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Recordando el ayer [KaiSoo] por MiJoon

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Notas del fanfic:

Todos los derechos a la autora de la obra, esto está hecho con el fin de entretener.

 

Por motivos obvios, los apellidos de Chanyeol, Kris y Sehun son "Kim", no es por nada, lo elegí a sorteo XDDD 

Notas del capitulo:

Aquí regreso con una nueva adaptación~~~. La leí la semana pasada y bueno, ya tengo adaptados los tres primeros libros (son 4, pero cortitos, 12 capítulos cada uno y prólogo) así que los estoy subiendo, aparte de aquí, a Wattpad y más tarde lo subiré a Asianfanfics. Ya sabéis lo que siempre digo, si queréis buscarme fuera de aquí, en mi perfil tenéis los enlaces para ir a mis perfiles~~.

Ahora, espero que esta adaptación os guste, debo decir que no me lo he currado tanto como en El Libro de Jade, pero aún así, me gusta mucho y espero que a vosotr@s también os guste~~~.

 

Muchos chus~~♥

Los hermanos Kim andaban buscando líos, como de costumbre, algo que no resultaba tan fácil en la pequeña localidad de Antietam, en Maryland; pero lo más divertido era buscarlos.

Cuando se subieron al Chevrolet de segunda mano, empezaron a discutir sobre quién conduciría. El coche era de Chanyeol, el mayor, pero a sus tres hermanos no les importaba demasiado.

Jongin quería conducir. Necesitaba un poco de velocidad, recorrer las carreteras zigzagueantes pisando a fondo el acelerador. Pensaba que tal vez así podría huir de su humor sombrío, o, quizás, encontrárselo frente a frente. Si lo vencía, sabía que seguiría conduciendo hasta estar en otro lugar.

En cualquier otro lugar.

Habían enterrado a su madre dos semanas atrás.

Tal vez, porque su peligroso estado anímico se apreciaba claramente en los ojos verdes de Jongin y en la forma en que apretaba los labios, decidieron que no condujera él. Al final, Kris se sentó al volante, y Chanyeol ocupó el asiento del copiloto. Jongin se acomodó en el asiento trasero junto a Sehun, el menor de los cuatro hermanos.

Los Kim eran un grupo duro y peligroso. Todos ellos eran altos y fuertes como caballos salvajes, con los puños dispuestos y, en ocasiones, demasiado predispuestos a descargarse contra algo. Sus ojos, típicos ojos de los Kim, en distintos tonos de verde, podían congelar con la mirada. Cuando se encontraban de mal humor, la gente que sabía lo que le convenía se apartaba de ellos con más razón.

Fueron a jugar al billar y a tomar unas cervezas, aunque Sehun se quejó, ya que aún no tenía veintiún años, la mayoría de edad en Estados Unidos, y por tanto, no le servirían alcohol.

De todas formas, la taberna Duff, poco iluminada y cargada de humo, les pareció el lugar adecuado. Los golpes de las bolas de billar les proporcionaban la violencia necesaria, y la mirada de Duff Dempsey era suficientemente intranquilizadora. La aprensión de los ojos de los demás clientes, que cotilleaban por encima de las cervezas, era suficientemente halagadora.

Nadie dudaba que los Kim estuvieranbuscando líos. Al final, siempre encontraban lo que buscaban.

Con un cigarrillo en la boca, Jongin apuntó con el taco. No se había tomado la molestia de afeitarse en un par de días, y la sombra de su rostro hacía más fiero su aspecto. Con un golpe certero, hizo rebotar en la banda la bola blanca, que empujó una de las lisas y la hizo caer en el hueco.

—Menos mal que tienes suerte en algo —comentó una voz a sus espaldas.

Bae SongHae estaba sentado en la barra, apurando su cerveza. Como solía ocurrir después de la puesta de sol, estaba borracho, y el alcohol lo hacía cruel. En el pasado, había sido la estrella del equipo de fútbol americano de su universidad, y competía con los Kim por ganarse los favores de las jovencitas. Ahora, apenas pasaba de los veinte años, pero su rostro estaba siempre enrojecido y había engordado de forma considerable.

El ojo morado que había dejado a su joven esposo antes de salir de casa no había acabado de satisfacerlo.

Jongin puso tiza en su taco y apenas dedicó a Songhae una mirada.

—Ahora que se ha muerto tu mamá, necesitarás algo más que un golpe de suerte con el billar para sacar adelante esa granja —insistió Songhae, sonriendo—. Tengo entendido que vais a empezar a vender para pagar los impuestos.

—Pues te han informado mal —respondió Jongin con frialdad, rodeando la mesa para calcular su siguiente tirada.

—Mi información es buena. Los Kim siempre habéis sido unos idiotas y unos mentirosos.

Antes de que Sehun pudiera echarse hacia delante, Jongin lo interceptó con el taco.

—Está hablando conmigo —dijo en tono tranquilo.

Mantuvo la mirada de su hermano durante un momento antes de volverse.

