Era solo otro día.
Solo otro día monótono y aburrido, o eso creía él.
Itachi se encontraba en la parada del autobús, como todas las mañanas.
Vestido de traje para su trabajo, igual que todos los días.
Resoplando y ordenando su maletín, como siempre hacia.
Y eso era lo que lo exasperaba. Un día atrás del otro.
Se levantaba, tomaba el autobús, iba al trabajo, luego volvía a su casa, cenaba y se iba a dormir. Esa era su vida.
Solo que esta mañana comenzó al revés, resaltando el hecho de que estaba lloviendo. Y no había llevado paraguas.
Era muy extraño que Itachi se olvidara de algo, al percatarse de las gotas comenzando a caer, mojando su papelerío, rápidamente guardo todo como pudo y trato de cubrirse la cabeza con su maletín.
No había señales de que el autobús llegara a venir.
“Maldita sea, el imbécil del jefe me matara cuando vea su papeleo empapado. Al menos si me despiden tendré una buena excusa para no levantarme temprano”
Se froto el rostro secando las gotas que lo habían alcanzado y trato de secar en vano su cabello negro que escurría agua por todas partes.
Observo que aún tenía la liga que le había obsequiado su hermano en la muñeca. Sin pensarlo la tomo y recogió su cabello en una desordenada coleta.
Ya había dejado de cubrirse con el maletín, de que le servía si ya estaba empapado.
Itachi seguía rezongando en sus pensamientos hasta que el sonido del autobús llegando lo despabilo.
Era el único en la estación, así que subió sin más, saludo al chofer que ya lo conocía hace años de hacer el mismo viaje cada día y se sentó en un asiento solo, del lado de la ventanilla.
El trayecto era largo, así que Itachi solo relajo sus hombros y se dejó llevar por la sutil sensación del viento húmedo pero caluroso acariciándole el rostro.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero le gustaba estar así.
Era una de las pocas veces en el día en que Itachi estaba realmente tranquilo y, hasta podría decirse, feliz.
Un frenazo súbito lo despertó.
Abrió los ojos de mala gana para ver a un joven de casi su edad se atrevía a decir, subir e indicarle al chofer hacia donde iba.
Estaba repleto de carpetas y varias cartucheras, además de su mochila.
Titubeo bastante al ver que no había casi ningún asiento libre hasta que observo uno justo delante de Itachi.
Itachi sintió el empuje de su asiento y supuso que era ese joven sentándose.
No le dio mucha importancia y siguió con su momento de calma.
Itachi imaginaba estar en su casa, con su hermano y sus padres. Hasta parecían una familia feliz y agradable. Pero rápidamente se resignó a su realidad y contrajo los músculos de la cara, en una expresión de molestia.
Siguió con los parpados juntos a pesar de los borrosos recuerdos que lo invadían, pero en medio de todo ese torbellino de gritos mentales sintió algo.
Sintió algo tan suave como una pluma, casi podría jurar que alguien estaba tocándolo.
Abrió sus ojos lentamente sin poder evitar en su rostro una sensación agradable y diviso amarillo, o rubio mejor dicho.
Era cabello rubio, mechones y mechones balanceándose al son del viento que se colaba por la ventanilla.
Nunca lo habría imaginado. Aquella sensación tan suave y pacifica era el cabello de aquel chico desordenado.
Parecían manos acariciándolo, al contrario de querer apartarlas, tenía el deseo de tocar cada uno de esos mechones. Pero no podía, él se daría cuenta.
El joven parecía tan ausente de lo que estaba ocurriendo, solo estaba inmerso en sus carpetas, parecía buscar algo. Por primera vez en su vida Itachi sintió curiosidad por alguien.
En verdad quería saber cómo se llamaba.
Se percató de que su parada estaba muy cerca, pero no quería apartarse.
Dejo que esos flecos lo llenaran de ese aroma tan dulce y fresco a la vez, quería hundir su nariz en ellos.
Observar esa tonalidad rubia dorada, nunca creyó ver algo tan hermoso.
Tuvo que volver a la realidad, solo con el sonido de su reloj, ya estaba llegando tarde.
Se levantó de su asiento y tomando su maletín se acercó a las puertas.
Y dando una última mirada nostálgica a esa cabellera que le había hecho sentir tanto en tan poco tiempo, se bajó.
Supuso que nunca más volvería a verlo, e Itachi nunca olvidaría ese día.