era jodidamente bueno, no podía pasar desapercibida la belleza de Sanji. Por qué ese chico, era lo más hermoso que había visto en tanto tiempo. Porque seguramente Sanji pensaba que él era su salvación, pero no, había sido al revés. Su vida había sido iluminada por aquel chico de cabellos dorados.

El orgasmo se sentía venir. Tras un sonoro grito de placer, Sanji se corrió entre los abdómenes de ambos y las contracciones del orgasmo apretujaron aún más el miembro de Zoro logrando que  los dos se vinieran casi al mismo tiempo.

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-Eso fue asombroso. Quien te ve cabeza de pollo- Sanji se había acomodado en su brazo derecho. Zoro halo la cobija y lo cubrió hasta el pecho.

-Cállate marimo. No creas que esto se va a repetir siempre que quieras- si no tenía cuidado le iba a subir los sumos.

-Pero si siempre que tú quieras- le dijo al tiempo que se giraba y lo abrazaba-descansa cejas de sushi- le beso la frente y cerró los ojos.

Sanji era inmensamente feliz, como no lo era en mucho tiempo. Ya no tenía miedo, su presencia lo ayuntaba, ya no tenía frio, su calor le acobijaba. Pudo cerrar los ojos porque sabía que a la mañana siguiente el marimo seguiría a su lado.

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Esa mañana al despertar y no encontrar al cocinero a su lado le molestó. Unos meses después de su encuentro era una costumbre dormir juntos. Sin sexo, solo a veces.

Escucho el sonido del inodoro y vio al chico regresar a la habitación pero antes de llegar a donde él se detuvo en el espejo de cuerpo completo en su habitación.

Sanji se miraba. Había cambiado tanto, era el mismo espejo y la misma habitación. Él era el mismo. Pero no el mismo de antes, era como si hubiera  rejuvenecido.

-¿Qué tanto te miras?- le dijo el peliverde abrazándolo por la espalda. La verdad, le preguntaba eso  para molestarlo. Por qué él podría apreciarlo todo el día y nunca se cansaría

-Cállate alga mierdosa-  alzó su mano y le acarició la mejía-Yo antes veía un cadáver en este espejo-

-Yo nunca vi nada. Lo que ves ahora es lo que yo siempre vi. Un ser perfecto tal cual es- le respondió con convicción. Y así se quedaron, contemplándose el uno al otro en ese espejo, que un día había sido una maldición. Ahora solo mostraba dos rostros sonrientes.

FIN

Notas finales:

De nuevo, gracias a todos lo que leyeron este pequeño proyecto. Los amo (?  c:

Ayaka*.*)/


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