—¿No es así, Songhae? —preguntó al borracho—. Estabas hablando conmigo, ¿no?

—Estoy hablando con todos vosotros —dijo, mirándolos uno a uno.

Sehun, a sus veinte años, estaba curtido por el trabajo en la granja, pero seguía siendo un muchacho. Después miró a Kris, cuya mirada pensativa y fría revelaba poco. Chanyeol estaba apoyado contra la máquina de música, esperando el siguiente movimiento.

Por último, miró a Jongin. Parecía furioso, listo para saltar.

—Pero tú me sirves —concluyó Songhae—. Siempre pensé que eres el mayor perdedor de la carnada.

Los clientes empezaron a acomodarse para presenciar la confrontación.

—¿De verdad? —Jongin apagó el cigarrillo y bebió un trago de cerveza, como si se tratara de un ritual previo a la pelea—. ¿Qué tal te van las cosas en la fábrica, Bae?

—Por lo menos tengo una nómina. Trabajo a cambio de dinero, no como otros. Y nadie me va a quitar mi casa.

—No mientras tu esposo siga trabajando doce horas al día para pagar el alquiler.

—Mi chico no es asunto tuyo. Yo soy el que lleva los pantalones. No necesito que me mantenga un doncel, como hacía vuestra mamá con vuestro padre. Se bebió toda su herencia y luego se le murió.

—Sí, se murió —dijo Jongin, cada vez más furioso—, pero nunca le puso una mano encima. Mi madre nunca tuvo que venir al pueblo con un chal y gafas de sol, diciendo que se había caído. Tu padre pegaba a su mujer y tú haces lo mismo con la tuya.

Songhae dejó la botella en la barra de un golpe.

—Eso es mentira. Te voy a hacer tragártela.

—Inténtalo.

—Está borracho, Jongin —murmuró Chanyeol.

—¿Y qué? —preguntó, mirando a su hermano con sus letales ojos verdes.

—Que no tiene mucho sentido que le partas la cara cuando está borracho. No vale la pena.

Pero Jongin no necesitaba sus discursos. Sólo necesitaba acción. Levantó su taco, lo miró detenidamente y lo dejó encima de la mesa de billar.

—No empecéis aquí —dijo Duff, aunque sabía que ya era demasiado tarde—. Como arméis bulla llamaré al sheriff, a ver si en la cárcel os tranquilizáis.

—Deja el teléfono en paz —le advirtió Jongin—. Vamos fuera.

—Tú y yo —dijo Songhae, mirando a los Kim con los puños cerrados—. No quiero que tus hermanos se abalancen sobre mí mientras te doy una paliza.

—No necesito ayuda contigo.

Para demostrarlo, en cuanto salieron a la calle, Jongin se apartó, esquivando el primer golpe de Songhae.A continuación, descargó el puño contra su rostro y sintió la sangre en la mano.

Ni siquiera sabía por qué estaba peleando. Songhae no significaba absolutamente nada para él. Pero supuso que su esposo se alegraría de ver que él no era siempre la víctima en lo relativo a su marido. En cuanto a Jongin, necesitaba desahogarse, y Bae le proporcionaba la excusa perfecta.

Kris hizo una mueca y se metió las manos en los bolsillos, con filosofía.

—Le doy cinco minutos.

—Tranquilo. Jongin acabará con él en tres —dijo Sehun sonriendo, mientras los adversarios rodaban por el suelo.

—Diez dólares.

—Hecho. ¡Vamos, Jongin! —gritó Sehun—. Date prisa.

En efecto, la pelea sólo duró tres minutos más. Cuando Songhae parecía inconsciente, y Jongin seguía golpeándolo de forma metódica, Chanyeol se adelantó para apartar a su hermano.

—Ya está. Ya está —repitió, sujetando a Jongin contra la pared—. Déjalo en paz.

Jongin volvió poco a poco a la realidad. La cólera fue desapareciendo de sus ojos, y abrió los puños.

—Vale, Chan, puedes soltarme. No voy a seguir pegándolo.

Jongin miró al lugar donde yacía Songhae, gimiendo, semi inconsciente. Por encima de su cuerpo, Kris entregaba diez dólares a Sehun.

—Debí tener en cuenta lo borracho que estaba —comentó Kris—. Si hubiera estado sobrio, Jongin habría tardado dos minutos más.

—Sehun nunca malgastaría cinco minutos en un trozo de basura como ése.

Chanyeol sacudió la cabeza. Dejó de sujetar a Jongin y le pasó el brazo por encima de los hombros.

—¿Quieres otra cerveza?

—No.

Miró hacia el escaparate del bar, donde se habían reunido casi todos los clientes para mirar. Se limpió la sangre del rostro con gesto ausente.

—Será mejor que alguien lo recoja y se lo lleve a casa —gritó—. Vamonos de aquí.

Cuando se metió en el coche, los golpes recibidos empezaban a hacerse notar.

Escuchó sin mucho interés los comentarios entusiastas de Sehun y usó el pañuelo de Kris para limpiarse la sangre de la boca.

Pensó que no iba a ningún sitio. No hacía nada. La única diferencia entre Bae Songhae y él era que Songhae estaba siempre borracho.

Odiaba la maldita granja, el maldito pueblo, la maldita trampa en que tenía la impresión de estar metiéndose más y más a cada día que pasaba.

Chanyeol tenía sus libros y sus estudios; Kris tenía sus extraños e importantes pensamientos, y Sehun parecía haber nacido para la granja.

Él no tenía nada.

 

Al final del pueblo, donde la tierra empezaba a hacerse escarpada y los árboles eran más frondosos, vio una casa. La antigua casa de los Choi. Oscura, deshabitada y encantada, según las habladurías. Se erguía sola, sin nadie que se interesara por ella, con una reputación que hacía que la mayoría de los vecinos pasara por alto su existencia o la mirase con aprensión.

Exactamente lo mismo hacía Kim Jongin.

—Párate.

—¿Qué te pasa, Jong? ¿Te encuentras mal? —preguntó Sehun, con más asco que preocupación.

—No. Para, Chan, por favor.

En cuanto el coche se detuvo, Jongin salió y empezó a subir la rocosa cuesta. Las zarzas y los arbustos se enganchaban en sus vaqueros.

No necesitaba volverse atrás para oír las maldiciones y los murmullos que indicaban que sus hermanos lo seguían.

 

Se quedó de pie, mirando los tres pisos de piedra. Suponía que la habían sacado de la cantera que se encontraba a unos pocos kilómetros de la localidad. Algunas de las ventanas estaban rotas y cubiertas con tablas, y los porches dobles estaban encorvados, como la espalda de un anciano. Lo que en otro tiempo había sido el césped era ahora un montón de matorrales, zarzas y espigas. Un olmo muerto se alzaba entre las plantas, minado por los parásitos y desprovisto de hojas.

Pero a la luz de la luna, mientras se oía el ulular del viento entre los árboles y la hierba, aquel lugar tenía algo acogedor. La forma en que se mantenía en pie doscientos años después de que hubieran puesto sus cimientos. La forma en que se sobreponía al paso del tiempo, a las inclemencias y al abandono. Y, sobre todo, pensó Jongin, la forma en que pasaba por alto las desconfianzas y las habladurías del pueblo.

—¿Quieres buscar fantasmas, Jongin? —preguntó Sehun al llegar a su altura.

—Tal vez.

—¿Recuerdas cuando pasamos una noche aquí? —comentó Kris, desmenuzando una hierba entre los dedos, con gesto ausente—. Debió ser hace diez años. Chanyeol subió las escaleras y empezó a hacer chirriar las puertas, y Sehun se mojó los pantalones.

—Eso es mentira.

—Es verdad. Me acuerdo perfectamente.

Los otros dos hermanos no prestaron atención al previsible intercambio de insultos.

—¿Cuándo te vas? —preguntó Chanyeol en voz baja.

Lo sabía. Lo había intuido al ver cómo Jongin miraba la casa, como si pudiera ver su interior, como si pudiera ver a través suyo.

—Esta noche. Tengo que largarme de aquí. Tengo que hacer algo lejos de aquí. Si no, acabaré como Bae, o tal vez peor. Mamá ha muerto. Ya no me necesita. Aunque, en realidad, nunca necesitó a nadie.

—¿Tienes idea de a dónde quieres ir?

—No. Tal vez hacia el sur, de momento.

No podía apartar la vista de la casa. Podría haber jurado que lo observaba, formándose una opinión sobre él. Esperando.

—Enviaré dinero cuando pueda —añadió. Aunque se sentía como si lo estuvieran desollando vivo, Chanyeol se limitó a asentir.

—Nos desenvolveremos bien.

—Tienes que terminar los estudios de derecho. Mamá quería que lo hicieras —miró hacia atrás, donde sus dos hermanos seguían discutiendo acaloradamente—. Y a ellos les irá bien cuando sepan qué es lo que quieren.

—Sehun sabe lo que quiere. La granja.

—Sí —sacó un cigarrillo, con una débil sonrisa—. Vende parte de las tierras si es necesario, pero no permitas que se queden con todo. Tenemos que conservar lo que es nuestro. Antes de que todo se acabe, esta ciudad recordará que los Kim eran muy especiales.

La sonrisa de Jongin se ensanchó. Por primera vez en varias semanas, cesaba el dolor interior que lo consumía. Sus hermanos estaban sentados en el suelo, cubiertos de tierra y arañados por los arbustos, riendo.

Se prometió que los recordaría así, tal y como estaban en aquel momento. Los Kim se mantenían unidos sobre un terreno rocoso que nadie quería.

Notas finales:

Espero que os haya gustado, agradecería un review, no lo hagáis por mi, sino por el pezón de Kim Jong Pezón Sexy In en el ExoLuxion, vale? 

Nos vemos mañana~~


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